21776 ECONOMÍA INTERNACIONAL HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Mediante la igualdad de derechos, recursos y voz A WORLD BANK POLICY RESEARCH REPORT 11 BANCO MUNDIAL A.Alfaomega The findings, interpretations, and conclusions expressed in this study are entirely those of the authors and should not be attributed in any manner to the World Bank, to its affiliated organizations, or to members of its Board ofExecutive Directors or the countries they represento The boundaries, colors, denominations, and other information shown on any map in this volume do not imply on the part of the World Bank Group any judgment on the legal status of any territory or the endorsement or acceptance of such boundaries. Los resultados, interpretaciones y conclusiones expresados en este estudio son enteramente los del (los) autor(es) y no reflejan necesariamente las opiniones de los miembros de la Junta de Directores del Banco Mundial, o de los gobiernos que ellos representan. El Banco Mundial no garantiza la exactitud de los datos incluidos en este trabajo. Las fronteras, los colores, los nombres y otra información expuesta en cualquier mapa de este volumen no denotan, por parte del Banco.juicio alguno sobre la condición jurídica de ninguno de los territorios, ni aprobación o aceptación de tales fronteras. Publicado originalmente por el Banco Mundial en inglés como: Engendering Development: Through Gender Equality in Rights, Resources, and Voice, en 2001 En caso de discrepancias prima el idioma original. Copyright © 200 I The International Bank for Reconstruction and Development /The World Bank 1818 H Street, NW, Washington, OC 20433, USA. Todos los derechos reservados Para esta edición: © 2004 Banco Mundial en coedición con Alfaomega Colombiana S. A. Primera edición en castellano: julio de 2004 ISBN:958-682-540-X Diseño de cubierta: Joyce C. Petruzzelli y The Report Team; ilustración, Tilly Northedge (Grundy & Northedge, Londres) Edición y diagramación: Alfaomega Colombiana S.A. Impresión y encuadernación: Gente Nueva Editorial Impresoyhechoen Colombia-PrintedandmadeinColombia CONTENIDO PRÓLOGO xi PREFACIO Xlll EL EQUIPO REDACTOR DEL INFORME xv RECONOCIMIENTOS xvii RESUMEN XXI Capítulo 1 DESIGUALDAD DE GÉNERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI Definiendo la igualdad de género 4 Patrones regionales que adopta la desigualdad entre hombres y mujeres en derechos, recursos y voz 6 Derechos 7 Recursos 11 Voz 27 Patrones que adopta la desigualdad entre mujeres y hombres al interior de las regiones y los países 29 Género y pobreza 30 Capítulo 2 LA DESIGUALDAD EN RAZÓN DE GÉNERO LIMITA EL DESARROLLO 41 Costos en el bienestar 42 Costos para la productividad y el crecimiento 52 Costos para la gobernabilidad 60 Un marco para entender las disparidades de género 66 El papel del gobierno para promover la equidad entre mujeres y hombres 68 Capítulo 3 NORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS 75 El género en las normas y costumbres 77 Derechos y leyes 81 vi H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Instituciones económicas 92 Cambio institucional: ¿qué se requiere? 109 Capítulo 4 PODER, INCENTIVOS Y RECURSOS EN EL HOGAR 115 ¿Qué es un hogar? 118 Los hogares reproducen los roles de género 119 El control de los recursos y el poder de negociación afectan las asignaciones en el hogar 122 Los incentivos de las políticas y las inversiones públicas afectan la equidad 133 Capítulo 5 ¿Es BUENO EL DESARROLLO ECONÓMICO PARA LA IGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMBRES? 149 Derrumbar las rígidas divisiones del trabajo por género 151 Aumentar los incentivos para invertir equitativamente en el capital humano 159 Reducir la discriminación a través de mercados competitivos 164- Crecimiento con equidad: hallazgos de los estudios macro 166 ¿Los caminos del desarrollo conducen a la igualdad de género? Puntos de vista regionales 170 Capítulo 6 U NA ESTRATEGIA EN TRES PARTES PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO 197 Reformar las instituciones para establecer los mismos derechos y oportunidades para mujeres y hombres 201 Impulsar el desarrollo económico para fortalecer los incentivos que se requieren para alcanzar una mayor igualdad en la participación y los recursos 207 Adoptar políticas concretas para corregir las desigualdades en razón de género que persisten en el control de los recursos y la voz política 212 Retos para el futuro: el camino por recorrer 238 Apéndice 1 Notas y cobertura por países para los gráficos 241 Apéndice 2 Modelo básico de regresión por países y estimaciones de coeficientes 250 CONTENIDO vii Apéndice 3 Ingresos relativos de mujeres y hombres, ajustados por diferencias en capital humano 254 Apéndice 4 Pruebas empíricas del modelo "unitario" de hogar 259 Apéndice S Simulaciones de educación 265 GLOSARIO DE TÉRMINOS EN LOS GRÁFICOS 269 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 273 LISTA DE GRÁFICOS Las desigualdades entre hombres y mujeres en los derechos básicos persisten en todas las regiones XXJlI 2 Con el tiempo, la igualdad entre hombres y mujeres ha aumentado en los países de ingresos bajos y medios, a excepción de la participación política xxvi 3 Las tasas de infección de VIH son más altas donde la brecha entre hombres y mujeres en alfabetismo es mayor xxix 4 Los cuidados infantiles de bajo costo implican una mayor presencia de las mujeres en el mercado de trabajo y de las niñas en la escuela xliii 1.1 Las mujeres no tienen los mismos derechos que los hombres 10 1.2 A pesar de las mejoras, en algunas regiones persisten las desigualdades en escolaridad entre hombres y mujeres 13 I.3 Las mujeres sobreviven actualmente a los hombres en todas las regiones 17 lA Las tendencias de la oferta laboral femenina varían entre las regiones 23 1.5 Las mujeres y los hombres tienen diferentes ocupaciones 24 1.6 Las mujeres están ampliamente subrepresentadas en los parlamentos 28 I.7 La variación en la desigualdad entre mujeres y hombres es grande en Asia meridional, incluso mayor que entre todos los países 31 1.8 Las desigualdades entre hombres y mujeres tienden a ser mayores entre las personas que viven en pobreza 33 2.I Mayor desigualdad entre mujeres y hombres, mayor número de personas infectadas de sida 44 2.2 Las tasas de vacunación infantil aumentan con la educación de la madre 48 2.3 Cerrar más rápidamente la brecha en la educación de hombres y mujeres aceleraría el crecimiento económico 60 2A Derechos más equitativos para las mujeres, menor corrupción 65 3.1 Donde existe mayor igualdad de derechos, existen menores diferencias entre hombres y mujeres 85 Vlll HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO 3.2 La presencia de las mujeres en el mercado de trabajo informal varía entre países 107 4.1 Los hombres trabajan más en el mercado laboral, las mujeres trabajan más en el hogar 121 4.2 Menores costos en los cuidados infantiles, más madres en el mercado de trabajo 140 4.3 Fuentes más cercanas de suministro de agua y combustible pueden reducir significativamente el tiempo empleado en actividades de recolección 146 5.1 Las mujeres trabajan más, especialmente en actividades no comerciales 153 5.2 Las tasas de participación en la fuerza laboral de hombres y mujeres mayores están convergiendo 158 5.3 La igualdad de género es mayor en países con ingresos más altos 167 5.4 Pocas mujeres en el parlamento; incluso en países con ingresos altos 169 5.5 En el África subsahariana, las tendencias en igualdad de género son similares en los países que pasaron por un proceso de ajuste que en los que no lo hicieron 185 5.6 Mejor entorno macroeconómico: mayor esperanza de vida de las mujeres en el África subsahariana 186 5.7 El número de jardines de niños ha descendido en la antigua Unión Soviética 191 6.1 Cuando la igualdad de derechos y los ingresos mejoran, también lo hacen otros indicadores de género 199 6.2 Cuando la igualdad en derechos mejora, también lo hacen otros indicadores de género 202 6.3 Cuando los ingresos se incrementan, la igualdad de género tiende a aumentar 209 6.4 ¿Qué tiene un mayor impacto: elevar los ingresos o aumentar la igualdad de género en derechos? 213 LISTA DE RECUADROS 1.1 Medición de la igualdad de género en derechos 9 1.2 ¿Experimentan las mujeres más "pobreza de tiempo" que los hombres? 37 2.1 La igualdad de género afecta el crecimiento económico 58 3.1 Las normas de género difieren entre países , pero las mujeres y los hombres están más de acuerdo que en desacuerdo con ellas 78 3.2 Derechos de las mujeres sobre las tierras en África 92 3.3 El "techo de cristal" 95 3.4 Utilizar el apoyo internacional para promover la igualdad de género 112 4.1 Factores que influyen en el poder de negociación 124 4.2 Pruebas empíricas del modelo "unitario" del hogar 126 4.3 Subsidiando la educación de las niñas: evidencia de la experiencia de campo 137 4.4 Los recolectores de ahorros susu: banqueros móviles del África occidental 143 5.1 El uso de las computadoras y el empleo de las mujeres 157 5.2 El modelo nórdico 172 5.3 Midiendo el impacto de las políticas 174 5.4 Amortiguar los efectos de la reforma para las personas más vulnerables 195 CONTENIDO IX 6.1 ¿Cuánto presupuesto se requiere para promover la igualdad entre hombres y mujeres en la educación primaria en Asia meridional, África subsahariana, Oriente Medio y norte de África? 222 6.2 Análisis costo-beneficio de una selección de programas de microfinanciamiento y antipobreza en Bangladesh 224 6.3 La protección social con perspectiva de género supone brindar atención tanto a mujeres como a hombres 232 6.4 El género y el diseño de la seguridad para la vejez en Chile 234 6.5 Mujeres con una voz más fuerte en la formulación de políticas públicas: iniciativas para el presupuesto de las mujeres en África 237 L ISTA DE TABLAS 1.1 Las diez causas principales de años de vida ajustados a la discapacidad perdidos por mujeres y hombres entre 15 y 44 años, 1990 18 1.2 Ingresos comparados de mujeres y hombres 27 2.1 Si la segregación ocupacional terminara, las mujeres ganarían y los hombres perderían (sólo un poco) 56 2.2 Opiniones de hombres y mujeres: ¿qué es un comportamien to social injustificable? 64 4.1 Impactos que tienen los préstamos a mujeres y hombres sobre determinados resultados (outcomcs) de los hogares (cambio porcentual para un incremento del 10% en el préstamo) 129 4.2 Cómo afectan los precios a la demanda por educación, salud y nutrición, por sexo 135 5.1 Cómo afectan los ingresos a la demanda por educación, salud y nutrición, por sexo 163 5.2 Proporción de mujeres en la fuerza laboral en Asia oriental (porcentaje del total) 176 5.3 Asignación sectorial de la fuerza laboral femenina en Asia oriental (porcentaje de mujeres económicamente activas) 177 5.4 Proporción de la fuerza laboral femenina en Europa oriental y Asia central (porcentaje del total) 189 6.1 Ejemplos de medidas concretas para promover la igualdad de género 216 PRÓLOGO El compromiso del Banco Mundial es tener un mundo sin pobreza. Y es evidente que los esfuerzos encaminados a lograrlo deben abordar las desigualdades en razón de género, es decir, las desigualdades que existen entre hombres y mujeres. Las gran- des desigualdades en razón de género en derechos humanos básicos, en recursos y oportunidades económicas, así como en voz política, están presentes en todo el mun- do, a pesar de los avances recientes. Y estas desigualdades están inevitablemente unidas a la pobreza. Por una parte, la pobreza agrava las disparidades en razón de género. Las de- sigualdades entre niñas y niños en el acceso a la educación o al cuidado adecuado de la salud son más profundas entre las personas que viven en pobreza que entre quienes tienen ingresos más altos. Ya sea que se midan en términos del control sobre los recursos productivos, como las tierras o el crédito, o en términos del poder para influir en el proceso de desarrollo, los hombres que viven en pobreza suelen tener menos control y menos poder que aquéllos que no viven así, pero son las mujeres que viven en pobreza quienes generalmente tienen menos control sobre los recursos y menos poder. Estas disparidades colocan en una desventaja a mujeres y niñas, y limitan su capacidad para participar en el desarrollo y beneficiarse de él. Por otra parte, las desigualdades en razón de género representan un obstáculo para el desarrollo. Aunque las disparidades en derechos básicos, educación, crédito y empleo, o en la capacidad para participar en la vida pública afectan de manera más directa a mujeres y niñas, los costos totales de la desigualdad en razón de género perjudican en última instancia a todas las personas. Y la evidencia, reunida en este informe, lo muestra contundentemente. Existe un mensaje central claro: desconocer las desigualdades entre mujeres y hombres presenta dificultades tanto en términos del bienestar de las personas como de la capacidad de los países para crecer sosteniblemente, gobernar eficazmente y así reducir la pobreza. Esta conclusión se nos presenta como un importante reto en la comunidad del desarrollo. ¿Qué tipos de políticas y estrategias promueven la igualdad de género y fomentan un desarrollo más eficaz? Este informe examina una gran cantidad de evi- dencia sobre los efectos de las reformas institucionales, las políticas económicas y Xli H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO las medidas concretas de política pública, para promover una mayor igualdad entre mujeres y hombres. La evidencia también nos envía un segundo mensaje importante: los planificadores de las políticas tienen un gran número de instrumentos de política pública para promover tanto la igualdad de género como un desarrollo más eficaz. Pero una acción eficaz también requiere que los planificadores de las políticas tengan en cuenta las realidades locales al diseñar e implementar las políticas y pro- gramas. No puede haber ninguna fórmula universal para promover la igualdad entre hombres y mujeres. Para identificar cuál funciona, se requiere consultar a las perso- nas involucradas -mujeres y hombres- sobre los asuntos y las acciones clave. Esto apunta a un tercer mensaje importante del informe: para aumentar la eficacia del desarrollo, los asuntos de género tienen que formar parte integral del análisis, diseño e implementación de las políticas públicas. Hacia la integración de géneros en el desarrollo económico proporciona a los planificadores de las políticas, especialistas del desarrollo y miembros de la sociedad civil, muchas y muy valiosas lecciones y herramientas para integrar el género en el trabajo del desarrollo. La riqueza de las evidencias y los análisis presentados en el informe pueden suministrar la información para enriquecer el diseño de estrategias eficaces para promover la igualdad entre mujeres y hombres en el desarrollo. Con ello, nos ayuda a todos -como planificadores de las políticas y como miembros de la comunidad en desarrollo- a alcanzar nuestro compromiso de tener un mundo sin pobreza. JAMES D. WOLFENSOHN Presidente Banco Mundial PREFACIO Las desigualdades en razón de género socavan fundamentalmente la eficacia de las políticas de desarrollo. Sin embargo, éste es un tema que con frecuencia se halla al margen del diálogo político y de la toma de decisiones, tanto en el plano nacional como en el internacional. Una parte de este descuido proviene de la renuencia de los planificadores de las políticas a tratar temas que consideran inextricablemente rela- cionados con las normas sociales, la religión o las tradiciones culturales. Otra parte procede de la creencia de que las brechas que existen entre hombres y mujeres deben abordarse a partir de la acción de las bases y no desde las políticas públicas. y otra parte proviene de la ignorancia real (o fingida) sobre la naturaleza de las desigualda- des en razón de género y los costos que dichas desigualdades representan para el bienestar de la gente y las perspectivas de desarrollo de los países. Sin embargo, como este informe muestra, los costos de esta renuencia, apatía o ignorancia, son elevados. El informe tiene por objeto mejorar la comprensión de los vínculos que existen entre los asuntos de género , la política pública y el desarrollo, y con ello suscitar un mayor interés y un compromiso más fuerte para fomentar la igualdad de género. Está escrito para una amplia audiencia de estudiantes y profesionales del desarrollo, y especialmente para aquellos que quieren saber por qué los temas de género tienen importancia para la política y la práctica del desarrollo. El informe se centra en la evidencia de los países en desarrollo, pero cuando la investigación empírica en as- pectos clave en estos países es escasa o inexistente, presentamos las conclusiones de países industrializados. En efecto, hay muchas lecciones que aprender y compartir con países que tienen diferentes enfoques y están en distintas etapas del desarrollo. El informe ha aprovechado la amplia literatura multidisciplinaria que existe sobre los asuntos de género y su relación con el desarrollo. Hace uso de investigaciones sobre economía, derecho, demografía, sociología y otras disciplinas. Sin embargo, el Informe no cubre exhaustivamente -en realidad no puede- la literatura disponible. Para reducir el alcance del informe a límites manejables, nos hemos centrado en las investigaciones más recientes relativas a las políticas de desarrollo y, particularmen- te, en aquellos estudios que utilizan métodos empíricos rigurosos. Al hacer esta elec- ción hemos omitido algunos trabajos importantes sobre este tema, que no son tan XIV HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO recientes, así como estudios de caso más recientes, pero basados en información cualitativa o muestras muy pequeñas. Al citar las investigaciones hemos empleado estándares generalmente aceptados en las ciencias sociales, apoyándonos en gran parte en fuentes ya publicadas en revistas profesionales o libros y, para las investiga- ciones más recientes, en estudios que utilizaron datos de encuestas y análisis estadís- ticos confiables. En algunas áreas donde existen importantes lagunas en la literatura sobre políticas públicas, hemos encargado nuevas investigaciones. Estos documen- tos han sido examinados detenidamente y están disponibles para comentarios en www.worldbank.org/gender/prr. Finalmente, el informe podría haber sido organizado de muy diversas maneras. Hemos preferido organizarlo de manera que muestre los principales caminos a través de los cuales se generan y persisten las desigualdades en razón del género. Por ello, el informe se centra en el papel que juegan las instituciones sociales, como normas y leyes, y las instituciones económicas, como los mercados; en el papel que juegan las relaciones de poder, los recursos y la toma de decisiones en el hogar, y en el papel del cambio económico y de la política de desarrollo. Gran parte de la literatura sobre los asuntos de género en los países en desarrollo recomienda políticas y programas que prestan poca atención a los factores que podrían explicar las desigualdades en razón de género. Desde nuestro punto de vista, examinar detenidamente los factores que explican las desigualdades en razón de género puede ayudar a identificar los instru- mentos más eficaces de política para promover la igualdad entre mujeres y hombres. ELIZAB ETH M. KING ANDREW D. MASON EL EQUIPO REDACTOR DEL INFORME Este Informe sobre Investigaciones Relativas a las Políticas de Desarrollo ha sido escrito por Elizabeth M. King, del grupo de Investigación sobre el Desarrollo, y Andrew D. Mason , del grupo de Género y Desarrollo de la Red de Gestión Económi- ca y Reducción de la Pobreza. Contaron con el apoyo de Ananya Basu, Tai Lui Tan, Claudio E. Montenegro y Lihong Wang, miembros del equipo, quienes llevaron a cabo las investigaciones sobre los antecedentes, recopilaron y analizaron los datos, prepararon las tablas y gráficos, escribieron muchos de los recuadros y apéndices y, en general , ayudaron en el desarrollo del Informe. Branko Jovanovic, Cristina Estrada y Owen Haaga constituyeron un apoyo adicional durante las investigaciones. Jane Sweeney y Anna Marie Marañón prestaron un excelente apoyo administrativo y en asistencia en la producción. Bruce Ross-Larson y Molly Lohman prepararon la edi- ción del informe y Mark Ingebretsen dirigió su producción. El Informe se realizó bajo la dirección de Karen O. Mason y Lyn Squire . RECONOCIMIENTOS Queremos expresar nuestro agradecimiento a un gran número de personas por su apoyo en la preparación de este informe. El informe se ha beneficiado enormemente de los resultados de la investigación de documentos básicos escritos por Dang Nguyen Anh, Raquel Artecona, Lubia Begum, Jere Behrman, Sudharshan Canagarajah, Jennifer Clement, Alejandra Cox-Edwards, Maureen L. Cropper, Wendy Cunningham, Monica Das Gupta, David Dollar, Deon Filmer, Raymond Fisman, María Floro, Marito García, Roberta Gatti, Elena Glinskaya, Anne Tiemey Goldstein, Hameeda Hossain, Sara Hossain, Le Ngoc Hung, Vu Tuan Huy, Nadeem Ilahi, NusratJahan, Estelle James, Karin Kapadia, Shahidur R. Khandker, Stephan Klasen, Julian Lampietti, Sunhwa Lee, Vu Manh Loi, Michael Lokshin, Lynellyn Long, Margaret Lycette, Le Thi Phuong Mai, Pratima Paul Majumdar, John Maluccio, Nilufar Matin, Nguyen Huu Minh, Haile Mitiku , Claudio Montenegro, Deepa Narayan, Constance Newman, Christine Poulos, Agnes Quisumbing, Rocío Ribero, Patricia Rice, Yana van der Muelen Rodgers , Sidney Ruth Schuler, Stephanie Seguino, Samita Sen, Talat Shah, Linda Stalker, Tania Sultana, Aysit Tansel, Allison Truitt, Patricia Uberoi, Danning Wang , Lihong Wang, Dale Whittington y Xiaodan Zhang. También queremos dar las gracias a Mónica Fong, Estelle James, Mead Over y A. Waafas Ofosu-Amaah que nos facilitaron aportes clave para recuadros específicos. Damos las gracias a un grupo de revisores que genero samente nos hicieron co- mentarios detallados y útiles en diferentes etapas. Diane Elson, Naila Kabeer, Charlotte Koren, Oystein Kravdal, Mamia Lazreg, Ruvimbo Mabeza-Chimedza, Karen Mason, la Honorable Señora Justice Effie Owour (Kenya), Lyn Squire, Christopher R. Udry y Martin Weale , quienes nos aportaron comentarios útiles sobre los primeros borra- dores de los documentos básicos. Varios autores de documentos base hicieron tam- bién comentarios sobre otros documentos básicos. Nisha Agrawal, Harold Alderman, Jere Behrman, Mark Blackden, Gillian Brown, Paul Collier, María Correia, Wendy Cunningham, Mónica Das Gupta, Jerri Dell, Kemal Dervis, Annette Dixon, William Easterly, María Floro, Nancy Folbre, Louise Fox , Indermit Gill, Anne Tiemey XVlIl HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNE ROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Goldstein, Jeffrey Hammer, Roumeen Islam, Emmanuel Jiménez, Roger Key, Stephan Klasen, Reidar Kvam, Mustapha Nabli, Lant Pritchett, Agnes Quisumbing, Vijayendra Rao, Susan Razzaz, Jo Ritzen, Shaha Riza, Yana van der Muelen Rodgers, Wendy Wakeman y Michael Woolcock hicieron comentarios sobre los borradores de todo el informe. Para este informe se hicieron numerosas consultas a investigadores, planificado- res de las políticas, líderes de las organizaciones de base, personal de organizaciones no gubernamentales, representantes del sector privado y personal de las agencias de donantes, y expresamos nuestro agradecimiento a todos los que participaron con su tiempo y comentarios. Los miembros del Grupo Consultivo Externo sobre Cuestio- nes de Género del Banco Mundial, la Junta Sectorial de Asuntos de Género y Desa- rrollo y el equipo de coordinación de Asuntos relativos al género y desarrollo proporcionaron las primeras aportaciones al estudio. En nuestra discusión de ciertos temas del informe, hemos utilizado consultas hechas a grupos de donantes, activis- tas, investigadores y planificadores de las políticas de Bangladesh, Filipinas y Viet- nam; al Centro Internacional para Investigaciones sobre las Mujeres, y a varios talleres y seminarios en la sede central del Banco Mundial en Washington, D.e. Dentro de los países, las consultas fueron organizadas por Nilufar Ahmad en Bangladesh, Rina Jirn énez-David en Filipinas y Tosca Bruno-van Vijfeijken en Vietnam. Ahmad y Bruno-van Vijfeijken aportaron documentos básicos sobre Bangladesh y Vietnam. Damos las gracias a las muchas participantes en dos discusiones electrónicas in- ternacionales sobre el informe. La primera fue una extensa discusión por correo elec- trónico sobre el concepto del informe, coordinada por un grupo de homólogos de la sociedad civil: Peggy Antrobus, Eva Charkiewicz, Pat Morris, Ruth Rempel y Gita Sen. La segunda fue una discusión electrónica web patrocinada por el Foro para el Desarrollo del Banco Mundial y coordinada por Susan Razzaz y Lihong Wang, con asistencia de Ronald Kim. Damos nuestras más sinceras gracias a Leah Gutiérrez, Michael Kevane, Stephanie Seguino, Gale Summerfield y Mona Zulficar, quienes condujeron con gran habilidad las discusiones electrónicas de cada capítulo. Damos las gracias a la ministra de Cooperación y Desarrollo Eveline Herfkens (Países Bajos), Irene Santiago y Mona Zulficar, quienes discutieron aspectos del informe en un taller consultivo en la Conferencia sobre Mujeres del 2000 ("Beijing + 5") en las Naciones Unidas, Nueva York. También damos las gracias a las partici- pantes en el taller, que nos dieron importantes respuestas sobre cómo ve la comuni- dad internacional los temas de género en el desarrollo. Liliana Longo y Patricia Sader prestaron su generosa ayuda en el seguimiento del presupuesto y de los contratos. Dawn Ballantyne, Polly Mean s, Kayoko Shibata y Quinghua Zhao suministraron apoyos administrativos y técnicos muy valiosos en varias etapas de la preparación del informe. Lawrence MacDonald trabajó y brindó sus consejos en el proceso de consultas para el informe. Helene Carlsson apoyó la R ECONOCIMIENTOS XIX organización de una serie de reuniones de consulta. Roberta Gatti, Masako Hiraga y Sulekha Patel nos proporcionaron datos para algunos de nuestros análisis. Fiona Blackshaw, Meta de Coquereaumont, Paul Holtz, Allison Smith y Alison Strong, del Desarrollo de Comunicaciones, suministraron apoyo editorial. Paola Scalabrin y Heather Worley, de la Oficina del Editor del Banco Mundial, dieron valiosas orien- taciones y asistencia en varias etapas de la producción del informe. También queremos dar las gracias a Masood Ahmed, Kemal Dervis, Emmanuel Jim énez, Jo Ritzen, Joanne Salop y Joseph Stiglitz por su aliento y apoyo institucional para escribir este informe. Reconocemos con gratitud la asistencia financiera del Comité de Investigaciones del Banco Mundial y de los gobiernos de los Países Bajos y Noruega. Las opiniones y conclusiones expresadas en este informe son las de sus autores y no reflejan necesariamente las opiniones del Banco Mundial o de sus gobiernos miem- bros. RESUMEN En todo el mundo, la discriminación en razón de género continúa afectando muchos aspectos de la vida de las personas, a pesar de los considerables avances logrados en las últimas décadas para alcanzar la igualdad entre mujeres y hombres. La naturaleza y el alcance de la discriminación varían considerablemente entre los distintos países y re- giones, pero los patrones que adopta son contundentes. En ninguna región del mundo en desarrollo, las mujeres tienen los mismos derechos jurídicos, sociales y económicos que los hombres. Para hombres y mujeres existen diferencias en el acceso y control de los recursos, las oportunidades económicas, el poder y la voz política. Las mujeres y las niñas cargan con los costos más directos e importantes de estas desigualdades, pero éstos afectan y perjudican a toda la sociedad. Por estas razones, la igualdad entre hombres y mujeres es un tema central y un obje- tivo del desarrollo en sí mismo , ya que fortalece las capacidades de los países para crecer económicamente, reducir la pobreza y gobernar eficazmente. Por ello, promover la igualdad entre hombres y mujeres es un componente importante de toda estrategia de desarrollo que tenga como objetivo hacer posible que todas las personas -tanto muje- res como hombres- superen la pobreza y mejoren su nivel de vida. El desarrollo económico abre muchos caminos para aumentar la igualdad entre hom- bres y mujeres en el largo plazo. En todo el mundo existe una gran cantidad de eviden- cia que apoya esta afirmación. Pero el crecimiento económico per se no producirá los resultados esperados. También se requiere un marco institucional que otorgue los mis- mos derechos y oportunidades a mujeres y hombres, así como políticas que aborden las desigualdades que todavía persisten. Este informe presenta una estrategia, en tres par- tes, para promover la igualdad entre mujeres y hombres: · Reformar las instituciones para establecer los mismos derechos y oportunidades para mujeres y hombres. Es necesario reformar las instituciones jurídicas y econó- micas para establecer los cimientos de la igualdad de derechos y oportunidades para mujeres y hombres. Dado que en muchos países la ley todavía otorga derechos de- siguales a mujeres y hombres, se requieren reformas jurídicas, particularmente en la xxii H ACIA LA INTEGRA CiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARRO LLO ECONÓMICO legislación familiar, protección contra la violencia, derecho s sobre la tierra, empleo y derecho s políticos. Impulsar el desarrollo económico para fortalecer los incentivos que se requieren para alcanzar una mayor igualdad en la participación y los recursos. Mayores ingresos y menores niveles de pobreza, tienden a reducir las desigualdades entre hombres y mujeres en educación, salud y nutrición. Muchas veces una mayor pro- ductividad así como nuevas oportunidades laborales, reducen las desigualdades entre hombres y mujeres en el empleo . Y la inversión en agua potable, energía e infraestructura de transporte ayuda a reducir las diferencias por sexo en las cargas laborales. Tomar medidas concretas para corregir las desigualdades que persisten en el con- trol de los recursos y la voz política. Dado que las reformas institucionales y el desarrollo económico pueden no ser suficientes o factibles en corto plazo, se requie- ren medidas adecuadas en el corto y mediano plazo para corregir las desigualdades que afectan a mujeres y hombres. IG UALDAD DE GÉNERO EN DERECHOS, RECURSOS Y VOZ El término género se refiere a los roles socialmente construidos, al comportamiento aprendido socialmente y a las expectativas asociadas con lo masculino y lo femenino. Mujeres y hombre s son biológicamente diferentes, pero todas las culturas interpretan y elaboran estas diferencias biológicas innatas y las convierten en un conjunto de expec- tativas sociales que determinan las actividades y conductas que son apropiadas para mujeres y hombres, así como los derechos, recursos y poder que poseen. Aun cuando estas expectativas varían considerablemente entre las diferentes sociedades, también existen algunas semejanzas sorprendentes. Por ejemplo, en casi todas las sociedades, las mujeres y las niñas son las principales responsables del cuidado de bebés y niños pequeño s, mientras que a los hombres se les hace responsables del servicio militar y de la defensa nacional. Igual que la raza, el origen étnico y la clase, el género es una categoría social que en gran medida establece las oportunidades en la vida de las personas, y determina su participación en la sociedad y en la economía. En algunas sociedades no hay divisiones raciales o étnicas, pero todas las sociedades sufren, en diversos grados, de asimetrías por razón de género (diferencias y desigualdades). Con frecuencia, estas asimetrías ne- cesitan tiempo para cambiar, pero no por eso son estáticas. En realidad, a veces se pueden transformar muy rápidamente, en respuesta a las políticas y a las condiciones socioeconómicas cambiantes. El término igualdad entre hombres y mujeres o igualdad de género ha sido definido de maneras diferentes en el contexto del desarrollo. Este informe define la igualdad de género en términos de igualdad ante la ley, igualdad de oportunidades (incluida la igual- dad en la remuneración por el trabajo y en el acceso al capital humano, así como a otros RESUMEN XXIII recursos productivos que hacen posibles las oportunidades), e igualdad para expresarse (la capacidad para influir y contribuir en el proceso de desarrollo). No se definió la igualdad de género como igualdad en los resultados (outcomess, por dos razones. En primer lugar, las diferentes culturas y sociedades pueden perseguir la igualdad de géne- ro por distintos caminos. En segundo lugar, la igualdad implica que mujeres y hombres tienen la libertad de elegir roles diferentes (o similares) y obtener resultados diferentes (o similares) de acuerdo con sus preferencias y metas. Este informe utiliza una gran variedad de tipos de datos y análisis para discutir los asuntos relacionados con la desigualdad entre hombres y mujeres en el mundo en desa- rrollo. Pero medir y evaluar las numerosas dimensiones de la desigualdad de género es un asunto delicado y difícil, ya que deben enfrentarse obstáculos como la falta de datos desagregados por sexo y la carencia de análisis sobre diversos aspectos importantes de la igualdad de género. Dado que la evidencia empírica a menudo es más rica y se en- cuentra disponible más fácilmente en los países más desarrollados, el informe examina también la experiencia de los países industrializados. Se presenta una combinación de análisis a nivel micro, por país y entre países , y se examina el trabajo empírico desarro- llado por varias disciplinas de las ciencias sociales. A PESAR DEL PROGRESO, LAS DESIGUALDADES ENTRE MUJERES Y HOMBRES TODAVÍA PERSISTEN EN TODOS LOS PAÍSES En la última mitad del siglo xx se vio una gran mejoría en la situación de las mujeres, así como en la igualdad entre hombres y mujeres en la mayoría de los países en desarrollo. Con algunas excepciones, los niveles de educación femenina han mejorado considera- blemente. La tasa de matrícula de las niñas en la escuela primaria prácticamente se ha duplicado en Asia meridional, África subsahariana, Oriente Medio y norte de África, creciendo a mayor velocidad que la tasa de matrícula de los niños. Esto ha reducido considerablemente las enormes brechas entre niños y niñas en la educación. En los países en desarrollo, la esperanza de vida de las mujeres ha aumentado entre 15 y 20 años. Gracias a que se han efectuado mayores inversiones en niñas y muje- res y a un mejor acceso a los servicios de salud, en todas las regiones en desarrollo se ha alcanzado el patrón biológico de longevidad esperado para mujeres y hombres. Y en los años noventa, por primera vez, las mujeres de Asia meridional vivieron, en promedio, más que los hombres. Más mujeres se han incorporado a la fuerza laboral. A partir de 1970, la participa- ción de las mujeres en la fuerza de trabajo ha aumentado en promedio 15 puntos porcentuales en Asia oriental y América Latina. Este crecimiento ha sido mayor que para los hombres, reduciéndose cada vez más la brecha en el empleo. La brecha salarial entre hombres y mujeres también ha disminuido. Sin embargo, a pesar de estos avances, en todos los países en desarrollo todavía persisten desigualdades significativas entre hombres y mujeres en derechos, recursos y xxiv H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO voz y en muchas áreas el avance ha sido lento y desigual. Por otra parte, en algunos países, las crisis socioeconómicas han ocasionado retrocesos que ponen en peligro los logros alcanzados con tanto esfuerzo. DERECHOS En ninguna región del mundo los hombres y las mujeres tienen los mismos derechos sociales, económicos y jurídicos (gráfico 1)1. En varios países, las mujeres todavía care- cen de derechos para poseer tierras, administrar la propiedad y los negocios de manera independiente o, incluso, viajar sin el consentimiento de sus maridos. En muchas partes del África subsahariana, las mujeres obtienen derechos sobre las tierras principalmente a través de sus maridos y mientras dura el matrimonio, y muchas veces pierden esos derechos cuando se divorcian o enviudan. Las desigualdades por razón de género en los derechos, restringen las opciones disponibles para las mujeres en muchos aspectos de su vida, 10 que limita frecuente y profundamente su capacidad para participar en el desarrollo o beneficiarse del mismo. R ECURSOS De manera sistemática, las mujeres continúan con un menor control sobre una gran variedad de recursos productivos, incluyendo la educación, la tierra, la información y los recursos financieros. En Asia meridional, en promedio, las mujeres sólo tienen la mitad de años de escolaridad que los hombres y las tasas de matrícula de las niñas a nivel secundaria aún representan las dos terceras partes de las de los niños. Muchas mujeres no pueden tener derechos de propiedad sobre las tierras, y aquéllas que los tienen, generalmente son sobre predios más pequeños que los de los hombres. Y en la mayoría de las regiones en desarrollo, las empresas admini stradas por mujeres tienden a descapitalizarse, teniendo un menor acceso a maquinaria, fertilizantes, inform ación agra- ria y crédito, en comparación con las empresas administradas por hombres. Estas disparidades, ya sea en educación o en otros recursos productivos, afectan negativa- mente la capacidad de las mujeres para participar en el desarrollo y para contribuir a elevar el nivel de vida de sus familias. Asimismo, estas desigualdades se traducen en un El indicador de derechos utilizado es un promedio de tres índices de igualdad de género en derechos. recolec- tados en más de 100 países por Humana (1992). Los índices de derechos individuales se centran en la igualdad entre hombres y mujeres en derechos políticos y jurídicos, derechos sociales y económicos y derechos en los procedimientos de matrimonio y divorcio. Los índices se elaboran utilizando una metodología consistente en los diferentes países en los que se evalúa el alcance de los derechos (en una escala de 1 a 4) frente a los derechos especificados en los diversos instrumentos de derechos humanos de las Naciones Unidas. Véanse los detalles sobre los índices de derechos en el cuadro 1.1. Véanse los países incluidos en cada gráfico en el apéndice l. Véanse los resultados de regresión de los gráficos en el apéndice 2. RES UMEN xxv Gráfico 1 LAS DESIGUALDADES ENTRE HOMBRES Y MUJERES EN LOS DERECHOS BÁSICOS PERSISTEN EN TODAS LAS REGIONES índice de igualdad de género 4 3 2 Asia oriental Europa América Oriente Asia África OCDE y el Pacifico oriental y Latina y Medio y meridional subsa- Asia central el Caribe norte de hariana África Nota: El valor 1 indica poca igualdad entre hombres y mujeres en derechos y el valor 4 mucha igualdad (para más información, véase nota 1 al final del Resumen). Fuente: Datos sobre Derechos de Humana (1992); ponderaciones de la población del Banco Mundial (1999d). mayor riesgo y vulnerabilidad frente a las crisis personales o familiare s, en la vejez y durante las crisis económicas. A pesar del reciente incremento en la escolaridad de las mujeres, éstas continúan ganando menos que los hombres en el mercado laboral, aun en aquellos casos en los que tienen los mismos años de escolaridad y de experiencia laboral que los hombres . En los países en desarrollo, a las mujeres se les limita a ciertas ocupaciones y en gran medida se ven excluidas de los puestos de dirección en el sector formal. En los países industria- lizados, las mujeres en empleos asalariados ganan en promedio un 77% de lo que ganan los hombres; mientras que en los países en desarrollo esta proporción es de un 73%, donde sólo una quinta parte de la brecha salarial se puede explicar por las diferencias entre mujeres y hombres en educación , experiencia laboral o características del puesto de trabajo . xxvi H ACIA LA INTEGRACiÓ N DE GÉN EROS EN EL DESARROLLO ECONÓ MICO Voz El acceso limitado a los recursos y una menor capacidad para generar ingresos, tanto en las actividades de autoempleo como en el empleo asalariado, limitan el poder de las mujeres para influir en la distribución de los recursos y en las decisiones de inversión en el hogar. El que las mujeres tengan derechos desiguales y una peor situación socio- económica con respecto a la de los hombres, también limita su capacidad para influir tanto en las decisiones de sus comunidades, como a nivel nacional. Las mujeres siguen subrepresentadas en las legislaturas nacionales y locales, al ocupar en promedio menos del 10% de los escaños parlamentarios (a excepción de Asia oriental, donde la cifra es del IS-19 %). y en ninguna región en desarrollo las mujeres ocupan más del S% de los cargos a nivel ministerial. Por otra parte, el avance ha sido insignificante en la mayoría de las regiones desde los años setenta; y en Europa oriental, la participación femenina ha bajado de un 25 a un 7% desde el comienzo de la transición económica y política. LAS DESIGUALDADES EN RAZÓN DE GÉNERO TIENDEN A SER MAYORES ENTRE LAS PERSONAS QUE VIVEN EN POBREZA Las desigualdades entre hombres y mujeres en educación y salud, con frecuencia son mayores entre las personas que viven en pobreza. Un estudio reciente sobre la tasa de matrícula escolar de niños y niñas en 41 países, indica que las disparidades por sexo en las tasas de matriculación escolar son, en general, mayores entre las personas que viven en pobreza que entre las que no (ver gráfico I.S). En cuanto a las tasas de mortalidad infantil de niños y niñas menores de 5 años, se pueden ver tendencias similares entre las familias que viven en pobreza y entre las que no. Asimismo, cuando se comparan países pobres y no pobres, aparecen tendencias si- milares. Aun cuando en los países que actualmente se consideran como de bajos ingre- sos, la igualdad entre hombres y mujere s en educación y salud ha aumentado notoriamente durante los últimos 30 años , la disparidad entre mujeres y hombres en la tasa de ma- trícula escolar es todavía mayor en esos países con respecto a los países con ingresos medios y altos (gráfico 2). A pesar de las conexiones que existen entre el desarrollo económico y la igualdad de género, la participación de las mujeres en los parlamentos sigue siendo mínima. Algunos países de bajos ingresos, como China y Uganda, han hecho grandes esfuerzos por reservar escaños parlamentarios para las mujeres, alcan- zando niveles de participación femenina incluso mayores que los de los países con ingresos altos. Esto demuestra el impacto potencial que tiene un imperativo social con la igualdad. Es importante observar que estos indicadores sólo son algunas formas de medir la igualdad entre hombres y mujeres. Para comprender mejor cuánto se ha avanzado y cuán- to camino queda por recorrer, se requiere mayor información sistemática sobre otras di- mensiones, desde el control de los activos físicos y financieros hasta la autonomía. R ESUMEN XXV II Gráfico 2 CON EL TIEMPO, LA IGUALDAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES HA AUMENTADO EN LOS PAíSES DE INGRESOS BAJOS Y MEDIOS , A EXCEPCIÓN DE LA PARTICIPACiÓN POLíTICA Países de ingresos bajos Países de ingresos medios Países de ingresos altos Relación de feminidad' 1,2 ,------------, 1,0 0,8 0,6 0,4 0,2 0,0 +----r----r----1 1970' 1980b 1990 1995c 1970' 1980b 1990 1995c 1970' 1980b 1990 1995c ----Esperanzadevida ---- Matrículaprimaria ---- Matrículasecundaria ._.._.....·..- Representació n parlamentaria Nota: La tasa bruta de matrícula es el total de la matrícula en un nivel escolar, sin tener en cuenta la edad de los alumnos , expresada como porcentaje de la població n oficial en edad escolar, correspondiente a ese nivel en un año escolar dado. La relación de feminidad en la matrícula es la tasa bruta de matrícula femenina dividida por la tasa bruta de matrícula masculina. Para la representación parlamentaria, el índice es el número de escaños que ocupan las mujeres con respecto a los escaños que ocupan los hombres . Todos los valores son promedios ponderados de la población. Se refiere a la relación mujer/hombre. a Datos parlame ntarios de 1975. b Datos parlamentarios de 1985. e Datos de espe ranza de vida de 1997. Fuente: Datos parlamentarios de Wistat (1998); datos de ingresos del Banco Mundial (1999d) . L AS DESIGUALDADES ENTRE HOMBRES Y MUJERES AFECTAN EL BIENESTAR Y LIMITAN EL DESARROLLO Las desigualdades por razón de género imponen grandes costos sobre la salud y el bienestar de hombres, mujeres, niños y niñas, y afectan su capacidad para mejorar sus vidas. Además de estos costos personales, las desigualdades de género merman la pro- ductividad en el campo y las empresas, y disminuyen las posibilidades de reducir la pobreza y asegurar el progreso económico. Las desigualdades entre hombres y mujeres también debilitan la gobernabilidad de un país y, por tanto, la eficacia de sus políticas de desarrollo. xxviii HACIA LA INTEGRACiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO BIENESTAR Tal vez el costo más importante de la desigualdad entre hombres y mujeres es el impacto que tiene en las vidas humanas y en la calidad de estas vidas. Es difícil identificar y medir la dimensión total de estos costos, pero se cuenta con mucha evidencia mundial que de- muestra que las sociedades con desigualdades de género, grandes y persistentes, pagan el precio de tener más pobreza, desnutrición, enfermedades y sufren otras carencias. · China, Corea y Asia meridional tienen una mortalidad femenina excesivamente alta. ¿Por qué? Las normas sociales que favorecen a los hijos varones, por ejemplo la política del hijo único en China, han tenido como resultado que las tasas de mortali- dad infantil sean más altas para las niñas que para los niños. Algunas estimaciones indican que si no existiera la discriminación por razón de género, actualmente vivi- rían, entre 60 y 100 millones, más mujeres en el mundo. · El analfabetismo y la falta de escolaridad de las madres perjudican directamente a sus hijos e hijas. Un nivel educativo bajo se traduce en una atención de mala calidad a los niños y niñas y, por tanto, en una tasa más alta de mortalidad y desnutrición infantil. Existe una mayor probabilidad de que las madres con más educación adop- ten comportamientos más adecuados para promover la salud, tales como vacunar a los hijos e hijas pequeñas (gráfico 2.2). Estas conclusiones se apoyan en el meticulo- so análisis de datos de las encuestas de los hogares, las cuales toman en cuenta otros factores que podrían mejorar las prácticas de cuidado en el hogar con sus correspon- dientes resultados (outcomes) en términos de la salud. · Igual que ocurre con la educación de las madres, un ingreso más alto en el hogar se relaciona con tasas más elevadas de supervivencia infantil y mejor nutrición. Al interior del hogar, los ingresos adicionales controlados por las mujeres suelen tener un mayor y positivo impacto que los controlados por los hombres, como muestran ciertos estudios en Bangladesh, Brasil y Costa de Marfil. Desgraciadamente, las rígidas normas sociales que determinan cuál es la división adecuada del trabajo por género, así como los limitados empleos remunerados que se encuentran a disposi- ción de las mujeres, restringen su capacidad para generar ingresos. · Las desigualdades de género en la escolaridad y en el trabajo urbano aceleran la propagación del VIH (gráfico 3). La epidemia del sida se propagará rápidamente en la próxima década. Hasta una de cada cuatro mujeres y uno de cada cinco hombres se infectarán por el VIH, como ya sucede en varios países del África subsahariana. · Aunque las mujeres y las niñas, especialmente las que viven en pobreza, son las más afectadas por las desigualdades de género, las normas y los estereotipos de género también imponen costos para los hombres. En los últimos años, en las economías de transición de Europa oriental, los hombres han experimentado, en términos absolu- tos, un descenso en la esperanza de vida. Los incrementos en las tasas de mortalidad masculina (los mayores registrados en tiempos de paz) se relacionan con niveles de estrés y ansiedad cada vez mayores, como consecuencia del rápido aumento del desempleo entre los hombres. R ESUMEN XXIX Gráfico 3 LAS TASAS DE INFECCiÓN DE VIH SON MÁS ALTAS DONDE LA BRECHA ENTRE HOMBRES Y MUJERES EN ALFABETISMO ES MAYOR Tasa de prevalencia de VIHen adultos urbanos % (escala logarítmica) 35 -r----------------------, ·· · · · 20 · · · ...· · ·· ..·................... · ·· . 5 ···· · ······ ·· ~ ·· · · ...· ··..: · · · O O 10 20 30 Diferencia entre las tasas de educación masculina y femenina (puntos porcentuales) Nota: El gráfico incluye 72 países (32 en el África subsahariana, 20 en América Latina y el Caribe, 15 en Asia, 4 en el Oriente Medio y un país industrializado). El eje vertical que mide el porcentaje de poblaciones urbanas infectadas con VIH ha sido transformado en una escala logarítmica. Los puntos en la gráfica representan datos de países individuales después de eliminar los efectos de otras variables sociales usadas en el análisis de regresión (como son el producto nacional bruto [PNB] per cápita, un índice de desigualdad de ingresos, la religión y la proporción de población nacida en el extranjero). Fuente: Over (1998). P RODUCTIVIDAD y CRECIMIENTO ECONÓMICO Si el fin último del desarro llo es mejorar la calidad de vida de las personas, la pérdida de vidas humanas menoscaba el desarrollo. Pero las desigualdades entre hombres y muje- res también imponen costos sobre la productividad, eficiencia y progreso económico. Al mermar la acumulación de capital humano en el hogar y en el mercado laboral, y excluir sistemáticamente a mujeres u hombres del acceso a los recursos, servicios públi- cos o actividades productivas, la discriminación por razón de género dismi nuye la capa- cidad de una economía para crecer y elevar los niveles de vida de la población. · La asignación ineficiente de los recursos productivos entre hombres y mujeres al interior de los hogares, tiene como resultado pérdidas en la producción. Si las muje- xxx HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO res y los hombres en los hogares de Burkina Faso, Camerún y Kenya, tuvieran un control más equitativo de los medios de producción y de los ingresos agrarios, los campos producirían hasta un 20% más de lo que actualmente producen. Una baja inversión en la educación de las mujeres también reduce la producción total de un país . Un estudio estima que si los países de Asia meridional, África subsahariana, Oriente Medio y norte de África hubieran arrancado con la brecha por sexo que tenía Asia oriental en 1960 (en años promedio de escolaridad) y hubieran reducido esa diferencia a la misma velocidad que lo hizo esta región entre 1960 y 1992, sus ingresos per cápita podrían haber crecido entre 0,5-0,9 puntos porcentua- les por año, incrementos considerablemente por encima de las tasas reales de creci- miento (gráfico 2.3). Otro estudio estima que incluso en los países de ingreso medio y alto, con niveles iniciales de educación más altos, un incremento del 1% en la participación de las mujeres en la educación secundaria se relaciona con un aumento de los ingresos per cápita de 0,3 puntos porcentuales. Ambos estudios controlan los efectos de otras variables que se encuentran normalmente en la literatura sobre el crecimiento económico. GOBERNABILIDAD El que las mujeres tengan mayores derechos y una participación más igualitaria en la vida pública, se vincula con empresas y gobiernos más honestos, así como con una mejor gobernabilidad. Cuando la influencia de las mujeres en la vida pública es mayor, el nivel de corrupción es menor. Esto es válido incluso cuando se comparan países con los mismos ingresos (gráfico 2.4), libertades civiles, educación e instituciones jurídi- cas. Estos hallazgos, aunque todavía no son definitivos, representan un sustento adicio- nal para argumentar que las mujeres deben tener mayor presencia en la fuerza laboral y en la vida política, ya que pueden ser una fuerza eficaz para que se cumpla la ley y exista un buen gobierno. Es menos probable que las mujeres empresarias paguen sobornos a los funcionarios del gobierno, quizá porque las mujeres tienen niveles superiores de comportamiento ético o una mayor aversión al riesgo. Un estudio de 350 empresas en la República de Georgia concluye que es 10% más probable que las empresas donde los hombres son los propietarios o los administradores, hagan pagos no oficiales a los funcionarios del gobierno en comparación con aquéllas donde las mujeres son las dueñas o las adminis- tradoras. Este resultado es válido, independientemente de las características de la em- presa, como por ejemplo, el sector al que pertenece y el tamaño de la misma, y de las características del propietario o administrador, como puede ser la educación. Sin con- trolar los efectos de estos factores, la probabilidad de que las empresas administradas por hombres paguen sobornos es del doble. RES UMEN xxxi ¿POR QUÉ PERSISTEN LAS DISPARIDADES ENTRE HOMBRES Y MUJERES? Si las desigualdades entre hombres y mujeres son perjudiciales para el bienestar de la gente y para las perspectivas de desarrol1o de un país, ¿por qué persisten estas dañinas desigualdades en tantos países? ¿Por qué algunas desigualdades son mucho más difíci- les de eliminar que otras? Por ejemplo, las mejoras han sido rápidas en algunos aspectos como la salud y el acceso a la educación, pero mucho más lentas en la participación política y en la igualdad de derechos en la propiedad. ¿Qué factores obstaculizan la transformación de las relaciones de género y la eliminación de las desigualdades? Las instituciones, los hogares y la economía. Las instituciones sociales -normas sociales, costumbres, derechos, leyes- y las instituciones económicas como los mercados, moldean los roles y las relaciones entre hombres y mujeres e influyen en los recursos a los que ambos tienen acceso, en las actividades que pueden o no realizar y en las formas en que pueden participar en la economía y en la sociedad. Estas instituciones representan incentivos que pueden inten- sificar o aminorar los prejuicios. Aun cuando las instituciones formales e informales no distinguen explícitamente entre hombres y mujeres, generalmente se guían (explícita o implícitamente) por normas sociales sobre los roles apropiados para cada sexo. Estas instituciones sociales tienen su propia inercia y pueden ser lentas y difíciles de cambiar, pero de ninguna manera son estáticas. Igual que las instituciones, los hogares desempeñan un papel fundamental en la determinación de las relaciones de género desde la más temprana edad y en la trans- misión de estas relaciones de una generación a otra. La gente toma muchas de las decisiones más importantes de la vida en el seno familiar, como el tener y criar hijos, dedicarse al trabajo o disponer de tiempo libre y sobre cómo invertir en el futuro. La forma en que se asignan los recursos productivos y las tareas entre hijos e hijas, la autonomía que se les concede, las diferentes expectativas que se tienen sobre ellos y ellas crea, refuerza o mitiga las desigualdades entre hombres y mujeres. Pero las fa- milias no toman decisiones aisladamente. Las toman en el contexto de las comunida- des, reflejando la influencia de los incentivos establecidos en los entornos políticos e institucionales más amplios. y puesto que la economía determina muchas de las oportunidades que la gente tiene para mejorar su nivel de vida, la política económica y el desarrollo afectan de manera crítica la desigualdad entre hombres y mujeres . El tener ingresos más altos significa tener menos limitaciones de recursos que al interior del hogar obliguen a los padres a elegir entre invertir en sus hijos o hijas. Pero la forma precisa en que se ven afectadas las mujeres y los hombres por el desarrol1o económico, depende de cuáles son las acti- vidades generadoras de ingresos que se encuentran disponibles, de cómo se organizan, de cómo se remunera el esfuerzo y las habilidades y de si las mujeres y los hombres son capaces de participar en igualdad de condiciones. En efecto, incluso las políticas de desarrollo que aparentemente son neutrales al género pueden tener resultados diferentes para mujeres y hombres, en parte debido a la xxxii H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO forma en que se combinan las decisiones institucionales con las que se toman al interior del hogar para determinar los roles y las relaciones de género. La división del trabajo por sexo en el hogar, las normas sociales y los prejuicios, así como los recursos de- siguales, impiden que mujeres y hombres obtengan los mismos beneficios de las opor- tunidades económicas o que se enfrenten de la misma forma ante los riesgos o crisis económicas. A la hora de diseñar las políticas públicas, se debe reconocer que hombres y mujeres se enfrentan a estas limitaciones de manera distinta, o de lo contrario, se puede afectar la eficacia de dichas políticas, tanto desde la perspectiva de equidad como de eficiencia. Así, las instituciones sociales, los hogares y la economía en su sentido más amplio determinan conjuntamente las oportunidades y las perspectivas de vida de mujeres y hombres. También representan puntos de partida importantes para que la política públi- ca aborde las desigualdades entre hombres y mujeres que aún persisten . UNA ESTRATEGIA EN TRES PARTES PARA PROMOVER LA IGUALDAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES El hecho de que las desigualdades entre hombres y mujeres representen altos costos humanos y limiten las perspectivas de desarrollo de los países, presenta un argumento de peso para que la acción pública y privada promuevan la igualdad entre mujeres y hombres. El Estado tiene un papel fundamental en mejorar el bienestar de ambos y, al hacerlo, aprovechar los beneficios sociales que se derivan de mejorar la situación de las mujeres y niñas en términos absolutos y relativos. La acción pública es particularmente importante, ya que para los individuos aislados es sumamente difícil, si no imposible, cambiar las instituciones sociales y jurídicas que perpetúan las desigualdades entre hom- bres y mujeres . Además, las fallas del mercado provocan que exista información insufi- ciente sobre la productividad de las mujeres en el mercado laboral (porque emplean una mayor proporción de sus horas de trabajo en actividades no comerciales, o porque los mercados de trabajo no existen o no están desarrollados) y representan un claro obs- táculo para la igualdad entre mujeres y hombres. Es ampliamente aceptado que mejorar la eficacia de las instituciones sociales y alcanzar el crecimiento económico son elementos clave de cualquier estrategia de desarrollo a largo plazo. Pero la ejecución satisfactoria de esta estrategia no garantiza la igualdad de género. Para promover la igualdad entre mujeres y hombres, es preciso que las políticas de cambio institucional y de desarrollo económico consideren y abor- den las desigualdades de género en derechos, recursos y voz, y se requiere de políti- cas y de programas concretos para corregir estas desigualdades entre hombres y mujeres. Para promover la igualdad de género la evidencia sugiere una estrategia en tres partes. R ESUMEN XXXIII 1. Reformar las instituciones para establecer los mismos derechos y oportunidades para mujeres y hombres Puesto que las instituciones sociales, jurídicas y económicas determinan el acceso de mujeres y hombres a los recursos, a las oportunidades y al poder relativo que tendrán en la sociedad, establecer al nivel institucional un "campo de juego" parejo para ambos sexos es un elemento crucial para promover la igualdad de género. Garantizar la igualdad en los derechos básicos. La igualdad de género en los dere- chos es, en sí mismo, un importante objetivo del desarrollo. Los derechos jurídicos, sociales y económicos proporcionan un ambiente que permite a las mujeres y a los hombres participar productivamente en la sociedad, alcanzar un nivel básico de calidad de vida y beneficiarse de las nuevas oportunidades que ofrece el desarrollo. Una mayor igualdad en los derechos, también se relaciona de manera consistente y sistemática con una mayor igualdad entre hombres y mujeres en educación, salud y participación polí- tica, efectos independientes de los ingresos (gráfico 3.1). Si los países de Asia meridional, África subsahariana, Oriente Medio y norte de África incrementaran la igualdad de derechos entre hombres y mujeres hasta alcanzar el nivel del país "más igualitario" en sus respectivas regiones, la relación de feminidad en el parlamento sería más del doble en Oriente Medio y norte de África, y aumentaría en más del 60% en las otras dos regiones. Aunque aumentar la igualdad de hombres y mujeres en derechos tendría impactos más modestos (marginales) sobre la igualdad de género en la educación, mejorar significativamente los derechos contribuiría a conse- guir la paridad en la tasa de matrícula escolar de niños y niñas. Asia meridional es la única región en la que se podría prever que persistirían diferencias considerables en la tasa de matrícula escolar por sexo a pesar de mejorar notablemente los derechos entre hombres y mujeres. Así, las reformas jurídicas que otorgan iguales derechos e igual protección a mujeres y hombres tienen un papel fundamental. Pero pocas veces la reforma estatutaria es suficiente. En muchos países en desarro- llo, la capacidad para poner en práctica las reformas jurídicas sigue siendo reducida y se ve complicada por múltiples -y contradictorios- sistemas legales. Por ejemplo, las le- yes civiles de Uganda otorgan iguales derechos en el divorcio, pero en la división de la propiedad conyugal prevalecen las leyes consuetudinarias, por lo que las mujeres di- vorciadas no pueden conservar las tierras. En los casos de violencia de género, los requisitos que exigen mostrar evidencia de peso y otras barreras de procedimientos (así como las actitudes de los agentes de la ley) dificultan la acción de la justicia en numero- sos países. En estos contextos, los esfuerzos por aumentar la capacidad de las agencias judiciales y administrativas del país para que se cumpla la ley son fundamentales para conseguir una mayor igualdad de género en los derechos básicos. El liderazgo político es decisivo en casi todos los casos. Establecer incentivos que desalienten la discriminación en razón de género. La es- tructura de las instituciones económicas también afecta de manera importante la igual- dad de género. Los mercados representan un poderoso conjunto de incentivos que influyen en las decisiones y comportamientos con respecto a trabajo, ahorro, inversión y consu- xxxiv HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO mo. Los salarios relativos de hombres y mujeres, los rendimientos de los activos pro- ductivos y los precios de los bienes y servicios están, en gran parte, determinados por la estructura de los mercados. La evidencia de México y Estados Unidos sugiere que las empresas que operan en ambientes competitivos discriminan menos a las mujeres en sus prácticas de contratación y remuneración, en comparación con las empresas que ostentan un considerable poder de mercado y operan en ambientes protegidos. Así mis- mo, tanto en la China rural como en la urbana, las mujeres se enfrentan a una mayor discriminación salarial cuando de manera administrativa se les asigna un empleo, que cuando compiten por ellos. En términos más generales, las políticas y las inversiones que amplían los mercados y corrigen las desigualdades de género en el acceso a la información -junto con sancio- nes contra los que discriminan- ayudan a aumentar los incentivos para la igualdad entre hombres y mujeres en el mercado de trabajo. En China y Vietnam, por ejemplo, el aumento de los mercados laborales rurales ha producido un incremento considerable en la demanda de la mano de obra femenina en las empresas no agrarias, ofreciendo nue- vos empleos y oportunidades de ingresos a las mujeres. Diseñar servicios a los que mujeres y hombres tengan el mismo acceso. El diseño de los sistemas de prestación de servicios -como escuelas, centros de salud, organizacio- nes financieras, programas de asesoría agraria- puede facilitar o inhibir el acceso equi- tativo de mujeres y hombres. Por otra parte, la participación de la comunidad cuando se diseña la prestación de los servicios, ayuda a atender las demandas específicas dentro del contexto local, muchas veces con efectos positivos en el acceso y uso de las mujeres a esos servicios. Por ejemplo, en Bangladesh, Kenya y Pakistán la tasa de matrícula de las niñas es más sensible a la calidad de la enseñanza que la de los niños, así como a aquellos atributos específicos a la manera en que se presta este servicio, como la presencia de maestras, escuelas e instalaciones segregadas por sexo y transporte seguro hacia y des- de la escuela. Abordar estas consideraciones puede incrementar considerabiemente la demanda de los padres por educación para sus hijas. En algunas partes del África occi- dental, los "banqueros móviles" (conocidos como cobradores susu en Ghana) prestan servicios financieros en los mercados locales, los lugares de trabajo y los hogares, eli- minando la necesidad de que las mujeres recorran largas distancias para depositar sus ahorros o pedir dinero prestado; y en Bangladesh, los programas de préstamos grupales sustituyen el aval bancario tradicional por los grupos de apoyo y la presión de los gru- pos solidarios para garantizar el pago. Ambos diseños han aumentado el acceso de las mujeres a los recursos financieros. 2. Impulsar el desarrollo económico para fortalecer los incentivos y tener una mayor igualdad en la participación y los recursos En la mayoría de los entornos, el desarrollo económico se relaciona con mejores circunstan- cias para mujeres y niñas y con mayor igualdad de género a través de diferentes canales: RES UMEN xxxv Los hogares, en parte como respuesta a los niveles de precios y otras señales del mercado, toman decisiones sobre el trabajo, el consumo y las inversiones. Los cam- bios en estas señales suelen producir una reasignación de los recursos. Cuando el desarrollo económico mejora la disponibilidad y calidad de los servicios públicos, como los centros de salud y las escuelas, en el hogar disminuye el costo de las inversiones en capital humano. Si los costos bajan más para las mujeres que para los hombres, o si las inversiones en la mujer son más sensibles a los cambios en los precios que las inversiones en el hombre, las mujeres se benefician más, tal y como muestra la evidencia. · Cuando el desarrollo económico eleva los ingresos y disminuye la pobreza, las de- sigualdades entre hombres y mujeres también disminuyen. Cuando los ingresos fa- miliares aumentan, las desigualdades entre hombres y mujeres en capital humano tienden a bajar, puesto que las familias con ingresos bajos se ven forzadas a racionar los gastos en educación, salud y nutrición, y son las mujeres y las niñas las que cargan con el mayor peso de estos costos. Igual que ocurre con los derechos básicos, los ingresos más altos suelen traducirse en una mayor igualdad de género con respecto a los recursos, tanto en salud como en educación (gráfico 5.3). En educación, las simulaciones sugieren que es probable que las mejoras más significativas debidas al crecimiento en los ingresos tengan lugar en las regiones más pobres: Asia meridional y África subsahariana. Por otra parte, los efectos de los ingresos parecen particularmente fuertes al nivel secundaria. Pero el análisis de la simulación también sugiere que sería necesario aumentar mucho más los ingresos, es decir, hasta los niveles medios de la OCDE, para lograr la igualdad o la casi igualdad en la tasa de matrícula secundaria en estas regiones. Estos incrementos no son realistas a corto o mediano plazo. También sería necesario aumentar mucho más los ingresos para producir ganancias perceptibles en términos de igualdad de género en la participación parlamentaria. · Cuando el desarrollo económico aumenta las oportunidades de trabajo, aumenta el valor esperado de la tasa de rendimiento del capital humano, incrementando los incentivos para que las familias inviertan en la salud y educación de sus hijas y para que las mujeres participen en el mercado de trabajo. Al cambiar los incentivos para el trabajo, el desarrollo económico afecta la igualdad de género. · El desarrollo económico conlleva la aparición de mercados de trabajo donde antes no existían. Con ello, no solamente se crean o aumentan las señales del mercado sobre los rendimientos del trabajo, sino que también se eliminan algunas ineficiencias económicas. Por ejemplo, donde existen mercados activos de trabajo, el trabajo asa- lariado puede sustituir las labores que realizan las mujeres para la familia, tanto en la agricultura como en el mantenimiento y el cuidado del hogar. Esto permite que las familias utilicen el tiempo de forma más eficiente, reduciendo quizá el volumen de trabajo de las mujeres. Donde no existen mercados de trabajo o no funcionan bien, esta sustitución no es posible. xxxvi HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO · El crecimiento económico típicamente va aparejado de una expansión en las inver- siones en infraestructura (para agua potable, carreteras, transporte y combustible) . Esto suele reducir también el tiempo que las mujeres y niñas requieren dedicar al mantenimiento y cuidado del hogar. Por ejemplo, en Burkina Faso, Uganda y Zambia, las mujeres y las niñas podrían ahorrar cientos de horas al año si se redujera a 30 minutos o menos el tiempo que necesitan para ir a pie a recoger leña yagua potable (gráfico 4.3). El desarrollo de la infraestructura económica reduce significativamente el tiempo que emplean las mujeres en las tareas domésticas, lo que brinda beneficios potenciales para su salud y para su participación en actividades generadoras de in- gresos y, en el caso de las niñas, para su escolaridad. Aunque el desarrollo económico suele promover la igualdad entre mujeres y hom- bres, su impacto no es suficiente ni inmediato, ni tampoco automático. El impacto del desarrollo económico sobre la igualdad de género depende, en gran parte, de la situa- ción de los derechos, del acceso a los recursos productivos, del control de estos recursos (como la tierra y el crédito) y de la voz. Las políticas sociales que luchan contra la discriminación en el mercado de trabajo, o apoyan los cuidados infantiles, complemen- tan lo que el desarrollo económico por sí solo no puede lograr en la reducción de las desigualdades, tal y como lo muestra la experiencia en las economías de transición, en los países con alto crecimiento de Asia oriental y en los países de América Latina y del África subsahariana que experimentaron procesos de ajuste. Las políticas de protección social que toman en cuentan las diferencias por razón de género en el trabajo remunera- do y en el doméstico, pero también frente a los riesgos, también son importantes para proteger a las mujeres (y a los hombres) de las crisis económicas o cuando la situación económica empeora por períodos prolongados. Los debates recientes sobre género y desarrollo han tendido a contraponer los enfo- ques de crecimiento económico contra los enfoques institucionales o de derechos. Pero la evidencia sugiere que tanto el desarrollo económico como los cambios institucionales son elementos clave de una estrategia a largo plazo para promover la igualdad de géne- ro. Por ejemplo, allí donde los ingresos per cápita y la igualdad en derechos son bajos, aumentar la igualdad de derechos o de los ingresos elevaría la igualdad de género en los niveles educativos. Mejorar tanto los derechos como los ingresos produciría beneficios aún mayores (gráfico 6.1). Las reformas institucionales que aumentan los derechos básicos y las políticas que promueven el desarrollo económico pueden apoyarse mutuamente. En el África subsahariana, otorgar a las mujeres derechos sobre las tierras aumenta la productividad de sus parcelas, incrementando sus ingresos y los de sus familias. Brindar a las mujere s un mayor acceso a las instituciones de ahorro y al crédito, mejora su situación económi- ca y su seguridad, y ayuda a mejorar el bienestar en el hogar. En Bangladesh, a medida que aumentan las habilidades de las mujeres para solicitar préstamos en capital a los programas de microfinanciamiento, se eleva su estatus y su poder de negociación en la familia, y lo mismo ocurre con el consumo del hogar (ingresos). RESUMEN xxxvii 3. Adoptar políticas concretas para corregir las desigualdades en razón de género que persisten en el control de los recursos y la voz política Puesto que los efectos combinados de la reforma institucional y del desarrollo económi- co suelen necesitar tiempo para hacerse realidad, en el corto y mediano plazo se justifi- can ciertas medidas concretas. Estas medidas son una serie de pasos que tienen por objeto corregir formas específicas de discriminación por razón de género y exclusión, tanto en el hogar como en la comunidad o el lugar de trabajo. Estas medidas aceleran el progreso en la corrección de las desigualdades que persisten entre hombres y mujeres y son útiles para centrarse en subpoblaciones específicas, como las personas que viven en pobreza, para quienes las desigualdades pueden ser particularmente graves. Dado que la naturaleza y el alcance de la desigualdad entre hombres y mujeres difie- ren considerablemente entre los países, las intervenciones más relevantes diferirán tam- bién acorde con los contextos. Las decisiones sobre si el Estado debe intervenir y sobre qué medidas se deben adoptar, tienen que partir de la comprensión y el análisis de las realidades locales. Dado que estas medidas tienen costos reales en términos de recursos, los responsables de las políticas tendrán que ser selectivos sobre las medidas a tomar y centrarse estratégicamente donde la intervención del gobierno tenga los mayores bene- ficios sociales. Esto supone centrarse en aquellas áreas en las que las fallas del mercado y los efectos secundarios sean probablemente mayores. También implica centrarse en aquellas áreas en las que es poco probable que el sector privado intervenga de manera independiente o en las que no lo haría adecuadamente. Además de evaluar si las intervenciones particulares se justifican, habrá que decidir cómo debe intervenir exactamente el Estado. Por ejemplo, ¿es preciso proveer directa- mente bienes o servicios públicos? ¿O es posible alcanzar objetivos similares a menor costo mediante una mayor disponibilidad de información, esfuerzos en materia de regu- lación y de cumplimiento de la ley, o mediante subsidios públicos a proveedores priva- dos? El informe se centra en cuatro áreas clave de política activa: Promover la igualdad de género en el acceso a los recursos productivos y en la capacidad de generar ingresos. Los esfuerzos para promover una mayor igualdad en el acceso y control de los recursos productivos -tanto educativos, como financieros o en tierras- y para garantizar un acceso equitativo y justo a las oportunidades de empleo, pueden hacer que avance la igualdad entre hombres y mujeres, así como que aumente la eficiencia económica. Los responsables de las políticas tienen varios puntos potenciales de partida: Reducir los costos de la educación, abordar la preocupación de los padres sobre la honra o la seguridad de sus hijas. Asimismo, aumentar los rendimientos de las fami- lias cuando invierten en la educación femenina mediante mejoras en la calidad de la enseñanza, pueden superar las barreras sociales y económicas que limitan la educa- ción de las niñas, incluso en las sociedades altamente estratificadas por el género. xxxviii HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Diseñar instituciones financieras de tal forma que tomen en cuenta las restricciones específicas del género -tanto utilizando la presión de grupos solidarios para sustituir las formas tradicionales de garantía, como simplificando los procedimientos banca- rios o prestando servicios financieros más cerca de los hogares, mercados o lugares de trabajo- lo que puede incrementar el acceso de las mujeres a las instituciones de ahorro y al crédito. · Las reformas a la propiedad de la tierra que contemplen una titulación conjunta del marido y la esposa, o que posibiliten a las mujeres tener títulos de propiedad de manera independiente, pueden aumentar el control de las mujeres sobre la tierra en los lugares donde predominan las leyes estatutarias. Si se busca que los esfuerzos para incrementar el acceso de las mujeres a las tierras surtan efecto, hay que tener en cuenta las interacciones de las leyes consuetudinarias y estatutarias donde rijan con- juntamente. En países con mercados de trabajo relativamente desarrollados y que cuentan con las capacidades para hacer cumplir la ley, los programas de acción afirmativa en el em- pleo pueden aumentar el acceso de las mujeres a los puestos de trabajo en el sector formal. Donde exista una seria discriminación en la contratación y los ascensos, esta acción pueden también elevar la productividad de las empresas y la economía. Reducir los costos personales de las mujeres en sus roles domésticos. En casi todas las sociedades, las normas relativas al género establecen que las mujeres y las niñas asuman las responsabilidades primarias del mantenimiento y cuidado del hogar. En los países en desarrollo, las responsabilidades familiares con frecuencia requieren muchas horas de trabajo, que limitan la capacidad de las niñas para continuar su educación y restringen la capacidad de las madres para participar en el mercado laboral. Algunos tipos de intervención que pueden reducir los costos personales de las mujeres y niñas en las tareas domésticas son: Aquellas intervenciones que incrementen la educación, los salarios y la participa- ción en el mercado de trabajo y a la vez promuevan un adecuado acceso a los servi- cios básicos de salud reproductiva y de planificación familiar, fortalecerán el papel de las mujeres para tomar decisiones sobre su reproducción. Pero dado que las mu- jeres y los hombres pueden tener diferentes preferencias sobre el tamaño de la fami- lia y el uso de anticonceptivos, es necesario que los servicios de planificación familiar se dirijan tanto a hombres como a mujeres. · Proporcionar apoyos públicos para los servicios de cuidado infantil fuera del hogar puede reducir el costo de estos cuidados, posibilitando una mayor participación eco- nómica por parte de las mujeres y más escolaridad para las niñas adolescentes. En Kenya, reducir el costo de los cuidados infantiles aumenta considerablemente el empleo asalariado de las madres y la escolaridad de las niñas mayores (gráfico 4). · Muchas veces, una legislación laboral proteccionista es una espada de doble filo, ya que genera tanto costos como beneficios para las mujeres que trabajan en el sector R ESUMEN xxxix Gráfico 4 LOS CUIDADOS INFANTILES DE BAJO COSTO IMPLICAN UNA MAYOR PRESENCIA DE LAS MUJERES EN EL MERCADO LABORAL Y DE LAS NIÑAS EN LA ESCUELA Incremento en la participación de las madres en el mercado laboral y en la matrícula escolar de niños y niñas (8-16 años) en Kenya. debido a un descenso del 10% en el costo de los cuidados infantiles fuera del hogar 6-,-- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - --, 4 % 2 0 -+-- - Participación de Matricula Matricula las madres en la de niñas de niños fuerza laboral Fuente: Lokshin, Glinskaya y García (2000). formal. Por ejemplo, cuando las empresas corren con todos los costos de la licencia por maternidad, pueden estar predispuestas a tomar decisiones en contra de contra- tar mujeres. Cuando las mujeres corren con todos los costos, se reducen los incenti- vos para que continúen trabajando. Las medidas que ayudan a que los costos en maternidad y otras prestaciones asistenciales sean pagados por los patrones, trabaja- dores e incluso por el Estado, pueden aumentar los beneficios para las mujeres y sus familias en relación con los costos. · Ciertas inversiones en agua, combustible, transporte y otros tipos de infraestructura que ahorran tiempo, pueden acelerar la reducción del trabajo doméstico de las muje- res y niñas, especialmente en las áreas rurales pobres, permitiendo a las niñas ir a la escuela y a las mujeres emprender otras actividades, tanto las relacionadas con la generación de ingresos como con los asuntos comunitarios. Proporcionar una protección social adecuada tanto a hombres como a mujeres. Los hombres y las mujeres se enfrentan a riesgos específicos durante las crisis económi- cas o las reformas a las políticas públicas. Las mujeres controlan menos recursos con xl H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO los cuales es posible amortiguar dichas crisis, mientras que los hombres, como tradicio- nales proveedores en la familia, son particularmente vulnerables al estrés relacionado con los cambio s a gran escala y la incertidumbre en el empleo. Al diseñar la protección social es muy importante tener en cuenta las diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a riesgo y vulnerabilidad, ya que las mujeres y los hombres en el mismo hogar pueden no afrontar el riesgo de manera conjunta. Para proteger tanto a los hombres como a las mujeres, los programas de protecci ón social necesitan tomar en cuenta aquellos factore s que pueden dar lugar a que la participación y los beneficios estén sesgados hacia los hombres. Por ejemplo, los programas de seguridad social han excluido frecuentemente (aunque no voluntaria- mente) a las mujere s por no haber tomado en consideración las diferencias entre hombres y mujeres en el comportamiento laboral, el acceso a la información o los tipos de trabajo que ambos sexos consideran apropiados. · Los programas de seguridad social para la vejez que no toman en cuenta las diferen- cias entre hombres y mujeres en relación con el empleo, los ingresos y la esperanza de vida, corren el riesgo de dejar a las mujeres -especialmente a las viudas- particu- larmente vulnerables frente a la pobreza durante la vejez. Un reciente estudio elabo- rado en Chile muestra que las pensione s de las mujeres, en comparación con las de los hombres, son muy sensibles a las características específicas del diseño del siste- ma de seguridad para la vejez (gráfico 6.4). Fortale cer la voz y participación política de las mujeres. Los cambios institucionales que establecen la igualdad de género en los derechos básicos son la piedra angular para una mayor igualdad en la representación y voz política. Igualmente, las políticas y los programas que promueven la igualdad en la educación y en el acceso a la información (incluyendo los conocimientos jurídicos básicos) pueden fortalecer la agencia de las mujeres y, por tanto, su capacidad para participar en la arena política. Pero al igual que ocurre con el impacto del desarrollo económico en general , estos enfoques toman su tiempo para cosechar beneficios palpables. La reciente experiencia de más de 30 países, entre los que se incluyen Argentina . Ecuador, Filipinas, India y Uganda, sugiere que "reservar escaños" en la política puede ser una estrategia efectiva para incrementar, en un período de tiempo relativamente corto, la participación y la voz de las mujeres en las asambleas locales y nacionales. La legislación sobre las "reservaciones de escaños" adopta diversas formas en diferentes países, pero en general estipula que se aparte para las mujeres un número mínimo (o una proporción) de las candidaturas de los partidos políticos, o de escaños electorales, en las legislaturas nacionale s o locales. RETOS PARA EL FUTURO: EL CAMINO POR RECORRER La evidencia presentada en este informe muestra argumentos de peso para que el Estado intervenga y fomente la igualdad entre mujeres y hombres. En efecto, el Estado, la RESUMEN xli sociedad civil y la comunidad internacional tienen que jugar papeles fundamentales en la lucha contra la discriminación, y lograr que las sociedades se beneficien de una ma- yor igualdad de género. Pero existen varios retos importantes a vencer. MEJORAR LA POLÍTICA A TRAVÉS DEL ANÁLISIS DE GÉNERO El cómo profundizar en la comprensión de los vínculos entre la igualdad de género y el desarrollo y cómo reflejar estos vínculos en las decisiones de política pública, son los retos clave en el presente y en el futuro. Este informe condensa una gran cantidad de evidencia sobre estos vínculos , pero queda mucho por descubrir y comprender, lo que supone la necesidad de recolectar y analizar más y mejores datos desagregados por sexo. He aquí dos áreas en las que se requiere un mayor análisis: · ¿Cuál es el impacto de ciertas políticas macroeconómicas y sectoriales sobre hom- bres y mujeres?, ¿y cómo las decisiones sobre el gasto público estimulan o inhiben la igualdad de género y la eficiencia económica? Los responsables de las políticas se enfrentan a numerosas demandas que compiten entre ellas por recursos y notoriedad pública, con presupuestos fiscales y administrativos muy apretados. Ante estas limi- taciones , la información y el análisis ayudan a los gobiernos a conseguir los máxi- mos beneficios sociales a partir de las intervenciones con perspectiva de género que elijan. Por otra parte, una política eficaz necesita fundamentarse en un análisis que integre las cuestiones de género locales y nacionales, porque la naturaleza de las desigualdades entre hombres y mujeres es diferente en las diversas sociedades. Cada vez será más importante ver más allá de los efectos que las políticas y los programas tienen en nuestros indicadores de desarrollo tradicionales (como los de educación, salud, o fuerza de trabajo) hacia cómo las intervenciones específicas mejoran la autonomía, liderazgo y voz de las mujeres, tanto al interior del hogar como en la sociedad en el sentido más amplio. Comprender cuáles son las interven- ciones más eficaces para conseguir esto, requiere un mayor análisis de género. ABORDAR LOS TEMAS EMERGENTES Un reto para los responsables de las políticas públicas es mirar hacia el futuro ante circunstancias que cambian rápidamente. En efecto, muchos de los temas emergentes requieren una mayor atención desde una perspectiva de género por parte de quienes llevan a cabo la investigación y la práctica de las políticas, incluyendo la globalización, la descentralización del gobierno, la propagación del vnr/sida y el envejecimiento de la población mundial. Por ejemplo: · Con unas tasas de natalidad en descenso y una vida más larga, la población mundial está envejeciendo. Esto se traducirá, entre otras cosas, en un considerable aumento en el número de viudas en todo el mundo durante el siglo XXI. ¿Qué supone este xlii HACIA LA INTEGRACiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO cambio demográfico para la protección social, la salud y otras áreas de la política pública? Comprender las implicaciones de esta tendencia demográfica en materia de política pública será un importante reto a investigar en los próximos años. Igualmente, la globalización y las nuevas tecnologías de información están transfor- mando la forma en la que se organiza la producción y se comparte la información en todo el mundo. ¿Acelerarán estos cambios el progreso hacia la igualdad de género o aumentarán las brechas entre hombres y mujeres en las oportunidades económicas? Una mejor comprensión de las oportunidades y riesgos relacionados con estas ten- dencias representa otro reto para los investigadores y responsables de las políticas públicas. AMPLIAR LAS ASOCIACIONES Un tercer reto crucial para los responsables de las políticas públicas, en sus esfuerzos por promover la igualdad de género, es ampliar las asociaciones con los grupos de la sociedad civil, los donantes y otras organizaciones de la comunidad internacional. Aun cuando los respons ables de las políticas tienen un importante papel que desempeñar como dirigentes, los esfuerzos por luchar contra las desigualdades entre hombres y mujeres se pueden multiplicar mediante la colaboración activa con las organizaciones cívicas e internacionales. La comunidad donante puede contribuir apoyando la recolec- ción y análisis de datos desagregados por sexo, incorporando el análisis de género en sus diálogos con los planificadores de las políticas nacionales y compartiendo las "bue- nas prácticas" basadas en la experiencia internacional. Igualmente, los grupos cívicos y los investigadores locales pueden contribuir con información y análisis críticos susten- tados en los conocimientos locales, que enriquecerán el diálogo del gobierno en torno a las políticas públicas. Impulsar una mayor participación y transparencia en la formulación de las políticas puede representar enormes beneficios tanto para la igualdad de género como para el desarrollo nacional en su conjunto. Abrir las discusiones públicas y la formulación de las políticas a una mayor participación por parte de los grupos de mujeres, puede empoderarlas directamente y aumentar el impacto de las políticas y programas. Las conclusiones de la investigación sobre los vínculos entre una mayor participación de las mujeres en la vida pública y unos menores niveles de corrupción son muy interesantes. Sugieren que el facilitar intercambios más amplios de ideas, el tener una mayor transpa- rencia en la formulación de las políticas, así como lograr una mayor participación feme- nina en el dominio público, puede reforzar la gobernabilidad de un país y la eficacia de su política de desarrollo. El mundo no puede dejar escapar efectos tan beneficiosos y sorprendentes como éstos. Capítulo 1 DESIGUALDAD DE GÉNERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI El mundo es un mejor lugar para vivir que a principios del siglo xx. Aun cuando el analfabetismo, el hambre, las enfermedades y la violencia continúan azotando a mu- chas personas, ha habido muchos avances: la expansión de la educación y la alfabetiza- ción , el progreso en la ciencia y la medicina para eliminar o controlar las enfermedades, y un intercambio más libre de información a nivel mundial que hacen que la opresión repre sente mayores costos para quienes la ejercen. Otro avance ha sido que las mujeres tengan una mayor voz en las esferas pública y privada. En el siglo xx, las mujeres conquistaron el derecho a votar y a ocupar posicio- nes políticas en la mayoría de los países, aunque sólo fuera en principio. Cuando pensa- ron que las leyes que brindan protección especial como trabajadoras serían beneficiosas, consiguieron que se legisl ara a su favor. Han incrementado su acceso a los servicios de salud y educación. Se han organizado eficazmente, a nivel local e internacional, para enmarcar los derechos de las mujeres como derechos humanos y han incluido los asun- tos de género en la formulación de las políticas de desarrollo. Las conferencias interna- cionales sobre la mujer -como las que tuvieron lugar en Ciudad de México (1975), Nairobi (1985) YBeijing (1995)- son en sí mismas una muestra del empoderamiento de las mujeres. Durante las tres últimas décadas, los asuntos de las mujeres, y más recientemente los asuntos de género, han cobrado importancia en la plataforma del desarrollo. Se presta gran atención no solamente a la difícil situación de las mujeres que viven en pobreza y privadas de sus derechos en los países en desarrollo, sino también a la agenda de género que aún está inconclusa en los países más desarrollados. Muchos de los temas provocan intensas reacciones y reciben gran atención pública -la mutilación genital femenina y la epidemia de sida en el África subsahariana, la explotación de las trabajadoras sexuales en Asia oriental, el tráfico de mujeres en Asia y Europa oriental, las muertes por dote y "matanzas por honor" en Asia meridional y las muertes innecesarias a causa de los abortos inseguros que se practican en América Latina y los países industrializados. Muchos otros asuntos de género son más triviales pero profundamente importantes para el bienestar de millones de mujeres y niñas en todo el mundo: 2 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO · En ninguna región del mundo en desarrollo las mujeres disfrutan de los mismos derechos que los hombres. En muchos países, las mujeres carecen todavía de dere- chos para poseer tierras, gestionar la propiedad o administrar negocios de manera independiente. En muchas partes del África subsahariana, por ejemplo, las mujeres obtienen derechos sobre las tierras, principalmente a través de sus maridos, perdien- do dichos derechos cuando se divorcian o enviudan. En algunos países de Asia me- ridional y de Oriente Medio las mujeres no pueden viajar sin el consentimiento de sus maridos. La discriminación hacia las mujeres ha elevado las tasas de mortalidad femenina en algunas regiones, privando al mundo de 60 a 100 millones de mujeres (Sen 1989, 1992; Coale 1991; Klasen 1994). Esto refleja un sesgo que favorece a los varones en la provisión de alimentos y atención médica, así como violencia en contra de las mujeres, especialmente durante la primera infancia. En China, el aborto selectivo de fetos femeninos y otros métodos de selección del hijo han sesgado el índice de mas- culinidad en los nacimientos de 1,07 en 1980 al, 14 en 1993. En India, el índice de masculinidad llega hasta 1,18 en Punjab. En las regiones en desarrollo, las empresas dirigidas por mujeres tienden a estar menos capitalizadas que las dirigidas por los hombres. En el África subsahariana, las mujeres que se dedican a la agricultura tienen menor acceso que los hombres a maquinaria, fertilizantes e información agraria. Y con algunas notables excepcio- nes, las empresas administradas por mujeres (tanto agrícolas como no agrícolas) continúan con un acceso más reducido al crédito y a los correspondientes servicios financieros. A pesar del incremento en la escolaridad de las mujeres con respecto a la de los hombres, aún persisten grandes diferencias salariales entre hombres y mujeres. En promedio, las mujeres ganan unas tres cuartas partes de lo que ganan los hombres, pero las diferencias en educación, experiencia profesional y características del pues- to de trabajo explican sólo una quinta parte de esta brecha. Por otra parte, las muje- res siguen subrepresentadas en los puestos de trabajo mejor remunerados, incluidos los empleos administrativos y gerenciales. · Las mujeres están considerablemente subrepresentadas en todos los niveles del go- bierno, lo que limita su poder para influir en la gobernabilidad y en las políticas públicas. A excepción de Asia oriental, las mujeres de todas las regiones ocupan menos del 10% de los escaños parlamentarios. Y en ninguna región en desarrollo ocupan más del 8% de los puestos ministeriales. Aun cuando las desventajas sistémicas de las mujeres están mucho más extendidas que las de los hombres, las normas y estereotipos afectan a las personas de ambos sexos, con frecuencia con impactos importantes en su bienestar. Por ejemplo en los años no- venta, en las economías de transición de Europa oriental, los incrementos en la esperan- za de vida de las mujeres con respecto a la de los hombres fueron consecuencia, no de las mejoras en la longevidad femenina, sino del aumento de la mortalidad masculina. DESIGUALDAD DE GÉNERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI 3 Estos aumentos reflejan factores biológicos y sociales, como son el estrés relacionado con el trabajo y el incremento de las tasas de desempleo, el hábito de fumar y el consu- mo de alcohol. Estos fenómenos afectan no solamente al bienestar de los hombres, sino al de sus familias y al de la sociedad. A pesar de que los asuntos de género se han vuelto más prominentes en los debates del desarrollo, todavía no se reconoce la importancia de integrar una perspectiva de género en el análisis y diseño de las políticas públicas, al menos no de manera general, tal y como sucede con los responsables de las políticas o la comunidad donante, que tampoco han integrado totalmente las lecciones sobre el desarrollo. Este informe exa- mina los vínculos entre género, política pública y desarrollo para ayudar a clarificar la importancia de incluir una perspectiva de género en la formulación de las políticas de desarrollo, es decir el valor que tienen mujeres y hombres tanto como individuos como para una sociedad. Para ello, el informe reúne la investigación empírica de muchos países y de varias disciplinas, incluyendo el derecho, la economía y las ciencias sociales afines. El informe comienza revisando la desigualdad en razón de género en los países en desarrollo a comienzos del siglo XXI. Después examina las implicaciones que tendría tolerar que persistan estas desigualdades, tanto para los individuos como para las comu- nidades y las sociedades. Aunque está claro que la desigualdad entre mujeres y hombres impone altos costos para los individuos, un creciente cúmulo de evidencia empírica muestra que estas desigualdades, que todavía persisten, imponen costos considerables a las sociedades en su capacidad para crecer, reducir la pobreza o gobernar eficazmente. Estos costos humanos y de desarrollo, hacen que sea necesario que la acción pública reduzca estas desigualdades, y con ello consiga los beneficios sociales junto con una mayor igualdad entre hombres y mujeres. Después de examinar los costos que tienen para el desarro llo las desigualdades en razón de género que todavía persisten, el informe se concen tra en las formas en que estas desigualdades se transmiten a través de las instituciones, los hogares y la econo- mía. También examina la evidencia que existe sobre las políticas y programas que se encuentran disponibles para corregir las desigualdades entre hombres y mujeres. El informe concluye proponiendo una estrategia para promover la igualdad de género en el desarrollo. Este capítulo se concentra en la situación de la desigualdad de género en los países en desarrollo. Define la igualdad de género y después examina las tendencias que adop- tan las desigualdades en derechos básicos, control de recursos, así como participación y "voz" (la capacidad para influir y contribuir en el desarrollo), tanto entre las diferentes regiones, como al interior de las mismas. También examina la relación entre pobreza y desigualdad de género en los países. La conclusión principal de la evidencia es que, a pesar del considerab le progreso, las mujeres y las niñas siguen estando en clara desventaja con respecto a los hombres y niños, de muchas formas . Estas desventajas reducen el bienestar de las mujeres y limi- tan su capacidad para participar en el desarrollo y beneficiarse de él. La evidencia des- 4 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO taca la considerable diversidad en cuanto a la naturaleza y alcance de las desigualdades entre hombres y mujeres, tanto entre las distintas regiones como al interior de las mis- mas. Las desigualdades de género, particularmente en educación y salud, tienden a ser mayores entre las personas que viven en pobreza que entre quienes no. DEFINIENDO LA IGUALDAD DE GÉNERO El género se refiere a los roles socialmente construidos, a las conductas aprendidas socialmente y a las expectativas relacionadas con las mujeres y los hombres. Las muje- res y los hombres son biológicamente diferentes. Las mujeres dan a luz y dan el pecho a sus hijos, los hombres no pueden hacerlo. En muchas partes del mundo, los hombres adultos son físicamente más grandes que las mujeres adultas. Y las mujeres y los hom- bres experimentan una serie de riesgos de salud que son diferentes y que tienen que ver con la biología de cada sexo y que, por tanto, requieren de distintas respuestas médicas. Todas las culturas interpretan y elaboran estas diferencias biológicas innatas en un con- junto de expectativas sociales sobre qué actividades y conductas son apropiadas para hombres y mujeres, y qué derechos, recursos y poderes poseen. Igual que la raza, el origen étnico y la clase, el género es una categoría social que establece en gran medida las oportunidades de una persona en la vida, determinando su participación en la sociedad y en la economía. En algunas sociedades no hay divisiones raciales o étnicas, pero todas las sociedades sufren asimetrías entre mujeres y hombres -diferencias y desigualdades- en diversos gracioso Los roles y las relaciones de género pueden variar considerablemente en las sociedades. Pero también existen algunas sor- prendentes semejanzas. Por ejemplo, casi todas las sociedades asignan la responsabili- dad primaria del cuidado de los bebés y de los niños a las mujeres y a las niñas, y la del servicio militar y la defensa nacional a los hombres. Los roles y relaciones de género evolucionan a partir de las interacciones entre las restricciones biológicas, tecnológicas y económicas, y otras limitaciones sociales. Al- gunos científicos sociales argumentan que los roles de género reflejaban originalmente estrategias eficaces de supervivencia y divisiones sexuales del trabajo, pero a medida que las sociedades han avanzado técnica y económicamente, estas asimetrías entre hom- bres y mujeres han llegado a ser ineficaces y restrictivas, puesto que las normas de género han cambiado más lentamente que los factores que las crearon. Un importante cúmulo de evidencias que se presentan en este informe apoya el punto de vista de que además de ser injustos, los rígidos roles de género y las desigualdades asociadas a ellos, son frecuentemente ineficaces, imponiendo considerables costos a las sociedades y al desarrollo. Pero la evidencia también muestra que aun cuando se necesita tiempo para cambiar las normas de género, éstas no son en absoluto inmutables. De hecho pueden cambiar muy rápidamente en respuesta a las condiciones socioeconómicas. Igualdad es otro término que merece una aclaración. Ha sido utilizado de muchas formas, aludiendo en diferentes ocasiones a la igualdad ante la ley, la igualdad de opor- tunidades o la igualdad de resultados (outcomes) (Coleman 1987). En este informe, D ESIGUALDAD DE GÉNERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI 5 definimos la igualdad entre hombres y mujeres o igualdad de género en términos de igualdad ante la ley, igualdad de oportunidades -incluida la igualdad en el acceso al capital humano y a otros recursos productivos y la igualdad en la remuneración por el trabajo- e igualdad de voz '. No definimos la igualdad de género como igualdad de resultados (outcomes) por dos razones. Una es que las diferentes sociedades pueden buscar la igualdad de género a través de distintas rutas. La segunda razón es que un aspecto intrínseco de la igualdad es permitir a las mujeres y a los hombres que escojan diferentes (o similares) roles y diferentes (o similares) resultados de conformidad con sus preferencias y objetivos". Existen otras razones para ser prudentes al interpretar la igualdad de género como igualdad en resultados. Por ejemplo, la investigación médica indica que las mujeres tienen algunas "ventajas" biológicas sobre los hombres en la esperanza de vida, tanto en la infancia como en otras etapas de la vida. Las normas y prácticas sociales que afectan los roles de género así como el trato diferente que se da a hombres y mujeres, pueden reducir o ampliar la ventaja de las mujeres respecto a la esperanza de vida. Así, En general, las definiciones que da la comunidad internacional sobre la igualdad de género o igualdad entre hombres y mujeres, tienden a centrarse en la igualdad de oportunidades y la iguald ad ante la ley. Por ejemplo. en 1985, las Estrategias de Nairobi para el adelanto de las mujeres de cara al futuro. definieron la igualdad de género como "un objet ivo y un medio por el cual se otorga a los individuos un trato igualitario ante la ley e igualdad de oportunidades para disfrutar los derechos para desarroll ar sus talentos y capacidades potenciales. de forma que puedan participar en [el desarrollo] como beneficiarias y como agentes activos" (UN 1985, Oo . Oo. párrafos 10 Y 11). La Declaración de Beijing y la Plataforma de Acció n forta lecieron estos principios con el fin de acelerar la ejecu ción de las Estrategias de Nairobi para el futuro y eliminar todos los obstáculos para la participación activa de las mujeres en todas las esferas de la vida pública y privada (UN 1995). Véanse ejem- plos de otras definiciones de la igualdad de género de las agencias multilatera les y bilaterales del desarrollo en DAC (1998), DFID (1998), OMS (1998) y CIDA (1999). Junto con la igualdad de género. el término equidad de género es a veces utilizado en el contexto del desarro- llo. Si bien se usan muchas veces indistintamente. la equidad está más relacionada con el conce pto de trato justo que el término igualdad. Aun cuando los conceptos de trato justo y justicia son esenciales en cualquier discusión de igualdad de género, algunas personas están preocupadas porque las interpretaciones culturales de lo que es "tratar de manera justa a alguien" pueden utilizarse para justificar comportamientos discriminatorios. Pero, además. el término igualdad de género tiene sus limitaciones. Podría ser interpretado para implicar que las mujeres y los hombres deben perseguir los mismos objetivos y obtener los mismos resultados, incluso cuando en un ambiente de iguales oportunidades las mujeres y los hombres pueden elegir alcanzar diferentes objetivos y resultados. Dado que ambos términ os tienen sus ventajas y limitaciones. este informe sigue la práctica usual de la comunidad internacional de desarrollo y utiliza el término igualdad de género. 2 La evidencia procedente de una amplia variedad de países indica que las mujeres y los hombres tienen con frecuencia diferentes valores y preferencias sociales. Por ejemplo, las mujeres y los hombres tienen muchas veces puntos de vista diferentes sobre lo que consideran comportamientos sociales justificables e injustificables (véase tabla 2.2). Igualmente. mujeres y hombre s tienen a menudo diferentes preferencias que se traducen en distintos patrones de gasto e inversiones en el hogar. dependiendo del grado en que mujeres y hombres contro- lan los ingresos y los activos (véase capítulo 4). Por ejemplo, las mujeres tienden a invertir (al margen) un mayor porcentaje de los recursos que controlan en sus hijos que los hombres. AsÍ, las mujeres y los hombres pueden hacer diferentes elecciones y perseguir distintos resultados en un ambiente de igualdad de derechos. oportunidades y participación. 6 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO en aquellos contextos donde la esperanza de vida es la misma para hombres y mujeres, puede suponer una desventaja para la mujer y no igualdad entre ambos. Asimismo, hombres y mujeres tienen diferentes riesgos epidemiológicos así como necesidades para el cuidado de su salud. De nuevo, la equivalencia numérica en ciertos indicadores de salud no supondría necesariamente igualdad de género. Este es el motivo por el que este informe se centra en lo que los indicadores más usuales de igualdad de género revelan acerca de los derechos, oportunidades y partici- pación de hombres y mujeres. Por ejemplo, las desigualdades de género en educación, acceso a otros activos productivos, empleo o ingresos, afectan las relaciones de poder entre hombres y mujeres y, por tanto, su capacidad relativa para influir en las decisiones al interior de sus hogares. Estas desigualdades se traducen también en disparidades en la capacidad que tienen hombres y mujeres para beneficiarse de las oportunidades eco- nómicas y de otra índole. Las desigualdades en la representación política, tanto al nivel local como nacional, reflejan hasta qué punto hombres y mujeres tienen voz en los debates y formulación de la política pública. La literatura sobre género y desarrollo en ocasiones se refiere a la situación de las mujeres en términos absolutos ("¿Han aumentado las tasas de matrícula esco lar de las niñas?") y a veces a su situació n en términos relativos ("¿Ha aumentado la igualdad en las matrículas escolares?"). Este informe aborda ambas situaciones. Es importante en- focarse en la situación absoluta porque las mejoras absolutas son fundamentales para garantizar que el desarrollo aumente el bienestar tanto de hombres como de mujeres. Por ejemplo, es claramente preferible un incremento en la igualdad entre mujeres y hombres en la esco laridad, como consecuencia de un aumento en las tasas de matrícula femenina y masculina, a un aumento ocasionado por unas tasas de matrícula masculina estáticas o descendentes. Pero centrarse solamente en los cambios en la situació n absoluta no es suficiente. Tanto en los derechos como en el control de los recursos, la situación es un determinan- te importante del poder relativo de hombres y mujeres que, a su vez, afecta sus capaci - dades para participar, contribuir y beneficiarse del desarrollo. Y tal y como se discute en el capítulo 2, la situación de las mujeres tanto en términos absolutos como relativos, afectan al desarrollo de maneras que son relevantes para los planificadores de las polí- ticas públicas. P ATRONES REGIONALES QUE ADOPTA LA DESIGUALDAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES EN DERECHOS, RECURSOS Y VOZ A pesar de los progresos recientes, las desigualdades entre mujeres y hombres predomi- nan. Persisten en muchos aspectos de la vida y están presentes en los hogares, las insti- tuciones y la economía. Esta sección se enfoca a analizar las principales manifestaciones que adoptan la exclusión y discrim inación por razón de género: desigualdades en los derechos básicos, en el acceso a los recursos y en su control, en el empleo y los ingre- sos, así como en la voz política. El análisis se centra, sobre todo, en los datos que se DESIGUALDAD DE GÉNERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI 7 encuentran disponibles en los países a lo largo del tiempo, a fin de examinar las tenden- cias recientes y la situación actual de las desigualdades de género en las principales regiones en desarrollo. DERECHOS La historia de la desigualdad de género es, en muchos aspectos, una historia de asimetrías en los derechos y privilegios de hombres y mujeres. Las asimetrías en derechos son predominantes en los estatutos jurídicos, las leyes consuetudinarias y las prácticas al interior de las comunidades, las familias y los hogares. Estas asimetrías están presentes en el derecho a casarse, divorciarse, determinar el tamaño de la familia, heredar y admi- nistrar la propiedad; destinar el trabajo de una persona a empresas familiares, empren- der actividades generadoras de ingresos fuera del hogar y a viajar independientemente. Las desigualdades de género en los derechos limitan las opciones de que disponen las mujeres en muchos aspectos de la vida, limitando con frecuencia las oportunidades que tienen en la economía y la sociedad. En Botswana, Chile, Lesotho, Namibia y Swazilandia, las mujeres están bajo la cus- todia permanente de sus maridos y no tienen ningún derecho para administrar la propie- dad de manera independiente (UNDP 1995). En varios países africanos, las mujeres casadas no poseen tierras, pero en su lugar obtienen derechos de usufructo a través del matrimo- nio (Gray y Kevane 1996). Por otra parte, en ciertas zonas del África subsahariana los hombres tienen el derecho de cobrar por el trabajo de sus mujeres, pero las mujeres no tienen el mismo derecho sobre el de sus maridos (Dey Abbas 1997). En Bolivia, Guate- mala y Siria, los hombres pueden restringir el trabajo de sus mujeres fuera del hogar. En Egipto y Jordania, las mujeres necesitan el permiso de sus maridos para viajar. En algu- nos países árabes, las mujeres requieren del consentimiento de sus maridos para obtener el pasaporte, no así el caso contrario (UNDP 1995). Haciendo uso de varios instrumentos sobre derechos humanos de las Naciones Uni- das, Humana (1986, 1992) reunió datos sobre derechos políticos, étnicos y por razón de género de más de 100 países -en 1985 y 1990 (recuadro 1.1). Los datos proporcionan índices de derechos humanos con valores que van de l (patrón sistemático de violación de derechos) a 4 (respeto incondicional de la libertad y los derechos)' . De los 40 índices de derechos construidos, algunos se refieren a la igualdad en derechos, como son los índices de igualdad política y jurídica, de igualdad social y económica y los de igualdad de derecho en los procedimientos de matrimonio y divorcio", 3 Humana (1986. 1992) usa una esca la de Oa 3 en vez de la escala de l a 4 usada en este informe. 4 El índice de los derechos de igualdad polític a y jurídica para las mujeres hace referencia al artículo 2 de la Declaración Universal de los Derecho s Human os, que especifica que todas las personas poseen todo s los derechos y libertades expuestos en la Declaración, sin distinción de ningún tipo , como raza. color. sexo , lengua, religión, opinión política u otras opiniones, origen nacional o social, propiedad, nacimiento u otra condi ción. Al construir el índice se reconoce que aunque las mujeres pueden disfrutar de una igualdad política 8 H ACIA LA INTEGRA CIÓ N DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECO NÓMICO Los datos comparados por países muestran lo que la evidencia por país sugiere: en ninguna región del mundo en desarrollo las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres en cualquiera de estas dimensiones (gráfico 1.1)5. Pero en las diferentes regio - nes existen diferencias considerables en la situación relativa de los derechos de las mujeres. En promedio, las mujeres en Europa y Asia central tienen una mayor igualdad de derechos en términos relativos y las mujeres de Asia meridional, África subsahariana y el Oriente Medio y norte de África tienen la menor igualdad. Derechos políticos y jurídicos. En cuanto a los derechos políticos y jurídicos, en el índice de Humana, todas las regiones en desarrollo obtienen puntuaciones entre 2 (vio- laciones frecuentes de los derechos) y 3 (infracciones ocasionales al respeto de los dere- chos) . Así, incluso en los países donde las constituciones nacionales o códigos estatutarios otorgan a las mujeres igualdad política y jurídica, en la práctica no la disfrutan total- mente. Al parecer, entre 1985 y 1990 la igualdad de género en derechos políticos y jurídicos ha mejorado ligeramente en la mayoría de las regiones, excepto en Europa y Asia central, donde ha empeorado, y en Asia meridional, donde parece que se ha man- tenido constante'. Derechos sociales y económicos. A excepción de Europa, Asia central, Asia oriental y el Pacífico, las mujeres experimentan una menor igualdad en derechos sociales y económicos que en derechos jurídicos y políticos, un patrón que es más marcado cn Asia meridional y África subsahariana. De hecho, entre 1985 y 1990 hubo poca o nin- guna mejoría en la igualdad de género en los derechos sociales y económicos. Derechos en el matrimonio y los procedimientos de divorcio. Las desigualdades de género varían más entre regiones en los derechos en el matrimonio y divorcio. De nuc- vo, las mujeres en Europa y Asia central experimentan mayor igualdad en términos relativos y las mujeres en Asia meridional, África subsahariana, Oriente Medio y norte de África, la menor igualdad. Entre 1985 y 1990 ha mejorado la igualdad de derechos en el matrimonio para las mujeres en Asia meridional, África subsahariana, América Latina, Oriente Medio y norte de África. Pero para las mujeres de Europa y Asia central, parece que ha empeorado ligeramente. y jurídica bajo la Constitución de un país dado. esto no puede evitar la desigualdad en la práctica. El índice de derechos de igualdad socia l y jurídica para las mujeres hace referencia al artículo 23(2) de la Declaración. que afirma que todos. sin discrimin ación. tienen el derecho a igual salario por igual trahajo. El índice de "igualdad de género en los proced imientos de matrimonio y divorcio" hace referencia al artículo 16(1) de la Declara- ción. que afirma que hombre s y mujeres "poseen iguales derechos en el matrimonio . durant e el matrimonio y en su disolución". 5 Los índices promedios de derechos para los países de la ocoa se presentan con fines comparativos (I-él/.H· gráfico 1.1). Al igual que en las regione s en desarrollo . las muje res en los países de la ocns no experimenta n una total igualdad de derechos con respecto a los hombres . Aun cuando en estos índices los países de la ocr»: suelen tener puntuaciones más altas que los países en desarrollo. sólo dos países. Finlandia y Suecia, tienen una puntuación de 4 (respeto incondicional por la igualdad de derechos de género) en iguald ad política y jurídica. Ningún país, industriali zado o en desarroll o. tuvo una puntuación de 4 en igualdad social y económica. 6 Los dato s muestran reducciones estadísticamente insignificantes entre 1985 y 1990 en derech os políticos. jurídicos, sociales y económicos en Oriente Medio y norte de África. D ESIGUALDAD DE GÉN ERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI 9 Recuadro 1.1 MEDICiÓN DE LA IGUALDAD DE GÉNERO EN DERECHOS La Guía Mundial de los Derechos Humanos (Humana 1929) proporciona datos sobre el estado de los derechos humanos en aproximadamente 100 países con poblaciones superiores a un millón de habi- tantes. Aun cuando existen límites muy claros al asignar puntuaciones cuantitativas a los niveles de derechos humanos, la edición de la guía de 1986 sirvió de base para desarrollar el índice de la Libertad Humana del Informe sobre el Desarrollo Humano de 1991 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Este índice clasifica a los países de acuerdo con el estado que guardan los derechos humanos. Los datos de la guía sobre los derechos se obtuvieron mediante un cuestionario de 40 preguntas (o indicadores) extraídas de diversos artículos de tres documentos de las Naciones Unidas: la Declaración Universal de los Derechos Humanos ; el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. La evalua- ción del cumplimiento de un país con respecto a esta lista de control de 40 indicadores, se lleva a cabo en dos fases. La primera fase consiste en recolectar información sobre los derechos humanos de las Naciones Unidas y otras instituciones internacionales, organizaciones gubernamentales y organizaciones no gubernamentales (Amnistía Internacional, Vigilancia de los Derechos Humanos), instituciones de investigación , periódicos y revistas y de observadores e investigadores de los derechos en diferentes países. En la segunda fase se asigna una calificación a los datos recopilados en cada indicador en una escala de Oa 3. El Orepresenta un patrón constante de violación de las libertades, derechos o garantías que se mencionan en el artículo o indicador en el cuestionario. El 3 representa el respeto incondicional de las libertades , derechos o garantías que se mencionan en el artículo o indicador. Este informe se centra en tres indicadores, cuyo objetivo es medir la igualdad de género en los derechos: Igualdad política y legal para las mujeres (pregunta 21) Igualdad social y económica para las mujeres (pregunta 22) Igualdad de género en el matrimonio y los procedimientos de divorcio (pregunta 37) En este informe utilizamos valores de 1 a 4, en correspondencia con la escala de O a 3 que usa Humana. Algunas otras bases de datos brindan información sobre los derechos humanos, como son las clasi- ficaciones de países de Freedom House (the Freedom House Country Ratings) y el indicador de los derechos humanos económicos y sociales de las mujeres (Women's Economic and Social Human Rights, Weshr) del programa de estudios globales de la Universidad de Purdue. Cada año, Freedom House recopila evaluaciones de un cierto número de países sobre derechos políticos y libertades civiles, pero no suministra información sobre la igualdad de género. El indicador Weshr se centra exclusivamente en los derechos de las mujeres, pero carece de datos de series de tiempo de muchos países. Para hacer posible la comparación del mayor número de países en el tiempo, este informe utiliza la Guía Mundial de los Derechos Humanos. Después de 1990, no han sido recopilados de manera constante datos por países sobre la igualdad de género en derechos, pero la información disponible indica que los derechos relativos de las mujeres pueden haber mejorado desde entonces, especialmen- te como consecuencia de la Cuarta Conferencia Mundial sobre las Mujeres, celebrada en Beijing en 1995, momento en que los derechos de las mujeres se convirtieron en el 10 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Gráfico 1.1 LAS MUJERES NO TIENEN LOS MISMOS DERECHOS QUE LOS HOMBRES Derechos políticos y jurídicos, 1985 y 1990 índice de igualdad de género 4 ,--- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - ----, 3 2 . 1985 0 1990 ASia Europa Amenca Onente ASia Afnca OCDE oriental y Asia Latina y Medio y meridional subsa- y el Pacífico central el Carib enorte de hariana África Derechos políticos y económicos, 1985 y 1990 índice de igualdad de género 4 3 2 Il .1985 . . 0 1990 ASia Europa Amenca Onente ASia Afnca OC DE orie ntal y Asia Latina y Medio y meridional subsa- y el Pacífico cen tral el Caribe norte de hariana África Derechos de matrimonio y divorc io , 1985 y 1990 índice de igualdad de género 4 ,--- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - --, 3 2 11 1985 01990 Asia Europa América Oriente Asia África OCDE orie ntal y Asia Latina y Med io yme ridional subsa- y el Pacífico central el Caribe norte de hariana África Nota : Véanse los índices de la igualdad de género en derechos en el recuadro 1.1; Y notas generales y países incluidos en el apéndice 1. Fuentes: Datos de igualdad de derechos de Humana (1992) ; ponderació n de la población del Banco Mundial (1999c) . DESIGUALDAD DE GÉNERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI 11 centro de atención de los esfuerzos internacionales para promover la igualdad entre mujeres y hombres. Desde la Conferencia de Beijing, se ha podido observar un cierto progreso en los derechos jurídicos de las mujeres, tanto a nivel internacional como nacional (UN 2000). Por ejemplo, 16 Estados más han ratificado la Convención de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw) , sumando un total de 1657· Algunos países han incorporado la igualdad de género en sus Constituciones. Otros han enmendado sus códigos penales para incluir la violencia doméstica. Varios países han revisado sus códigos laborales para otorgar un trato equitativo e igualdad de oportunidades a hombres y mujeres en el trabajo y en el empleo. Y según la Unión Interparlamentaria", solamente dos países aún no reconocen el derecho de las mujeres a votar o a contender por un puesto electoral. Por otra parte, en todas las regiones , los países tienen políticas de acción afirmativa para los puestos clave de decisión, que incluyen cuotas de representación en organis- mos gubernamentales, parlamentos y partidos políticos. Como muestra el capítulo 3, los cambios en las leyes estatutarias no garantizan que la igualdad de género en dere- chos se alcance totalmente en la práctica. Pero estos cambios constituyen la base para lograr una mayor igualdad de derechos entre mujeres y hombres. En resumen, aun cuando parece que desde 1985 ha habido una tendencia general hacia una mayor igualdad de género en derechos en la mayoría de las regiones, las mujeres todavía se encuentran en desventaja con respecto a los hombres en derechos básicos y en su correspondiente situación, tanto frente a la ley como en la práctica. Estas desigualdades de género limitan las opciones de las mujeres en muchos aspectos de la vida, restringen a menudo su capacidad para participar en el desarrollo y reducen su calidad de vida. RECURSOS Al igual que ocurre con los derechos básicos, las mujeres y las runas suelen tener sistemáticamente menor acceso que los hombres y los niños a una variedad de recursos. Esto limita sus oportunidades y, al igual que con los derechos, restringe su capacidad para participar en el desarrollo y disfrutar de sus beneficios. La realidad del acceso desigual a los recursos tiene muchas dimensiones, que tienen que ver con el acceso a los 7 Adoptada en 1979. la Cedaw es considerada como la ley internacional de derechos para las mujeres. Prohíbe cualquier distinción. exclusión o restricción por razón de sexo/género que reduzca o invalide los derechos humanos y las libertades fundamentales de las mujeres (véase capítulo 3). 8 Creada en 1889. la Unión Interparlamentaria (Inter-Parlamentary Union, IPU) es la organización mundial de parlamentos de los Estados soberanos. Tiene 138 miembros y 5 miembros asociados. Es un centro para el diálogo y la diplomacia parlamentaria entre legisladores que representan a los sistemas políticos y a todas las principales corriente s políticas del mundo. La lPU comparte objetivos con las Naciones Unidas y trabaja en estrecha cooperación con ellas. 12 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNE ROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO recursos humanos, al capital social , al capital físico y financiero, al empleo y a la retri- bución. Estas desigualdades limitan la capacidad de las mujeres para participar en el desarrollo y a contribuir a elevar el nivel de vida de sus familias. También se traducen en un mayor riesgo y vulnerabilidad frente a las crisis personales o familiares, en la vejez o durante las crisis económicas. Educación. La educación es fundamental para la capacidad que tiene una persona para responder a las oportunidades que presenta el desarrollo, pero todavía existen conside- rables desigualdades en varias regiones (gráfico 1.2). Las desigualdades persisten en las tasas de matrícula que indican los flujos educativos, y en el promedio de años de esco- laridad que representan el capital en educación de la población. En general, las tasas de matrícula de las mujeres al nivel primaria y secundaria, así como su promedio en años de escolaridad, han aumentado con el tiempo. En varias regiones, las tasas de matrícula primaria se han mantenido a niveles altos, como en Asia oriental y el Pacífico, América Latina y el Caribe, Europa y Asia central, donde las tasas brutas de matrícula para las mujeres han alcanzado o superado el 100%9. Las tasas brutas de matrícula femenina también se han estabilizado en el África subsahariana, pero a niveles mucho más bajos. En esta región, entre 1970 y 1980, las tasas de matrícu- la primaria de las niñas experimentaron una fuerte alza, pero esas tasas se estabilizaron desde entonces en un 54%. Los niveles absolutos de matrícula y escolaridad femenina siguen siendo menores en el África subsahariana que en otras regiones en desarrollo. Las tasas de matrícula femenina en secundaria fueron sólo del 14% en 1995, y en 1990 el promedio de escolaridad fue de tan sólo 2.2 años. ¿Cómo se comparan estas tendencias con las de los niños? Desde 1970, la matrícula escolar y el promedio de años de escolaridad de niñas y niños ha mejorado, pues en general, la escolaridad de las niñas ha aumentado más deprisa que la de los niños. Pero la disparidad por razón de género y el ritmo al que se han cerrado las brechas por sexo, ha variado. Al igual que con los derechos, Asia oriental, América Latina, Europa y Asia central tienen una mayor igualdad de género en la educación. En Europa, Asia central y América Latina, las tasas promedio de matrícula secundaria femenina superan hoy las de los varones, y las mujeres tienen en promedio el 90% de los años de escolaridad de los hombres. Partiendo de Jos nivele s iniciales más bajos en materia de igualdad de género, Asia oriental, África subsahariana, Oriente Medio y el norte de África, han registrado des- censos considerables en las desigualdades por sexo en las matrícula de primaria y se- <) La tasa bruta de matrícula y la matrícula total en un nivel escolar específico. ex presada como porcentaje de la pohlación ofic ial en edad escolar. correspondiente al mismo nivel de educación en un año esco lar dado (sin tene r en cuenta la edad de los alumnos). pued e ser superior a 100 porque el numerador. a diferenc ia del denominador. no está limit ado a los jóvenes de una edad dada. El ingreso prematuro a la escuela y la repet i- ción de cursos son algunas de las razones por las que el numerador puede incluir jó venes fuera de su adec uado rango de edad. D ESIGUALDAD DE GÉNERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI 13 Gráfico 1.2 A PESAR DE LAS MEJORAS, EN ALGUNAS REGIONES PERSISTEN LAS DESIGUALDADES EN ESCOLARIDAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES Matrícula primaria bruta femenina Matrícula primaria bruta Relación de feminidad 120 -,----------------, 1,1 -,--- - - - - - - - - - - ---, - - -- - - - 100 0,9 80 % 60 0,7 40 /' 20 0,5 +---,-----,-------l 1970 1980 1990 1995 1970 1980 1990 1995 Matrícula secundaria bruta femenina Matrícula secundaria bruta Relación de feminidad 120 -,--- - - - - - - - - - - - --, 1,2 -,----------------, - -- -- 1,0 80 % 0,8 .-'- 0,6 1970 1980 1~90 1995 1970 1980 1990 1995 Escolaridad femenina Promedio de años de escolaridad Relación de feminidad 10 1,0 ~~~~;;;;;;~~ 8 - -- 0,8 oen 6 ,e 0,6 « 4 0,4 ------------- 2 O 0,2 +------,--------l 1970 1980 1990 1970 1980 1990 --AsiaorientalyelPacífico --AméricaLatinayelCaribe - - - Asia meridional - - - OCDE --EuropayAsiacentral --OrienteMedioynortedeÁfrica _ .<_. África subsahariana Nota: Véans e notas generales y países incluidos en el apéndice 1, y la definición de las variables en el glosario, Fuente: Datos de años de escolaridad de Barro y Lee (1994); ponderación de la población del Banco Mundial (199 9d), 14 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO cundaria entre 1970 y 1995. Asia meridional, sin embargo, continúa teniendo la mayor desigualdad entre mujeres y hombres en la educación. Las mujeres de Asia meridional, en promedio, cuentan sólo con la mitad de años de escolaridad que los hombres, y las tasas de matrícula femenina a nivel secundaria sólo alcanzan dos tercios de las de los varones. Asimismo, Asia meridional tiene las mayores desigualdades entre mujeres y hombres en educación, en comparación con otras regiones en desarrollo, donde los niveles de educación femenina en términos absolutos son más bajos (Filmer, King y Pritchett 1998). . En el África subsahariana la igualdad entre mujeres y hombres en las tasas de ma- trícula ha aumentado, aunque las mejoras a nivel primaria entre 1980 y 1990 se debie- ron más a descensos absolutos en las tasas de matrícula masculina que a mejoras en las tasas de matrícula femenina. Por otra parte, en contraste con Asia meridional, Oriente Medio y el norte de África, entre 1970 y 1990, el África subsahariana no tuvo ningún progreso en disminuir la brecha por sexo en el promedio de años de escolaridad. Así, pues, aun cuando a partir de 1970 ha habido una clara tendencia hacia la igual- dad entre mujeres y hombres en la educación, los avances han sido lentos y desiguales para las regiones más pobres. Cerrar la brecha entre mujeres y hombres en la educación, y hacerlo más rápidamente, representa aún un reto importante para el desarrollo y para los responsables de las políticas, especialmente en Asia meridional, África subsahariana y algunos paíse s de Oriente Medio y el norte de África. Los retos son particularmente importantes a medida que el mundo transita hacia la era de la información, donde la producción intensiva de conocimiento sustituye los modelos tradicionales de produc- ción. La actividad económica intensiva en conocimientos requiere que desde la educa- ción básica se desarrollen habilidades flexibles. Quienes carezcan del acceso a la educación básica probablemente estarán excluidos de las nuevas oportunidades. Y en aquellos lugares donde persistan las brechas en educación entre mujeres y hombres, las mujeres correrán un riesgo cada vez mayor de quedarse rezagadas en su capacidad de participar en el desarrollo con respecto a los hombres. Salud. La buena salud es crucial para el bienestar y, al igual que la educación, es un importante recurso que hace posible que la gente participe y disfrute del desarrollo. Entre los pocos indicadores de salud desagregados por sexo que se encuentran disponi- bles en un gran número de países , sobresalen, sin duda, la esperanza de vida al nacer y la carga de las enfermedades. Las diferencias entre mujeres y hombres en la esperanza de vida al nacer revelan los efectos de la desigualdad por sexo en las tasas de mortalidad infantil y adulta, predominando la mortalidad en la primera infancia. Las diferencias por sexo en la esperanza de vida y en la carga de las enfermedades, reflejan parcialmen- te las diferencias biológicas, pero también reflejan importantes diferencias en los roles de género y en el trato diferenciado que la sociedad da a mujeres y hombres. Esta sección examina también las evidencias sobre violencia de género y el vni/sida. Aun cuando se dispone de pocos datos sobre estos temas, ambos tienen aspectos que DESIGUALDAD DE GÉNERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI 15 afectan crucialmente el bienestar de hombres y mujeres y su capacidad para participar en el desarrollo. Esperanza de vida y mortalidad. En las regiones en desarrollo, la esperanza de vida al nacer se ha elevado considerablemente en las últimas décadas, tanto para los hombres como para las mujeres. Mejores dietas, agua potable y el control de las enfermedades transmisibles han mejorado la salud y la longevidad en gran parte del mundo. Desde 1970, la esperanza de vida promedio ha aumentado en al menos 15 años en Oriente Medio, norte de África y Asia meridional. La esperanza de vida por regiones también ha ido convergiendo, excepto en el África subsahariana, donde las mejoras han sido más lentas. Las mujeres tienden a vivir más tiempo que los hombres, en parte debido a las dife- rencias biológicas. La investigación médica muestra que en todas las sociedades hay más fetos masculinos abortados espontáneamente o muertos al nacer; y en la mayoría de las sociedades, las tasas de mortalidad masculinas son más altas durante los seis primeros meses de vida (Waldron 1986). Estas tendencias se originan en las estructuras cromosómicas de los niños, debido a que sus pulmones maduran más lentamente por los efectos de la testosterona. Más adelante en la vida de las mujeres aparece otra ven- taja biológica: sus hormonas las protegen de las enfermedades isquémicas del corazón, al menos hasta la menopausia. Dada esta ventaja biológica, en ausencia de carencias y discriminaciones, la esperanza de vida de las mujeres superará generalmente a la de los hombres. Donde la esperanza de vida es igual para las mujeres y los hombres, o donde se espera que los hombres vivan más que las mujeres, estos resultados reflejan una varie- dad de factores sociales que operan en contra de las mujeres y las niñas. Las desigualda- des de género en nutrición y atención médica que favorecen a los hombres, los embarazos frecuentes y complicados, y la asistencia prenatal y obstétrica inadecuada, pueden redu- cir la esperanza de vida de las mujeres con respecto a la de los hombres. Por el contra- rio, los factores sociales y ambientales que acentúan los roles masculinos, pueden ampliar la ventaja biológica de las mujeres en la esperanza de vida. Por ejemplo, la incidencia de las muertes prematuras entre los hombres por enfermedades cardíacas refleja no solamente su mayor vulnerabilidad biológica, sino también los efectos de una mayor tensión nerviosa relacionada con el trabajo, mayores tasas de uso del tabaco y una ma- yor exposición a carcinógenos en el lugar de trabajo (OMS 1998). En 1990, la esperanza de vida de las mujeres superaba la esperanza de vida de los varones en todas las regiones en desarrollo (gráfico 1.3). De 1970 a 1997, las mejoras más notorias en la esperanza de vida de las mujeres en términos relativos tuvieron lugar en Asia meridional, aunque esa región comenzó con una desventaja femenina. Y a pesar de estas mejoras, en Asia meridional, la relación de feminidad en la esperanza de vida sigue siendo la más baja del mundo. Otras regiones han experimentado ligeros incre- mentos o pocos cambios en este índice entre 1970 y 1997. Pero en el África subsahariana el índice descendió: aun cuando la esperanza de vida femenina subió, la masculina 16 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉN EROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO creció aún más. En Europa y Asia central, la relaci ón de feminidad en la e~peranza de vida ha cambi ado poco, con un pequeño aumento provocado no por el incremento abso- luto de la esperanza de vida femenina. sino por el descenso de la esperanza de vida masculina. Dada las ventajas biológicas de las mujeres desde el nacimiento, sería de esperar que las tasas de mort alidad masculina fueran más altas que las femeninas. Así, el índice de masculinidad en un país es un primer indicador de la discriminación de género. Diver- sos estudios recientes estiman que, como consecuencia de un exceso en la mortalidad femenina en Asia (principalmente en China, República de Corea e India) y, en menor grado, en Oriente Medio y el norte de África, hay un gran número de niñas y mujeres que "están faltando" en el mundo. Si no existiera la discrimin ación de género, hoy vivirían entre 60 y 100 millone s de mujeres más en el mund o (Sen 1989, 1992; Coal e 1991; Klasen 1994). Estos cálculos se obtienen al comparar el índice de masculinidad real con el índice que existiría teóricamente en ausencia de la discriminación de género . Gran parte de este sesgo entre mujeres y hombres parece concentrarse entre los gru- pos de edad más jóvene s. En India, las diferencias entre niños y niñas en el consumo de alimentos ayudan a explicar una mayor mortalidad femenina. Un estudio comprobó que las niñas no sólo reciben menos alimentos, sino alimentos de menor calidad (Das Gupta 1987). Un menor acceso al cuidado de la salud , particularmente entre las niñas nacidas después de varios hermanos y hermanas y las niñas nacidas en el seno de familias rura- les, es otra razón de que "falten" un gran número de mujeres (Quibiria 1995; Das Gupta 1987). La discriminación contra las niñas se puede ver afectada no sólo por las preferencias culturales, factores institucionales y consideraciones económicas, sino también por la política pública. En países en desarrollo como Sri Lanka, el índice de masculinidad ha descendido considerablemente durante las tres últimas décadas, gracias a la provisión pública de atención a la salud, educación y alimentación, redu ciendo la tendencia fami- liar a discriminar a las hijas (Bardhan y Kla sen 1998). Pero en China, el índice de masculinidad al nacer se ha incrementado a partir de los años sesenta - subiendo de 1,07 en 1980 a l ,14 en 1993- debido al descenso en los servicios de salud subsidiados y a la política del hijo único (Li y Zhang 1998). Esta política ha llevado a los padre s, quiene s con frecu encia prefieren un hijo varón, a abandonar a las niñas , elegir abortos selectivos por el sexo del feto o desatender a las hijas (Banister y Coale 1994). Globalmente, el número de mujeres que faltan aum entará si continúan las actuales tendencias en el ex- ceso de la mort alidad femenina, especialmente en China (Banco Mundial 1993; Bardh an y Klasen 1998). Carga de enfermedad, Más allá de las diferen cias brutas en las tasas de mortalidad y en la esperanza de vida , las causas de enfermedad y muerte difieren por sexo. Un estudio de la Organi zación Mundial de la Salud (OMS) estima los Años de Vida Ajustados a la Discapacid ad (Disability-Adj usted Lije Years, DALYS) perdidos por mujeres y hombres en los países desarrollados y en desarrollo por diversas causas (Murray y López 1996). DESIGUALDAD DE GÉNE RO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI 17 Gráfico 1.3 LAS MUJERES SOBREVIVEN ACTUALMENTE A LOS HOMBRES EN TODAS LAS REGIONES Esperanza de vida femenina Esperanza de vida Años Relación de feminidad 85 -,-------------, 1,15 ------------- --------- 75 1,10 - 1- - -- 65 1,05 - p::=-- 1,00 - 55 ------------ f-- 45 +..c..:::..__,--__-., --j 0,95 1970 1980 1990 1997 1970 1980 1990 1997 --AsiaorientalyelPacífico --AméricaLatinayelCaribe - - - Asia meridiona l - - - o eDE __ EuropayAsiacentral --OrienteMedioynortedeÁfrica -,,-- África subsahariana Nota : Véanse notas generales y paises incluidos en el apéndice 1, y definiciones de variables en el glosario, Fuente: Banco Mundial (1999c). Los DALYS expresan los años de vida perdidos por muerte prematura y los años vividos con discapacidad, ajustados de acuerdo con la gravedad de dicha disca pacidad10. Aun- que las 10 causas más importantes de DALy son similares para niños y niñas menores de 5 años, existen diferencias notables entre hombres y mujeres cuyas edades están com- prendidas entre los 15 y 44 años (tabla l.l ). El consumo de alcohol, los accidentes de tránsito y la violencia representan en conjunto alrededor del 27% de los DAL YS para hombres en los países desarrollados y el 16% en los países en desarrollo. Ninguna de estas tres causas figuran entre las 10 principales causas para las mujeres en los países en desarrollo, aunque los accidentes de tránsito y el consumo de alcohol están en la lista de las mujeres en los países desarrollados, representando el 80% de sus DALvs. Tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo, las mujeres pier- den más DALYS por enfermedades transmitidas sexualmente (específicamente clamidiasis) que los hombres. La sepsis maternal y el aborto figuran entre las 10 causas principales de DALYS para las mujeres en los países en desarrollo, pero no para las mujeres en los países desarrollados, para quienes el cuidado a la salud materna probablemente sea más asequible. En realidad, la mortalidad materna varía considerablemente en las regiones desarrolladas y en desarrollo. Mientras el promedio de las tasas de mortalidad materna 10 Veanse los detalles sobre la metodología para calcu lar DALYS. en Murray y Lópe z ( 1996) . 18 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Tabla 1.1 LAS DIEZ CAUSAS PRINCIPALES DE AÑOS DE VIDA PERDIDOS POR MUJERES Y HOMBRES ENTRE 15 Y 44 AÑOS, 1990, AJUSTADOS A LA DISCAPACIDAD Mujeres Hombres Enfermedad o daños Porcentaje Enfermedades o daños Porcentaje del total del total Regiones en desarrollo Regiones en desarrollo Depresión mayor unipolar 12,8 Depresión mayor unipolar 7,0 Tuberculosis 4,9 Accidentes de tránsito 6,3 Anemia por carencia de hierro 4,0 Tuberculosis 6,0 Daños autoinfligidos 3,7 Violencia 5,5 Accidentes laborales 3,4 Consumo de alcohol 4,7 Clamidiasis 3,0 Guerra 4,1 Trastorno bipolar 3,0 Trastorno bipolar 3,1 Sepsis maternal 2,9 Daños autoinflig idos 3,0 Guerra 2,8 Esquizofren ia 2,8 Aborto 2,7 Anemia por carencia de hierro 2,7 Regiones desarrolladas Regiones desarrolladas Depresi ón mayor unipolar 19,8 Consumo de alcohol 12,7 Esquizofrenia 5,9 Accidentes de tránsito 11,3 Accidentes de tránsito 4,6 Depresión mayor unipolar 7,2 Trastorno bipolar 4,5 Daños autoinfligidos 5,6 Trastornos obsesivos-compulsivos 3,8 Esquizofrenia 4,3 Consumo de alcohol 3,2 Consumo de drogas 3,8 Osteoartritis 3,2 Violencia 3,2 Clamidiasis 2,4 Enfermedad isquémica del corazón 3,1 Daños autoinfligidos 2,3 Trastorno bipolar 3,1 Artritis reumatoide 2,2 Sida 2,5 Nota: Para cada trastorno en una determinada población, los años de vida perdidos ajustados a la discapacidad se calculan integrando las pérdidas por muerte prematura (definida como la diferencia entre la edad real de la muerte y la esperanza de vida en esa edad en una población con un índice bajo de mortalidad), y la pérdida de vida saludable como consecuencia de la discapacidad. Fuente: Murray y López (1996). en los países de la OCDE es de 8 muertes por cada 100.000 nacidos vivos y de 49 muertes en Europa Oriental y Asia central, este promedio llega hasta 410 muertes en Asia meri- dional y 571 en el África subsahariana (Unicef 1999a). Las diferencias en la carga de las enfermedades para hombres y mujeres se traducen en diferencias de género en la esperanza y calidad de vida, que no son reflejadas por las cifras convencionales de esperanza de vida. Aun cuando no hay una medida perfecta para sintetizar la salud de una población, un nuevo estudio de la OMS calcula una medi- da de esperanza de vida que ajusta el impacto de la enfermedad y de la discapacidad D ESIGUALDAD DE GÉNERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI 19 (OMS 2000)11. La medida indica que las mujeres tienden a perder más años de vida sana por discapacidad que los hombres. Así, cuando se tienen en cuenta las diferencias de género en el impacto de la enfermedad y discapacidad, la ventaja femenina en la espe- ranza de vida tiende a ser menor que lo que sugerirían los datos de la esperanza normal de vida. Violencia. Las mujeres se enfrentan a riesgos de salud específicos a su sexo que las fuentes de datos tradicionales no pueden reflejar. Por ejemplo, las mujeres son particu- larmente susceptibles a sufrir violencia de género y a los abusos domésticos. Los resul- tados de más de 50 encuestas de todo el mundo, estiman que entre el 16% y el 50% de las mujeres han sido víctimas de violencia física alguna vez en su vida. El mayor riesgo de la violencia por razón de género proviene no de los extraños, sino de los cónyuges y otros varones en la familia (Heise, Elsberg y Gottemoeller 1999). El abuso íntimo de la pareja está relacionado con normas sociales que otorgan a los hombres el control sobre el comportamiento de las mujeres y que aceptan la violencia como un medio para ejer- cer el poder en las relaciones o para resolver un conflicto. También está relacionado con la pobreza, el desempleo masculino y el control patriarc al de los recursos financieros y la toma de decisiones al interior del hogar. La violencia relacionada con el género tiene efectos directos sobre la salud física y emocional así como sobre el bienestar de las mujeres, pero también tiene importantes impactos indirectos. Por ejemplo, las mujeres con un historial de abusos físicos o sexuales se enfrentan a mayores riesgos de trastornos ginecológicos, embarazos no deseados, abortos peligrosos, infecciones de transmisión sexual y embarazos con resultados ad- versos, como son las complicaciones del embarazo, el aborto espontáneo, los partos donde el recién nacido tiene bajo peso y las enfermedades pélvicas inflamatorias (Heise, Elsberg y Gottemoeller 1999). vtn/sida. Aun cuando no se refleja en la tabla 1.1, el sida se ha convertido en un asunto crucial en los países en desarrollo. El programa de las Naciones Unidas para el sida estimó que a finales de 1999 más de 33 millones de personas en todo el mundo estaban infectadas con el VIH y que más de 16 millones habían muerto ya (Unaids 1999). Más del 95% de todas las infecciones de VIH entre los adultos se dan en las econom ías en desarrollo y de transición. Los países del África subsahariana tienen las tasas más altas de infección, mientras que los países asiáticos y de Europa oriental tienen las tasas más altas de crecimiento de la infección. 11 El indicador de la esperanza de vida ajustada a la discapacidad (DALE) refleja la proporción de la población que sobrevive en cada edad. calculada por las tasas de nacimiento y mortalidad. la preponderancia de cada tipo de discapacidad en cada edad y la ponderación asignada a cada tipo de discapacidad. que puede o no variar con la edad. La supervivencia en cada edad se ajusta después hacia abajo por la suma de todos los efectos de discapacidad. con objeto de obtener un valor de espera nza de vida al nacer que tenga en cuenta la discapacidad. Véanse más detalles en OMS (2000). 20 H ACIA LA INTEGRACiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO A pesar de los recientes avances médicos en el tratamiento del sida, las personas infectadas con el VIH en el mundo en desarrollo casi siempre contraen el sida entre los 2 y 20 años y, de ser afectadas por el VIH, mueren de enfermedades oportunistas un año después. El hecho de que en 1990, en los países en desarrollo, el VIH fuera responsable de aproximadamente el 9% de las muertes de adultos por enfermedades infecciosas, lleva a suponer que el VIH será la causa directa o indirecta de más de la mitad de estas muertes en el año 2020 (Banco Mundial 1999a). En varios países, el sida ha reducido ya la esperanza de vida en más de 10 años, invirtiendo las ganancias sustanciales que se habían obtenido desde 1950. En muchos países, la epidemia del sida se propagará rápidamente en la próxima década hasta llegar a infectar a una de cada cuatro mujeres y a uno de cada cinco hom- bres, como actualmente es el caso en varios países del África subsahariana. El sida se puede transmitir sólo mediante el sexo sin protección, la sangre (por transfusión o com- partir jeringas contaminadas), o de madre a hijo. Aunque las epidemias nacionales co- mienzan frecuentemente entre los grupos de consumidores de drogas por vía intravenosa o entre sexo-servidores, éstas se propagan a las parejas sexuales de los consumidores de drogas o de los sexo-servidores, y también de las madres infectadas a sus hijos. Las tasas de infección son, con frecuencia, más altas en las mujeres que en los hombres por tres razones: tres cuartas partes de todas las transmisiones sexuales fuera de los países desarrollados son heterosexual es, la mayoría de los sexo-servidores son mujeres, y la probabilidad de contagio del VIH de hombres a mujeres es mayor. En el África subsahariana el 55% de los 22 millones de personas adultas infectadas son mujeres. Y entre las personas de 15 a 19 años, hay cuatro o cinco mujeres jóvenes infectadas por cada hombre joven infectado (Unaids 1999). Como se indica en el capítulo 2, las de- sigualdades de género en el poder y el control de los recursos contribuyen a propagar el VIH en todo el mundo. Debido a una combinación de factores biológicos, sociales y culturales, mujeres y hombres tienen diferentes causas de enfermedad y muerte, por lo que mejorar la salud de ambos requiere tomar en cuenta no solamente los aspectos biológicos de diagnóstico y tratamiento, sino también los factores sociales que promueven o reducen la buena salud. La comunidad científica y médica, así como los responsables de las políticas, están empezando a darse cuenta de la importancia de este enfoque más integral. Activos productivos: tierras, infonnaci án, tecnología y recursos financieros. Las de- sigualdades por razón de género en el acceso y control de activos productivos, como tierras, información, tecnología y capital financiero, dificultan la capacidad de las mu- jeres para participar y beneficiarse de las oportunidades que ofrece el desarrollo. Si bien no se dispone de datos confiables por país y sexo sobre el acceso a los recursos produc- tivos, se ha documentado ampli amente el hecho de que, en general, las mujeres poseen menos activos que los hombres y tienen un menor acceso al crédito, a otros factores intermedios de producción y a los servicios de extensión agrícola. DESIGUALDAD DE GÉNERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI 21 Según las encuestas de hogares en Bangladesh, Etiopía, Indonesia y Sudáfrica, las mujeres aportan muchos menos activos cuando se casan (Quisumbing y Maluccio 1999). En Bangladesh, los activos que aportaron los hombres al casarse en 1996, eran en pro- medio 82.000 taka, mientras que los de las mujeres eran de sólo unos 6.500 taka ". En Etiopía, los activos totales, incluidos ganado y tierras, aportados por los hombres al casarse en 1997 eran, en promedio, 4.200 birr, los de las mujeres eran inferiores a 1.000 birr. Estas asimetrías en la propiedad de los activos son constantes durante todo el ciclo de vida, y son un claro reflejo de las desigualdades que existen en el matrimonio, y afectan la autonomía de las mujeres, su capacidad para influir en las decisiones del hogar y su situación económica. En muchos países en desarrollo, los títulos de propiedad de las tierras son, la mayo- ría de las veces, conferidos a los hombres. En muchas partes del África subsahariana, las mujeres obtienen los derechos sobre las tierras a través del matrimonio, pero estos derechos sólo se aseguran mientras dura éste (Gary y Kevane 1996). Las mujeres divor- ciadas o viudas pierden el control sobre sus tierras (y otros activos productivos). Y cuando las mujeres poseen tierras , sus parcelas son típicamente más pequeñas que las de los hombres (Kumar 1994). Aun cuando los hogares encabezados por mujeres representan aproximadamente un tercio de todos los hogares de Zambia, están subrepresentados entre las fincas grandes, siendo propiedad de las mujeres solamente una cuarta parte de las fincas con más de dos hectáreas. En Nigeria, las fincas encabezadas por mujeres tienen solamente un tercio del tamaño de las fincas encabezadas por varones (0,8 hectáreas comparadas con 2,4 hectáreas) y generalmente son tierras de inferior calidad (Saito Mekonnen y Spurling 1994). Incluso cuando hombres y mujeres del mismo hogar cultivan parcelas separadas, como ocurre en gran parte de África, las mujeres controlan con frecuencia parcelas más pequeñas (Udry 1996). En América Latina, Asia meridional y Asia oriental se pueden encontrar modelos similares de tenencia de la tierra (Deer y Leon 1997; Agarwal 1994). Las fincas dirigidas por mujeres, y en general las empresas dirigidas por mujeres, están menos capitalizadas que las dirigidas por varones. En Kenya, los hogares encabe- zados por mujeres poseen menos de la mitad del equipo agrícola que los hogares enca- bezados por varones (Saito, Mekonnen y Spurling 1994). Datos de las encuestas muestran que el 92% de las mujeres solamente utilizan métodos manuales de cultivo, mientras que el 38% de los hombres usan tecnología mecanizada o bueyes. En Malawi, las fincas que son propiedad de los hogares encabezados por mujeres utilizan sólo la mitad de fertilizantes que las fincas que pertenecen a hogares encabezados por varones (Due y Gladwin 1991). En Burkina Faso, cuando un hogar cultiva la misma cosecha, las parce- las administradas por varones reciben considerablemente más fertilizantes y mano de obra por hectárea que las parcelas administradas por mujeres (Udry 1996). Entre las 12 Los cálculos del personal del Banco Mundial se basaron en datos de una encuesta de hogares nacional y representativa en el Bangladesh rural en 1991/92 (véanse descripciones de los datos en Khandker 1998 y Pitt y Kahndker 1998). 22 HACIA LA INTEGRACiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO personas que poseen empresas no agrarias en Vietnam, las mujeres ganan menos que los hombres. Y esto no se debe a su nivel de escolaridad, edad o a la región en que habitan, sino a que tienen menos bienes de capital, poseen menos reservas de capital, trabajan en industrias de bajos ingresos y reciben menos capacitación para sus oficios (Vijverberg 1998). Las mujeres agricultoras reciben generalmente menos apoyo técnico por parte de los servicios de asesoría agraria (Quisumbing 1994; Chi y otros 1998). Datos de varios países subsaharianos de los años ochenta muestran que los agentes que ofrecen asesoría agraria visitaron entre el 12 y el 70% de los hogares encabezados por hombres, pero solamente entre el 9 y el 58% de los hogares encabezados por mujeres (Quisumbing 1994). Las mujeres agricultoras tienen menor acceso a estos servicios porque tienen menos educación y fincas más pequeñas, y porque los agentes que ofrecen asesoría agraria, la mayoría de ellos hombres, tienden a prestar sus servicios a fincas en las que están presentes los varones (Staudt 1978). En África, solamente el 7% del personal de campo que ofrecen asesoría agraria son mujeres (Quisumbing 1994). Igualmente, un reciente estudio sobre el impacto de la capacitación sobre el control de plagas entre los agricultores arroceros en Vietnam, muestra que mientras el 55% de los agricultores varones consultó a los agentes del servicio asesoría agraria, solamente el 23% de las mujeres agricultoras lo hizo (Chi y otros 1998). Con algunas excepciones específicas (consecuencia de las recientes iniciativas microempresariales) las mujeres continúan teniendo un acceso más limitado que los hombres a los servicios financieros. Se estima que en África las mujeres reciben menos del 10% del crédito destinado a los pequeños agricultores y el 1% del crédito total para el sector agrario (UNDP 1995). Una razón importante de esto, es que son pocas las muje- res que poseen tierras, y la propiedad es una forma importante de garantía para asegurar los préstamos . Además, las mujeres cuentan con redes sociales y comerciales más pe- queñas, las cuales podrían facilitarles el acceso a los servicios financieros. El tener menos "capital para tejer redes sociales" explica por qué las mujeres empresarias de Kenya y Zimbabwe tienen un acceso más reducido a las fuentes de créditos en relación con los hombres empresarios con características similares (Fafchamps 2000). Y cuando las mujeres empresarias obtienen un crédito, sus préstamos suelen ser más pequeños (Saito, Mekonnen y Spurling 1994; Vijverberg 1998; Sánchez 1998). Empleos e ingresos. Históricamente, los hombres han tenido mayores tasas de partici- pación en la fuerza de trabajo que las mujeres , un patrón que continúa actualmente. Pero la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo varía considerablemente en las regiones en desarrollo, pasando de un 25% en Oriente Medio y norte de África hasta un 45% en Europa, Asia central, el este de Asia y el Pacífico (gráfico lA). Las tenden- cias regionales también varían. Entre 1970 y 1995, la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo aumentó ligeramente en Oriente Medio, norte de África, Asia oriental y el Pacífico, y considerablemente en América Latina y el Caribe. En el África DESIGUALDAD DE GÉNERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI 23 Gráfico 1.4 LAS TENDENCIAS DE LA OFERTA LABORAL FEMENINA VARíAN ENTRE LAS REGIONES Participaciónfemeninaen la manodeobratotal 50 -,-------------, --- 40 ----~ "-"- ;;;" "':" ---~' --AsiaorientalyelPacífico Europa y Asiacentral --AméricaLatinayelCaribe % 30 --OrienteMedioynortedeÁfrica - - - Asiameridional 20 _ .._ . Áfricasubsahariana - - - OCDE 10 -+-----,-----.-----l 1970 1980 1990 1995 Fuente: Banco Mundial (1999d). subsahariana, las tasas de participación femenina en términos relativos fueron estables, pero en Asia meridional, Europa y Asia central descendieron ligeramente" . En la fuerza laboral, hombres y mujeres normalmente realizan tareas diferentes y trabajan en distintos sectores. Por ejemplo, en todo el mundo, las mujeres constituyen la gran mayoría de los trabajadores de producción en el sector del vestido. En los países desarrollados y en desarro llo, persiste una segregación ocupacional por sexo, donde las mujeres continúan subrepresentadas en los puestos de trabajo mejor pagados del sector formal y sobrerrepresentadas en los sectores informales y no asalariados de la econo- mía. Además, el empleo femenino es, en promedio, menos estable que el masculino, y con mayor frecuencia las mujeres se encuentran en el trabajo subcontratado, temporal o casual , o en el trabajo que se realiza en casa. Una medida de segregación ocupacional por sexo divide la proporción de todas las mujeres empleadas en una ocupación particular entre la proporción de todos los hom- bres empleados en esa ocupación. Así, un coeficiente superior a uno indica que las mujeres están sobrerrepresentadas y un coeficiente inferior a uno que las mujeres están subrepresentadas. Cuando esta relación de feminidad se construye utilizando datos de países desarro llados y en desarrollo, surgen varias dimensiones de segregación ocupa- cional (gráfico I.S). Por ejemp lo, las mujeres están sobre-representadas en ocupaciones de servicios, empleos profesionales y técnicos y puestos de trabajo de oficina y de ven- 13 Particularmente en los países menos desarrollados. las estadísticas sobre la fuerza laboral tienden a subestimar la participación de las mujeres en las actividades económicas. Algunas de las diferenci as por sexo en las mediciones de participación en la fuerza laboral surgen porque gran parte del trabajo femenino tiene lugar en el hogar y no es capturado por los datos de la fuerza laboral. 24 H ACIA LA INTEGR ACIOi'i DE GENEROS EN EL DESARROLLO ECON(¡ \ IICO Gráfico 1.5 LAS MUJERES Y LOS HOMBRES TIENEN DIFERENTES OCUPACIONES Relación de feminidad 4--.-- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - ---, 3 2 o Profesionales Admi nis- De oficina Ventas Servicios Producción y trativas y técnicas directivas 11I Países desarrollados o Países en desarrollo Not a: Véanse los países incluidos y años en el apéndice 1, Y la definición de la relación de feminidad de representación ocupacional en el glosario, Fuente: Basado en datos de Anker (1998). tas, tanto en las regiones desarrolladas como en las regiones en desarrollo. Y los hom- bres están fuertemente sobrerrepresentados en los puestos de trabajo de producción, así como en los cargos administrativos y empresariales mejor pagados. Aparentemente, ha habido un descenso en el empleo y en la segregación ocupacio- nal por sexo en las últimas décadas. Por ejemplo, un reciente estudio realizado por Tzannatos (1999) examina una medida de "desigualdad de empleo" llamada índice Duncan y analiza los cambios que se han dado entre 1950-60 y 1980-9014· El estudio 14 El índice Duncan es una medida de "disimilitud en el empleo" que se puede usar para analizar las diferencias en el empleo entre dos grupos cualquiera de los de trabajadores (Duncan y Duncan 1955). El índice varía entre O y l. indicando el Odistribuc iones idéntic as de trabajadores por sectores o catego rías ocupacionales. y el 1 una completa desigualdad en las distribucione s de trabaj adores por sectores o categorías ocupacionales. Entre lo, años 1950-1960 y 1980-1990. la desigua ldad medida por el índice Duncan en los sectores de empleo entre todos los trahajadores y trahajadoras. descendió en todo el mundo de 0.3458 a 0.3058. La desigualdad en la distrih ución sectorial de asalariados y asalariadas descendi ó más rápido que entre todos los trabaj adores y trahaj adoras: de 0.3948 a 0.3097 . La desigualdad ocup acional entre todos los trahajadores y trabajadora s no mostró esenc ialmente ningún cambi o durante el periodo. El índice Duncan para los años 1950-1960 fue de 0.3860. mientras que el índice para los años 1980-1990 fue de 0.3804 . Pero los trahajadores y trabajadoras asalariados experimentaron cierta convergencia en los perfiles ocupacionales. descendi endo el índice Duncan de 0.4421 a 0,4030 durante el periodo (Tzannatos 1999). DESIGUALDADDE GÉNERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI 25 encuentra una ligera convergencia entre los perfiles de empleo masculino y femenino en los sectores industriales, con una convergencia más rápida en el empleo asalariado que en los trabajadores por cuenta propia o el trabajo familiar. También hay cierta evi- dencia de convergencia en los perfiles ocupacionales entre los empleos asalariados masculinos y femeninos, pero hay poca evidencia de esta convergencia entre los traba- jadores por cuenta propia y los trabajadores en la familia. En los países en desarrollo, incluso con los recientes incrementos en la educación y en la experiencia laboral de las mujeres en términos relativos , la segregación ocupacional sigue siendo una característi- ca destacada de los mercados de trabajo. Las mujeres también continúan ganando menos que los hombres. Recientes estudios empíricos de 71 países indican que, en promedio, en los países desarrollados las muje- res ganan el 77% de lo que ganan los hombres, y en los países en desarrollo el 73% (tabla 1.2)15. Estos promedios, procedentes de las últimas estimaciones disponibles para estos países, ocultan una amplia variación entre países. Entre los países desarrollados, por ejemplo, la relación de feminidad en los ingresos varía de un 43% en Japón (1993- 94) hasta un 87% en Dinamarca (1995); entre los países en desarrollo, varía de un 43% en Nicaragua (1991) hasta un 90% en Tailandia (1989) Y un 101% en Chile (1996) . Aunque la mayoría de estos estudios no miden la relación de ingresos por sexo para grupos de trabajadores que son exactamente comparables en el tiempo, la evidencia de varios países de Asia, América Latina, África subsahariana y de la OCDE sugiere que los ingresos de las mujeres tienden a aumentar con respecto a los de los hombres (Apén- dice 3). Pero el comparar un índice no ajustados de los ingresos de mujeres y hombres puede ser engañoso por tres razones. En primer lugar, los datos de los ingresos (o salarios) promedio generalmente utilizados para calcular el índice, no han sido ajustados a las características de los trabajadores, como educación, experiencia de trabajo y formación profesional. Mientras las mujeres y los hombres tengan diferentes niveles de educación o experiencia, las índices no ajustados no estarán comparando ingresos por tipos simila- res de trabajadores. En segundo lugar, los datos sobre ingresos (o salarios) reflejan diferencias en ocupaciones y, como se mostró previamente, las mujeres y los hombres tienden a concentrarse en diferentes ocupaciones. Y en tercer lugar, las cifras de los ingresos muchas veces reflejan las diferencias en horas trabajadas, puesto que una pro- porción mayor de hombres que de mujeres trabajan tiempo completo. Dado que las mujeres trabajan menos horas remuneradas al mes que los hombres, una comparación de los ingresos mensuales de mujeres y hombres indicaría unos ingresos más bajos para las mujeres en términos relativos, que lo que mostraría una comparación de salarios por hora. Cuanto mayor es la diferencia por sexo en las horas de trabajo remuneradas, más 15 La encuesta examinó la evidencia de 19 países desarrollados y de 42 países en desarrollo y con economías de transición. Véase una lista de los estudios y datos sobre la relación de feminidad en los ingresos en el apéndice 3. 26 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Tabla 1.2 INGRESOS COMPARADOS DE MUJERES Y HOMBRES Relación de feminidad Diferencia Parte de diferencia en los ingresos por sexo sin explicar Países desarrollados (n =19) 0,77 0,23 80,4 Países en desarrollo (n = 42) 0,73 0,27 82,2 Nota: La diferencia por sexo en ingresos es la diferencia proporcional entre los salarios medios femeninos y mascu linos (1 menos la relación de ingresos mujer/hombre). La parte sin explicar de la diferencia en los ingresos por sexo es la parte no explicada por las caracterís ticas del individuo, como escolaridad y experiencia laboral, y por las características del puesto de trabajo. Véanse los períodos cubiertos en el apéndice 3. Fuente: Varios estudios ; para detalles, véase apéndice 3. baja será la relación de feminidad no ajustada con respecto a los índices que ajustan las diferencias en horas trabajadas. Algunos estudios en países desarrollados y no desarrollados han analizado los sala- rios comparados de mujeres y hombres, neutralizando el efecto de ciertas característi- cas del trabajador como la educación y la experiencia. Usualmente descomponen la diferencia por sexo en los salarios observados para separar el efecto de la discri mina- ción de otros factores. En la Rep ública de Corea, los salarios de las mujeres son el 51% de los de los hombres, pudiéndose exp licar la mitad de la diferencia por las distintas características de los trabajadores (Horton 1996). En Brasil, las mujeres ganan el 70% de lo que ganan los hombres, pero solamente el 10% de esta diferencia se debe a dife- rencias en características medibles (Psacharopoulos y Tzannatos 1992) . En Dinamarca, Francia, Alemania y el Reino Unido, las diferencias en las características del capital humano observadas representan entre el 20% y el 30% de la brec ha en los ingresos, y en Portuga l y España incluso menos (Rice 1999). En general, las características de los trabajadores exp lican aproximadamente un tercio, o menos, de las diferencias de los ingresos entre hombres y mujeres en los países en desarrollo. Esto sugiere que aunque la forma en que las fami lias asig nan las inve rsiones en capital humano entre niños y niñas tiene consecuencias directas para las perspectivas de sus hijos en el mercado de trabajo, otras fuerzas importantes entran en juego. , Sólo algunos estudios de países en desarrollo incluyen medidas sobre las caracterís- ticas del puesto de trabajo, normalmente debi do a la falta de datos. Aquellos que los incluyen indican que las diferencias por sexo en las características del empleo afectan en cierto grado los salarios relativos en términos relativos (neutralizando el efecto de las características de los trabajadores), pero el impacto difiere considerablemente entre los países desarrollados y en desarrollo. En los países desarrollados, ajustar la brecha por sexo en los ingresos con la información sobre las características del puesto de traba- jo, reduce considerablemente la proporción de la brec ha que permanece sin explicar, confirmando que, en promedio, los hombres ocupan los puestos de trabajo mejor paga- dos (Rice, 1999, Zabalza y Tzannatos 1985). Los diferentes modelos de empleo expli - DESIGUALDAD DE GÉNERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI 27 can hasta un tercio de las brechas salariales por sexo en algunos países (Tzannatos 1998). Pero la segregación ocupacional parece que representa un porcentaje relativa- mente pequeño de la brecha salarial por sexo en los países en desarrollo. En América Latina parece que las diferencias en los empleos de mujeres y hombres importan poco, o nada, en las diferencias de ingresos". En suma, tanto en los países desarrollados como en desarrollo, las características observadas de los trabajadores y del empleo solamente explican el 20% de la brecha en los ingresos de mujeres y hombres (ver tabla 1.2). El resto de la brecha es resultado de factores que son difíciles de medir directamente, como las diferencias en las capacida- des del trabajador o las diferencias en trato en el mercado de trabajo (discriminación). Voz Un limitado control sobre los recursos productivos y una menor capacidad para generar ingresos, tanto en actividades de autoempleo como en el empleo asalariado, limitan el poder de las mujeres para influir en la asignación de los recursos y en las decisiones sobre qué rubros invertir en el hogar. El tener derechos desiguales, así como una situa- ción socioeconómica más precaria que la de los hombres, también limitan la capacidad de las mujeres para participar en los procesos políticos como agentes activos y para influir en las decisiones tanto al interior de sus comunidades como a nivel nacional. El capítulo 4 discute de qué manera el control sobre los ingresos, los activos y otros recur- sos afecta la voz, la autonomía y el poder de las mujeres en el hogar. Esta sección examina, de manera más general, las desigualdades en la voz de mujeres y hombres en la sociedad, como las que reflejan su participación y representación en la política. En el siglo xx, las mujeres de casi todos los países han obtenido el derecho al voto. La brecha por sexo en el número de votantes se está reduciendo, especialmente en los países donde una alta proporción de la población vota. Pero aun así, todavía existen desigualdades considerables en aquellas formas de participación más activas, como lo son las manifestaciones y los boicoteos. Y las mujeres siguen teniendo menos probabi- lidades de discutir los temas políticos que los hombres, especialmente entre los grupos de mayor edad y los que tienen menos educación (Inglehart 1997). Por otra parte, todavía existen grandes desigualdades entre mujeres y hombres en la participación y representación política en todos los niveles del gobierno, desde los con- sejos locales hasta las asambleas y gabinetes nacionales. Las mujeres siguen amplia- mente subrepresentadas en los cargos de elección popular (gráfico 1.6). Entre 1975 y 1995, en todas las regiones, excepto Asia oriental , el Pacífico, Europa y Asia central, el 16 Ajustar las diferencias por sexo en horas trabajadas tiene un impacto en las estimaciones de relación de femi- nidad en los ingresos. Por ejemplo. Rice (1999) encuentra que en Dinamarc a y Portugal la brecha entre los ingresos de hombres y mujeres es menor que lo que sugieren las cifras de salarios no ajustados, mientras que Alemania tiene una brecha mayor. Sin embargo, al menos la mitad de los países que reportan ingresos por sexo (la mayoría en el mundo en desarrollo) no reportan salarios por hora. Véanse más estimaciones para los países de la OCDE en Blau y Kahn (1992). 28 H ACIA LA INTEGRACiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓM ICO promedio de escaños ocupados por las mujeres fue menor al 10%. En Asia oriental, la participación femenina ha sido continuamente inferior a un 20%. El cambio más radical ha ocurrido en Europa y Asia central, donde los altos niveles de representación femeni- na (en relación con la mayoría del resto del mundo) se desplomaron de manera especta- cular a finales de los años ochenta, desde cerca del 25% a un 7%, como consecuencia del inicio de la transición económica y política17. En las asamb leas locales y regionales, también persisten considerables desigualdades entre hombres y mujeres. Gráfico 1.6 LAS MUJERES ESTÁN AMPLIAMENTE SUBREPRESENTADAS EN LOS PARLAMENTOS Participación de las mujeres en los escaños parlamentarios 30 -,--------------, --AsiaorientalyelPacífico 20 Europa y Asia central % --AméricaLatinayelCaribe --OrienteMedioynortedeÁfrica 10 - - - Asia meridiona l _ .. _. África subsahariana - - - OCDE o -+-----.----.----~ 1975 1985 1990 1995 Nota: Véanse los países incluidos en el apéndice 1. Fuentes: Datos parlamentarios de Wistat (1998); ponderación de las poblaciones del Banco Mundial (1999c). Las mujeres también siguen subrepresentadas en el poder ejecutivo de los gobier- nos. En 1998, en ninguna región en desarrollo las mujeres ocuparon más del 8% de los puestos ministeriales (UNDP 2000). En Oriente Medio y el norte de África, las mujeres ocuparon solamente el 2% de los puestos ministeriales, mientras que é HAsia oriental y el Pacífico llegaron al 4%, y en Asia meridional y el África subsahariana, aproximada- mente al 6%. En América Latina, Europa oriental y Asia central, las mujeres ocupa- ron entre el 7 y el 8% de los puestos ministeriales. La representación femenina en los 17 Dado que la mayoría de los países de Europa oriental no cuentan con datos de series de tiempo. este informe utiliza datos de sólo cinco países: Albania. Bulgaria , Hungría. Polonia y Rumania. El considerab le descenso en la participac ión de las mujeres en el parlamento es atribuido a la abolici ón en Europa oriental de la cuota del 25-33 % para las mujeres (UN 2000). Este descenso en la participación femeni na tuvo lugar precisamente en el momento en que en esos países los parlamentos nacionales comen zaban a desempeñ ar un papel activo en la form ulación de las políticas y la gobernabilidad. DES IGUALDAD DE GÉNERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI 29 puestos subministeriales tiende a ser ligeramente mayor, y en Asia meridional es me- nor" . Es más probable que las mujeres que ocupan cargos ministeriales se encuentren en ministerios de la mujer o de asuntos soc iales y no en los ministerios de eco nomía, hacienda o planificación, que son los ministerios en donde se elabora la política eco- nómica y pres upuestal. A principios del año 2000, de las 466 mujeres ministras en 151 países, 95 (aproximadamente el 21)% ) tenían a su cargo min isterios de la mujer o asuntos sociales, pero solamente 22 (menos del 5';(·) tenían a su cargo mini sterios de hacienda, eco nomía o desarrollo (IPU 1( 00). P ATRONES QUE ADOPTA LA DESIGUALDAD ENl RE MUJERES Y HOMBRES AL INTERIOR DE LAS REGIONES Y DE LOS PAÍSES Destacar las diferencias entre regiones puede ocultar la diversidad al interior de las regio nes y los países. Es crucial reconocer esta diversidad para comprender mejor las dimensiones del desarrollo y para formular políticas de manera más informada. Consi- deremos el África subsahariana y el Asia meridional. En el África subsahariana, las diferencias en las tasas de matrícula por sexo para niños de 6 a 14 años y en la proporción de adolesce ntes de 15 a 19 años de edad que han finalizado el quinto grado, tienden a ser considera blemente mayores en África central y occidental que en el resto de las regiones (Filmer 1999). Y aunque esta tendencia subrre- gional es fuerte, exis ten notables exce pcio nes. Ghana sobresale con sus tasas de ma- trícula y con tasas de eficiencia terminal para el quinto grado con paridad entre chicas y chicos, un patrón similar al observado en África oriental y meridional. Por el contrario, aunque la mayoría de los países en África oriental y meridional tienen una alta igualdad de género en educación básica, en Comores y Mozambique todavía pers isten brechas considerables entre mujeres y hombres en este aspecto, pareciéndose más a los países del África occidental que a sus vecinos. La variación en las desigualdades de género es tambi én considerable en Asia meri- dional, incluso al interior de los países de esta región. Varios estudios que examinan la diversidad dentro de la región, en particular la dicotomía norte-sur de los sistemas de parentesco en India, han encontrado que la autonomía y situación de las mujeres adopta distintos patrones (Dyson y Moore 1983; Basu 1992; Malhotra, Vanne man y Kishor 1995). Quizá como consecuencia de las diferencias en los sistemas de parentesco, las desigualdades de género en educación y salud con frecuencia varían más entre los esta- dos de India y las provincias de Pakistán que entre los países del resto del mundo. Por ejemplo: 18 En Asia mer idional. las mujeres ocupan menos del l 'k de los cargos subministeriales (['"DI' 2000). Co mpárese esto con aprox imadamente el 4% en Oriente Medio y el norte de África. el 6o/r en Asia oriental y el Pacífico. aproximadamente el 8% en el África subsahariana, Europ a oriental y Asia central. y el I YIc· en América Latina y el Caribe. 30 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Una franja a lo largo de los estados del noroeste de India (que se extiende a varias provincias de Pakistán) tiene las mayores desigualdades en las tasas de mortalidad infantil por sexo en el mundo. En comparación con Egipto, el país con mayores diferencias en mortalidad infantil por sexo de cualquier país fuera de Asia meridio- nal, la diferencia es superior a una desviación estándar en los estados de Haryana, Punjab y Uttar Pradesh de India y en la provincias pakistaníes de Beluchistán y Punjab (gráfico 1.7; Filmer, King y Pritchett 1998). Por el contrario, los estados indios de Tamil Nadu y Kerala tienen unas diferencias mucho menores en mortali- dad infantil por sexo que el promedio de los países fuera de Asia meridional. · En cuanto a las tasas de matrícula escolar, las variaciones en las desigualdades entre niños y niñas dentro de India y Pakistán (y por supuesto dentro de Asia meridional) son casi tan grandes como las diferencias entre los países del mundo. Aunque Asia meridional tiene las mayores brechas entre niñas y niños en matrículas escolares, Sri Lanka ha cerrado esta brecha en educación básica. Por otra parte, India tiene estados sin ninguna diferencia por sexo (Kerala), y estados en los que las niñas tienen sola- mente la mitad de probabilidad de asistir a la escuela que los niños (Rajasthán). En Pakistán, la brecha entre niños y niñas es dos veces mayor en Beluchistán que en el Punjab. G ÉNERO y POBREZA ¿Hasta qué punto las desigualdades de género se relacionan con la pobreza? ¿Las de- sigualdades de género son más graves entre las personas que viven en pobreza que entre las que no? ¿Las desigualdades que aún persisten en derechos, recursos y participación se traducen en que mujeres y hombres sufran la pobreza de manera diferente ? ¿Existen de- terminados grupos de mujeres (u hombres) con mayor posibilidad de vivir en pobreza? Las desigualdades en razón de género tienden a ser mayores entre las personas que viven en pobreza Las desigualdades de género persisten entre ricos y pobres, pero con frecuencia son mayores entre las personas en pobreza, particularmente con respecto a las inversiones que realiza el hogar en materia de educación y salud. Un estudio reciente realizado por Filmer (1999) analiza las diferencias en la matrícula escolar por sexo entre niños de 6 a 14 años durante la década de los noventa, utilizando datos de la encuesta demográfico y de salud de 41 países en Asia meridional, central y suroriental; África subsahariana; América Latina y el Caribe ; y el Oriente Medio y norte de África!". Clasifica los hoga- 19 El estudio examina datos de 57 encuestas demográficas y de salud. recogidos durante los años noventa. En varios casos, se realizaron múltiples encuestas para un país dado (véase Filmer 1999). DESIGUALDAD DE GÉNERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI 31 Gráfico 1.7 LA VARIACiÓN EN LA DESIGUALDAD ENTRE MUJER ES Y HOMBRES ES GRANDE EN ASIA MERIDIONAL, INCLUSO MAYOR QUE ENTRE TODOS LOS PAíSES Relación de feminidad en la mortalidad infantil 111 Menor o igual a 0,886 · De 0,887 a 1,062 !!.l De 1,063 a 1,446 · Mayor o igual a 1,446 D Sin datos Mar de Arabia Golfo de Bengala Nota: Este mapa ha sido realizado por la Unidad de Diseño de Mapas del Banco Mundial. Las fronteras, colores, denominaciones y cualquier otra información que aparecen en él no implican, por parte del Grupo del Banco Mundial, ninguna opinión sobre el estado jurídico de cualquier territorio, ni ninguna aprobación o aceptación de estas fronteras. Fuente : Filmer, King y Pritchett (1998). res por nivel de riqueza de acuerdo con un índice agregado de variables activas que reflejan el nivel de vida del hogar. Definiendo a las personas más ricas como el 20% de los hogares más ricos, y a las personas más pobres como el 40% de los hogares más pobres dentro de cada país, compara las desigualdades en matrícula escolar entre hoga- res ricos y pobres. 32 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO El estudio comprueba que la brecha por sexo en las tasas de matrícula tienden a ser mayores entre las personas que viven en pobreza que entre las personas que no (gráfico 1.8). En 21 de los 41 países, las desigualdades en la tasa de matrícula por sexo entre niños de 6 a 14 años de edad (expresadas como una relación de feminidad) son mayores entre las personas que viven en pobreza que entre las que no. En el gráfico 1.8, la línea diagonal indica un grado igual de desigualdad por sexo entre el 20% de los hogares más ricos y el 40% de los hogares más pobres en cada país. En los países que están por encima de esta línea, las desigualdades por sexo son mayo- res entre los pobres que entre los ricos. Filmer (1999) identifica dos subgrupos de países entre los cuales las brechas por sexo en escolaridad son mayores entre las personas pobres que entre las personas ricas. En uno, la desigualdad por sexo es baja o moderada entre los ricos (un índice de mascu- linidad inferior a 1,5) y moderada entre los pobres (un índice entre 1,1 Y 1,5). En el segundo, la desigualdad es baja o moderada entre los ricos (una índice inferior a 1,5), pero alta entre los pobres (una relación superior a 1,5). El segundo grupo incluy e a Benin, Burkina Faso, República Central Africana, Costa de Marfil, India, Malí, Ma- rruecos, Níger, Pakistán y Senegal, muchos de los países que tienen los niveles prome- dio más altos de desigualdad por sexo en educación. En ninguno de los países estudiados, las desigualdades en matrícula esco lar por sexo son mayores entre los ricos que entre los pobres. Un análisis similar fue llevado a cabo en 29 países con economías en desarrollo o en transición, utilizando datos de encuestas a los hogares procedentes de otras fuentes que prefieren utilizar el consumo en vez del ingreso como medida del bienestar famili ar, como son el Estud io de Medición de los Niveles de Vida (Living Standards Measurement Study) y las Encuestas sobre las Dimensiones Sociales de Ajuste (Social Dimensions of Adjustment Surveys). Se en- contraro n patrones muy similares en la desigualdad por sexo en educación entre las personas ricas y pobres en aquellos países que no han alcanzado la educació n primaria universal". En el caso de la mortalidad entre niños y niñas menores de cinco años, se observaron patrones similares entre las perso nas ricas y las pobres. El análisis de los datos de la encuesta demográfica y de salud de 32 países en desarrollo, que utiliza el mismo proce- dimiento de clasificación de la riqueza que el utilizado por Filmer (1999), indica que aproximadamente dos tercios de los países tienen modelos de mortalidad infantil para menores de cinco años, en los que la ventaja de las niñas es menor (o la ventaja de los 20 El estudio de la medición de los niveles de vida y las encuestas sobre las dimensiones sociales de los ajustes son enc uesta s sobre el consumo y el gasto en el hogar. realizadas en numerosos países en desarro llo y con eco nomías de transición. con el apoyo del Banco Mundial. Las concl usiones se basan en un análisis del perso- nal del Banco Mundial de los datos de las enc uestas de hogar de Armenia. Bulgaria. Burkina Faso . Cost a de Marfil. Djibout i, Ecuador. Egipto . Gambia, Ghana, Gu inea . Guinea-Bissau. Jamaica. Kazajstán . Kcnya. Madagascar. Maur itania, Nepa l, Nicaragua , Níger. Pakistán, Panamá. Perú, Rumania . Rusia, Sencgal. Sudáfrica. Ta nzania. Uganda y Vietnam, durante los años noventa. D ESIGUALDAD DE GÉNERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI 33 Gráfico 1.8 LAS DESIGUALDADES ENTRE HOMBRES Y MUJERES TIENDEN A SER MAYORES ENTRE LAS PERSONAS QUE VIVEN EN POBREZA índice de masculinidad en la tasa de matrícula de las personas pobres 3.0 ·· 2.5 2.0 1.5 1.0 0.5 0.0 0.0 0.5 10 1.5 2.0 2.5 3.0 índice de masculinidad en la tasa de matrícula de las personas más ricas Nota: El índice de masculinidad en la tasa de matricula corresponde a la proporción de niños y niñas de 6-14 años de edad matriculados en la escuela. sin tener en cuenta el nivel de educación. Los hogares en pobreza se definen como los que están en el 40% inferior de una distribución de la "riqueza"; los hogares en riqueza son los que se sitúan en el 20% superior. La linea diagonal significa brechas iguales por sexo entre los pobres y entre los ricos. Véanse los paises incluidos y años en el apéndice 1. Fuente: Filmer (1999). niños es mayor) entre los pobres que entre los ricos. Al igual que ocurre con la esco la- ridad, la tendencia a favorecer a los varones es más fuerte entre las personas que viven en pobreza", 21 Las estimaciones basadas en los datos de la encuesta demográfic a y de salud sobre la mortalidad infantil fueron suministradas por Jeffrey Harnrner. del Grupo de Investigación y Desarrollo del Banco Mundial. Para la mayoría de los países en los que los datos sugieren una ventaja masculina relativamente mayor entre los pobres que entre los ricos. la relación de feminidad en la mortalidad es inferior a uno. tanto para los ricos como para los pobres. Esto indica tasas más bajas de mortalid ad para las mujeres que para los hombres. aunque la ventaja es menor entre los pobres que entre los ricos. En un pequeño subconjunto de países (que incluye Benin, Repúb lica Dominicana. Madagascar, Níger y Perú) la relación de femin idad en la mortalidad es mayor a I para los pobres. y menor a I para los ricos. Es decir. las tasas de mortalidad femenina superan a las tasas masculinas entre los pobres. pero no entre los ricos. En otro pequeño grupo de países (Bangladesh, Brasil. Burkina faso. Ghana y Kenya) las tasas de mortalidad femenina sobrepasaron a las tasas masculina s entre los ricos. pero no entre los pobres . Hay que observar. sin embargo. que las tasas de mortalidad entre los ricos son sólo una pequeña fracción de las de los pobres. de forma que los niveles absolutos de mortalidad son bajos para las mujeres y hombres ricos en estos casos. 34 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO La relación entre pobreza y desigualdad de género puede diferir considerablemente entre países, así como entre las distintas dimensiones de la desigualdad. Y no en todos los casos unos mayores ingresos van a implicar mayor igualdad en cada una de estas dimensiones. En algunos contextos, ciertas formas específicas de desigualdad de géne- ro confieren posición a la familia. Por ejemplo, en algunas sociedades donde las divi- siones entre mujeres y hombres son muy rígidas, cuanto más alta es la posición socioeconómica de la familia, mayor es la inversión que llevan a cabo en los símbolos de esa posición como el recato y reclusión de las mujeres (Chen 1995). Sin embargo, existe una fuerte relación entre pobreza y desigualdad de género en educación básica y salud, que son cruciales para desarrollar la capacidad de niñas y niños para participar en el desarrollo y alcanzar una calidad de vida básica. ¿Son las mujeres más pobres que los hombres? Poco se sabe sobre el número relativo de mujeres y hombres en situación de pobreza (medida por ingresos o consumo). Una estimación utilizada frecuentemente sugiere que el 70% de las personas en situación de pobreza son mujeres (UNDP 1995). Pero un estu- dio reciente realizado por Marcoux (1998) indica que no existen estimaciones demo- gráficas confiables en las que pueda apoyarse esta división de la pobreza por sexo. La estimación del 70% supone una relación de 2,3 mujeres pobres por cada hombre pobre o un desequilibrio por sexo entre los 900 millones de mujeres y niñas pobres del mundo y los 400 millones de hombres y niños pobres. Los datos poblacionales no apoyan estas conclusiones. Es difícil estimar el número de hombres y mujeres que viven en situación de pobre- za. ¿Por qué? No existe ninguna medida adecuada del bienestar individual que pueda ser comparada entre hombres y mujeres. El indicador de la pobreza (o bienestar actual) más comúnmente utilizado es el consumo. Pero la mayor parte de las encuestas de hogares recogen datos del consumo en los hogares, pero no del consumo individual. Aunque esto puede ser, en parte, reflejo de la visión tradicional que contempla a los hogares como una unidad básica en la toma de decisiones económicas (un tema tratado en detalle en el capítulo 4), también refleja serias dificultades para medir el consumo individual. Por ejemplo, muchos bienes que consumen los miembros del hogar, como vivienda y bienes duraderos, son consumidos conjuntamente. Por ello es difícil, si no imposible, asignar algunos elementos del consumo del hogar a miembros específicos del mismo . Esto hace que las comparaciones directas de la pobreza medida por el con- sumo de mujeres y hombres en un mismo hogar, sea problem ática" . 22 Para medir la pobreza, particularmente en los países en desarrollo, los datos sobre el consumo se utilizan más que los datos sobre el ingreso. Por ejemplo , generalmente se considera que el consumo es una mejor medida del bienestar a largo plazo ya que es más estable y puede no variar como el ingreso de un año a otro (debido a una gran variedad de problemas en la producción). Por otra parte, los ingresos tienden a ser objeto de más D ESIGUALDAD DE GÉNERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI 35 La falta de datos adecuados sobre el consumo individual ha llevado a comparar la pobreza entre hogares encabezados por mujeres y hogares encabezados por hombres. El interés por estas comparaciones de pobreza surgió tanto por cuestiones fundamentales como estadísticas. Una cuestión fundamental es la creciente proporción de hogares en- cabezados por mujeres en varios países (Baden y Milward 1995; Bruce, Lloyd y Leonard 1995). Otra es que estos hogares pueden ser más vulnerables en términos económicos, porque suelen tener un acceso más reducido a los medios de producción y porque tienen menos hombres en edad de trabajar que obtengan ingresos, manteniendo iguales los demás factores (Haddad y otros 1996). En un gran número de países en desarrollo, el análisis de la pobreza entre los hoga- res encabezados por hombres y mujeres , han encontrado evidencias contradictorias". Una reciente revisión de 61 estudios sobre la jefatura de los hogares y la pobreza indica que en 38 casos, los hogares encabezados por mujeres están representados de forma desproporcionada en la pobreza (Buvinic y Gupta 1997). En 15 casos, sólo ciertos subgrupos de hogares encabezados por mujeres están representados de forma despro- porcionada entre los pobres; en 8 casos no había ninguna evidencia de una mayor inci- dencia de la pobreza entre los hogares encabezados por las mujeres. Otro estudio analiza II conjuntos de datos de 10 países en desarrollo usando una variedad de medidas de pobreza y metodologías que son consi stentes entre países (Quisumbing, Haddad y Peña 2000). Al contrario que Buvinic y Gupta (1997) , este estudio solamente encuentra dos casos donde existen marcadas diferencias estadís- ticamente significativas, entre la pobreza de los hogares encabezados por mujeres y hombres. Otros estudios recientes, incluyendo una revisión de las 58 evaluaciones de la pobreza, del Banco Mundial , realizadas durante los años noventa, encuentran que la evidencia difiere a través de países , estudios y metodologías (Haddad y otros 1996; Cepal 1998; Ye 1998; Lampietti y Stalker 2000). Es difícil sacar conclu siones contundentes sobre la dimensión de género de la pobre- za a partir del análisis estándar de la jefatura del hogar. En cualqui er sociedad, tanto los hogares encabezados por hombres como los encabezados por mujeres, pueden ser ex- tremadamente heterogéneos. Pasando desde hombres y mujeres jóvenes, solteros y con estudios, hasta familia s nucleares o extensas u hogares monoparentales y viudas. Aun- que ciertos hogares encabezados por mujeres viudas o divorciadas pueden estar desproporcionadamente representados entre los pobres, otros hogares encabezados por errores de medición que el consumo. Para evaluar el bienestar de los individuos dentro de los hogares, los datos de ingresos y consumo comparten algunas limitaciones. Particularmente en las áreas rurales de los países en desarrollo, muchos elementos de los ingresos del hogar son producidos conjuntamente. como los ingresos de fincas administradas por la familia o de empresas no agrícolas. Por lamo. al igual que ocurre con el consumo. los ingresos son muchas veces difíciles de asignar a individuos específicos dentro de un hogar, y con frecuenc ia poco se sabe sobre cómo comparten los ingresos los diferentes miembro s de un hogar. 23 Importantes diferencias metodológicas entre los estudios hacen que sean difíciles las comparaciones directas. Véanse resúmenes de los asuntos metodológicos relacionados con el análisis de la jefatura en Rosenhou se (1989) YLampietti y Stalker (2000). 36 H ACIA LA INTEGRACiÓ N DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO mujeres pueden estar en mejor situación. Por ejemplo, los hogares encabezados por una mujer joven y soltera, trabajando en los mercados laborales urbanos, o los hogares don- de un marido ausente envía regularmente remesas de dinero, pueden experimentar nive- les de pobreza relativamente bajos. Por otra parte, aun los estudios más sofisticados sobre la jefatura de hogar, proporcionan sólo información limitada sobre la pobreza de las mujeres y los hombres, puesto que dicen poco o nada sobre el bienestar relativo de las mujeres en los hogares encabezados por hombres, o de los hombres en hogares encabezados por mujeres. Un número mucho menor de estudios han analizado datos sobre el consumo de ali- mentos o nutrición para evaluar el bienestar relativo de mujeres y hombres. Este enfo- que evita el problema de asignar a los individuos de un hogar bienes que se consumen conjuntamente. Estos estudios han encontrado disparidades en la nutrición de mujeres y hombres en Asia meridional, pero poca evidencia sistemática sobre diferencias por sexo en otras regiones (Appleton y Collier 1995; Alderman 2000) . Incluso en Asia meridio- nal la evidencia no es uniforme, en parte porque la amplitud de las desigualdades puede variar según la estación y porque los sesgos de género se manifiestan muchas veces de manera sutil. En el sur de India, existe discriminación de género en el consumo de calorías sólo cuando la estación es mala, pero no cuando hay excedentes (Behrman 1988). Yen Bangladesh, el aparente sesgo que favorece a los hombres en el consumo de calorías desaparece al tener en cuenta las diferencias en las necesidades calóricas o en la energía empleada en el trabajo de hombres y mujeres (Chen, Huq y O' Souza 1981; Pitt, Rosenzwig y Hasan 1990)"4. La evidencia de Bangladesh también indica que las desigualdades de género más graves con frecuencia no están en las calorías consumi- das, sino en la distribución de los alimentos preferidos y que son ricos en micronutrientes (Bouis 1998). En resumen, aun cuando existe una amplia evidencia sobre la forma en que de- sigualdades de género en derechos, recursos y voz afectan las capacidades relativas de mujeres y hombres para participar y beneficiarse del desarrollo, la evidencia sobre cómo estas desigualdades se traducen en pobreza (medida por el consumo), todavía es muy limitada. Esto es un argumento a favor de los esfuerzos para recolectar nuevos tipos de datos y desarrollar métodos empíricos más adecuados para captar las dimensiones de género de la pobreza (como se define tradicionalmente). Al mismo tiempo, todas las evidencias presentadas ponen en claro la importancia de centrarse en una variedad de dimensiones del bienestar femenino y masculino para comprender todas las implicaciones de la desigualdad de género (recuadro 1.2). 24 El análisis de la encuesta nacional y representativa de los hogares del Bangl adesh rural en 1991/92 indica tambi én que desaparece el aparente favoritismo hacia los hombres en el consumo de calorías una vez que se tienen en cuenta las dife renc ias por sexo en necesidade s calóricas. Véanse descrip ciones del conjunto de datos en Khandker ( 1998 ) YPitt y Khander (1998). D ESIGUALDAD DE GÉNERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI 37 Recuadro 1.2 ¿EXPERIMENTAN LAS MUJERES MÁS "POBREZA DE TIEMPO" QUE LOS HOMBRES? En todo el mundo, las mujeres cargan con el peso del cuidado de los niños y del mantenimiento del hogar. En la mayoría de los casos, las mujeres combinan el trabajo dentro del hogar con el trabajo formal o informal para generar ingresos o elevar el consumo del hogar, y este trabajo muchas veces no se ve reflejado en las estadísticas tradicionales de fuerza de trabajo. Las mujeres tienden a traba- jar considerablemente más horas que los hombres, cuando se toma en cuenta el trabajo comercial y del hogar (Bevan, Collier y Gunning 1989; Juster y Stafford 1991; Brown y Haddad 1995: UNDP 1995; lIahi 2000). Las diferencias por género en el tiempo empleado en trabajar, varían entre los países en desarrollo. Pero, en general, las mujeres trabajan una hora o más al día que los hombres. En la Kenya rural, las mujeres trabajan casi tres horas más al día que los hombres. Aun cuando pocos estudios comparan la manera en que hombres y mujeres emplean su tiempo en los hogares a diferentes niveles de ingresos, la evidencia sugiere que las desigualdades de género con respecto al uso del tiempo, suelen ser mayores entre las personas en pobreza (lIahi 2000). Esto plantea preguntas sobre la manera en que la responsabilidad primaria de las mujeres, con respecto al trabajo en el hogar, y una mayor cantidad total de horas de trabajo, afectan su bienestar en comparación con el de los hombres. En la medida en que la división del trabajo por género en el hogar signifique que las mujeres realicen el trabajo en el hogar a expensas de las actividades generadoras de ingresos, limitará su poder de negociación y su capacidad para tomar decisiones en el hogar, y esta situación tiene implicaciones para su bienestar (véase capítulo 4). Más aún, las desigualdades de género en las horas trabajadas, implican que incluso cuando no existen sesgos en el consumo al interior del hogar, las mujeres trabajarán más horas que los hombres para lograr el mismo consumo (Lipton y Ravallion 1995). Grupos en situaciones particulares de riesgo: viudas y mujeres de edad avanzada que viven solas Las viudas y las mujeres de edad avanzada que encabezan un hogar o que viven solas, se enfrentan a un riesgo particularmente alto de vivir en pobreza. Tanto en los países desarrollados como en desarrollo, la evidencia sobre ingresos y consumo sugiere esto. Por ejemplo, en los países de la OCDE, las personas de edad avanzada que viven solas tienen mayor probabilidad, respecto a otros grupos, de encontrarse en los deciles infe- riores de la distribución del ingreso. Y la mayoría de las personas de edad avanzada que viven solas son mujeres (Banco Mundial l994b). En la República Bolivariana de Vene- zuela, dos terceras partes de las personas de edad avanzada que se encuentran en los deciles más bajos de ingreso son mujeres. Y en Australia, Chile y Estados Unidos, las mujeres de edad avanzada, debido a que cuentan con pocos medios económicos, tienen mayor probabilidad respecto a los hombres de cumplir con los requisitos para obtener asistencia social (Banco Mundial 1994b; Cox-Edwards 1999). Los datos sobre el consumo muestran lo mismo. En India, los hogares encabezados por viudas tienen gastos per cápita más bajos que los que no están encabezados por 38 H ACIA LA INTEGRACiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO viudas; y existen subgrupos específicos de hogares encabezados por viudas, como los que tienen a su cargo hijos que no se han casado, que experimentan niveles de pobreza superiores al promedio (Dreze 1990). En India, la relación entre viudez y pobreza es particularmente fuerte si se tienen en cuenta las posibles economías de escala en el consumo del hogar, dado que los hogares de las viudas típicamente son mucho más pequeños (Dreze y Srinivasan 1998)25. En Europa Oriental, las mujeres de edad avanzada, específicamente las pensionadas que viven solas, con frecuencia también se encuentran en un alto riesgo de vivir en pobreza. En Rusia, las pensionadas que viven solas tienen más probabilidad de ser po- bres que los pensionados. En Hungría, tanto la incidencia de la pobreza como su grave- dad, son mayores entre las mujeres pensionadas que entre otros grupos. Y en Polonia, las mujeres jefas de hogar mayores de 70 años están representadas desproporciona- damente entre las personas que viven en pobreza (Lampietti y Stalker 2000). ¿Por qué las viudas y las mujeres pensionadas tienen un alto riesgo de vivir en po- breza? Al igual que sucede con muchas mujeres jóvenes y en edad de trabajar, las mu- jeres mayores suelen tener un acceso más limitado a la educación y a otros activos productivos, menos derechos de propiedad y menores ahorros que los hombres. Las mujeres de edad avanzada también tienen menor probabilidad que los hombres de tener un sustento económico por medio del matrimonio (en todo el mundo, aproximadamente el 79% de los hombres mayores de 60 años están casados, comparado con el 43% de la mujeres), y es menos probable que estén en el mercado de trabajo o que tengan una pensión. En algunas sociedades, las viudas enfrentan restricciones culturales que limi- tan su capacidad de asegurarse un nivel de vida básico en la vejez. En gran parte de India, por ejemplo, las restricciones consuetudinarias para casarse por segunda vez, el empleo, lugar de residencia, herencia y tenencia de la propiedad limitan sus capacida- des para procurarse a sí mismas. Con frecuencia, las viudas tienen poco apoyo econó- mico del exterior, con excepción del que representan los hijos varones (Chen 1998). En muchas regiones, las viudas ya constituyen un subgrupo importante. A mediados de los años noventa, en Asia y África más de la mitad de todas las mujeres mayores de 65 años eran viudas, mientras que sólo el 10-20% de los hombres eran viudos (Banco Mundial 1994b). Pero la vulnerabilidad de las viudas frente a la pobreza tendrá mayor importancia en el siglo XXI, a medida que la población mundial envejezca. El descenso de la mortalidad y de la fertilidad en el mundo significa que la proporción de población de edad avanzada (tanto en los países desarrollados como en desarrollo) será mucho mayor (Banco Mundial 1999b). Está previsto que la población mundial de 60 años y más se triplique en la próxima mitad de siglo , pasando de 593 millones a 1.970 millo- nes, un incremento de 364 a 1.594 millones en las regiones menos desarrolladas y de 31 25 Un estudio demográfico en India indica que las tasas de mortalidad de las viudas de 45 años y más casi dupli can a las de las mujeres casadas en el mismo rango de edad (Mari Bhat 1994, citado por Dreze y Srini vasan 1998) . DESIGUALDADDE GÉNERO EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI 39 a 181 millones de personas en las regiones menos desarrolladas aún. Esto elevará del 10 al 22% la participación en la población de las personas de edad avanzada (Berhman, Duryea y Székely 1999). Estos cambios demográficos tendrán implicaciones importantes para los asuntos re- lacionados con el género en el siglo XXI. Dado que la relación de esperanza de vida entre mujeres y hombres mejora con el desarrollo (véase gráfico 1.3), cientos de millo- nes de mujeres serán viudas. Al mismo tiempo, se espera que la proporción del poten- cial sustento que representan las personas cuyas edades están comprendidas entre los 15 y 64 años, con respecto a las de 65 años o más, caigan de 9 a 4 entre 1999 y 2050 (de 5 a 2 en las regiones más desarrolladas, de 12 a 4 en regiones desarrolladas y de 18 a 8 en las menos desarrolladas). Dada la vulnerabilidad de las viudas frente a la pobreza, esto tendrá importantes implicaciones en la forma en que los gobiernos se planteen el tema de la protección social y otras cuestiones. Por ejemplo, la preocupación por la salud de la mujeres experimentará un giro, que va de la salud reproductiva a los problemas de salud que enfrentan las personas mayores (cáncer, padecimientos cardiovasculares). Los servicios asistenciales pasarán de proporcionar cuidados a los niños a atender a los padres en proceso de envejecimiento. Por tanto, los servicios sociales necesitarán cam- biar, pasando de la salud materno-infantil y la escolaridad infantil al cuidado de la salud, las pensiones y las políticas de protección social enfocadas en las personas ma- yores. * * * Este capítulo ha examinado la situación de la desigualdad de género entre las regio- nes en desarrollo, así como a su interior, y entre la población rica y pobre dentro de los países. Las desigualdades de género se han reducido en las últimas décadas. Y las mu- jeres han experimentado un considerable progreso en términos absolutos y relativos con respecto a los hombres, aumentando su capacidad para actuar como agentes del cambio y posicionándose ellas mismas para continuar progresando. Pero siguen ha- biendo importantes desigualdades de género. Aun cuando, en promedio, las brechas entre mujeres y hombres se han reducido, este proceso ha sido desigual a lo largo del tiempo y entre regiones geográficas y sectores socioeconómicos. El mundo continúa enfrentándose a numerosos retos en materia de género, algunos viejos, otros nuevos. En casi todas las partes del mundo en desarrollo, las mujeres y las niñas todavía experimentan desventajas sistemáticas en derechos, recursos y voz. Al mismo tiempo, los cambios recientes (y los estereotipos de género que aún persisten) en algunos lugares han desatado nuevos riesgos para los hombres. Estas tendencias ponen de relieve la necesidad de pensar en el género tanto en términos de hombres como de mujeres, ya sea en relación con la aparición de ventajas de las mujeres en la escolaridad en América Latina, o bien en relación con los recientes descensos en la esperanza de vida de los varones en Europa oriental. Los tradicionales roles de género y las persisten- 40 H ACIA LA INTEGRACI ÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECON()~lICO tes disparidades entre mujeres y hombres, afectan las perspectivas de vida y el bienestar de la gente, independientemente de su sexo. Aunque con frecuencia los responsables de las políticas en general tratan los asuntos de género como asuntos de las mujeres, actualmente una considerable cantidad de evi- dencia indica que los costos y las consecuencias de la desigualdad de género son mucho más extensos y que los asuntos de género son un asunto del desarrollo. Por ejemplo, cuando el invertir poco en la educación de las mujeres se traduce en que las madres no presten tanta atención al cuidado de la salud y la nutrición, y todos los niños sienten los efectos. Esto puede tener importantes impactos sobre la salud, el bienestar y la produc- tividad de una generación entera. Y cuando la discriminación de género o las normas sociales que restringen las actividades de las mujeres impiden que grandes segmentos de la población femenina participen completa y productivamente en la sociedad, tanto en la economía como en la comunidad o en los asuntos nacionales, entonces se queda sin explotar gran parte del talento , capacidad y energía de un país. De nuevo, esto puede tener importantes consecuencias para la capacidad de los países para generar creci- miento económico, reducir la pobreza y gobernar eficientemente. El capítulo 2 examina un vasto y creciente cúmulo de evidencia sobre los costos que representa para los indi- viduos , hombres y mujeres por igual, así como para las sociedades que permiten que persista la desigualdad en razón de género. Capítulo 2 LA DESIGUALDAD EN RAZÓN DE GÉNERO LIMITA EL DESARROLLO Las desigualdades entre mujeres y hombres perjudican el desarrollo. Por ello, mejorar la igualdad de género debe formar parte de cualquier estrategia sustentable de desarro- llo. Las desigualdades en derechos, recursos y en la voz política, generalmente perjudi - can a las mujeres, pero también perjudican al resto de la sociedad e impiden el desarrollo. Resulta más sorprendente aún que los costos de la desigualdad de género son particular- mente altos en los países de bajos ingresos; y al interior de los países, estos costos son aún más altos para las personas que viven en pobreza. Los costos más importantes de la desigualdad en razón de género se manifiestan en la pérdida de vidas humanas. No es fácil identificar y cuantificar el alcance total de estos costos, pero evidencia proveniente de países de todo el mundo demuestra que las socieda- des donde aún persisten grandes desigualdades entre mujeres y hombres, pagan el precio de mayor pobreza, desnutrición, enfermedad y muchas carencias. Este capítulo examina la manera en que, en los países en desarrollo, las desigualda- des en razón de género imponen grandes costos a hombres, mujeres, niñas y niños. Comienza mostrando los impactos negativos en el bienestar de las personas, como en su salud. Por ejemplo, las desigualdades en razón de género en educación y empleos urba- nos aceleran la propagación del VIH en el África subsahariana. Y el analfabetismo y falta de autonomía de las madres perjudican directamente a sus hijos e hijas. Los roles tradicionales de género en la sociedad, aunque valiosos en muchos aspectos, también llevan implícitos expectativas y presiones sociales que son punitivas para los hombres y las mujeres, así como para sus familias . Durante las conmociones económicas, como las que afectaron a las economías de transición de Europa oriental, el rápido deterioro de los niveles de desempleo ha producido una angustia tan grande (especialmente entre los hombres), que han aumentado considerablemente el alcoholismo, el suicidio, la violen- cia doméstica y la disolución de las familias. Estas situaciones, a su vez, tienen sus propios impactos sobre las mujeres y los niños. Sin embargo, muchos, si no la mayoría, de los costos de la discriminación de género permanecen ocultos y las personas los sufren en silencio, o se encuentran latentes e invisibles hasta que aparecen. Existen tres principales razones por las cuales aun aque- llos costos que potencialmente son cuantificables, con frecuencia no se miden: los datos 42 HACIA LA INTEGRACiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO personales muy detallados son caros y difíciles de obtener. Algunos temas son conside- rados demasiado sensibles por las sociedades y sus gobiernos para incluirlos en las encuestas. Y muchas veces los responsables de las políticas no reconocen el valor que representa la información desagregada por sexo. Puesto que mejorar la calidad de vida de las personas es la meta final del desarrollo, la pérdida en vidas humanas es una pérdida para el desarrollo. Además, las desigualda- des entre mujeres y hombres generan costos indirectos dificultando la productividad, la eficiencia y el progreso económico. La discriminación de género disminuye la capaci- dad de una economía para crecer y elevar los niveles de vida, reduciendo la acumula- ción de capital humano a través de los prejuicios en el hogar y el mercado laboral , y excluyendo sistemáticamente a las mujeres u hombres del acceso a los recursos, servi- cios públicos y ciertas actividades productivas. Este capítulo discute la evidencia al nivel micro que ilustran estos puntos. Por ejemplo, el proporcionar a las mujeres agri- cultoras de Kenya la misma educación y acceso a los medios de producción agraria que a los hombres, podría elevar la producción agraria en un veinte por ciento. Este capítulo también examina los hallazgos de la literatura rnacroecon ómica, la cual cada vez con mayor frecuencia analiza la relación entre la igualdad de género y el crecimiento econó- mico. Finalmente, la desigualdad en razón de género debilita la calidad de la gobernabilidad de un país y, por tanto, la eficacia de las políticas de desarrollo. Nuevas investigaciones Isobre la corrupción indican que las políticas que promueven la igualdad de género pue- den ayudar a sanear los gobiernos y los negocios. COSTOS EN EL BIENESTAR Medir el bienestar de la gente no es tarea sencilla. Sen (1984) concluye que "la felicidad y el cumplimiento de los deseos reflejan por sí mismos la idea del bienestar personal" (p. 32). Esta definición supone que el bienestar es multidirnensional, abarca muchas facetas de la vida de las personas y es altamente subjetivo. El capítulo l alude a una definición más limitada del bienestar presentando indicadores de desigualdad en razón de género, entre los que se encuentran medidas cuantificables como los derechos de los que disponen las mujeres, esperanza promedio de vida, nive- les de educación y participación política. Esta sección presenta una selección de indicadores y les da seguimiento en su relación con los roles de género y la discrimina- ción en la sociedad. Considera que la evidencia es válida tanto para la generación actual de hombres y mujeres, como para las personas jóvenes y generaciones futuras . Tanto las mujeres como los hombres cargan con los costos Aunque las mujeres, especialmente las que viven en pobreza, muchas veces son las más afectadas por las disparidades de género, los hombres no pueden librarse de sus conse- cuencias. El hecho de que las mujeres no tengan derechos iguales para poseer tierras o LA DESIGUALDAD EN RAZÓN DE GÉNERO LIMITA EL DESARROLLO 43 solicitar un crédito, las priva de los recursos para su sustento y seguridad en la vejez, haciéndolas más dependientes de sus parientes varones. Las grandes desigualdades en razón de género en la educación, consecuentemente originan que mujeres y hombres tengan capacidades distintas para adquirir y procesar información y para comunicarse. El desequilibrio entre ambos sexos en los recursos y en el poder, tiene consecuencias sobre la autonomía relativa de mujeres y hombres y sobre su influencia para tomar decisiones al interior del hogar. Como resultado, la dependencia y los estereotipos son una fuente común de ansiedad opresiva y vulnerabilidad, tanto para hombres como para mujeres, produciendo consecuencias aún peores. Consideremos el sida y la violencia relacionada con el género. La epidemia del sida. La desigualdad entre mujeres y hombres acelera las tasas de infección del VIH (gráfico 2.1). Un estudio de las capitales de 72 países en desarrollo encuentra que dos medidas de la desigualdad en razón de género se relacionan con mayores tasas de infección entre personas adultas, tanto de alto como de bajo riesgo, después de controlar otras seis variables socioeconómicas (Over 1998). En primer lu- gar, entre las personas adultas de alto riesgo (trabajadores sexuales y pacientes de clíni- cas para la atención de enfermedades de transmisión sexual), un mayor índice de masculinidad entre los residentes urbanos aunado a que pertenezcan al grupo de edad sexualmente más activo, es un indicador estadísticamente significativo de tasas más altas de infección. Cuando hay dos hombres por cada mujer, esta razón probablemente se relaciona con una mayor demanda per cápita por sexo comercial, la cual aceleraría la propagación del VIH tanto al interior como al exterior de las pequeñas zonas de trabajado- res sexuales (que en su mayoría son mujeres). En segundo lugar, entre las personas adul- tas de bajo riesgo, como las mujeres embarazadas, las tasas de infección son más altas en las ciudades donde existe una brecha entre la tasa de alfabetización de hombres y muje- res. En una regresión conjunta, ambas variables son estadísticamente significativas. Como se indica en el capítulo 1, la epidemia del sida en los países en desarrollo se propagará rápidamente en la próxima década, hasta llegar a afectar a una de cada cuatro mujeres y a uno de cada cinco hombres infectados por VIH, como ya es el caso en varios países subsaharianos. En los países afectados más severamente, las mujeres cargarán en mayor medida con el peso de la mortalidad y la morbilidad. Su situación económica también se verá afectada. Dado que las mujeres son quienes principalmente cuidan a los niños, así como a los adultos postrados en cama, la epidemia impedirá que las mujeres sanas obtengan ingresos, expulsándolas del mercado laboral para atender a los pacien- tes de sida y a los huérfanos. Los gobiernos pueden ayudar a las mujeres -y a otras víctimas del sida- adoptando políticas de prevención y atención. La mayoría de los gobiernos han sido reacios a afrontar la sexualidad y el consumo intravenoso de drogas, pero algunos gobiernos, como los de Senegal y Tailandia, promueven un comportamiento seguro entre aquellos con más probabilidad de contraer y propagar el VIH. Los beneficiarios directos incluyen tanto grupos predominantemente masculinos (soldados, marineros y camioneros) como 44 HAC IA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO los predominantemente femeninos (trabajadores sexuales y empleadas de hoteles y restaurantes). Por ejemplo, una intervenció n con trabajadores sexuales que llevó a cabo un investigador médico en Calabar, Nigeria, llevó a la organización de un sindica- to de trabajadores sexuales que insistió en el uso del condón por parte de sus clientes y opuso resistencia a la explotación de la que eran objeto por parte de la policía y de terratenientes (Esu-Williams 1995). Para aminorar la epidemia en aquellas zonas donde ha empezado a propagarse fuera de los grupos de alto riesgo, los gobiernos también tienen que establecer políticas para mejorar la situación relativa de las mujeres, como políticas que reduzcan las brechas por sexo en la educación y el empleo urbano y que generen empleos para las mujeres en las grandes zonas urbanas (Banco Mundial 1999a), Gráfico 2.1 MAYOR DESIGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMBRES, MAYOR NÚMERO DE PERSONAS INFECTADAS DE SIDA Tasa de prevalencia del VIH entre Tasa de prevalencia del VIH entre personas adultas urbanas personas adultas urbanas (esca la logaritmica) (escala logaritmica) 35 -r--------------, 35 --.--------------, · · · · · · · 20 20 ·· · · · · · · ·· · · % 5 ·· 0 -+- - -,-- - -,-- - ,--- -----1 0 -+- - - ,--- - - ,--- - -----1 · 0,7 0,9 1,1 1,3 1,5 o 10 20 30 indice de masculinidad de adultos Brecha entre las tasas de educación de hombres urbanos, edades de 20-39 años y mujeres (puntos porcentuales) Nota: Los datos son de 72 paises (32 en el África subsahariana, 20 en América Latina y el Caribe, 15 en Asia, 4 en Oriente Medio y un pais industrializado) . Cada punto de la gráfica representa datos de países individuales después de eliminar los efectos de otras variables socia les incluidas en el análisis de regresión (como son la religión, el PNB per cápita , un índice de desig ualdad de ingresos y la proporció n de población nacida en el extranjero). Véanse los países incluidos en el apéndice 1. Fuente: Over (1998). Violencia como un asunto de género. No es fácil determinar hasta qué punto se relacio- na la violencia con el género. Pero, por un lado, casi toda la violencia que se comete LA DESIGUALDAD EN RAZÓN DE GÉNERO LIMITA EL DESARROLLO 45 fuera de la guerra puede atribuirse al género'. La violencia entre los varones puede interpretarse como la manera que los hombres tienen de dirimir un conflicto, y la vio- lencia de hombres a mujeres como la expresión de la necesidad de los hombres de reforzar roles de género sumamente arraigados, los cuales se ven exacerbados por un poder muy desigual (físico y de otros tipos) entre hombres y mujeres". Por ejemplo, según un estudio reciente, los hombres en Bangladesh suelen considerar pegarle a sus mujeres como un derecho y como una forma normal de controlar la "naturaleza rebel- de" de las mujeres (Narayan y otros 2000) . La cultura del machismo en algunos paíse s de América Latina y del Caribe se caracteriza por violencia doméstica crónica, infideli- dad y el abandono dentro de una estructura de uniones consensuales, así como por las relaciones entre varones agresivas y altamente intransigentes (Sara-Lafosse 1998). Los intentos de suicidio pueden surgir por la interacción entre los roles de género y las presiones que traen el cambio económico y la restructuración social. En tiempos de guerra, las violaciones y otros abusos contra las mujeres han sido utilizados amplia- mente como armas de terrori smo y humillación (Turshen 1998). Este punto de vista -de que toda la violencia está relacionada con el género- puede parecer inverosímil. Pero hay evidencia de que los roles y expectativas de género pro- ducen reacciones y comportamientos que conducen a la violencia. La expectativa tradi- cional de que los hombres son los proveedores primarios y quienes toman las decisiones al interior de sus familias, puede haber ocasionado mucha ansiedad entre los varones en las economías de transición. En Rusia, un estudio epidemiológico relaciona los nota- bles incrementos de la tasa de mortalidad masculina entre 1990 y 1997, con un mayor estrés y depresión ante la pérdida del empleo (Gavrilova y otros 1999). Las tasas de enfermedades cardiovasculares, suicidio, violencia doméstica y alcoholismo han sido significativamente más altas entre hombres que entre mujeres. Y casi todos los países de Europa oriental han experimentado descensos mayores en la esperanza de vida de los hombres que en la de las mujeres desde el principio de la transición (Unicef 1999b). Las entrevistas realizadas a hombres y mujeres en la República de Georgia, como parte del estudio "Voces de los pobres" del Banco Mundial, son un eco de estas esta- dísticas: para los hombres, una "sensación de emasculación y fracaso muchas veces conduce a un gran número de dolencias físicas y a un incremento tremendo de la mortalidad, el alcoholismo, el abuso físico contra sus esposas, hijas e hijos, el divor- cio y el abandono de las familias" (Narayan y otros 2000, p. 195). Las entrevistas realizadas en Letonia y en la antigua República Yugoslava de Macedonia reflejan situaciones similares. 1 Para debates recientes sobre este punto de vista. véase Fukuy ama (1998). Ehrenreich (1999) YFerguson (1999 ). 2 Sin emba rgo, los hombre s no tienen el monopoli o sobre la violencia. La evidencia histórica muestra que las mujere s son capaces de perpetrar o aprobar la violencia contra hombres y mujeres. Por ejempl o, en Sudáfrica. muchas mujeres apoyaron el apartheid. convencidas firmemente de que las divisiones raciales y la violencia eran necesarias para garantizar el orden (Go1dblatt y Meintjes 1998). 46 HACIA LA INTEGRACiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO El costo más importante de la violencia es el dolor y el sufrimiento de las víctimas y sus familias. Pero la violencia puede llevar también a la discapacidad permanente, la depresión y el abuso del alcohol y de las drogas, así como a la pérdida de la autoestima (Heise, Ellsberg y Gottemoeller 1999). Es difícil cuantificar estos costos porque permean muchos aspectos de la vida y porque separar causa y efecto no es cosa fácil. También es difícil evaluar las consecuencias negativas para los niños que se quedan huérfanos, que se separan de sus padres y que son testigos de la violencia doméstica recurrente. Su desarrollo emocional y supervivencia también corren riesgos. La violencia también tiene otras consecuencias negativas: menor productividad, mayor ausentismo en el lugar de trabajo, un aumento en el número de personas sin hogar, mayor demanda de servicios médicos y de apoyo comunitario y mayores gastos en servicios policiales y judiciales. Sin embargo, estos costos también son difíciles de calcular. A continuación se presentan algunas estimaciones de estos costos: en Chile, la violencia doméstica redujo los ingresos de las mujeres en una cantidad que equivale a más del 2% del PIB en 1996, y en un 1,6% en Nicaragua (Morrison y Orlando 1999). El costo de la violencia contra las mujeres en Canadá es aproximadamente de mil millones de dólares, o sea aproximadamente un 1% del PIB de ese país (Day 1995). Pero otro estudio canadiense estima que el costo es más de tres veces mayor, superando en 1993 los 3.2 mil millones de dólares (Greaves, Hankivsky y Kingston-Riechers 1995, citado por Buvinic, Morrison y Shifter 1999). Este panorama ilustra el reto que representa estimar estos costos. Las siguientes generaciones también se ven afectadas Los sesgos y desigualdades en razón de género también perjudican a las futuras genera- ciones y perpetúan las disparidades. El capítulo l menciona el gran desequilibrio en el índice de masculinidad en el nacimiento en varios países de Asia oriental y meridional, una de las más claras manifestaciones de la discriminación que afecta a las mujeres. Pero existen otras . Sin lugar a dudas, el singular papel que juega la madre durante los primeros años de la infancia, es el camino para que la discriminación de género afecte a las generaciones futura s. La influencia que tiene una madre sobre su hijo o hija comien- za en el seno materno y continúa a través de la etapa preescolar y en la etapa final de la infancia. Una mala salud y alimentación pueden tener efectos devastadores sobre su embarazo y su capacidad para alimentar a su bebé. De manera crítica, ella determina el primer estímulo intelectual de sus hijos y su desarrollo físico . El analfabetismo de una madre así como el depender de otros, la privan del conocimiento y confianza en sí misma, debilitando su capacidad para criar y proteger. Las oportunidades perdidas para estimular el desarrollo de habilidades mentales, emocionales y motrices no se pueden recuperar fácilmente (Currie 1999; Deutsch 1998). Y para las niñas y niños en pobreza (con limitado acceso a los cuidados infantiles formales y a los cuidados preventivos) las madres constituyen la primera y única defensa. LA DESIGUALDAD EN RAZÓN DE GÉNERO LIMITA EL DESARROLLO 47 Menor nutrición y mayor mortalidad infantil. Aunque la mayoría de los padres se preocupan por el bienestar de sus hijos e hijas, con frecuencia no reconocen las conse- cuencias de sus propias acciones o la falta de ellas. La educación de las madres cambia esto, mejora de manera directa la nutrición mediante la calidad de los cuidados que proporcionan y a través de su capacidad para mitigar las crisis adversas, como los cam- bios en los precios, los cuales podrían reducir el consumo de alimentos (Thomas y Strauss 1992). En todo el mundo en desarrollo, existe una fuerte relación negativa entre la educación promedio de las madres y la mortalidad infantil. Las últimas encuestas demográficas y de salud en más de 40 países en desarrollo, muestran que la tasa de mortalidad de las y los niños menores de cinco años es menor en los hogares donde las madres tienen alguna educación primaria, en comparación con los hogares en que no tienen ninguna educación, y que es mucho más baja en los que las madres tienen educa- ción secundaria. Debido a que los niveles de educación se correlacionan positivamente con los indicadores económicos, esta correlación observada entre la educación de las madres y la mortalidad infantil podría ser espuria o menor de lo que sugieren los números. Por ello es que los análisis multivariados de datos procedentes de las encuestas de los hoga- res que controlan el efecto de otros factores económicos explican mejor la relación. Muchos de estos análisis publicados en los años ochenta, concluyen que a mayor educa- ción de las madres, menor es la mortalidad de sus hijos e hijas, incluso después de controlar el efecto de los ingresos del hogar y otros indicadores de la situación socioeconómica (Jejeebhoy 1995; Schultz 1993). Sin embargo, un análisis más reciente de los datos de las encuestas de los hogares de 22 países arroja ciertas dudas sobre la solidez de esta relación, puesto que la inclusión de variables de los programas sociales en las ecuaciones reduce considerablemente el coeficiente de la educación de las ma- dres (Desai 1998). Incluso así, se encuentra que la educación de las madres tiene un gran efecto en el uso de los programas sociales y en el comportamiento que promueve la salud, como la vacunación. Los estudios de los hogares confirman esta conclusión. En Filipinas, la educación de las madres protege la salud de las niñas y niños en comunidades sin agua corriente ni servicios sanitarios y en aquellas que se encuentran alejadas de los centros de salud. Este efecto es mayor que el que tienen los ingresos del hogar (Barrera 1990). En Guate- mala, las mujeres con más educación tienen mayor probabilidad de utilizar los servicios de cuidado infantil, particularmente los servicios formales , y que sus hijos estén com- pletamente vacunados (Pebley, Goldman y Rodríguez 1996). En los centros urbanos de Níger y Nigeria, la educación de las madres también se relaciona positivamente con las tasas de vacunación (Gage, Sommerfelt y Piani 1997). Esta relación positiva entre las tasas de educación de la madre y de vacunación infantil se observa de manera general en ciertas regiones del mundo. El gráfico 2.2 no controla el efecto que otros factores podrían tener en las tasas de vacunación, por lo que se enfoca en medir la dirección del efecto de la educación de la madre y no su magnitud. En todas las regiones, pero especialmente en las regiones de bajos ingresos de Asia 48 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO meridional y África subsahariana, el porcentaje de niñas y niños vacunados es mayor cuando las madres tienen alguna educación secundaria que cuando sólo tienen alguna educación primaria, y mucho mayor que cuando las madres no tienen ningún tipo de escolaridad. Gráfico 2.2 LAS TASAS DE VACUNACiÓN INFANTIL AUMENTAN CON LA EDUCACiÓN DE LA MADRE 100 -,------------------------------, 80 60 % 40 20 O Asia América Oriente Asia África oriental Latina y Medio y meridional subsa- y el Pacífico el Caribe norte de hariana África 11 Sin educación 11I Educación primaria o Educación secundaria o superior Nota: Véanse notas generales y países incluidos en el apéndice 1. Fuentes: Datos de educación y vacunación de las últimas encuestas demográficas y sanitarias para paises selecciona- dos; ponderación de la población del Banco Mundial (1999d). Sin embargo, la brecha en la educación de mujeres y hombres no es todo lo que cuenta para el bienestar de niñas y niños . El equilibrio de poder entre mujeres y hom- bres en el hogar también importa. En Brasil, los ingresos adicionales en manos de las mujeres tienen un mayor impacto positivo en la supervivencia y nutrición infantil que cuando los hombres tienen ingresos adicionales (Thomas 1990, 1997). Los aumentos en los ingresos del hogar, sin tener en cuenta quién controla esos ingresos, se relacionan con una mayor probabilidad de supervivencia infantil y en las medidas infantiles de talla por peso y talla por edad . Pero los impactos marginales son considerablemente mayores si los ingresos están en manos de las madres. Para la supervivencia infantil, el efecto marginal de los ingresos de las mujeres es casi 20 veces mayor. Para las medidas LA DESIGUALDAD EN RAZÓN DE GÉNERO LIMITA EL DESARROLLO 49 de peso por talla, aproximadamente 8 veces mayor y para las medidas de talla por edad aproximadamente 4 veces más grande. Al margen, los ingresos en manos de las mujeres aumentan la proporción del presupuesto del hogar que se destina a educación, salud y gastos relacionados con la nutrición. En Costa de Marfil, un incremento en la proporción de ingreso monetario de las mujeres en el hogar aumenta considerablemente la proporción del presupuesto que esos hogares destinan a alimentos y reduce el porcentaje gastado en alcohol y cigarri- llos, controlando el gasto (ingreso) promedio per cápita, el tamaño del hogar y la composición demográfica (Hoddinott y Haddad 1995). En Bangladesh, los préstamos que el Banco Grameen y otras instituciones microfinancieras otorgan a las mujeres parece que tienen un mayor impacto sobre el bienestar infantil que los préstamos concedidos a los hombres. Estos préstamos a las mujeres tienen un mayor impacto positivo en la matrícula escolar tanto de niños como de niñas y un gran efecto sobre la nutrición de niños y niñas, el cual es estadísticamente significativo (Khandker 1998; Pitt y Khandker 1998). Estas conclusiones se basan en datos de los hogares. Pero, ¿qué pasa con los estu- dios que utilizan datos para un país? La causalidad, como un aspecto metodológico que se aborda posteriormente en el capítulo, es más difícil de establecer en el análisis por país, porque es difícil controlar ciertas variables. Sin embargo, varios estudios que to- man en cuenta el efecto de los ingresos per cápita y otros factores (aunque sin tratar del todo la causalidad) concluyen que la escolaridad de las mujeres disminuye la mortali- dad infantil. Por ejemplo, un estudio que mide la educación femenina tomando las tasas pasadas de matrícula primaria femenina, observa que un incremento de 10 puntos por- centuales en la matrícula femenina parece reducir, en promedio, la tasa de mortalidad infantil en 4.1 muertes por cada 1.000 nacidos vivos, controlando el efecto de factores como el PIB per cápita (HiII y King 1995). Un aumento similar en la tasa de matrícula secundaria femenina se relaciona con un descenso en 5.6 muertes por cada 1.000 naci- dos vivos. Además del nivel promedio, también parece importar la brecha entre hombres y mujeres en educación. Según el mismo estudio, los países en los que las niñas tienen la mitad de probabilidad que los niños de ir a la escuela tienen, en promedio, 21.1 más muertes por cada 1.000 nacidos vivos, en comparación con los países que han cerrado esta brecha, nuevamente controlando el efecto de otros factores (Hill y King 1995). Un estudio distinto estima que si el África subsahariana tuviera el mismo índice de feminidad en años de escolaridad que Europa oriental, es decir, casi la paridad, la tasa de mortalidad de niños y niñas menores de cinco años en África se habría reducido en más de un 25% respecto a 1990 (167 por 1.000), después de controlar el efecto de los ingresos, los niveles promedio de escolaridad y otras diferencias regionales (Klasen 1999a) . Un reciente estudio en 63 países concluye que los beneficios que se obtuvieron de la educación de las mujeres representaron la contribución más importante que se hizo (con un 43% del total) para reducir la desnutrición entre 1970 y 1995 (Smith y Haddad 50 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARRO LLO ECONÓ MICO 2000)3. Los cambios en la situación de las mujeres en términos relativos, medidos por la relación entre la esperanza de vida al nacer de mujeres y hombres, contribuyeron en un 12% adicional", Este menor impacto de la situación de las mujeres refleja la pequeña mejoría en su situación relativa, no la importancia de esta situación para reducir la desnutrición. En Asia meridional, donde la situación de las mujeres mejoró considerablemente, los beneficios sobre la desnutrición representaron el 23% del des- censo total. En el África subsahariana, el que la situación relativa de las mujeres empeorara debilitó los impactos positivos que otros determinantes podrían tener so- bre la desnutrición . Teniendo en cuenta la autonomía, otra medida de la situación de las mujeres, un estudio reciente presenta conclusiones similares (Boone 1996), La autonomía de las mujeres se define como su capacidad para controlar sus vidas, tener voz en los asuntos que les conciernen a ellas y a sus familias, y de tomar decisiones y ponerlas en práctica. El estudio encuentra que, controlando los efectos independientes de los ingresos per cápita, una mayor autonomía entre las mujeres se relaciona con una menor mortalidad infantil". Un descenso de un punto en el índice de autonomía de 4 (la menor autonomía) a 3 supone un descenso del 50% en la mortalidad infantil en aquellos países con ingre- sos per cápita de 500 dólares y menos. Estos resultados demuestran el papel crucial de las madres durante los primeros años de vida de un niño o niña y, por tanto, refleja los costos de mantener a las mujeres analfabetas, sin información y sin recursos. 3 En este estudio, se consideran desnutrid os a los niños y niñas menores de cinco años cuyo peso para su edad está dos desviaciones estándar por debajo de la mediana basada en los estándares del Centro Nacional para la Estadística de la Salud y la Organización Mund ial de la Salud. Estos valores reflejan la contribución estimada de cada determin ante como porcentaje del cambio total en reducc ión de la desnutri ción infantil. Estas estima- ciones se obtienen multiplicando los coeficientes de las variables proxies de cada determinante por el cambio en la variable proxy de 1970 a 1995. Las variables proxies para cada determinante son: la salud y el medio ambiente (acceso a agua potable; educación femenina), matrícula secundaria femenina; situación de las muje- res (relación de esperanza de vida femenina a esperanza de vida masculina) y disponibilidad de alimentos (suministros de energía alimenticia per cápita al día). 4 Srnith y Haddad (2000) miden la situación relativa como la relación de esperanza de vida al nacer femen ina/ masculina. La mayoría de las medidas disponibles en la literatura son índices con indicadores múltiples vulne- rables a las acusaciones de arbitrariedad en el método de composición y agregac ión (Deaton 1997). Aun cuando no existe ninguna medida aceptada de la "situación relativa de las mujeres". Srnith y Haddad (2000) escogen la relación de esperanza de vida al nacer femenina/masculina porque "la extensión de la vida humana refleja el valor intrínseco de vivir, siendo también un requ isito necesario para llevar a cabo una gran variedad de logros (o 'capacidades' ) que generalmente son evaluados positivamente por la sociedad. También ésta se relaciona con un aumento de la calidad de vida. Las desigualdades en esta variable que favorece n a los hom- bres reflejan la discriminación contra las mujeres (como bebés, niñas y adulta s) y conso lidan las desigualda- des por razón de género a largo plazo" (Srnith y Haddad 2000 . p. 21, haciendo referencia a Sen 1998 y Mohiud din 1996). 5 Utilizando datos sobre derechos de Humana (1992), Boone (1996) encuentra que en una esca la dell al4, en la que I repre senta la máxima autonomía y 4 la mínima, el índice promedio en el mundo es apro ximadamente de 2. El autor se refiere al grado de autonomía de las mujeres (o falta de ella) como el índice de opresión entre hombres y mujeres. LA DESIGUALDAD EN RAZÓN DE GÉNEROLIMITA EL DESARROLLO 51 Mayor fertilidad. El impacto del crecimiento de la población sobre el desarrollo varía en todo el mundo. Pero en los países más pobres -amenazados por el hambre, escasez de viviendas y degradación ambiental- una alta fertilidad puede exacerbar los efectos adversos de la pobreza sobre las niñas y los niños. Por ejemplo, los efectos que tiene la alfabetización femenina sobre los indicadores de desnutrición pueden manifestarse a través de sus efectos sobre la tasa total de fertilidad . Unos mayores niveles de educa- ción se relacionan negativamente con el raquitismo y el bajo peso entre las niñas y niños menores de cinco años, cuando no se controlan otros efectos para la fertilidad, pero esto desaparece después de controlar el efecto de la tasa total de fertilidad (Klasen 1999b). Así, parece que una fertilidad más alta se correlaciona significativamente con una prevalencia más alta de raquitismo y con niños y niñas cuyo peso es inferior al normal. Un gran número de estudios empíricos sobre los hogares parece que "apoyan inequí- voca, intuitivamente, la creencia generalizada de que mejorar la educación femenina , y sus consiguientes cambios en la autonomía de las mujeres, tiene como consecuencia reducir la fertilidad" (Jejeebhoy 1995, p. 177)6. Por muchas razones, las mujeres con mayor educación tienen menos hijos que las mujeres con menos estudios. Se casan más tarde y tienen menos años de edad fértil. Tienen un mejor conocimiento de los métodos para controlar su fertilidad y más confianza y poder para tomar decisiones sobre su reproducción. Tienen aspiraciones más altas para sus hijos e hijas y reconocen la ten- sión entre alcanzar estas aspiraciones y tener muchos hijos. Los estudios entre países encuentran la misma relación entre educación de las muje- res y fertilidad , incluso teniendo en cuenta las diferencias en ingresos per cápita y la educación promedio de los hombres. Utilizando datos sobre 100 países en 1990, Klasen (1999b) encuentra que un año adicional de educación femenina reduce la tasa total de fertilidad en 0.23 nacimientos. Cuando se analiza un período más largo de tiempo, el efecto es incluso mayor: un año adicional de educación femenina, manteniendo cons- tante el nivel de educación masculina, reduce la tasa de fertilidad en 0.32 nacimientos (Gatti 1999). En otras palabras , un incremento de tres años en el nivel promedio de educación de las mujeres se relaciona con un niño o niña menos por mujer? También cuentan los derechos de las mujeres respecto a los de los hombres. Utili- zando datos por países sobre los derechos de las mujeres (de Humana 1992), Gatti 6 Pero la conclusión es calificada porque el impacto no es lineal. Aunque la educació n de las mujeres reduce la fertilid ad. parece que hay un umbral de educación (entre primaria y secundaria) más allá del cual se genera una marcada reducción en fertilidad . pero por debajo del cual la educación de las mujeres puede tener poco efecto. o incluso un efecto positivo sobre la fertilid ad. Este umbral tiende a ser mayor en los países menos desarrollados y más estratificados por género. 7 Esta conclusión refleja el impacto en la fertilidad no solamente del nivel de educación de las mujeres. sino también la brecha por género en educación (representada manteniendo constante la educación de los hombres en la regresión). Hill y King (1995) y Klasen (1999) encuentran que una diferencia menor está. en efecto. relacionada con una fertilid ad menor. 52 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓ MICO (1999) encuentra que, controlando el efecto de la educación femenina, cuando es mejor la situación relativa de las mujeres dentro del matrimonio menor es la tasa de fertilidad. COSTOS PARA LA PRODUCTIVIDAD Y EL CRECIMIENTO La sección anterior ha discutido los costos que las desigualdades en razón de género tienen sobre el bienestar, tanto para los hombres y mujeres de la actualidad, como para las futura s generaciones. Los impactos sobre la salud de niños y adultos, sobre el cono- cimiento y sobre las libertades -cada uno de ellos importante por derecho propio- influ- yen también sobre la vida de las personas en el crecimiento económico. Las restricciones en el acceso a la información o a la tierra y capital físico y las prácticas laborales injus- tas y las limitaciones con respecto al tipo de trabajo que se puede desempeñar, obstacu- lizan la capacidad de hombres y mujeres para ganarse la vida. Y debido a que la situación de las mujeres afecta al desarrollo cognoscitivo, la salud, la nutrición y la educación de sus hijos e hijas, también influyen sobre las perspectivas de crecimiento económico, a largo plazo, de un país. Esta sección discute el efecto de las diferencias entre hombres y mujeres en la esco- laridad infantil, el cual es un indicador de las habilidades que tendrá la fuerza laboral en el futuro. También discute las pérdidas en la producción como consecuencia de los prejuicios en el mercado laboral y de la distribución desigu al del capital entre hombres y mujeres. Menor escolaridad, más oportunidades perdidas Así como existen fuerte s correlaciones positivas entre la escolaridad de una madre y el peso al nacer, salud y estado nutricional de sus hijos, la escolaridad de una madre se relaciona positivamente con el desempeño escolar de sus hijos. ¿Por qué? En primer lugar, la educación mejora la eficiencia de la producción del capital humano: las madres con más estudios están mejor capacitadas para guiar a sus hijos, mediante la enseñanza en el hogar, el uso de más medios educativos y cómo representar un modelo a seguir. En segundo lugar, los logros de las madres en materia de educación, es un indicador de sus capacidades no observables o innatas, que se correlacionan positivamente con las de las niñas y niños (Rosenzweig y Wolpin 1994). Un mayor nivel de educación de las madres aumenta el rendimiento intelectual de niños y niñas. En Estados Unidos, cada año adicional de educación maternal antes del nacimiento añade 1.6 punto s a las calificaciones del niño en las pruebas de rendimiento en matemáticas y lectura, y 2.1 puntos a las calificaciones de vocabulario del niño o niña, siendo ambas estadísticamente significativas. Cuando una madre se involucra du- rante los tres primeros años de la vida de sus hijos añade, respectivamente, 1.7 puntos y 3.1 puntos a estos resultados, por cada año adicional de escolaridad (Rosenzweig y Wolpi 1994). En India, los hijos de madres más instruidas estudian diariamente casi dos LA DESIGUALDAD EN RAZÓN DE GÉNERO LIMITA EL DESARROLLO 53 horas más que los hijos de madres analfabetas en hogares similares (Behrman y otros 1999)8. Este beneficio intergeneracional es otra razón de peso para mejorar la educación de las mujeres, porque los niveles más altos de educación y habilidades permiten a las personas adoptar y beneficiarse de las nuevas tecnologías y reasignar mejor los recursos en respuesta a los ciclos y crisis económicas (Foster y Rosenzweig 1995, 1996; Schultz 1961). Restringir la educación de las mujeres implica perder oportunidades de contar con generacio nes futuras mejor educadas y más productivas. Ingresos perdidos El analfabetismo y la baja educació n de las mujeres perjudican tanto la productividad y los ingresos de las mujeres, como a la economía en su conjunto (véase, por ejemplo, Schultz 1991, 1993; Psacharopoulos y Tzannatos 1992). La tasa privada de rendimiento de un año adicional de educación de las mujeres suele ser, por lo menos, igual a la de los hombres. Los rendimie ntos marginales para las mujeres son mayores en Bolivia, Brasil, Costa de Marfil, Indonesia y Tailandia, pero son aproximadame nte iguales para hom- bres y mujeres en Colombia y Perú (Schultz 1991). Esto supone que las mujeres pueden beneficiarse marginalmente más que los hombres por cada año adicio nal de educación, ya que las mujeres tienen en promedio menos educación, sin embargo esto no significa que las mujeres con el mismo nivel de educació n que los hombres ganen más que ellos. Incluso en economías rurales donde el trabajo asalariado es más escaso, reducir la brecha por sexo en educació n u otros recursos aumenta la productividad. Entre los agri- cultores, las mujeres no son menos eficientes que los hombres (Moock 1976; Bindlish y Evenson 1993; Saito, Mekonnen y Spurling 1994; Udry 1996)9. Más bien, la menor producción agrícola de las mujeres generalmente refleja menores niveles de insumas o de educación con respec to a los hombres. En Kenya, si se igualaran los niveles de edu- cación e insumas de las mujeres agricultoras respec to a los de los hombres, se podría increme ntar la producción agrícola en un 22% (Quisumbing 1996)10. Los efectos que la 8 Algunos estudios han enco ntrado que la educación de las madres tiene un mayor efecto positiva sobre la educación de las hijas que sobre la de los hijos, pero en general las conclusione s son diversas . En Malasia. aunq ue tanto la educación de las madres como la de los padre s tiene efectos posit ivos significativos sobre la escolaridad de sus hijos e hijas. la educació n de las madres tiene un efecto mucho mayor en la de las hijas que en la dc los hijos, mientras que la educación de los padres tiene un mayor impacto en la de los hijos. (Lillard y Willis 1994). No se conoce ningún caso de educación maternal que tenga un mayor impacto en la educ ación de los hijos. una hipótesis que requiere más estudios (véase capít ulo 4). 9 Véase Quisumbi ng (1996) para una revisión de la evidencia reciente sobre las diferencias entre mujeres y hombres en la productividad agraria. lO Gran parte de la evidencia empírica sobre las diferencias en la productividad y eficiencia de los agricultores femeninos y masculinos provie ne del África subsahariana. Esto se debe. en parte. a que los hombres y las mujeres suelen adm inistrar parce las separadas, haciendo más sencillas las comparaciones emp íricas direct as por sexo. 54 HA CIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO desigualdad entre hombres y mujeres en la educación tienen sobre la productividad en el corto plazo , se acrecientan con el tiempo por el efecto que tiene adoptar nuevas tec- nologías. Los menores niveles de educación de las mujeres ocasionan que las agriculto- ras tengan menor probabilidad que los agricultores de adoptar nuevas tecnologías agrícolas que podrían elevar la productividad agrícola. y menor escolaridad puede significar una capacidad más limitada para acceder a mejores habilidades técnicas. Los agricultores arroceros en Vietnam, que recibieron capacitación para el control de plagas, adquirieron mejores conocimientos sobre estas técnicas que las mujeres agricultoras que recibieron la misma capacitación, y una parte considerable de esta brecha en los conocimientos se explica por las diferencias en la educación que hombres y mujeres recibieron antes de la capacitación (Chi y otros 1998). Asignación ineficiente del trabajo Uno de los impactos de los tabúes y prejuicios en contra de la contratación de mujeres es que los hogares pueden no ser capaces de utilizar sus recursos laborales eficientemente. Supongamos que el buen tiempo o una nueva tecnología han producido una buena cose- cha de forma imprevista, requiriendo la contratación de mano de obra adicional en los cultivos. Dependiendo de la productividad en el hogar y en el campo, en términos rela- tivos el hogar puede verse en la necesidad de contratar trabajadores que no pertenecen a la familia para trabajar en los cultivos o en la casa, y así descargar a los miembros de la familia del trabajo en el campo (Gertler y Newman 1991; llahi 2000). Sin un mercado laboral local para las trabajadoras, los hogares se ven limitados a contratar varones. A medida que los trabajadores varones se acercan al pleno empleo, el incremento en la demanda aumenta su precio, impidiendo que los hogares que no pueden ofrecer salarios más altos empleen la cantidad eficiente de mano de obra en sus cultivos. Esta escasez de mano de obra eventualmente podría conducir a un cambio tecnológico que aho- rrara mano de obra, pero en el corto plazo los prejuicios en contra de la contratación de mujeres tendrán consecuencias negativas sobre la producción. Las pérdidas en la producción son también resultado de la asignación ineficiente de los recursos productivos entre hombres y mujeres al interior de los hogares. En Camerún, como consecuencia de las asimetrías en razón de género en el control de los ingresos que se obtienen de ciertos cultivos, las agricultoras prefieren trabajar en sus parcelas de sorgo, en las que controlan lo recaudado, que en las de arroz, en las que no lo controlan (Jones 1986). Reasignar la fuerza laboral femenina del cultivo del sorgo al del arroz podría aumentar los ingresos del hogar en un 6%. En Burkina Faso, las desigualdades al interior del hogar en la asignación de fertilizantes y mano de obra a las parcelas cultiva- das por hombres y mujeres producen también ineficiencias que reducen la producción del hogar. Ésta podría incrementarse entre un 6% y un 20% simplemente reasignando los insumos de producción de una forma más eficiente entre las parcelas que cultivan hombres y mujeres en ese hogar (Udry y otros 1995; Udry 1996). Pero las costumbres que impone el género sobre el uso de la tierra impiden esto. LA DESIGUALDAD EN RAZÓN DE GÉNEROLIMITAEL DESARROLLO 55 En el sector asalariado formal, dos fenómenos revelan la discriminación en razón de género en el mercado laboral. En todo el mundo, los ingresos de las mujeres son en promedio menores que los de los hombres, y en general las ocupaciones de mujeres y hombres están segregadas por sexo (véase capítulo 1). Estos fenómenos reflejan varios sesgos: · Más inversión en el capital humano de los hijos que en el de las hijas. · Empleadores con preferencias discriminatorias sobre a quién contratar o pagar mejor. Acoso sexual en el lugar de trabajo, que hace que las condiciones laborales sean desagradables y peligrosas y reduce la moral y la productividad de la trabajadora. · Las mujeres juegan un papel predominante en la crianza de niñas y niños y en el mantenimiento del hogar. · Normas sociales y religiosas que restringen la capacidad de las mujeres para optar por un trabajo fuera del hogar y elegir entre varios tipos de trabajo. · Leyes laborales y legislaciones que en teoría buscan proteger a las mujeres contra los riesgos de trabajo, pero que en la práctica las excluyen de ciertos empleos. Todos estos sesgos implican que son las normas y los prejuicios -y no la eficiencia- los que determinan en una economía la oferta y la demanda laboral. Como resultado, la inadecuada asignación del trabajo provoca que algunas trabajadoras competentes sean ignoradas por su sexo. Pocos estudios han estimado el efecto que tiene sobre la economía la discriminación en razón de género en el mercado laboral. Esto es comprensible dados los datos que se requieren para llevar a cabo una tarea de esta dimensión, así como los supuestos simplificadores que se requieren para hacerla manejable. Tzannatos (1999) brinda, grosso modo, una aproximación de esta estimación para una selección de países de América Latina y el Caribe (tabla 2.1)1 l. Su método supone, en primer lugar, estimar la produc- ción bajo las condiciones actuales de diferencias en la ocupación y los salarios dentro de las industrias de cada país, y entonces reestima la producción bajo el supuesto de que se eliminan las diferencias en la ocupación dentro de las industrias. Si se alcanzara la igualdad entre mujeres y hombres en el mercado laboral y en la familia, la ganancia potencial máxima en términos de bienestar sería la diferencia entre las dos estimaciones de producción. Tzannatos (1999) concluye que puede haber incrementos considerables en los sala- rios de las mujeres con pérdidas relativamente pequeñas en los salarios de los hombres, debido, en parte, a que habría una considerable expansión de la producción. Se supone que estos cambios se darían por la reasignación de la mano de obra de unas ocupaciones II Zabalza y Tzannatos (1985) estiman que el Britains' Equal Pay Act de 1970 produjo un aumento del 15% en los salarios en todos los sectores. 56 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Tabla 2.1 SI LA SEGREGACiÓN OCUPACIONAL TERMINARA, LAS MUJERES GANARíAN Y LOS HOMBRES PERDERíAN (SÓLO UN POCO) Porcentaje de la fuerza laboral que debe cambiar de Variación porcentual en ocupación para conseguir igualdad Datos recolectados Salarios Salarios Producción en los salarios de por país y año femeninos masculinos (PIS) hombres y mujeres Argentina 1987 38 -9 4 25 Bolivia 1989 50 -9 6 28 Brasil 1980 96 -8 9 23 Chile 1987 41 -6 3 18 Colombia 1988 46 -8 5 20 Costa Rica 1989 35 -6 3 18 Ecuador 1966 59 -13 9 37 Guatemala 1989 25 -6 2 14 Jamaica 1989 61 -8 8 28 Uruguay 1989 30 -8 3 16 Venezuela, R. B. de 1987 24 -6 2 12 Fuente : Tzannatos (1999). a otra, es decir, un cambio de mujeres a puestos de trabajo de hombres y viceversa. Los datos de América Latina y el Caribe sugieren que si los salarios femeninos y masculinos hubi eran sido iguales, la producción habría sido un 6% mayor. Pero la igualdad salarial requeriría una redistribución de aproximadamente una quinta parte de la fuerza laboral. Sin embargo, el autor rápidamente señala que una reasignaci ón laboral de esta magni- tud es difícil y políticamente costosa en el corto plazo. Vínculos para el crecimiento económico: evidencias entre países ¿Qué pasaría si la desigualdad en razón de género fuera buena para el crecimiento? Un influyente estudio afirma que podría serlo. Barro y Lee (1994) encuentran que los paí- ses cuyos ingresos iniciales per cápita son bajos tienen tasas más altas de crecimiento ("convergencia condicional") y que la correlación parcial entre la educación secundaria femenina y el crecimiento económico es significativamente negativa, mientras que en- tre la educación mascul ina y el crecimiento es positiva. Los autores sugieren una posi- ble explicación interpretando la brecha en la educación de mujeres y hombres como una medida de atraso económico: La desconcertante conclusión, la cual suele repetirse, es que el nivel inicial de educación secundaria femenina entra negativamente en las ecuaciones del crecimiento; el coefi- LA DESIGUALDAD EN RAZÓN DE GÉNERO LIMITA EL DESARROLLO 57 ciente estimado es -0,0084 (error estándar =0,0045).Una posibilidad es que una gran diferencia entre la escolaridad secundaria de mujeres y hombres sea un buen indicador del atraso; por consiguiente, una menor escolaridad femenina significa más atraso y apa- rentemente un mayor potencial de crecimiento a través del mecanismo de convergencia (p. 18). Este resultado contradice la evidencia microeconómica sobre la relación entre pro- ductividad y desigualdad en razón de género, discutida anteriormente. También contra- dice un cada vez mayor número de análisis por países que apoya la evidencia a nivel micro. En efecto, varios estudios econométricos recientes demuestran que la relación crecimiento-igualdad de género es sensible a la especificación particular de la ecuación de crecimiento (recuadro 2.1). Además de la cuestión de la naturaleza de esta relación, está la cuestión de la causalidad. Dos estudios encuentran una relación negativa entre la desigualdad en razón de gé- nero en la educación y el crecimiento, la cual es estadísticamente significativa e impor- tante. Esteve-Volart (2000) examina el vínculo entre el crecimiento del PIE per cápita y la desigualdad entre hombres y mujeres en la educación primaria en el año base, usando datos de aproximadamente 90 países y controlando el efecto de factores como la educa- ción secundaria total y las variables dummy regionales. El estudiomuestra que un incre- mento del 1% en la relación de feminidad en la matrícula en la escuela primaria aumenta la tasa de crecimiento en más de 0,012 puntos porcentuales. Knowles, Lorgelly y Owen (en preparación) examinan la relación a largo plazo en- tre el crecimiento del PIE por trabajador y las reservas de educación de hombres y muje- res promediados en el tiempo, utilizando datos de 70 países. Encuentran que la elasticidad del nn .por trabajador con respecto a las reservas de educación femenina varía entre 0,2 y 0,45, mientras que varía entre -0,3 y O,I con r éspecto a las reservas de educación masculina. Pero estos estudios no resuelven la causalidad entre desigualdad en razón de género y crecimiento. Estudios recientes que específicamente abordan la causalidad, sugieren que las desigualdades entre hombres y mujeres en educación impiden el crecimiento económico (recuadro 2.1). ¿Qué hubiera ocurrido si el África sub sahariana, el Asia meridional, Oriente Medio y el norte de África hubieran tenido inicialmente la misma relación de feminidad en años de escolaridad que tuvo Asia oriental en 1960, y hubieran reducido su brecha en escolaridad al mismo ritmo que lo hizo Asia oriental entre 1960 y 1992? Según un estudio, las tasas promedio de crecimiento per cápita en esas regiones habrían sido de entre 0,5-0,9 puntos porcentuales más altas por año, un incremento sustancial con respecto a las tasas reales de crecimiento de 0,7 puntos por año en el África subsahariana, 1,7 en Asia meridional y 2,2 en Oriente Medio y norte de África (gráfico 2.3; Klasen 1999a). En efecto, entre 1960 y 1992, el crecimiento medio anual de los ingresos per cápita en Botswanasuperó el 5,5%, mientras que en Ghana fue de menos del 0,3 % (Klasen 1999a). Controlando el efecto de las diferencias en los niveles iniciales de ingresos, las 58 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Recuadro 2.1 LA IGUALDAD DE GÉNERO AFECTA EL CRECIMIENTO ECONÓMICO El debate sobre el efecto que tiene la igualdad de género sobre el crecimiento se centra en dos aspectos clave: ¿Es positiva la relación entre la igualdad de género y el desarrollo? ¿Afecta la igual- dad de género al crecimiento o viceversa, o existen ciertos factores comunes que simultáneamente determinan a ambos? Con el fin de contestar a la primera pregunta, algunos estudios recientes que examinan especifi- caciones econométricas alternativas de la ecuación de crecimiento, han intentado contrastar sus conclusiones sobre una relación positiva contra los resultados de Barro y Lee (1994). Un método ha sido identificar países "atípicos" que pudieran estar influyendo las conclusiones de Barro y Lee. Stokey (1994) sugiere que estas conclusiones aparentemente desconcertantes pudieran provenir de los "tigres asiáticos" (China; Hong Kong, China; República de Corea; Singapur; y Taiwan, China), que han tenido un rápido crecimiento pero comparativamente una menor educación femenina. Lorgelly y Owen (1999) utilizan técnicas estadísticas para identificar países atípicos. Excluirlos de la regresión del crecimiento es suficiente para debilitar la significancia de la correlación parcial entre la educación femenina y el crecimiento, aunque sigue siendo negativa. Dollar y Gatti (1999) encuentran que, omi- tiendo las variables dummy regionales de su modelo, son capaces de reproducir las estimaciones de Barro y Lee. Esto se debe a que las economías latinoamericanas crecieron más despacio que lo previsto por las otras variables en la ecuación del crecimiento, al mismo tiempo que la región tenía alta escolaridad secundaria femenina. Por tanto, si se excluyen las variables dummy regionales de la regresión del crecimiento, el poco crecimiento de América Latina se atribuye a la variable de la edu- cación femenina, teniendo como resultado un coeficiente negativo sobre la educación femenina. Por otra parte, debido a la alta multicolinealidad entre educación masculina y femenina en la especificación Barro-Lee, hay muy poca variación independiente que permita un esclarecimiento de sus efectos separados sobre el crecimiento. Excluir la variable de la educación masculina cambia el signo del coeficiente de la educación femenina de negativo y significativo a positivo y no significativo (Lorgelly y Owen 1999). Knowles, Lorgelly y Owen (2000) utilizan una especificación distinta de la regresión del creci- miento. Ellos promedian datos sobre el período total de estimación de 1960-1990 para las variables explicativas con el objeto de estimar la relación a largo plazo y encuentran que el efecto de la educa- ción femenina sobre la producción por trabajador es significativo y positivo. Pero cuando vuelven a estimar su modelo con valores del período base de las reservas de capital humano, como hicieron Barro y Lee, reproducen los resultados opuestos de Barro-Lee de una relación negativa y significativa con respecto a la educación femenina, y otra positiva con respecto a la educación masculina. La segunda cuestión está relacionada con la dirección de la causalidad. Si la relación positiva entre la igualdad de género y el crecimiento se debe a una relación en dos direcciones o a un factor común subyacente que determina ambas direcciones simultáneamente, entonces las regresiones de mínimos cuadrados ordinarios del aumento de los ingresos sobre las medidas de igualdad de género estarían sesgadas. Esto es particularmente cierto cuando las diferentes variables se refieren al mis- mo periodo. Estudios recientes han intentado desenmarañar la relación causa y efecto entre la igual- dad de género y el crecimiento económico, pero han encontrado problemas de medición e inferencia estadística. La técnica más común es la estimación utilizando variables instrumentales. Este método se basa en identificar variables exógenas que afectan la igualdad de género pero no directamente al creci- miento, y utilizan como determinantes del crecimiento , las medidas previstas de igualdad de género (Continúa en la página siguiente) LA DESIGUALDAD EN RAZÓN DE GÉNERO LIMITA EL DESARROLLO 59 (Continuación recuadro 2.1) a partir de estas variables. Dollar y Gatti (1999) usan datos sobre religión y libertades civiles como variables que afectan los ingresos únicamente a través del efecto que tienen sobre la igualdad entre hombres y mujeres en la educación. Klasen (1999a) utiliza el gasto en educación como porcentaje del PIB, los niveles iniciales de fertilidad y el cambio en las mismas variables como instrumentos para los niveles y cambios en la relación de feminidad de los años de educación, lo que requiere que estos instrumentos pasen pruebas de restricción de sobreidentificación. Ambos estudios concluyen que la igualdad de género tiene un impacto significativo sobre el crecimiento. Otras técnicas normalmente apoyan este resultado. Dollar y Gatti (1999) usan datos de series de tiempo de igualdad de género y de niveles de ingresos de más de 100 países durante las tres últimas décadas para abordar algunos de los aspectos de endogeneidad, y muestran que una mayor igualdad entre hombres y mujeres en la educación secundaria se relaciona con ingresos más altos. Klasen (1999a) estima que las regresiones de panel que utilizan dummies regionales y por décadas, indican que esta especificación es superior a una con efectos fijos por países o efectos al azar tras efectuar pruebas formales. Las variables de escolaridad usadas en las regresiones son los años totales de escolaridad por sexo en 1960, y el cambio es entre 1960 y 1992. Dado que las inversiones en educación que se necesitaron para cambiar esas variables de escolaridad, debieron haberse hecho aproximadamente entre 1930 y 1975, es poco probable que dichas inversiones fueran resulta- do del aumento del ingreso después de 1960. Así, Klasen concluye que es más probable que la relación positiva entre la relación de feminidad de escolaridad y el crecimiento del ingreso indique que una relación de feminidad más alta de escolaridad contribuya a un mayor crecimiento en los ingresos, y no al contrario . tasas de inversión, la "apertura económica" y el crecimiento de la población y de la fuerza laboral en el período -así como los niveles iniciales y el aumento en la escolari- dad masculina- el análisis sugiere que hasta un 1,3-1,6 de los puntos porcentuales de la diferencia de 5,3 puntos en el crecimiento anual entre los dos países, podría explicarse por las diferencias en la educación entre hombres y mujeres. Más aún, para los países de ingresos medios y superiores con niveles de educación relativamente altos, un aumento de 1 punto porcentual en la participación de las mujeres en la educación secundaria, manteniendo constante la educación secundaria de los hombres, se relaciona con un aumento en los ingresos per cápita de 0,3 puntos porcentuales (Dallar y Gatti 1999). Estos resultados implican que el no proporcionar a las niñas los mismos niveles prome- dio de educación que a los niños impide el crecimiento económico. La desigualdad en razón de género en otras dimensiones, además de la educativa, se relaciona con tasas más bajas de crecimiento. Mayores oportunidades de empleo para las mujeres puede aumentar la producción nacional , al menos la parte medida en las cuentas de ingreso nacional. El empleo fuera del hogar conllevará a sustituir el trabajo femenino no cuantificado en el hogar por el trabajo femenino cuantificado en la econo- mía formal, que es capturado en las cuentas nacionales. Esto aumentará la visibilidad del trabajo de las mujeres y mejorará la medición de la producción, inclusive si la pro- ducción real (cuantificada y no cuantificada) permanece sin cambios. A medida que 60 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO esta sustitución suponga un incremento en la producti vidad, la producción económica real y el crecimiento aumentarán también. Existe limitada evidencia macroeconómica para mostrar que la desigualdad en ra- zón de género en el empleo afecta adversamente al crecimiento económico. Controlan" do el efecto de factores como los ingresos iniciales, el crecimiento de la población, la desigualdad por sexo en educación y la apertura macroeconómica, Klasen (1999a) en- cuentra que la participación femenina dentro de la población en edad de trabajar en el sector formal, tiene una correlación positiva económica y estadísticamente significativa con el crecimiento económico. Sin embargo, este resultado debe interpretarse con cierta precaución, porque puede que sea el crecimiento el que esté facilitando la participación de las mujeres en el empleo y no al revés. Gráfico 2.3 CERRAR MÁS RÁPIDAMENTE LA BRECHA EN LA EDUCACiÓN DE HOMBRES Y MUJERES ACELERARíA EL CRECIMIENTO ECONÓMICO Crecimiento promedio anual en el PIS per cápita, 1960-1982 4 3 % 2 o-t--- África Asia Oriente Medio subsahariana meridional y norte de África 111 Real D Previsto Nota : "Previsto" representa la tasa promedio prevista de crecimiento del PNB para una región si su brecha en educación por sexo hubiera comenzado al nivel de Asia oriental en 1960, y se hubiera reducido tan rápidamente como lo hizo Asia oriental de 1960 a 1992. Fuente: Simulaciones basadas en resultados de regresión de Klasen (1999a). COSTOS PARA LA GOBERNABILIDAD La calidad de la gobemabilidad de un país y de su vida pública es tanto una señal de su nivel de desarrollo, como un factor del mismo. La primera premisa es obvia para la LA DESIGUALDAD EN RAZÓN DE GÉNERO LIMITA EL DESARROLLO 61 mayoría de la gente y no necesita demostración; la segunda, menos aparente, ha recibi- do un impulso por parte de estudios recientes entre países. Un país cuyo régimen políti- co tiene controles y contrapesos, y es capaz de hacer que se cumplan las leyes, es más estable y tiene mejores perspectivas de desarrollo que un país autocrático. Ciertos estu- dios encuentran una relación significativamente negativa entre corrupción, crecimiento económico y desarrollo, lo que sugiere que el predominio de la corrupción debilita la eficacia de la política de desarrollo (Knack y Keefer 1995; Mauro 1995; Olson, Sarna y Swamy en preparación). Reducir la corrupción y promover un gobierno más honesto se han convertido en un reto para los gobiernos y las agencias de desarrollo. Otros cuantos estudios exploran las posibles contribuciones que podría hacer una mayor participación femenina en política para tomar decisiones sobre asuntos públicos. ¿Plantean las mujeres diferentes preocupaciones y representan una perspectiva distinta en los diálogos políticos? ¿Aportan un estilo diferente de gobernabilidad? Corrupción Estudios recientes sugieren que la igualdad de género está correlacionada con la co- rrupción. Pero, ¿es esta relación real o aparente? Existen dos posibles hipótesis sobre por qué podría ser verdad. En primer lugar, si es más probable que las sociedades igualitarias y participativas eviten la discriminación en razón de género y que creen controles y balances que hagan que las prácticas corruptas sean menos lucrativas, en- tonces la igualdad de género y la corrupción estarían negativamente correlacionadas. En segundo lugar, puede haber diferencias intrínsecas en los comportamientos de las mujeres y de los hombres que conduzcan a un gobierno más honesto mientras más mujeres ocupen puestos clave en el gobierno. La noción de que, en promedio, las muje- res y los hombres responden a situaciones sociales y económicas de manera distinta, no es nueva. Cierta parte de estas diferencias en el comportamiento surgen a partir de las diferencias entre mujeres y hombres en la educación, experiencia en la fuerza laboral y en el acceso a la información y tecnología, entre otras cosas. Si estas diferencias se toman en cuenta, ¿son todavía estadísticamente significativas las diferencias en comportamiento entre hombres y mujeres? Aun cuando ambas hipótesis justifican un mayor análisis , los estudios que se encuentran disponibles ya ofrecen conclusiones fascinantes. Algunos estudios sobre las ciencias sociales y del comportamiento sugieren que los hombres y las mujeres difieren en las conductas que tienen que ver con la corrupción, siendo la conclusión general que las mujeres se orientan más hacia la comunidad y son más desinteresadas que los hombres. Algunos experimentos controlados encuentran que es más probable que las mujeres muestren más generosidad y altruismo que los hombres, pero otros experimentos cuestionan estos resultados" . Otros análisis basados 12 Por ejemplo, Ecke1y Grossman (1988) utilizaron un juego de "dictador anónimo" en el que a cada sujeto en el estudio se le pedía que dividiera $10 con un socio desconocido sin riesgo de rechazo. En promedio, las muje- res eligieron donar $1.60 a su socio desconocido, mientras que los hombres donaban la mitad de esta cantidad . 62 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO en datos recolectados en 18 países por las encuestas mundiales de valores de 1981, Yen 43 países en 1991, muestran que las mujeres aceptan menos las conductas deshonestas e ilegales que los hombres (Swamy y otros, en preparación). Y una proporción signi- ficativamente más alta de mujeres que de hombres cree que ciertas conductas no se pueden justificar nunca, con diferencias que varían de entre 4 a 9 puntos porcentuales (tabla 2.2). Pero, ¿se mantienen constantes los resultados después de considerar las diferencias en las características observables de hombres y mujeres? Cuando se toman en cuenta la situación laboral y varias características individuales (como edad, educación y estado civil), los hombres tienen un 3,3% más de probabilidad de aceptar un soborno en su empleo que las mujeres (Swamy y otros, en preparación). Sin embargo, hay alguna variación por países. En 1991, en 7 de los 43 países era menos probable que los hom- bres aceptaran sobornos. Pero en el resto de los 43 países en 1991, Yen el total de los 18 en 1981, los resultados implican que era menos probable que las mujeres admitieran sobornos, aunque las estimaciones no son estadísticamente significativas en aproxima- damente un tercio de los países. Así, pues, aunque no se encuentran diferencias estadís- ticamente significativas en todos los países, parece que las actitudes hacia la corrupción por sexo son más o menos un fenómeno a nivel mundial. Las encuestas de empresas muestran que es menos probable que las mujeres empre- sarias paguen sobornos a los funcionarios gubernamentales, ya sea por su aversión al riesgo o por niveles superiores de comportamiento ético. En la República de Georgia, las empresas propiedad de hombres o administradas por ellos tienen entre un 10 Y un 14% más de probabilidad (dependiendo del método econométrico multivariado usado) de hacer pagos no oficiales a los funcionarios gubernamentales que las empresas pro- piedad de mujeres o administradas por ellas (Swamy y otros, en preparaci ón)". Estos resultados controlan el efecto de las características de la empresa (sector y tamaño) y las características del propietario(a) o gerente (educación). Sin controlar el efecto de estos Andreoni y Vesterlund (en preparación) compararon el comportamiento por sexo en juegos similares y com- probaron que las mujeres en general daban más y era más probable que dividieran uniformemente las fichas del juego. a pesar de los diferentes valores monetarios. mientras que los hombres eran menos generosos cuan- do aumentaba el valor de las fichas . Sin embargo. Bolton y Katok (1995) hicieron un experimento similar usando diferentes sujetos y no encontraron ninguna diferencia por sexo en las donaciones. En general. los resultados de los experimentos de laboratorio para determinar las diferencias entre hombre s y mujeres en el comportamiento ético y en la aversión al riesgo son altamente sensibles al contexto social. la secuencia de los experimentos y el precio de manifestar integridad o correr riesgos (Eckel y Grossm an 1996; Ander son, Rodgers y Rodríguez 1998). 13 Swamy y otros (en preparación) estiman la relación usando mínimos cuadrados ordinarios (produciendo una estimación del coeficiente que sugiere que la presencia de un propietario o director masculino aument a la incidencia de dar sobornos en 10 puntos) ; un modelo probit (13 puntos); y un modelo probit ordenado (14 puntos) . Curiosamente. no encuentran ninguna diferencia entre hombres y mujeres en las cantidades pagadas. en el caso de haber tenido que pagar un soborno. Los autores sugieren que esta conclusión es consistente con otra evidencia de que los mercados negros en la República de Georgia operan con precios conocidos y que los agentes sólo tienen que decidir si pagan o no. LA DESIGUALDAD EN RAZÓN DE GÉNERO LIMITA EL DESARROLLO 63 factores, la probabilidad de que las empresas administradas por varones paguen sobor- nos es del doble. Estas conclusiones, basadas en información obtenida en encuestas individuales y a empresas, encuentran eco en recientes análisis de datos por países. Kaufmann (1998) encuentra una correlación negativa entre un índice de corrupción y un índice de dere- chos sociales y económicos de las mujeres, en una muestra de más de 80 países!". La dirección de causalidad, si la hay, no ha sido determinada, dado que este resultado no controla el efecto de otras variables que pudieran estar conduciendo el resultado, como los ingresos. Cuando los resultados de Kaufmann (1998) se amplían para controlar el efecto de los ingresos per cápita, la relación negativa entre corrupción y derechos de las mujeres se debilita pero permanece significativa, indicando que éstos se relacionan con una menor corrupción, independientemente de los ingresos (gráfico 2.4)15. En la medida en que una menor corrupción se traduce en una mayor inversión, y por tanto en creci- miento, la igualdad de género afecta indirectamente al crecimiento a través de esta vía. Además de los derechos, parece que también es importante una mayor participación de las mujeres. Los gobiernos son menos corruptos cuando las mujeres son más activas en la política y en el mercado laboral (Dallar, Fisman y Gatti, en preparación; Swamy y otros, en preparación). Por ejemplo, la corrupción es menor cuando la proporción de escaños ocupados por mujeres sube (basado en el Índice de Corrupción de la Guía Inter- nacional de Riesgos por Países y en el Índice de Percepción de Corrupción del Instituto de Transparencia Internacional), controlando los efectos del ingreso nacional y otros factores que afectan a la corrupción, como son la extensión de las libertades civiles, el promedio de años de escolaridad, la apertura comercial y la fragmentación étnica. Un aumento de una desviación estándar en la proporción de mujeres en las cámaras bajas del parlamento con respecto a la media muestral del 10,9%, está relacionado con un descenso no inferior al 10% en corrupción (Swamy y otros, en preparación). Aunque todavía sólo son preliminares, estas conclusiones apoyan el que haya más mujeres en la política y en el mercado laboral, dado que podrían ser una fuerza eficaz para el buen gobierno y la confianza empresarial. La exclusión reduce las perspectivas El capítulo 1 muestra una representación muy baja de mujeres en los parlamentos y en los cargos ministeriales en todas las regiones del mundo, tanto en desarrollo como industrializadas. ¿Cuáles son los costos del desarrollo por excluir sistemáticamente a 14 Véase el gráfico de dispersión del índice de corrupción contra el índice de derechos de las mujeres en Kaufmann (1998). 15 Kaufmann (1998) usa un índice de derechos de las mujeres distinto al índice de Humana (1986.1 992) usado en este informe. Sin embargo. los resultados que aparecen en el gráfico 2.2 son cualitativamente similares aun cuando se use el índice Humana. 64 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Tabla 2.2 OPINIONES DE HOMBRES Y MUJERES: ¿QUÉ ES UN COMPORTAMIENTO SOCIAL INJUSTIFICABLE? Porcentaje de los que dicen que el comportamiento "nunca está justificado" Comportamiento Hombres Mujeres Solicitar prestaciones del gobierno a las que no se tiene derecho 63,7 67,9 Viajar sin boleto en un transporte público 60,3 64,9 Evadir al fisco si se tiene oportunidad 54,4 61,5 Comprar algo que se sabe que es robado 72,9 79,5 Tomar y conducir un coche que pertenece a otro 83,1 87,2 Quedarse con dinero que se ha encontrado 43,9 51,6 Mentir en interés propio 45,1 50,9 Aceptar un soborno cuando se está de servicio 72,4 77,3 Pelear con la policía 52,0 57,1 Dejar de informar del daño que ·se ha hecho a un vehículo estacionado 61,8 67,6 Arrojar basura en un lugar público 69,1 74,4 Conducir bajo la influencia del alcohol 74,2 83,4 Nota: Datos de 18 países en 1981 y 43 países en 1991. Los tamaños de las muestras varían de 52.107 a 83.532. Todas las diferencias son significativas a un nivel de 0.0001. Fuente: Adaptado de Swamy y otros (en preparación). las mujeres del gobierno y de la toma de decisiones al nivel público? Aun cuando los estudios sobre este tema argumentan generalmente que la exclusión en razón de género tiene costos considerables para la sociedad, la evidencia empírica es todavía más inci- piente que concluyente. Esta sección presenta resultados que implican que las mujeres aportan nuevas perspectivas a la toma de decisiones, aumentan la legitimidad de la gobernabilidad y enriquecen el proceso político, contribuyendo con nuevas habilida- des, estilos y visiones . Según una encuesta reciente de la Unión Interparlamentaria (2000), de 187 mujeres que tienen cargos políticos en 65 países, aproximadamente nueve de cada die z encuestadas creen que tienen un punto de vista diferente sobre la política y la sociedad que sus contrapartes varones . Y aunque sienten especial responsabilidad de representar los intereses de otras mujeres, también es más probable que actúen como defensoras de otros sectores de la sociedad. Ellas dicen que han incluido nuevos y diferentes temas en la agenda. Algunos ejemplos: las leyes sobre la violencia contra las mujeres e iniciati- vas sobre leyes electorales en El Salvador, una ley sobre redistribución de tierras para aliviar la pobreza de las mujeres en Etiopía, y legislación laboral sobre seguridad social y los derechos de la infancia en Rusia. LA DESIGUALDAD EN RAZÓN DE GÉNERO LIMITA EL DESARROLLO 65 Gráfico 2.4 DERECHOS MÁS EQUITATIVOS PARA LAS MUJERES, MENOR CORRUPCiÓN índice de corrupción 10 · · · 8 · ·· · · · ..,.¡:# ..·· · ···· ·· · 6 · · · · 4 · · ...· ..,.· ···· 2 O 4,0 4,5 5,0 5,5 6,0 6,5 7,0 índice de derechos económicos y sociales de las mujeres Nota: El índice de corrupción utiliza datos de la Guía Internacional de Riesgos de los Países (ICAG) y los transforma. indice de corrupción =10 - (índice ICAG - 1) x 2. El valor O indica bajos niveles de corrupción; el valor 10 indica altos niveles de corrupción . La variable ce los derechos de las mujeres es el indicador de los Derechos Humanos Económicos y Sociales de las Mujeres (Weshr) desarrollado por el Programa de Estudios Globales de la Universidad de Purdue. Una puntuación de 7 se interpreta como una Igualdad de Género en derechos económicos y sociales. En el gráfico se controlan los efectos del PIS per cápita en cada país. Véanse los países incluidos en el apéndice 1. Fuente: Estimaciones del personal del Banco Mundial; véase también Kaufmann (1998). Los datos de la encuesta sugieren que una mayor presencia de las mujeres ha modi- ficado el enfoque tradicional masculino del bienestar social, la protección legal y la transparencia en el gobierno y en las empresas. Muchas encuestadas creen que si hom- bres y mujeres fueran mejores socios en la política y en la sociedad, la política satisfaría mejor las necesidades de la sociedad. La gran mayoría de las encuestadas expresan que sus motivos para entrar a la política surgen del deseo de hacer una diferencia en su sociedad, particularmente en lo relativo a la justicia social. El 80% cree que la partici- pación de las mujeres restablece la confianza en la política. También opinan que las mujeres abogan por un enfoque conciliador en la política y pueden contribuir a la me- diación en las disputas (IPU 2000). Estos datos representan los puntos de vista de mujeres en cargos políticos. Pero, ¿tanto las mujeres como los hombres en cargos políticos realmente articulan diferentes prioridades? ¿Tienen impactos distintos en la política? Estas preguntas continúan sin respuesta, especialmente en los países en desarrollo. Incluso en Estados Unidos y en los países de Europa occidental, las legisladoras no piensan que son necesariamente más 66 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNE ROS EN EL DESARROLLO ECONÓ MICO eficientes que los hombres, aun cuando es más probable que asistan a reuniones parti- distas y conferencias y trabajen más horas que los hombres (Davis 1997)16. Las mujeres tienen que trabajar muchas más horas para compensar su falta de capital social y políti- co, porque no proceden de las redes tradicionales de legisladores. Y las burócratas pue- den limitarse a participar en ciertas áreas de la formulación de las políticas, como a los asuntos de las mujeres y de desarrollo social. Puesto que la clase económica y el origen étnico, así como el género, dividen a las sociedades, las mujeres funcionarias y las líderes políticas no van a ser necesariamente aliadas del resto de las mujere s, y lo mismo ocurre con los hombres. Pero si controla- mos el efecto de estos factores, y si las mujeres y los hombres aportan diferentes pers- pectivas al proceso de toma de decisiones al interior de las burocracias políticas, entonces excluir a las mujeres del gobierno en todos los niveles limitará la efectividad del Estado y de sus políticas. De forma más general, la discriminación sistemática contra las mujeres y la exclu- sión de grandes segmentos de la población de los servicios básico s, derechos políticos y oportunidades económicas inspiran desconfianza y resentimiento, lo cual influye en el clima social al nivel más amplio y pone en riesgo las perspectivas de desarrollo . Algu- nos estudios recientes han argumentado que la confianza (o capital social o cohesión social) - la voluntad de la gente dentro de una sociedad de cooperar o colaborar con los diferentes grupos para alcanzar objetivos comunes- determina la efectividad de las ins- tituciones de una sociedad (Putnam 1993; Fukuyama 1995; Woolcock 2000) . Usan- do datos de la Encuesta Mundial de los Valores (1990-1993) para obtener una medida de la confianza, La Porta y otros (1997) estimaron el efecto de la confianza en la efecti- vidad del gobierno y en la participación en organizaciones cívic as. Encontraron que manteniendo constante el PNB per cápita, un incremento de una desviación estándar en la confianza elevaba la eficiencia judicial en un 0,7, la calidad burocrática en 0,3 y el cumplimiento de las obligaciones fiscale s en 0,3; y disminuía la corrupción en 0,3 de una desviación estándar'? UN MARCO PARA ENTENDER LAS DISPARIDADES DE GÉNERO Este capítulo ha examinado una cantidad de evidencias que es lo suficientemente con- vincente para mostrar cómo las sociedades que discriminan con base en el género pagan 16 Una situación similar se observa en varios países en desarrollo en estudios incluidos en Staudt (1997). 17 La Porta y otros (1997) miden la confianza a través del porcentaje de personas que dijo "sf" cuando se les preguntó: "Hablando en términos generales, ¿diría usted que se puede tener confianza en la mayoría de la gente o que toda precaución es poca cuando se trata con la gente?" Los países con mayor confianza están en Escandinavia, donde casi dos terceras partes de los encuestados creen que se puede tener confianza en los extraños; los países con menor confianza son los de América Latina. Las diversas medidas de la eficacia del gobierno se obtuvieron de las diferentes bases de datos y son definidas en la tabla 1 del estudio (La Porta y otros 1997, p. 335). LA DESIGUALDAD EN RAZÓN DE GÉNERO LIMITA EL DESARROLLO 67 un precio considerable en términos del bienestar de su pueblo, de su crecimiento econó- mico, de su gobernabilidad y de su capacidad para reducir la pobreza. Estos costos son generalizados y cuantitativamente significativos. Especialmente en aquellos países con bajos ingresos, como los de Asia meridional y el África subsahariana, una mayor educa- ción y autonomía para las mujeres ayudaría a aliviar algunas de las peores manifesta- ciones de la pobreza, como son el vrn/sida, la mortalidad infantil y la desnutrición severa. Sin embargo, los prejuicios y las prácticas discriminatorias excluyen a las mujeres de los recursos, los mercados y la política, desaprovechando el talento, la habilidad y la energía de grandes segmentos de cada país. La evidencia plantea varias cuestiones. Si las desigualdades en razón de género son perjudiciales para el bienestar de las personas y para las perspectivas de desarrollo de un país, ¿por qué persisten en tantas sociedades? ¿Por qué las desigualdades entre mu- jeres y hombres en algunas esferas son mucho más difíciles de eliminar que en otras? Por ejemplo, las mejoras han sido rápidas en algunos aspectos como la salud y el acceso a la educación, pero mucho más lentas, o casi nulas , en la participación política y en la igualdad de derechos en la propiedad. ¿Qué factores influyen en la transformación de las relaciones de género y eliminan las disparidades que son tan perniciosas? Esta sección proporciona un marco para comprender por qué persisten las pernicio- sas desigualdades en razón de género. El marco se basa en tres importantes factores que influyen en la igualdad de género: Instituciones, incluyendo las normas sociales, leyes y mercados. · Hogares y familias. La economía. Estos factores también proporcionan puntos críticos de entrada para que la acción pública y cívica promuevan la igualdad de género en el desarrollo. Los tres siguientes capítulos discuten cada uno de los tres factores y las formas en que contribuyen a las desigualdades en razón de género. Subyacentes a las desigualdades en razón de género descritas en el capítulo I están las normas sociales y culturales que conforman los roles y las relaciones entre hombres y mujeres. Estas normas, reflejadas en los marcos jurídicos y regulatorios, así como en las instituciones económicas, moldean las estructuras de género que predominan en la sociedad y en la economía. Las normas sociales forman parte de un amplio entorno institucional, que incluye también costumbres, derechos, leyes e instituciones de mer- cado. Éstas influyen en los recursos que tienen mujeres y hombres, en las actividades que emprenden y en las maneras en que pueden participar en la política y la economía. Encaman incentivos que toleran o desalientan los prejuicios. Algunas de ellas, como las nonnas sociales, pueden ser difíciles y lentas de cambiar, pero no son estáticas en lo absoluto. Y la política pública puede cambiar los incentivos de tal manera que se pro- mueva o inhiba la igualdad de género (véase capítulo 3). Al igual que las instituciones, los hogares y las familias dan forma a las relaciones -de género desde el comienzo de la vida de una persona, las transmiten de una genera- 68 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO ción a la siguiente y determinan las oportunidades de que disponen las personas. Es en los hogares donde se toman muchas de las decisiones básicas de la.vida: tener y criar hijos, dedicarse al trabajo o disponer de tiempo libre, invertir en el futuro , La forma en que se asignan los recursos productivos y las tareas entre hijos e hijas, la autonomía que se les concede, las diferentes expectativas que se tienen de ellos y ellas, todo esto crea, aumenta o mitiga las desigualdades en razón de género. Pero las familias no toman aisla- damente las decisiones sobre la asignación y la inversión de sus recursos. Las toman al interior del contexto de las comunidades, reflejando la influencia de los incentivos esta- blecidos por ambientes institucionales y políticos más amplios (véase capítulo 4). La economía determina también las oportunidades con las que cuentan las personas para mejorar su nivel de vida. Incrementar los ingresos de los hogares puede conducir a un desarrollo humano (como el estado de salud y la educación) más equitativo, tanto para mujeres como para hombres. Mayores ingresos significa que los hogares tienen menos limitaciones de recursos que los obliguen a elegir entre invertir en sus hijos o hijas. Y los factores que elevan los ingresos tienden también a aumentar los costos de excluir injustamente a las personas de la producción económica. Pero el que al expandir las oportunidades económicas reduzca las desigualdades en razón de género va a depender de qué tipo de actividades generadoras de ingresos se encuentran disponibles, de cómo están organizadas y de cómo se remuneran los esfuer- zos y habilidades, y de si las mujeres y los hombres son capaces de participar en igual- dad de condiciones. Muchos factores entran en juego. La división del trabajo por sexo en el hogar, las normas sociales y los prejuicios, y las capacidades y activos desiguales impiden que mujeres y hombres tomen ventaja de las oportunidades económicas o que se enfrenten de la misma forma a los riesgos o crisis económicas. Estos factores expli- can en parte por qué mujeres y hombres trabajan muchas veces en diferentes sectores de la economía y, por tanto, no se ven igualmente afectados por los cambios en los precios relativos o por el crecimiento o descenso de determinados sectores. El ignorar que exis- tan diferencias entre hombres y mujeres a la hora de diseñar las políticas puede poner en riesgo su eficacia, tanto desde la perspectiva de equidad como de eficiencia (véa se capítulo 5). Pero el cambio institucional y el crecimiento económico no son suficientes para eliminar las desigualdades que aún persisten entre mujeres y hombres. Estas transfor- maciones toman su tiempo, e incluso aquellas políticas de desarrollo que aparentemente son neutrales respecto al género pueden tener resultados diferenciados para hombres y mujeres, en parte debido a la forma en que se combinan las instituciones y las decisio- nes al interior de los hogares para conformar los roles y relaciones de género. EL PAPEL DEL GOBIERNO PARA PROMOVER LA EQUIDAD ENTRE MUJERES Y HOMBRES Normalmente, mejorar la equidad se considera como un asunto central del Estado. La mayoría de las Constituciones nacionales prometen igualdad para todos los ciudadanos en derechos básicos y libertades y l.a mayoría prometen explícitamente salvaguardar la LA DESIGUALDAD EN RAZÓN DE GÉNERO LlMITA EL DESARROLLO 69 igualdad sin tomar en cuenta la edad, raza o sexo. Casi todos los gobiernos han firmado la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la mayoría de ellos ha concretado varias convenciones internacionales que protegen a las mujeres y la infancia, como la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres, considerada como la ley internacional en materia de los derechos de las muje- res. Pero como se indica en el capítulo 3, estas promesas y acuerdos no proporcionan ninguna garantía cuando el cumplimiento de la ley al nivel nacional es escaso, cuando están ausentes las leyes y reglamentos que garantizan los derechos institucionales y los tratados internacionales, y cuando las consideraciones políticas prevalecen sobre las buenas intenciones. Aun cuando mejorar la equidad puede ser una raz ón suficiente para que los Estados aborden las desigualdades entre hombres y mujeres, existen otras razones importantes en la formulación de la política y acción gubernamental. Sin ir más lejos, una mayor igualdad aporta mayor estabilidad y cohesión a la sociedad. Estos beneficios son bienes públicos que mejoran el funcionamiento de la sociedad y de la economía. Además, hay razones en t érminos de eficiencia que considerar para ayudar a conocer de qué manera debe intervenir el Estado para promover la igualdad de género. Las razones económicas para que el Estado intervenga Un argumento convincente para que el Estado intervenga son los efectos indirectos de una mayor igualdad, lo que los economistas llaman "externalidades positivas". La igual- dad de género beneficia tanto a las directamente afectadas, como son las mujeres que experimentan discriminación, como a la sociedad en su conjunto. Especialmente en países de ingresos bajos (como en gran parte de Asia meridional, África subsahariana y partes de Asia oriental), más educación, recursos y autonomía para las mujeres pueden ayudar a aliviar algunas de las peores manifestaciones de la pobreza, incluyendo la mortalidad y la desnutrición infantil. Y actualmente cada vez se cuenta con más eviden- cia de que la igualdad de género se relaciona positivamente con mejores condiciones de vida y con gobiernos más transparentes. Implícitamente, la acción del gobierno también se justifica cuando reduce las externa- lidades negativas de las desigualdades en razón de género. Es decir, los individuos o grupos por sí solos, pueden tolerar sus prejuicios (y temores) a expensas de otros. Pero si los individuos o grupos internalizan este daño, se abocarán más a eliminar o reducir las desigualdades en razón de género. Esto es lo que ocurre cuando los hombres que tienen hijas se hacen más conscientes y se preocupan más de los abusos contra las mujeres. ¿Existen externalidades negativas cuando las mujeres discriminan a otras mu- jeres y niñas? Sí, porque el daño que una mujer experimenta (o internaliza) directamen- te es sólo una parte del daño total que causa su acción. La presencia de externalidades, junto con los altos costos humanos de la desigual- dad en razón de género, es un argumento poderoso para la intervención pública. y al igual que los costos y beneficios de lograr la igualdad de género van más allá de cual- 70 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO quier experiencia individual, reducir las desigualdades supera con frecuencia lo que un individuo puede razonablemente alcanzar. Es sumamente difícil, si no imposible, que un individuo o un grupo pequeño cambie las normas tan arraigadas, así como las costumbres sociales e instituciones legales que crean las desigualdades en razón de género. Por otra parte, las fallas del mercado respecto a la información que se encuentra disponible y que contribuyen a la discriminación de género, son predominantes, y supe- rarlas resulta costoso. Por ejemplo, una mayor información en el mercado laboral sobre la productividad del trabajador tiene grandes externalidades (es decir, las ganancias van más allá de lo que un empleador internaliza) pero adquirir la información exacta puede ser demasiado costosa para un empleador. Así, éstos usan parámetros de información, como el sexo, aunque estén sesgados y sean injustos. Subvencionar que se encuentre disponible mejor información en el mercado laboral es algo que el gobierno puede ha- cer para promover la igualdad de género. El Estado puede intervenir de muchas maneras. Puede gravar y subsidiar, persuadir y regular, prohibir y castigar, o prestar servicios. Puede gravar para financiar (o subsidiar) inversiones para contrarrestar las desigualdades en razón de género que provocan las inversiones de otros agentes, como cuando subvenciona mayor escolaridad para las niñas o más capacitación profesional para las mujeres. Directamente puede prohibir conductas perjudiciales, como cuando exige a las empresas que contraten trabajadores con base en su habilidad en vez de hacerlo con base en el sexo del trabajador, y sancio- nar o multar a los transgresores. Cualquiera que sea el instrumento que elija el Estado, si éste interviene está emitien- do un juicio sobre la justicia, sobre cómo prohibir el derecho que tienen algunas perso- nas a discriminar (en el hogar, en el lugar de trabajo, en la política) y la magnitud de la penalidad a imponerles con el fin de proteger a otras personas. Sin lugar a duda, existen algunos escenarios para mejorar la igualdad entre mujeres y hombres donde las partes ganan, como muestra la evidencia mostrada previamente en este capítulo. Pero sería ingenuo esperar que todo el mundo saliera ganando si se prohíbe la discriminación. Por ejemplo, rediseñar la prestación de servicios de salud pública para concederle a las mujeres rurales un mejor acceso, probablemente es donde todas las partes salen ganan- do. Pero fortalecer las leyes contra el acoso sexual en el lugar de trabajo no lo es. El gobierno tiene que emitir un juicio sobre quién y en qué proporción pagará el costo de corregir los abusos en razón de género. Sin embargo, un problema intrínseco de las acciones redistributivas es que no siem- pre es fácil definir lo que es justo de lo que no lo es y decidir hasta qué punto intervenir. Una de las áreas más difíciles para la intervención del Estado es el hogar, donde las desigualdades surgen, en parte, por las diferencias biológicas, las normas tradicionales sobre los roles de género y un poder desigual entre mujeres y hombres. ¿Debe el gobier- no intervenir en el hogar? ¿Debe expresar su opinión sobre las decisiones al interior del mismo en cuestiones como inversión, consumo, reproducción y trabajo para garantizar la igualdad entre mujeres y hombres? Aun cuando el gobierno puede no estar dispuesto LA DESIGUALDAD EN RAZÓN DE GÉNERO LIMITA EL DESARROLLO 71 a hacer comparaciones explícitas sobre el bienestar entre las personas (o entre los gru- pos), la falta de acción, implícitamente es también un juicio a favor de quienes discrimi- nan. El grado al cual se debe intervenir es una cuestión que requiere de respuestas diferentes en situaciones diferentes. Aun cuando se pueden identificar los costos de la discriminación en razón de géne- ro, puede que el Estado no sea la instancia más indicada para atacar las desigualdades. y todavía está la cuestión de cómo debe intervenir el Estado, si es que lo hace. Con frecuencia, la incapacidad del gobierno para corregir las desigualdades entre mujeres y hombres, es sólo parte de una incapacidad todavía mayor para establecer y reforzar el cumplimiento de la ley en materia de derechos humanos, o para diseñar e implementar políticas adecuadas que apoyen a los grupos vulnerables. Los gobiernos no son "guar- dianes sociales" ni omniscientes desinteresados y las intervencione~ y políticas públi- cas siempre tienen costos (Krueger 1990). Por otra parte, los gobiernos de muchos países en desarrollo se enfrentan a innumerables retos y lo hacen con limitadas capacidades fiscales y administrativas. Entonces, para los gobiernos gran parte del reto consiste en seleccionar estratégica- mente el papel que deben jugar, centrándose en las responsabilidades donde es poco probable que el sector privado las asuma o que las asuma correctamente. Actualmente, la prudencia nos dice que los gobiernos intervengan cuando y donde los efectos indirec- tos o externalidades sean particularmente importantes y debe elegir jugar un papel que se ajuste a su capacidad. Seleccionar las intervenciones y focalizarlas, en contraposi- ción a las acciones indiscriminadas y generales, ahorra habilidades administrativas y recursos fiscales escasos, y facilita identificar los costos sociales relacionados con la política (Bardhan 1990). De esta manera, los gobiernos estarán mejor capacitados para abordar los asuntos de género de una manera constructiva y competente. En la mayoría de las circunstancias, el principal papel del Estado es "crear un terre- no parejo" para mujeres y hombres. Para el marco regulatorio, esto significa salvaguar- dar los derechos básicos de todos; mitigando o eliminando aquellos elementos discriminatorios que se encuentran en las leyes civiles, las funciones del gobierno y las estructuras de mercado; y lograr el cumplimiento de estas leyes y reglamentos. Pero las reformas institucionales y el desarrollo económico necesitan tiempo para dar fru- tos; así, se requiere de políticas concretas para catalizar el cambio o para corregir las desigualdades en razón de género que aún persisten. Los planificadores de las políticas poseen una amplia variedad de instrumentos de política -tanto focalizados como no focalizados- que afectan al acceso relativo a los recursos y al poder de negociación de mujeres y hombres al interior del hogar. Como el financiador y proveedor de los programas públicos más importantes, el Estado tiene que reconocer la influencia de las economías de los hogares y las relacio- nes de poder para comprender la manera en que los programas afectan a mujeres y hombres de manera diferente. Contrario a lo que normalmente se cree, las políticas y programas públicos por lo general no son neutrales con respecto al género, ni en sus impactos o, como muchos han denunciado, en sus intenciones. Incluso aquellas políti- 72 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO cas que prestan atención específica a hombres y mujeres pueden tener impactos inespe- rados si no se comprende bien el equilibrio de poder y de recursos entre mujeres y hombres. Consideremos los cambios en la legislación familiar diseñada para beneficiar a mujeres, niñas y niños. O la legislación laboral cuya intención es proteger a las muje- res. O los programas agrícolas cuyo objetivo es aumentar la productividad en las tierras administradas por mujeres. Para cada caso, la incapacidad de comprender las relaciones de género puede ocasionar resultados imprevistos y con frecuencia indeseables, como se explica en los capítulos siguientes. Ignorar los efectos diferenciados para mujeres y hombres representa costos no solamente para la equidad, sino también para la eficiencia y sustentabilidad de las políticas y programas públicos. La sociedad civil y la comunidad internacional Pero, ¿qué pasa si el Estado, reflejo de los intereses que favorecen el statu quo en géne- ro no está dispuesto (o no es capaz) a ejercer su influencia a favor de la igualdad entre mujeres y hombres? A pesar de que existen razones suficientes para la acción pública, hasta los responsables de planificar las políticas públicas pueden encontrar difícil , a pesar de sus buenas intenciones, implementar medidas que no son populares. Por otra parte, las propias agencias gubernamentales suelen funcionar bajo la óptica dominante respecto a los roles y las relaciones de género. En muchos casos, la sociedad civil local y la comunidad internacional pueden ser una importante fuerza para el cambio. Los grupos de la sociedad civil han provocado cambios sociales y económicos. Ya sea ini- ciando el debate público, presionando al Estado, empoderando a las comunidades y defendiendo ciertos temas de manera informada. En cualquier país, la sociedad civil se compone de un conjunto de grupos de interés muy heterogéneo. Algunos grupos están comprometidos con promover una mayor igual- dad de género, mientras que otros se benefician de la discriminación activa y de la exclusión. Pero muchos grupos, locales e internacionales, han llevado a cabo esfuerzos difíciles y exhaustivos para construir apoyo político ante la reticencia y han ayudado a introducir los asuntos de género en la agenda política, presionando a los gobiernos para que actúen más rápidamente y con más fuerza. Veamos algunos ejemplos: · Las convenciones internacionales que se han centrado en los temas de género, como las de Beijing y Copenhague en 1995 y de Nueva York en 2000, han promovido esfuerzos considerables para analizar el estado que guarda la igualdad de género y el impacto de las políticas y la acción pública. Han fomentado la discusión pública e influido críticamente para que los esfuerzos locales promuevan la igualdad de gé- nero. · La acción cívica ha tenido influencia en las reformas institucionales, como las re- cientes reformas agrarias en América Latina, fortaleciendo los derechos de las muje- res sobre la tenencia de la tierra. Los grupos de la sociedad civil en Sudáfrica y LA DESIGUALDAD EN RAZÓN DE GÉNERO LIMITA EL DESARROLLO 73 Uganda ayudaron a garantizar que las nuevas Constituciones de los países incluye- ran garantías para la igualdad de derechos entre mujeres y hombres . · En el estado indio de Kerala, los grupos locales de mujeres se han organizado para auditar la implementación y el impacto de los programas de combate a la pobreza del gobierno local (Goetz 1999). Donde las instituciones públicas han sido incapaces de proteger a las mujeres en contra de la violencia en razón de género, las organizaciones no gubernamentales (ONG) han llenado el vacío, proporcionando servicios como los programas de mater- nidad sin riesgo y esquemas de microfinanciamiento. Las ONG han incrementado los conocimientos jurídicos elementales de las mujeres; han presionado para que se res- peten más sus derechos, han llevado a cabo la resolución de disputas en las comuni- dades locales y han proporcionado apoyo a las mujeres víctimas de la violencia (véase, por ejemplo, Matin y otros 2000). Este capítulo ha presentado una amplia variedad de evidencia que demuestra por qué la igualdad de género es un tema del desarrollo. Las consideraciones de la equidad son un argumento poderoso para que el Estado intervenga, pues los costos que las de- sigualdades en razón de género en las vidas humanas con frecuencia son grandes . Pero también existen razones de peso en materia de eficiencia, las cuales la mayoría de las veces no se argumentaban con evidencia, que fortalecen aún más la justificación de la acción pública. Los tres capítulos siguientes ahondan sobre los efectos que las institu- ciones, las dinámicas al interior de los hogares y la política económica tienen sobre la desigualdad en razón de género. El último capítulo examina las múltiples oportunida- des de intervención que tienen el Estado y la sociedad civil. Capítulo 3 NORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS El desarrollo tiene lugar en un entorno institucional definido por las costumbres, las normas sociales y los códigos implícitos de conducta; y por estructuras formales como leyes, reglamentos e instituciones económicas. Estas estructuras reflejan muchas de las desigualdades entre mujeres y hombres descritas en el capítulo l. ¿Por qué en la mayo- ría de los países los niños asisten más tiempo a la escuela que las niñas? ¿Por qué en algunas sociedades los hombres heredan la tierra pero no las mujeres? ¿Por qué en algunas sociedades a las adolescentes y mujeres se les somete a la purdah? ¿Por qué las niñas y las mujeres son a veces mutiladas o asesinadas en nombre del "honor"? ¿Por qué los hombres y no las mujeres normalmente van a la guerra? ¿Por qué típicamente las mujeres viven más que los hombres? Y la lista continúa. Este capítulo examina las estructuras de género enraizadas en las instituciones so- ciales, jurídicas y económicas, la manera como afectan las relaciones de género y sus resultados (outcomes) y el alcance que pueden tener la política y la acción . Estas insti- tuciones establecen los incentivos, las oportunidades y las limitaciones que determinan las elecciones y acciones de las personas. Dan forma a las relaciones de poder al interior de la familia, la sociedad y la economía. Desde muy temprana edad, a los niños y niñas se les enseña de acuerdo con las expectativas de la sociedad y, durante toda su vida, las estructuras formales e informales refuerzan el comportamiento que se espera de ellos como mujeres y hombres. En las cuestiones de desigualdad en razón de género las instituciones juegan un papel central, tanto en las soluciones como en los problemas. Para conseguir la equidad, las estrategias del desarrollo deben transformar los mar- cos jurídicos y regulatorios, así como los mercados y las organizaciones en institucio- nes sustentadas en los principios de igualdad de derechos, igualdad de oportunidades e igualdad en la voz entre mujeres y hombres. Un paso fundamental es establecer los mismos derechos básicos, especialmente en las leyes familiares , la protección contra la violencia relacionada con el género, los derechos a la propiedad y los derechos políti- cos. A principio del siglo xx, los países nórdicos extendieron a las mujeres un derecho al voto que sólo disfrutaban los varones . En China, auspiciada por el gobierno, la ley sobre el matrimonio, de 1950, otorgaba igualdad de derechos a las mujeres y los hom- bres con respecto al matrimonio, divorcio y control de las niñas y los niños. En los años 76 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO ochenta, Colombia y Costa Rica llevaron a cabo una reforma agraria que explícitamente tomó en cuenta las desigualdades entre mujeres y hombres en la forma tradicional a la herencia y aumentaron considerablemente el número de tierras que son propiedad de las mujeres. En Egipto, a principios del año 2000, una coalición amplia de los más altos líderes del gobierno y grupos de la sociedad civil, ampliaron los derechos de las muje- res en las leyes familiares. Otro paso para transformar el marco institucional de un país consiste en mejorar las instituciones económicas, de tal manera que sea la productividad, y no el sexo (o la raza o edad) de una persona, el principal criterio para el empleo y las remuneraciones en los mercados de trabajo, de forma que la información esté disponible para todas las perso- nas y no limitada a unos cuantos grupos de élite. Los salarios relativos de hombres y mujeres, los rendimientos de los activos productivos y los precios de bienes y servicios están determinados, en gran medida, por la estructura de los mercados. Incluso la pre- sencia o ausencia de ciertos mercados puede significar una tremenda diferencia para las mujeres y sus familias . En aquellos lugares donde existen mercados para el agua o combustible, o para el cuidado infantil, se reduce la carga del trabajo doméstico y se facilita la participación económica fuera del hogar, especialmente para las mujeres y niñas. Donde los mercados de trabajo están abiertos a las mujeres, se eleva la tasa de rendimiento esperada del capital humano de las mujeres, aumentando los incentivos para que las familias inviertan en los conocimientos y las habilidades de las niñas. Pero las leyes que establecen la igualdad en los derechos básicos -y los mercados que son más abiertos y competitivos- con frecuencia no son suficientes para eliminar las desigualdades en razón de género que aún persisten, pues están enraizadas en los cimientos institucionales de un país. Las leyes y reglamentos focalizados, cuando se usan de manera selectiva y con juicio, pueden ser eficaces para atender las desigualda- des entre mujeres y hombres que son críticas para tener oportunidades y voz. En efecto, existe un amplio campo, para que la política pública transforme las insti- tuciones, de forma que éstas apoyen el principio de la equidad. Pero existen muchos retos y riesgos considerables. Las normas sociales de un país, las costumbres, los mar- cos jurídicos, los mercados y las jerarquías (los elementos de su marco institucional) con frecuencia se apoyan unas a otras, de manera que es difícil efectuar un cambio social modificando sólo una parte del marco. Y muchas veces existe una fuerte resisten- cia a la reforma institucional no sólo por parte de aquellos que perderían directamente, sino también por parte de aquellos que se verían beneficiados, porque tienen miedo a la incertidumbre que el cambio pudiera traer. Pero las instituciones sociales no son estáti- cas en absoluto. Las instituciones reflejan las acciones deliberadas del pasado, tanto por parte del gobierno como de la sociedad civil. Pero también reflejan el impacto de agita- ciones políticas y sociales del pasado, de acontecimientos económicos importantes e incluso de catástrofes naturales; y también de las fuerzas cotidianas del cambio, como los medios de comunicación y la migración . N ORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS 77 EL GÉNERO EN LAS NORMAS Y COSTUMBRES Para explicar las desigualdades en razón de género discutidas en el capítulo 1, es nece- sario entender las normas sociales y las costumbres. Éstas determinan los roles que mujeres y hombres tienen en la familia y en la comunidad, modelan las preferencias individuales y las relaciones de poder entre hombres y mujeres, establecen el tipo de trabajo que se considera apropiado para ambos. A los hombres se les puede ridiculizar por hacer lo que se considera como propio de las mujeres, mientras que a las mujeres que trabajan en empleos dominados por varones, se les puede considerar poco femeni- nas o que incitan a los contactos sexuales. Así, las normas sociales crean poderosos incentivos que guían el comportamiento de la gente como cónyuges, padres, ciudada- nos y trabajadores, y el comportamiento que se sale de los límites aceptados puede desatar sistemas formales e informales de sanción social (Narayan y otros 2000) . Estos sistemas de normas y costumbres de género varían por regiones, por países y al interior de ellos, con consecuencias evidentes sobre la autonomía y la situación de mujere s y hombres (recuadro 3.1). En la parte norte de Asia meridional, los sistemas de parentesco tienden a estar altamente estratificados por el género (Dyson y Moore 1983). Ahí predomina la tradición de mantener mujeres recluidas o bajo purdah, limitando significativamente su libertad de movimiento y autonomía (Mason, Smith y Morg an 1998). y siguiendo la tradición del matrimonio exógamo, las novias al casarse se trasla- dan al pueblo (muchas veces distante) de sus maridos, dejando atrás a sus parientes cercanos. Esta práctica deja a muchas novias jóvenes solas y en un lugar extraño aleja- do de sus familias. Se dice que esto produce una mayor mortalidad femenina (Khisor 1993)'. Estas prácticas explican también por qué las familias usualmente no están dispues- tas a enviar a las niñas a la escuela por el tiempo que envían a los niños: porque las niñas se casan a muy temprana edad (antes de los 15 años y muchas veces incluso antes de los 10) y dejan a sus familia s de origen , y también porque se espera que no tengan que trabajar a cambio de un salario en el mercado laboral (Jejeebhoy 1995; Alderman y King 1998)2. Y la misma escolaridad se puede considerar como una amenaza si el con- tacto con los niños es inevitable, si se percibe que la escolaridad enseña a las niñas Las reglas de la exogamia en el matrimonio garantizan la sumisión de una novia a la familia de su marido. Cuando una jo ven se casa y se traslada al pueblo de su marido, se va a un lugar donde "no conoce a nadie, y la costumbre requiere que permanezca con su cabeza inclinada y sin hablar. .. el renacimiento espiritual de una chica cuando entra en la familia de su marido es a veces subrayado dándole un nuevo nombre ... Ella está en el lugar más bajo de la jerarqu ía del hogar de su marido, y a ella se le asignan las tareas más pesadas en el hogar" (Das Gupta 1996, p. 217). 2 En Uttar Pradesh, las novias niñas termin an por tener más autonomía en la toma de decisiones en el hogar que las mujeres que se casan a edades más avanzadas, probablemente debido a que la transición del matrimonio a la cohabitación da tiempo a la novia para desarrollar un vínculo más fuerte con su marido y sus suegros (Desai, Rao y Joshi 2000). "(8 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Recuadro 3.1 LAS NORMAS DE GÉNERO DIFIEREN ENTRE PAíSES, PERO LAS MUJERES Y LOS HOMBRES ESTÁN MÁS DE ACUERDO QUE EN DESACUERDO CON ELLAS Las Encuestas Mundiales sobre Valores, realizadas entre 1990 y 1993, preguntaron a mujeres y hombres de 40 países sobre la adecuada división del trabajo en la familia (Inglehart, Basañez y Moreno 1998). Una mayor proporción de hombres que de mujeres estuvo de acuerdo en que "cuando los empleos son escasos, los hombres tienen más derecho a un empleo que las mujeres". Un porcen- taje más alto de mujeres que de hombres estuvo de acuerdo en que "una mujer tiene que tener hijos para sentirse realizada" (véase gráfico). Pero las mujeres y los hombres estuvieron de acuerdo en muchas cosas, sus respuestas estuvieron altamente correlacionadas positiva y significativamente (con un coeficiente de correlación de 0,85 para la primera pregunta y 0,99 para la segunda). Cuanto más creían las mujeres y los hombres que un hijo es crucial para la realización de una mujer, existía mayor probabilidad de que las mujeres y hombres pensaran que los varones deberían tener más derecho al empleo que las mujeres (con un coeficiente de correlación de 0,60 para mujeres y hom- bres). Opiniones de hombres y mujeres sobre los roles de género (porcentaje que estaba de acuerdo con la afirmación) ---' · Bielorrusia ..---, Hungría · Rusia e-----J Dinamarca M C~g~ ~~ ~~g~ r¿~os hombres tienen más derecho a un empleo que las mujeres". - M 1-- F M I-- F _ o 20 40 60 BO 100 Fuente: Basado en datos de Ingleharl, Basañez y Moreno (199B). (Continúa en la página siguiente) N ORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS 79 (Continuación recuadro 3.1) Las respuestas se pueden clasificar, grosso modo, en tres grupos: un grupo pequeño de países en los que sólo una pequeña proporción de mujeres y hombres está de acuerdo con ambas afirma- ciones, un grupo intermedio donde el 40-60% de los encuestados está de acuerdo con ambas afir- maciones y un tercer grupo donde había considerablemente un mayor acuerdo en la segunda afirmación que en la primera. Los países escandinavos, Países Bajos y América del Norte, incluido México, pertenecen en general al primer grupo. Este modelo es consistente con la visión generaliza- da que se tiene de las sociedades escandinavas como modelos de equidad y sugiere que mujeres y hombres mantienen las mismas opiniones sobre los roles de género. Una notable excepción es Dina- marca, donde muchas personas concuerdan en que las mujeres necesitan hijos o hijas para realizar- se, pero también están en desacuerdo con que los hombres tienen más derecho al empleo, implicando que se espera que las mujeres tengan hijos o hijas y empleos. También son interesantes las respuestas de Europa y Asia central, donde el mayor porcentaje de mujeres y hombres estaba de acuerdo en que los hijos eran necesarios para la realización de las mujeres. Pero menos de la mitad de las mujeres y hombres estaban de acuerdo en que los hombres tienen prioridad sobre los empleos, excepto en Lituania. En los ex estados soviéticos , se fomentó el empleo femenino con medidas que otorgaban a las mujeres igualdad de derechos que a los hombres para ampliar su educación y habilidades laborales. Pero se esperaba que las mujeres continuaran cargando con las responsabilidades familiares, con la ayuda de guarderías públicas cerca de su lugar de trabajo (Lapidus 1993). A principios de los años noventa, una encuesta similar en Japón, República de Corea y Estados Unidos, preguntaba a los encuestados si estaban de acuerdo o en desacuerdo con que "a todos beneficia que los hombres ganen el sustento para vivir y las mujeres se ocupen de la casa" (Inoue 1998). El 80% de los hombres en Corea, el 63% en Japón y el 36% en Estados Unidos estaban de acuerdo. Entre las mujeres, los porcentajes eran menores pero todavía marcadamente diferentes entre los tres países: 71% en Corea, 54% en Japón y 36% en Estados Unidos. Las respuestas tam- bién indican que en Estados Unidos las mujeres y hombres tienen opiniones similares sobre esta cuestión . aspiraciones contrarias a las costumbres o incluso si simplemente las aleja del trabajo y las actividades en el hogar. Por el contrario, los sistemas familiares en el sudeste de Asia y de América Latina, generalmente son más igualitarios. A las mujeres raramente se les recluye, las dispa- ridades en alfabetización y oportunidades económicas son relativamente reducidas y la preferencia por un hijo varón es poco frecuente (Jejeebhoy 1995). En el sudeste de Asia, muchas veces se espera que las mujeres jueguen un importante papel económico en la familia a causa de su trabajo fuera del hogar, administrando negocios familiares y prestando apoyo a sus padres mayores. Esta mejor situación tiene como resultado una mayor movilidad y que la familia invierta más en las mujeres. Sin embargo, incluso en estos escenarios, las normas y costumbres sociales incluyen estructuras de género que producen segregaciones ocupacionales, altas tasas de violencia y una persistente brecha entre los ingresos de mujeres y hombres, la cual no es atribuible a las características del trabajador. En América Latina y en otras partes del mundo, la cultura del machismo 80 H ACIA LA INTEGRACiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓM ICO exalta la virilidad y la fuerza física así como la agresión, como medio para resolver los desacuerdos, incluido el uso de la fuerza con las mujeres (Sara-Lafosse 1998). La gran variación en los roles de género y la desigualdad entre y al interior de las regiones, se relacionan en parte con las diferencias por casta, clases sociales y grupos étnicos y religiosos, y con la interacción de estas identidades de grupo. Los países que tienen estructuras homogéneas étnicas, religiosas o de parentesco, tienen estructuras de género bastante similares, pero incluso los países pequeños pueden tener múltiples sis- temas de normas de género que varían entre grupos étnicos o comunidades geográficas. En Burkin a Faso, las normas sociales relativas a los derechos sobre las tierras y el trabajo de las esposas difieren considerablemente entre sus grupos étnicos. Los Mossi, el grupo étnico más grande del país, y los Bwa, con frecuencia viven muy cerca, pero las normas sobre las obligaciones que tienen las mujeres de trabajar las tierras de sus maridos son menos estrictas entre los Bwa que entre los Mossi. En ambos grupos las mujeres reciben derechos sobre las tierras predominantemente a través del matrimonio. Pero debido a que las instituciones matrimoniales son más estables entre los Mossi y la tenencia de la tierra es más segura, la productividad agrícola es significativamente más alta en las parcelas que siembran las mujeres en las áreas Mossi que en las Bwa, contro- lando el efecto de otros factores (Vishwanath y otros 1996). Al igual que la identidad étnica, la religión influye en las relaciones de género y sus resultados, pero las conclusiones de varios estudios de diversos países sobre los efectos que tienen ciertas religiones son contradictorias'. Esto no es muy sorprendente. La prác- tica de la religión está influenciada por un contexto social más amplio y los estudios entre países toman en cuenta esta interacción de manera limitada, la cual es más del dominio de los estudios micro que de los macro. Por ejemplo, un estudio que compara- ba la población musulman a de varios países de Asia encontró una gran variación en la autonomía que experimentaban las mujeres en diferente s contextos (Mason, Smith y Morgan 1998). En general, las mujeres tienen menos autonomía en Asia meridional que en el sudeste de Asia, sin importar la religión . Al interior de cada país la libertad de 3 Un estudio de regresión multivariada entre países encontró una relación negativa significativa entre la propor- ción de la población de un país que es musulmana y las tasas de matrícula escolar. controlando el efecto de otros factores . siendo mayor el efecto en las niñas (Schultz 1987). Similarmente. otros dos estudios encontra- ron una relación positiva entre si un país es predominantemente musulmán y los índices de desigualdad en razón de género (Boone 1996; Forsythe, Korzeniewicz y Durrant 2000). Uno de estos estudios observó que el Cristianismo tenía un efecto negativo pero estadísticamente no significativo en un índice de opresión de géne- ro (Boone 1996). Un cuarto estudio encontró que el Islam tiene un efecto negativo en las medidas de igualdad de género, pero su efecto sólo es estadística mente significativo en la igualdad dentro del matrimonio. El hinduismo se relaciona con una educación femenina más baja con respecto a la masculina. pero su efecto en otras medidas de desigualdad en razón de género no es estadísticamente significativo (Dallar y Gatti 1999). Este estudio comprobó también la significancia estadística de variables de diferentes religiones tomadas en conjunto para explicar los indicadores de desigualdad en razón de género. y concluyó que aunque no está claro el efecto de cada una de las religiones por sí solas, en su conjunto la religión es un determinante significativo de la desigualdad en razón de género. NORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS 81 movimiento de las mujeres musulmanas está más restringida que la de las mujeres no musulmanas, pero su autonomía para participar en la toma de decisiones sobre asuntos económicos y el tamaño de la familia no es consistentemente menor. Esto sugiere que otros factores, además de las creencias religiosas, producen diferencias en la autonomía de las mujeres. Las normas y costumbres sociales de género, las cuales a su vez están firmemente enraizadas en complejos sistemas religiosos y de parentesco, son difíciles y lentas de transformar, pero cambian y lo hacen por muchas razones. A lo largo de las generacio- nes los conceptos de igualdad entre mujeres y hombres, de roles y relaciones de género, han evolucionado tanto como respuesta a los cambios ambientales, las crisis económi- cas y al progreso y las innovaciones, como a una transformación política y social más amplia. Pero las acción deliberada del Estado y de los grupos de la sociedad civil, ya sea a través de reformas en el marco jurídico y en las instituciones económicas de un país, también han desempeñado un importante papel en este cambio en los tiempos moder- nos. Los gobiernos, con o sin el apoyo de la mayoría de la sociedad civil, han utilizado leyes y reglamentos, las cuales forman parte del entorno institucional de un país, para catalizar el cambio en estas normas y costumbres. Las siguientes secciones discuten cómo lo han hecho y el alcance que puedan tener futuras políticas y nuevas acciones. DERECHOS y LEYES Con frecuencia, el sistema jurídico de un país incluye una combinación de leyes estatutarias nacionales, leyes consuetudinarias o tradicionales y leyes religiosas, así como compromisos con las convenciones internacionalmente ratificadas. Las leyes estatutarias se refieren a todos los componentes del sistema jurídico formal, desde las legislaciones emitidas por los diferentes niveles de la administración, hasta los regla- mentos y directivas dictadas por el gobierno. Aquí el término también se refiere a las resoluciones y leyes elaboradas por los jueces. Las leyes tradicionales o consuetudina- rias se refieren a las reglas que coexisten con las leyes estatutarias, pero cuya legitimi- dad procede más bien de la tradición y de las costumbres que de un acto del gobierno. Y en un país donde existen diversos subgrupos religiosos y étnicos es probable que las leyes consuetudinarias estén fraccionadas. Las distintas combinaciones de tipos de leyes de este marco jurídico reflejan -y codifican- las costumbres y normas sociales de los roles y relaciones de género. Por ejemplo, en varios países el gravamen de impuestos y la escrituración de las tierras se hacen tomando en cuenta a la cabeza del hogar. En muchas sociedades normalmente se identifica o se supone que el hombre es la cabeza del hogar (a excepción de cuando está ausente), por lo que las demandas de las mujeres al momento de reclamar sus ingresos o propiedades pueden pasar por alto. Pero el sistema jurídico no solamente codifica las normas y costumbres; puede especificar cómo debe operar la sociedad de acuerdo con el principio de igualdad. De esta manera sirve como un instrumento para reformar la sociedad. 82 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Derechos humanos de Jure y de Jacto Las Constituciones nacionales de todo el mundo afirman el principio de los derechos humanos básicos. Al menos en principio, muchas de ellas hacen una referencia explíci- ta a que no debe existir discriminación entre mujeres y hombres con respecto a estos derechos. Pero las Constituciones nacionales no son necesariamente efectivas ni tam- poco automáticas. Muchas Constituciones ahora otorgan a mujeres y hombres el dere- cho al voto y a ser electos para cargos públicos, pero las disparidades entre mujeres y hombres en educación y en el acceso a la información todavía limitan la participación de las mujeres en los foros políticos. Muchos países han introducido por ley la educa- ción obligatoria, reconociendo la educación básica como un derecho humano sin que aparentemente exista discriminación alguna, pero en muchos lugares la manera en que se imparte la educación disuade más a las niñas que a los niños de ir a la escuela. Así, el hecho de no considerar en la práctica de los derechos básicos el impacto de la estratifi- cación y las desigualdades en razón de género debilita el poder de los mandatos consti- tucionales. También se interponen obstáculos sistemáticos cuando se intenta convertir en una realidad lo que parece ser un compromiso nacional por la igualdad de género. Como se indica en la siguiente sección, otros componentes del marco jurídico de un país (como las leyes consuetudinarias o los procedimientos legales) pueden continuar concediendo diferentes derechos a mujeres y hombres, actuando de manera muy elocuente como una contraorden al compromiso de equidad. Además, muchas veces la capacidad de un país para ejercer y lograr el cumplimiento de la ley con frecuencia se ve limitada, nuevamen- te debido, en parte, a que los estatutos pueden entrar en conflicto con las estructuras legales tradicionales o religiosas que son dominantes al interior del país y, en parte, porque las agencias administrativas pueden estar ausentes o ser débiles. Una importante influencia sobre las leyes nacionales, especialmente en materia de derechos humanos, es la ley internacional. Esta ley ha enmarcado la igualdad de género como parte de una preocupación más amplia a nivel global sobre los derechos humanos y las libertades básicas para los derechos económicos y políticos, para reclamar salud básica y servicios educativos, y para tomar decisiones en materia reproductiva. Muchos países reconocen, al menos en principio, los estándares internacionales establecidos por los instrumentos generales en materia de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, comenzando con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada en 1948, las leyes internacionales y las convenciones que han desarrollado normas para abordar y eliminar la discriminación en razón de género. Establecida en 1979, la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres (Cedaw) es considerada como la ley internacional de los derechos para las mujeres. Prohíbe cualquier distinción, exclusión o restricción con base en el género que perjudique o invalide los derechos humanos de las mujeres y sus libertades fundamentales. Establece los derechos de las mujeres a la par que los de los hombres en la participación política (artículos 7-8), educación (artículo lO), trabajo NORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS 83 (artículo 11), salud (artículo 12), acceso a las instituciones de crédito (artículo 13), así como en el matrimonio, elección en materia de reproducción y divorcio (artículo 16). Los Estados están obligados a informar sobre sus esfuerzos para dar cumplimiento a las metas de la Cedaw en el plazo de un año a partir de la firma de la convención y poste- riormente cada cuatro años. La Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres de 1993 insiste de nuevo en que los Estados deben "condenar la violencia contra las mujeres y no deben apelar a ninguna costumbre, tradición o consideración religiosa para evadir las obligación que tienen de eliminarla". En 1995, la Cumbre Mundial para el Desarro- llo Social, en Copenhague, aprobó compromisos similares relativos a los derechos hu- manos de las mujeres. Más recientemente, en 1995, la Declaración de Beijing y la Plataforma para la Acción reafirmaron su compromiso con los estándares internaciona- les en materia de derechos humanos, reconociendo el "completo ejercicio de los dere- chos humanos de las mujeres y de las niñas como parte inalienable, integral e indivisible de todos los derechos humanos y libertades fundamentales" (UN 1997). A principios del año 2000, 165 países miembros de las Naciones Unidas (todos, a excepción de Afganistán y la República Islámica de Irán) habían ratificado los conve- nios. Pero de nuevo, el completo ejercicio y el cumplimiento son otra cuestión. Los gobiernos signatarios están obligados a homologar sus leyes, políticas y prácticas con las disposiciones del tratado ratificado, pero muchos países no le han dado seguimiento (UN 1997). Por otra parte, muchos países han ratificado el tratado con ciertas reservas, en muchos casos atenuando los estándares dispuestos por el convenio". Un fundamento para la igualdad de derechos La igualdad entre hombres y mujeres en los derechos es.jen sí misma, una importante meta del desarrollo. Los derechos jurídicos, sociales y rconómicos proporcionan un entorno adecuado en el que mujeres y hombres pueden participar productivamente en la sociedad, alcanzar un nivel básico de calidad de vida y beneficiarse de las nuevas opor- tunidades que ofrece el desarrollo. Una mayor igualdad de género en derechos también se relaciona, consistente y sistemáticamente, con una mayor igualdad entre hombres y mujeres en aspectos como educación, esperanza de vida y participación política, y estos efectos son independientes del nivel de ingreso (gráfico 3.1). Basado en datos de series de tiempo de cerca de 85 países, el gráfico 3.1 muestra la relación entre un índice de derechos de género (Humana 1999) y cuatro indicadores de la desigualdad en razón de género. Como se ha explicado en el capítulo 1, el índice de derechos por género es un promedio de tres medidas que se refieren a los derechos en la política y en cuestiones legales, sociales y económicas, así como en los derechos en el 4 Por ejemplo , Bangladesh tiene reservas respecto a la Cedaw, lo que no le obliga a observar ciertos artículos que discrepan de la ley Sharia, que se basa en el Qur'an y Sunna. 84 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO matrimonio y el divorcio. Controlando el efecto del PIE per cápita (en logaritmos natu- rales, con un término cuadrático para capturar la no linealidad en la relación), el análisis multivariado halla una relación significativa y positiva entre la equidad en derechos y las diferencias por género en escolaridad, esperan za de vida y participación política'. Los países para los cuales se dispone de datos se clasificaron como de "baja igual- dad" o "alta igualdad", según el valor de la mediana del índice de derechos. Se calculó el valor "pronosticado" para cada grupo de países, utilizando el coeficiente estimado de los derechos, aunque ajustando el efecto de los niveles de ingresos y tomando un pro- medio ponderado de la población. Las diferencias en las relaciones de feminidad por género entre las dos categorías varían según los indicadores. Por ejemplo, entre los países con baja igualdad y los países con alta igualdad, hay una diferenci a de 5 puntos porcentuales en la relación de feminidad para la educación primaria y una diferencia ligeramente superior (7 puntos) para los escaños parlamentarios, lo que representa casi el doble de la relaci ón". Para mejorar la igualdad en derechos y establecer así una base institucional para brindar igual protección y oportunidades para mujeres y hombres, se tienen que produ- cir importantes cambios estatutarios, especialmente en las leyes familiares, la protec- ción contra la violencia de género, los derechos sobre las tierras y la voz política. El resto de esta sección discute estas áreas y el alcance que han tenido las reformas legales en ciertos sistemas jurídicos. Sin ser exhaustiva, la discusión destaca algunos puntos específicos que son relevantes para el papel de la política pública. Leyes familiares. Las leyes familiare s regulan la autonomía de mujeres y hombre s y control an los asuntos familiares, incluyendo matrimonio, divorcio, decisiones en mate- ria reproductiva, custodia de las y los niños, control de la propiedad conyugal y heren- cia. Es un área donde todavía persisten derechos que son claramente desiguale s (véase capítulo 1) Ydonde probablemente se siente más el impacto de las normas y costumbres de género. La desigualdad en las leyes familiares es particularmente polémica porque estas leyes se refieren a asuntos muy básicos de la vida familiar: la relación entre mari- do y mujer, el tamaño de una familia y los derechos de los padres sobre sus hijos e hijas. 5 Estos resultados se basan en regresiones de mínimos cuadrados ordinarios del indicador de igualdad de género sobre los ingresos y los ingresos al cuadrado (en logaritmos naturales) y en promedios de derechos de género. Los coeficientes de los derech os y de los térmi nos conjuntos de los ingresos son positivos y estadísticamente sign ificativos para todos los indicadores. Dada la limitación de los datos. no es posi ble determina r si esto es una relación causal. Véase apéndice 2. 6 Se exa minaron los efec tos relati vos de los componentes que forman la medida de los derechos. En todos los casos, las tres áreas de derecho son conjunta y estadísticamente signi ficati vas por su efecto sobre los resulta- dos del desarrollo, con trolando de nuevo el efec to del PIB per cápita de un país. Pero de los tres índices de derechos, la igualdad de derechos en la política y en la ley, y en los asuntos relativos al matrimonio y al divorcio, parece que tiene un mayor impacto en la igualdad de género en la educac ión. salud y participación políti ca. que la igualdad de derechos en asuntos sociales y eco nóm icos . NORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS 85 Gráfico 3.1 DONDE EXISTE MAYOR IGUALDAD DE DERECHOS, EXISTEN MENORES DIFERENCIAS ENTRE HOMBRES Y MUJERES Matrícula primaria, 1995 Matrícula secundari a, 1995 Relación de feminidad Relación de feminidad 1,00 --.---------------, 1,00 -r--------------, 0,95 0,95 0,90 0,90 0,85 0,85 0,80 0,80 Baja igualdad Alta igualdad Baja igualdad Alta igualdad en derechos en derechos en derechos en derechos Esperanza de vida, 1997 Representación parlamentaria, 1995 Relación de feminidad Relación de feminidad 1,08 --.-------- 0,8 -,---------------, 1,04 0,6 1,00 0,4 0,96 0,2 0,92 0,0 +_-em=a-_--,-_ Baja igualdad Alta igualdad Baja igualdad Alta igualdad en derechos en derechos en derechos en derechos Nota: El indicador de derechos es un promedio de tres índices de igualdad de género en derechos (igualdad de dere- chos políticos y jurídicos para las mujeres, igualdad de derechos sociales y económicos para las mujeres, e igualdad de derechos para las mujeres en el matrimonio y el divorcio) recolectados en más de 100 países por Humana (1992). Una puntuación promedio de 2,33 o menos representa baja igualdad en derechos, y una puntuación promedio de 2,67 o mayor, una alta igualdad. Véase la descripción de la igualdad de género en índices de derechos en el recuadro 1.1; las notas generales y países incluidos en el apéndice 1; los resultados de la regresión subyacente en el apéndice 2, y las definiciones de índices en el glosario. Fuentes: Datos de igualdad en derechos de Humana (1992); datos parlamentarios de Wistat (1998); ponderaciones de la población del Banco Mundial (1999d). Junto con los códigos civiles, las leyes consuetudinarias y los códigos religiosos estipulan los derechos familiares que pueden estar o no de acuerdo con el sistema estatutario. Así, el efecto potencial de la reforma estatutaria depende del grado en que se relacione con estas 'otras estructuras jurídicas, 86 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Por ejemplo, en Uganda la ley de divorcio de 1964 establece igualdad de derechos en el divorcio pero no se pronuncia acerca de la división de la propiedad conyugal. Las leyes consuetudinarias prevalecen de tal forma que las mujeres sólo acceden a las tie- rras a través de sus maridos y en la viudez tienen que depender de sus parientes mascu- linos para tener acceso a las tierras (Gopal y Salim 1998). En Zimbabwe, de acuerdo con la Ley Matrimonial, se supone que una unión civil es monógama y ni el hombre ni la mujer pueden contraer un segundo matrimonio. Pero un matrimonio que se registra bajo la Ley Consuetudinaria de Matrimonio es en potencia polígamo: un hombre pue- de contraer otros matrimonios, pero las mujeres no (Hellum 1998). Como muchos otros países, Uganda y Zimbabwe enfrentan contradiccione s entre las formas y normas tradi- cionales de la familia y las metas para alcanzar la igualdad entre mujeres y hombres. En China, la ley matrimonial de 1950 es un ejemplo de cómo una reforma jurídica pudo cambiar rápidamente las normas tradicionales en la familia (Honig 1985; Hooper 1984). Con la ley, el gobierno pretendía eliminar los matrimonios concertados, la poli- gamia, el precio de la novia y el matrimonio en la niñez. A las mujeres se les concedió el derecho a elegir a su pareja, solicitar el divorcio , heredar las propiedades y compartir el control de sus hijos". Se les exhortó a incorporarse al mercado laboral en forma masi- va y para que esto fuera posible, se establecieron comedores colectivos y guarderías para aliviar a las mujeres de algunas tareas domésticas. Se considera que esta reforma jurídica ha desempeñado un papel importante en el aumento de la igualdad de género en China, aunque no ha estado exenta de costos. Se dice que en pocos años la ley ha oca- sionado varias decenas de millares de suicidios y asesinato s de mujeres, ya que desató una violenta resistencia por parte de campesinos y mujeres mayores", En Egipto, la ley sobre el nuevo contrato matrimonial promulgada en el año 2000 concede a las mujeres derechos de divorcio similares a los que tradicionalmente se les concedía a los varones. La ley anterior otorgaba a los hombres el derecho unilateral e incondicional de divorci arse, mientras que las mujeres se enfrentaban a dificultades insalvables para obtener el divorcio en los tribunales y para entablar juicios en materia de pensión alimentaria (Zulficar 1999). La nueva ley se aprobó después de una campa- ña de más de diez años en la que una coalición de funcionarios del gobierno, activistas de derechos humanos y académicos musulmanes no veían contradicción alguna entre las disposiciones de la nueva ley y las enseñanzas islámicas. ¿Debe intervenir el Estado en asuntos que muchas personas consideran como perso- nales y, por tanto, privados ? Los cambios en las leyes familiares tienen consecuencias 7 Los cuadros femen inos adheridos a la Federación de Mujeres fueron los respo nsables de la implementación de estas políticas en los pueblos y los hogares (Honig 1985; Hooper 1984). 8 Algunos historiadores sostienen que el Estado eliminó satisfactoriamente la poligamia. redujo la incidencia de los matrimonios concertados y aumentó la autonomía doméstica de las mujeres jóvenes (Davin 1976, citado por Das Gupta y otros 2000). Otros argumentan que el Estado retrocedió en su política porque la implement ación de la ley disminuyó tras las protestas, pues los cuadros que fracasaron en llevar a cabo la campaña fueron inmunes a las fuertes críticas (Honig 1985). NORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIO NES ECONÓMICAS 87 directas sobre el bienestar de mujeres y hombres. Tomemos como ejemplo las recientes reformas jurídicas en Canadá. Antes de los años setenta, cuando se disolvía el matrimo- nio, las mujeres tenían muchas limitaciones para reclamar activos y propiedades. Los cambios en las leyes de divorcio en Ontario y la Columbia Británica mejoraron los acuerdos que podrían esperar obtener las mujeres durante el divorcio, cambiando la situación anterior. Un estudio sobre las tasas anuales de suicidio por grupos de edad entre 1960 y 1994 (controlando el efecto de las tasas de desempleo) descubre que el descenso en las tasas de suicidio entre las mujeres casadas de mayor edad, coincide con la reforma en las dos provincias. No observa descensos similares entre los hombres o las mujeres solteras de las dos provincias o entre las mujeres casadas de mayor edad en las provincias donde no se modificaron las leyes de divorcio. El estudio concluye que el descenso en las tasas de suicidios fue una consecuencia directa de la reforma a los derechos de propiedad dentro del matrimonio (Hoddinott y Adam 1998). Violencia relacionada con el género. En muchos países, las leyes contra la violencia de género contienen sesgos que discriminan a las víctimas o vuelven a las leyes inefectivas. Las leyes que aparentemente tienen como objetivo tratar la violencia contra las muje- res, con frecuencia definen la violencia de manera muy limitada o requieren de tal evi- dencia para probar que tuvo lugar, que resulta ser extremadamente onerosa (Heise, Pitanguy y Germain 1994; A. Goldstein 1999). En algunos países latinoamericanos, la ley define algunas ofensas sexuales como crímenes solamente si son cometidos contra mujeres "honestas" o niñas. Las leyes en Chile y Guatemala exoneran al violador que accede a casarse con la muchacha violada, pues se considera que al casarse con la víc- tima se le restituye el honor (Heise, Pitanguy y Germain 1994). En Jordania y Pakistán un hombre que mutila o asesina a su mujer para salvaguardar su honor, cuando llega a ser castigado, recibe una pena más leve que los criminales que cometen delitos simila- res. Así, es necesario identificar y resolver en las leyes existentes los sesgos de género tanto implícitos como explícitos. En Estados Unidos las políticas y leyes que vuelven al comportamiento violento más costoso para quien lo perpetra, han tenido como resultado la disminución de las tasas de violencia interpersonal. Así, las reformas jurídicas que fortalecen los derechos de las mujeres cuando son víctimas de la violencia pueden hacer una gran diferencia (Heise, Elsberg y Gottemoeller 1999). De hecho, los países desarrollados han deposita- do una gran confianza en el sistema de justicia criminal para alcanzar esta meta y, en respuesta al activismo de las mujeres, muchos países en desarrollo han seguido el ejem- plo. Aunque la legislación es variada, la mayoría de las leyes incluyen alguna combina- ción de protección a las mujeres o de restricción, así como penas más severas para los criminales. Las órdenes de protección permiten a los jueces separar temporalmente del hogar a un agresor y prescribirle que busque terapia emocional, reciba tratamiento para adicciones y pague la pensión infantil. Y si un hombre viola una orden de protección puede ser arrestado y encarcelado. 88 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Muchas veces el incumplimiento de la leyes una enorme barrera para la protección contra la violencia doméstica. Las barreras procedimentales y las actitudes tradiciona- les de los guardianes de la ley pueden -y de hecho lo hacen- debilitar la capacidad de la ley para detener la violencia contra las mujeres (Gopal y Salim 1998; A. Goldstein 1999). Las leyes muchas veces son aplicadas por varones, ya sean jueces, abog ados defensores y policías, los cuales pueden compartir los puntos de vista del agresor. Así, además de crear protección adecuada bajo el marco de la ley, es crucial reeducar y en algunos casos sustituir a los agentes de la ley en diferentes fases del proceso judicial (A. Goldstein 1999). Las campañas de educación legal y los programas de capacitación judicial deben centrarse en algo más que en las garantías abstractas de los derechos humanos. Es preciso que dejen claro hasta qué punto las mismas leyes nacionales for- man parte del problema de la violencia contra las mujeres. Pero tambi én las mujeres necesitan reeducarse para que las leyes sean eficaces en lo concerniente a sus derechos legales y a cómo reclamar esos derechos (Heise, Elsberg y Gottemoeller 1999). Derechos sobre la tierra. La tierra es un activo muy importante, pero las mujeres y los hombres no tienen, en la mayoría de los casos, igualdad de derechos sobre las tierras. La evidencia de América Latina demuestra el impacto potencial que tienen las medidas en materia de reforma agraria (como el título de propiedad y el registro de las tierras) sobre el acceso de las mujeres a la tierra. En Costa Rica, después de la reforma agraria, entre 1990 y 1992, las mujeres representaban el 45% de los beneficiarios que contaban con títulos de propiedad sobre las tierras, comparado con el 12% antes de la reforma. En Colombia, después de una resolución sobre tenencia conjunta de la propiedad, las pare- jas que tenían tierras con títulos conjuntos representaban, en 1996, el 60% de las adju- dicaciones agrarias, comparado con el 18% en 1995. Las tierras cuyos títulos pertenecían exclusivamente a varones descendieron del 63 al 24% en el mismo período (Deere y León 1999). Pero no todos los países latinoamericanos han mejorado la igualdad entre mujeres y hombres en los derechos sobre las tierras a través de sus reformas recientes", En Bolivia y Ecuador, por ejemplo, los derechos de las mujeres sobre las tierras no fueron conside- rados como asuntos centrales durante las negociaciones que produjeron nuevos códigos agrarios y no hubo ningún avance en torno a la tenencia conjunta de la tierra o la provi- sión de derechos especiales para las mujeres. En efecto, una lección importante de la experiencia de los países latinoamericanos es que la intención de llevar a cabo reformas estatutarias puede verse frustrada al no considerar la manera en que interactúan las norm as y costumbres sociales con dichas reformas. Debido a que en el pasado los pro- gramas de reforma agraria estipulaban que los jefes de hogar iban a ser los beneficiarios directos de la reforma, y dado que la costumbre dictaba que los hombres eran los jefes 9 Para una revisión más deIallada de los impactos por género de dos generaciones de reformas agra rias en América Latina véase Deere y León (1997. 1999). NORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS 89 de hogar, había un peligro real de que las mujeres salieran perdiendo con estos progra- mas (Deere y León 1997). Pero al incluir disposiciones que contemplaban la tenencia conjunta de la tierra y que las mujeres tuvieran títulos de propiedad cuando las tierras se distribuyeran a parejas que vivían en uniones consensuadas, las medidas de la reforma agraria en varias partes de la región fortalecieron satisfactoriamente los derechos de las mujeres sobre las tierras. Laos ofrece un ejemplo similar de cómo las mujeres podrían perder sus derechos sobre las tierras a menos que se abordaran los temas de la tenencia de las tierras. La ley forestal de 1996 y la ley agraria de 1997 proporcionan el marco jurídico general para el uso de las tierras y los derechos de propiedad. Ambas leyes tienen como objetivo ser neutrales al género en tanto que no excluye o incluye implícitamente a las mujeres en la asignación de tierras o en los procesos de tenencia. Pero en la práctica, la tenencia de las tierras, la asignación y otros procedimientos de registro, utilizan formularios oficiales que requieren que el jefe de hogar, normalmente el marido, esté presente. Así, aunque las costumbres permiten a las mujeres heredar las tierras de sus padres cuando a través de los documentos legales se sustituyen a los derechos consuetudinarios de propiedad por procedimientos que excluyen a las mujeres, los hombres adquieren un mayor con- trol de los derechos sobre las tierras a expensas de las mujeres (Viravong 1999). Cuando en las leyes consuetudinarias prevalecen las estructuras de género que se relacionan con la propiedad de la tierra, los intentos por aumentar los derechos sobre las tierras exclusivamente a través de las leyes estatutarias pueden, en lugar de mejorar, empeorar el acceso de las mujeres a las tierras. En gran parte del África subsahariana es común que existan conflictos entre las leyes consuetudinarias y estatutarias exacerba- dos por las interacciones con la posición social de las mujeres (Dey Abbas 1997; Kevane y Gray 1996). Los derechos de las mujeres al uso de las tierras se garantizan general- mente a través de canales consuetudinarios, pero las normas que actúan en contra de que las mujeres posean tierras significan que generalmente se les niega el título de propiedad. Incluso donde las normas locales otorgan a las mujeres fuertes derechos sobre el uso de las tierras, las mujeres adquieren esos derechos a través de los hombres, por lo que dichos derechos son precarios y dependen del estado civil de una mujer (recuadro 3.2). En Kenya las mujeres no necesariamente se han beneficiado de la formalización de los derechos sobre las tierras. Las viudas pueden trabajar pero no ser propietarias de las tierras registradas a nombre de sus maridos . La introducción de leyes estatuarias sobre la herencia ha puesto en peligro su derecho a usar las tierras. Los hijos que heredan legalmente las tierras pueden venderlas sin el permiso de sus madres, con frecuencia dejando a las viudas sin un sustento para vivir (Davison 1988). En Kenya, los programas de reforma agraria tienen que llevarse a cabo traslapando sistemas jurídicos que reflejan las diferencias en los orígenes culturales y religiosos de su gente, como las leyes consuetudinarias, islámicas, hindúes, así como las leyes estatutarias y civiles, cada una con diferentes disposiciones y restricciones sobre los derechos de propiedad de las mujeres. Algunas leyes consuetudinarias conceden a los 90 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNER OS EN EL DESA RROLLO ECONÓ MICO hijos el derecho exclusivo de heredar, mientras que las esposas y las hijas solteras tie- nen derecho a ser mantenidas y las hijas casadas no tienen ningún derecho sobre las propiedades de su difunto padre. La ley islámica concede a las viudas con hijos una octava parte de las propiedades a la muerte de sus maridos, mientras que las viudas sin hijos reciben una cuarta parte. Las hijas tienen derecho a recibir la mitad de la cantidad que heredan sus hermanos. La ley hindú concede a las viudas solamente el derecho a recibir manutención. Pero las leyes estatutarias dan a la viuda el derecho de continuar viviendo en el hogar matrimonial y el derecho a disfrutar de los activos de su marido, si éste la hubiera nombrado como beneficiaria en una póliza de seguro que cubra los acti- vos (Martin y Hashi 1992). Pero en algunos casos las leyes estatutarias y consuetudinarias pueden reforzarse mutuamente. Entre los hogares Akan, en el oeste de Ghana, los sistemas de tenencia de las tierras han evolucionado hasta volverse individualizados, lo que ha fortalecido el acceso de las mujeres a las tierras (Quisumbing y otros 1999). Esto ha sido consecuen- cia de una práctica de los hombres que consiste en regalar tierras a sus mujeres a cambio de plantar árboles de cacao en las tierras. Con la implementación de la Ley de Sucesión Intestada (lntestate Succession Law) las viudas pueden llegar a ser las propietarias lega- les de estas tierras, un derecho que tradicionalmente les había sido negado por las leyes consuetudinarias. Entre los hogares encabezados por mujeres, los regalos en tierras re- presentan el 50% de las tierras adquiridas, lo que indica que la reforma estatutaria pue- de tener un gran impacto sobre la cantidad de tierras que poseen legalmente las mujeres. y en Sudáfrica, donde las costumbres enfatizan "el acceso universal a las tierras y a otros factores de subsistencia [y] la prioridad en su uso, de forma que las familias con más tierras de las que pueden usar, deben transferirlas a aquellos que las necesiten" (Jacobs 1998, p. 81), el gobierno ha elegido una innovadora manera para lidiar con las complejidades sobre la tenencia de tierras rurales y las desigualdades entre mujeres y hombres. Reconociendo que la tenencia de las tierras a través de los mecanismos del mercado podría formalmente dejar a las mujeres con menor acceso a las tierras que bajo las leyes consuetudinarias, en 1996 el gobierno aprobó la Ley de Asociación para la Propiedad Comunal, que permite a los individuos adquirir tierras a través de la membresía en una asociación para la propiedad comunal. Es demasiado pronto para saber si esta innovación protegerá el acceso de las mujeres a las tierras, pero es un caso que vale la pena observar. Participación y voz. El derecho a participar en el debate público, el derecho al voto y el derecho a contender por cargos públicos, son derechos que muchas personas tienen ahora garantizados. Actualmente casi todos los países conceden a mujeres y hombres el derecho a elegir a sus líderes políticos. Pero esto no ha sido siempre el caso . Hasta en los países más desarrollados, este derecho no existía hace menos de un siglo (excepto en Nueva Zelanda, que otorgó a las mujeres el derecho al voto en 1893, seguido inme- diatamente por Australia en 1901), reflejando las limitaciones que aún persistían en otros derechos de las mujeres. N ORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS 91 En muchos países en desarrollo, la igualdad en el derecho al voto llegó con la inde- pendencia, pero en dos países, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos, el derecho al voto todavía se concede exclusivamente a los hombres. En muchos países los intereses colo- niales y los prejuicios raciales y étnicos otorgaron el derecho al voto a los hombres y mujeres de los grupos indígenas y minoritarios mucho tiempo después de que las muje- res en el grupo mayoritario lo consiguieron. Éste fue el caso de Australia, Canadá y Sudáfrica, entre otros. Y en varios países, los requisitos educativos o de propiedad ex- cluyeron a una gran mayoría de mujeres de las urnas. En Portugal a las mujeres se les concedió el derecho al voto en 1931, pero solamente a quienes hubieran finalizado la educación secundaria, mientras que los hombres sólo tenían que saber leer y escribir. Este requisito, diferente para cada sexo, fue revocado casi 20 años después. Muchos otros países han condicionado el derecho al voto a saber leer y escribir, como Bolivia, República Árabe Siria y Zimbabwe; y a los requisitos de propiedad, como en Bahamas y Kenya (Wistat 1998; Sokoloff y Engerman 2000) 10. Tras conceder a las mujeres el derecho al voto, la mayoría de los países no concedie- ron inmediatamente a las mujeres el derecho a ser electas para un cargo público, y con frecuenci a fue concedido bajo varias restricciones. Por ejemplo, en 1930, en Grecia se permitió que las mujeres votaran, pero no fue hasta 1949 que pudieron contender en las elecciones municipales o comunales, y en 1952 a nivel nacional (Wistat 1998). Como muestra el capítulo 1, en promedio, las mujeres ocupan menos del 10% de los escaños parlamentarios en las regiones en desarrollo (excepto en Asia oriental). Pero algunos países han hecho notables esfuerzos para incrementar la representación feme- nina en el gobierno mediante reformas jurídicas. En India, en 1992, dos enmiendas constitucionales exigieron que al menos un tercio de los escaños en los panchayats (o consejos locales) y en los concejos municipales -y la misma proporción de presiden- tes- fuera reservado para las mujeres. En los dos primeros años de implementación más de 350.000 mujeres tenían cargos políticos (Sen 2000), y más mujeres salen a votar. También Uganda ha dado varios pasos para que las mujeres se involucren más en la política, como reservar puestos oficiales para las mujeres dentro de las estructuras ad- ministrativas locales y en la representación por distritos en la legislatura; como resulta- do, hoy hay muchas más mujeres en el gobierno. Desde 1989 las mujeres han ocupado el 18% de los escaños de la Asambl ea Nacional, mucho más que en muchos países industrializados (Ahikire 1994; Goetz 1998). Y en Filipinas, a principios de los años noventa se estableció un "sistema de lista por partidos" con la intención de aumentar el número de escaños para las mujeres (y de grupos de interés como agricultores) en la Cámara de Representantes (Ncrfw 1999). Esto ha tenido un impacto visible en políticas de género, como la protección contra la violencia doméstica y los derechos reproductivos lOEn América Latina. hasta el siglo xx el derecho al voto estaba generalmente reservado a los hombres adultos. Cuando un cierto número de países relajaron sus restricciones. que en el siglo XIX se justificaron en la tenencia de tierras o en la riqueza, casi siempre optaron por un criterio de alfabetización (Sokoloff y Engerman 2000). 92 HACIA LA INTEGRACIÓ N DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Recuadro 3.2 DERECHOS DE LAS MUJERES SOBRE LAS TIERRAS EN ÁFRICA A diferencia de gran parte del mundo, los sistemas sociales del África subsahariana son más heterogéneos. Las mujeres africanas adquieren y pierden acceso a las tierras como miembros de grupos sociales o a través de la prestación de servicios laborales, compras y a través de cambios en las leyes estatutarias y consuetudinarias. En las áreas donde las mujeres heredan tierras bajo los preceptos de la ley islámica -el este de Sudán, entre los campesinos Swahili y en partes de la costa de Tanzania- es donde las mujeres han tenido los mayores derechos sobre las tierras. También en algunas zonas del África occidental y central las normas locales conceden a las mujeres fuertes derechos sobre las tierras. Por ejemplo, entre los Lemba de Zaire las mujeres viven en sus pueblos natales después del matrimonio y permi- ten que sus maridos usen sus tierras. Pero en gran parte de África las mujeres tienen un acceso desigual a las tierras. obteniendo en la mayoría de los casos los derechos a través del matrimonio. En el África occidental saheliana a las mujeres se les conceden derechos a usar las tierras que se encuentran controladas por el linaje de sus maridos, pero pierden estos derechos con el divorcio, viudez o cuando cambian de residencia. Las parcelas no pueden enajenarse sin el permiso del jefe del linaje. En el África oriental, bajo el sistema de "casa-propiedad", el marido asigna tierras y ganado a cada una de sus mujeres. Aunque los derechos de una mujer sobre las tierras no dependen de la buena voluntad de su marido, sí dependen de tener hijos varones y de la buena voluntad de esos hijos. Si una viuda muere sin un hijo, los familiares del marido fallecido heredan la propiedad. Los sistemas de tenencia de la tierra en el sur de África son más complejos. Aunque algunas zonas otorgan fuertes derechos a las mujeres, generalmente los hombres controlan la tierra. Las mujeres casadas obtienen derechos sobre las tierras de sus maridos y los mantienen mientras dure el matrimonio. Pero es probable que pierdan estos derechos cuando enviuden, excepto en ejemplos aislados como en Zimbabwe, donde hay control femenino y leyes estatutarias que favo- recen a las mujeres. En algunas zonas aisladas de África prevalece la herencia matrilineal. Pero incluso cuando el linaje y la propiedad siguen la línea materna, los hombres poseen y controlan la propiedad. Así pues, los derechos de las mujeres sobre las tierras no están necesariamente más seguros bajo el sistema matrilineal. En efecto. una viuda puede perder muy fácilmente sus derechos sobre las tierras frente a la familia de su marido difunto. Entre los Akan de Ghana una viuda puede perder sus derechos sobre las tierras pasando a los hermanos de su marido fallecido o al hijo de su cuñada. de las mujeres, pero queda por verse si esta disposición producirá una ganancia neta en la representación femenina. INSTITUCIONES ECONÓMICAS Además del marco jurídico de un país, las instituciones económicas influyen en los recursos a los que tienen acceso mujeres y hombres, las actividades que pueden em- prender y las formas en que pueden participar en la economía. Las instituciones econó- NORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS 93 micas se refieren a los mercados y jerarquías que tienen un conjunto de reglas que controlan las transacciones e influyen las decisiones que se toman sobre consumo, aho- rro, inversión, trabajo y reproducción. E igual que los sistemas jurídicos, reflejan las normas y costumbres sociales predominantes, incluyendo las estructuras de género que discriminan a las mujeres: Aparentemente, las prácticas neutrales al género en el mercado de trabajo, como contratar solamente trabajadores que puedan laborar tiempo completo durante una jornada fija, excluyen a las madres que necesitan un horario flexible, contribuyendo a perpetuar una tajante división del trabajo en el hogar. Las redes de información sobre las oportunidades de empleo se centran típicamente en organizaciones formales, tanto públicas como privadas. Esto hace que la infor- mación sea más accesible para personas que ya tenían relación con dichas organiza- ciones, normalmente dejando fuera a más mujeres que hombres. · Los mercados de seguros médicos aún no se han desarrollado, por lo que suelen dejar a las mujeres sin acceso a dichos seguros o solamente a través de los cónyuges empleados en el sector formal. Y la ausencia de un sistema formal de seguro para la vejez, aunado a derechos desiguales a la propiedad, obliga a las mujeres a depender principalmente de los parientes varones para su sustento en la vejez. Los mercados crediticios que requieren la propiedad de la tierra o la casa como garantía de préstamo están fuera del alcance de las mujeres que no pueden poseer tierras de manera independiente o que carecen de redes sociales y comerciales. Estas mujeres necesitan que sus maridos o parientes masculinos firmen los préstamos, haciendo más difícil para las mujeres establecer o mantener viables las empresas comerciales (Fafchamps 2000). Pero la estratificación de género en los mercados y jerarquías, muchas veces es más explícita y deliberada que lo que suponen estos ejemplos. En el mercado agrario las leyes sobre derechos de propiedad determinan quién puede poseer tierras y quién puede comprar o vender propiedad. En el mercado laboral los empleadores que creen que eventualmente todas las mujeres trabajadoras dejarán el puesto de trabajo al casarse o tener hijos -o que siempre permitirán que las responsabilidades familiares interfieran con su trabajo- con frecuencia niegan el trabajo a las mujeres. El resultado: aun cuando se tome en cuenta la educación y la experiencia laboral, las mujeres se encuentran rela- tivamente restringidas a las ocupaciones que requieren menos habilidades y, por tanto, tienen menores salarios, mientras que los hombres tienen más libertad de encontrar empleo en una gama más amplia de ocupaciones11. 11 El capítulo l muestra que las mujeres de todo el mundo ganan . en promedio, menos que los hombres, variando mucho la diferenci a entre países. Dicha diferencia ha disminuido en las tres últimas décadas aunque de forma irregular. Ha disminuido muy considerablemente en países como Australia, Indonesi a, República de Corea . 94 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNER OS EN EL DESARROLLO ECONÓM ICO Los prejuicios y el acceso limitado a las redes de información ayudan también a explicar por qué, en todo el mundo, la participación de las mujeres trabajadoras en los cargos gerenciales y administrativos es sumamente limitada. Las prácticas de contrata- ción y ascensos, las jerarquías en la dirección y las redes de información, constituyen la cultura al interior de las organizaciones, como las empresas privadas y los organismos públicos . Las actitudes discriminatorias dentro de las empresas crean barreras invisi- bles, los "techos de cristal", para los ascensos de las mujeres, manteniéndolas alejadas de los puestos de alta dirección (recuadro 3.3). Esta cultura interna refleja las normas y costumbres de la sociedad en general. Pero las organizaciones, especialmente las más grandes y antiguas, pueden también haber desarrollado su propia combinación de estándares e incentivos que regulan el comportamiento y el rendimiento del trabajador. La teoría económica neoclásica considera la discriminación como un fenómeno de autocorrección que lleva implícita la semilla de su propia destrucci ón. El argumento: a medida que los mercados se desarrollan y crecen , las presiones competitivas aumentan. Se supone que este cambio hace que la discriminación se vuelva más costosa para los individuos y las empresas (Becker 1971). A largo plazo, los empleadores que discrimi- nan tienen que salir y se prevé que descienda la discriminación en general. En cambio, es más probable que los mercados que están protegidos o regulados excesivamente generen conductas discriminatorias, pues los individuos con mayor poder tienen mayor capacidad de imponer sus preferencias personales en el mercado e influir en las políti- cas en beneficio propio. Aunque existe evidencia que apoya este modelo de discriminación, éste es, sin em- bargo, simplista e incompleto. Muchas industrias, incluso las más consolidad as, no son altamente competitivas, no sólo en los países en desarrollo, sino también en los industrial izados. En efecto, el poder de los monopolios impera. En muchos países, una gran proporción de empleos especializados se encuentran en el gobierno y en empresas monopólicas propiedad del Estado (Birdsall y Sabot 1991). Y mientras haya grandes empleadores con suficientes recursos, pueden coexistir diferenciales estables en los sa- larios con una competencia mayor. Además, en tiempos de recesión económica, cuando hay menos empleos, el costo de la discriminación baja, permitiendo a los empleadores contratar a quienes ellos prefieran sin ofrecerles salarios más altos (Mueser 1987). Otro modelo que explica por qué persiste la discriminación en la economía pone hincap ié en los problemas de información. Aunque algunos empleadores discriminan debido a prejuicios, otros pueden discriminar porque carecen de información sobre la productividad del trabajador y al momento de contratar a una persona se fían de los estereotipos sobre sexo, raza, edad y credenciales escolares. Al nivel de empresa esta visión implica que cuando hay más información disponible sobre un trabajador y es más precisa, al igual que cuando aumenta la ocupación en un empleo , los ascensos y los Suecia, Reino Unido y Estados Unidos, sólo moderadamente en Japón y Tailandia, y práctic amente nada en Taiwan, China (Blau 1998; Hartan 1996; Zveglich, Rodgers y Rodgers 1997 ). N ORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS 95 Recuadro 3.3 EL "TECHO DE CRISTAL:' La cultura interna de las empresas y de las burocracias gubernamentales normalmente refleja -y perpetúa- las normas y costumb res que prevalecen en la sociedad en generala en ciertos seg- mentos de la sociedad. Dentro de estas organizaciones existen barreras invisibles para los ascen- sos que crean un "techo de cristal" que impide que las mujeres accedan a los puestos de alta dirección. Las cuestiones de género se filtran en las organizaciones de diversas formas. Una es a través de las políticas de contratación, como las prácticas de reclutamiento, la asignación de puestos de traba- jo y las decisiones salariales. Un segundo camino es a través de prejuicios en las políticas y prácticas de ascensos . Las dos formas se relacionan puesto que las nuevas contrataciones constituyen las reservas de fuerza de trabajo en una empresa, así como el escalafón para los puestos de nivel más alto. Las trayectorias profesionales que deben seguir las mujeres con frecuencia bloquean su progre- so hacia los puestos más altos. Si solamente se les contrata para empleos sin futuro o en puestos no estratégicos -en lugar de los puestos profesionales y de dirección que tienen escalafones bien defi- nidos- es probable que estos niveles más altos estén fuera de su alcance. En efecto, las "paredes de cristal" también representan un problema si las mujeres no pueden moverse lateralmente a áreas estratégicas, como desarrollo de productos y finanzas corporativas, y se les limita a la administración del personal, investigación y relaciones laborales (OIT 1997). Una tercera forma para que las cuestiones de género penetren en las organizaciones, es a través de la cultura informal de la empresa , que se refleja en las normas de género en sus jerarquías, redes sociales y canales de información. Incluso las mujeres que atraviesan los techos y paredes de cristal, muchas veces encuentran barreras de cristal en las tradiciones, ideas preconcebidas y sesgos que las mantienen fuera del grupo de los directores y alejadas de la toma de decisiones. Las mujeres pueden también estar sujetas a insinuaciones sexuales y otras formas de acoso sexual por parte de sus colegas varones. salarios se ajustarían de acuerdo con la estructura general de remuneraciones de la em- presa. En la economía esta visión implica que la discriminación en el mercado de traba- jo disminuirá cuando se desarrollen los mercados de información, haciendo que cualquier empleador pueda adquirir información a menor costo. Pero estos modelos de competencia e información subestiman la influencia de las normas y costumbres sociales sobre el comportamiento individual y colectivo. Al inte- rior de las empresas importa saber quién trabaja bien y con quién y bajo qué circunstan- cias, porque esto determina la productividad y por tanto el rendimiento (Williamson 1975). Asimismo, las redes sociales se extienden sobre las relaciones empresariales, creando conexiones duraderas incluso entre empleadores que aparentemente compiten entre sí (Granovetter 1985). Estas conexiones no solamente reducen el costo del com- portamiento discriminatorio, sino que también lo sustentan. Pero hay que tener precaución cuando se le atribuyen a la discriminación todas las diferencias en razón de género en el empleo y en los salarios en el mercado de trabajo. La discriminación por parte de los empleadores u otros trabajadores no explica todas las diferencias observadas. Estas diferencias entre mujeres y hombres surgen también por 96 HA CIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO las normas y tradiciones que impulsan a las familias a confinar el trabajo de las mujeres al hogar. Y las opiniones tradicionales sobre cuál es el rol adecuado de las mujeres, animan a las familias a invertir menos en la educación de las niñas o en la capacitación de las mujeres, limitando así la movilidad de niñas y mujeres e impidiéndoles establecer negocios de manera independiente fuera del hogar. Las decisiones y comportamientos en el hogar se discuten en el siguiente capítulo. Regulación en el mercado laboral Los países han utilizado medidas activas en materia jurídica o regulatoria para abordar diversas cuestiones de género en el mercado laboral. Algunos Estados han sido activis- tas, regulando directamente las decisiones de las empresas en materia de contratación y despidos, remuneraciones de los trabajadores y, de manera general, las relaciones labo- rales. Otros Estados han establecido ciertos apoyos para las actividades asistenciales y otros abordan en su sistema de pensiones las implicaciones que tiene el género. Esta sección examina la evidencia sobre la dirección que toma el cambio en materia de la regulación del mercado laboral y la medida en que las intervenciones en el sector for- mal han sido benéficas en términos absolutos y relativos para mujeres y hombres. Salario igual. Muchos países han adoptado una legislación que garantiza la igualdad de trato para mujeres y hombres en el lugar de trabajo. La legislación de salario igual por trabajo igual, por ejemplo, tiene como objetivo "nivelar el terreno de juego" para muje- res y hombres en los mercados de trabajo, exigiendo a los empleadores que paguen igual salario a los trabajadores que realizan el mismo trabajo con igual eficiencia, sin tener en cuenta el sexo. La política ha sido satisfactoria en países como Australia, Canadá, Grecia y Nueva Zelanda, donde el salario femenino ha sido típicamente definido en los contratos colec- tivos como un porcentaje del salario masculino para una tarea similar, o cuando han entrado en juego mecanismos centralizados que fijan los salarios (Tzannatos 1999). La evidencia es contradictoria en Reino Unido, según una comparación de la brecha de salarios por sexo de dos grupos de trabajadores, dado que es difícil separar el efecto de las mejoras en el capital humano de las mujeres del efecto de la legislación de igual salario (Makepeace y otros 1999). La Unión Europea ha aprobado para sus países miem- bros "medidas para garantizar la aplicación del principio de igualdad de oportunidades y de trato entre hombres y mujeres en asuntos de empleo y ocupación, que incluyen el principio de igual salario por igual trabajo, o trabajo de igual valor" (citado por Heide 1999, p. 383). Esta legislación ha conducido aparentemente a la revisión de las leyes nacionales en sus Estados miembros, y ciertos casos individuales que cuestionaron las reglas y las prácticas han contribuido a clarificar las leyes y aumentar la eficacia de los instrumentos supranacionales. La legislación de igual salario ha tenido menor impacto en Estados Unido s, donde el salario se establece de forma más descentralizada. También tendría menos impacto en NORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS 97 países donde existe una segregación entre hombres y mujeres en el empleo, y donde no se aplique el principio de similar o igual trabajo . En estos casos, las diferencias en los salarios de hombres y mujeres pueden ser generadas por la segregación en el empleo, pagando menos a las ocupaciones dominadas por las mujeres, y no por un salario desigual para el mismo tipo de trabajo, aunque esto sólo explica una pequeña parte de la diferencia salarial, como se vio en el capítulo l. Entre los países en desarrollo, la evidencia publicada sobre el efecto de las leyes sobre igual salario es muy limitada. Más recientemente, el concepto tradicional de salario igual ha sido sustituido por políticas de valor comparable. Dichas políticas son distintas de las políticas de igual salario por igual trabajo, porque las comparaciones salariales se hacen no solamente entre empleos con similares puestos, sino también entre empleos con tareas similares, sin tener en cuenta el título, y entre empleos que son distintos porque uno puede ser ampliamente dominado por los hombres y otro ampliamente dominado por las mujeres. Las comparaciones se refieren a los requerimientos del empleo, no al desempeño en sí, y normalmente implican requisitos de ponderación y puntuación de los puestos de tra- bajo, como habilidad, responsabilidad y nivel de esfuerzo (England 1999). En Estados Unidos, estudios sobre el impacto de las políticas de valor comparable sugieren que los salarios en términos relativos de las mujeres han aumentado en dos estados entre un 6% y un 10% (Sorensen 1990, citado en Banco Mundial 1994c). Las críticas a estas políti- cas argumentan que exigir a los empleadores elevar los salarios en ocupaciones domi- nadas por las mujeres disminuiría la contratación en esos empleos. Ésta es un área que requiere más estudio, especialmente en algunos países en desarrollo que han adoptado similares políticas, pero que todavía no han evaluado el impacto . ¿Pueden los países en desarrollo reforzar y beneficiarse de las políticas de igual salario? Una lección de la experiencia en países más ricos es el gran peso que tiene la responsabilidad, la cual se relaciona con la puesta en práctica y el cumplimiento de la ley. En Canadá, Países Bajos y Reino Unido, para estas políticas se requirieron agencias intermediarias especializadas o agencias que vigilaran el cumplimiento de la ley. Una segunda consideración es que el potencial para la aplicación de estas políticas en su mayoría se limita al sector formal ; así, pues, su importancia depende del tamaño relati- vo de los sectores formales e informales de un país. Otro problema es que las leyes sobre igual salario pueden desplazar a las mujeres de sus puestos de trabajo, a menos que las leyes sobre igualdad de oportunidades garanti- cen también que las mujeres tengan acceso a nuevas oportunidades. Pero el efecto neto de estos dos tipos de políticas sobre las mujeres es incierto. En República de Corea, la ley de igualdad en el empleo de 1987 creó nuevas oportunidades con mejor paga para las mujeres a los niveles profesional y técnico (Rodgers 1999). Dicha ley exige que las empresas otorguen iguales oportunidades a las mujeres en áreas como reclutamiento, contratación, ubicación del puesto de trabajo, capacitación y ascensos. Pero aun cuando la ley trajo ciertos beneficios en el número de mujeres contratadas, no las ayudó necesa- riamente a abrirse camino en los puestos administrativos y directivos. A pesar de las 98 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO políticas de igual salario, tampoco mejoraron sus ingresos con respecto a los de los hombres como correspondería a su educación y experiencia. Protección especial y acción afirmativa. Muchos países han atacado la discriminación de género en el mercado de trabajo mediante medidas de protección especial y acción afirmativa. Muchos gobiernos tienen leyes laborales que protegen el tiempo que las mujeres deben pasar con sus bebés después del nacimiento y limitan que las mujeres se expongan a actividades extenuantes o peligrosas. Aunque estas leyes pueden generar ciertos beneficios, con frecuencia son esas mismas mujeres a quienes se supone se pro- tege, quienes cargan con los costos. Así, elevar el costo que representa para los empleadores el contratar mujeres, reduce el empleo y los salarios de las mismas. El enfoque tradicional ha sido proteger a las mujeres contra horarios y tipos de tra- bajo poco razonables. Las leyes han excluido a las mujeres de ocupaciones que se con- sideran peligrosas, como la construcción y la minería. En Europa y Estados Unidos, las restricciones en el horario de trabajo durante sus períodos de industrialización gozaron de popularidad (Goldin 1988; Nataraj , Rodgers y Zveglich 1998). La mayoría de los países asiáticos tienen límites en las horas extra que se aplican tanto a hombres como a mujeres. Las políticas más estrictas están en Asia meridional, donde a las mujeres se les prohíbe trabajar horas extra. Las restricciones en Taiwan, China, disminuyeron el empleo y las horas trabajadas de las mujeres, desacelerando el aumento de sus ingresos (Zveglich y Rodgers 1999). Sin la ley de protección especial, los ingresos masculinos habrían aumentado un 12%, mientras que los ingresos femeninos se habrían incrementado en un 5%. Con la ley, los ingresos masculinos crecieron hasta llegar a los niveles previstos, pero los ingresos femeninos crecieron sólo un 0,6%, ampliando la brecha entre los salarios de mujeres y hombres en mayor proporción que en ausencia de una medida de protección. Muchas medidas de protección surgen como respuesta a la presión de grupos de interés. Al igual que con los derechos humanos básicos, la comunidad internacional, en colaboración con los intereses nacionales, ha promovido una protección especial en el mercado laboral" . Pero, recientemente, ha dado un giro que empieza a cuestionar las medidas de protección, un cambio influenciado por las organizaciones de mujeres (Banco Mundial 1994c). El que una dispo sición que otorgue protección especial beneficie a las mujeres, de- pende de varias cosas. Lo más importante es quién carga con el costo de esa dispo si- ción . En los mercados de trabajo, el grado en que los empleadores absorben el costo o se 12 Desde principios del siglo XIX, se desarroll ó en Europa y Estados Unidos la legislación que protege a los trabajadores, y en Asia y América Latina desde los años cincuenta. Alguno s de los camb ios en la ley especia l de protección en los países industrializados se hicieron en respuesta a convenios impul sados por la Organiza- ción Internacional del Trab ajo (OIT) . Hubo algunos cambios más en las actitudes hacia estas medidas en los años sesenta , y a finales de los años setenta la OIT recomendó formalmente que los países revisaran y pusieran al día su legislación protectora. NORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS 99 traslada al gobierno o a las propias mujeres, determina el tamaño de su efecto potencial- mente negativo sobre el empleo. Si los empleadores pueden ajustar los salarios a la baja para reflejar el costo que les representa la disposición, el costo de emplear al grupo en cuestión no tendría que aumentar y no debería producirse ningún efecto adverso sobre el empleo. Pero si la principal intención de la disposición es promover la igualdad de género trasladando algunos de los costos del nacimiento de un hijo de las mujeres al empleador, el ajuste salarial altera esta intención. Consideremos ahora las políticas de acción afirmativa. Algunas personas creen que no basta con las políticas de igualdad de oportunidades para corregir los efectos de la pasada (y presente) discriminación y que las políticas de acción afirmativa (políticas diseñadas para reducir desigualdades específicas entre grupos, mediante el uso de me- tas cuantitativas específicas para cada grupo y de medidas que ayuden a alcanzar estas metas) llenarán el vacío. Tanto en los países desarrollados como en los países en desa- rrollo, claramente se necesita mayor análisis para conocer el impacto de estas políticas. Sin embargo, no es fácil medirlo por varias razones. Una es que es probable que una disposición de carácter general se aplique a todos los trabajadores, presentando pocos controles o grupos de comparación, donde las excepciones difieren sistemáticamente, de tal forma que sesgan cualquier intento de comparación. Otra razón es que no se exige que se cumpla la ley (Leonard 1996). En Estados Unidos, varias evaluaciones de la política federal antidiscriminatoria, conocida como el Título VII, arrojaron conclusio- nes diferentes. Algunas personas atribuyen al Título VII la dramática reducción entre 1980 y 1990 de la brecha salarial de mujeres y hombres (Smith y Welch 1984; Fields y Wolff 1997), pero otros lo atribuyen a un incremento en la ocupación laboral promedio de las mujeres durante la década (Smith y Ward 1989; Leonard 1996). Las políticas de acción afirmativa causan controversias, principalmente por el temor de que un tratamiento preferencial en la contratación en un empleo o en la admisión en una escuela o en un puesto de capacitación ponga en riesgo la calidad y la eficiencia (Holzer y Neumark 1999). Existe cierta controversia incluso dentro de los grupos a los que se dirigen estas políticas: al tener un trato preferencial puede quedar una marca y ser percibido persona poco calificada y puede generar resentimientos entre los que no tuvieron un trato preferencial. Pero los programas de acción afirmativa en el empleo pueden hacer algo más que imponer una cuota en la contratación, que es el elemento que crea el mayor resentimiento. También pueden influir en una amplia variedad de actividades que llevan a cabo los empleadores: esfuerzos especiales de reclutamiento, programas especiales de apoyo (como capacitación), cambios en las prácticas de investigación de los antecedentes laborales y cambios en los estándares de contratación y ascensos". En Estados Unidos, los datos de las encuestas realizadas por empresas en cuatro ciudades, mostraron que estos programas cambian las prácticas de contratación y capacitación de los empleadores. 13 La idea de una acción afirmativa en el reclutamiento ha tendido a ser políticamente menos polémica que la acción afirmativa en la contratación. 100 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Aunque estos programas han sido objeto de considerables debates políticos, han incrementado el empleo femenino y de las minorías así como la situación ocupacional (véase, por ejemplo, Leonard 1985, 1996; Rodgers y Spriggs 1996; y Holzer y Neumark 1998, 1999). Por otra parte, a pesar de las preocupaciones sobre si existe discriminación a la inversa y costos en la productividad de los programas, existe poca evidencia empí- rica de que las personas contratadas por acción afirmativa sean menos productivas que el resto de los trabajadores. Al contrario, los principales costos para los empleadores de Estados Unidos parecen ser más bien el tipo de costos en los que se incurre una sola vez y que están relacionados con mejorar las habilidades del nuevo trabajador, y no con costos recurrentes en la eficiencia a causa de emplear trabajadores menos productivos. De hecho , estos programas pueden producir ganancias en productividad tanto para las empresas como en la economía (Holzer y Neumark 1998, 1999). Una debilidad clave de la acción afirmativa es su limitado alcance en aquellas socie- dades donde la mayoría del empleo continúa localizándose en el sector agrario o infor- mal, o donde hay poca capacidad por parte del gobierno de dar seguimiento y hacer que se cumpla la ley. Lo cual implica que el alcance de estas políticas se amplía con la urbanización y la formalización de los mercados laborales. Apoyo a la familia. Las mujeres emplean mucho más tiempo en actividades no comer- ciales y en el cuidado a otras personas que los hombres; y estas actividades imponen costos sobre su tiempo libre, estado de salud, empleo remunerado y autonomía. Muchos países han reconociendo estos costos, y ahora tienen leyes que apoyan el rol reproductivo de las mujeres, aunque a veces es ineficaz y otras tiene efectos adversos sobre las muje- res. Consideremos dos tipos de legislación: prestaciones para la maternidad y apoyo para cuidados infantiles. Licencia por maternidad. La mayoría de los países en desarrollo tienen legislación sobre la licencia por maternidad. Las prestaciones con frecuencia incluyen licencias cuyo pago representa alguna proporción de los ingresos previos, protección contra el despido duran- te la licencia, descansos pagados para amamantar a los hijos y permiso posparto obligato- rio por cierto período de tiempo. En África, casi todos los países proporcionan prestaciones pagadas por maternidad a las trabajadoras del sector formal, normalmente con tasas de remuneración que van --en principio- entre el 50 y el 100%. La licencia por maternidad varía de 30 días en Túnez, a 15 semanas en República del Congo, con un promedio de 12- 14 semanas. En América Latina y el Caribe, las prestaciones por maternidad varían de 8 semanas en Bahamas a 18 semanas en Chile, Cuba y República Bolivariana de Venezue- la. La licencia por maternidad en Asia suele ser al menos de 12 semanas, con frecuencia totalmente remunerada y financiada por los empleadores (Rodgers 1999)14. 14 Comparadas con los países de la OCDE, estas presta ciones son modestas. En Europa. la licencia por maternid ad varía de 14 semanas en Alemania. España , Suecia y Reino Unido hasta 22 semanas en Italia. Y la indemni za- ción durante la licencia varía del 75% en Suecia hasta el 100% en Franci a, Alemania. Países Bajos y España . N ORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS 101 Además de los cuidados médicos para las madres y sus recién nacidos, la licencia por maternidad ayuda a las mujeres a evitar que se desincorporen temporalmente del mercado de trabajo y después tengan que encontrar un nuevo empleo. El no tener que abandonar el empleo después del parto puede incrementar los salarios de las mujeres, aumentando su permanencia en el puesto de trabajo y la experiencia laboral total (Rodgers 1999). Pero la licencia por maternidad también conlleva costos para las mujeres, parti- cularmente si está previsto que los empleadores carguen con la mayor parte o la totali- dad del costo de dicha licencia. Una parte (o la totalidad) de los costos puede cargarse a las mujeres en la forma de salarios más bajos, o disminuyendo la contratación de muje- res en edad de tener hijos. ¿Cuál ha sido el impacto de estas políticas? En Japón y Estados Unidos, después del parto volvieron al trabajo más mujeres con prestaciones por maternidad que mujeres sin dichas prestaciones (Gruber 1994; Waldfogel, Higuchi y Abe 1998). Pero dado que en Estados Unidos estas mujeres también han perdido terreno en materia salarial, las ga- nancias netas no están claras ". En los países de Europa occidental, que tienen prestacio- nes por maternidad con goce de sueldo mucho más generosas, los efectos dependen de la duración de la licencia. Durante 1969-1993, los derechos a períodos cortos (tres me- ses) de licencia con goce de sueldo aumentaron la razón en el empleo de un 3 a 4%, mientras que tuvieron poco efecto en los salarios. El derecho a una licencia más amplia (nueve meses) incrementó la razón en el empleo aproximadamente en un 4%, pero se redujeron los salarios por hora en un 3% (Rhum 1998). En Taiwan, China, las prestacio- nes por maternidad obligatorias han aumentado el empleo de las mujeres, pero han tenido un efecto negativo sobre los salarios (aunque estadísticamente no significativo) (Zveglich y Rodgers 1999). En cambio, en Costa Rica, como consecuencia de la legis- lación para prolongar la licencia por maternidad, los salarios de las mujere s bajaron considerablemente, pero el empleo no cambió (Gindling y Crummet 1997). Costa Rica muestra también que la forma en que se financia una disposición influye en su eficacia. La administración de seguridad social del gobierno cubre la mitad del Estados Unidos son menos generosos: la ley sobre la familia y los permisos médicos dan derecho a los em- pleados a 12 semanas de permiso no pagado por embarazo y parto u otras responsabilidades asistenciales (Rodgers 1999). 15 En Estados Unidos. por ejemplo. las provisiones globales para las prestaciones por maternidad. adoptadas por muchos estados a mediados de los años setenta. tuvieron como resultado un descenso de los salarios y un aumento en las horas para las mujeres casadas con edades entre los 20 y 40 años (Gruber 1994). Una parte considerable de los costos de las prestaciones por maternidad fue trasladada a los salarios de las mujeres. pero sin mucho efecto sobre el aporte laboral tota\. En Japón. como en Estados Unidos. controlando el efecto de factores como la ocupación previa al parto. las mujeres cubiertas por las prestaciones de licencia por materni- dad tenían muchas más probabilidades de regresar a sus empleos anteriores al parto que las mujeres que no estaban cubiertas. Por otra parte. casi la mitad de las trabajadoras estaban cubiertas por la ley sobre el permiso para cuidados infantiles. y era dos veces más probable que las mujeres cubiertas volvieran a trabajar después del parto que las que no lo estaban (Waldfogel, Higuchi y Abe 1998). En cambio. una vez tenida en cuenta la duración de la ocupación previa al parto. no era más probable que regresaran las mujeres con cobertura en Reino Unido que las mujeres sin cobertura. 102 H ACIA LA INTEGR ACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO costo de las prestaciones por maternidad, trasladando así parte del costo que cargan los empleadores y las mujeres (y quizá esto explique por qué no tuvo ningún efecto negati- vo sobre el empleo, aunque no por qué cayeron los salarios). Otra opción sería compar- tir los costos ampliando la cobertura de los seguros para que paguen al menos una fracción de las prestaciones por maternidad. Aun cuando esto probablemente aumenta- ría la prima del seguro médico que pagan tanto hombres como mujeres (dado que es probable que la mayoría de las parejas casadas compartan un plan familiar), también aligeraría un costo en que solamente incurren las mujeres. Apoyo para cuidados infantiles. Un cierto número de países en desarrollo exige que las empresas presten apoyo para el cuidado infantil o que lo lleve a cabo el Estado. El cuidado infantil a bajo costo permite que las madres trabajen sin interrupciones en el empleo. Al igual que con las prestaciones por licencia de maternidad, se supone que el cuidado infantil reduce las interrupciones en la carrera laboral y el costo que éstas representan para la experiencia laboral acumulada, en las posibilidades de ascenso y en los futuros ingresos. Los diferentes países ofrecen distintas modalidades en materia de cuidados infantiles: La legislación tiene previsto el permiso pago de maternidad (o pa- ternidad), la dotación directa de servicios para el cuidado infantil , la transferencia de ingresos a las familias o específicamente a las madres para cubrir el costo de los servi- cios de cuidado de los hijos e hijas , así como los subsidios salariales a aquellas madres que continúan en la fuerza laboral. Dependiendo de ciertas condiciones específicas, cada una de las diferentes modalidades requiere un análisis costo-beneficio. ¿Cómo apoyan los países más ricos el cuidado de niñas y niños? Difieren amplia- mente en la cantidad de servicios que reciben los padres que trabajan, ya sea a través de servicios públicamente prestados o públicamente subsidiados. En Grecia, Irlanda, ita- lia, Países Bajos, España y Reino Unidos el cuidado de los niños descansa en gran parte en las familias, con niveles relativamente bajos de provisión de cuidados infantiles. Austria y Alemania tienen escasez de estos servicios para los niños menores de tres años. Pero Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia y Suecia tienen sistemas muy desa- rrollados en materia de cuidado infantil (Plantenga 1999). La falta de servicios de cuidados infantiles puede ser un importante obstáculo para la participación de las mujeres en el mercado de trabajo, como se discute en el siguiente capítulo. En Rusia, simular el efecto que tendría subvencionar totalmente los cuidados infantiles, muestra que reducir los costos a cero aumentaría la participación de las mu- jeres en la fuerza laboral en un 12% y sus horas de trabajo en un 3% (Lokshin 2000) . Alternativamente, un subsidio salarial para todas las madres trabajadoras que costara al gobierno lo mismo que un subsidio para los cuidados infantiles, aumentaría la partici- pación en la fuerza laboral en menos del 6% y las horas de trabajo en menos del 1%. Un subsidio total en los cuidados infantiles permite que las madres ganen 0.5 rublos adicio- nales por cada rublo gastado por el Estado, mientras que el subsidio salarial incrementa los ingresos de las madres en 0.24 rublos adicionales. NORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS 103 Sistemas de apoyo para la vejez. Los sistemas de apoyo para la vejez no están directa- mente relacionados con la discriminación en el mercado de trabajo, pero las fallas del mercado dan origen al problema de la seguridad social. Los arreglos informales en la familia y en la comunidad son la base de la seguridad social en la mayoría de los países en desarrollo. La mayoría de las personas mayores vive con sus hijos en algún tipo de arreglo de familia extensa, y esto es más común para las mujeres que para los hombres (Wong y Parker 1999; Cox-Edwards 2000). Los hombres y las mujeres mayores que viven lejos de sus hijos, muchas veces dependen de las transferencias interfamiliares para su sustento. Esto es evidente en el patrón que adoptan las transferencias intra- hogares que siguen de manera muy pronunciada del ciclo vital. Tanto en los países en desarrollo como en los industrializados, las transferencias privadas son dirigidas princi- palmente a las mujeres. En Colombia, por ejemplo, ser mujer eleva la probabilidad de obtener ingresos por transferencias en casi 33 puntos porcentuales (Cax y Jiménez 1998). La modernización, la urbanización y la migración han debilitado los sistemas tradi- cionales e informales de apoyo para la vejez. Y los programas obligatorios de seguridad formal podrían acelerar el proceso, pero sin proveer la red de seguridad que necesitan las personas que no están cubiertas por los sistemas asociados al empleo" . Las solucio- nes que ofrece el mercado , como el ahorro individual e inversión para la vejez, pueden ayudar a reducir las diferencias ocasionadas por el resquebrajamiento de los sistemas de apoyo familiar, pero están sujetas a fallas del mercado. Las personas podrían tener poca visión del futuro y no estar dispuestas a ahorrar para su vejez durante su juventud. Pueden carecer de información sobre los mercados de capitales e inversión. Estas con- diciones argumentan que se requiere de la acción pública para reformar los sistemas de seguridad social, y esta acción explícitamente debe tomar en cuenta las diferentes cir- cunstancias de mujeres y hombres y de los mecanismos informales que dependen de la familia. Al reconocer la importancia de contar con un sistema completo de seguridad en la vejez para reducir la pobreza y para el bienestar global de la sociedad, la mayoría de los países han establecido redes formale s de seguridad para la vejez. Pero solamente un 15% de los seis mil millones de personas del mundo tiene acceso a un sistema formal que apoye los ingresos en la jubilación (Banco Mundial l994b). La cobertura de la seguridad social en los países en desarrollo suele concentrarse en el sector público y en 16 Un estudio sugiere que la estabilidad de los ingresos está relacionada negativamente con las transferencias privadas (Cox y Jiménez 1998). Las transferencias públicas desplazaron las disposiciones privadas informales para el apoyo a la vejez. Usando la encuesta sobre niveles de vida de Perú, los autores encontraron que las transferencias privadas de las personas jóvenes a las personas en edades avanzadas habrían sido casi un 20% más altas si los ancianos no tuvieran acceso a las prestaciones de seguridad social. El efecto de desplazamien- to es mayor en Filipinas, donde \a incidencia de las transferencias privadas es mayor. Un incremento de un dólar en las pensiones públicas estaría relacionado con un descenso de 37 centavos en las transferencias privadas. dejando un beneficio neto de sólo 63 centavos. Por tanto. la seguridad social es beneficiosa para los pensionados. pero no tanto como sugerirían sus gastos. 104 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO las grandes empresas del sector privado. La participación en las pensiones está relacio- nada con el sexo, estado civil, educación, edad, ocupación, nivel de ingreso, formalidad del empleo y composición del hogar. Y las mujeres tienen menor probabilidad que los hombres de participar en planes de pensiones (Bertranou 1998). Existen varias razones para esto: menor educación promedio de las mujeres, una menor participación en el mercado laboral, empleo más volátil y una mayor probabili- dad de trabajar en el sector informal o para pequeños empleadores que no pueden ofre- cer prestaciones de seguridad social. En el caso de que las mujeres estén afiliadas a un sistema de seguridad social, es probable que coticen durante menos años. Los trabaja- dores de bajos ingresos, muchos de los cuales son mujeres, con frecuencia prefieren obtener salarios más altos a prestaciones para el futuro. Bajo los esquemas de seguridad administrados por el sector privado, que normalmente ignoran a las personas con limi- tada experiencia o alta movilidad, las mujeres se encuentran en clara desventaja. En los últimos años, un cierto número de países ha reformado sus planes de pensio- nes, abandonando los sistemas de prestaciones tradicionales definidos como "pago so- bre la marcha" (pay-as-you-go), que no podían sostenerse financieramente debido a los costos excesivamente altos relacionados con el crecimiento de la población de la terce- ra edad, y a las correspondientes razones de dependencia en la vejez (Banco Mundial 1994b). Con frecuencia, las reformas han sustituido estos antiguos sistemas por siste- mas que descansan sobre varios pilares; incluyen un pilar totalmente financiado por la cotización del trabajador (en el que el jubilado recupera las contribuciones acumuladas más los intereses), y un apoyo público redistributivo, como una pensión mínima garan- tizada o una prestación fija (uniforme) para todos los trabajadores que cumplen con los requisitos. Dependiendo de los viejos y nuevos sistemas, estas reformas pueden incrementar la desigualdad en los ingresos de hombres y mujeres mayores. Por otra parte, las reformas alteran considerablemente la cotización de distintos grupos de mujeres. ¿Por qué? Por- que, con frecuencia, los antiguos sistemas concedían prestaciones generosas a mujeres y hombres, aun cuando sólo hubieran cotizado durante períodos cortos de tiempo, e incluían a las familias de ingresos medios. Por su parte, en los nuevos sistemas, las prestaciones están más ligadas a las contribuciones que hace el trabajador y, al mismo tiempo, redistribuyen recursos a las familias de bajos ingresos a través de la contribu- ción pública. y tienden a penalizar las jubilaciones anticipadas, mientras que los anti- guos sistemas las subsidiaban, y a menudo las mujeres se jubilan antes" . 17 Por ejemplo. los antiguos sistemas económicos en los países de la antigua Unión Soviética proporcionaban salarios y pensiones relativamente uniformes para todos ; las mujere s tenían una tasa elevada de participación en la fuerza laboral y también tenían un fondo de pensión durante los años de maternidad. En cambio. el nuevo sistema económico ha aumentado la desigualdad en salarios y años de empleo y. por consiguiente. en las pensione s. Cuando un sistema de apoyo múltiple sustituyó al sistema de pensione s fiscalmente insostenible en Kazajst án, las pensione s bajaron un 44% para las mujere s. pero sólo un 21% para los hombres. comparadas con el salario promedio en la economía (Castel y Fox 1999). NORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS 105 En Chile, el primer país que estableció un sistema con varios pilares, las simulacio- nes detalladas indican que, en promedio, con el nuevo sistema las pensiones de las mujeres disminuirán y también lo harán con respecto a las de los hombres, debido a que las mujeres trabajan menos años, ganan salarios más bajos y, por tanto, cotizan menos. Pero esta disminución no se distribuirá de igual manera entre las mujeres. Será casi inexistente para las egresadas de primaria y secundaria, que tienen participación com- pleta en la fuerza laboral y que continúan trabajando hasta la edad de 65 años, que es la edad de jubilación masculina. La posición relativa de las mujeres con ingresos más bajos subirá, siendo ellas las principales receptoras de las pensiones mínimas redis- tributivas garantizadas. Asimismo, las viudas saldrán ganando porque están protegidas por la pensión de viudez otorgada por sus maridos, además de su propia pensión. Las mujeres que no trabajan estarán protegidas por el programa de asistencia social que no requiere de cotizaciones, pero sí de un estudio de nivel socioeconómico. Pero las que no superen el estudio de nivel socioeconómico para ver si tienen derecho a las prestaciones -ya sean mujeres que no trabajan o mujeres con pocos años de trabajo- saldrán perdien- do con el nuevo sistema (Cox-Edwards 2000). Así, el pilar público es particularmente importante desde una perspectiva de género, porque puede constituir un mecanismo redistributivo y de reducción de la pobreza. En México, el gobierno ofrece una pensión mínima y contribuye también con una "cuota social" -una proporción fija del salario mínimo- a la cuenta de pensión de cada perso- na. Estas provisiones protegen el bienestar de los grupos de bajos ingresos y con menos estudios. Por ejemplo, las mujeres con cinco años de escolaridad o menos que viven en áreas semiurbanas, pueden esperar una pensión del 80% del salario mínimo con la pen- sión y la cuota social, pero solamente el 30% del salario mínimo sin estas protecciones. El impacto de esta red de seguridad es mucho mayor para las mujeres que para los hombres. La participación del pilar público en la pensión prevista es del 61% para las mujeres, pero sólo del 32% para los hombres (Wong y Parker 1999). Finalmente, en aquellos sistemas que requieren más años de trabajo, relativamente pocas mujeres recibirán esta prestación. Chile y México solamente exigen 20 años de cotización para reunir los requisitos para la pensión mínima, mientras que Argentina exige 30 años para tener derecho a una pensión fija (uniforme) que paga con el pilar público. En algunos países industrializados, el pilar público se basa más en la residencia y en la edad que en el empleo, y es financiado por recursos públicos. Los Países Bajos ofrecen una generosa prestación fija, el Reino Unido una prestación básica mucho me- nos generosa, y Australia una prestación con base en un amplio estudio socioeconómico que sólo excluye a la tercera parte más rica en la distribución del ingreso. Estos arreglos reducen las desigualdades de las pensiones entre hombres y mujeres, pero son caros, una de las razones por las que raramente se encuentran en los países en desarrollo. Los apoyos públicos más focalizados, como en Chile o México, representan una gran ayuda para las mujeres de bajos ingresos. Pero para la mayoría de las mujeres, menores ingre- sos y menos años de trabajo se traducirán en pensiones más bajas. 106 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Regulación en el sector informal. En general, las leyes y regulaciones del mercado de trabajo pueden contribuir a mejorar la igualdad en el empleo, las condiciones laborales y la remuneración de mujeres y hombres. Pero en la mayoría de los países en desarrollo, el impacto es limitado por el gran número de trabajadores que están fuera del alcance de las regulaciones formales. Muchos trabajadores están empleados en el sector informal, generalmente en empresas familiares o en pequeñas empresas frecuentemente sin regis- tro. El tamaño del sector informal suele ser menor en los países más desarrollados y mayor en los países menos desarrollados, donde el problema es agravado por leyes laborales que son ineficaces. Por ejemplo, en Burkina Faso el sector informal emplea aproximadamente tres cuartas partes de los trabajadores, mientras que en Argentina solamente una cuarta parte (Banco Mundial 1995). Generalmente se dice que las mujeres se encuentran predominantemente empleadas en el sector informal, pero si se aceptan los datos disponibles por país, no hay evidencia para sostener esta afirmación. Usando la definición oficial de empleo en el sector informal -que incluye varias categorías de empleo, desde el empleo por temporada de trabajo, por cuenta propia, a pequeña escala, y que se realiza en el hogar, hasta el em- pleo asalariado de tiempo completo en empresas que emplean menos de 5 o 10 emplea- dos, dependiendo de la definición oficial del país- las mujeres sólo en la mitad de los países, cuyos datos se presentan en el gráfico 3.2, representan una cantidad desproporcio- nadamente mayor del empleo en el sector informal. Llegamos a esta conclusión compa- rando la proporción de la fuerza laboral femenina en el sector informal con su proporción en la fuerza laboral total. Por tanto, aunque las mujeres representan el 40% de la fuerza laboral del sector informal en Mal í, y poco más del 40% en Brasil, las mujeres no se concentran en el sector informal en Mal í, pero sí en Brasil. Esto es similar a la conclusión de Charmes (1998) de que las mujeres no están sistemáticamente sobrerreprese.ntadas en el sector informal. Pero obtener datos precisos sobre el tamaño del sector informal es tremendamente difícil; los números reportados están, sin duda, subestimados, especialmente para las mujeres, quienes tienen mayores posibilidades de estar empleadas de manera invisible en el sector doméstico, o para quienes el trabajo en el sector informal pueda ser un empleo secundario. En la mayoría de los países, la gama completa de leyes laborales no se aplican a los trabajadores del sector informal e incluso cuando se aplican, su cumplimiento a lo mucho es escaso y desigual. Sólo en algunos países las leyes laborales proporcionan derechos a los trabajadores del sector informal. En Brasil, la Constitución Federal de 1988 amplió su cobertura a trabajadores domésticos, que realizan sus labores en el hogar, y a los agrarios, proporcionando un marco para el salario mínimo, aguinaldo, un período de descanso se- manal remunerado, vacaciones anuales pagadas, licencia por maternidad por 120 días con goce de sueldo, licencia de paternidad con goce de sueldo, prestaciones de seguridad social y aviso de cese con un mes (Banco Mundial 1994c). Y las penas por violar estas leyes son similares a las del sector formal. Asimismo, Honduras tiene disposiciones espe- ciales que regulan el empleo de trabajadores domésticos, trabajadores a destajo y trabaja- dores que realizan sus labores en el hogar, aunque menos completas que en Brasil. N ORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS 107 Gráfico 3.2 LA PRESENCIA DE LAS MUJERES EN EL MERCADO DE TRABAJO INFORMAL VARíA ENTRE PAíSES Laproporciónde mujeres en el sector informal es... Costa Rica, 1984 Egipto, 1986 Panamá, 1982 Corea, Rep. de, 1989 - menorquesu Kenya, 1989 proporción en el empleo total Malí,1982 Burundi ,1990 - Tanzania , 1995 Vietnam , 1991 - Fiji,1986 México, 1992 Venezuela , R,S. de, 1992 - similar a su Uruguay, 1985 proporción Congo, Rep. de, 1984 en el empleo total Gambia , 1983 Tailandia , 1990 - - Perú,1985 Hondura s, 1990 Brasil,1990 Malasia , 1986 Filipinas, 1988 mayor que su Colombia, 1992 proporción Indonesia, 1985 en el empleo total Zimbabwe, 1986 Zarnbia , 1986 - Jamaica , 1988 Botswana, 1984/85 Ghana, 1970 I I I o 20 40 60 80 Por ciento · Proporción de mujeres ~ Proporción de mujeres en la fuerza laboral en el sector informal Nota : El sector informal está compuesto por empresas de pequeña escala y empresas establecidas en el hogar, que producen y distribuyen bienes y servicios fuera del marco regulatorio reconocido. Estas empresas generalmente care- cen de reconocimiento legal y pueden no estar sujetas a los estándares laborales u otras normas prescritas por el código legal. Fuente: Datos del sector informal de Sethuraman (1998); datos de la fuerza laboral del Banco Mundial (1999d). 108 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Otras leyes y reglamentos afectan al autoempleo a pequeña escala, con su propio sesgo de género, explícito o implícito. Éstas incluyen leyes que regulan la entrada a nuevos negocios, acceso al crédito y asignaciones fiscales. Es probable que las institu- ciones de crédito que requieren formas tradicionales de garantías excluyan a las muje- res como prestatarias, puesto que, en promedio, es menos probable que las mujeres posean propiedades. Asimismo, las provisiones sobre los montos mínimos de los crédi- tos y las restricciones respecto al tipo de negocio sujeto a recibir un crédito, hacen que sea más difícil para las mujeres solicitar préstamos para capital financiero (Honig 1998). y los complicados procedimientos de solicitud para arrancar un negocio, los requisitos de capital y los contactos políticos que se requieren, pueden impedir que las mujeres registren sus empresas. En muchos países, las deducciones y exenciones fiscales, así como otros trato s preferenciales en materia fiscal que contemplan los sistemas individuales de presenta- ción de impuestos, con frecuencia se asignan a los maridos, con efectos que impactan sobre los incentivos que tienen las mujeres para establecer un negocio (Stotsky 1997). En Países Bajos, hasta 1984, un hombre casado tenía derecho a una asignación para gastos de manutención libres de impuestos mayor que la que recibía una mujer casada. En Jordania, cuando un marido y su mujer presentan sus declaraciones separadamente, solamente el marido puede disfrutar de ciertas deducciones (a menos que el marido lo solicite de otra forma). En Zimbabwe, un hombre casado que sea la única fuente de ingreso tiene derecho a un crédito especial, pero una mujer casada que sea la única fuente de ingreso no tiene ese derecho. ¿La respuesta para reducir las desigualdades en razón de género en el sector infor- mal es reglamentario? En 1998, el sector informal representaba casi la mitad del total de la fuerza laboral oficial en los países en desarrollo, variando desde el 54% en el África subsahariana hasta el 49% en América Latina y las economías de transición en Europa y Asia central, y el 46% en Asia (Schneider 2000). Pero esta proporción no es fija; depende en parte del nivel de restricciones que se impone en el sector formal. Un análi- sis de la evidencia entre países concluye que el tamaño del sector informal es mayor mientras más altas son las tasas impositivas y cuanto más numerosas sean las regulacio- nes en la economía formal. Y quizá, aún más importante que las leyes y las regula- ciones, es la ineficacia y la aplicación discrecional de las tasas impositivas y regulaciones (Johnson, Kaufmann y Zoido-Lobaton 1998). Dentro del sector informal, más restric- ciones gubernamentales podrían desencadenar un giro que provocaría que las empresas se encubrieran más, haciendo más difícil el seguimiento de las desigualdades en razón de género. Imponer más regulación no es necesariamente el medio adecuado para incre- mentar la igualdad entre mujeres y hombres en este sector. Y a menos que la regulación se implemente y cumpla eficazmente -un tremendo reto para lo que a veces se conoce como economía "oculta" o "sombra"- es muy poco probable que el cambio en materia regulatoria tenga impacto alguno . NORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS 109 CAMBIO INSTITUCIONAL: ¿QUÉ SE REQUIERE? ¿Qué obstaculiza al cambio institucional que se requiere para promover la igualdad entre mujeres y hombres? Si se desea afinar el enfoque en la política y en la acción es menester plantear esta pregunta, aun cuando es difícil contestarla en su totalidad, y resulta casi imposible abordarla completamente a través de la política pública. En efec- to, las reformas jurídicas que se han discutido en este capítulo han producido cambios sustanciales en el tejido institucional de muchos países, estableciendo el mandato de llevar a cabo cambios que muestran el compromiso por la equidad entre hombres y mujeres y los incentivos que hagan más atractiva la igualdad e imponiendo penas que hagan más costosa la discriminación. Es verdad que las leyes y regulaciones focalizadas han mejorado las condiciones de los trabajadores, hombres y mujeres en los mercados de trabajo, aun cuando estos instrumentos regulatorios continúan ajustándose en res- puesta a los grandes cambios económicos e ideológicos en el entorno internacional. Pero también existen muchas dificultades potenciales para la política pública. y la car- ga que representa la reforma no es exclusiva del Estado y las burocracias, no hay nada mejor que si se reparte entre más grupos de la sociedad. Promesas y dificultades de las disposiciones legales centrales Si las leyes tienen que reformarse, hay que tener en cuenta tres aspectos del marco jurídico. En primer lugar, en muchos países en desarrollo los derechos individuales se derivan no de un sistema jurídico, sino de varios que coexisten: estatutario, consuetudi- nario y religioso. Dichos sistemas pueden reforzarse mutuamente o contradecirse con respecto a los derechos que adquieren hombres y mujeres, produciendo ambigüedades jurídicas, tensiones sociales e incumplimientos (Gopal y Salim 1998). Muchos países han intentado llevar a cabo reformas estatutarias para mejorar la igualdad entre mujeres y hombres y establecieron correctamente los procedimientos formales para cambiar los estatutos (y para distinguir e invalidar la legislación de caso). Pero el reconciliar estatu- tos contradictorios y leyes consuetudinarias todavía constituye un reto, y éste puede ser desconcertante. El ejemplo anterior de Kenya indica que las leyes consuetudinarias tienen muchas veces su propia dinámica, en ocasiones frustrando el intento de llevar a cabo las reformas estatutarias. Aun cuando existen beneficios reales al establecer un marco jurídico unificado, tam- bién existen riesgos reales al formalizar reglas que ignoren las normas y costumbres de los diferentes sectores de la sociedad. Y puede ser imposible que un conjunto de reglas tome en consideración la amplia diversidad de leyes dentro de una población. En estos casos, la ley consuetudinaria puede ser un sistema eficaz de reglas para controlar el comportamiento de los grupos menos poderosos. Estas consideraciones implican que la reforma estatutaria no es necesariamente el mejor vehículo, ni el único, para garantizar la igualdad entre mujeres y hombres ante la ley de un país. 110 H ACIA LA INTEGRACiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓ MICO En segundo lugar, la ley estatutaria no necesariamente refleja el consenso social. De hecho, su legitimidad puede provenir no del voto mayoritario sino de una minoría pode- rosa. También puede ser eficaz principalmente en las transacciones o en las relaciones formales, y por tanto puede resultar prácticamente irrelevante para grandes sectores de la población. La pregunta, entonces, es: ¿mejorará la reforma estatutaria las condiciones de la mayoría, o simplemente codificará la posición predominante de una minoría? Aun cuando la reforma estatutaria puede desatar un cambio social más amplio que beneficie a la mayoría, también puede utilizarse el mismo proceso para legitimar desigualdades. En tercer lugar, las leyes consuetudinarias son dinámicas, flexibles y sensibles a los factores ambientales. Como ya se ha visto, en los sistemas consuetudinarios de tenencia de tierras la presión demográfica (como el crecimiento de la población), así como el cambio econ ómico, pueden conducir a un ajuste (Migot-Adholla y otros 1991). Los recientes incrementos en el valor de las tierras en Burkina Faso, por ejemplo, han am- pliado el acceso de las mujeres a las tierras que no pertenecen al hogar. Los terratenien- tes que no quieren arrendar las tierras no cultivadas a hombres, ya que éstos pudieran reclamar mayores derechos sobre las mismas a través de su uso, han mostrado mayor disposición a arrendar sus tierras a las mujeres, contradiciendo las prácticas tradiciona- les (Kevane y Gray 1999). Incluso si un país pudiera promulgar leyes que apoyaran la igualdad de género, no habría ninguna garantía de progreso. Las leyes son ineficaces a menos que sean claras, certeras y redactadas sin ambigüedades. Así, si se busca que la igualdad de principios se traduzca en igualdad de hecho , todavía es más importante contar con las instituciones y el personal para ejercer y hacer cumplir dichas leyes. Sin mecanismos explícitos que obliguen al cumplimiento de las leyes, éstas no tienen ningún impacto. Y en un contex- to institucional en el que falte apoyo para que se cumpla la ley, el imperativo de que exista igualdad entre mujeres y hombres en derechos puede perderse entre los proble- mas más profundos y más importantes de gobernabilidad y participación . Por ejemplo, en Taiwan, China, la Ley de Estándares Laborales (Labor Standard Law) que limita las horas de trabajo de las mujeres y exige a los empleadores que otorguen prestaciones por maternidad, no tuvo mucho impacto en las horas trabajadas o en el empleo femenino sino hasta tres años después, una vez que el gobierno creó una estructura a nivel ministerial para velar por el cumplimiento de la ley (Zveglich y Rodgers 1999). Igualmente, en Costa Rica, los cambios en la legislación para extender la licen- cia por maternidad tuvieron poco impacto positivo en el empleo hasta que el gobierno mejoró el cumplimiento de la ley e impuso penas más estrictas a las empresas que la violaran (Gindling y Crummet 1997). Una implementación inadecuada de las leyes refleja, entre otras cosas, sesgos de género tanto al interior de las instituciones como entre el personal pertinente. Los res- ponsables de interpretar la ley pueden o no tener la voluntad o la capacidad de apoyarla. Por ejemplo, los jueces conservadores pueden interpretar el comportamiento de las víc- timas de violación y de otras formas de violencia, según sus nociones tradicionales sobre los roles y relaciones de género, culpando a la víctima de la violencia y no al N ORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS 111 agresor. Por otra parte, los alcances de la reforma estatutaria sólo pueden llegar hasta cierto límite. El marco institucional que moldea las preferencias sociales y limita el comportamiento no reside solamente en las leyes formales, que el Estado puede cam- biar, sino también en las normas sociales y leyes consuetudinarias que son más difíciles de cambiar por decreto. Así, pues, el Estado tiene el papel crucial de establecer la igualdad en derechos para mujeres y hombres y de utilizar políticas regulatorias para tratar áreas específicas de la desigualdad en razón de género. Pero los fracasos del gobierno representan una dificul- tad potencial. Las graves desigualdades entre mujeres y hombres pueden persistir no porque los países carezcan de un marco institucional que apoye la igualdad de género, sino debido a fallo s sistémicos más profundos ocasionados por debilidades en la gobernabilidad y un compromiso débil con los derechos básicos. En más de 100 países, aquellos que tienen altos niveles de desigualdad en razón de género en derechos básicos tienen también bajos niveles de igualdad en derechos políticos y étnicos (Boone 1996). En otras palabras, el compromiso del gobierno a favor de los derechos básicos está altamente correlacionado con varias esferas " . Y donde la capacidad y el compromiso del Estado son débiles, el sector privado y la sociedad civil tienen un importante papel que jugar en la transformación de las estructuras de género, a través de los mercados y la participación política. Más allá del Estado y de la política Una premisa básica de lo discutido hasta ahora, es que una política pública deliberada es el principal motor para el cambio de las estructuras de género. En efecto, los gobier- nos poseen una variedad de instrumentos para catalizar las transformaciones sociales, que incluyen las políticas legales y regulatorias. Pero la acción del Estado necesita también de un gran apoyo de la sociedad para llevar a cabo cambios profundos y dura- deros. La efectividad del Estado es mayor cuando los grupos de la sociedad civil, espe- cialmente las organizaciones de mujeres, son capaces de organizar y participar activamente en un diálogo abierto. De hecho, detrás de muchas acciones gubernamen- tales para promover la igualdad de género han estado grupos de la sociedad civil que han prestado apoyo -o ejercido presión- para el cambio. Y a través de tratados, conven- ciones y asistencia de los donantes, la comunidad internacional ha apoyado o presiona- do a los gobiernos nacionales para reconocer y eliminar las desigualdades en razón de género (recuadro 3.4). 18 Por ejemplo, la correlación entre el alcance de las restricciones en los derechos de las mujeres y las restriccio- nes en derechos políticos dentro de los países es 0,56. Las correlaciones entre derechos de género y las formas violentas de opresión política (que no es específica del sexo), y entre los derechos de género y la opresión de las minorías étnicas, se elevan a 0,62 y 0.63, respectivamente (Boone 1996). 112 H ACIA LA INTEGRACiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Recuadro 3.4 UTILIZAR EL APOYO INTERNACIONAL PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO Dos iniciativas cívicas recientes -una en Botswana y la otra en Guatemala- muestran que la acción de los tribunales y el uso estratégico de los mecanismos internacionales de apoyo pueden promover la igualdad de género ante la ley. Ley sobre la nacionalidad de Botswana. En 1984, la Ley de Ciudadanía de Botswana declaró que una persona es "ciudadano de Botswana por nacimiento y descendencia si, al momento de su nacimiento(a) su padre era ciudadano de Botswana; o (b) en el caso de una persona nacida fuera del matrimonio, su madre fuera ciudadana de Botswana..." Los grupos de derechos de las mujeres habían argumentado durante mucho tiempo que la ley violaba las garantías constitucionales sobre igualdad de protección . En 1992, una mujer llamada Unity Dow presentó una demanda ante la Corte Suprema poniendo en tela de juicio la constitucionalidad de la ley (Fiscal General versus Unity Dow). La Corte Suprema falló a favor de Dow concluyendo que la ley violaba la Constitución. Inicial- mente, el gobierno ignoró la resolución, rehusando introducir una legislación para que la ley coin- cidiera con la Constitución. Entonces, los grupos de mujeres de Botswana ejercieron presión nacional e internacional en apoyo de la resolución del Tribunal Supremo e hicieron del asunto un motivo de sus preparativos para la Cuarta Conferencia Mundial sobre las Mujeres de las Naciones Unidas, que tuvo lugar en Beijing en 1995. Poco antes de la Conferencia el gobierno promulgó la Ley Ciudadana , enmienda que cumplía con la resolución del Tribunal Supremo (yendo en algunos as- pectos incluso más lejos de lo que exigía el Tribunal) y con las obligaciones de Botswana ante la ley internacional. Código Civil de Guatemala. Antes de 1999, el Código Civil de Guatemala tenía varias disposicio- nes que discriminaban a las mujeres casadas. Las disposiciones establecían una edad mínima para el matrimonio, que era menor para las mujeres que para los hombres, daban a las esposas la respon- sabilidad primaria del cuidado infantil y del hogar, nombraba a los maridos como los únicos represen- tantes legales de la unión conyugal y daba a éstos el poder de veto sobre la decisión de sus mujeres para trabajar fuera del hogar. En 1992, María Eugenia Morales Acuña de Sierra, "subprocuradora para los Derechos Huma- nos", presentó una demanda ante el Tribunal Constitucional guatemalteco, alegando que nueve dis- posiciones del código violaban la garantía constitucional de igualdad entre hombres y mujeres. En 1994, el Tribunal dictaminó que ninguna de las disposiciones puestas en tela de juicio era discriminatoria, y Morales, con el apoyo del Centro para la Justicia y la Ley Internacional (una organi- zación no gubernamental), presentó una petición ante la Comisión Interamericana de Derechos Hu- manos (Ciadh), la cual forma parte del sistema de derechos humanos de la Organización de Estados Americanos . En respuesta a la petición , en 1996 el poder ejecutivo del gobierno guatemalteco remitió una propuesta legislativa al Congreso para cambiar el.Código Civil "de conformidad con la Constitu- ción guatemalteca, con la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discrimina- ción contra las Mujeres y con la Convención Americana". Aunque el Congreso guatemalteco se mostró inicialmente poco receptivo a la idea de reformar el Código Civil, en marzo de 1998 la Lachr dictaminó que la petición parecía presentar pruebas de una violación de la Convención Americana. Más tarde, como consecuencia de la petición, el Congreso enmendó ocho de las nueve disposiciones. Fuente: A. Goldstein (1999). NORMAS SOCIALES, LEYES E INSTITUCIONES ECONÓMICAS 113 Por otra parte, los profundos cambios en las estructuras de género muchas veces tienen lugar como parte de transformaciones sociales y económicas más amplias, y no necesariamente están dirigidas a cambiar los sistemas de género. Los grandes aconteci- mientos políticos -las revoluciones comunistas en China y Rusia y el final del apartheid en Sudáfrica- han afectado profundamente las relaciones de género y sus resultados (outcomes). El rápido crecimiento de los tigres económicos de Asia y el retorno a un sistema de mercado de las economías de transición de Europa oriental han modificado los incentivos para el trabajo y la inversión que se hace en mujeres y hombres. Éstos han influido en los roles de género y la igualdad entre mujeres y hombres. Consideremos también el caso de la América colonial, donde las mujeres eran esen- cialmente propiedad de los hombres, tanto de sus padres como de sus maridos (Geddes y Lueck 1999). Las mujeres no podían poseer propiedades ni establecer contratos de manera independiente y tenían que cederles la propiedad y los salarios. No tenían dere- chos sobre la custodia de sus hijos, no podían votar o tener un cargo político y de manera rutinaria eran excluidas de las organizaciones sociales y profesionales. En 1776 estas restricciones eran comunes -y más graves que las de los países en desarrollo hoy- pero hoy ya no existen en Estados Unidos. ¿Por qué? Los incrementos en la riqueza per cápita, el activismo y la educación de las mujeres han contribuido a ampliar sus dere- chos (Geddes y Lueck 1999). En los siguientes capítulos discutimos estos factores como los principales que ayudan a reducir las desigualdades en razón de género. * * * Juntas, las instituciones sociales, jurídicas y económicas apuntalan las desigualda- des en razón de género y son tanto barreras como instrumentos para reducir esas de- sigualdades. La reforma institucional que promueve la igualdad de género tiene que ser el primer elemento de una estrategia para integrar la perspectiva de género a un desarro- llo sostenible y para todos. A corto plazo, las instituciones sociales son difíciles y lentas de cambiar. Sin embargo, incluso es posible que se produzca una transformación espec- tacular, aunque con frecuencia enfrentándose a una fuerte resistencia y a un alto costo. El Estado claramente tiene un papel que desempeñar estableciendo disposiciones fir- mes a través de reformas a las leyes y regulaciones. Pero la eficiencia de la reforma estatutaria depende, en gran parte, de la capacidad del Estado para ejercer y hacer cum- plir la ley, y del liderazgo y la acción de otros grupos de la sociedad. Asimismo, los mercados pueden reducir la discriminación en razón de género. Cuando los mercados funcionan abiertamente facilitan el intercambio de información y ofrecen un poderoso conjunto de incentivos para elegir, teniendo más en cuenta la eficiencia productiva que el sexo, el origen étnico o la edad. La reforma institucional puede tener un profundo impacto en las decisiones y comportamientos de individuos y hogares, afectando en última instancia la eficacia de las estrategias de desarrollo. Capítulo 4 PODER, INCENTIVOS Y RECURSOS EN EL HOGAR L os hogares y las familias conforman las relaciones de género, transmiten las normas de género de una generación a la siguiente y determinan las oportunidades que estarán disponibles para los miembros del hogar de acuerdo con su sexo. Al interior de los hogares, la gente toma muchas de las decisiones más básicas en la vida: decisiones sobre tener y criar hijos, sobre el trabajo y el tiempo libre, sobre qué consumir y sobre cómo invertir en el futuro . Las decisiones que se toman al interior de las familias sobre la asignación del tiempo y otros recursos productivos, incluido el cómo se invertirá en los hijos e hijas, pueden intensificar o disminuir las desigualdades en razón de género. De hecho, la evidencia sugiere que hacen ambas cosasI . Las familias no toman decisiones sobre la asignación e inversión de recursos de manera aislada. Las toman en un entorno institucional más amplio. Las decisiones so- bre cómo asignar el trabajo de una manera particular o sobre cómo invertir en unos hijos y no en otros están influenciadas por normas sociales y culturales, incenti vos económi- cos y aspiraciones de los individuos y su poder para influir en el proceso. Los factores que cambian el entorno institucional y político, inevitablemente alteran las limitacio- nes, oportunidades e incentivos a los que mujeres y hombres se enfrentan y responden dentro de sus hogares. Aun cuando estos cambios no son inherentemente específicos al género, comúnmente afectan a mujeres y hombres, niñas y niños, de manera diferente. La evidencia de la excesiva mortalidad femenina en China. Corea e India (y en menor grado en Oriente Medio y el norte de África) y los altos niveles relativos de desnutrición feme nina en Asia meridional (véase capítulo 1) destacan los sesgos particularmente graves en favor de los niños en la asig nació n de los recursos al interior del hogar. Pero algunos estudios encuentran que la asignació n de los recursos en el hogar, teniendo en cuenta el sexo, puede promover una mayor equidad de género entre los miembros del mismo. Por eje mplo Behrman (1988) observa que durante la estación de excede ntes, los hogares en el sur de India transfieren más recursos a las mujeres y las niñas que lo que se justificaría únicamente por consideraciones de eficiencia. Pitt, Rosenzweig y Hassan (1990) encuentran evidencias de transferencia s compensatorias a las mujeres en los hoga res de Bangladesh. Y la evidencia reciente de Filipinas sugiere también que la estrategia común del hogar de legar tierras a los hijos e invertir más recursos en la educación de las hijas es un intento. por parte de los padres, de dejar equitativamente dotaciones productivas a los hijos de ambos sexos (Estudillo, Quisumbi ng y Otsuka 1999). 116 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Como se indica en el capítulo 3, en India las tasas de mortalidad entre las niñas son las más altas (con respecto a las de los niños) en aquellas regiones donde la novia se traslada al pueblo de su marido y donde sus padres tienen que pagar dotes considerables en el matrimonio (Kishor 1993). Pero este exceso de mortalidad infantil es más bajo cuando las tasas de participación de las mujeres en la fuerza laboral y sus ingresos son relativamente altos (Rosenzweig y Schultz 1982; Kishor 1993; Murthi, Guia y Dreze 1996). Por otra parte, las tasas de supervivencia femenina son considerablemente más altas, en términos relativos, en las regiones donde los cambios técnicos en agricultura han elevado los rendimientos del capital humano de las mujeres (Foster y Rosenzweig 1999). Generalmente, ni los cambios tecnológicos ni las políticas que afectan al rendi- miento del trabajo femenino se echan a andar teniendo en cuenta sus impactos de géne- ro. Pero dichos cambios suelen tener diferentes efectos en las oportunidades y el bienestar de mujeres y hombres. Estos efectos diferenciados por sexo se extienden a muchos aspectos de la vida, incluyendo la elección del trabajo y del tiempo libre, las inversiones en los niños y niñas y en el acceso a los recursos productivos. Este capítulo examina cómo los incen- tivos económicos, las inversione s públicas y la distribución del poder dentro de los hogares afectan las asignaciones de los recursos familiares y las inversiones entre hom- bres y mujeres. De esta forma, pone de relieve aquellos enfoques de política pública que pueden promover una mayor igualdad de género en el control de los recursos. A partir de la evidencia surgen dos mensajes principales. En primer lugar, los recur- sos del hogar son asignados de acuerdo con las preferencias de sus miembros, que com- piten entre unos y otros, y al desigual poder de negociación entre los mismos. Esto choca con el punto de vista tradicional de los economistas y planificadores de las polí- ticas de que los miembros del hogar juntan sus recursos y los asignan de acuerdo con un conjunto unificado de preferencias. Una implicación es que al interior del hogar, no sólo es importante el nivel de los recursos, sino también la distribución de los mismos. Las políticas que alteran la distribución de los recursos entre los miembros del hogar cambian el equilibrio de poder entre dichos miembros, con consecuencias para la igual- dad de género y el bienestar familiar. Consideremos los programas de microfinanciamiento en Bangladesh, que muestran cómo el acceso al crédito empodera a las mujeres. El hecho de que las mujeres soliciten préstamos se relaciona no sólo con una mayor capacidad de generar ingresos y un ma- yor control sobre los activos del hogar, sino con mayor autonomía y poder de decisión al interior del mismo y una mayor demanda por servicios formales de salud para ellas (Pitt y Khandker 1998; Khandker 1998; Kabeer 1998; Nanda 1999; Zaman 1999). Un mayor número de evidencia indica que si se colocan más recursos en mano s de las mujeres significa que se asignan recursos del hogar en los hijos e hijas. Estos efectos pueden ser más sustanciales. En Brasil, los ingresos adicionales en mano s de las madres se relacionan con mejoras en la supervivencia y nutrición infantil considerablemente mayores que si los ingresos adicionales se colocaran en manos de los padre s. El efecto marginal de los ingresos femeninos sobre la supervivencia infantil es casi 20 vece s PODER, INCENTIVOS Y RECURSOS EN EL HOGAR 117 mayor que el de los ingresos masculinos. Y para la nutrición infantil, el efecto es de cuatro a ocho veces mayor (Thomas 1990, 1997). Juntos , estos factores constituyen una razón poderosa para focalizar los programas hacia las mujeres y niñas con el fin de aumentar su control sobre los recursos. En segundo lugar, los responsables de las políticas pueden reducir las desigualdades en el acceso de mujeres y hombres a los recursos en el hogar a través de diversos me- dios: utilizando una política de precios, diseñando prestaciones de servicios que tomen en cuenta el género e invirtiendo en ciertas infraestructuras. Política de precios. Las inversiones que un hogar hace en la educación, salud y nutrición de las mujeres suelen ser más sensibles a los cambios en los precios que inversiones similares para los hombres. Entre los hogares de bajos ingresos en Pakistán, un descenso en el precio de los servicios médicos haría que las mujeres usaran más este servicio en un 58%, que el uso por los varones (Alderman y Gertler 1997). Así, se puede esperar que los subsidios a los servicios básicos (focalizados o no), aumenten la demanda de las mujeres por educación y cuidado a la salud y re- duzcan las desigualdades entre mujeres y hombres en el desarrollo humano. De ma- nera similar, subsidiar el costo de los cuidados infantiles fuera del hogar puede facilitar la participación de las mujeres en la fuerza laboral, aumentar sus ingresos (y los de los hogares) y también, entre las niñas adolescentes, su asistencia a la escuela. · Suministro de servicios mejor diseñados. Diseñar la prestación de servicios -ya sean sistemas escolares, centros de salud, servicios de asesoría técnica en el campo o instituciones financieras- de tal manera que tomen en cuenta las diferencias y de- sigualdades en razón de género, puede promover una mayor igualdad en el acceso a los recursos productivos. En Bangladesh y en otras partes, el préstamo grupal ha eliminado la necesidad de que las mujeres cuenten con formas tradicionales de ga- rantías (de las que muchas veces carecen), aumentando considerablemente su capa- cidad para obtener créditos. Inversiones en infraestructura. Las inversiones en infraestructura benefician gene- ralmente tanto a las mujeres como a los hombres. Pero ciertas inversiones en infra- estructura -particularmente aquellas inversiones que ayuden a las mujeres y niñas a ahorrar tiempo en el trabajo doméstico- pueden aumentar la igualdad de género en la participación económica y en el acceso a los recursos. En las áreas rurales pobres, las inversiones en agua potable y en infraestructura energética pueden reducir consi- derablemente el tiempo que ocupan las niñas y las mujeres recolectando agua y leña. Con ello, estas inversiones aumentan la capacidad de las niñas para asistir a la es- cuela y liberan tiempo a las mujeres para que lo utilicen en ganar ingresos adiciona- les, participar en asuntos comunitarios, etc. Al ayudar a reducir las desigualdades entre mujeres y hombres en el control de los recursos, estos instrumentos aumentan la capacidad de las mujeres para negociar e in- 118 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO fluir en las decisiones del hogar yen su capacidad para participar productivamente en la sociedad de manera más amplia. Las dos siguientes secciones estudian la manera en la que los hogares transmiten los roles de género de una generación a la siguiente, por la forma en que asignan e invierten los recursos familiares. Después, el capítulo examina la evidencia sobre los vínculos entre el control de los recursos, el poder de negociación y las asignaciones e inversiones al interior de los hogares, y los instrumentos de política pública que promueven una mayor igualdad de género en el control de los recursos. Concluye presentando un resu- men de las principales lecciones sobre políticas públicas. ¿Q UÉ ES UN HOGAR? Aunque la mayoría de la gente se cría y vive en un hogar, definirlo no es tan sencillo como pudiera parecer. En su forma más básica, los hogares se centran en tener y criar hijos, obtener ingresos (o satisfacer las necesidades básicas de consumo) y preparar a la nueva generación para funcionar productivamente en la sociedad. Para llevar a cabo estas funciones, los miembros del hogar -juntos o individualmente- deciden cómo asignar los recursos, con frecuencia escasos, entre distintas actividades, incluyendo el consu- mo, la producción y la inversión. Pero la forma y las características específicas de los hogares dependen muchas veces del contexto: una combinación de normas sociales y culturales e incentivos económicos. Y la forma como están constituidos los hogares cambia en respuesta a cambios demográficos y económicos, así como a modificaciones en las normas. Las encuestas económicas en los países en desarrollo normalmente definen al hogar como "un grupo de personas que viven juntas, hacen un fondo común con su dinero y comen al menos una comida juntos al día (UN 1989, citado por Glewwe 2000, p. 135). Sin embargo, en realidad, ninguna de estas condiciones se cumple necesariamente. Por ejemplo, aunque la mayoría de los hogares comparten un espacio para vivir, algunos no lo hacen (Hammel y Laslett 1974; McDonald 1992). Los miembros de un hogar pueden residir juntos para ciertos propósitos, pero no para otros, como en algunas zonas de África donde los miembros del mismo grupo residencial pueden dividirse en grupos para cocinar y para comer, y los cónyuges pueden vivir en residencias separadas. En las relaciones poligámicas, particularmente comunes en África occidental, las esposas fre- cuentemente habitan en viviendas separadas e incluso pueden ignorar la existencia de otras esposas", Por otra parte, como la migración se ha extendido cada vez más en los países en desarrollo, los miembros que no tienen vínculos por proximidad con los hoga- res, pueden tener vínculos funcionales a través de las remesas de dinero. 2 Aunque el predo minio de los hogares poligámicos ha disminuido en las dos últimas décad as en Ga mb ia, Guinea. Níger y Senegal. más de una quinta parte de los jefes de hogar son tod avía polig ámicos, seg ún los datos de encuest as recolectados durante la primera mitad de los años noventa (cá lculo del personal del Banco Mundial basado en dato s de encuestas de hogar de 15 países del África subsahariana). PODER, INCENTIVOS Y RECURSOS EN EL HOGAR 119 De manera similar, aunque generalmente se piensa que los hogares juntan o hacen un fondo común con sus recursos financieros para el consumo y la producción, este no siempre es el caso. En Burkina Faso y Ghana, los maridos y las esposas no concentran sus recursos conjuntamente, o tienen presupuestos comunes para los gastos del hogar (Kevane, por publicarse; Bridge 1994). En África occidental, parece que los presupues- tos separados son la norma y los cónyuges tienen muchas veces esferas de responsabi- lidad separadas, tanto para la producción como para el gasto. En muchas partes del África subsahariana, las esposas cargan con la responsabilidad primaria de asegurar la alimentación del hogar, mientras que los maridos cargan con la responsabilidad prima- ria de obtener ingresos monetarios. En Ghana, entre los Ashanti, tradicionalmente se espera que los hombres contribuyan con dinero para el "chop" (alimento) y paguen los gastos de las escuelas de los hijos, mientras que las mujeres se encargan de los gastos adicionales de sus hijos, como el vestido (Abu 1983). Tampoco los recursos laborales del hogar constituyen necesariamente un fondo co- mún. En partes de África subsahariana, los hombres pueden apropiarse del fruto que sus mujeres obtienen por el trabajo que hacen en los campos del hogar y, en ocasiones, tam- bién se apropian de las cosechas de los campos que son propiedad de ellas (Dey Abbas 1997). Este derecho de los varones puede tener prioridad sobre los derechos que tienen las mujeres de cultivar sus propios campos o de obtener otros ingresos. Pero las mujeres no tienen generalmente ningún derecho sobre el fruto del trabajo de sus maridos. Estas asimetrías en derechos y poder de decisión en el hogar pueden ser reforzados por la estructura del mismo. En Bangladesh, como en muchas partes de Asia meridio- nal, las jóvenes esposas que se trasladan desde el hogar de sus padres al de sus maridos -como es requerido por el sistema de residencia patrilocal- tienen que adaptarse a una familia extensa y grande, donde deben servir a su suegra y a otras parientes (Adnan 1993). Esto le da poco poder a las esposas jóvenes para influir en la asignación de los recursos o en las inversiones familiares, aun cuando sus puntos de vista difieran consi- derablemente de los de otros miembros de la familia. Los HOGARES REPRODUCEN LOS ROLES DE GÉNERO No importa dónde estén o cómo estén organizados, los hogares regularmente transmi- ten los roles de género a las siguientes generaciones. Los hogares son el primer lugar de socialización de género, transmitiendo los conocimientos, habilidades y expectativas sociales. Los niños adquieren una identidad de género que moldea el conjunto de las actividades socialmente aceptables para mujeres y hombres y las relaciones entre ellos. A los hijos e hijas se les socializa a través de la instrucción explícita, ya sea castigando un comportamiento que se considera inapropiado para su sexo u observando e imitando a sus padres y a otros modelos femeninos y masculinos en la familia (Whiting y Edwards 1988). La asignación de los recursos es otra forma que tienen los hogares para moldear los roles de género. En casos extremos, las diferencias en la asignación de alimentos, cui- 120 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO dado de la salud y atención a los niños y niñas tienen como resultado una mayor desnu- trición femenina, limitando la capacidad de las niñas para aprender y la capacidad de las mujeres para participar productivamente en la sociedad. Pero incluso en casos menos extremos, las decisiones familiares sobre invertir en la educación de niños o niñas -o sobre incorporar a los hijos en la agricultura y a las hijas en el trabajo doméstico o cuidando a otras personas- ayudan a reproducir y reforzar los roles de género social- mente aceptados. La diferencia en los roles de género de niñas y niños se vuelven más pronunciadas a medida que crecen. En la mayor parte del mundo, las diferencias en el gasto del hogar en la educación de niñas y niños tienden a aumentar cuando los hijos pasan de la escuela primaria a la secundaria. Cuando las niñas llegan a la adolescencia, normalmente se espera que empleen más tiempo en actividades domésticas, como cocinar, limpiar, re- coger leña yagua y cuidar de los niños. Mientras tanto, los varones suelen emplear más tiempo en la agricultura o en el trabajo remunerado. Cuando los hijos más jóvenes se enferman, son las adolescentes y no los varones, quienes tienden a emplear más tiempo brindando cuidados, con frecuencia a expensas de su educación (Pitt y Rosenzwcig 1990; Ilahi 1999a). Mientras tanto, los chicos se involucran cada vez más en el mercado de trabajo, preparándose para convertirse en el principal sustento económico de su pro- pio hogar. Esta división de tareas por sexo significa que en el momento en que las niñas y los niños se vuelven adultos y forman nuevos hogares, las mujeres generalmente trabajan más horas que los hombres, tienen menos experiencia en el mercado laboral y obtienen menos ingresos. En casi todos los países -tanto desarrollados como en desarrollo- exis- te una división del trabajo por sexo sorprendentemente consistente, en la que los hom- bres trabajan más en el mercado laboral y las mujeres en el hogar (gráfico 4.1; UNDP 1995)3. Por otra parte, muchas veces las mujeres llevan a cabo múltiples actividades al mismo tiempo, como cuidar de los hijos mientras trabajan en el hogar o en actividades generadoras de ingresos en la parcela del hogar (Floro 1995). Aun cuando las mujeres trabajen en el mercado laboral, continúan haciendo la ma- yoría del trabajo no remunerado en el hogar. Por ejemplo, las mujeres en la antigua Unión Soviética tenían un nivel relativamente alto de igualdad con los hombres en la participación en la fuerza laboral y logros profesionales, pero todavía solían ser respon- sables de la mayoría de los cuidados infantiles en el hogar (Lapidus 1993). Esta división del tiempo y de las tareas tiene importantes implicaciones. Por ejem- plo, si los padres consideran poco probable que cuando sus hijas sean adultas se incor- poren a la fuerza laboral y ganen un salario, pueden tener menos justificaciones para enviar a sus hijas a la escuela. Esto es cierto independientemente de si las mujeres pasan a formar parte de la familia de sus maridos después del matrimonio (una costumbre que reduce los incentivos de los padres para invertir en la educación de las niñas con respec- 3 Véanse también Brown y Haddad (1995 ) e Ilahi (1999b ) para evidencias adicionales sobre países en desarro- llo seleccionados. y Lapidus (1993) para evidencias sobre la antigua Unión Soviética. P ODER, INCENTIVOS Y RECURSOS EN EL HOGAR 121 Gráfico 4.1 LOS HOMBRES TRABAJAN MÁS EN EL MERCADO LABORAL, LAS MUJERES TRABAJAN MÁS EN EL HOGAR Homb res Mujeres 500 676 Kenya. urbana 572 590 Nepal. rural 547 641 Nepal, urbano 554 579 Bangladesh 496 545 Indonesia 366 398 Guatema la 579 678 Filipinas 452 546 Venezuela, R.B. de 416 440 Colombia 356 399 Israel 377 375 Reino Unido 411 413 Italia 367 470 Finlandia 410 430 Francia 388 429 Alemania 441 440 Países bajos 345 377 Aust ralia 443 443 Austria 393 438 Canadá 430 429 Dinamarca 458 449 · Trabajo comercial Noruega 412 445 Ii1Trabajo no come rcial Estados Unidos 428 453 I I I I 800 600 400 200 O 200 400 600 600 Minutos por día Nota: Los datos sobre el uso del tiempo se refieren a las actividades productivas, tanto comerciales como no come rcia- les. Véanse los años en el apéndice 1, Y las definiciones de trabajo comercial y no comercia l en el glosario. Fuente: UNDP (1995). to a la de los niños). Además, una menor educació n y participación en la fuerza laboral generalmente significa que las mujeres tendrán ingresos más bajos y, por tanto, un limi- tado poder para influir en la asignación de los recursos y en las inversiones en el hogar. Dado que gran parte del trabajo de las mujeres en los países en desarrollo no es remunerado y se hace dentro del hogar, con frecuencia es un trabajo "invisible" y los planificadores de las políticas no lo toman en cuenta". Pero no reconocer las divisiones 4 En virtud de estar fuera de la econo mía monetizada, la contribución económica de las mujeres tiende a ser subvaluada (Elson 1992, Folbe 1998). Por ejemp lo, los sistemas de contabilidad de la renta capturan una proporción mucho menor de trabajo femenino que de trabajo masculino. Y parece que hay importantes asimetrías por sexo. En los países industrializados, aproximadamente dos terceras partes del tiempo total que los hom- bres dedican al trabajo se emplea en actividades que son capturadas y evaluadas en las cuentas nacionales; compárese esto con aproximadamente una tercera parte del tiempo de trabajo total de las mujeres (UNDP 1995). En los países en desarrollo, la diferencia es mayor. Más de las tres cuartas partes del tiempo de trabajo total de los hombres son empleadas en actividades captadas en las cuentas nacionales, en comparación con aproxima- damente una tercera parte del tiempo de trabajo total de las mujeres. 122 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLOECONÓMICO por sexo del tiempo y las asignaciones de tareas dentro de los hogares puede tener como resultado unas políticas que no logren sus objetivos o que produzcan efectos no busca- dos. Por ejemplo, las políticas que aumentan la demanda de la mano de obra femenina pueden no tener la respuesta esperada del lado de la oferta si las mujeres no pueden reducir el tiempo que dedican al mantenimiento del hogar o a cuidar a otras personas. O para sustituir a las madres que se incorporan a la fuerza laboral se podría sacar a las niñas de la escuela (Grootaert y Patrinos 1999; I1ahi 1999b: Lokshin, Glinskaya y García 2000). Comprender de qué manera asignan los hogares el tiempo y otros recursos entre hombres y mujeres, puede sentar las bases para contar con políticas más eficaces y que generen menos consecuencias no buscadas ni deseadas. EL CONTROL DE LOS RECURSOS Y EL PODER DE NEGOCIACIÓN AFECTAN LAS ASIGNACIONES EN EL HOGAR Tradicionalmente, los economistas y los analistas de políticas han tendido a considerar al hogar como una unidad que hace un fondo común con los ingresos y asigna los recursos para el consumo, la producción y la inversión como si tuviera un único conjun- to de preferencias. Este punto de vista ha influido en la forma en que se han concebido y diseñado las políticas y programas. Por ejemplo, en este marco de hogar "unitario", los ingresos totales -mas no su distribución entre los miembros del hogar- son cruciales para determinar cómo se asignan los recursos. Los salarios y otros precios son también importantes. Pero un conjunto más amplio de factores que afectan al poder de negocia- ción de los individuos en el hogar -como el control que tienen sobre los recursos o las leyes y normas que conforman sus opciones fuera del hogar- normalmente no son con- siderados como importantes para las asignaciones e inversiones en el hogar" . El modelo unitario del hogar no implica que éstos asignen los recursos equitativa- mente entre mujeres y hombres. Al contrario, en la medida en que surjan desigualdades en razón de género, se considera que éstas reflejan los diferentes rendimientos o costos de la inversión en las mujeres y hombres que integran el hogar, en el contexto de un conjunto común de preferencias de los miembros del hogar en lo que a la asignación de los recursos se refiere, o las preferencias de un "dictador" en el hogar: un hombre o una mujer capaz de imponer su voluntad sobre los otros miembros. Tampoco es ajeno al modelo unitario el papel que juegan los ingresos, precios y salarios para reducir las desigualdades entre mujeres y hombres. De hecho, este modelo tradicional del hogar y la evidencia empírica que ha generado proporciona a los planificadores de las políticas, poderosos instrumentos para promover la equidad. Por ejemplo, los incrementos en los ingresos del hogar tienden a reducir las de- sigualdades en razón de género en educación, salud y nutrición (véase capítulo 5). Cuando 5 Véaf/se. por eje mplo, Samuelson (1956) , Becker (1974 , 1981) Y Singh, Squire y Strauss (1986) . Para una crítica de la visión neoclásica del hogar desde la perspectiva de género, véase Folbre (1986) . PODER, INCENTIVOS Y RECURSOS EN EL HOGAR 123 los ingresos en el hogar son bajos (dados unos precios), las familias frecuentemente racionan el gasto en escolaridad, cuidado de la salud y nutrición de los hijos, muchas veces a expensas de las niñas. Pero cuando los ingresos del hogar aumentan, las fami- lias generalmente gastan más en estas áreas, beneficiándose más las niñas que los niños, aunque generalmente desde un punto de partida más bajo. De manera similar, la deman- da del hogar por educación y salud para las niñas, con frecuencia es más sensible a los cambios de los precios que la de los niños. Como consecuencia, las políticas de precios pueden elevar no solamente la situación absoluta de la educación y salud de las niñas, sino también su situación relativa. Incluso así, las decisiones sobre cómo se asignan los recursos al interior de los hoga- res, comúnmente son inconsistentes con el modelo unitario del hogar. Más bien, estas decisiones parecen reflejar las diferentes preferencias en un hogar entre hombres y mujeres. También reflejan diferencias que existen entre ellos en el control de los recur- sos, como son los ingresos, los activos y la educación. Y reflejan factores externos al hogar que afectan sus posiciones "de pérdida" económica y sus opciones para abando- nar el hogar en circunstancias adversas. En otras palabras, lo que importa en las asigna- ciones e inversiones en el hogar es la distribución de los recursos y no sólo su nivel agregado. Estas asignaciones parece que reflejan también el poder relativo de negocia- ción de los diferentes miembros en el hogar (recuadro 4.1). Es importante quién controla los recursos Actualmente existe evidencia empírica sobre el papel que tienen tanto el control de los recursos como el poder de negociación para influir en la asignación de los recursos y en la inversión dentro del hogar, tanto en un gran número de países como en una amplia gama de actividades en el hogar, como son el consumo, el trabajo, la producción, el riesgo compartido y la inversión en desarrollo humano. Ciertos estudios han tratado de probar el modelo unitario de hogar, por ejemplo, examinando los impactos del control femenino y masculino sobre los ingresos laborales, rendimiento del capital, activos y transferencias públicas , así como los niveles de educación femenina y masculina, sobre un cierto número de resultados, que incluyen el consumo y los modelos de gasto del hogar, y la supervivencia, nutrición y educación infantil. Bajo el modelo unitario, el control de los ingresos y los activos por parte de mujeres u hombres no debería afectar a las asignaciones de los recursos en el hogar. Pero, en general, los estudios que utilizan diferentes tipos de datos, diferentes medidas del poder de negociación y diferentes metodologías, encuentran que sí importa quién controla los ingresos y los activos para los resultados (outcomes) que obtiene el hogar (recuadro 4.2; apéndice 4). Modelos de consumo en el hogar. Estudios de diferentes países, que incluyen Bangladesh, Brasil, Canadá, Costa de Marfil, Etiopía, Francia, Indonesia, Sudáfrica, Taiwan (China) y Reino Unido, indican que el control relativo de mujeres y hombres sobre los recursos, tiene considerables -y diferentes- impactos sobre el consumo y gasto en el hogar. Aun 124 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Recuadro 4.1 FACTORES QUE INFLUYEN EN EL PODER DE NEGOCIACiÓN Es difícil, si no imposible, medir directamente el poder de negociación de una persona en el hogar. A pesar de esto, la literatura reciente sobre la asignación de los recursos al interior del hogar, se ha centrado en varios factores que influyen en el poder de negociación y, por tanto, en cómo se asignan los recursos en los hogares. Varios análisis microeconómicos recientes han estudiado el control de los recursos económicos, tales como activos, rendimientos del capital y pagos de transferencias o del bienestar (es decir, factores externos a la oferta de trabajo) como uno de los principales determinan- tes del poder de negociación '. Si una persona posee o controla activos y es capaz de llevarse estos activos cuando se marcha, tiene algún poder sobre cómo se asignan los recursos en el hogar. En Indonesia se cree que los activos que un hombre o una mujer aporta al matrimonio son un buen indicador del poder de negocia- ción, dado que en la mayoría de los países los cónyuges pueden recuperar lo que trajeron al matri- monio si el matrimonio se disuelve (Thomas, Contreras y Frankenberg 1997; Quisumbing y Maluccio 1999). Pero en muchos países en desarrollo, los hijos, los viejos y las mujeres tienen solamente una capacidad limitada para abandonar hasta las relaciones más abusivas porque dependen financieramente de quien es el proveedor del sustento diario (hombre) y porque las normas de géne- ro restringen sus opciones de "salida". Por tanto, el entorno institucional, en su sentido más amplio, es crucial para determinar el poder de negociación de los individuos al interior del hogar. Esto incluye los derechos legales de mujeres y hombres dentro del matrimonio (como su derecho a llevar a cabo transacciones comerciales de manera independiente), derechos a poseer tierras u otros activos y derechos a dividir la propiedad en caso de divorcio. No solamente la existencia de leyes (o derechos), sino su cumplimiento, son de fundamental importancia. Por ejemplo, si el cumplimiento del pago de una pensión alimenticia infantil hace que el divorcio sea más costoso para los hombres, las mujeres deberían tener más poder dentro del matrimonio. De manera similar, las opciones de "pérdida" de posición social y económica de las personas influyen en su poder de negociación en el hogar. Esto incluye el grado en que las normas de género permiten o prohíben las actividades económicas de mujeres y hombres.También incluye la naturale- za de las oportunidades económicas que se encuentran disponibles en la economía y factores como la riqueza y la situación social de los padres. Las redes personales o sociales de una persona -como el ser miembro de una asociación , acceso a los parientes o al capital social en términos más genera- les- pueden también repercutir en el poder de una persona para influir en las decisiones en el hogar. Esto es evidente en Bangladesh, donde la pertenencia de las mujeres a grupos solidarios y organiza - ciones no gubernamentales, les ha ayudado a romper las normas tradicionales de género y a aumen- tar el poder de las mujeres en la toma de decisiones económicas (Kabeer 1998). Las características de los individuos, como el nivel educativo, habilidades, conocimientos y la capacidad para adquirir información , influyen en su poder de negociación en el hogar. La estatura física también puede ser importante. En efecto, algunas personas usan su dominio físico, violencia o amenaza de violencia para influir en la manera en que se asignan los recursos en el hogar, o para obtener recursos de las esposas o sus familias, como es el caso de la violencia relacionada con la dote en India (Rao 1998; Bloch y Rao 2000). De nueva cuenta, las actitudes de la comunidad hacia la violencia doméstica y la manera en que el entorno jurídico e institucional castiga o condona a los infractores , afecta la manera en que la violencia influye en las decisiones de asignaciones en el hogar. Por ejempl o, Doss (1996); Thomas, Contreras y Frankenberg (1997) ; Ouisumbing (1994); y Ouisumbing y Maluccio (1999) analizan el papel de los activos. Schultz (1990) y Thomas (1990) se centran en los rendimien- tos del capital. Lundberg , Pollack y Wales (1997) y Rubaclava y Tomas (1997) se centran en los pagos de transferencias e ingresos del bienestar. PODER, INCENTIVOS Y RECURSOS EN EL HOGAR 125 cuando los efectos precisos del control femenino y masculino sobre los recursos varían de un lugar a otro, surgen algunos modelos que son consistentes entre países. Los más evidentes: los incrementos en los recursos relativos controlados por mujeres general- mente se traducen en una mayor proporción de los recursos del hogar que se destinan al bienestar de la familia, especialmente a gastos para la infancia, incluso después de con- trolar el efecto de los ingresos per cápita y las características demográficas del hogar. Un mayor control de los recursos por parte de las mujeres conduce, también, a patrones de gasto y resultados que aumentan el bienestar de las mujeres y su situación en el hogar. ¿Cómo afectan las contribuciones de las mujeres a los ingresos del hogar los patrones de gasto de los mismos? En Costa de Marfil, el incremento en la proporción de ingresos monetarios de las mujeres en el hogar aumenta considerablemente la proporción del pre- supuesto del hogar que se destina a alimentos, controlando los efectos del gasto medio per cápita (ingreso), el tamaño del hogar y las características demográficas (Hoddinott y Haddad 1995). También disminuye el porcentaje destinado a alcohol y tabaco. En Brasil ocurre lo mismo. Los ingresos marginales adicionales que se colocan en manos de las mujeres, se traducen en que se destine una mayor proporción del presupuesto del hogar a educación, salud y gastos relacionados con la nutrición (Thomas 1997). Debido a que los mismos factores que afectan el control de los ingresos pueden afectar la manera en que se elige gastar en el hogar (ver recuadro 4.2), los estudios de Brasil y Costa de Marfil intentan controlar econométricamente la posible "endogeneidad" de los ingresos laborales actuales usando mínimos cuadrados en dos etapas. Por otra parte, el estudio de Brasil analiza los ingresos comerciales y no comerciales. Aun cuan- do no son completamente inmunes a las cuestiones de endogeneidad, los ingresos no comerciales pueden estar menos influenciados por factores como las elecciones (pasa- das o actuales) de oferta de trabajo que afectan los resultados que son de nuestro interés. En Brasil se mantiene el resultado de que los ingresos controlados por mujeres y hom- bres tienen diferentes efectos en los patrones de gasto en el hogar, independientemente de la medida de ingreso adoptada. Otro estudio analiza el impacto que tienen los activos que aportan mujeres y hombres al matrimonio, así como los niveles relativos de educación sobre la asignación de recursos e inversión en los hogares de Bangladesh, Etiopía, Indonesia y Sudáfrica (Quisumbing y Maluccio 1999). Se han utilizado metodologías comparables entre los países . Los datos fueron recolectados específicamente para analizar las asignaciones e inversiones al inte- rior de los hogares y abordar cuestiones sobre la endogeneidad de los ingresos laborales y no laborales. En particular, los activos y la educación que hombres y mujeres aportan cuando se casan son exógenos a las decisiones tomadas dentro del matrimonio". 6 Éste es el caso incluso si los activos y la educación son endógenos debido a la selección comercial del matri- monio. Véanse más detalles sobre los activos aportados al matrimonio en el contexto del análisis de la conduc- ta de negociación en el hogar en Quisumbing y Maluccio (1999). 126 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Recuadro 4.2 PRUEBAS EMPíRICAS DEL MODELO "UNITARIO" DEL HOGAR Un cierto número de estudios empíricos recientes han evaluado el modelo unitario del hogar. Las pruebas se han centrado en los supuestos del modelo, como son juntar los ingresos para crear un fondo común y la asignación eficiente de los recursos del hogar. Esta mayor evidencia cuestiona el modelo unitario como descripción del comportamiento del hogar en una amplia gama de activida- des, como el consumo , el trabajo, la producción, el riesgo compartido y la inversión en desarrollo humano . Pruebas de ingresos conjuntos. Un cierto número de estudios han usado los datos de las encues- tas de hogares para evaluar el supuesto básico del modelo unitario de que los hogares juntan sus ingresos'. Bajo este supuesto de ingresos en común, el impacto marginal de los recursos adicionales que se acumulan en el hogar debería ser independiente de la identidad de la persona que los contro- la. Para evaluar este supuesto, los estudios examinan si el control femenino y masculino de los ingre- sos, activos, educación, crédito o transferencias gubernamentales, tienen efectos diferenciales sobre el consumo en el hogar o el bienestar infantil. Al contrario de lo que supone el modelo unitario, los estudios generalmente encuentran que sí importa quién controla esos recursos para la asignación de los mismos al interior del hogar. Un aspecto metodológico clave es la posible "endogeneidad" del ingreso en estos análisis. Si los mismos factores que afectan el ingreso actual también afectan los resultados que son de nuestro interés, entonces las estimaciones de los efectos de los ingresos podrían estar sesgadas (Behrman 1997; Hoddinott, Alderman y Haddad 1997). Se han hecho esfuerzos para recolectar mejores datos sobre las medidas "exógenas" del poder de negociación en el hogar; por ejemplo, los activos aporta- dos al matrimonio en contraposición a los ingresos o activos actuales, así como controlar econométricamente la endogeneidad de los ingresos. Sin embargo, persisten los retos metodológicos y de recolección de datos. Pero, en conjunto, estos estudios que utilizan diferentes medidas de con- trol de los recursos, diferentes metodologías y datos de una diversa gama de países, proporcionan evidencia convincente contra el supuesto de que los hogares juntan los ingresos en común. Pruebas de oferta laboral en los hogares. Los estudios también rechazan el modelo unitario en el contexto de la asignación del trabajo en el hogar. En el caso de la oferta laboral en el hogar, el modelo unitario implica que el impacto de los cambios en el salario (compensados en los ingresos) de un marido sobre la oferta laboral de su mujer, debe ser idéntico al impacto de los cambios en el salario (compensados en los ingresos) de la esposa sobre la oferta laboral de su marido (Lundberg 1988). En otras palabras, para que se cumpla el modelo unitario deberían ser idénticos los efectos "de los salarios cruzados" en maridos y esposas. Pero esta simetría es rechazada en numerosos estudios (Ashenfelter y Heckman 1974; Ashworth y Ulph 1981; Killingsworth 1983; Kooreman y Kapteyn 1986; Alderman y Sahn 1993; y Fortin y Lacroix 1997; véanse los detalles sobre estudios relevantes adicio- nales en el Apéndice 4). Pruebas de la eficiencia en la producción. Otro supuesto del modelo unitario del hogar (y de algunas categorías de modelos de negociación en los hogares) es que las asignaciones al interior del hogar son "Pareto-eficientes". Es decir, no se puede hacer ninguna reasignación de los recursos del hogar sin ocasionar que al menos un miembro esté en peor situación. La eficiencia de Pareto implica, entre otras cosas, que los hogares asignan los recursos para maximizar los beneficios (ingresos) que se obtienen de las actividades productivas. Para examinar esto, algunos estudios del África subsahariana utilizan datos a nivel familiar y agrario. Y la evidencia indica que la manera en que al Verapéndice 4 para más estudios relevantes. (Continúa en la página siguiente) P ODER, INCENTIVOS Y RECURSOS EN EL HOGAR 127 (Continuación recuadro 4.2) interior del hogar se asigna la producción no es necesariamente eficiente. En Camerún , por ejemplo, los hogares asignan mal el trabajo entre las parcelas cultivadas por mujeres y las cultivadas por hombres (Jones 1983, 1986). En Burkina Faso, las familias asignan muy poco trabajo y otros insumas a las parcelas cultivadas por mujeres con respecto a las asignaciones Pareto-eficientes (Udry 1996; Udry y otros 1995). En ambos casos, la eficiencia de Pareto es violada; la producción y los ingresos del hogar podrían incrementarse considerablemente si se reasignaran los insumas que se utilizan actualmente dentro del hogar. Pruebas de riesgo compartido al interior del hogar. Recopilando la literatura empírica sobre el consumo y el riesgo compartido, estudios recientes de Ghana y Etiopía examinan si los maridos y esposas del mismo hogar comparten los riesgos como si fueran una unidad frente a las crisis econó- micas (M. Goldstei 1999; Dercon y Krishnan 2000). Si los hogares compartieran los riesgos como una unidad, podría esperarse que el consumo de maridos y esposas variara conjuntamente en respuesta a las crisis económicas. En Ghana, el consumo de maridos y esposas no va al unísono, lo que sugiere que los maridos y las esposas no afrontan el riesgo conjuntamente. En realidad, parece que las mujeres comparten sus riesgos con otras mujeres, mientras que los hombres tienen un grupo de riesgo más amplio y menos definido. Tanto en Ghana como en Etiopía existen evidencias de que el comportamiento de compartir los riesgos al interior del hogar es ineficiente y viola el supuesto de la eficiencia de Pareto del modelo unitario de hogar. Al igual que en Brasil y Costa de Marfil, el modelo unitario del hogar es rechazado en los cuatro casos. Aun cuando el impacto preciso del control femenino y masculino de los activos y de la educación difiere entre países, los modelos generales son consisten- tes con los de los estudios anteriores. Mayores recursos y poder de negociación en manos de las mujeres tienen un mayor impacto en la asignación del gasto hacia la si- guiente generación -como en educación, salud y alimentación- en comparación con los recursos adicionales en manos de los hombres. Un cambio en una política del Reino Unido que transfirió ingresos de padres a ma- dres, produjo patrones similares. A finales de los años setenta, el programa nacional de Asignación Familiar transfirió el control de una considerable prestación infantil de los padres a las madres. A este cambio le siguieron importantes modificaciones en los mo- delos de gasto en el hogar que beneficiaron a las mujeres y a niños y niñas. El gasto relativo en bienes de mujeres y niños (como ropa) aumentó, mientras que el gasto rela- tivo en bienes masculinos (como ropa y tabaco) disminuyó (Lundberg, Pollack y Wales 1997; Ward-Batts 1997)7. 7 Antes de abril de 1977, las Prestaciones Universa les de los Niños del Reino Unido consistían principalmente en una reducción en la cantidad del sueldo que se le retenía al padre por pago de impuestos retenid a vía impuestos. Había dos programas separados: un pago gravable por concep to de una asignación familiar entre- gada a la madre y una asignación fiscal infantil (basada en la edad del hijo) que estaba a disposición del hogar como una deducción de los ingresos para efectos fiscales. La asignación fiscal infantil tenía generalmente como resultad o un incremento en el sueldo neto del padre, con unos beneficios de aproximadamente 500 libras al año para una familia con dos niños; aproximadame nte el 8% de los ingresos medios masculinos. 128 H ACIA LA INTEGRAC IÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Del bienestar de los hijos al empoderamiento de las mujeres. El control que tienen las mujeres y los hombres sobre ingresos, acti vos y edu caci ón, no sólo afecta los patro- nes de consumo en el hogar. En Brasil, los ingresos adicionales comerciales y no comerciales en manos de las mujeres suelen tener un mayor impacto positivo en la supervivencia y nutrición infantiles que los ingresos adicionales en manos de los hom- bres (Thomas 1990, 1997). Independientemente de quién los controle, un incremento de los ingre sos totales del hogar se relaciona con mejoras en la supervivencia y nutri- ción infantil (medidas en talla por peso infantil y en talla por edad) . Pero al margen de esto, las mejoras son considerablemente mayores si la madre es quien controla los in- gresos. En relación con los impactos que tienen los recursos controlados por mujeres u hom- bres sobre los resultados (outcomes) del hogar, contamos con más evidencia que proce- de de las inic iativas recientes de microfinanciamiento en Bangl ade sh", Dos estudios relacionados entre sí examinan el impacto de los préstamos conc edidos a mujeres y hombres -del Grameen Bank, el Comité de Fomento Rural de Bangladesh (BRAC) y el programa gubernamental RD-12- sobre algunos resultados tales como el gasto per cápita del hogar (ingresos) y la situación escolar y nutricional de niñas y niños (Khandker 1998; Pitt y Khandker 1998). Con frecuencia, los impactos difieren considerablemente si el prestatario es una mujer o un hombre y muchas veces los impactos marginales son mayores para las mujeres que para los hombres. Para los tres programas de microfinanciamiento, el impacto que tiene el préstamo que se le hace a las mujeres sobre el gasto per cápita del hogar (ingresos) es aproxima- damente dos veces mayor que el impacto del préstamo que se le hace a los hombres (tabla 4.1). Un incremento de un 10% en el préstamo a mujeres se relaciona con aproxi- madamente un aumento del 40 % en el gasto per cápita, un efecto que estadísticamente es muy significativo". Comparemos esto con un incremento de casi el 20% en el gasto per cápita relacionado con el mismo porcentaje de aumento en el préstamo a hombres. El préstamo que se les hace a las mujeres tiene tambi én un mayor impacto que el prés- tamo a hombres en la capacidad de los hogares para "suavizar" el con sumo en el tiempo (Khandker 1998; Menan 1999). Entre 1977 Y 1979, el gobierno eliminó estos programas e instituyó un programa único de prestaciones infan- tiles que hacía un pago sema nal no sujeto a impuestos a la madre. El cambio supuso así una sustancial redistribución de los ingresos dentro de la familia. pues la madre se convertía en la única receptora directa del pago (Lundberg, Pollack y Wales 1997; Ward-Batts 1997). 8 Suele ser problemático cuantifica r el impacto de programas como el rnicrofinanciarniento. Los investigadores pocas veces pueden recolectan datos "experimentales" que les permitan hacer inferencias libres de los efectos confusos de la situación no aleatoria del programa y la autoselección de los participantes en el programa. No obstante. algunos estudios recientes de los programas de microfinanciamiento en Bangladesh usan datos basa- dos en un diseño "cas i experimental" de las encuestas. que posibilitan a sus autores solucionar estos proble- mas (Khandker 1998; Pitt y Khandker 1998; Menon (999). 9 Para los tres programas el efecto de los préstamos femeninos en el gasto del hogar per cáp ita es significativo al nivel del 1%. P ODER, INCENTIVOS Y RECURSOS EN EL HOGAR 129 Tabla 4.1 IMPACTOS QUE TIENEN LOS PRÉSTAMOS A MUJERES Y HOMBRES SOBRE DETERMINADOS RESULTADOS (OUTCOMES¡ DE LOS HOGARES (CAMBIO PORCENTUAL PARA UN INCREMENTO DEL 10% EN EL PRÉSTAMO) Resultados en el hogar Grameen Bank BRAC RD·12 Préstamo Préstamo Préstamo Préstamo Préstamo Préstamo masculino femen ino masculino femenino masculino femenino Gasto per cápita 0,18 0,43 0,19 0,39 0,23 0,40 Valor neto 0,15 0,14 0,20 0,09 0,22 0,02 Matrícula escolar de niños 0,07 0,6 1 --{l,08 --{l,03 0,29 0,79 Matrícula escolar de niñas 0,30 0,47 0,24 0,12 0,07 0,23 Talla por edad' de niños -2,98 14,19 -2,98 14,19 -2,98 14,19 Talla por edad' de niñas -4,92 11,63 -4,92 11,63 -4,92 11,63 Uso de anticonceptivos 4,25 -{),91 0,40 -{),74 0,84 -1,16 Fertilidad reciente -{),74 -{), 35 0,54 0,79 -{),74 0,50 Nota: Las cifras en itálica se basan en estimaciones de coeficientes que son estadísticamente significativas a un nivel del 10% o mayor. Los cambios porcentuales indicados para la altura por edad de niños y niñas representan impactos promedios en los tres programas de microfínanciamiento. Fuente: Khandker (1998). Al igual que con otras formas de control de los recursos, parece también que los préstamos a las mujeres tienen un mayor impacto sobre el bienestar infantil que los que se les hacen a los hombres. Por ejemplo, a excepción de BRAC, el préstamo a las mujeres tiene un impacto positivo mayor en las matrículas escolares de niños y niñas que el préstamo a los hombres. Por otra parte, en contraste con el préstamo a los hombres, el préstamo a las mujeres tiene un impacto grande y estadísticamente significativo sobre el bienestar nutricional de niños y niñas. Al mismo tiempo, el préstamo a los hombres tiene un mayor impacto en el valor neto del hogar que el préstamo a las mujeres. Esto sugiere que aunqu e parece que mar- ginalmente las mujeres invierten relativamente más que los hombres en el cap ital humano de sus hijos, los hombres parecen invertir más que las mujeres en el capital físico . Los préstamos a hombres y mujeres tienen también diferentes impactos en el com- portamiento reproductivo de los hogares, sugiriendo que mujeres y hombres no com- parten las mismas preferencias con respecto a la anticoncepción o a la fertilidad. Por ejemplo, el préstamo a mujeres disminuye el uso de anticonceptivos y, excepto para los préstamos del Grameen Bank, aumenta la fertilidad, mientras que el préstamo a hom- bres aumenta el uso de anticonceptivos y, excepto para los préstamos de BRAC, disminu- ye la fertilidad. A primera vista, las conclusiones del impacto del préstamo a mujeres en el uso de anticonceptivos y fertilidad pueden parecer poco intuitivas, dado que buena parte de la literatura empírica sugiere que los facto res que incrementan el costo de oportunidad del tiempo de las mujeres -como son un incremento de la educación , sala- 130 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO rios U oportunidades en el mercado de trabajo- tienden a reducir la fertilidad!", Pero las mujeres de ingresos bajos en Bangladesh pueden considerar a los hijos adicionales como activos capaces de ayudarlas en lo que muchas veces son actividades de autoempleo en el hogar". El que las mujeres puedan acceder de manera independiente al crédito las empodera también en otras dimensiones. Por ejemplo, el préstamo a mujeres aumenta su control sobre activos distintos a las tierras (Pitt y Khandker 1998; Khandker 1998). Las mujeres que participaron en los programas de crédito adquirieron un papel más importante en la toma de decisiones en el hogar (Kabeer 1998) y sus maridos aceptaron mejor su partici- pación en actividades económicas de mercado (Agarwal 1997). Un estudio del progra- ma de microfinanciamiento de BRAC, encuentra que el préstamo a mujeres aumenta la capacidad de éstas para vender activos sin pedir permiso a sus maridos (Zaman 1999). Específicamente, las mujeres que han solicitado un préstamo de más de 10.000 taka tienen un 46% más de probabilidad de poder vender aves de corral sin el permiso de sus maridos, que aquéllas que no han solicitado el préstamo. Estas prestatarias tienen tam- bién el doble de probabilidad de poder vender alhajas y un 35% más de probabilidad de tener control sobre sus ahorros. Y las mujeres que participan en programas de crédito tienen una demanda significativamente mayor por los servicios formales de salud que las mujeres que no lo hacen (Nanda 1999) '2. Ineficiencias en la producción y el riesgo específico para mujeres y hombres Los hogares no necesariamente juntan los recursos para la producción, lo cual trae como resultado ineficiencias que pueden tener implicaciones importantes para los ingresos y el bienestar de los mismos. En Burkina Faso, dentro de un mismo hogar, las tierras de las agricultoras emplean muy poca mano de obra y fertilizantes, mientras que a las tierras de los hombres se les asignan demasiados (Udry 1996; Udry y otros 1995). Como lO Véanse, por ejemplo, Fairlamb y Nieuwoudt (1991) , Gertler y Molyn eaux (1994) , Singh (1994 ), Diamond , Newby y Varle (1999). Mencarini (1999 ) y Handa (2000). Véase Banco Mundial (1999b) para un resum en de esta perspectiv a. ll Varios estudios, incluyendo a Schuler y Hashemi (1994) y Schuler, Hashemi y Riley (1997). encuentran que los préstamos a mujeres se relacionan con un mayor uso de anticonceptivos. Pero el análisis de Pitt y otros (1999) señala que estos estudios no controlaron los efectos de la autoselección de los individuos en los progra- mas de microfinanciamiento, la situación no aleatoria de los programas, ni otras modalidades del sesgo de heterogeneidad. Ni Schuler y Hashemi (1994), ni Schuler, Hashemi y Riley (1997) examinan el impacto de los préstamos a hombres en el uso de anticonceptivos. 12 En la literatura sobre el microfinanciamiento en Bangladesh existe la inquietud de que los préstamos femeni - nos han provocado un aumento de la violencia contra las mujeres en el hogar (Goetz y Sen Gupt a 1996). La violencia puede surgir cuando los hombres intentan tomar el control de los recursos crediticios de sus mujeres o se oponen a contribuir a los pagos del préstamo después de haber utilizado los préstamos de sus mujeres. Sin embargo. la evidencia sobre si la violencia doméstica ha aumentado es contradictoria. algunos estud ios sugie- ren que la participación femenina en los programas de crédito tiende a estar relacionada con menos violencia (Hashemi, Schuler y Riley 1996 ; Schuler y otros 1996; Kabeer 1998). PODER, INCENTIVOS Y RECURSOS EN EL HOGAR 131 se indica en el capítulo 2, estas ineficiencias imponen altos costos sobre la producción y los ingresos del hogar. Si algunos de los insumas empleados en las parcelas de los hombres fueran reasignados a las parcelas de las mujeres, la producción total del hogar se incrementaría hasta en un 20%. En Camerún, los hogares frecuentemente asignan de manera ineficiente la mano de obra entre las parcelas de las mujeres y las de sus maridos (Jones 1983, 1986). Las mujeres asignan a la producción de sorgo una cantidad de mano de obra que está por encima del óptimo (dado que ellas controlan el ingreso) , y por debajo del óptimo en el caso de producción de arroz (pues son los maridos quienes controlan el ingreso) . Igual que en Burkina Faso, los ingresos totales del hogar podrían incrementarse considerable- mente si se reasignaran los insumas. En este caso, reasignando la cantidad de mano de obra que usan las mujeres en el cultivo del sorgo al cultivo del arroz. Pero en Camerún, las mujeres casadas prefieren cultivar aquellas parcelas donde tienen el control de los ingresos, aun cuando reciban una compensación por parte de sus maridos a cambio de su trabajo en el cultivo del arroz. Por otra parte, parece que el poder relativo de negocia- ción influye en la compensación de las esposas. En los hogares poligámicos, las muje- res casadas de mayor edad y las mujeres cuyos maridos todavía deben el precio de la novia, reciben una mayor compensación con respecto a otras mujeres (Jones 1983). En el sur de Ghana, los hogares no actúan necesariamente como una unidad que enfrenta de manera conjunta los riesgos o reacciona ante los contratiempos, tanto los que tienen que ver con las enfermedades como con la caída en la producción agraria (M. Goldstein 1999). Al contrario, las mujeres parecen afrontar los riesgos junto con otras mujeres del pueblo, mientras parece que los hombres afrontan los riesgos con un grupo más amplio y menos definido, que incluye a los miembros del clan tanto dentro como fuera de su aldea . Además de subrayar la naturaleza de los riesgos específicos para mujeres y hombres, estas conclusiones ponen de relieve, al menos en algunos contex- tos, la importancia de las redes sociales para actuar como el proveedor de un seguro informal. Al menos para las mujeres del sur de Ghana, son con las transferencias de amigos -y no las del cónyuge ni las de su familia extensa- con las que responden a los shocks en el consumo y en la producción. Así, las intervenciones del gobierno para mitigar el impacto de los shocks necesitan considerar que la capacidad para hacerle frente a estos reveses puede diferir sistemáticamente entre mujeres y hombres, incluso si pertenecen a un mismo hogar. Un argumento para la focalización por género: entendiendo el contexto La evidencia sobre los factores que determinan la asignación de los recursos y las inver- siones al interior del hogar, constituye una razón de peso para que el sexo de la persona sea un criterio para focalizar las intervenciones, tanto para promover la equidad como para alcanzar un desarrollo más eficaz. Las intervenciones cuyo objetivo es aumentar el acceso de las mujeres a los recursos productivos y a los activos, pueden mejorar su autonomía y situación al interior del hogar. También pueden aumentar el bienestar del 132 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO hogar y de los niños de manera más eficaz que aquellas intervenciones que pretenden mejorar el acceso a los recursos productivos del hogar y lo consideran una unidad no diferenciada. El argumento para focalizar con base en el sexo no sólo se aplica a los pagos de transferencias o a los programas para aumentar el control de los individuos sobre los recursos productivos. Dado que, al menos en algunos países, las mujeres y los hombres de un mismo hogar no afrontan los riesgos como si fueran una unidad, las intervenciones diseñadas para mitigar los riesgos pueden ser más efectivas si se concen- tran en los riesgos específicos de hombres y mujeres y en los seguros con los que cuen- tan, y no en los hogares. Los patrones que se han discutido aquí son regularidades empíricas que se basan en un mayor número de estudios de diferentes países y regiones. Pero comprender la natu- raleza específica de las relaciones de género dentro de un contexto dado -y la manera en que las instituciones sociales en ese contexto afectan la asignación de recursos al interior del hogar- es crucial para diseñar políticas que promuevan la equidad. Por ejemplo, con base en la evidencia de muchos países, generalmente está claro el vínculo entre un mayor control de los recursos por parte de la madre y una mayor inver- sión en los hijos. Pero la relación entre el control de las madres (o de los padres) sobre los recursos y cómo se invierten (en las niñas en lugar de los niños) en los hogares , es mucho más compleja y específica al contexto. En Brasil, Ghana y Estados Unidos, los recursos de las madres afectan más a las niñas y los recursos de los padres a los niños (Thomas 1994). No obstante, la evidencia de otros países es contradictoria. En Costa de Marfil, una mayor participación de las mujeres en los ingresos del hogar aumenta con- siderablemente la talla por edad de los niños con respecto a la de las niñas (Haddad y Hoddinott 1994). En Sudáfrica, la educación del padre tiene un significativo impacto positivo sobre la escolaridad de las adolescentes, mientras que la educación de las ma- dres tiene un impacto positivo en la escolaridad de los niños (Quisumbing y Maluccio 1999)13. ¿Por qué podrían preferir las madres la educación de los niños a la de las niñas? Las normas y prácticas sociales pueden hacer que los padres consideren a los niños de un sexo más o menos deseables, digamos, por el linaje familiar. En Bangladesh, una espo- sa adquiere mejor posición dependiendo de si tiene hijos varones (Adnan 1993). Y las consideraciones económicas pueden ser diferentes para los hijos que para las hijas. En los lugares donde los varones muchas veces representan una fuente importante de segu- ridad en la vejez y donde las mujeres suelen vivir más que los hombres, favorecer a los varones puede reflejar una estrategia de inversión por parte de las madres para asegurar que cuiden de ellas en su vejez (Quisumbing y Maluccio 1999). En escenarios altamen- te estratificados por el género, las mujeres son especialmente vulnerables al riesgo y por 13 Incluso en Sudáfrica, el impacto de los activos y la educación de las madre s difieren en las poblaciones africanas e indias. Las mujeres indias que aportan relativamente más activos al matrimonio tienen una influen- cia positiva en la educación de sus hijas (Quisumbing y Maluccio 1999). PODER, INCENTIVOS Y RECURSOS EN EL HOGAR 133 tanto pueden confiar en sus hijos varones no solamente para garantizar su vejez, sino como un seguro contra el riesgo y como un medio para legitimar su posición en la familia (Das Gupta 1987). Así, los mecanismos sobre los cuales se entretejen los vínculos entre la manera en que los padres controlan los recursos y cómo invierten en niños y niñas, pueden ser complejos. Y en países donde los sistemas de género perpetúan la preferencia por el varón, se requieren esfuerzos especiales que fortalezcan los incentivos de los padres para invertir en las niñas. Además, comprender detalladamente los sistemas de género puede evitar que las intervenciones tengan consecuencias adversas o contrarias a la intención original. Por ejemplo, un proyecto reciente en Gambia tenía por objeto incrementar la productividad del cultivo de arroz (tradicionalmente un trabajo femenino) y, mediante eso, incremen- tar la participación de las mujeres en los ingresos del hogar. Aunque con el proyecto aumentó la producción de arroz, la manera en que se comercializó éste con el proyecto cambió el control del cultivo, pasando de las mujeres a los hombres. Con este cambio, los hombres consiguieron mayores derechos sobre el trabajo de sus mujeres, dado que se veían obligadas a aportar su trabajo a los cultivos controlados por los hombres. Peor aún, descendió la participación de las mujeres en los ingresos del hogar (van Braun y Webb 1989; Dey-Abbas 1997). Una mayor comprensión de las asimetrías en derechos, obligaciones y en el poder relativo de negociación de mujeres y hombres podría haber posibilitado que los responsables de las políticas diseñaran el programa para alcanzar ambas m~tas (Alderman y otros 1995). De manera más general, comprender mejor los sistemas locales de género, muchas veces es crucial para garantizar que los programas se diseñen e implementen de forma que promuevan una mayor equidad. Los INCENTIVOS DE LAS POLÍTICAS Y LAS INVERSIONES PÚBLICAS AFECTAN LA EQUIDAD Incrementar el control de las mujeres sobre los recursos puede mejorar su situación y aumentar el bienestar infantil y familiar. Pero, ¿cuáles son los instrumentos apropiados de política para lograr esto? Los planificadores de las políticas disponen de numerosos instrumentos para influir en la asignación de los recursos en el hogar y con ello promo- ver una mayor equidad en las cargas de trabajo, en las inversiones entre niños y niñas y en el control de los recursos productivos. Esta sección se centra en tres importantes conjuntos de instrumentos: los precios y el acceso físico a los servicios, el diseño de la prestación de servicios y las inversiones en infraestructura (que ahorren tiempo) . Precios y acceso físico a los servicios La política de precios y otros mecanismos que reducen a los hogares los costos de los servicios, como mejorar el acceso físico, pueden ser importantes para promover la igual- 134 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO dad de género en el desarrollo humano; también posibilita una mayor participación de las mujeres en la fuerza laboral y en su capacidad de obtener ingresos. Desarrollo humano. La demanda del hogar por educación femenina, nutrición y servi- cios de salud responde a los cambios en los precios. Por otra parte, la demanda por inversión en mujeres y niñas suele ser más sensible a los cambios en los precios (o costos) que la demanda por inversión en hombres y niños (tabla 4.2). En Pakistán, la elasticidad de la demanda por médicos con respecto al precio es un 58% mayor para mujeres que para hombres en el grupo de ingresos más bajos y un 14% mayor en el grupo de ingresos más altos (Alderman y Gertler 1997). En el sur de India, la elasticidad de la demanda con respecto al precio de alimentos consumidos es mucho mayor para mujeres que para hombres (Behrman y Deolalikar 1990). Un estudio que utiliza datos de casi 90 países durante tres décadas, muestra que las elasticidades de la demanda con respecto a los precios para las matrículas primarias y secundarias, y para la totalidad de los años de escolaridad, son entre un 12 y un 21% más altas para las niñas que para los niños (Schultz 1987). El que la demanda de inversión para las niñas sea más sensible, responde en parte a la percepción de los padres de que la inversión en las niñas produce menores rendimien- tos que la inversión en los niños. Sin embargo en educación, donde existe la mayor evidencia empírica, los estudios sobre rendimientos privados en escolaridad no confir- man esta percepción. En efecto, cualquier diferencia sistemática en rendimientos puede favorecer a las niñas (King y Hill 1993; Schultz 1998)14. Pero incluso donde los rendi- mientos privados en educación no difieren sistemáticamente por sexo, la demanda por educación para las niñas podría verse afectada por las diferencias en razón de género en los rendimientos efectivos de los que los padres se dan cuenta. En aquellas sociedades donde no se espera que las mujeres sean económicamente independientes, y por tanto tienen limitada capacidad para transferir recursos a sus padres, éstos pueden considerar que las inversiones en las hijas son menos deseables. Y como se indicaba anteriormen- te, los padres, que confían en sus hijos varones como sustento de su vejez, pueden percibir que invertir en sus hijas les producirá rendimientos más bajos (Alderman y King 1998). El hecho de que los cálculos de los padres sobre los rendimientos privados no reflejen los beneficios sociales de la inversión de educación en las niñas, es una falla del mercado que justifica la intervención del gobierno. De manera similar, los costos de invertir en el capital humano de niñas y niños pueden diferir. Incluso si las cuotas son similares para niños y niñas, los costos de uniformes y transportes pueden ser mayores para las niñas. Por ejemplo, los padres 14 La evaluación de los rendimienIos relativos de la educación de niñas y niños se basa en una revisión de numerosos estudios sobre los rendimientos privados de la educación en países desarrollados y en desarrollo. Estos estudios estiman econométricamente las tasas de rendimiento de la educación femenina y masculina utilizando funciones "Mincerianas" de ingresos (véase una perspectiva general en Schultz 1998). P ODER, INCENTIVOS Y RECURSOS EN EL HOGAR 135 pueden tener que pagar más costos de transporte si no quieren que sus hijas recorran a pie largas distancias o que vayan solas a la escuela. Análogamente, los costos de ropa (o uniforme) pueden ser mayores si los padres son reacios a enviar a las niñas a la escuela sin un atuendo que consideren apropiado. En Marruecos y Tanzania, los costos directos de la escolaridad son considerablemente más altos para las niñas que para los niños (Khandker, Lavy y Filmer 1994; Masan y Khandker 1996). En Tanzania, los hogares gastan un 14% más para enviar a las niñas a la escuela que para enviar a los niños. El costo de oportunidad del tiempo que niñas y niños emplean en actividades esco- lares también puede ser más alto para las niñas que para los niños, especialmente en áreas pobres y rurales , donde las niñas suelen trabajar más horas que los niños si tene- mos en cuenta tanto las actividades comerciales como no comerciales (Hill y King 1995; Masan y Khandker 1996). Esto sería así en aquellos lugares donde existen normas de género rígidas para el trabajo doméstico y no hay un mercado sustituto que esté dispo- nible. Cuando no existe información sobre el costo de oportunidad del tiempo, varios estudios han estimado el efecto de la distancia a la escuela más próxima como una forma de estimar los costos indirectos de la escolaridad. El resultado: la distancia a la escuela generalmente es un factor que influye más sobre la deserción escolar de las niñas que de los niños. En Ghana, India, Malasia, Pakistán, Perú y Filipinas, la demanda familiar de educación de las niñas es más sensible a la distancia a la escuela que la de los niños (ver tabla 4.2) Algunas de las evidencias más fuertes del efecto que tienen los costos sobre la de- manda en el hogar por educación de las niñas -y quizá sobre el desarrollo humano en términos más generales- proceden de programas recientes a nivel país que han subsidiado directa o indirectamente la educación. Las evaluaciones de un programa nacional de becas para la educación secundaria de las niñas en Bangladesh; de proyectos de educa- ción para niñas en áreas rurales y urbana s de Beluchistán, Pakistán, y de un programa nacional de cupones escolares en Colombia, indican que las intervenciones que reducen en el hogar los costos de la educación de las niñas pueden promover la asistencia y mejorar la matrícula de éstas, así como sus oportunidades de permanecer en la escuela en relación con las de los niños (recuadro 4.3). Así, pues, la política de precios y los programas que mejoran el acceso físico a los servicios pueden incrementar la inversión del hogar en el capital humano de mujeres y niñas en términos absolutos y relativos. Dado que las elasticidades de la demanda con respecto a los precios para la educación (y cuidado de la salud) son más altas para las niñas que para los niños, incluso aquellos programas no focal izados que reduzcan los costos tenderán a reducir las brechas por sexo en el desarrollo humano. Pero es proba- ble que los enfoques focalizados tengan un mayor impacto y menor costo presupuestal ". 15 Véanse el capítulo 6 y el apéndice 5 para un análisis de los probables impactos del presupuesto del gobierno por utilizar políticas de precios focalizadas y no focalizadas para promover la igualdad de género en la educa- ción primaria. 136 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Tabla 4.2 CÓMO AFECTAN LOS PRECIOS A LA DEMANDA POR EDUCACiÓN, SALUD Y NUTRICiÓN, POR GÉNERO Estudio País Conclusiones clave Salud y nutrición Alderman y Gertler 1997 Pakistán El valor absoluto de la elasticidad de la demanda con respecto a los precios para el cuidado de la salud, calculada para la media de la población, varía de un 58% más alto para mujeres que para hombres en el grupo de ingresos más bajos, a aproximadamente un 14% más alto en el grupo de ingresos más altos. Behrman y Deolalikar 1990 India Las elasticidades de los precios de alimentos obtenidas de ecuaciones de demanda nutricional son generalmente mayores en valor absoluto para las mujeres. De 28 coeficientes de precios de alimentos estimados, siete son significativamente mayores (y dos menores) para las mujeres que para los hombres en términos absolutos. Para las niñas, ocho coeficientes son significativamente mayores que para los niños en términos absolutos. Educación Sipahimalani 1999 India La probabilidad de matrícula escolar de las niñas disminuye entre 1 y 2 puntos porcentuales si la distancia a la escuela primaria aumenta; el efecto para los niños no es estadísticamente significativo. Lavy 1996 Ghana Los coeficientes de distancia a la escuela primaria y secundaria muestran mayor sensibilidad a la escolaridad en las niñas (0,111 Y -0,020) que en niños (0,009 y -0,017), aunque el coeficiente de distancia a la escuela media superior es el mismo. Gertler y Glewwe 1992 Perú La elasticidad de la demanda por educación en respuesta al tiempo de transporte es siempre más alta para las niñas que para los niños, entre un 5 y un 20%, dependiendo de los ingresos promedio del hogar y de la localización de la escuela. De Tray 1988 Malasia La falta de una escuela secundaria en una comunidad disminuye más la asistencia de las niñas que la de los niños. Reduce la probabilidad de participación escolar de una niña en 0,171, Y la de un niño en 0,134. King y Lillard 1987 Filipinas Las altas tasas de matrícula escolar de los niños se elevarían en menos de un punto si disminuyera la distancia a la escuela secundaria. El efecto en las niñas es mayor, aproximadamente 3 puntos porcentuales. Schuitz 1987 Por países La elasticidad de los precios para las tasas de matrícula femenina son: 0,76 en el nivel primario, -1 ,07 en el nivel secundario y -0,86 para la totalidad de los años previstos de escolaridad . Para los niños, las cifras son -0,63, -0,91 Y -o.n. Nota: La elasticidad de la demanda con respecto a los precios se obtiene de estimaciones de funciones de demanda. Es el cambio porcentual en la demanda de un bien o servicio en respuesta a un cambio dado en su precio. P ODER, INCENTIVOS Y RECURSOS EN EL HOGAR 137 Recuadro 4.3 SUBSIDIANDO LA EDUCACIÓN DE LAS NIÑAS: EVIDENCIA DE LA EXPERIENCIA DE CAMPO Las evaluaciones de programa de las iniciativas recientes que subsidian los costos de la educa- ción, indican que las intervenciones por el lado de la demanda pueden incrementar las tasas de matrícula de las niñas y reducir la brecha entre hombres y mujeres en la educación. Un programa de becas escolares, que funciona en Bangladesh desde 1982, subsidia diversos gastos escolares para las niñas en la escuela secundaria . Según la primera evaluación del programa, durante los cinco primeros años las tasas de matrícula de las niñas en las áreas piloto subieron del 27 al 44%, más del doble que el promedio nacional (Bellew y King 1993). Después de haber eliminado en 1992 los gastos educativos de las niñas a nivel nacional, y de ampliar el programa de becas a todas las áreas rurales, la matrícula de las niñas subió hasta el 48% a nivel nacional. Más niñas presentaron sus exámenes y se matrícula en educación media superior (Banco Mundial 1997). Las tasas de matrícula de los niños subieron también, pero no tan rápidamente como las de las niñas. Dos programas recientes en Beluchistán, Pakistán, ilustran el impacto potencial de los precios y de un mejor acceso físico. El programa de becas en Ouetta, capital de Beluchistán, ayudó a las organizaciones no gubernamentales a construir escuelas en los barrios urbanos pobres, con un sub- sidio para la matrícula de las niñas: las escuelas podían admitir a niños mientras éstos representaran menos de la mitad de la matrícula. En las áreas rurales de Beluchistán, otro programa ayudó a incrementar el número de escuelas primarias locales sólo para niñas, promoviendo que los padres se involucraran en la fundación de escuelas y subsidiando la contratación de maestras de la comunidad local. La matrícula de las niñas subió un 33% en Ouetta y un 22% en las áreas rurales. Curiosamente, parece que ambos programas también han aumentado la matrícula de los niños, sugiriendo que incrementar las oportunidades educativas de las niñas puede tener beneficios indirectos para los niños (Kim, Alderman y Orazem 1999).Antes de implementar los programas, la gente cuestionaba si la baja matrícula de las niñas era consecuencia de las barreras culturales que obligaban a los padres a impedir que sus hijas fueran a la escuela, o de un número insuficiente de escuelas apro- piadas. Las evaluaciones de los programas sugieren que un mejor acceso físico, costos subsidiados, y un diseño culturalmente adecuado, pueden llevar a que haya fuertes aumentos en las matrículas de las niñas. Colombia lanzó, en 1992, un programa nacional de cupones educativos para aumentar la con- tinuidad de la escuela primaria a la secundaria. Utilizando financiamiento por el lado de la deman- da, el programa aprovechó que existía un exceso de capacidad en el sector privado para reducir la saturación de las escuelas públicas. Más que escoger qué escuelas privadas había que subsidiar, el gobierno permitió que los padres y alumnos eligieran entre las escuelas privadas que participa- ban en el programa (King, Orazem y Wohlgemuth 1999). Los alumnos fueron aceptados en el programa con base en su asistencia previa a la escuela primaria pública y en que pasaran por el proceso de admisión en la escuela secundaria privada participante, así como por la edad y situa- ción socioeconómica. Posteriormente , en las ciudades donde la demanda sobrepasaba a la oferta de cupones, éstos se asignaron a los alumnos admitidos a través de una lotería en la que niñas y niños tuvieron la misma probabilidad de recibirlos. Se comprobó que los cupones incrementaban la escolaridad secundaria entre las alumnas y alumnos de bajos ingresos. En promedio, los alumnos con cupones completaban un décimo de año más de escolaridad , un efecto estadísticamente sig- nificativo que es mayor para las niñas que para los niños (Angrist y otros 2000). Y el recibir el cupón reducía la probabilidad de que un alumno trabajara para ganar un salario, un efecto que fue mayor para los niños que para las niñas. 138 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO De manera similar, las elasticidades de los precios tienden a ser mayores para las muje- res que para los hombres, lo que significa que los impactos de los precios probablemen- te tendrán efectos más adversos sobre las niñas y mujeres que sobre los niños y hombres. Por ejemplo, cuando los países imponen cuotas de recuperación para la educación o servicios de salud , las niñas y mujeres son mucho más propensas a dejar de utilizarlos debido a los incrementos de precios que los niños y hombres. Cuidados infantiles. Como ya se ha dicho , las mujeres suelen trabajar más horas que los hombres y, prácticamente en todos los países, las mujeres realizan una mayor propor- ción de las actividades domésticas y que implican el cuidado de otros miembros del hogar. Estas actividades con frecuencia impiden a las mujeres tener un trabajo remune- rado y a las niñas asistir a la escuela. Cuando las mujeres tienen una limitada capacidad para obtener ingresos de manera independiente, tienen menos poder relativo de nego- ciación y de tomar decisiones en el hogar. Y cuando las niñas no pueden asistir a la escuela disminuyen sus futuras capacidades, con implicaciones para su bienestar y el de sus hijos . Contar con servicios de cuidados infantiles a bajo costo, puede reducir los costos que implican las actividades de cuidado para mujeres y niñas, posibilitando que las niñas vayan a la escuela y que las mujeres entren al mercado de trabajo. Tanto en los países desarrollados como en desarrollo, la presencia de hijos pequeños reduce considerablemente la probabilidad de que las mujeres participen en la fuerza de trabajo". En Estados Unidos, la participación de diferentes grupos de mujeres en la fuerza laboral baja entre un 10 y un 30% por cada hijo adicional". En México, un nuevo bebé disminuye la participación de su madre en el mercado de trabajo un 12% y un hijo adicional entre uno y cinco años de edad la reduce en un 9% (Cunningham 2000) . En las áreas urbanas de Brasil, un hijo adicional menor de dos años reduce el empleo femenino entre un 9 y un 38%, dependiendo del modelo econométrico aplicado, mientras que un hijo adicional entre dos y cuatro años de edad disminuye el empleo femenino entre un 3 y un 5% (Connelly y otros 1999). Generalmente los estudios concluyen que los hijos no disminuyen la participación de los hombres en la fuerza laboral y, en caso de existir algún impacto, éste es positivo en la oferta laboral de los padre s" . 16 Este hallazgo se mantiene incluso después de que ciertos estudios hayan aplicado métodos econométricos para corregir una posible endogeneidad de las variables explicativas . Véase un examen de los temas econométricos relacionados con la evaluación del impacto de los niños en el comportamiento de la fuerza laboral de las madres en Connell y y otros (1999). 17 Estas estimaci ones son de Rosenzweig y Wolpin (1980) , Bronars y Grogger (1994). Angrist y Evans (1998) Y Jacobson, Pearce y Rosenblo~m (1999), que han usado el "ex perimento natural" de nacimientos gemelos para tratar el potenci al sesgo de endogeneidad. 18 En un análisis sobre la asignación del tiempo al interior del hogar en la India rural, Skoufias (1993) encuentra que la presencia de hijos pequeños en el hogar reduce el tiempo que las mujere s dedican a actividades comer- ciales, resultado estadísticamente significativo al nivel del 10%. El impacto de los hijos jóvenes en la oferta laboral de los hombres para actividades comerciales no es estadísticamente significativo. PODER , INCENTIVOS Y RECURSOS EN EL HOGAR 139 Los estudios sobre la oferta laboral también indican que contar con "madres sustitu- tas" en el hogar -normalmente niñas u otras mujeres que proporcionan cuidados infan- tiles- aumenta considerablemente la probabilidad de que las madres trabajen fuera del hogar (Wong y Levine 1992; Connelly, DeGraffy Levinson 1996, Lokshin 2000). Pero como se ha dicho, los factores que impulsan a las madres a ingresar en la fuerza laboral frecuentemente reducen la asistencia escolar de las niñas mayores. Contar con cuidados infantiles fuera del hogar a bajo costo incrementa la probabili- dad de que las madres ingresen a la fuerza laboral. En los barrios pobres de Rio de laneiro, Brasil, la oferta de centros públicos para cuidados infantiles es el factor deter- minante más importante para que las madres trabajen fuera del hogar, tanto a tiempo parcial como a tiempo completo (Deutsch 1998). En varios entornos -Canadá, Kenya, Rumania, la Federación Rusa y Estados Unidos- reducir el precio de los cuidados in- fantiles fuera del hogar eleva la demanda de dichos cuidados y permite a las madres ingresar a la fuerza laboral (gráfico 4.2)19. En Rusia, subsidiar los cuidados infantiles fuera del hogar puede ser una manera más efectiva, en términos de costo, para lograr que las madres ingresen al mercado laboral y así elevar los ingresos maternales (y del hogar), en relación con otras propuestas, como los subsidios salariales. Los cuidados infantiles a bajo costo pueden también incrementar la asistencia de las niñas a la escuela: en las áreas rurales y urbanas de Kenya, una disminución del 10% en el precio de los cuidados infantiles fuera del hogar podría traducirse en un incremento del 5,1% en las tasas de matrícula de las niñas entre 8 y 16 años de edad (después de controlar el efecto de otros factores), un efecto estadística y económicamente significa- tivo. Los resultados no muestran ningún impacto significativo en la escolaridad de los varones (Lokshin, Glinskaya y García 2000). Diseño de prestación de servicios Las agencias gubernamentales y las instituciones donantes han tendido a ignorar las diferencias y desigualdades entre mujeres y hombres a la hora de diseñar la prestación de servicios, ya sean sistemas escolares o de cuidado a la salud, instituciones financie- ras o servicios de asesoría técnica en el campo. Esta falta de atención (aunque no sea intencionada) a la perspectiva de género ha limitado el acceso de las mujeres a una variedad de recursos productivos. Al mismo tiempo, las instituciones diseñadas para tener en cuenta las diferencias y desigualdades entre mujeres y hombres elevan la utili- zación que hacen las mujeres de los servicios y mejoran así la equidad en el control de los recursos. Esta sección examina la prestación de servicios en tres áreas: educación, servicios financieros y asesoría técnica en el campo . 19 Véanse Blay y Robbins (1988) . Connelly y Kimmel (2000), Cleveland, Morley y Hyatl (1996). Lokshin (2000) . Fong y Lokshin (2000) y Lokshin, Glinskaya y García (2000) . En el estudio sobre la Kenya rural y urbana realizado por Lokshin, Glinskaya y Garc ía, la entrada a la fuerza laboral es definida como el ingreso en el empleo asalariado. 140 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Gráfico 4.2 MENORES COSTOS EN LOS CUIDADOS INFANTILES, MÁS MADRES EN EL MERCADO DE TRABAJO Incremento porcentual en la participación de la madre en la fuerza laboral debido a un descenso del 10% en el precio de los cuidados infantiles fuera del hogar 5 ....------------------------------, 4 3 2 o Canadá Kenya Rumania Rusia Estados Estados Unidos (1) Unidos (2) Nota: La elasticidad del empleo con respecto al precio de los cuidados observada en Estados Unidos (2) se refiere a las madres casadas. Connelly y Kimmel (2000) encuentran una elasticidad de empleo incluso más alta para las madres solteras. Fuentes: Para Canadá, Cleveland, Gunderson y Hyatt (1996); para Kenya, Lokshin, Glinskaya y García (2000); para Rumania, Fong y Lokshin (2000); para la Federación Rusa, Lokshin (2000); para Estados Unidos (1), Blau y Robins (1988); para Estados Unidos (2), Connelly y Kimmel (2000). Educación. El diseño de los sistemas escolares puede mejorar los resultados de la edu- cación de las niñas. En Beluchistán, Pakistán, la contratación de profesoras locales ha sido clave para romper las barreras culturales para enviar a las niñas a la escuela prima- ria (Kim, Alderman y Orazem 1998). En Bangladesh, la presencia de profesoras ha sido también un factor determinante de la matrícula de las niñas (Khandker 1996). En algu- nos lugares, los padres están más dispuestos a enviar a sus hijas a una escuela sólo para niñas. Y en las escuelas mixtas de Bangladesh, contar con servicios sanitarios separa- dos para niñas y niños, es un determinante importante para la matrícula escolar de las niñas y la conclusión de sus estudios. La experiencia de proyectos recientes destaca una relación importante entre la ma- nera en que la comunidad se involucra y la participación en el diseño de instituciones de servicios que toman en cuenta el contexto cultural. En Beluchistán, Pakistán, por ejem- plo, involucrar a los padres en la contratación de las maestras y en otros elementos del diseño escolar, ha sido crucial para atraer a estudiantes mujeres (Kim, Alderman y Orazem 1998). La demanda de los padres por la educación de las niñas parece ser más sensible (en comparación a la de los niños) a la calidad de la educación, al grado de aprendizaje y a P ODER, INCENTIVOS Y RECURSOS EN EL HOGAR 141 las actitudes del profesorado. En la provincia fronteriza del noroeste de Pakistán, las niñas que pasaron al siguiente grado esco lar por sus rendim ientos académicos, tuvieron un 70-90% más de probabilidad de continuar en la escuela que las que se quedaron atrás o pasaron de grado sin tener los conocimientos suficientes. Parece que es menos impor- tante para los niños aprobar por méritos. Aquellos que pasaron de grado por sus conoci- mientos, sólo tuvieron un 50% más de probabilidad de continuar que quienes reprobaron o fueron promovidos por otras razones (King, Orazem y Paterno 1999). Igualmente, estudios con datos de las encuestas de los hogares de Bangladesh y Kenya sugieren que la calidad del profesorado afecta más la demanda de educació n de las niñas que la de los niños (Khandker 1996; Lloyd, Mensch y Clark 1998). En Kenya, un estudio reciente concluyó que la experiencia de la escuela primaria puede ser dura tanto para los niños como para las niñas, pero al parecer las niñas se ven particularmente afectadas por las actitudes negati vas y la discriminación (Mensch y Lloyd 1998). Y la calidad del ambiente de enseñanza se relaciona directamente con la probabilidad de que las niñas abandonen la escuela. Por eje mplo, si los profesores pien- san que las matemáticas son importantes para las niñas, y si los niños y las niñas perci- ben que son tratados igual en la clase, esto afecta considerablemente la propensión de las niñas (pero no de los niños) a permanecer en la escuela (Lloyd, Mensch y Clark 1998). También en Kenya parece que las niñas rinden menos en la escuela cuando los profesores piensan que ellas son menos capaces por naturaleza, controlando los efectos de otros factores. Al mismo tiempo , el rendimiento escolar de los niños no parece que se vea afectado significativamente por la imagen que los profesores tienen de ellos (Appleton 1995). Las actitudes de los padres hacia la educación de sus hijos e hijas tienen un efecto similar. En los hogares donde los padres piensan que la educación es más importante para los niños que para las niñas, los varones obtienen notas más altas en los exámenes que los de los hogares sin esta actitud, permaneciendo constantes otros factores. En los hogares donde los padres piensan que, por naturaleza, las niñas son menos capaces que los niños, las hijas rinden considerablemente menos en los exámenes que las de los hogares sin este punto de vista (Appleton 1995). Modificar las actitudes de los padres, profesores y directores requerirá de grandes esfuerzos en el largo plazo. Para este fin, la formació n del magisterio y el análisis crítico y la revisión del currículo esco lar pueden desempeñar un importante papel para asegurar que los estereotipos de género no se perpetúen en el salón de clases. Servicios finan cieros. En el diseño de la banca tradicional u otras agencias de présta- mos, existen varias características que hacen que para las mujeres sea más difícil solici- tar un préstamo o ahorrar dinero (Buvinic y Berger 1990; Holt y Ribe 199 1). Por ejemplo, los intermediarios financieros muchas veces requieren ciertas formas de aval tradicio- nal (tierras, activos) que las mujeres no poseen. De manera similar, los complicados procedimientos de solicitud y la documentación requerida pueden impedir que las mu- jeres con pocos estudios y habilidades, soliciten préstamos. Los montos mínimos de 142 HACIA LA INTEGRACiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO préstamo -y a veces las prioridades sectoriales para los préstamos bancarios (como la industria manufacturera) que no incluyen los sectores en los que las mujeres empresa- rias se concentran (servicios y comercio)- significan también que las mujeres tengan un acceso más limitado al créditoy a otros servicios financieros. Y si la institución de ahorro más próxima está lejos, esto puede impedir que las mujeres abran cuentas finan- cieras de ahorro, debido a que muchas veces se les limita su movilidad. Las instituciones financieras pueden facilitar las operaciones de ahorro y préstamo de las mujeres diseñando reglamentos, procedimientos y operaciones que tengan en cuenta las limitaciones a las que con frecuencia ellas se enfrentan, por ejemplo, ofre- ciendo alternativas a las formas tradicionales de aval, simplificando los procedimientos bancarios o reduciendo la necesidad de que las mujeres recorran largas distancias para depositar sus ahorros o pedir dinero prestado. Tomemos el ejemplo de los recolectores de ahorros susu de Ghana, que movilizan los ahorros de mujeres y hombres visitándoles en casa y en el trabajo (Muntemba 1999). Llevando los servicios financieros a los clien- tes (y no los clientes a los servicios financieros), los recolectores susu han movilizado los ahorros entre las mujeres de Ghana y han proporcionado pequeños préstamos a sus empresas (recuadro 4.4). Para la concesión de créditos, una de las más importantes innovaciones de diseño procede de las iniciativas recientes de microfinanciamiento, como el Grameen Bank y el BRAC en Bangladesh, en forma de préstamos grupales o préstamos solidarios. En estos préstamos los requisitos tradicionales de garantía -la propiedad de las tierras, edificios u otros activos físicos- se sustituyen por un contrato de préstamo grupal, que utiliza el capital social y la presión del grupo como una manera de promover el pago del préstamo. Aun cuando esta innovación tiene el potencial de posibilitar los préstamos tanto para mujeres como para hombres que carecen de formas tradicionales de aval, en la práctica parece que estos préstamos han sido particularmente importantes para facili - tar que las mujeres tengan acceso al crédito. Entre 1985 y 1994 el número de mujeres prestatarias del Grameen Bank subió rápidamente, de unas 100.000 a más de 1.7 millo- nes (Khandker, Khalily y Khan 1995) . En 1996 el BRAC había crecido hasta alcanzar 1.5 millones de mujeres prestatarias (Chen 2000). Hoy las mujeres constituyen la inmensa mayoría de prestatarios de estos programas. Por otra parte, actualmente en Bangladesh los programas más pequeños de financiamiento proporcionan servicios financieros a millones de mujeres. Además de sustituir la garantía tradicional por la garantía solidaria del grupo, los programas de microfinanciamiento muchas veces proporcionan capacitación y otras actividades que ayudan a las prestatarias a ser mejores empresarias. Algunos programas capacitan a miembros del grupo en áreas que no se relacionan directamente con el desa- rrollo de las microempresas, sino en áreas previstas para ayudar a los miembros a mejo- rar sus niveles y calidad de vida en un sentido más general. Por ejemplo, a los miembros del Grameen Bank se les enseñan con frecuencia los beneficios de la educación y el ejercicio físico (Khandker, Khalily y Khan 1995). P ODER, INCENTIVOS Y RECURSOS EN EL HOGAR 143 Recuadro 4.4 LOS RECOLECTORES DE AHORROS SUSU: BANQUEROS MÓVILES DE ÁFRICA OCCIDENTAL En Ghana son los recolectores susu u olu. En Nigeria los esusu o ajo. Y en los países francófonos son los tontiniers. También conocidos como "banqueros móviles", son recolectores de ahorro del sector informal, que movilizan los ahorros en Ghana y otras partes de África occidental recogiendo los depósitos diariamente. Difieren en algunos aspectos de los bancos comunitarios y de las organiza- ciones grupales, como el Grameen Bank.Visitan a los ahorradores en sus tiendas, lugares de trabajo, puestos en el mercado y hogares para recoger cierto monto diariamente o a intervalos regulares. Por otra parte, generalmente son empresarios individuales que realizan un servicio financiero sin capital propio. Las cantidades ahorradas con los recolectores susu suelen ser pequeñas, en 1994 normalmente iban de $0.25 a $2.50. En Ghana, la cantidad promedio por día y cliente fue de $0.73 (Steel y Aryeetey 1994).Al final de cada mes,los ahorros son devueltos a los ahorradores quedándose los recolectores con el depósito de un día, o con el 3,3% de los ahorros mensuales como comisión. Los recolectores susu a veces otorgan un "anticipo" a los clientes que ahorran regular y sistemáticamente, yocasional- mente prestan a quienes no lo son (Aryeetey y otros 1994, 1997). Los recolectores de ahorros clasi- fican y hacen un seguimiento de sus prestatarios a través de sus observaciones diarias al recoger los depósitos. En Ghana, la evidencia sugiere que el reciente crecimiento de las pequeñas actividades comerciales ha posibilitado que los recolectores susu amplíen los préstamos en los últimos años, pues ha aumentado su base de depósitos. Pero las débiles relaciones con el sector financiero formal todavía limitan la expansión de las actividades de préstamo. ¿Por qué la gente está dispuesta a pagar por ahorrar con los recolectores susú? El sistema susu funciona como un servicio de gestión financiera. Los ahorradores comúnmente utilizan los fondos acumulados como capital de trabajo para reaprovisionarse de los suministros que les permiten mantener o expandir su negocio. Al comprometerse a apartar una cantidad de ahorros para su colector susu, la gente con peque- ños negocios -particularmente mujeres- puede mantener sus ahorros a salvo de las demandas de la familia y amigos. En situaciones donde los bancos comerciales no están en condiciones de aceptar pequeños depósitos de ahorradores que muchas veces son analfabetas, los depositantes pagan de buena gana por la comodidad de tener diariamente un banco en su hogar o puesto de trabajo. ¿Cómo facilitan los recolectores susu el acceso de las mujeres a los servicios financieros? No existe un monto mínimo de depósito, de forma que las mujeres pueden ahorrar pequeñas cantidades. Las mujeres no tienen que recorrer largas distancias. El sistema no tiene procedimientos complicados que requieran saber leer y escribir o niveles de educación altos. El sistema susu no está regulado por las reglamentaciones bancarias formales que en ocasiones actúan como barreras para el acceso de las mujeres, como los requisitos de la firma conjunta . Muchos programas de microfinanciamiento también ayudan a movilizar los ahorros animando o requiriendo que los miembros depositen parte de sus nuevos ingresos en cuentas bancarias. Aunque su objetivo es fomentar el hábito del ahorro, también ayuda a mujeres y hombres que viven en pobreza a crear activos financieros, con lo que se 144 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO obtiene seguridad para ellos y sus familias ante crisis económicas. Algunos progra- mas de microfinanciamiento también incluyen fondos de pensión que sirven como un seguro. Asesoría técnica en el campo. Las mujeres agricultoras tienden a tener un acceso más limitado a los recursos necesarios para la producción agraria. Y la información sobre la producción, la capacitación y las tecnologías que se adquieren a través de la asesoría técnica en el campo nacional no son la excepción. En Kenya, Malawi, Nigeria, Tanzania y Zambia, es más probable que los agentes que brindan asesoría visiten las tierras de los hogares encabezados por hombres que las de los hogares encabezados por mujeres (Quisumbing 1994). De forma similar, en Vietnam las mujeres que cultivan arroz tienen menos probabilidad que los hombres de recibir capacitación integral sobre el control de plagas o asesoría de los agentes o técnicos que prestan servicios de asesoría técnica en el campo (Chi y otros 1998). Esto ha tenido consecuencias importantes para el conoci- miento funcional de las agricultoras sobre el control de las plagas en comparación con el de los hombres, incluso después de controlar el efecto de educación, edad, y otras importantes características personales y agrarias. Los servicios de asesoría técnica en el campo, donde la mayoría de los agentes son hombres, tradicionalmente han puesto mayor atención en los agricultores varones, pues asumían que eran ellos quienes principalmente tomaban las decisiones y compartían con sus esposas la información relevante sobre asesoría técnica en el campo. Ninguno de estos supuestos es correcto. En muchos países son las mujeres quienes administran la tierra. Éste ha sido dur.ante mucho tiempo el caso en el África subsahariana, pero cada vez ocurre con mayor frecuencia en otras regiones a medida que los hombres dejan el empleo agrario por el empleo no agrario. Y al igual que con otros recursos, con frecuen- cia la información de asesoría técnica en el campo no se comparte dentro de los hoga- res. Aunque el 40% de las mujeres agricultoras en Trinidad indicaron que recibían asesoría agraria de su.smaridos, las agricultoras de Burkina Faso, India, Malawi, Nigeria, Siria y Tailandia informaron que solían obtener información sobre las modernas tecnologías de producción por parte de amigos, vecinos y parientes (Saito y Spurling 1992; Das Gupta 1995). En Burkina Faso, sólo el 1% de las mujeres agricultoras encuestadas indi- caron que habían oído hablar a sus maridos de las tecnologías de producción. La capacidad de las mujeres agricultoras para beneficiarse de la asesoría técnica en el campo puede mejorar considerablemente si los servicios toman en cuenta las diferen- cias entre mujeres y hombres en la elección de los cultivos, en las limitaciones de los recursos y en las restricciones culturales que limitan las interacciones mujer-hombre, individualmente o en grupos. Al igual que ocurre con otros sistemas de prestación de servicios, los mayores beneficios de tomar en cuenta los temas de género probablemen- te se producen cuando se empieza "desde abajo". Considerando a las agricultoras en las políticas de asesoría técnica en el campo y en las directrices operativas como un grupo separado, contratando mujeres que les brinden asesoría técnica (especialmente donde existen restricciones para que interactúen mujeres-hombres) y capacitando a los agen- PODER, INCENTIVOS Y RECURSOS EN EL HOGAR 145 tes de asesoría técnica de ambos sexos sobre las diferentes limitaciones a las que se enfrentan las agricultoras y agricultores en la producción (Saito y Spurling 1992, Das Gupta 1995). En regiones como él África subsahariana, donde las mujeres cultivan diferentes cosechas que los hombres: esto incluiría también la investigación agronómica sobre las cosechas cultivadas por ellas . Inversiones en infraestructura (que ahorren tiempo) Ciertas inversiones en infraestructura básica, particularmente la infraestructura que ayuda a mujeres y niñas a ahorrar tiempo, pueden incrementar el progreso hacia la equidad en el acceso a los recursos y en la participación económica. Como ya se ha indicado, las inversiones que reducen la distancia a la escuela pueden ayudar a elevar las tasas de matrícula femenina (en términos absolutos y con respecto a las masculinas), debido en parte a la reducción en los costos de oportunidad de la escolaridad de las niñas. En forma similar, incrementar el acceso a las instalaciones de los servicios de salud reduce el tiempo que mujeres y niñas necesitan dedicar en el hogar al cuidado de familiares enfermos (Gutiérrez 1998). Esto puede significar menos interrupciones en el trabajo asalariado de las mujeres y en la escolaridad de las niñas. De igual importancia son las inversiones en agua potable e infraestructura energéti- ca. En las áreas rurales de los países en desarrollo, donde las infraestructuras energética y de agua son pocas o inexistentes, los miembros del hogar emplean mucho tiempo en ir a las fuentes de agua de la comunidad (pozos) o en abrir áreas de acceso (ríos o bos- ques)". ¿Qué ocurriría si todos los hogares en el África subsahariana estuvieran a me- nos de 400 metros (aproximadamente una caminata de seis minutos) de una fuente de agua potable, que es el objetivo nacional establecido por el gobierno de Tanzania? Un estudio reciente de cinco áreas rurales en Burkina Faso, Uganda y Zambia encontró que el ahorro potencial de tiempo variaría, en promedio, de 125 a 664 horas por hogar al año en relación con los poblados donde no se hubiera cumplido esa meta (gráfico 4.3). En los poblados que eran "los peores casos:' (aquellos donde los hogares estaban más ale- jados de las fuentes de agua y combustible), el ahorro potencial de tiempo sería de 942 horas por año y hogar. Igualmente, si los terrenos boscosos u otros recursos energéticos para los hogares no estuvieran más allá de una caminata de 30 minutos, el ahorro poten- cial de tiempo en la recolección de leña variaría, en promedio, entre 119 y 610 horas por hogar por año. De nuevo, el ahorro potencial en los poblados peor situados sería de 984 horas por año y hogar, equivalente a medio año de trabajo de una persona que trabajara ocho horas diarias durante cinco días a la semana (Barwell 1996). En la mayoría de los lugares, la recolección de agua y de combustible es, en su mayor parte, responsabilidad de mujeres y niñas. En Ghana, Tanzania y Zambia, las 20 En más del 50% de los 68 países donde existen datos, más de la mitad de la población rural no tiene acceso a agua potable (Banco Mundial 2000). 146 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Gráfico 4.3 FUENTES MÁS CERCANAS DE SUMINISTRO DE AGUA Y COMBUSTIBLE PUEDEN REDUCIR SIGNIFICATIVAMENTE EL TIEMPO EMPLEADO EN ACTIVIDADES DE RECOLECCiÓN Promedio del ahorro potencial de tiempo por hogar y por año Horas 800 --,---------------------------...., 600 400 200 o Lusaka Kenya, Mbale, Kasama, Dedougou , rural, Burkina Uganda Zambia Burkina Zambia Faso Faso · Agua potable a 400 metros E2I Combustible a 30 minutos a pie Nota: Kasama y Dedougou están ya dentro del objetivo de agua potable a 400 metros. Fuente: Barwell (1996). mujeres ocupan no menos de dos tercios del tiempo que dedican al hogar en recolectar agua y combustible, mientras que para la infancia -principalmente para las niñas- estas actividades representan entre el 5 y el 28% del tiempo que dedican al hogar (Malmberg Calvo 1994), En las áreas rurales de Nepal y Paki stán, el escaso acce so a la leña signi- fica que las mujeres dedican más horas a recogerla y menos horas a generar ingresos (Kumar y Hotchckiss 1988; Cooke 1998; Ilahi y Jafarey 1999) . Lo mismo ocurre con el agua en las áreas rural es de Paki st án, donde las mujeres trabajan más horas y tienen menos tiempo libre que los hombres (Ilahi y Grirnard, de próxima publicación). Sin una adecuada infraestructura para el agua, el combustible o el transporte, estas actividades que consumen mucho tiempo a menudo se realizan a expensas de la escolaridad de las niñas o del tiempo que las mujeres dedicarían al trabajo remunerado o al ocio. Las inversiones en infraestructura que ahorran tiempo -así como en los mercados de energía, agua y transporte- pueden reducir el tiempo que las mujeres emplean en las actividades del hogar, dejándolas libres para llevar a cabo actividades que generan in- gresos. A su vez, una mayor capacidad para tener ingresos puede promover un equili- brio más equitativo de poder entre mujeres y hombres al interior de los hogares. Y aun cuando una mejor infraestructura en agua y energía puede benefici ar a todos los miern- PODER, INCENTIVOS Y RECURSOS EN EL HOGAR 147 bros del hogar, beneficia en especial a las niñas. Por ejemplo, en las áreas rurales de Marruecos, tener acceso a pozos o agua entubada incrementa la probabilidad de que las niñas y los niños asistan a la escuela. Pero el impacto es considerablemente mayor en las niñas, que son las responsables de recolectar el agua (Khandker, Lavy y Filmer 1994). * * * Este capítulo ha mostrado que los hogares distribuyen los recursos de acuerdo con preferencias que compiten entre sí y a un desigual poder de negociación entre sus miem- bros. Colocar más recursos en manos de las mujeres tiende a empoderarlas y a incre- mentar las asignaciones e inversiones que el hogar hace en los hijos e hijas. La evidencia aporta una razón de peso para focalizar las intervenciones por género. También destaca varios instrumentos clave de la política -políticas de precios, diseño de servicios te- niendo en cuenta el género, e inversiones en ciertos tipos de infraestructura- para redu- cir las desigu aldades entre mujeres y hombres en el control de los recursos. El amplio contexto institucional (discutido en el capítulo 3) y las decisiones del hogar sobre las asignaciones, interactúan para configurar los roles y las relaciones de género y para determinar el alcance de los derechos de mujeres y hombres, sus recursos y su voz en la sociedad. Sin embargo, ni el ambiente institucional ni los proce sos de toma de decisiones en el hogar son estáticos. Cuando los países crecen y se desarrollan -o experimentan contratiempos y recesiones económicas- las instituciones de la socie- dad cambian, como también lo hacen los incentivos y las limitaciones a los que los individuos y los hogares se enfrentan. Estos cambios afectan las inversiones y las opor- tunidades, por sexo. El siguiente capítulo examina cómo el crecimiento del ingreso y el desarrollo económico afectan a la desigualdad en razón de género en sus diversas di- mensiones. También examina de qué manera algunas importantes estrategias para el desarrollo, han afectado al progreso hacia la igualdad de género. Capítulo 5 ¿Es BUENO EL DESARROLLO ECONÓMICO PARA LA IGUALDAD "- ENTRE MUJERES Y HOMBRES? L as desigualdades en razón de género perjudican de muchas maneras las perspectivas de desarrollo económico de un país, imponiendo altos costos sobre el nivel de vida de la gente. Pero la relación entre la igualdad de género y el desarrollo económico se da en ambos sentidos, es decir, el crecimiento de los ingresos y el desarrollo económico pue- den ser buenos o malos para la igualdad de género. Este aspecto de esta relación, que se da tanto en un sentido como en otro, es el tema de este capítulo. La evidencia de muchos países muestra que aunque el creci miento económico no ha eliminado la pobreza, el porcentaje de personas que viven en pobreza ha disminuido en aquellos países donde han crecido los ingresos promedios (Banco Mundial 2000b): Actualmente, casi una quinta parte de los habitantes del mundo sobrevive con menos de un dólar al día. La incidencia de esta carencia varía mucho entre países. No resulta sor- prendente que cuanto más rico es un país, mayor es el consumo promedio de la quinta parte de la población que vive en mayor pobreza, y menor es la proporción de personas que viven con menos de un dólar diario. En promedio, cada punto porcentual adicional de crecimiento en el consumo promedio del hogar reduce esa proporción en aproximada- mente un 2%... La relación destaca la importancia del crecimiento económico para mejo- rar los ingresos de las personas que viven en pobreza y para que la gente salga de ella. (pp. 46-47). Pero estos hallazgos no implican que el crecimiento económico necesariamente mejore la igualdad entre mujeres y hombres. Sin embargo, en la medida en que el desarrollo económico mejora la vida de las personas en pobreza - aumentando los ingresos y las oportunidades de obtenerlo o ampliando la disponibilidad de contar con servicios públi- cos como escuelas, transporte y centros de salud- también se abren caminos para mejo- rar el bienestar de mujeres y niñas y aumentar la igualdad de género. El cambio económico afecta de manera distinta a mujeres y hombres. El capítulo 1 muestra que mujeres y hombres poseen derechos y recursos desig uales y, por tanto, no tienen la misma capacidad de aprovechar las oportunidades que presenta el cambio económico . Puesto que las mujeres y los homb res trabajan en diferentes sectores eco- 150 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO nómicos y en diferentes faenas, es probable que los cambios en los precios relativos de bienes y servicios, o los cambios tecnológicos, les afecten de forma diferente . Una economía más vibrante puede incrementar la igualdad de género a través de varias rutas, que se examinan en este capítulo: · El desarrollo económico amplía las oportunidades de trabajo, eleva la productividad de los trabajadores en los mercados laborales y conduce a la aparición de mercados de trabajo donde no existían. Estas mejoras pueden eliminar algunas ineficiencias económicas, aumentar el costo de permanecer desocupado para las personas que no estaban empleadas y enviar señales a los hogares e individuos sobre los beneficios que trae una mayor participación económica de hombres y mujeres. · Al crecimiento económico típicamente lo acompañan mayores inversiones en infra- estructura para agua potable, carreteras, .transporte y suministros de combustible. Estas inversiones y el desarrollo de mercados para sustituir mano de obra, pueden aligerar el trabajo no comercial de las mujeres y brindarles más oportunidades para el trabajo asalariado y el tiempo libre, ayudando a derrumbar las rígidas divisiones del trabajo por género. Reducir la carga del trabajo doméstico tiene también benefi- cios potenciales para la salud de las mujeres, para los ingresos del hogar y para la escolaridad de las niñas. Las inversiones en capital humano constantemente se enfrentan a fuertes restriccio- nes presupuestales, las cuales se relajan a medida que aumentan los ingresos en el hogar. Cuando aumentan los ingresos del hogar, las desigualdades entre mujeres y hombres en educación, salud y nutrición tienden a disminuir. Es probable que los hogares de menores ingresos que se han visto forzados a racionar los gastos en edu- cación, servicios de salud y nutrición, los aumenten. Y cuando esto sucede, las de- sigualdades entre mujeres y hombres en capital humano tienden a disminuir. Cuando el desarrollo económico incrementa la disponibilidad y la calidad de los servicios públicos, como centros de salud, escuelas y carreteras, disminuye para los hogares el costo de invertir en capital humano. Si los costos disminuyen más para las mujeres que para los hombres -o si, como sugiere la evidencia de diversos países, las inversiones que se hacen en las mujeres son más sensibles a los cambios de los precios que las inversiones en los hombres- las mujeres se benefician más. Este capítulo considera diversos estudios de hogares y de países sobre cómo la igual- dad de género se ha visto afectada por el desarrollo económico a través de estos cami- nos. También examina la experiencia del desarrollo en varias regiones del mundo y la manera en la que las grandes estrategias de desarrollo han tenido diferentes impactos en hombres y mujeres. Una gran cantidad de literatura empírica sugiere que la igualdad entre mujeres y hombres, medida de diversas maneras, mejora con el desarrollo econó- mico. Pero los resultados también indican que algunas desigualdades en razón de géne- ro persisten a pesar del desarrollo económico. ¿Es BUENO EL DESARROLLO ECONÓMICO PARA LA IGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMBRES? 151 En los países de Asia oriental , que han crecido rápidamente durante las tres últimas décadas (a excepción de las crisis financieras de los años noventa), las brechas entre la educación y los salarios reales de hombres y mujeres se redujeron a medida que aumen- taron las oportunidades de trabajo de las mujeres . Sin embargo, la desigualdad en razón de género en la representación política continúa siendo mayor de lo que pudiera espe- rarse, dados los ingresos promedios per cápita en la región. En Europa oriental y la antigua Unión Soviética, el colapso de la producción, como consecuencia de la restructuración de los sectores productivos y de la reducción del tamaño del sector pú- blico, pone de manifiesto los riesgos que acompañan a las principales reformas econó- micas y la disparidad de sus efectos sobre mujeres y hombres. Allí, las desigualdades entre mujeres y hombres están resurgiendo como consecuencia de menores ingresos, puestos de trabajo perdidos y la reducción del apoyo gubernamental para los cuidados infantiles y los servicios de salud. DERRUMBAR LAS RÍGIDAS DIVISIONES DEL TRABAJO POR GÉNERO La tecnología, la medida en la que existen y funcionan los mercados laborales, y las normas de género sobre la división del trabajo determinan la asignación del trabajo y del tiempo libre dentro de la sociedad. Como ya se ha visto en capítulos anteriores, en la mayoría de las sociedades las mujeres cargan con el peso de las responsabilidades do- mésticas: cocinar, acarrear agua, recolectar combustible y cuidar de los niños, los enfer- mos y las personas mayores. En promedio, las mujeres trabajan muchas más horas que los hombres, especialmente cuando las mujeres también trabajan en el empleo asalaria- do. Por otra parte, se espera que los hombres sean el principal sostén y protector de su familia, y su autoestima y posición en la sociedad se encuentran muy ligadas a su capa- cidad para cumplir con estas expectativas. Y cuanto más marcados y estratificados es- tén los roles de género en la sociedad, más rígida será la división de trabajo por género. El desarrollo económico introduce incentivos y oportunidades que pueden romper los arraigados roles de género en la economía, permitiendo que las mujeres participen de la misma manera que los hombres en la economía de mercado (y no sólo durante la recesión económica) y que los hombres compartan las actividades domésticas. El creci- miento económico puede aligerar la carga de trabajo de las mujeres en el hogar, deján- doles más tiempo libre y la elección de emprender trabajos de tipo comercial. Y puede permitir a los hombres aligerar su propio trabajo comercial y persuadirlos de llevar a cabo más actividades de tipo no comercial. Aligerar el trabajo doméstico Los estudios muestran que cuando los ingresos y la riqueza del hogar crecen, las horas de trabajo femenino disminuyen, manteniendo constantes otros factores, y esta caída tiende a sobrepasar la correspondiente disminución de las horas de trabajo de los varo- 152 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO nes. En Perú, del total de las horas trabajadas por las mujeres, las mujeres del 20% de los hogares más pobres son quienes más trabajan, mientras que las horas totales trabaja- das por los varones permanecen estables a lo largo de la distribución del ingreso . Así, las brechas de género en el trabajo y el tiempo libre son más pequeñas entre los hogares con ingresos altos (Ilahi 2000). De similar manera, en Bangladesh e India, una mayor riqueza -medida por diversas formas de ingresos no salariales- se relaciona con menos horas totales trabajadas (y más tiempo libre) para las mujeres con respecto a los hom- bres (Khandker 1988; Skoufias 1993). Pero no todos los estudios siguen este patrón. En Pakistán, un incremento de los ingresos no salariales no tuvo ningún impacto apreciable sobre el trabajo y tiempo libre de las mujeres (Ilahi y Grimard (próxima publicación); Ilahi y Jafarey 1999). Y en las regiones montañosas de Nepal, tanto hombres como mujeres emplean más horas en el trabajo agrario a los niveles más altos de ingresos, aumentando las horas totales de trabajo de los hombres en mayor medida que las de las mujeres (Kumar y Hotchkiss 1988). También existe evidencia que compara diversos países. Dos medidas de la igualdad de género en el uso del tiempo -horas promedio trabajadas en todas las actividades y horas promedio trabajadas sólo en actividades no comerciales- están positivamente re- lacionadas con el PIB per cápita (gráfico 5.1). Un gráfico de dispersión de 23 países con promedios comparables de horas trabajadas muestra el siguiente patrón : en casi todos los países, las mujeres trabajan más horas que los hombres. Pero esta diferencia por sexo es mínima (prácticamente nula) entre los países de ingresos altos donde, en prome- dio, hombres y mujeres trabajan menos horas. La brecha, por sexo, entre los países con un PIB per cápita mayor a 5.000 (dólares de 1995, ajustados a la paridad del poder adquisitivo) y aquellos países con uno menor a esta cantidad es de aproximadamente 100 minutos al día. Una importante causa de esa brecha, por sexo, en el trabajo total es la brecha en el tiempo empleado en actividades no comerciales. Esta diferencia también es menor en los países con ingresos altos que en los países con ingresos bajos, pero el efecto que tiene el desarrollo económico es menor que para el de las horas totales traba- jadas, lo que indica que incluso con más opciones de trabajo y mayor flexibilidad per- siste la división tradicional del trabajo entre mujeres y hombresl. Impulsando el aumento del nivel y la calidad de la infraestructura, el crecimiento económico proporciona oportunidades para aligerar la carga del trabajo de mujeres y niñas en el hogar. Las mejoras en infraestructura, tan cruciales para el crecimiento eco- nómico sostenible, afectan directamente la eficiencia de la producción en el hogar, re- duciendo el tiempo empleado en el trabajo doméstico y dejando tiempo para otras actividades. Esto representa un tremendo potencial para los países pobres. Considere- mos que la capacidad de generar energía eléctrica (en kilowatios por millón de perso- Estos hallazgos concuerdan con los de un estudio anterior sobre el uso del tiempo de hombre s y mujeres en un menor número de países industrializados y preindu strializados, realizado por Juster y Stafford (199 1). ¿Es BUENO EL DESARROLLO ECONÓMICO PARA LA IGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMBRES? 153 Gráfico 5.1 LAS MUJERES TRABAJAN MÁS, ESPECIALMENTE EN ACTIVIDADES NO COMERCIALES Trabajo total 700 L3 . · I ; 600 - I I · L3 al 'C .. L3 I o a. 500 .8 '" · ::> c: · L3 ~ 400 G G · ·I 300 1 I 1 5,5 6,5 7,5 8,5 9,5 10,5 PIS per cápita (valores logarítmicos) Trabajo no comercial 500 L3 1}] g¡ 400 - L3 I · , ~ L3 I L3 "C L3 I o L3 [L] a. I 300 - '"o I I [jjJ .. .: ~.~~ I L3 .... tJBi3 .,.:W "S L3 c: i · I ~ I i I 1 111: 11 200 - lli 100· - " ·· ·· I I I .l.· !¡ I ! I I · i ¡ 1 · · · I O I I I I 5,5 6,5 7,5 8,5 9,5 10,5 PIS per cápita (valores logarítmicos) · Hombres @!3 Mujeres Nota: Véanse los países incluidos y los años, en el apéndice 1; véanse las definiciones de trabajo comercial y no comercial en el glosario. Fuentes: Datos de trabajo de PNUD (1995); datos de ingresos per cápita del Sanco Mundial (1999d). 154 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO nas) de los países de ingresos altos es aproximadamente cinco veces la de los países de ingresos medios, y que la capacidad generadora de los países de ingresos medios es siete veces la de los países de ingresos bajos (Banco Mundial 1994d). El acceso al agua potable es casi general en los países de ingresos altos, mientras que no tienen acceso a la misma una quinta parte de la población de los países de ingresos medios y casi un tercio de la población de los países de menores ingresos (UN 2000) . Estas cifras ponen de manifiesto las grandes mejoras potenciales que el desarrollo económico podría lograr. y cuando está disponible, la mano de obra asalariada puede sustituir el trabajo fami- liar en la agricultura o en actividades para el cuidado de otras personas, aliviando así la carga de trabajo de los miembros del hogar. Si se prestan a bajo costo, los servicios para el cuidado de los hijos pequeños, las personas enfermas o las personas mayores pueden sustituir el trabajo de las mujeres y aumentar la participación de las mujeres en el em- pleo remunerado. O pueden sustituir el tiempo que ocupan las niñas mayores en estas tareas, aumentando su asistencia escolar, tal y como se indica en el capítulo 4. Un mer- cado para las trabajadoras agrarias posibilita que los hogares hagan frente a la mayor demanda por mano de obra durante la estación de cultivo sin sacar a los hijos mayores de la escuela o añadiendo excesivas horas al trabajo de las mujeres. Pero donde no hay mercados de trabajo o éstos no funcionan bien, es imposible sustituir el trabajo familiar por trabajadores contratados para tal efecto, aun cuando en términos económicos tenga sentido hacerlo. Esto se traduce en ineficiencias para los hogares. Más oportunidades para las mujeres en el mercado de trabajo El desarrollo económico trae consigo cambios dramáticos en la estructura del empleo y en la productividad del trabajador. Con frecuencia aumenta las oportunidades de traba- jo urbano, impulsando a que más gente deje la agricultura y se traslade a las ciudades. Cuando el cambio económico da origen a un nuevo sector y erosiona la preponderancia de otro, produce ganadores y perdedores, especialmente a corto plazo en la medida en que los nuevos empleos compiten con los otros ya existentes y los trabajadores mejor preparados se pasan al sector que va en aumento. En los sectores económicos que pierden importancia, el que las mujeres y hombres se vean desproporcionadamente perjudicados, y en qué grado, depende de la rapidez con que sean capaces de hacer frente a verse desplazados, a invertir en nuevas habilida- des y encontrar un nuevo empleo. Los cambios en el mercado de trabajo probablemente afectarán a mujeres y hombres de manera diferente, porque poseen habilidades para el trabajo, experiencia, activos, información y conexiones sociales que son desiguales, y de esta forma no se benefician en la misma manera de las nuevas oportunidades de trabajo. Muchas veces los hombres se reubican para aprovechar los salarios más altos en el nuevo sector y las mujeres aceptan los empleos en los sectores tradicionales que son los peor pagados. Alrededor del mundo , las revoluciones agrarias han generado estos tipos de cambios en el mercado de trabajo, acompañados de amplias transforma- ciones sociales y económicas (Boserup 1970). Los hombres emigran a las ciudades y ¿Es BUENO EL DESARROLLO ECONÓMICO PARA LA IGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMBRES? 155 dejan a las mujeres en las comunidades de origen para que se ocupen de la agricultura, o bien, cuando los cultivos a pequeña escala que tradicionalmente eran responsabilidad de las mujeres se convierten en un cultivo comercial importante, los hombres tomarán el control de los cultivos de las mujeres (Kevane, próxima publicación). Pero las mujeres pueden ganar también . Dos casos ilustran esto: En Bangladesh, con el desarrollo de la industria de confección del vestido para la exportación y el correspondiente incremento de las oportunidades salariales para las mujeres jóvenes, las familias han superado la resistencia social a que las mujeres trabajen fuera del hogar y envían a las mujeres a las fábricas de confección del vestido. Este crecimiento en la industria de confección del vestido ha creado ya 1.3 millones de puestos de trabajo en el sector formal, aproximadamente un 90% de ellos ocupados por mujeres (Bhattacharya y Rhaman 1998). El aumento del empleo femenino en el país ha cambiado la visión sobre el ámbito económico de las mujeres y, según se dice, ha incrementado el prestigio social de las mujeres, su control sobre los ingresos y su poder para tomar decisiones en la familia (Kabeer 2000; Paul- Majumder y Begum 2000). En el sur de India, en la industria del tallado de piedras preciosas, las mujeres se están haciendo cargo de empleos que tradicionalmente eran desempeñados por va- rones (Kapadia 1999). Las mujeres casadas de la casta Soliya Vellalar, de Tamil Nadu, típicamente trabajaban a la par que sus maridos en los talleres de tallado de piedras preciosas, trabajo por el cual recibían el título de "ayudantes". Con la reduc- ción de las tarifas arancelarias sobre la maquinaria importada y una mayor liberali- zación económica, la industria de las piedras sintéticas se ha expandido rápidamente, de la misma manera en que lo hizo la economía en su conjunto. Entre 1992 y 1997, muchos hombres dejaron de tallar piedras para ocupar trabajos no agrarios o even- tuales y mejor pagados fuera de sus pueblos o aldeas. Las mujeres no pudieron apro- vechar de la misma manera estas nuevas oportunidades porque los tabúes sociales y culturales les negaban la misma movilidad. En su lugar, a las mujeres se les capacitó para trabajar en las máquinas semiautomáticas de la industria de la joyería, y poco a poco han sustituido a los trabajadores varones calificados. Aun cuando los trabajos desempeñados por las mujeres estaban peor pagados que los nuevos empleos de los hombres, solían estar mejor pagados que las alternativas de empleo que tenían las mujeres. Hoy, otras dos importantes tendencias en los mercados laborales están afectando el trabajo remunerado de las mujeres. En primer lugar, un subconjunto del sector informal -el del trabajo industrial que se lleva a cabo en el hogar- está transformando la estruc- tura del empleo, incluso en los países más industrializados, con importantes implicaciones para la participación de las mujeres . Las revoluciones industriales de hace más de un siglo reorganizaron el trabajo, haciendo que éste girara alrededor de las fábricas, crean- do una separación espacial entre el trabajo femenino y el masculino. Pero ha habido una 156 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO vuelta hacia el trabajo en el hogar, como una alternativa de bajo costo para las empresas del sector formal para hacer frente a las fluctuaciones de la demanda y como una estra- tegia para reducir los costos laborales (Anderson y Dimos 1999; Prügl 1999). Los pues- tos de trabajo pueden ser atractivos para las mujeres casadas y con hijos, pues la disposición espacial puede permitirles combinar el trabajo remunerado con sus obliga- ciones tradicionales. Pero esta ventaja podría quitar valor a sus salarios (y prestacio- nes), pues estas empresas pueden trabajar al margen de las leyes laborales y con frecuencia por debajo de los salarios mínimos establecidos por la ley. La segunda tendencia es el incremento de las industrias que requieren mucha mano de obra calificada, especialmente en el uso intensivo de computadoras por los trabaja- dores. Veamos lo que ocurre en Estados Unidos: a principios de los años noventa, casi la mitad de los trabajadores usaban computadoras en sus puestos de trabajo, pero ahora es más probable que las mujeres usen computadoras que los hombres (recuadro 5.1; Weinberg 2000) . Asimismo, en los países en desarrollo el uso de la computadora ha aumentado de manera espectacular en la última década. El número de computadoras por cada 1.000 habitantes pasó de menos de 2 a 9 en China, 15 en Filipinas y 30 en Brasil desde 1988 a 1998. Al mismo tiempo, el número de computadoras utilizadas a nivel nacional en estos países, ha crecido entre el 22% y el 36% por año (Banco Mun- dial 1999d). La nueva tecnología está creando nuevas oportunidades en todas las eco- nomías , pero también existe el peligro de que se queden atrás quienes no tienen las habilidades apropiadas o los medios para acceder a la tecnología. Existirán notables disparidades entre mujeres y hombres cuando las brechas se agraven por las diferencias entre pobres y no pobres y entre residentes urbanos y rurales. Menor participación de los hombres en el mercado de trabajo A medida que en las últimas décadas las tasas de participación de las mujeres en la fuerza laboral han aumentado en muchas partes del mundo, la participación de los hom- bres mayores en el mercado de trabajo ha caído considerablemente. En todas las regio- nes del mundo, las tasas de participación han descendido para los hombres cuyas edades están comprendidas entre los 55 y 64 años y para los mayores de 65 años, aproximándo- se a las tasas de participación femenina (gráfico 5.2). Para los hombres cuyas edades están comprendidas entre los 55 y 64 años de edad, la caída ha sido considerablemente más fuerte en Europa y América del Norte que en otras regiones, pero todas las regiones muestran similares tasas de descenso para hombres mayores de 65 años. Mientras que durante los años sesenta en muchos países europeos un tercio de los hombres general- mente trabajaban pasados los 65 años, ahora la edad promedio de jubilación de los varones está por debajo de los 60 años. A principios de los años sesenta, las tasas de participación de hombres entre 60 y 64 años disminuyeron desde más del 60% a sólo el 15-40% en los años noventa en Bélgica, Francia, Alemania, Italia y España (Gruber y Wise 1998). En Estados Unidos, la tasa de participación de los hombres mayores de 60 años ha caído sin interrupción desde 1930, con los descensos más espectaculares desde ¿Es BUENO EL DESARROLLO ECONÓMICO PARA LA IGUAL? AD ENTRE MUJERES Y HOMBRES? 157 Recuadro 5.1 EL USO DE LAS COMPUTADORAS Y EL EMPLEO DE LAS MUJERES Las dos últimas décadas han experimentado un crecimiento sin precedentes en el uso de computadoras en el trabajo. En Estados Unidos la proporción de trabajadores que usa directamente una computa- dora subió de apenas un cuarto en 1985, a más de un tercio en 1989 y a más de la mitad en 1993 (Weinberg 2000). Controlando los efectos de una variedad de características individuales, como son educación, experiencia, raza y sexo, los trabajadores que usan computadoras ganan entre un 10% y un 15% más que los trabajadores que no lo hacen (Krueger 1993). De hecho, el uso de computadoras representó aproximadamente el 40% del incremento en el rendimiento de la educación entre 1984 y 1989. En Estados Unidos hay más mujeres que hombres que usan computadoras en el trabajo. Por ejemplo, en 1993 las mujeres tenian un 33% más de probabilidad de usar computadoras que los hombres (Weinberg 2000). Descomponiendo las causas del crecimiento en el empleo de las mujeres utilizando regresiones por industrias , el aumento del uso de computadoras puede representar más del 50% del crecimiento del empleo femenino entre 1984 y 1993. En los países en desarrollo las mujeres están todavía subrepresentadas entre los usuarios de computadoras. Aunque el 50% de los usuarios de Internet en Estados Unidos son mujeres, la propor- ción es del 35-37% en Brasil y China, y de sólo un 6% en Oriente Medio (Encuestas Nua Internet 2000). y aun cuando está aumentando la proporción de las usuarias de las tecnologías informáticas, las mujeres no necesariamente se están desplazando hacia una participación laboral igualitaria con respecto a los hombres . En Brasil, numerosas mujeres asisten a cursos de capacitación en informá- tica, pero principalmente se inscriben en cursos de procesadores de textos para puestos de secreta- rias o de asistentes, y no en cursos de redes o programación que pudieran prepararlas para ocupar puestos de trabajo mejor pagados y con posibilidades de ascensos (Taggart y O'Gara 2000). En India y Malasia, aunque la tecnología de información ha incrementado el empleo femenino, una gran parte de las nuevas trabajadoras ocupan puestos administrativos que requieren bajas calificaciones (Meng 1993). Como hay más gente que usa la tecnolog ía de las computadoras es probable que las diferencias en el uso que se le da a esta tecnología , en lugar del número de usuarios , determinen si las mujeres o los hombres se benefician de la revolución tecnológica . 1950 (Wise 1997). La proporción de hombres de 55 años y más en el mercado de traba- jo cayó del 61,4%, en 1940, al 52,7% en 1970, y al 39,4% en 1990. En general, las tasas de participación masculina en la fuerza laboral para estos dos grupos de edad son mucho más altas en África, Asia y América Latina que en Europa y América del Norte. Éste es el caso a pesar de que la edad legal de jubilación en los países pobres tiende a ser más baja que en los países ricos, por ejemplo , en el África subsahariana el promedio es de 57 años, frente a los 64 años en los países de la ocos (Banco Mundi al 1994b). Pero incluso en las regiones en desarrollo está disminuyendo la tasa de participación de los hombres de entre 55 y 64 años de edad, y el descenso es mayor para los que tienen 65 años y más. En cambio, la tasa de participación de las mujeres entre 55 y 64 años de edad ha subido y para las mayores de 65 ha permanecido constante, a excepción de África . Hay varias posibles explicaciones para los patrones que siguen los hombres mayo- res, pero consideremos los relacionados con el desarrollo económico. En primer lugar, 158 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Gráfico 5.2 LAS TASAS DE PARTICIPACIÓN EN LA FUERZA LABORAL DE HOMBRES Y MUJERES MAYORES ESTÁN CONVERGIENDO Tasas de participación de los hombres Tasas de participació n de las mujeres en la fuerza laboral. 55-64 años en la fuerza laboral, 55-64 años 100 100 -ro-""=-_ _ _ ::-:::-:;;:::: ---........ 80 80 - .... --- 60 - .... 60 - % % 40 - 40 20 - 20 - ------------~ o o I 1960 1970 1980 1990 2000 1960 1970 1980 1990 2000 Tasas de participació n de los hombres Tasas de participación de los hombres en la fuerza laboral. 65 y más años en la fuerza laboral. 65 y más años Relación de feminidad 80 -,-------------, 80 60 60 - - % - 40 40 - 20 20 ...._- o -+---,----,----,---., ---- --- o 1960 1970 1980 1990 2000 1960 1970 1980 1990 2000 --África --AméricaLatinayelCaribe - - - Europa --Asia --AméricadelNorte Nota : Las tasas de participación muestran el número de individuos económicamente activos como un porcentaje de la población total en las categorías de edad y sexo. Los datos para 2000 se basan en proyecciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Fuente: OIT (2000) . un incremento de los ingresos y su correspo ndiente mayo r demanda por tiempo libre - la oportunidad de disfrutar de las ganancias- está animando a la gente a jubilarse antes. Pero quizá es más importante el hecho de que durante las últimas décadas los incentivos financieros para jubilarse anticipadamente se han vuelto más asequibles, ya sea en forma de pensiones de la seguridad social pública o como planes de pensiones ¿Es BUENOEL DESARROLLO ECONÓMICO PARA LA IGUALDADENTRE MUJERES Y HOMBRES? 159 personales (Blondal y Scarpetta 1997; Wise 1997). En realidad, los planes de pensiones son costosos para los hombres que continúan trabajando más allá de una cierta edad, debido a que no se disfruta la pensión y se continúa cotizando. Un estudio de 15 países de la ecos estima que un aumento del 10% en este impuesto implícito sobre el trabajo que se realiza entre los 55 y 65 años de edad, disminuye las tasas de participación entre los hombres mayores en un 2% en promedio (Blondal y Scarpetta 1997)2. El tener más opciones de programas formales del seguro para la vejez, una presta- ción que otorga el desarrollo económico, ha cambiado el comportamiento de los hom- bres mayores en el mercado de trabajo, con posibles consecuencias para su seguro en la vejez, salud y roles de género. En efecto, la tendencia plantea varias preguntas que cobran importancia para la igualdad de género: a medida que convergen los modelos de oferta laboral de hombres y mujeres, ¿convergerán también las actividades no comer- ciales de tal manera que las responsabilidades domésticas sean compartidas más equita- tivamente? En la medida en que el descenso de la participación de los varones en el trabajo comercial sea voluntario y predecible, ¿acaso esto aumentará la esperanza de vida de los hombres? ¿Cómo se beneficiarán las mujeres de esta tendencia a la baja de la participación masculina en la fuerza de trabajo? Si los hombres comienzan a dejar de ahorrar a una edad más temprana y viven más tiempo, ¿cuáles son las implicaciones para sus esposas? Obsérvese que las mujeres no se benefician de los programas del seguro para la vejez en la misma medida que lo hacen los hombres, porque ellas, en promedio, acumulan menos años de trabajo y muchas veces no pueden tener acceso a dichos programas. La investigación sobre estas cuestiones está aumentando en los países industrializados, donde el descenso en la tasa de participación de los hombres mayores es más pronun- ciado. Una cuestión central de la investigación es el adecuado diseño de los planes de pensión. Como se mencionó en el capítulo 3, el diseño de los planes de pensión puede tener diferentes impactos sobre hombres y mujeres; el siguiente capítulo aborda este tema con más detalle. A UMENTAR LOS INCENTIVOS PARA INVERTIR EQUITATIVAMENTE EN EL CAPITAL HUMANO En buena parte, los hogares toman decisiones sobre el trabajo, consumo e inversiones, como respuesta a los precios y otras señales del mercado que determinan los costos y beneficios de dichas decisiones. Los cambios en estas señales llevan a que los hogares reasignen sus recursos entre actividades y entre individuos. La evidencia de una amplia variedad de países sugiere que las inversiones en las mujeres son más sensibles a los cambios en los precios que las inversiones en los hombres, de tal manera que es proba- 2 Las regresiones controlan el efecto de la tasa de desempleo. las tasas de actividad del mercado laboral para la población. la edad estándar para tener derecho a la pensión. la correlación serial residual y la heteroscedasticidad. 160 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO ble que las políticas que consisten en reducir los costos o elevar los rendimientos de estas inversiones beneficien más a las mujeres y, por tanto, reduzcan las diferencias en razón de género en el capital humano. Costos de inversión más bajos La discusión en el capítulo 4 sobre la asignación de los recursos en el hogar indica que los hogares toman sus decisiones como respuesta a los cambios de los precios, entre otros factores. Estos cambios de precios son consecuencia de varios factores, entre los cuales se encuentran las fuerzas del mercado y la política pública. Por ejemplo , cuando una economía más fuerte hace que sea asequible para el Estado proporcionar centros de salud y escuelas (porque los ingresos fiscales son más altos), el costo del cuidado de la salud y de la educación probablemente disminuya para los hogares de menores ingre- sos. Por otra parte, no es necesario que la expansión de la oferta se origine en el sector público. Una economía más fuerte facilita también un aumento en la prestación de ser- vicios privados, especialmente si se percibe una creciente demanda por capital humano. Asimismo, una economía más fuerte hará posible que algunos hogares que viven en pobreza puedan pagar estos servicios aunque los precios no bajen, pero si los precios bajan, esto permitirá que los hogares de bajos ingresos puedan disfrutar de ellos. ¿Cómo afecta esto a la igualdad de género? Aunque una mayor prestación de servi- cios puede no estar dirigida específicamente a las niñas o mujeres, éstas pueden benefi- ciarse desproporcionadamente. Una disminución en el costo efectivo de las inversiones puede ser mayor para ellas que para los hombres. Construir más escuelas para reducir la distancia promedio a la escuela probablemente aumentará la matrícula de niños y niñas, pero puede ser especialmente beneficioso para las niñas que no asistían a la escuela debido a la distancia. Como se indica en el capítulo 4, la distancia a la escuela es típica- mente una barrera para la educación de las niñas, especialmente en situaciones en las que los padres temen por la seguridad y reputación de sus hijas. Otro ejemplo: las ma- dres y las hermanas mayores son quienes se encargan principalmente de cuidár a los niños menores. Mejorar la disponibilidad de los servicios rurales de salud para los niños pequeños y disminuir los costos del cuidado infantil reducen los costos de las madres y de sus hijas por cuidar a otras personas, elevando su bienestar. También permite a las hijas mayores pasar más tiempo en la escuela (Lokshin, Glinskaya y García 2000). Percepción de que algunas inversiones obtienen rendimientos más altos La percepción de que los beneficios que se obtienen de invertir en el capital humano de las mujeres son más bajos que los de los hombres, tiende a disminuir considerablemente las inversiones que se hacen en ellas. Así, los factores que incrementan los rendimien- tos de estas inversiones y mejoran su percepción, son importantes incentivos para lo- grar inversiones más equitativas. ¿Es BUENO EL DESARROLLO ECONÓMICO PARA LA IGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMBRES? 161 Las percepciones erróneas surgen de fallas de información que están generalizadas en las economías menos desarrolladas. Por ejemplo, las diferencias en los salarios de mujeres y hombres no reflejan exactamente las diferencias por sexo en los efectos que tiene la educación sobre la productividad (particularmente cuando existen prejuicios en el mercado de trabajo) y, por tanto, no promueven inversiones óptimas en el capital human o. En un estudio sobre Indonesia, Behrman y Deolalikar (1995), estimando el impacto que tiene la educación sobre los salarios y tomando explícitamente en cuenta las decisiones sobre educació n, concluyen que aunque las mujeres tienen salarios más bajos, en promedio reciben incrementos salariales que son más altos que los que reciben los hombres por cada año adicional de educación primaria. A nivel secundaria, el im- pacto en los salarios femeninos es un 50% mayor que en el de los hombres. Aunque hay estudios que discrepan (por ejemplo, Kingdom 1998), un número de estudios de otros países apoyan las conclusiones para Indonesia (Schultz 1993, 1998). Las fallas en la información, tanto en los trabajadores que reciben información sobre cómo opera el mercado y sobre cómo se recompensan determinadas habilidades, así como la manera en que los trabajadores envían señales sobre su productividad y apego al merca- do de trabajo, probablemente son mayores para las mujeres que para los hombres por varias razones. Una es que el trabajo de las mujeres todavía se realiza predominantemente fuera del mercado. Aunque las mujeres tienen algunas redes de información en las que pueden confiar, habrá otras redes que no estén a su disposición. Por ejemplo, las limita- ciones que enfrentan las mujeres en el terreno del empleo remunerado restringen su capa- cidad para conocer los rendimientos de su capital humano en el mercado, reduciendo las señales sobre la conveniencia de educar a las niñas (Alderman y King 1998). La creación de mercados y la expansión de las oportunidades de trabajo para las mujeres en dichos mercados reducen las fallas de información que existen respecto a los rendimientos del capital humano femenino. Unos cuantos estudios en países indus- trializados estiman el impacto que tienen las señales del mercado sobre las decisiones sobre educación en materia de rendimientos del capital humano. Encuentran que las elecciones de matrícula responden no solamente al precio de la educación, como se indica en el capítulo 4, sino también a las señales del mercado sobre los rendimientos que se espera n de ella, aunque los estudios no indican si las señales tienen diferentes efectos para mujeres y hombres (véase, por ejemplo, Altonji 1991). Finalmente, los mercados producen incentivos reales. Un incremento sostenido de la demanda de trabajo en la economía puede mejorar de forma permanente la igualdad en las inversiones en el capital humano de hombres y mujeres, elevando los rendimien- tos del capital humano femenino en el mercado, lo que a su vez ayuda a derrumbar las rígidas divisiones del trabajo. Mayoresingresos en el hogar El desarrollo económico puede mejorar la igualdad entre hombres y mujeres en las inversiones a través de la oferta y la demanda, aumentando la prestación de servicios, 162 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO elevando las tasas esperadas de rendimiento del capital humano y ampliando los recur- sos del hogar. La evidencia del capítulo I recuerda que las desigualdades en razón de género son más pronunciadas entre los hogares que viven en pobreza que entre los que no. Los mercados de capital que aún no se han desarrollado impiden que la gente pida préstamos contra sus ingresos futuros, de tal manera que es probable que donde estos mercados son escasos, las personas que viven en pobreza se vean aún más limitadas. Por esta razón, los incrementos en los ingresos del hogar pueden estimular mayores inversiones en capital humano, especialmente entre las personas que viven en pobreza. y cuando el desarrollo económico aumenta los ingresos de las personas que viven en pobreza, existen grandes ganancias potenciales para la igualdad de género. Es probable que estas ganancias en los ingresos tengan efectos desiguales sobre las hijas y para los hijos, pues cuando los presupuestos son muy apretados, los hogares tienden a invertir más en los hijos que en las hijas, y cuando los ingresos suben, la demanda por capital humano de las hijas es más sensible (Alderman y Gertler 1997)3. La magnitud del efecto del ingreso varía según las distintas situaciones, pero con frecuencia tienen importancia económi ca (tabla 5.1 ). En Rajahstán, India, un incremen- to del 1% en los ingresos per cápita del hogar eleva la probabilidad de que los niños se matriculen en la escuela intermedia en tan sólo un 1%, mientras que para las niñas la eleva en un 4% (Basu 1997)4. En Malasia, un aumento del 1% en los ingresos del hogar incrementa la probabilidad de asistencia de las niñas a la escuela en 18-20 puntos por- centuales, comparada con la de los niños que es de 5-6 puntos (De Tray 1988). También se observan patrones similares en la demanda del hogar por nutrición y cuidado de la salud. En Ghana, las discriminación en razón de género en nutrición entre los hijos e hijas se hacen más evidentes entre los hogares de menores ingresos (Garg y Morduch 1996, 1998). En dichos hogares, un incremento margin al en los gastos per cápita del hogar reduce la probabilidad de tener un peso más bajo que el normal en un 50% más para las niñas que para los niños. En Pakistán, al nivel de ingresos promedio para el hogar, un incremento del 1% en los ingresos per cápita eleva la demanda por asistencia médica entre un 15 y un 20% para las niñas y entre un 8 y un II % para los niños (Alderman y Gertler 1997). La otra cara de la moneda de que elevar los ingresos del hogar se tiene un mayor efecto positivo sobre las mujeres -mejorando así la igualdad de género en educación, salud y nutrición- es que las crisis económicas que erosio nan los ingresos tienen tam- bién más probabilidad de tener efectos más devastadores sobre las mujeres que sobre los hombres. A mediados de los años noventa la sequía en Zimbabwe redujo el índice 3 Los ingresos adicionales del hogar pueden llevar a un incremento de demanda por capit al humano en la familia . pero el efecto sobre las desigualdades por razón de género está determ inado por una variedad de factores sociales e institucionales. como se ve en el capítulo 3. No existe ningún proceso automático por medio del cual un aumento en los recursos del hogar reduzca las desigualdade s por razón de género. 4 Las tasas medias de matrícula específicas por edad en la escuela intermedi a son del 81% para los niños y del 31% para las niñas. ¿Es BUENO EL DESARROLLO ECONÓM ICO PARA LA IGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMBR ES? 163 Tabla 5.1 CÓMO AFECTAN LOS INGRESOS A LA DEMANDA POR EDUCACiÓN, SALUD Y NUTRICiÓN , POR SEXO Estudio País Conclusiones clave Salud y nutrición Rose 1999 India Las lluvias fuertes e inesperadas, una variable proxy para los ingresos, incrementan más las probabilidades de supervivencia de las niñas durante los dos primeros años, que las probabilidades de supervivencia de los niños. Hoddinotl y Zimbabwe El índice de masa corporal promedio de las mujeres cayó un 3% Kinsey 2000 durante la sequía; prácticamente no hubo variación para los hombres. Alderman y Pakistán Las elasticidades de la demanda por servicios de salud con respecto a los Gertler 1997 ingresos son 36-48% más altas en valor absoluto para las mujeres que para los hombres; existe una variación por nivel de ingresos y tipo de proveedor. Garg y Morduch Ghana El efecto que tienen los gastos per cápita del hogar sobre la probabilidad de 1996 tener un peso más bajo que lo normal es de un 50% mayor para las niñas que para los niños; los efectos sobre la probabilidad de tener un desarrollo menor al normal o un desgaste prematuro no son significativamente diferentes. Behrman 1988 India Cuando baja la temporada, los padres dan un 5% más de importancia a un resultado (outcome) en la salud de los niños que el que le darían a un resultado idéntico en las niñas. Educación lIahi 1999a Perú El coeficiente de la riqueza per cápita (en logaritmos) sobre el grado escolar por edad es 1,97 para las niñas y 1,02 para los niños, y sobre la probabilidad de asistir a clase tiempo completo, 1,01 Y-{J,0s. Los coeficientes para los niños no son estadísticamente significativos. Sipahimalani India Un incremento del 1% en los ingresos aumenta la probabilidad de las niñas de 1999 matricularse en 9-13 puntos porcentuales, y la de los niños en 7 puntos. Behrman y Vietnam La elasticidad con respecto a los ingresos es un 6% menor para los niños que Knowles 1999 para las niñas para cursos aprobados por año escolar, 22% menor para su puntuación en el examen en el último curso terminado, y 40% mayor para su edad cuando comienzan la escuela. Tansel 1998 Turquía El coeficiente del gasto por adulto en la escolaridad es más alto para las niñas que para los niños en los niveles de escuela primaria (1,10 Y 0,36), secundaria (1,00 y 0,86) Y superior (1,13 y 0,96). Mason y Tanzania El coeficiente del gasto per cápita en la matrícula secundaria de las niñas Khandker 1996 es un 10% más alto que el coeficiente para niños. Basu 1997 India El coeficiente de los ingresos per cápita del hogar (en logaritmos) en matricula es 1,05 puntos porcentuales más alto para niñas que para niños. El diferencial es 3,92 puntos para la mitad más pobre de los hogares, pero 0,89 puntos y no significativo para la mitad más rica. De Tray 1988 Malasia Un íncremento del 1% en los ingresos aumenta la probabilidad de matrícula de los niños en 0,05-0,06, y la probabilidad de matrícula de las niñas en 0,18-0,20. Schultz 1985 Por países Las elasticidades con respecto a los ingresos para la matrícula son 0,43 para niñas y 0,24 para niños en el nivel primario; 0,65 y 0,30 en el nivel secundario; y 0,50 Y 0,28 para el total de años esperados de escolaridad. Nota : La elasticidad de la demanda con respecto a los ingresos proviene de estimaciones de funciones de la demanda. Es el cambio porcentual en la demanda de un bien o servicio en respuesta a un cambio porcentual dado en una medida de ingresos. 164 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO de masa corporal (una medida de nutrición) de las mujeres en un 3%, pero no afectó el índice de los hombres (Hoddinott y Kinsey 2000) . En la India rural no hay diferencias considerables en la asignación nutricional entre hijos e hijas cuando los alimentos abun- dan, pero los hijos varones reciben más alimentos durante la temporada baja (Behrman 1988). Estos resultados sugieren que la protección social y los programas de seguridad pueden ser cruciales para mujeres y niñas cuando empeora la situación económica. ' REDUCIR LA DISCRIMINACIÓN A TRAVÉS DE MERCADOS COMPETITIVOS Puede ser que los mercados competitivos no sean la mejor forma de eliminar las des- igualdades en razón de género, por lo que el gobierno tiene que jugar un importante papel en la regulación de los mercados y en proporcionar infraestructura económica básica. Pero a medida que el mundo se hace más pequeño -con fronter as nacionales que desaparecen con el transporte aéreo, las nuevas tecnologías de información y las comu- nidades comerciales regionales- el desarrollo sostenible depende no solamente de las condiciones nacionales, sino también de las mundiales. Las fuerzas que amplían el ac- ceso a los conocimientos básicos en ciencia, medicina e ingeniería y que posibilitan intercambios culturales más libres, tienden también a expandir y abrir mercados. Esto trae consigo tanto potenciales ganancias económicas así como riesgos. ¿Cómo afectan las fuerzas competitivas, reforzadas por mercados abiertos y más libres, a las desigualdades en razón de género? Por ejemplo, un número de estudios empíricos examina la relación entre el nivel de apertura comercial y la competencia en la economía con la brecha entre los salarios de hombres y mujeres. Un estudio analiza el efecto que tuvo una mayor competencia en el sector manufacturero en los Estados Uni- dos entre los años sesenta y ochenta. Encuentra que la brecha salarial por género se redujo más de lo que puede explicarse por las mejoras relativas en la educación y expe- riencia laboral de las mujere s (Black y Brainerd 1999). Un incremento de 10 puntos porcentuales en la participación de una industria en la importación produce un descenso de 6.6 puntos en la brecha salarial por g énero". Un estudio similar concluye que la desregulación de la industria bancaria en los Estados Unidos, una reforma que flexibili zó la entrada de empresas en la industria, está relacionada con una mejora considerable en los salarios relativos de las mujeres, controlando otros factore s (Black y Strahan 1999). Asimismo, la proporción de mujeres en los puestos de dirección aumentó un 10% de la media, controlando de nuevo los efectos de las características de los trabajadores. Un tercer estudio encuentra que las empresas que tienen poco poder comercial suelen pagar a mujeres y hombres salarios casi iguales, mientras que las empresas que son comer- cialmente grandes, tienden a discriminar (Hellerstein, Neumark y Troske 1997). 5 Utilizando el Censo de Manufactureros de los Estados Unidos de 1977, Black y Brainerd (1999) definen la proporción de importac ión como la relación entre el valor de las importaciones totales de la industria respec to al valor de sus envíos nacionales. ¿Es BUENO EL DESARROLLO ECONÓMI CO PARA LA IGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMBRES? 165 Algunos análisis similares sobre países en desarrollo también proporcionan evidencia: · Un estudio examina la experiencia de México durante un período reciente de libera- lización comercial y encuentra resultados que son poco consistentes con la eviden- cia de Estados Unidos. Entre 1987 y 1993, en relación con el cambio en la brecha salarial por género, la parte no explicada por la educación o la experiencia femenina es menor en las industrias más competitivas y desciende más deprisa en las indus- trias menos competitivas que estuvieron expuestas a una mayor competencia por la liberalización (Artecona y Cunningham 2000). · Dos estudios sobre China, uno rural y otro urbano, concluyen que las prácticas de contratación más competitivas reducen el nivel de la discriminación salarial por gé- nero (Meng 1993; Maurer-Fazio y Hughes 1999). Comparando las brechas salaria- les por género entre empleados cuyos puestos de trabajo fueron asignados a través de mecanismos administrativos y los que encontraron sus empleos compitiendo por el puesto de trabajo, los estudios muestran que la proporción de la brecha atribuible a la discriminación es mayor entre los trabajadores cuyos empleos les fueron asigna- dos que entre los que compitieron para obtener su puesto de trabajo . Los estudios controlan los efectos de la educación y la experiencia laboral'. Un análisis de los datos a nivel de industria de 16 países de ingresos medios y altos también apoya los resultados específicos por países: las brechas salariales, por géne- ro, que favorecen a los hombres se reducen cuando los mercados domésticos están abiertos a un comercio internacional más libre y extenso (Behrman y King 2000)7. Para los países de ingresos medios y altos, mejorar la apertura de los mercados de productos reduce las brechas salariales entre mujeres y hombres. Aun cuando son interesantes los resultados de estos diferentes estudios, todavía se sabe poco sobre la magnitud o importancia económica de estos efectos en otros países en desarrollo. Dado que las cuestiones sobre el impacto de la globalización se están expresando cada vez más en los foros públicos, se necesitan más estudios para evaluar 6 Actualmente existe un debate entre los investigadores chinos sobre los cambios en la situación relativa de las mujeres en el mercado de trabajo desde el comienzo de la reforma económica. Algunos investigadores sugie- ren que la menor participación del gobierno en el mercado de trabajo supone un mayor terreno para la reapa- rición de los valores tradicionales que conducirán a una mayor discriminación de género en el mercado laboral. Otros investigadores sugieren que el aumento de los mercados de trabajo competitivos debe mejorar la posi- ción económica de las mujeres "penalizando a las empresas que discriminan y premiand o a las que no discri- minan" (Maure-Fazio y Hughes 1999). Aun cuando hay un acuerdo general de que los mercados cada vez más competitivo s están trabajando para limitar el alcance de la discriminación de género. la evidencia empíri ca todavía es contradi ctoria con respecto a cuál de las dos fuerzas -valores tradicionales y competencia crecien- te- tiene un mayor impacto global sobre los resultados del mercado laboral. Para más detalles. véase la discu- sión que se presenta más adelante. 7 Las demandas para los datos de este estudio son considerables y no permitieron incluir los países de bajos ingresos. 166 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO el impacto cuantitativo de los cambios que crea la presión competitiva sobre la de- sigualdad en razón de género en estos países. CRECIMIENTO CON EQUIDAD : HALLAZGOS DE LOS ESTUDIOS MACRO La evidencia microeconómica sobre el efecto que tienen los ingresos del hogar sobre las inversiones en capital humano nos lleva a esperar la existencia de un vínculo similar entre el crecimiento económico y la igualdad de género al nivel nacional. Varios estu- dios macroeconómicos han intentado establecer una relación causal que va del creci- miento económico a la igualdad de género. Estos estudios han despertado cierto interés entre la comunidad del desarrollo, y sus resultados se examinan aquí. Pero considere- mos primero los patrones que siguen los gráficos de datos por países y las regresiones multivariadas simples. Los gráficos de dispersión de datos por países sugieren que aquellos con ingresos per cápita más altos tienen tasas superiores de matrícula escolar para niñas y niños -y una mayor esperanza de vida para hombres y mujeres- que aquellos países con ingresos per cápita más bajos (gráfico 5.3)8. Las gráficas muestran también líneas de regresión ajustadas que resumen las relaciones estadísticamente significativas entre cada una de las medidas de educación, esperanza de vida y el PIE per cápita (en valores logarítmicos), controlando los efectos de la igualdad de derechos en cada país (véase capítulo 3). La nivelación de la línea para la educación primaria hace referencia a países con ingresos medios que ya han alcanzado la matrícula universal. Este patrón todavía no es visible para la educación secundaria. ¿Están las mujeres en mejor situación con respecto a los hombres en países que tienen ingresos más altos? Los gráficos que muestran las relaciones de feminidad para países en diversos niveles de ingresos, sugieren que sí lo están. La igualdad de género (al menos en términos de los tres indicadores mostrados) es mayor en los países que tienen ingresos más altos que en los países con ingresos más bajos. Las relaciones de feminidad en la educación están generalmente alrededor de 1 en países con un PIE per cápita de unos 5.000 y más (dólares de 1995, ajustados a la paridad del poder adquisiti- vo). La relación de esperanza de vida, que también aumenta pero con menos pendiente, es mayor que 1, por las razones discutidas en el capítulo l. La relación transversal entre igualdad de género y los ingresos también es evidente en la participación política de las mujeres. La representación femenina en los parlamen- tos, minúscula en la mayoría de los países, es más alta en algunos países de ingresos altos, pero no en todos. Con algunas excepciones, la relación de feminidad en el parla- mento se sitúa en una banda entre O y 0,2, pero en aquellos países con ingresos per cápita alrededor de los 15.000 y más (dólares de 1995, ajustados a la paridad del poder 8 Todas las relaciones entre países discutidas en esta sección se ajustan a los derechos de género. Los coeficien- tes se obtienen de las estimaciones descritas en el apéndice 2. ¿Es SUENO EL DESARROLLO ECONÓM ICO PARA LA IGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMSRES ? 167 Gráfico 5.3 LA IGUALDAD DE GÉNERO ES MAYOR EN PAíSES CON INGRESOS MÁS ALTOS Matrícula primaria, 1995 Matrícula primaria, 1995 Relación de feminidad 150 --r--------------, 1,25 -,---------------, 125 1,00 - 100 % 75 0,75 - .. 50 25 -+--,------r---r----,---l 0,50 +--,--,------,--..,-----i 5,5 6,5 7,5 8,5 9,5 10,5 5,5 6,5 7,5 8,5 9,5 10,5 PIS per cápita (valores logarítmicos) PIS per c ápita (valores logarítmicos) Matrícula secundaria, 1995 Matrícula secundaria, 1995 Relación de feminidad 160 -,---------------, 1,50 -,--------------, · 1,25 120 1,00 % 80 0,75 40 · .. 0,50 o -t--..:....,r'-- --.- ---,- - ,--- ---i 0,25 -+--,---,---,----,r---l 5,5 6,5 7,5 8,5 9,5 10,5 5,5 6,5 7,5 8,5 9,5 10,5 PIS per cápita (valores logarítmicos) PIS per c ápíta (valores logarítmicos) Esperanza de vida, 1997 Esperanza de vida, 1997 Relación de feminidad 100 -,---------------, 1,20 --r--------------, 1,15 75 1,10 Años 1,05 50 1,00 25 +----r--,------,----r-----i 0,95 +--,--..,-----,--..,-----i 5,5 6,5 7,5 8,5 9,5 10,5 5,5 6,5 7,5 8,5 9,5 10,5 PIS per cápita (valore s logarítmicos) PIS per c ápita (valores logarítmicos) · Hombre s · Mujeres Nota : Véanse los países incluidos en el apéndice 1 y los resultados de la regresión en el apéndice 2. Fuente: Los cálculos de los autores se basan en datos del Banco Mundial (1999d), 168 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO adqui sitivo) llega a 0,65. Pero incluso en los niveles de ingreso más altos, la relación mujer/hombre cae por debajo de 0,2 en la mayoría de los países (gráfico 5.4). Los gráficos 5.3 y 5.4 muestran una relación positiva entre ingresos e igualdad de género en varias dimensiones, pero las relaciones no son necesariamente causales. Las líneas de regresión del gráfico 5.3 son estimaciones de datos por países que abarcan 20-25 años, ajustados para una variable anual y un índice de igualdad de género en derechos. Los valores para los datos de años más recientes aparecen en el gráfico de dispersión. Debido a que los coeficientes de regresión se basan en múltiples años de datos, la pen- diente de las líneas de regresión representa una progresión promedio de un país a medida que los ingresos aumentan; la intersección de la línea de regresión refleja los efectos específicos por año. Sin embargo, no se puede determinar la causalidad sin una serie temporal más larga de los datos de igualdad de género en derechos, una característica central del modelo. Estos resultados sirven simplemente como una línea de base para comparar los resultados de estudios empíricos similares que establecen la causalidad. A menos que se demuestre la causalidad del crecimiento económico con respecto a la igualdad de género, no podemos concluir que los países de ingresos bajos alcanzarán el nivel de igualdad de género de que disfrutan los países de ingresos altos . Los países de ingresos bajos de hoy difieren de los actuales países de ingresos altos en muchos aspectos importantes, además del ingreso promedio. Algunos de los países de ingresos altos pueden haber comenzado con una mayor igualdad de género que el promedio de los países de ingresos bajos de hoy , porque en principio tenían una tradición más igualitaria. A la inversa, algunos de los actuales países de ingresos bajos pueden no desarrollar una tradición tan igualitaria como el promedio de los países de ingresos altos de hoy. Una de las claves para establecer la causalidad es separar el efecto que tiene el crecimiento económico (medido por el crecimiento de los ingresos) sobre la igualdad de género de los efectos de todas las otras variables, medidos o no. El recuadro 2.l discute cuestiones metodológicas relacionadas con la determinación de la causalidad. Análisis recientes por países han examinado el efecto de los ingresos en varias me- didas usando un conjunto diferente y más rico de variables y han llegado a diversas conclusiones", Sin embargo, la mayoría de estos estudios no abordan en su totalidad los 9 Easterly (1999) encuentra una relación positiva significativa entre el aumento de los ingresos y la igualdad de género en las tasas de matrícula secundaria utilizando un modelo de series de tiempo por países. controlando los efectos fijos por países. Sin embargo, para la educación primaria, un aumento del 10% en los ingresos per cápita se relaciona con una disminución en la relación de las tasas de matrícula femenina a masculina del 1, l%. De manera similar, utilizando datos de los países serniindustrializados de 1975 a 1995. Seguino (2000) encuentra que las desigualdades salariales entre hombres y mujeres están positivamente relacionadas con el aumento de los ingresos. Filmer, King y Pritchett (1998) estiman que aunque los ingresos están positivamente relacionados con los niveles absolutos de salud y educación de las niñas en las regiones de Asia meridional (utilizando también un modelo de series de tiempo por países con efectos fijos ), tienen poco o ningún efecto significativo sobre las desigualdades entre hombres y mujeres. Por otra parte, Forsythe, Korzeniewicz y Durrant (2000) muestran que los ingresos más altos se relacionan con niveles más altos de igualdad de género medidos por el Índice de Desarrollo de Género desarrollado por las Naciones Unidas (1994). ¿Es BUENO EL DESARROLLO ECONÓMICO PARA LA IGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMBRES? 169 Gráfico 5.4 POCAS MUJERES EN EL PARLAMENTO; INCLUSO EN PAíSES CON INGRESOS ALTOS Relac ión mujer/hombre 0,8 -,-------------------, 0,6 ·· ·· · 0,4 5,5 6,5 7,5 8,5 9,5 10,5 PIB per cápita (valores logarítmicos) Nota: Véanse años y países incluidos en el Apéndice 1, y resultados de la regresión en el Apéndice 2. Fuente: Los cálculos del personal del Banco Mundial se basan en datos parlamentarios de Wistat (1998), y en datos de ingresos per cápita del Banco Mundial (1999d ). aspectos estadísticos de la relación de causalidad, especialmente temas de variables no observadas o no medidas que pueden relacionar los ingresos con la igualdad de género. Dollar y Gatti (1999) utilizan dos variables como variables instrumentales, las primas en el mercado negro y un índice de observancia de la ley, que se espera que afecten al crecimiento pero no directamente a la desigualdad en razón de género. Analizando da- tos de hasta 127 países durante cuatro períodos de tiempo, se examina si el crecimiento de los ingresos lleva a una mayor igualdad de género en escolaridad secundaria, espe- ranza de vida y representación política de las mujeres10. Para los tres indicadores en- cuentran evidencias suficientemente sólidas para concluir que los incrementos en los ingresos llevan a una mayor igualdad de género. Además, los autores encuentran que la relación no es lineal. Por ejemplo, la propor- ción de mujeres en el parlamento muestra poca mejoría en los niveles menores de ingre- sos per cápita, pero aumenta rápidamente una vez que los países se encuentran entre los estratos de ingresos bajos-medios y medios-altos, controlando otros factores. También encuentran esta relación convexa entre ingresos e igualdad de género en la escolaridad 10 Para tratar este tema de causalidad entre ingresos e igualdad de género. Dollar y Gatti (1999) emplean míni- mos cuadrados en dos etapas y técnicas de estimación con efectos fijos. 170 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓM ICO secundaria'l Esto sugiere que, para muchos países de bajos ingresos, los impactos posi- . tivos del crecimiento de los ingresos pueden tardar mucho tiempo en materiali zarse, al menos para algunas dimensiones de la desigualdad entre mujeres y hombres. Hace tres décadas, Boserup (1970) reconoció que la relación puede ser no lineal cuando argumentó que el desarrollo tenía que alcanzar un cierto umbral antes de que las brechas de género disminuyeran como consecuencia de un mayor crecimiento econó- mico. En su libro, El papel de la mujer en el desarrollo económico (Woman 's Role in Economic Development), Boserup sugiere que, en las etapas iniciales del desarrollo, una mayor urbanización e industrialización tienden a intensificar la división del trabajo por género, tanto en el hogar como en el lugar de trabajo. La posterior expansión de los mercados comienza a erosionar estas estructuras tradicionales de género. Los mercados de trabajo más rígidos presionan sobre los empleadore s para que disminuyan la exclu- sión de las mujeres de las actividades asalariadas y, eventualmente los hogares aprove- chan mayores oportunidades de trabajo y consumo y alientan a las mujeres a trabajar fuera del hogar. La evidencia general de diversos tipos de datos y análisis empíricos, apoya la con- clusión de que el desarrollo económico proporciona un ambiente que posibilita la igual- dad de género, aunque sus efectos no son inmediatos ni carecen de costos, al menos a corto plazo. La evidencia se refiere a los efectos promedio (aunque teniendo en cuenta otros factores que también pudieran afectar a la igualdad de género), lo que significa que el desarrollo económico no necesariamente es beneficioso para todas las mujeres y hombres. Saber quién se encontrará probablemente en este grupo es clave para encon- trar un remedio para los que no se benefician o resultan perjudicados por el desarrollo económico. Las siguientes secciones examinan otro conjunto de evidencias sobre las relaciones entre el desarrollo económico y la igualdad de género, estudiando las estrategias econó- micas que han seguido las regiones en desarrollo en las últimas décadas. ¿Los CAMINOS DEL DESARROLLO CONDUCEN A LA IGUALDAD DE GÉNERO? P UNTOS DE VISTA REGIONALES No existe un único camino que conduzca al desarrollo. Pero cualquiera que sea la estra- tegia de desarrollo que siga un país, afectará a las desigualdades en razón de género, aun cuando no sea un objet ivo explícito de la estrategia. Incluso algunos pequeños cambios pueden hacer una diferencia en las vidas laborales de mujeres y hombres, afee- 11 La "forma" de esta relación parece que es sensi ble a la medida exacta de desiguald ad empleada. Dollar y Gatti utilizan el nivel absoluto de escolaridad femenina, manteniendo constante el nivel de escolaridad masculino. Pero al centrarse en la diferencia proporcional entre los niveles de escolaridad masculina y femenina se revela una relación más lineal - incluso una relación cóncava. como en el gráfico 5.3- dependiendo de la especi fica- ción econométrica. ¿Es BUENO EL DESARROLLOECONÓMICO PARA LA IGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMBRES? 171 tanda el lugar donde trabajan, los tipos de herramientas y maquinarias que usan, el valor de la experiencia laboral con respecto al de la educación y a los rendimientos relativos del trabajo masculino y femenino. También afectan la cantidad de tiempo que la gente emplea en ciertas tareas, cómo trabajan en equipo y cómo se relacionan hombres y mujeres tanto en el hogar como en el lugar de trabajo. En Asia meridional, la introduc- ción de variedades de arroz que producen grandes cosechas produjo cambios en las herramientas de recolección (en Indonesia, de una pequeña navaja a una hoz) y en los diferentes arreglos laborales, con los consecuentes cambios en las tareas de las mujeres y hombres en los equipos de cosecha (Collier y otros 1974; Kikuchi y Hayami 1983). Las revoluciones industriales de Europa y América del Norte también demuestran cómo los nuevos modos de producción transforman las relaciones de género y los resul- tados (outcomes) (Boserup 1970; Landes 1980; Goldin 1990). La industrialización en Europa y Estados Unidos creó nuevos puestos de trabajo en las fábricas para numerosas mujeres (y niños) y para los hombres que abandonaban la agricultura. Y aunque las condiciones laborales eran muchas veces agobiantes, la expansión de los empleos en las fábricas eventualmente condujo a la urbanización, a nuevos bienes y servicios y, poste- riormente, a niveles más altos de educación. La consiguiente expansión del sector servi- cios, donde la educación podría sustituir a la experiencia laboral, incrementó aun más las opciones económicas de las mujeres. Una mayor escolaridad, también tuvo el efecto de tener a los niños en la escuela durante el día, permitiendo que más mujeres trabaja- ran. Hoy, no solamente hay muchas más mujeres casadas que ingresan al mercado labo- ral, sino que también trabajan más semanas por año, más horas por semana, y permanecen activas por más tiempo a pesar de la presencia de niños pequeños en el hogar (Lombard 1999). Los países nórdicos han combinado con éxito la propiedad privada y la competencia del mercado con políticas que deliberadamente han logrado una distribución igualitaria de los ingresos y un consenso en la vida política y económica. En lo que a género se refiere , una característica de esta estrategia de desarrollo es un generoso apoyo a las familias , el cual reduce los costos de las mujeres en actividades no comerciales y en aquéllas que implican el cuidado de otras personas (recuadro 5.2). Hoy, en muchos países en desarrollo, los sectores industriales y de servicios en cre- cimiento, están incrementando la demanda de mano de obra femenina. Y en este proce- so están cambiando de manera lenta, pero segura, los roles y las relaciones de género. Pero los cambios económicos tienen sus riesgos. Algunas personas piensan que el pe- ríodo de ajuste estructural, particularmente en los países del África subsahariana, fue demasiado duro, erosionando los programas sociales que no se han podido recuperar totalmente. O que el período de transición en Europa oriental fue demasiado aprisa, dejando poco tiempo a las empresas y a los hogares para ajustarse y hacer frente a los espectaculares cambios en el funcionamiento de la economía y el Estado. Estos, y otros grandes cambios similares en otras regiones, han generado una nueva serie de preocu- paciones para las mujeres, los hombres y sus familias. Por ejemplo, ahora hay más familias donde tanto el padre como la madre trabajan y que tienen que equilibrar las 172 H ACIA LA INTEGRACiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Recuadro 5.2 EL MODELO NÓRDICO Con frecuencia , a los países nórdicos se les considera como los pioneros en la promoción de la igualdad entre mujeres y hombres. Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia garantizaron los mismos derechos de herencia entre 1850 y 1880, Yconcedieron a las mujeres el derecho a votar ya ser votadas entre 1905 y 1920 (Osterberg y Hedman 1997).Todos los países nórdicos reconocen igualdad de derechos, obligaciones y oportunidades para hombres y mujeres al conseguir un empleo remunerado, cuidar del hogar y participar en actividades políticas y sociales . Este compromiso de igualdad entre los sexos se refleja en la mayoría de los indicadores cuantitativos de igualdad de género, como el índice de Desarrollo Relacionado con el Género de las Naciones Unidas y la Medida de Potenciación de la Mujer, figurando estos cinco países entre los 15 primeros de un total de 174 (UNDP 2000). A pesar de las diferencias nacionales , el patrón de desarrollo que ha seguido la igualdad de género ha sido similar en estos países, difiriendo de otras economías industrializadas en el hecho de que han otorgado al gobierno un papel más amplio en los asuntos del hogar y de la familia. Aunque el Estado no se involucra en la producción pública de la mayoría de los bienes materiales y mantiene el libre mercado de bienes de consumo y producción , el sector doméstico ha sido "monetizado" me- diante la sustitución a gran escala de servicios producidos de manera privada por el hogar por servi- cios públicos. Esto ha ayudado a incrementar la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo. Por ejemplo, el crecimiento del empleo en Suecia desde los años sesenta puede atribuirse al mayor número de mujeres que ingresaban a la fuerza laboral (Rosen 1995). La participación femeni- na en la fuerza laboral adulta subió del 29% en 1960, al 48% en 1998 (Banco Mundial 1999d). ¿Cómo ocurrió esto? Los niños y las niñas disfrutan de las mismas oportunidades en la educación formal, con una escolaridad primaria obligatoria de nueve años que prepara el terreno para la educación superior. El resultado: alfabetización universal de los adultos. A mediados de los años sesenta Suecia reformó su sistema del impuesto sobre la renta, pasán- dolo de las familias a los individuos sin ninguna deducción por los dependientes económicos. Esto animó a las personas que ganaban un salario secundario -normalmente mujeres- que con frecuenc ia habían sido discriminadas con el cálculo conjunto del impuesto sobre la renta. La Ley de Igualdad de Oportunidades (1992) reforzó las normas que promovían la igualdad de derechos en el trabajo. Esta ley prohibió la discriminación salarial directa e indirecta y obligó a los empleadores a hacerle frente al acoso sexual, vigilar las diferencias salariales por sexo y hacer más fácil, tanto para los hombres como para las mujeres, combinar la vida laboral con las respon- sabilidades de la paternidad o maternidad. La expansión de los servicios públicos de cuidado infantil ha disminuido los costos personales de las mujeres suecas por participar en la fuerza laboral (Gustafsson y Stafford 1992). Desde 1948, el gobierno ha pagado asignaciones mensuales fijas para niñas y niños, las cuales están exentas del pago de impuestos para las familias con hijos menores de 16 años. A mediados de los años setenta, el 57% de los niños en edad preescolar estaban en guarderías infantiles públicas, en jardines de niños (kindergartens) o con "madres durante el día" las cuales eran empleadas del gobierno local. Los cuidados infantiles subvencionados públicamente son sensibles a las necesi- dades de los padres que trabajan , cubriendo incluso las horas de trabajo nocturno. Desde 1975, las familias en promedio han pagado sólo el 10% de los costos de los cuidados infantiles, mien- tras que el sector público ha pagado el resto (Rosen 1995). (Continúa en la página siguiente) ¿Es BUENO EL DESARROLLO ECONÓMICOPARA LA IGUALDADENTREMUJERES Y HOMBRES? 173 (Continuación recuadro 5.2) El Estado anima a los hombres a asumir la responsabilidad del hogar y de los hijos. Entre 1994 y 1996, las agencias gubernamentales dieron capacitación a los recientes y futuros papás. El obje- tivo era aumentar sus conocimientos sobre el papel activo del padre y sobre cómo combinar la vida profesional y familiar e incentivar a los padres para que solicitaran más permisos para aten- der a sus hijos enfermos. Aproximadamente una de cada cinco personas son mayores y reciben una pensión (Swedish Institute 1999). El cuidado de las personas mayores ha sido una responsabilidad pública durante mucho tiempo. La legislación sobre el bienestar social de 1956 reguló esta previsión, suprimien - do la obligación de los hijos de cuidar a sus padres y aliviando la presión sobre las mujeres. Desde los años setenta, la ayuda en el hogar y la asistencia institucional se han extendido rápida- mente, con subsidios especiales del gobierno central para ampliar la disponibilidad de los servi- cios de ayuda en el hogar. exigencias de criar hijos con las demandas del trabajo remunerado. Las mujeres que trabajan se enfrentan a un mayor riesgo de violencia, acoso sexual en el lugar de traba- jo, estrés y riesgos de trabajo que ponen en peligro su salud . En efecto, las relaciones tradicionales de género en el hogar y en la sociedad están siendo cuestionadas por am- plias transformaciones sociales que han ido a la par del desarrollo económico. Esta sección examina la evidencia sobre tres importantes modelos económicos: el rápido crecimiento en Asia oriental en los años setenta y ochenta, el ajuste estructural en África y América Latina en los años ochenta, y la transición económica en Europa oriental y Asia oriental desde finales de los años ochenta. Estos modelos han ido aparejados con enfoques políticos específicos para restructurar y estimular la econo- mía. Los casos ponen de manifiesto de qué manera los diferentes cambios económicos pueden afectar la igualdad de género. Es difícil comparar el éxito de un modelo respec- to al otro en cuanto a mejorías en la igualdad de género, pero los datos por países y la evidencia de los casos proporcionan lecciones interesantes y de vital importancia (re- cuadro 5.3). Crecimiento y crisis en Asia oriental Hace casi una década, los países en desarrollo andaban en búsqueda de lecciones para impulsarse rumbo a una trayectoria económica similar a la de Asia oriental. De 1965 a 1990, las 23 economías de Asia oriental crecieron más rápido que todas las demás . El crecimiento más espectacular fue atribuido a Japón, a los cuatro "tigres" -Hong Kong, República de Corea, Singapur y Taiwan, China- y a las economías recién industrializadas de Indonesia, Malasia y Tailandia (Banco Mundial 1993). Desde 1960 hasta el período previo a la crisis de finales de los años noventa, estas economías crecieron a una veloci- dad de más del doble que el resto de Asia oriental, casi al triple que América Latina y 174 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Recuadro 5.3 MIDIENDO EL IMPACTO DE LAS POLÍTICAS No es sencillo determinar empíricamente de qué manera las políticas del desarrollo (en su sentido más amplio) han afectado a mujeres y hombres y específicamente cómo han afectado a la igualdad de género. Es importante reconocer la situación inicial y distinguirla del impacto de un modelo parti- cular de política pública. Por ejemplo, no se deben confundir los efectos adversos de una crisis eco- nómica que llevan a la necesidad de reformas con el impacto de las mismas. Para evaluar el efecto de la estrategia de desarrollo, es necesario establecer cómo habría evolu- cionado la situación del país en ausencia de ciertas políticas y comparar esta situación hipotética con el estado que guarda el país tras haber aplicado las políticas. Pero esa situación hipotética es extre- madamente difícil de establecer empíricamente y la mayoría de las evaluaciones son, en el mejor de los casos, suposiciones muy generales sobre si un modelo particular de política pública habría mejo- rado una situación alternativa. Y cuando las reformas en materia de políticas públicas son bastantes recientes, puede resultar imposible observar su impacto, especialmente si todavía no se han implementado todos sus elementos. Es importante centrarse en los impactos que una estrategia de desarrollo tiene sobre la estructu- ra de género, no sólo en los efectos separados sobre hombres o mujeres. El centrarse en la manera en que las estrategias particulares de desarrollo afectan los niveles absolutos de bienestar de hom- bres o mujeres no revela su efecto en la desigualdad en razón de género. La evidencia sobre la manera en que un conjunto particular de políticas ha afectado, para bien o para mal, a mujeres y hombres de forma diferente, es aún limitada. Los impactos de una política de desarrollo sobre el bienestar probablemente serán multidimen- sionales. Así, las medidas que se refieren sólo a ciertos aspectos seleccionados nos brindan sola- mente una visión parcial y puede caerse en la tentación de llegar a conclusiones erróneas. Consideremos dos estudios sobre Ecuador que llegan a conclusiones opuestas sobre el impacto general del ajuste estructural. Un estudio de un barrio de bajos ingresos en las áreas urbanas de Guayaquil, Ecuador, concluye que los recortes en el gasto gubernamental en servicios públicos for- zaron a muchas madres a aumentar el tiempo que dedicaban a las actividades en el hogar y en la comunidad, a expensas de su tiempo libre (Moser 1989). De manera similar, las hijas se vieron en la necesidad de reasignar su tiempo, abandonando la escuela. La conclusión es que el ajuste perjudicó a las mujeres y a las niñas. El segundo estudio, sobre la industria f1orícola en el Ecuador rural, reco- noce un auge inducido por el ajuste al ampliar la demanda de mano de obra femenina, elevando los ingresos de las mujeres con respecto a los de los hombres e incrementando el tiempo libre de las mujeres (Newman 2000). Los hombres en las áreas de producción f1orícola, en comparación con los de otras áreas, incrementaron el tiempo que dedicaban a las tareas domésticas y al cuidado de otros miembros del hogar. El estudio concluye que el ajuste ha beneficiado a las mujeres. Asia meridional y cinco veces más deprisa que el África subsahariana. Por otra parte, mejoraron considerablemente otros resultados del desarrollo, más allá del crecimiento de los ingresos. La esperanza de vida y los niveles de educación subieron más rápido que en ninguna otra región, como se indica en el capítulo 1\2. 12 Por ejemplo, en Indonesia la mortalidad infantil descendió un 30% entre 1982 y 1987 y entre 1992 y 1997, según datos de las Encuestas Demográficas y de Salud (Beegle y otros 1999). En Malasia, la proporción de la fuerza laboral que no había asistido a la escuela bajó dos tercios, mientras que la proporción que contaba con educació n secundaria y superior se triplicó entre los años sesenta y principios de los ochenta (Mazumdar 1994). ¿Es BUENO EL DESARROLLO ECONÓMICO PARA LA IGUALD AD ENTRE MUJERES Y HOMBRE S? 175 ¿Cómo lo consiguieron los países de Asia oriental? Dejaron que sus mercados de productos y de medios de producción operaran libremente dentro de un entorno de políticas macroeconómicas adecuadas. Los gobiernos intervinieron, pero generalmente con precaución, pragmatismo y flexibilidad. Una característica sorprendente de estas economías ha sido su desempeño superior en las exportaciones. Como grupo, incrementaron su participación en las exportaciones mundiales del 8% en 1965, al 13% en 1980 y al 18 en 1990, donde los productos manufacturados constituyeron la mayor parte de este crecimiento. El rápido crecimiento económico de la región estuvo acom- pañado de un descenso de las desigualdades en los ingresos y de tasas más bajas de pobreza que en otros países en desarrollo (Banco Mundial 1993; Deininger y Squire 1996). Mientras que en 1975 seis de cada diez personas vivían en pobreza absoluta (basado en una línea de pobreza de un dólar al día de 1975), en 1995 sólo dos de cada diez personas lo hacían. Más aún, esta tasa de descenso se aceleró en los años ochenta y noventa a un ritmo de reducción de la pobreza más rápido que en cualquier otra región del mundo en desarrollo (Ahuja y otros 1997). Menores brechas por género en la educación y el empleo. Pero, ¿bajó la desigualdad en razón de género mientras se aceleraba el crecimiento? ¿La política macroeconómica y un sistema de precios "correctos" ayudaron a alcanzar la igualdad de género? No cabe duda de que algunas características de la experiencia de Asia oriental han tenido un gran impacto sobre los resultados (outcomes) en materia de género . En primer lugar, la región eliminó las brechas por sexo en educación, aunque este éxito se debió más a una presión por contar con educación universal que a las políticas dirigidas específicamente a las niñas. La educación básica para todos -una política aplicada durante décadas y la principal meta del gasto público, donde casi la mitad del gasto total en educación fue asignada al nivel primario- se tradujo no solamente en educación primaria universal , sino que también produjo notables ganancias en los niveles más altos de educación. También ha sido sorprendente la buena disposición de los hogares para completar los recursos públicos en los niveles más altos de la educación. En segundo lugar, un incremento sostenido de la demanda de mano de obra durante el período de rápido crecimiento atrajo a un gran número de mujeres a la fuerza de trabajo. Las industrias clave de exportación, como textiles y electrónica, se apoyaron fuertemente en la mano de obra, si bien relativamente poco calificada, pero general- mente alfabetizada, de las mujeres. En 1970 las mujeres representaban el 39% de la fuerza laboral en Japón y el 26-31% en Singapur, Indonesia y Malasia (tabla 5.2). En 1995, la proporción de mujeres en la fuerza laboral había subido en estos países, a 41% en Japón y 37-40% en los otros tres países. En República de Corea, la proporción de mujeres que trabajaban en empleos regulares remunerados pasó del 65%, en 1965, al 81% en 1992, y en la minería y en la industria manufacturera la relación de empleo femenino a masculino subió de 0,37 a 0,68 (Fuess y Lee 1994). La expansión de la participación de la fuerza de trabajo femenina se produjo, en parte, por la restructuración de la producción y el empleo más allá de los sectores tradi- 176 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Tabla 5.2 PROPORCiÓN DE MUJERES EN LA FUERZA LABORAL EN ASIA ORIENTAL (porcentaje del total) Economía 1970 1980 1995 Hong Kong, China 35 34 37 Indonesia 30 35 40 Japón 39 38 41 Corea, Rep. de 32 39 40 Malasia 31 34 37 Filipinas 33 35 37 Singapur 26 35 39 Tailandia 48 47 46 Fuente: Banco Mundial (1999d). cionales. En Indonesia, República de Corea, Malasia y Tailandia, disminuyó la propor- ción de mujeres que trabajaban en la agricultura, pero aumentaron las proporciones en la industria y los servicios (tabla 5.3) . En Hong Kong, donde la agricultura no era de importancia, el cambio fue de la industria a los servicios. En Taiwan, China, la indu stria nacional requirió de mano de obra más calificada a medida que las empresas que se apoyaban fuertemente en mano de obra poco calificada se trasladaban al extranjero, en su mayoría a la China continental y Asia suroriental (Ranis 1993). El crecimiento más rápido de la demanda por mano de obra femenina aumentó los ingresos de las mujeres con respecto a los de los hombres, pero a un ritmo más lento de lo esperado a pesar de las ganancias relativas de las mujeres en educación y niveles de experiencia. En Japón, los ingresos medios de las mujeres , en proporción a los de los hombres, pasaron del 48% en 1968, al 59% en 1988 (Hartan 1996). En Corea, durante 1984-1988, la relación de los ingresos por género aumentó del 42 al 51%13. De hecho, la proporción de la brecha explicada por la medición de estas características descendió durante el período. Esto sugiere que otros factores, como la discriminación salarial con- tra las mujeres, estaban contribuyendo más a las diferencias de ingresos por g énero!". 13 Seguino (1997) presenta una serie más larga de la relación de los ingresos por género en el sector manufactu- rero coreano. utilizando datos de la Organización Internacional del Trabajo: en 1975 fue el 47%; en 1980. el 45%; en 1985, el 47%; y en 1990. el 51%. 14 También en Taiwan, China. a pesar de la mejora en la experien cia laboral de las mujeres y de los niveles de educación con respecto a los de los hombres. la relación promedio de ingresos de mujeres a ingresos de hombres permaneció en un 65% entre 1978 y 1992 (Zveglich, Rodgers y Rodgers 1)97). No obstante. hay diferentes patrones para las mujeres con menos estudios y con más estudios: las mujeres con una educación escolar intermedia o menor experimentaron pérdidas espectaculares en ingresos con respecto a los hombres. mientras que mujeres con más estudios tuvieron modestas ganancias con respecto a los hombres. Los diferen- ciales de ingresos por género se explican en gran parte por las diferencias en las características medidas. pero a un ritmo decreciente a lo largo del período. pues las mujeres experimentaron pérdidas sumamente grandes debidas a factores de género específicos no medidos. ¿Es BUENO EL DESARROLLO ECONÓMICO PARA LA IGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMBRES'? 177 Tabla 5.3 ASIGNACiÓN SECTORIAL DE LA FUERZA LABORAL FEMENINA EN ASIA ORIENTAL (porcentaje de mujeres económicamente activas) Economía Año Agricultura Industria Servicios Hong Kong, China 1970 4,7 61,2 34,2 1980 1,2 56,1 42,8 1990 0,7 33,0 66,3 1997 0,2 16,4 83,4 Indonesia 1970 65,3 10,0 24,8 1980 55,8 12,4 31,8 1990 56,4 12,5 31,1 1997 39,6 15,4 39,4 Japón 1980 13,0 27,9 57,0 1990 8,3 26,8 62,2 1997 5,8 23,3 67,0 Corea, Rep. de 1980 37,5 23,1 35,9 1990 20,0 29,5 48,7 Malasia 1970 66,4 9,9 23,7 1980 49,3 17,7 33,0 1990 25,6 22,7 51,8 1997 14,2 29,8 56,0 Tailandia 1990 62,8 11,9 22,0 1997 50,8 16,6 31,2 Nota : Las filas pueden no sumar 100% debido al redondeo u omisión del sector de la minería. Fuente: Banco Mundial (1999d). Las brechas por sexo son palpables no sólo en los ingresos, sino también en las condiciones del trabajo en la manufactura. Las mujeres, muchas veces principiantes en la fuerza laboral, generalmente tienen poca experiencia en el sector formal y pocos conocimientos sobre sus derechos como trabajadoras y, por tanto, están menos capaci- tadas para exigir un trato justo. Un cambio importante en Asia oriental fue la adopción de una legislación que protegía a las mujeres trabajadoras de acuerdo con los estándares internacio nales, aunque su cumplimiento ha sido un problema. Por ejemplo, una en- cuesta de trabajadoras en fábricas no sindicalizadas de Indonesia, encontró varios casos documentados de mujeres que eran despedidas debido al matrimonio, embarazo o al nacimiento de un hijo (Agrawal 1996). Sólo se concedió la licencia por maternidad al 47% de las mujeres que la solicitaron y sólo al 12% de éstas se les pagó la licencia. Con frecuencia, las mujeres trabajadoras reciben información incorrecta por parte de sus empleadores (o están mal preparadas para exigir esa información) acerca de sus dere- chos, como el pago de las horas extras, las vacaciones pagadas e indemnizaciones (Ban- co Mundial 1995; Pangestu y Hendytio 1997). Cambios en otras medidas del bienestar. En Asia oriental, las dos décadas de rápido crecimiento económico y de restructuración económica, la urbanización creciente y las 178 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO tasas más altas de participación en la fuerza laboral, transformaron también las vidas de las mujeres y hombres más allá del trabajo. La esperanza de vida aumentó en la región; entre 1970 y 1997 las mujeres vivían 10 años más y los hombres 9. Las tasas de fertili- dad bajaron como resultado de una mayor escolaridad, el correspondiente retraso del matrimonio y la mayor disponibilidad y uso de métodos anticonceptivos. La tasa de fertilidad de Japón, que en 1970 era de sólo 2,1, no mostró un gran descenso . Pero la tasa de fertilidad de Corea bajó de 4,3 a 1,7 durante el período, la de Indonesia de 5,4 a 2,8 y la de Tailandia de 5,4 a 1,7. Debido a una mayor escolaridad y a una participación más alta en la fuerza laboral, se prolongó el período de transición entre la escuela y el matrimonio y la llegada del primer hijo, haciendo posible que hubiera más mujeres jóvenes que obtuvieran ingresos y disfrutaran de cierta autonomía. En Hong Kong, las mujeres jóvenes consideraban el empleo remunerado antes del matrimonio como un alivio temporal a sus responsabili- dades en el hogar y a sus futuras responsabilidades con sus propias familias (Salaff 1981). En Indonesia, un estudio sobre las mujeres trabajadoras en las fábricas de texti- les, vestido y calzado en el sector de exportación, encontró que estas mujeres consiguie- ron mayor independencia personal debido a sus ingresos más altos y se dieron cuenta de que existían nuevas posibilidades de desafiar las normas de género (Agarwal 1997). Pero esto no fue así en todos los casos. Frente a los contratos intergeneracionales tradicionales en Taiwan , China, las nuevas oportunidades de trabajo no necesariamente brindaban a las mujeres una mayor autonomía personal. Muchos padres hicieron más estricto el control sobre sus hijas y las obligaron a transferirles dinero como pago de las inversiones que realizaron en ellas (Greenhalg 1985). En el hogar continúa existiendo una marcada división tradicional del trabajo. En Corea, según una encuesta de 1990, las mujeres casadas empleaban en promedio más de cinco horas diarias en las tareas do- mésticas y en el cuidado de los hijos, mientras que los hombres empleaban en promedio 37 minutos. En Japón, una encuesta de 1986 encontró que, en promedio, las mujeres trabajadoras casadas empleaban dos horas y 26 minutos al día en tareas del hogar y los hombres casados siete minutos (Westley y Mason 1998). Efectos de la crisis económica de los años noventa. El impresionante crecimiento en la región fue interrumpido a finales de los años noventa. La crisis monetaria y financiera que surgió primero en Tailandia en 1997, se extendió rápidamente por toda la región, provocando bancarrotas, devaluaciones, dolorosos ajustes en el mercado laboral y en el hogar, aumento de la pobreza donde antes había habido abundancia y una pérdida de confianza en el llamado milagro económico de la región (Banco Mundial 1998b). La crisis cambió radicalmente algunos de los logros que se habían obtenido durante el período de crecimiento sostenido. Aunque es demasiado pronto para predecir los efec- tos totales y a largo plazo de la crisis, es evidente que los impactos suelen variar entre hombres y mujeres, pero no siempre para desventaja de uno u otro sexo. El impacto inmediato de la crisis se sintió en el empleo. Por ejemplo: ¿Es BUENO EL DESARROLLO ECONÓMICO PARA LA IGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMBR ES? 179 · En Tailandia, el empleo masculino se vio más duramente afectado que el femenino, porque el sector de la construcción, dominado por los hombres, perdió la mayor parte de los obreros. En cuanto a los salarios, los efectos fueron similares para muje- res y hombres, afectando un poco más a los hombres (los incrementos para hombres y mujeres de 1995 a 1998, fueron aproximadamente iguales, un 18% y un 18,2%, como fueron los descensos entre 1998 y 1999,8,9% Y 7,9%, respectivamente). La misma división del trabajo, por género, que limitaba el empleo femenino durante el auge de la construcción antes de la crisis, las protegió durante la caída del sector (Behrman y Tinakorn 1999). Pero las tasas agregadas de desempleo fueron más altas para las mujeres que para los hombres antes y después de la crisis, a pesar de un aumento en el desempleo masculino. · En Indonesia, la caída en los salarios reales parece que ha obligado tanto a los hom- bres como a las mujeres jóvenes que formaban parte de la fuerza laboral no remune- rada, a ingresar en el sector remunerado, incluso cuando los hombres mayores estaban saliendo de ese sector. Comparado con 1997, en 1998 trabajaban proporciones lige- ramente más altas de hombres y proporciones considerablemente más altas de muje- res (Frankenberg, Thomas y Beegle 1999). Según otro estudio, la proporción de mujeres que trabajaba más de 45 horas a la semana subió del 20% en 1994, al 24,9% en 1998, mientras que cayó para los hombres (Hartan y Mazumdar 1999). Al mismo tiempo, el descenso de horas promedio trabajadas por semana fue mayor para las mujeres, especialmente en el sector formal (Beegle y otros 1999). La pérdida en los salarios reales fue mayor en las áreas urbanas que en las rurales y algo mayor para mujeres que para hombres. · En Corea, la crisis produjo un descenso en el empleo para hombres y mujeres en puestos de trabajo regulares, pero aumentó el empleo de las mujeres como trabaja- doras pagadas por día en un 16% a finales de 1998 (Moon, Lee y Yoo 1999). Y aunque lo que importa no es si los hombres o las mujeres sufrieron más desempleo, los datos oficiales indican que la cuota de desempleo de las mujeres descendió entre 1997 y 1998, debido principalmente a que la tasa de desempleo de los hombres subió fuertemente. En cuanto a los gastos y al bienestar del hogar, el impacto de la crisis parece ser diferente en mujeres y hombres, pero no siempre en la misma dirección. En Indonesia, el porcentaje de jóvenes matriculados en la escuela cayó más para las niñas que para los niños de 7-12 años de edad y más para los niños que para las niñas de 13-19 años de edad (Frankenberg, Thomas y Beegle 1999). En Tailandia, la matrícula general y los porcentajes de deserción escolar no se vieron tan gravemente afectados por la crisis, pero hubo diferencias entre niños y niñas por niveles de escolaridad. La matrícula de las niñas descendió en el nivel preprimario, pero aumentó considerablemente en el nivel medio superior, mientras que la matrícula de los niños descendió en la educación media superior (Pyne 1999). 180 HACIA LA INTEGRACiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Asimismo, los estudios del impacto de la crisis en la salud y en los resultados nutricionales revelan ciertas diferencias por género (Pyne 1999). En Indonesia, el índi- ce de masa corporal promedio descendió, especialmente entre las mujeres de los hoga- res más pobres. También descendió el acceso a los servicios de parto de mayor calidad y más mujeres recurrieron a parteras tradicionales menos costosas y a comadronas. En Tailandia, la anemia aumentó entre las mujeres embarazadas. Aunque las economías de Asia oriental no se han recuperado totalmente de la crisis económica, han aparecido señales de estabilidad financiera y de confianza empresarial (Banco Mundial 1998b, 2000a). No se conoce todavía el efecto a largo plazo de la crisis en la vida de la gente. Si los hogares y las comunidades hacen frente a la crisis sacando relativamente a más niñas o niños de la escuela o redistribuyendo el consumo nutricional entre niños y niñas, la crisis podría tener impactos considerables a largo plazo en la igualdad de género. Ésta es un área en la que se requiere más estudio. Ajuste estructural El ajuste estructural se refiere típicamente a un conjunto de reformas de la política económica que llevaron a cabo varios países y que comenzó a finales de los años seten- ta y principios de los ochenta para contrarrestar el deterioro económico o responder a las conmociones económicas externas. Estos programas tienen por objeto estabilizar la economía a corto plazo y encaminarla hacia el crecimiento continuo en el largo plazo (Jayarajah, Branson y Sen 1996). Las medidas de estabilización se centran en alinear la demanda nacional agregada con el producto nacional más el financiamiento del exte- rior. En la mayoría de los casos, esto significa reducir el déficit fiscal eliminando subsi- dios, estableciendo cuotas por el uso de los servicios públicos y reduciendo el tamaño del sector público. También significa devaluar la moneda para restablecer las balanzas interna y externa. Las reformas estructurales han tendido a centrarse en crear incentivos más apropiados para un crecimiento económico sostenido, liberalizando el comercio y los mercados internos de bienes, privatizando empresas gubernamentales y eliminando las restricciones regulatorias al ahorro y a la inversión. Uno de los más fuertes debates en la literatura sobre género y desarrollo se ha cen- trado en si los programas de ajuste estructural han perjudicado o beneficiado a mujeres y niñas, especialmente en América Latina y el África subsahariana. Gran parte de la literatura expone que las mujeres cargan con el peso de los costos de los programas de ajuste estructural y no han tenido la capacidad de aprovechar muchos de los beneficios procedentes de la mejora del desempeño económico a largo plazo (v éanse, por ejemplo, los estudios de Beneria 1999 y Summerfield y Aslanbeigui 1998). Otro conjunto de evidencia, sin embargo, indica que estas extensas reformas han mejorado las condicio- nes de vida de mujeres y hombres. De qué manera perjudica el ajuste la igualdad de género. Una parte del debate hace hincapié en las consecuencias negativas de los recortes en el gasto público, los cambios ¿Es BUENO EL DESARROLLO ECONÓMICO PARA LA IGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMBRES? 181 en los precios relativos de los productos, las conmociones en el empleo y la incapacidad de las mujeres para beneficiarse de cualquier efecto positivo de las reformas. Las medi- das de estabilización a corto plazo han incluido recortes en el gasto público - reducien- do la disponibilidad de servicios públicos o elevando los precios de dichos servicios a través de cuotas a los usuarios- con mayor impacto en el acceso de las mujeres a los servicios y en sus actividades del cuidado de otras personas (Sen y Grown 1987). Las inversiones que hace el hogar en la educación, salud y nutrición de las mujeres y niñas, parecen ser más sensibles a los shocks en los ingresos y a los camb ios en los precios a causa de ciertas políticas que las inversiones similares que se hacen en hombres y niños. Las medidas de política macroeconómica que cambian los precios relativos de los productos pueden afectar a mujeres y hombres de manera diferente. En el África subsahariana, debido a que el trabajo de las mujeres se centra en sectores no comercia- les (como la producción de cultivos para el consumo del hogar) y el trabajo de los hombres en sectores comerciales (como los cultivos comerciables), las reformas que elevan el precio de los productos comerciables con respecto a los no comerciables, incrementarían los ingresos de los hombres con respecto a los de las mujeres (Collier, Edwards y Bardhan 1994). En Chile, después de una sustancial liberalización del co- mercio, las empresas despidieron primero a las mujeres trabajadoras cuando el negocio empeoró, aunque contrataron proporcionalmente a más mujeres cuando el negocio se recuperó (Fan, Melitz y Sever 1996; Levinsohn 1999). Las tasas de reasignación de puestos de trabajo también fueron más del doble de altas para las mujeres que para los hombres". De manera similar, la reducción del tamaño del sector público puede perjudicar a las mujeres más que a los hombres, puesto que en muchos países la mayoría de los trabaja- dores del sector público son mujeres (Appleton, Hoddinott y Krishnan 1999). En efecto, estudios de los programas de reducción del sector público en Benin, China, Ecuador, Ghana y Vietnam muestran que las mujeres se han visto con frecuencia afectadas desproporcionadamente". Estos impactos en el empleo afectan los ingresos relativos de hombres y mujeres, influyendo a su vez en su poder de negociación al interior del hogar y en la asignación intrahogar de los recursos por sexo. Las desigualdades entre mujeres y hombres en los derechos económicos y en el acceso y control a los recursos productivos -yen la movilidad económica relacionada con las responsabilidades en el hogar y los roles de género- dificultan la capacidad de las mujeres para participar plenamente en las oportunidades económicas a más largo 15 La evidencia de Chile y Colombia indica que la demanda empresarial de trabajadoras manuales es más elásti- ca que la demanda de trabajadores manuales en los recientes períodos de liberalización comercial (Fajnyzlber 2000). 16 VéallSe Rama y Maclssac (1999) en Ecuador; Alderman y otros (1996) en Ghana; y Rodgers (1999) en Viet- nam. Aunque la evidencia de asimetrías por sexo en la reducción de gastos gubernamentales no es universal. sugiere que en la mayoría de los casos el empleo de las mujeres se ha visto desproporcionadamente afectado por esta reducción. 182 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO plazo que acarrea el ajuste (Collier 1988). Esto a su vez ha generado preocupaciones sobre la capacidad de los programas de ajuste para lograr sus objetivos, particularmente en África, donde las mujeres juegan un papel económico en la agricultura que es vital (Saito, Mekonnen y Spurling 1994). Cuando las mujeres no controlan suficientes recur- sos, o no pueden reasignar sus recursos hacia los sectores en expansión, es más proba- ble que sean "víctimas inocentes" y "espectadoras" del ajuste en vez de "participantes" (Haddad y otros 1995). De qué manera beneficia el ajuste la igualdad de género. La otra cara de la moneda argumenta que el ajuste puede promover la igualdad de género. El ajuste puede promo- ver modelos de crecimiento que eleven la posición económica relativa de las mujeres, creando nuevas oportunidades que derriben los intereses económicos ya creados y que tradicionalmente discriminan a las mujeres. Cuando el ajuste ha tenido como resultado el crecimiento de la exportación de las manufacturas, esto muchas veces ha producido un crecimiento considerable de puestos de trabajo para mujeres alfabetas y a menudo solteras, frecuentemente con salarios por encima de los niveles que predominaban ante- riormente en el mercado (Agrawal 1996; Paul-Majumder y Begum 2000; Haddad y otros 1995; Lin 1985). Incluso en áreas rurales fuera del sector remunerado, las mujeres pueden haber teni- do una mayor movilidad económica como respuesta al ajuste que lo que generalmente se pensaba. En Ghana, las mujeres rurales - tanto las casadas como las jefas del hogar- se desplazaron al sector no agrario más deprisa que los hombres (Newman y Canagarajah 1999). El movimiento hacia el empleo no agrario ayudó a reducir la incidencia de la pobreza entre los hogares encabezados por mujeres más rápidamente que entre los ho- gares encabezados por hombres, lo cual se tradujo en ganancias relativas en los ingresos de las mujeres dentro y fuera de los hogares encabezados por mujeres. En Ghana , la diferencia entre los ingresos reales masculinos y femeninos descendió del 19% en 1987, al 8,6% en 1991. En Uganda, el desplazamiento de las mujeres hacia el empleo no agrario no fue tan generalizado como en Ghana, dado que hubo más mujeres que permanecieron en la agricultura de acuerdo con sus roles tradicionales. Pero las mujeres de los hogares enca- bezados por éstas que se pasaron al empleo no agrario en 1992-1996 tuvieron similares ganancias en sus ingresos, disminuyendo la pobreza entre los hogares encabezados por mujeres que de dedicaban a las actividades no agrarias más aprisa que entre los hogares encabezados por hombres (Newman y Canagarajah 1999). Aun cuando existe evidencia que apoya ambas caras del debate sobre el impacto del ajuste estructural, al hacer un balance la evidencia sugiere que, durante el período de ajuste, la situación absoluta de las mujeres y la igualdad de género mejoraron, no se deterioraron. En primer lugar, en el África subsahariana y en América Latina y el Cari- be la igualdad de género en derechos mejoró o permaneció sin cambios entre 1985 y 1990, la escolaridad de las niñas, en general , subió con respecto a la de los niños y la esperanza de vida femenina continuó a la alza (ver gráficos 1.1-1.3). La excepción a ¿Es BUENO EL DESARRO LLO ECONÓM ICO PARA LA IGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMBRES? 183 estas tendencias es más evidente en la esperanza relativa de vida de mujeres y hombres en el África subsahariana. La ventaja relativa de las mujeres en la región descendió entre 1980 y principios de los años noventa, aunque el descenso parece reflejar, al me- nos en parte, una tendencia de más largo plazo que comenzó antes del período de ajuste. En segundo lugar, cierto número de estudios que han estimado la relación de los salarios femeninos con los masculinos a lo largo del tiempo, llegan a la conclusión de que la brecha (no ajustada) entre salarios de mujeres y hombres decreció en los países de América Latina y del África subsahariana durante el período de ajuste (véase apéndi- ce 3). Aunque los estudios no son estrictamente comparables porque utilizan diferentes bases de datos y pueden referirse a distintos sectores de la economía, representan los estudios mejor hechos a la fecha sobre los ingresos relativos de mujeres y hombres. Un examen más detallado de países que pasaron o no por procesos de ajuste. En el África subsahariana, dividida en países "que pasaron por un proceso de ajuste" y países "que no pasaron por un proceso de ajuste", definidos en función de si un país obtuvo o no un préstamo de ajuste estructural del Banco Mundial en los años ochenta, las tenden- cias en la igualdad de género han sido muy similares por categorías de países. Aunque las tasas de matrícula primaria, en general, han permanecido estáticas desde 1980, tanto los niveles absolutos de matrícula femenina y la relación mujerihombre en las matrículas, siguen siendo más altos en los países que pasaron por un proceso de ajuste que entre los que no lo hicieron (gráfico 5.5). · A nivel secundaria, el crecimiento en las tasas de matrícula femenina y masculina ha sido similar entre los países que pasaron por un proceso de ajuste que en los que no lo hicieron, pero las tasas de matrícula, especialmente para los niños, comenzaron en unos niveles más altos en los países que pasaron por un proceso de ajuste. Así, aunque la igualdad de género aumentó tanto en los países que pasaron por un proce- so de ajuste como en los que no lo hicieron, la relación de matrícula femenina a masculina ha crecido ligeramente más deprisa entre los países que no pasaron por un proceso de ajuste!', · En 1970, la esperanza de vida de las mujeres era más alta en los países que no pasaron por un proceso de ajuste que en los países que sí lo hicieron, convergiendo en 1997, mientras que la esperanza de vida masculina fue aproximadamente igual en ambos grupos de países. Por tanto, la relación mujer/hombre inicial era más alta en los países que no pasaron por un proceso de ajuste que en los que sí lo hicieron. La esperanza de vida subió después con una ligera ventaja para los hombres durante el período de ajuste, alcanzando los países que pasaron por un proceso de ajuste a los que no lo hicieron. 17 Incluso antes de la época del ajuste en África, la igualdad entre hombres y mujeres en la educación secundaria mejoró más lentamente en los países con procesos de ajustes que en los países sin procesos de ajustes . 184 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO En América Latina, los datos de series de tiempo son relativamente escasos para los países que no pasaron por un proceso de ajuste, principalmente en los pequeños países de América Central, de tal forma que sólo es posible comparar las tendencias de la esperanza de vida. Los niveles iniciales de esperanza de vida fueron ligeramente más altos en los países que pasaron por un proceso de ajuste que en los que no lo hicieron. Incluso así, las mujeres en los países que pasaron por un proceso de ajuste aumentaron ligeramente su ventaja para vivir más con respecto a las mujeres en los países que no pasaron por un proceso de ajuste. El haber recibido un préstamo de ajuste, criterio utilizado en el análisis anterior para distinguir a los países que pasaron por un proceso de ajuste de los que no lo hicieron, no dice nada sobre las políticas implementadas o su efecto sobre la situación macro- económica de un país. Un estudio encuentra que los países que han adoptado las refor- mas crecieron dos puntos porcentuales más deprisa en los años ochenta, a diferencia de los países en los que las políticas empeoraron y el crecimiento del PIE per cápita cayó en más de 2 puntos (Banco Mundial 1994a). Así, si clasificamos los países que pasaron por un proceso de ajuste según haya mejorado realmente o no su entorno de política macroeconómica como consecuencia de haber recibido un préstamo de ajuste, tendría- mos una imagen bastante diferente de los ajustes". La esperanza de vida de las mujeres aumentó más en los países que tuvieron las mayores mejoras en su entorno macroeconómico (gráfico 5.6). Además, estos países fueron el único grupo del África subsahariana que detuvo el descenso en la esperanza de vida femenina con respecto a la esperanza de vida de los varones. Por el contrario, los países que no pasaron por un proceso de ajuste y los que no mejoraron profunda- mente su entorno macroeconómico, experimentaron descensos continuos en las razones mujer/hombre durante el período (y un deterioro absoluto en la esperanza de vida de las mujeres a partir de 1980). La evidencia econométrica, que se basa en datos por países y por regiones, apoya los datos descriptivos. Al parecer, los programas de ajuste estructu- ral y políticas económicas asociadas, no han tenido impactos significativos en la igual- 18 En el África subsahariana, entre 1981-1986 y 1987-1991, la implementación de las políticas de ajuste fue con frecuencia incompleta, incoherente o no tuvo lugar en absoluto (Banco Mundial 1994a). El Ajuste en África del Banco Mundial (1994) clasificó a los países africanos en cuatro categorías entre 1981-1986 y 1987-1991: países que no tuvieron proceso de ajuste, países que tuvieron proceso de ajuste cuyo entorno de política macroeconómica se deterioró, países que tuvieron proceso de ajuste cuyo entorno de política macroeconómica mejoró ligeramente, y países que tuvieron proceso de ajuste cuyo entorno de política macroeconómica mejoró mucho. Estas categorías se basan en un índice de cambio en las políticas macroeconómicas que mide las modificaciones en las políticas fiscal , monetaria y cambiaria entre 1981-1986 y 1987-1991. Para las políticas fiscales se asignó una puntuación basada en el cambio en el déficit presupuestario (excluidas las donaciones), con ajustes en los cambios de ingresos como porcentaje del PIB. Para las políticas monetarias se asignó una puntuación basada en el cambio promedio del valor real de la moneda y la inflación. Para las políticas cambiarias se asignó una puntuación basada en el cambio en la tasa cambiaria efectiva real para países con paridad fija, y un promedio simple del cambio en la tasa cambiaria efectiva real y el cambio en la prima de tasa cambiaria paralela de mercado para países con paridad flexible. ¿Es BUENOEL DESARROLLO ECONÓMICO PARA LA IGUALDAD ENTREMUJERES Y HOMBRES'? 185 Gráfico 5.5 EN EL ÁFRICA SUBSAHARIANA, LAS TENDENCIAS EN IGUALDAD DE GÉNERO SON SIMILARES EN LOS PAíSES QUE PASARON POR UN PROCESO DE AJUSTE QUE EN LOS QUE NO LO HICIERON Matrícula primaria Matrícula primaria Relación mujerlhombre 80 1,0 -,---------- ----, 0,8 -------- 60 ---- ....... ; 0,6 - - :: : _ - - - % 40 0,4 - 20 0,2 - O 0 4-- -r-- ----.- - -.-- ...,...-- -l 1970 1975 1980 1985 1990 1995 1970 1975 1980 1985 1990 1995 Matrícula secundar ia Matrícula secundar ia Relación mujer/hombre 25 1,0 -r-------- - - - - -, / __ w 20 0,8 ; --- 15 % 10 5 0,2 O 0 -+- ----,...-- -r-- - .--- -r-- -1 1970 1975 1980 1985 1990 1995 1970 1975 1980 1985 1990 1995 Esperanza de vida Esperanza de vida Relación mujerlhombre 55 1,15 -r----- - - - ------, 1,10 - _ - -- 50 --- Años ---- - ------ 45 1,05 - 40 +----,----"'T""--~ 1,0 + - - - -r- - - -.-- ---1 I 1970 1980 1990 1997 1970 1980 1990 1997 --Paisesquepasaronporunprocesodeajuste-hombres __ Paísesquenopasaronporunprocesodeajuste-hombres --Paisesquepasaronporunprocesodeajuste-mujeres --Paísesquenopasaronporunprocesodeajuste-muieres - - - Paises que pasaron por un proceso de ajuste - - - Paises que nopasaron por unprocesode ajuste Nota: Véanse notas generales y países incluidos en el apéndice 1. Fuente: Banco Mundial (1999d). 186 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Gráfico 5.6 MEJOR ENTORNO MACROECONÓMICO: MAYOR ESPERANZA DE VIDA DE LAS MUJERES EN EL ÁFRICA SUBSAHARIANA Esperanza de vida de las mujeres, Esperanza de vida, por la situación de las reformas por la situación de las reformas de las políticas macro de las políticas macro Años Relación mujer/hombre 60 -,-----------..., 1,10 -,--------------, 55 1,08 50 1,06 45 +------,-----.----1 1,04 +------,---,...-----1 1970 1980 1990 1997 1970 1980 1990 1997 --Paisesquepasaronporunprocesodeajuste-granmejora --Paísesquepasaronporunprocesodeajuste-deterioro --Paísesquenopasaronporunprocesodeajuste --Paísesquepasaronporunprocesodeajuste-pequeñamejora Nota : La clasificación de países que pasaron por un proceso de ajuste se basa en las puntuaciones para los cambios en política fiscal, política monetaria y política cambiaria desde 1981·1986 a 1987-1991. Ver Banco Mundial (1994a) para detalles. Véanse notas generales y países incluidos en el apéndice 1. Fuente: Banco Mundial (1999d). dad de género -tanto positivos como negativos- independientemente de su efecto gene- ral sobre el crecimiento de los ingresos. En un análisis de la relación entre crecimiento de ingresos e igualdad de género, Dollar y Gatti (1999) encuentran que las variables de la política macroeconómica, como la política cambiaria y la observancia de la ley, no tienen un impacto directo sobre la igualdad de género. En cambio, las variab les afectan indirec tamente los resultados (outcomes) de género a través de la manera en que contribuyen al crecimiento. De ma- nera similar, Forsythe, Korzeniewicz y Durrant (2000) no encuentran ningún impacto independiente del ajuste estructural sobre las medidas de la situación de las mujeres y la igualdad de género, controlando el efecto del crecimiento de los ingresos y de las insti- tuciones sociales que afectan las normas género. Ni la existencia ni la cuantía del monto de los préstamos de ajuste tienen impactos independientes en la desigualdad entre hom- bres y mujeres en la educación o la esperanza de vida, controlando el efecto de las condiciones iniciales y del consecuente crecimiento de los ingresos". 19 Para capturar los efectos del ajuste estructural en la igualdad de género . Forsythe, Korzeniewicz y Durranl (2000) elaboran un índice de cuatro indicadores formados entre 1975 y 1990: el número de restructuraciones ¿Es BUENO EL DESARROLLO ECONÓMICO PARA LA tGUALDAD ENTR E MUJERES Y HOM BRES'? 187 Aunque la evidencia sobre el impacto del ajuste estructural en la igualdad de género parece contradictoria, cuando distinguimos los países que implementaron satisfactoria- mente las reformas de los que no lo hicieron, al hacer un balance surge una evaluación más positiva. Incluso así, la experiencia de las reformas demuestra que en la formul a- ción de las políticas tienen que tenerse en cuenta los importantes riesgos específicos al género y las barreras que enfrentan las mujeres para su movilidad económica y que son específicas a cada contexto. Analizar las políticas que toman en cuenta que los impactos de los ajustes serán distintos para mujeres y hombres en el corto y largo plazo, pueden revelar que existen riesgos potenciales, los cuales deben ser contemplados. Las grandes áreas de atención son: las normas de género específicas a cada país, el marco jurídico, las asimetrías en el acceso a los recursos productivos (como el crédito) y la manera en que los hogares asignan los recursos. Transición a una economía de mercado A finales de los años ochenta, se inició una enorme transformación política y económi- ca en la Europa central y oriental. Poco después se extendió a las repúblicas de la Unión Soviética, así como a China y Vietnam. Un cambio social de esta envergadura y profun- didad tendrá, sin duda, repercusiones que persistirán en todos los aspec tos de la vida, incluidos los roles y relaciones de género. Transición, pero poco crecimiento, en Europa oriental yen Asia central. El colapso del bloque comunista en Europa trajo consigo el surgimiento de 27 países a partir de los ocho que anteriormente integraban el área comunista del continente. Se esperaba que el restablecimiento de las economías de mercado en estos países trajera consigo cambios fundamentales, pasando de la planificación centralizada y del control de la producción y del uso de la mano de obra, a la privatización de la producción, la descentralización de los salarios, los mercados laborales flexibles y una mayor liberalización comercial. Pero contrariamente a las primeras predicciones, los cinco primeros años de transición de Europa oriental y la antigua Unión Soviética provocaron un grave descenso del PIB, acompañado de fuertes caídas en la demanda de trabajo y de los salarios reales (Allison y Ringold 1996). Los países de Europa oriental han salido de la crisis de la transición y sus economías están comenzando a crecer de nuevo. Pero el derrumbe de la Unión Soviética dejó a los Estados que acababan de obtener su independencia en unas condi- ciones económicas por lo general desfavorables. La tremenda convulsión política y de deuda bilateral. el número de restruct uraciones de deuda multilateral en el mismo periodo de tiempo. el número de veces que un país recibió fondos amp liados del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el total de préstamos del FMt recibidos como porcentaj e de su cuota adjudicada durante el periodo. En un ejercicio simi- lar. el personal del Banco Mundial examinó los impactos de un ajuste estructural en la igualdad entre homb res y mujeres en educación y esperanza de vida. utilizando medidas de préstamos de ajuste del Banco en países específicos. Véanse también Bradshaw y Wahl (199 1). 188 HACIA LA INTEGRACiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO económica en estos países no ha producido ganancias inmediatas. La producción se ha recuperado a un ritmo constante desde mediados de los años noventa, pero el PIE en varios países es todavía más bajo que al comienzo de la transición. Si las mujeres se han beneficiado o se han quedado atrás con respecto a los hombres durante esta tremenda restructuración política y económica todavía está en discusión y la evidencia es contradictoria. Los impactos a corto plazo han sido distintos de los efectos a largo plazo. Por ejemplo, algunas evaluaciones recientes del impacto de la transición en la pérdida de empleos y en los salarios reales de hombres y mujeres, con- tradicen los resultados anteriores. Existen también desacuerdos sobre si las mujeres estaban en buena situación durante el régimen anterior, quizá como un intento para explicar por qué los conflictos que tienen su origen en las estructuras de género, como mayores tasas de violencia que se relacionan con el género, han vuelto a surgir en socie- dades que todavía pueden presumir de una mayor igualdad entre hombres y mujeres en la mayoría de las medidas del bienestar", Antes de la transición, el imperativo central de reorientar la energía y cohesión fami- liar desde el dominio privado hacia el público, ayudó a las mujeres a lograr un nivel de paridad con los hombres. Los derechos de las mujeres se encontraban entre las priorida- des de la agenda social y establecieron las bases para su empoderamiento. Los niveles educativos eran altos e iguales para mujeres y hombres. Estaba previsto que las mujeres trabajaran tiempo completo y que el Estado las apoyara con prolongadas licencias de maternidad con goce de sueldo y con servicios de cuidados infantiles. En promedio, las mujeres representaban más del 40% del empleo en Europa oriental y la Unión Soviética (tabla 5.4). Incluso a principios de los años setenta, en varios de estos países, las muje- res constituían casi la mitad de la fuerza de trabajo. La cuestión de si las mujeres o los hombres han perdido más en empleo e ingresos durante la transición varía por países y depende de la composición por sexo de los sectores industriales que fueron afectados más duramente por la restructuración y de la estructura ocupacional de los puestos de trabajo perdidos, Los primeros estudios de Europa oriental concluyeron que los puestos administrativos, dominados por las muje- res, sufrieron más que los puestos en la línea de producción, normalmente ocupados por los hombres (Boeri y Keese 1992). Pero estudios posteriores en otros países, indicaron que la industria pesada, la agricultura y la minería, las piedras angulares de la economía socialista, son las que han perdido más trabajadores. Debido a que la transición produjo principalmente una contracción en las industrias pesadas en la Federación Rusa, los 20 Aunque los indicadores de la igualdad de género calific an muy alto al periodo comuni sta por reducir las desigualdades el) educación, situación de la salud y participación en el mercado laboral. al menos un estudio reciente ha cuestionado esto (Unicef 1999b). El estudio sostiene que el régimen anterior dejó sin resolver los temas de la igualdad de género , especialmente con respecto a la posici ón de las mujere s en el hogar. El estudio argumenta que hubo una sustancial segregación ocupacional por sexo, poco apoyo oficial a la vida famili ar fuera del contexto del trabajo y un silencio generalizado sobre la violencia contra las mujeres. El desman- telamiento del control centrali zado del Estado reveló estas desigualdades en razón de género. ¿Es BUENO EL DESARRO LLO ECONÓM ICO PARA LA IGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMBRES? 189 hombres fueron despedidos en un número mucho mayor que las mujeres, aunque los salarios femeninos han bajado con respecto a los de los hombres (Brainerd 1998). En Estonia y Eslovenia, los cambios en la composic ión de la demanda de bienes y servicios también favorecieron a las mujeres, mientras que las crisis afectaron desproporciona- damente a los sectores predominantemente masculinos (como manufactura, agricultu- ra, transporte y construcción), mientras que los sectores predominantemente femeninos bajaron muy poco o se expandieron (Orazem y Vodopivec 1999). Tabla 5.4 PROPORCiÓN DE LA FUERZA LABORAL FEMENINA EN EUROPA ORIENTAL Y ASIA CENTRAL (porcentaje del total) Economía 1970 1980 1995 Albania 34 36 41 Bosnia Herzegovina 31 25 35 Bulgaria 46 47 48 Asia central" 33 39 37 Croaeia 34 37 40 República Checa 46 48 51 Hungría 41 40 40 Macedonia, FYR 24 31 38 Polonia 47 46 45 Rumania 46 44 41 Federación Rusa 47 50 47 República Eslovaca 36 44 49 Eslovenia 33 45 45 Unión Soviética (excepto Asia central)" 45 48 46 Yugoslavia, Rep. Fed. (SerbialMontenegro) 32 35 40 a. Las repúblicas del Asia central formaban parte de la antigua Unión Soviética en 1970 y 1980. b. Esto se refiere a las repúblicas de la antigua Unión Soviética. exceptuando las repúblicas del Asia central, que en 1970 y 1980 formaban parte de la Unión Soviética. Fuente : Banco Mundial (1999d). El choque económico y social de la transición - y la inestabilidad y vulnerabilidad que trajo- ha afectado también la salud y longevidad de mujeres y hombres. En prome- dio, la esperanza de vida en las economías de transición bajó un año para hombres y mujeres entre 1990 y 1997. Se han registrado mayores tasas de enfermedades cardiovas- culares, estrés emocional y depresión, suicidio y violencia doméstica y consumo de alcohol (Gavrilova y otros 1999). En la Federación Rusa, la mortalidad ajustada por la edad, subió casi un tercio entre 1990 y 1994, un incremento muy superior al experimen- tado en tiempos de paz por los países industrializados (Notzon y otros 1996). El aumen- to ha sido significativamente más alto para hombres que para mujeres, un 36% comparado 190 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARRO LLO ECONÓM ICO con un 23%, reduciendo la esperanza de vida para los hombres en casi siete años y en tres para las mujeres. Más de las tres cuartas partes de esta caída pueden ser atribuidas al aumento de las tasas de mortalidad de las personas entre 25-64 años de edad. Los impactos del género se han sentido también en el hogar. Una dramática reduc- ción en la prestación de servicios de cuidados infantiles afectó no solamente el empleo de las mujeres, sino también su carga total de trabajo. Desde 1990, los servicios prees- colares para niños han descendido en casi todas las repúblicas de la antigua Unión Soviética. Aunque la asistencia y el número de jardines de niños (kindergartens) subió entre 1980 y 1989, a partir de 1990 la oferta fue sólo del 40-80% de los niveles de 1980, dependiendo del país (gráfico 5.7). En la Federación Rusa, el consiguiente incremento de los costos de los servicios de cuidados infantiles ha tenido un efecto mayor en las horas de trabajo de las mujeres que el que han tenido los cambios salariales (Lokshin 2000). Todavía hay que examinar el impacto que tendrá a largo plazo el cambio en la prestación de servicios de cuidados infantiles sobre las mujeres, sus hijos y los roles de género . La proporción de mujeres en el parlamento ha sido otra víctima de la transición. Como muestra el capítulo 1, en 1985 Europa y Asia central registraron la mayor propor- ción de mujeres en el parlamento, un 25%, pero la representación cayó al 7% en 1990. Vale la pena estudiar si las mujeres pueden recuperar su participació n parlamentaria y cómo lo pueden lograr. Transición con crecimiento en Asia oriental. En China y Vietnam, la transición a una economía de mercado ha seguido un camino diferente. La economía china ha estado creciendo a un impresionante 8-9% al año durante más de una década, transformando los patrones de empleo, hábitos de consumo y las vidas de las personas. La expansión económica sostenida ha abierto nuevas oportunidades de empleo no agra rio para hom- bres y mujeres jóvenes, principalmente en electrónica, textiles y ropa. Más de la mitad de las exportaciones de China son productos que utilizan poca tecnología. La mayor demanda de mano de obra ha sido cubierta mediante una disminución en la proporción del empleo agrario y un aumento de la emigración desde las zonas rurales y del número de residentes rurales que se trasladan todos los días a las fábricas en los centros urbanos. En China, ¿se han beneficiado de la misma manera las mujeres y los hombres de la transición hacia una economía orientada hacia el mercado? La evidencia es contradicto- ria. Algunas mujeres pueden haber perdido terreno: las mujeres urbanas parece que han sido despedidas de forma desproporcionada de sus puestos de trabajo en el sector esta- tal (Departamento de Estado de EE.UU. 1997). En promedio, las brechas salariales por sexo han aumentado a medida que el empleo se ha trasladado del sector estatal a los sectores colectivos y privados (Maurer-Fazio y Hughes 1999). Y al menos durante los primeros años de la reforma, las mujeres quedaron relegadas a trabajar en el campo, mientras que los hombres ganaron acceso a los puestos de trabajo no agrarios con poco tiempo de creac ión (Parish, Zhe y Li 1995). ¿Es BUENO EL DESARROLLO ECONÓMICO PARA LA IGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMBRES? 191 Gráfico 5.7 EL NÚMERO DE JARDINES DE NIÑOS HA DESCENDIDO EN LA ANTIGUA UNiÓN SOVIÉTICA índice de oferta de jardines de niños (1980 =100) ____ Bielorrusia ---- Armenia Kazajstán ---Georgia - - - _. República Kirguis o-+- - .--- ---,-- - -.--- -,-- - --.-- ----r- - --,-- ---\ I 1980 1982 1984 1986 1988 1990 1992 1994 1996 índice de oferta de jardines de niños (1980 =100) 140 ____ Turkmenistán Uzbekistán Ucrania 100 ---- FederaciónRusa Tayikistán 60 Moldavia o-+- - r-- --;-- ----y- - -.--- -,-- - ,--- --.- ----l I 1980 1982 1984 1986 1988 1990 1992 1994 1996 Fuente: Comité de Estados de la CEI (1999). Pero el reciente crec imiento en el sector rural no agrario ha produ cido un rápido aumento del empleo femenino no agrario en las zonas rurales (Hare 1999; Rozelle y otros 2000). Los salarios absolutos de las mujeres son más altos en el sector privado que en el estatal (Maurer-Fazio y Hughes 1999). La brecha salarial por sexo, al menos en la economía rural, no ha aumentado (Rozelle y otros 2000). Y las transferencias de dinero a los padres han elevado la posición de las hijas en la familia, dándoles una mayor sensación de tener control sobre sus vidas (Hare 1999)21. 21 La evidencia sobre los cambios en la discriminación salarial. medid a por la parte de la brecha salarial que no es explicada después de controlar el efecto de la educación y experiencia laboral. es contradictoria. Cierta evidencia muestra que las mayores brechas salariales no explicadas están en el sector privado. mientras que las menores están en el sector estatal (Maurer-Fazio y Hughes 1999). sugiriendo que es probable que las diferencias salariales por género se incrementen cuando el empleo del sector privado \legue a ser cada vez más 192 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Al igual que China, Vietnam experimentó una considerable transformación econó- mica que se inició a mediados de los años ochenta. En 1995, el PIB estaba creciendo aproximadamente al 10% anual, las exportaciones se habían multiplicado por diez y había signos de que existían niveles de vida más altos en la mayor parte del país (Dallar, Glewwe y Litvack 1998). Hombres y mujeres se desplazaron desde la agricultura hacia la industria y los servicios, pero el cambio en la distribución sectorial del empleo fue pequeño y la dimensión del sexo no fue apreciable. Vietnam continúa siendo una eco- nomía principalmente agrícola, donde en 1990 el 73% de las mujeres económicamente activas y el 70% de los hombres estaban empleados en la agricultura. El cambio hacia la economía de mercado emprendido por las economías china y vietnamita ha estado aparejado de importantes cambios en la vida de hombres y mujeres más allá de la esfera del trabajo. Las brechas en la educación de hombres y mujeres disminuyeron aun más durante el período . En China, las tasas brutas de matrícula pri- maria para niños y niñas alcanzaron el 120% en 1996 y la tasa de matrícula secundaria de las niñas subió más rápidamente (del 37 al 66%) que la de los niños (del 54 al 73%) en el período 1980-1996. En Vietnam, en 1985, las tasas brutas de matrícula eran ya aproximadamente iguales para niñas y niños -al menos del 100% en el nivel primario y más del 40% en el nivel secundario- pero la igualdad de género ha mejorado aun más durante la transición. En una encuesta cualitativa de dos comunas en Vietnam, las personas encuestadas de alrededor de 80 hogares describieron tremendas mejoras en sus vidas después del programa de reformas conocido como Doi Moi en infraestructura básica (agua y sani- dad), propiedad de bienes duraderos, vivienda, movilidad, dietas alimenticias y acceso a nueva información a través de la televisión (Long y otros 2000). Más aún, tanto las mujeres como los hombres hablaban explícitamente sobre el cambio en los roles de género, estando de acuerdo los hombres con las mujeres en que las relaciones al interior de los hogares se han vuelto más igualitarias. A pesar de este cambio , un estudio de grupos focales revela que sigue dominando la autoridad de los hombres dentro del ho- gar (Banco Mundial I999c). Y mientras que las mujeres todavía son responsables de las actividades del cuidado y el mantenimiento del hogar, los hombres son responsables de las cuestiones sociales de la familia. En resumen , aunque las economías de transición comparten el legado del imperativo centralizado de la igualdad entre hombres y mujeres y aunque todavía poseen algunos de los indicadores más altos de igualdad de género en el mundo, las políticas orientadas hacia el mercado y las diferencias en su desempeño económico han producido diferen- tes tensiones en relación con el género. Ante el colapso de la producción, la escasez de puestos de trabajo y los fuertes recortes en el apoyo estatal para los cuidados infantiles, las desigualdades en razón de género están creciendo en Europa oriental y en la ex importante. Otra evidencia sugiere, sin embargo. que la prop orción relativ a de la discriminación en el diferen - cial global de los sa larios des ciende con siderablemente al pasar del sector estatal al privado (Liu, Meng y Zhang, próxi ma publicación ). ¿Es BUENO EL DESARROLLO ECONÓMICO PARA LA IGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMBRES ? 193 Unión Soviética. Por el contrario, ante el rápido crecimiento económico en China y Vietnam, las mujeres y los hombres tienen que ajustarse a los nuevos roles económicos y a los conflictos específicos de género que éstos presentan, pero tienen el privilegio de hacerlo con un nivel de vida más alto. El mejor y el peor de los tiempos: lecciones de las experiencias regionales El crecimiento y la política económica afectan el nivel de vida de todas las personas, así como al bienestar relativo de mujeres y hombres. En efecto, las estrategias de desarrollo normalmente afectan a hombres y mujeres de diferentes formas . Las reformas de la política macroeconómica y el desarrollo económico, se centren o no en los temas de género, influyen en las relaciones de género y sus resultados, tanto para bien como para mal. Y estos efectos pueden variar a corto y largo plazo. Cuando dichas reformas cam- bian los recursos y las restricciones fiscales, alteran la disponibilidad de los programas públicos de los que particularmente dependen los pobres. Estas reformas afectan tam- bién los ingresos de los agricultores que venden sus productos y a los trabajadores que venden su fuerza de trabajo, así como a los precios a los que tienen que comprar los alimentos, servicios básicos y otras necesidades. Y debido a que los hombres y las mujeres tienden a tener diferentes roles -y poder- en el hogar, en el lugar de trabajo y en la política, así como en la economía en su sentido más amplio , normalmente se ven afectados de diferentes maneras por estos grandes cambios. Con frecuencia, el impacto que tiene el desarrollo económico sobre la igualdad de género no es automático ni inmediato, ni tampoco suficiente. En gran parte depende de la situación de los derechos de mujeres y hombres, de su acceso y control de los recur- sos productivos (como tierras y crédito) y de su voz política. En los países de Asia oriental, con un crecimiento alto y una desigualdad baja, el bienestar de las mujeres mejoró y las disparidades de género disminuyeron en varias dimensiones, pero de modo poco uniforme e imperfecto, persistiendo algunas desigualdades entre mujeres y hom- bres. En América Latina, donde el capital humano es generalmente alto y relativamente igual para mujeres y hombres, las medidas de igualdad de género pueden haber empeo- rado temporalmente durante las reformas estructurales, como resultado de las diferen- cias por género en los despidos y los salarios. Pero como las tasas de inflación han bajado y las tasas de crecimiento se han vuelto positivas, la evidencia reciente apunta hacia la mejoría. Todavía existe el importante reto de cómo mejorar las condiciones de mujeres y hombres en las áreas rurales pobres. En las repúblicas de la antigua Unión Soviética -donde los niveles de capital huma- no son altos y generalmente iguales para hombres y mujeres, pero donde las economías se están contrayendo (si bien temporalmente)-las reformas estructurales han producido ganadores y perdedores. Algunas personas se han beneficiado de las nuevas oportuni- dades del mercado pero otras se han perjudicado. La fuerza del trabajo ha cargado desproporcionadamente con el costo del cambio en los sectores que se han encogido, aunque ni las mujeres ni los hombres monopolizan las pérdidas. 194 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉN EROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Por el contrario, en los países de transición de Asia -donde la economía se expande en lugar de contraerse- hay espacio para más ganadores y las mujeres se están benefi- ciando principalmente al ocupar los nuevos puestos de trabajo en una economía que se está modernizando. Esta experiencia sirve para ilustrar el lado positivo del desarrollo económico. Aun cuando la apertura y ampliación de los mercados en estos países, así como la reducción del tamaño del sector público, han producido ganadores y perdedo- res, la expansión sostenida de la producción, con antecedentes de mayor equidad en derechos y en capital humano, ha mejorado de forma tangible la igualdad entre mujeres y hombres, así como la vida en general. En el África subsahariana, las reformas macroeconómicas para tratar los problemas estructurales pueden haber sido demasiado duras o demasiado rápidas para los que te- nían pocos recursos (en capital humano o físico ), desestabili zando seve ramente sus vidas, tanto en el hogar como en el trabajo. Esto se debe, en parte, a que la infraestruc- tura y las instituciones sociales y políticas no han respondido a las reformas tan deprisa corno lo han hecho los desequilibrios macroeconómicos (Collier y Gunning 1999). En los países donde las políticas macroeconómicas no mejoraron durante el ajuste, son las mujeres, que poseen y controlan menos recursos productivos, quienes han sido espe- cialmente vulnerables. Estas observaciones indican que las políticas que posibilitan que la economía crezca y prospere, que mejoran la infraestructura social y física, que generan nuevos puestos de trabajo y que elevan las tasas salariales reales, proporcionan un esce nario más propi- cio para que mujeres y hombres alcancen niveles de vida más altos y una mayor igual- dad. Pero muchas veces no son suficientes. Las políticas sociales que luchan contra la discriminación en el mercado de trabajo o que apoyan los servicios de cuidados infanti- les pueden complementar lo que el desarrollo económico y la reforma institucional por sí solos no pueden alcanzar para reducir las desigualdades en razón de género. Además, las políticas de protección social que reconocen las diferencias por género en el trabajo comercial y doméstico, así como en los riesgos, son también importantes para proteger a las mujeres (y a los hombres) de las crisis económicas o de deterioros prolongados de la situación económica (recuadro 5.4) . Otro importante desafío para los planificadores de las políticas es minimizar los efectos adversos que puede traer un cambio económico rápido y general, de tal manera que los hogares y los individuos puedan beneficiarse del mismo . El desarrollo económico puede mejorar la igualdad de género de diferentes maneras. Lo consigue creando, expandiendo o abriendo mercados, posibilitando nuevas inver- siones, amp liando (as oportunidades para incrementar los ingresos y redefiniendo el papel del Estado en la economía. Si existieran ambientes políticos e institucionales de apoyo, el desarrollo económico podría ayudar a derrumbar las divisiones tradicionales del trabajo entre hombres y mujeres en el hogar y en la economía, a proporcionar incen- tivos para invertir de manera más igualitaria en el capital humano y a reducir la discri- minación en el mercado de trabajo. Pero las políticas sociales concretas que promueven ¿Es BUENO EL DESARROLLO ECONÓMICO PARA LA IGUALDAD ENTREMUJERES Y HOMBRES? 195 Recuadro 5.4 AMORTIGUAR LOS EFECTOS DE LA REFORMA PARA LAS PERSONAS MÁS VULNERABLES El cambio económico desencadena fuerzas que pueden socavar los mecanismos tradicionales de protección para las personas que viven en pobreza, desempleadas y también para personas mayo- res, y esto puede ocurrir de manera tan rápida que las nuevas instituciones sociales no tengan tiempo de transformarse. Los subsidios para contrarrestar los recortes en los servicios sociales y redes de seguridad (como la capacitación para desarrollar nuevas habilidades y programas de empleo públi- co) para trabajadores que estaban siendo desplazados, habrían atenuado los efectos de las políticas de ajuste. Pero pocos países con políticas de ajuste actuaron lo suficientemente rápido. Estas políti- cas deben ser sensibles a los riesgos específicos por género, a las diferencias en el control de los recursos por sexo y a los tipos de actividades que las sociedades consideran apropiadas para muje- res y hombres. Cuando las políticas de protección social son ciegas a las cuestiones de género no consiguen llegar a las mujeres. El análisis de varios programas recientes de redes de seguridad ilustra este punto. En Zambia, un programa introducido en 1995 que daba dinero a cambio de trabajo como alterna- tiva a la ayuda alimentaria, tenía como objetivo la participación de las mujeres. El programa organizó actividades diferentes para los hombres y para las mujeres y les pagó los mismos salarios por tipo de trabajo (Devereux 1998). En 1997 los resultados preliminares basados en una encuesta indican que las mujeres que quisieron participar, para disponer de más tiempo, tuvieron que delegar el trabajo doméstico, principalmente en las hijas. Las limitaciones domésticas, así como la pesada carga de trabajo del programa, hicieron que muchas mujeres alquilaran carros de bueyes que les ayudaran en su trabajo en la carretera. Pero los hombres poseían el 80% de estos carros, de tal manera que los hombres se beneficiaron no sólo de su participación directa en el programa, sino también de alquilar sus recursos a las mujeres. En muchos casos las mujeres entregaron sus ganancias en efectivo a los hombres en el hogar. Un análisis de la distribución de los beneficios de la participación en el progra- ma, muestra que sólo el 16% de las mujeres utilizó sus ganancias para gastos personales, compara- do con el 42% de los hombres. Los programas de protección social que no estaban focalizados a las mujeres tuvieron mucho menos éxito en conseguir que ellas participaran. En Bolivia, el Fondo Social de Emergencia, creado en 1986, fue uno de los primeros intentos del Banco Mundial para hacer frente a los costos sociales del ajuste mediante un programa compensatorio. El Fondo financió pequeños proyectos intensivos en mano de obra que tenían como objetivo aumentar el empleo entre las personas en pobreza , al mismo tiempo que proporcionaban servicios a la comunidad para apoyar el desarrollo. Una encuesta de 1988 mostró que el 99% de los trabajadores en los proyectos eran hombres (Newman, Jorgensen y Pradhan 1991). Durante los seis primeros meses del programa Trabajar 2, que comenzó en Argentina en mayo de 1997, solamente el 15% de los participantes fueron mujeres (Jalan y Ravallion 1999). Pero las ganancias netas que obtuvieron las pocas mujeres que participaron fueron casi idénticas a las de los hombres, lo que sugiere que la baja participación de las mujeres pudo ser un problema de elección más que un sesgo por sexo en la contratación. mayor igualdad de género en diferentes esferas de la sociedad y que protegen a las personas más vulnerables pueden reforzar estos efectos. En el siguiente capítulo se discuten el contenido y las implicaciones de estas políticas. Capítulo 6 UNA ESTRATEGIA EN TRES PARTES PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO El hecho de que las desigualdades entre hombres y mujeres representen altos costos humanos y limiten las perspectivas de desarrollo de los países, presenta un argumento de peso para que la acción pública y privada promuevan la igualdad entre mujeres y hombres. El Estado tiene un papel fundamental en mejorar el bienestar de ambos y, al hacerlo, aprovechar los beneficios sociales que se derivan de mejorar la situación de mujeres y niñas en términos absolutos y relativos. La acción pública es particularmente importante, ya que para los individuos aislados es sumamente difícil, si no imposible, cambiar las instituciones sociales y jurídicas que perpetúan las desigualdades entre hom- bres y mujeres. Además, las fallas del mercado provocan que exista información insufi- ciente sobre la productividad de las mujeres en el mercado laboral (porque emplean una mayor proporción de sus horas de trabajo en actividades no comerciales, o porque los mercados de trabajo no existen o no están desarrollados) y representan un claro obstá- culo para la igualdad entre mujeres y hombres. Para promover la igualdad de género la evidencia sugiere una estrategia en tres partes. Reformar las instituciones para establecer los mismos derechos y oportunidades para mujeres y hombres. Impul sar el desarrollo económico para aumentar los incentivos que se requieren para alcanzar una mayor igualdad en los recursos y la participación. Tomar medidas concretas para corregir las disparidades que persisten en el control de los recursos y la voz política. Como indica el capítulo 5, el desarrollo económico y el crecimiento de los ingresos tienden a promover la igualdad de género. Pero los efectos positivos del desarroll o económico pueden tardar mucho tiempo en hacerse presentes y no son suficientes para eliminar las disparidades entre hombres y mujeres . Ni tampoco son automáticos. Por estas razones, los gobiernos y las organizaciones del desarrollo necesitan tener un enfo- que más integrado para promover la igualdad de género. El Estado tiene un papel funda- mental para establecer un ambiente institucional en el que mujeres y hombres tengan igualdad de derechos y oportunidades, así como para asegurar un acceso igualitario a los recursos y servicios públicos. 198 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Los debates recientes sobre género y desarrollo han tendido a contraponer los enfo- ques de crecimiento económico contra los enfoques institucionales o de derechos (véa- se, por ejemplo, UNDP 1995; Cagatay, Elson y Grown 1995). Pero la evidencia sugiere que, tanto la igualdad de género en derechos básicos como el desarrollo económico, son dos elementos clave de una estrategia a largo plazo para promover la igualdad entre hombres y mujeres. En efecto, las sociedades que otorgan los mismos derechos básicos tanto a hombres como a mujeres y que promueven el desarrollo económico, tienen ma- yor probabilidad en reducir de manera más efectiva las disparidades en razón de género que aquellas sociedades que se concentran solamente en el crecimiento económico o en los derechos. Al examinar los datos por países, es posible observar las conexiones que existen entre derechos, aumento de los ingresos e igualdad de género. Una mayor igualdad entre hombres y mujeres en derechos y un PIE per cápita más alto, se articulan con relaciones más altas de feminidad en las tasas de matrícula primaria y secundaria, espe- ranza de vida y participación parlamentaria (gráfico 6.1). Estas diferencias son particu- larmente grandes en la representación parlamentaria y en la matrícula en la escuela secundaria. El gráfico 6.1 sugiere que donde el PIE per cápita y la igualdad de género en dere- chos son bajos, los países pueden elevar en términos relativos los resultados (outcomes) para las mujeres, mejorando simultáneamente la igualdad en derechos y los ingresos per cápita. Más aún, en aquellos países de bajos ingresos y alta igualdad de género en dere- chos, sería de esperarse que al aumentar los ingresos se produjeran mayores mejoras en la situación de las mujeres en términos relativos. De manera similar, en aquellos países con mayores ingresos y baja igualdad de género en derechos , podría esperarse que al elevar en términos relativos la situación de los derechos de las mujeres, se produjeran (en términos relativos) mejoras adicionales en sus resultados toutcomes)' , Es ampliamente aceptado que mejorar la eficacia de las instituciones sociales y al- canzar el crecimiento económico son elementos clave para cualquier estrategia de desa- rrollo a largo plazo. Pero la ejecución satisfactoria de esta estrategia no garantiza la igualdad de género. Es preciso que las políticas de cambio institucional y de desarrollo económico consideren y aborden las desigualdades de género en derechos, recursos y voz, así como la manera en que estas disparidades afectan la capacidad de mujeres y hombres de participar en el desarrollo , contribuir al mismo y beneficiarse de él. Pero incluso un enfoque que combine mejoras en los derechos y otras reform as institucionales con el desarrollo económico, puede ser incapaz de generar beneficios Comparando la altura de las barras "baja igualdad-ingresos altos" y "alta igualdad-ingresos bajos", no es posible generalizar que una sea siempre más alta que la otra. Las magnitudes en términ os relativos difieren por indicadores. Los análisis de simulación sugieren que los impactos relati vos de los derechos y de los ingresos difieren en función de la medida de la desigualdad de género considerada, así como por región (véase más adelante). UNA ESTRATEGIA EN TRES PARTES PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO 199 Gráfico 6.1 CUANDO LA IGUALDAD DE DERECHOS Y LOS INGRESOS MEJORAN, TAMBIÉN LO HACEN OTROS INDICADORES DE GÉNERO Matricula primaria, 1995 Matricula secundaria, 1995 Relación de feminidad Relación de feminidad 1.05 1,01 1,0 1,0 --....:;:=_-.! 0,0 o ,o ~~==_ Alta Ingresos Ingresos Alta igualdad Baja Ingresos altos Ingresos altos igualdad Baja igualdad bajos en derechos e~g~:;~~~os bajos en derechos en derechos Esperanza de vida, 1997 Representación parlamentaria, 1995 Relación de feminidad Relación de feminidad 1.08 1,0 1,0 0,19 0,0 8iiJ~ Alta Alta Ingresos igualdad Baja igualdad . Baja In~ re sos altos en derechos igualdad en derechos Igualdad ajos en derechos en derechos Nota: Los datos se obtienen utilizando predicciones a nivel país a partir de regresiones de cada indicador en el PIS per cápita, el PIS per cápita al cuadrado (ambos expresados en logaritmos) y un índice agregado de igualdad en derechos, basado en datos recogidos por Humana (1986, 1992), Los países se clasifican por el valor promedio de la igualdad en derechos (el promedio de tres índices que recogen la situación relativa de los derechos de mujeres y hombres en la economía, derecho y política, y matrimonio y divorcio) y por el PIS per cápita (dólares de 1995 ajustados a la paridad del poder adquisitivo), siendo US$4.000 el límite entre ingresos bajos e ingresos altos. Para la educación primaria y secun- daria, los resultados relativos se representan mediante la relación de tasas de matrícula bruta femenina a tasas de matrícula bruta masculina, Para notas generales y países incluidos, véase el apéndice 1; para los resultados de la regresión véase el apéndice 2; y el glosario para las definiciones. Fuentes: Datos de derechos de Humana (1992); datos parlamentarios de Wistat (1998); el resto de los datos son del Banco Mundial (1999d). importantes en el corto plazo. Igual sucede con los efectos del crec imiento, las reformas institucionales y los esfuerzos que se requieren para fortalecer los derechos básicos. Puede tomar cierto tiempo para que tengan impacto. Aunque las reformas institucionales pueden ayudar a preparar el terreno y avanzar hacia la igualdad de género, las prácticas sociales tan arraigadas, las costumbres discriminatorias, el escaso cumplimiento de la ley y la oposic ión política, juntos representan obstáculos que hay que tomar en cuenta, ya que pueden retrasar lo que de otra forma se podría alcanzar más rápidamente. 200 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO En este contexto, las políticas y programas concretos juegan un papel fundamental para: Promover la igualdad entre mujeres y hombres en el acceso a los recursos producti- vos y en la capacidad de generar ingresos. · Reducir los costos personales de las mujeres en sus roles domésticos. Proporcionar una protección social adecuada tanto a hombres como a mujeres, me- diante programas que tengan en cuenta sus diferencias en riesgos y vulnerabilidad. · Fortalecer la voz y participación política de las mujeres . Estas medidas con frecuencia ayudan a promover los objetivos de eficiencia e igual- dad. Asimismo, las políticas concretas pueden acelerar el avance hacia la igualdad de género. De hecho, los gobiernos tienen una variedad de instrumentos de política pública para promover dicha igualdad: política de precios, reformas jurídicas y regulatorias, la prestación de servicios mejor diseñados y ciertas inversiones en infraestructura. El ca- pítulo I muestra que existe una considerable diversidad en la naturaleza y la dimensión de las disparidades de género, tanto entre las regiones como al interior de las mismas. Así, las intervenciones más apropiadas -y las más efectivas- probablemente diferirán mucho de un lugar a otro. Por ejemplo, la desigualdad entre hombres y mujeres en el acceso a la educación básica sigue siendo una prioridad importante en Asia meridional, África subsahariana, Oriente Medio y norte de África, mientras que en otras regiones ya no lo es tanto. Por tanto, aunque el enfoque marco aquí expuesto puede utilizarse en términos ge- nerales, es de esperarse que su ejecución -en particular en lo que respecta a las medidas concretas- variará entre países y regiones . La diversidad de circunstancias de los países y las regiones, pone de relieve la importancia de comprender la naturaleza de los siste- mas y disparidades de género en ciertas zonas específicas. También requiere la integra- ción de los asuntos de género en los análisis y debates nacionales sobre política pública. y debido a que los recursos públicos son limitados, es importante evaluar todos los costos y beneficios en que se incurre al elegir entre diferentes políticas y enfoques programáticos para promover la igualdad de género . Este capítulo discute cada una de las partes de la estrategia, centrándose en primer lugar en las reformas institucionales, después en el desarrollo y crecimiento económico y, por último, en las medidas concretas de política pública. En los casos en que los datos lo permiten, las secciones proporcionan estimaciones que indican de qué manera se puede esperar que ciertos elementos de la estrategia tengan efectos sobre la igualdad entre mujeres y hombres en diferentes dimensiones. Dado que los gobiernos suelen operar con escasos recursos (tanto fiscales como en materia de personal), la discusión sobre las medidas concretas comienza trazando varios principios básicos que permitan escoger entre una multitud de opciones. Y toma como punto de partida la discusión del papel del Estado en el capítulo 2 y una extensa literatura sobre economía pública. La U NA ESTRATEGIA EN TRES PARTES PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO 201 discusión sobre ciertas medidas concretas específicas pone de relieve hasta qué punto es factibl e que las intervenciones públi cas beneficien al desarrollo en su sentido más amplio y promuevan la igualdad de género. Aunque la evidencia sobre los costos y beneficios en términos relativos que tendrán las medidas concretas suele ser limitada, se destacan tanto los resultados que se encuentran disponibles, como la evidencia sobre la efectividad de la prestación de servicios por instancias públicas versus las privadas . El informe termina con una breve discusión sobre los retos futuros para prom over la igualdad de género, incluyendo las prioridades para realizar futuras investigaciones so- bre política pública. REFORMAR LAS INSTITUCIONES PARA ESTABLECER LOS MISMOS DERECHOS Y OPORTUNIDADES PARA MUJERES Y HOMBRES Garantizar que mujeres y hombres tengan los mismos derechos, es, en sí misma, una meta importante del desarrollo. Pero tamb ién es importante por otras razones. Estable- cer los mismos derechos entre mujeres y hombres crea un ambiente de igualdad de oportunidades y poder, los cuales son eleme ntos críticos para alcanzar la igualdad de género en otras dimensiones, como educac ión, salud y participación política . Si bien promover la igualdad de derechos es importante en todos los países y regiones, es una prioridad particularmente en Asia meridional, África subsahariana, Oriente Medio y norte de África, donde las desigualdades en derechos básicos son las más significativas (véase capítulo 1). Al simular los efectos que tendría el aumentar la igualdad de género en derechos sobre la relació n de femi nidad en la educación primaria y secundaria, esperanza de vida y repre sentació n parlamentaria, es posible ilustrar cómo al mejorar la igualdad de dere- chos entre mujeres y hombres, se podrían mejorar otros resultados (outcomesi de géne- ro (gráfico 6.2). Estas simulaciones se basan en el mismo modelo de regresión por países disc utido en los capítulos 3 y 5. Las regresiones controlan los efectos de un índice de igualdad de género en derechos, PIE per cápita y PIE per cápi ta elevado al cuadrado (las variables del PIE están expresadas en logaritmos; para detalles sobre la regresión véase el apéndice 2). Las estimaciones de los parámetros se utilizan para predecir los resultados por sexo para cada país en dos esce narios alternativos: · Si cada país de la regió n consiguiera un nivel de igualdad en derechos similar al del país con el mejor récord en esa región. · Si cada país de la región consiguiera un nivel de igualdad en derechos equivalente al promedio de los países de la OCDE. 202 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Gráfico 6.2 CUANDO LA IGUALDAD EN DERECHOS MEJORA, TAMBIÉN LO HACEN OTROS INDICADORES DE GÉNERO Matrícula primaria, 1995 Relación de femin idad 1,2 1,0 0,8 0,6 Asia orien tal Europa América Oriente Asia África y el Pacífico y Asia Latina y el Medio y meridional subsa- cent ral a b Caribe norte de hariana b África Matrícula secundaria, 1995 Relación de feminidad 1,2 1,0 0,8 0,6 Asia oriental Europa América Oriente Asia África y el Pacífico y Asia Latina y el Medio y meridional subsa- cent ral Caribe norte de hariana África Esperanza de vida, 1997 Relación de feminidad 1,2 1,1 1,0 0,9 0,8 Asia oriental Europa América Oriente Asia África y el Pacífico y Asia Latina y el Medio y meridional subsa- cent ral Caribe norte de hariana África (Continúa en la página siguiente) U NA ESTRATEGIA EN TRES PARTES PARA PROMOV ER LA IGUALDAD DE GÉNERO 203 (Continuación gráfico 6.2) Esperanza de vida, 1997 Relación de feminidad 1,0 ,----------------------------, 0,8 0,6 0,4 0,2 0,0 Asia oriental Europa América Oriente Asia África y el Pacífico y Asia Latina y el Medio y meridio- subsa- central a b b b Caribe norte de nal hariana · a b Africa · Real Ii\ll Mejor país de la región D OCDE Nota: Las cifras resumen los resultados de la simulación del efecto de diferentes escenar ios de igualdad de género en países en desarrollo, controlando los efectos de los ingresos. Véanse los países incluidos en el apéndice 1; los resulta- dos de la regresión, en el apéndice 2; y las definiciones en el glosario. Las diferencias de promedíos regíonales entre los niveles reales y las simulacíones son estadísticamente significativas al nível del 10% o más cuando se indican como sigue : a. Entre el escenario real y el del mejor país de la región; b. Entre el escenario real y el de la OCOE. Fuente: Datos de derechos de Humana (1992); datos parlamentarios de Wistat (1998); Banco Mundial (1999d). Para cada región se calcula el promedio ponderado por la población de los valores previstos en los diferentes países. Los puntos de partida para las simulaciones son datos del último año disponible, usualmente a partir de mediados de los años noventa. Al interpretar los datos, es necesario tomar una precaución: debido a que el número de países en cada región es pequeño y que sólo hay datos disponibles para una parte de este pequeño grupo (por ejemplo, entre 2 a 5 países en Asia meridional, dependiendo de la medida de igualdad de género), la desviación estándar de cada promedio regional suele ser grande, bajando así los niveles de significanci a estadística de las diferencias entre los escenarios. A pesar de este aspecto estadístico, las simulaciones sugieren que mejo- rar conjuntamente los derechos y los ingresos, pueden acercar a los países a la igualdad de género. El gráfico 6.2 explica claramente qué diferencias en los promedios son signi- ficativas, tomando en cuenta el número de países con datos. El impacto de simular las mejoras en los derechos, es una función tanto de los parámetros estimados como de la distancia entre la situación actual de los derechos en cada país y la situación en el mejor escenario en la región o el escenario promedio en la ocns (en regiones donde el escenario promedio de la ocoa parece ser demasiado opti- mista, el mejor escenario en la región puede ser más verosímil en el corto plazo). Obsér- 204 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO vese que en Europa y Asia central, y en América Latina y el Caribe, el récord de dere- chos del mejor país de la región son de hecho mejores que el récord promedio de la OCDE . En ambos escenarios (el mejor en la región y el promedio de la OCDE) las tasas de matrícula en educación primaria y secundaria llegan a igualarse, en términos relativos aumenta la representación de las mujeres en el parlamento y la ya de por sí ventaja general de las mujeres en la esperanza de vida se vuelve ligeramente más pronunciada. Pero se prevé que, generalmente, los mayores cambios tengan lugar en Asia meridional, África subsahariana, Oriente Medio y norte de África. Por ejemplo, utilizando el país con el mejor récord de la región en derechos, la relación de feminidad en la representa- ción parlamentaria aumenta más del doble en Oriente Medio y norte de África y más del 60% en las otras dos regiones. La relación de feminidad en la matrícula secundaria se incrementa en un 8% en Oriente Medio y norte de África, 6% en África subsahariana y 5% en Asia meridional. Las tasas para la matrícula primaria y esperanza de vida experi- mentan cambios más moderados. En el escenario del promedio de derechos de la OCDE, los cuatro indicadores de igualdad de género tienden a aumentar más, en algunos casos de manera notoria. Las excepciones son Europa y Asia central, así como América Latina y el Caribe, donde la igualdad en derechos del mejor país de la región supera al promedio de la OCDE. Las simulaciones sugieren que en la mayoría de las regiones mejorar sustancialmente la igualdad de género en los derechos, contribuiría en gran medida a conseguir la paridad entre niñas y niños en las tasas de matrícula escolar primaria y secundaria. Solamente en Asia meridional persistirían brechas significativas entre mujeres y hombres. Establecer los mismos derechos y protección ante la ley La reforma jurídica representa un paso necesario para mejorar la igualdad de género en derechos y para establecer de manera más amplia un ambiente institucional que otorgue más apoyo. Como indica el capítulo 3, muchos aspectos de la legislación en los países en desarrollo todavía otorgan derechos y una condición desiguales a las mujeres, lo cual tiene consecuencias importantes sobre su autonomía, seguridad, oportunidades y bie- nestar. La reforma jurídica es importante para promover la igualdad de género en mu- chas áreas, pero en particular en cinco: Legislaciónfamiliar. La legislación familiar, ya sea que se sustente en las leyes estatutarias, consuetudinarias o religiosas, establecen el nivel de autonomía y control que tienen las mujeres y los hombres en los asuntos familiares, incluyendo matrimonio, divorcio, custo- dia de los hijos, control de la propiedad conyugal y herencia. Cuando la legislación fami- liar afecta directamente el bienestar de las mujeres y debilita su poder de negociación, pueden tener efectos secundarios importantes sobre el bienestar del hogar. Las reformas que eliminan las desigualdades en la condición jurídica de mujeres y hombres en la fami- lia, ayudan a sentar las bases para avanzar más hacia la igualdad de género. U NA ESTRAT EGIA EN TRES PARTES PARA PROMOV ER LA IGUALDAD DE GÉNERO 205 Protección contra la violencia. En muchos países, la legislación que aparentemente protege a las mujeres de la violencia de género contiene prejuicios que terminan por discriminar a las víctimas o vuelven a las leyes inoperantes. Asimismo, las leyes que atienden la violencia contra las mujeres, a menudo definen la violencia en términos muy limitados o imponen requisitos que exigen mostrar evide ncia de peso y que son muy difíciles de cumplir. En este contexto, el primer obje tivo de la reforma jurídica es identificar y corregir los prejuicios en las leyes existentes que actúan en detrimento de los derechos de las mujeres. También se requiere que existan disposiciones que hagan que el comportamiento violento tenga costos más altos para las personas que lo ejercen, un enfoque que ha tenido cierto éxito en los países desarrollados. Derechos sobre las tierras. El contar con igual acceso y control sobre las tierras es importante por varias razones. El contar con poca seguridad en los derechos sobre las tierras puede reducir la productividad de las mujeres agricultoras (como en el África subsahariana) e inhibir el acceso de las mujeres al crédito, dado que las tierras son una import ant e forma de garantía. En aquellos lug ares donde predominan las ley es estatutarias, las reformas agrarias que proporcionan tenencia conjunta de la tierra tanto del hombre como de la mujer o que permiten que las mujeres tengan títulos de propie- dad de manera independiente, pueden aumentar el control de las mujeres sobre las tie- rras. Cuando las leyes consuetudinarias y estatutarias rigen conjuntamente hay que tener en cuenta sus interacciones si se busca que surtan efecto los esfuerzos por incrementar el acceso de las mujeres a las tierras. Legislación laboral. La legislación laboral que limita los tipos de trabajo que las mujeres pueden llevar a cabo o que restringe las horas que pueden trabajar, limita el acceso de las mujeres al mercado laboral, incluso cuando se formulan como de "protec- ción especial". Estas restricciones legales deben ser eliminadas. Al mismo tiempo, la legislación de igual empleo e igual salario puede ayudar a cimentar la igualdad de dere- chos y de protección en el mercado laboral. Pero esta legislación puede tener un impac- to limitado en el corto plazo, debido a que una gran cantidad de trabajadoras todavía se encuentran en puestos de trabajo del sector informal y también a que puede faltar que la ley se cumpla adecuadamente. Derechos políticos. La igualdad en derechos políticos proporciona los cimi entos para que las mujeres y los hombres pueden tener la misma voz en la sociedad. Los códigos estatutarios de la mayoría de los países conceden a las mujeres el derecho al voto y a ser electas para cargos públicos. Por esta razón es fundamental proporcionar estos derechos en los pocos lugares donde las mujeres todavía carecen de ellos . Asimis- mo, se deben eliminar las restricci ones que limitan la capacidad de las mujere s para ejercer estos derechos. Aun cuando crear un marco jurídico que otorgue los mismos derechos y protección a mujeres y hombres es fundam ental para nivelar el "campo de juego" institucional, la reforma estatutaria por sí sola no es suficiente. En muchos países en desarrollo, la capa- cidad y el compromiso para poner en práctica las reformas jurídicas siguen siendo esca- sos, socavando a menudo el avance que se requiere para lograr la igualdad ante la ley. 206 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓ MICO Para conseguir una mayor igualdad de género en los derechos básicos, es fundamental llevar a cabo esfuerzos para fortalecer la capacidad de las agencias judiciales y adminis- trativas de los países para que se cumpla la ley. Casi siempre es decisivo el liderazgo político. La ley forma parte de un ambiente institucional más amplio que incluye normas sociales y culturales, instituciones económicas (como los mercados) e instituciones de servicio, llámense sistemas escolares, de cuidado para la salud o instituciones financie- ras. Es probable que los enfoques de política pública que otorgan la misma importancia tanto a los incentivos legales y económicos como a las estructuras de las instituciones que suministran servicios, sean los más eficaces para reducir las desigualdades en razón de género, a diferencia de aquellos que se centran exclusivamente en la ley. Establecer incentivos que desalienten la discriminación en razón de género Tanto la naturaleza como la estructura de las instituciones económicas juegan un papel importante para promover o frenar la igualdad de género. Por ejemplo, la estructura de los mercados, determina en gran medida los salarios relativos de hombres y mujeres, los rendimientos de los activos productivos y los precios de bienes y servicios. Esto crea un conjunto de incentivos con el poder de influir sobre las decisiones y los comportamien- tos de las personas en relación con trabajo, ahorro, inversiones y consumo, a menudo con efectos diferentes sobre mujeres y hombres. Aunque intrínsecamente los mercados de factores, productos e información no están "sexuados", en realidad sí que lo están. ¿Por qué? Porque el contexto social influye en quienes pueden celebrar contratos en estos mercados y en la forma en que se formalizan estos contratos. En casi todos los países, las organizaciones y los individuos en estos mercados discriminan y excluyen con base en el género. Este comportamiento discriminatorio -como cualquier otro que busque un beneficio económico, como la corrupción- se da más fácilmente donde los mercados están relati- vamente cerrados o menos desarrollados. De hecho, como se comenta en el capítulo 5, las empresas que operan en mercados más competitivos parece que ejercen menos dis- criminación en razón de género en la contratación y remuneración a sus empleadas que las empresas que tienen un poder de mercado considerable y que operan en mercados menos competitivos. En términos más generales, las políticas y las inversiones que amplían los mercados y corrigen las desigualdades entre mujeres y hombres en el acce- so a la información -cornbinado con sanciones contra quienes discriminan- ayudan a aumentar los incentivos para alcanzar la igualdad de género en el mercado laboral. Diseñar servicios a los que mujeres y hombres tengan el mismo acceso De manera similar, las instituciones de servicio, como escuelas, centros de salud, insti- tuciones financieras y programas de asesoría agraria, pueden promover una mayor igual- dad entre hombres y mujeres en el acceso a los recursos productivos si se diseñan de tal U NA ESTRATEGIA EN TRES PARTES PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GENERO 207 forma que tengan en cuenta las diferencias y desigualdades en razón de género. El diseñar adecuadamente la prestación de servicios, tomando en cuenta las diferencias entre hombres y mujeres, muchas veces es un elemento importante de las medidas con- cretas que se discuten más adelante en el capítulo, pero en general este principio aplica a una amplia variedad de servicios y otros programas: · Los sistemas escolares que toman en cuenta que en ciertas culturas existen inquietu- des sobre el pudor de las niñas, o que los padres desean que a sus hijas les enseñen profesoras o que existan instalaciones sólo para niñas, han aumentado de manera satisfactoria la matrícula de las mismas, así como su permanencia en las escuelas, incluso en sociedades altamente estratificadas por el género. · En muchos lugares, los centros de salud que incluyen mujeres entre su personal médico han aumentado el uso de los servicios formales para el cuidado de la salud por parte de las mujeres. · Los programas de préstamos solidarios, que utilizan el capital social de los grupos como aval (sustituyendo las garantías tradicionales, como la tierra o el capital físico, de los cuales muchas veces carecen las mujeres), han incrementado la capacidad de las mujeres para obtener créditos. Los servicios de investigación y asesoría agraria que toman en consideración que las mujeres asumen diferentes deci siones acerca de la elección de los cultivos, las disparidades en razón de género ante recursos limitados y las restricciones cultura- les que limitan las interacciones entre hombres y mujeres, mejoran considerable- mente la capacidad de las mujeres agricultoras para beneficiarse de la capacitación y de la difusión de nuevas tecnologías. IMPULSAR EL DESARROLLO ECONÓMICO PARA FORTALECER LOS INCENTIVOS QUE SE REQUIEREN PARA ALCANZAR UNA MAYOR IGUALDAD EN LA PARTICIPACIÓN Y LOS RECURSOS El desarrollo económico suele incrementar la productividad y crear nuevas oportunida- des de trabajo de las que tanto hombres como mujeres se pueden beneficiar a través de más puestos de trabajo, ingresos más altos y mejores niveles de vida. Y en la mayoría de los contextos, el desarrollo económico también reduce las disparidades en razón de género. Al elevar la productividad de los trabajadores, el desarrollo económico incrementa los rendimientos (privados) de la educación de las mujeres - aumentando los incentivos familiares para invertir en el desarrollo humano de las niñas y para hacer que las muje- res participen en la fuerza laboral. Asimismo, las inversiones que típicamente acompa- ñan al desarrollo, como las que se hacen en infraestructura para el agua, transporte y combustible, así como la ampliación de los mercados, son importantes para reducir las cargas de trabajo de las mujeres y facilitar la educación de las niñas. Por otra parte , cuando el desarrollo económico aumenta los ingresos y reduce la pobreza, las brechas entre hombres y mujeres en educación, salud y nutrición tienden a 208 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO cerrarse. Cuando las familias de bajos ingresos se ven forzadas a racionar los gastos en educación, cuidado de la salud y nutrición, las mujeres y las niñas suelen cargar con gran parte de los costos. Pero cuando los ingresos del hogar aumentan, el gasto en estos rubros también aumenta y muchas veces son las mujeres y las niñas quienes se benefi- cian en mayor medida, aunque su punto de partida sea más bajo. Pero, ¿cuál será la dimensión del impacto que tendrá el aumento de los ingresos y el desarrollo económico sobre las disparidades de género? ¿En qué aspectos? ¿Yen qué regiones? Al analizar la simulación se revelan tres patrones (gráfico 6.3) . Los mayores efectos del aumento de los ingresos sobre la educación primaria y se- cundaria y sobre la esperanza relativa de vida, probablemente se van a producir en las regiones más pobres: Asia meridional y África subsahariana. En Asia oriental y el Pacífico, Europa oriental y Asia central, América Latina y el Caribe, y Oriente Medio y norte de África, los efectos que tendrá el incrementar los ingresos promedio sobre la igualdad de género en educación y esperanza de vida, tienden a ser míni- mos. Esto es consistente con el modelo de regresión utilizado (véase apéndice 2), que encuentra que los efectos marginales que tiene aumentar el ingreso son relativa- mente grandes a los niveles bajos de ingresos per c ápita, pero que este efecto dismi- nuye a medida que aumenta el ingreso nacional". Los efectos de elevar los ingresos suelen ser mayores sobre la educación primaria y secundaria que sobre la esperanza relativa de vida . De las tres medidas, es al nivel de la escuela secundaria donde el aumento del ingreso parece tener el mayor impacto marginal sobre la igualdad de género. En el mejor escenario de la región, la relación de feminidad en la matrícula secundaria aumenta en un 11% en Asia meridional y en más del 16% en el África subsahariana. En el escenario del ingreso promedio de la OCDE, el índice aumentaría en un 26% en ambas regiones. Sin embargo, es probable que sólo si se producen aumentos muy grandes en el ingre- so, se mejore de manera notoria la igualdad entre hombres y mujeres en la represen- tación parlamentaria. Incluso, en el caso de Asia meridional y África subsahariana, las simulaciones sugieren que los pequeños aumentos en el ingreso podrían estar relacionados con ligeras disminuciones en la relación de feminidad en el parlamen- to. Esto retleja el hecho de que algunos países de bajos ingresos, como Bangladesh, China, Nicaragua y Uganda, tengan niveles relativamente altos de representación femenina en el parlamento. Dado que el modelo de simulación controla los efectos de la igualdad de género en derechos, este resultado no retlejaría el posible inter- 2 Aunque las simulaciones sugieren que el crecim iento en ingresos promedio tendría sólo un pequeñ o impacto sobre los indicadores promedio de igualdad entre hombres y mujere s en educación y esperanza de vida en estas regione s. la evidencia presentada en otra parte de este informe (véll llse capítulos l y 5) sugiere que elevar los ingreso s entre las person as en pobreza desempeñaría todavía un importante papel en la disminución de las brechas por sexo en educació n y salud en hogare s con bajos ingresos. incluso en estas regiones. U NA ESTRATEGIA EN TRES PARTES PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO 209 Gráfico 6.3 CUANDO LOS INGRESOS SE INCREMENTAN , LA IGUALDAD DE GÉNERO TIENDE A AUMENTAR Simulación de los efectos que tendrían unos mayores ingresos sobre la educación, esperanza de vida y representación parlamentaria, por region es 1,2 1,0 0,8 0,6 Asia oriental Europa América Oriente Asia África y el Pacífico y Asia Latina y el Medio y meridional subsa- central Caribe norte de hariana África Matricula secundaria, 1995 Relación de feminidad 1,2 1,0 0,8 0,6 Asia oriental Europa América Oriente Asia África y el Pacífico y Asia Latina y el Medio y meridional subsa- central Caribe norte de hariana África Esperanza de vida Relación de feminidad 1,20 1,14 1,08 1,02 0,96 Asia oriental Europa América Oriente Asia África y el Pacífico y Asia Latina y el Medio y meridional subsa- central Caribe norte de b hariana África (Continúa en la página siguiente) 210 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO (Continuación gráfico 6.3) Repre sentación parlamentaria, 1995 Relación de feminidad 1,0 0,8 0,6 0,4 0,2 0,0 Asia oriental Europa América Oriente Asia África y el Pacífico y Asia Latina y el Medio y meridional subsa- central b Caribe norte de hariana b África · Real I!!!l Mejor país de la región O OCDE Nota: Las cifras resum en los resultados de simular el efecto, bajo diferentes escenarios, que tendría el aumentar los ingresos sobre los resultados de género en países en desarrollo, control ando los efectos del grado de ígualdad de género en derechos. El escena rio del mejor país de la región se basa en los ingresos per c ápita, el escenario de la OCDE en los ingresos promedi o en la OCDE. Véanse los países incluidos en el apéndice 1; los resultados de la regresión en el apéndice 2; y las definiciones en el glosario. Las diferencias de promedios regionales entre los niveles reales y las simulaciones son estadísticamente significativas al nivel del 10% o más cuando se indican como sigue: c. Entre el escenario real y el del mejor país mejor de la región ; d. Entre el esce nario real y el de la OCDE. Fuente: Datos de derecho s de Humana (1992); datos parlamentarios de Wistat (1998 ); todos los demás datos del Banco Mundial (1999d ). cambio que se da entre el aumento de los ingresos y los derechos. Más bien puede reflejar algún otro factor para el cual no existen datos, como la participación civil'. Así pues, aunque al aumentar los ingresos y el desarrollo económico se ayuda a promover la igualdad de género, es poco probable que los efectos positivos del creci- miento eliminen por sí solos las desigualdades en razón de género, aun cuando los ingresos nacionales sean sustancialmente superiores a los actuales. Es más, en el caso de las regiones más pobres, los considerables beneficios que se relacionan con el creci- miento, sólo se pueden producir en el largo plazo. Juntas, todas las simulaciones pre- 3 También puede reflejar las limitaciones de analizar datos de sección cruzada. Específicamente, aun cuando el analizar los datos referidos a un solo momento, permite identificar las tendencias por países en diferentes niveles de ingresos, no permite identificar los efectos de los cambios a lo largo del tiempo en los niveles de ingresos dentro de los países. Así, existen ganancias potencialmente grandes de recolectar series de tiempo de datos sobre derechos y del análisis de los efectos de los derechos y los ingresos dentro del marco de datos de panel. U NA ESTRATE GIA EN TRES PARTES PARA PROMOV ER LA IGUALDAD DE GÉNERO 211 sentadas en este capítulo sugieren que probablemente son las sociedades que otorgan los mismos derechos a mujeres y hombres y que promueven el desarrollo económico, las más eficientes en reducir las disparidades de género, en comparación con las que se concentran exclusivamente en los derechos o el crecimiento económico. Hay que tener cuidado en comparar directamente los efectos de aumentar la igual- dad de género en los derechos y de elevar los ingresos nacionales, ya que se necesitan distintos tipos de acciones -y niveles de esfuerzo- para mejorar los derechos y elevar los ingresos. Aun así, el examinar de manera conjunta los resultados que se obtienen al simular los efectos que tendría mejorar los derechos y el crecimiento económico, aporta información interesante sobre el papel relativo que jugarían los derechos y los ingresos cuando se trata de mejorar los diferentes resultados (outcomesi de hombres y mujere s. Por ejemplo: · En Asia meridional y África subsahariana, parece que el aumentar los ingresos tiene un mayor impacto potencial sobre la igualdad de género en la matrícula en la escuela primaria y secundaria que, por ejemplo, mejorar los derechos (gráfico 6.4). Lo mis- mo parece ocurrir en la matrículas secundarias por género en Asia oriental y el PaCÍ- fico. Por el contrario, en Europa oriental y Asia central, América Latina y el Caribe, Oriente Medio y norte de África parece que al mejorar los derechos se tiene mayor posibilidad de promover la igualdad entre hombres y mujeres en la educación. Me- jorar los derechos parece jugar un papel particularmente importante en Oriente Me- dio y el norte de África4. · En el caso de las esperanzas de vida en términos relativos, en la mayoría de las regiones, pero especialmente en Oriente Medio y norte de África, los efectos poten- 4 El personal del Banco Mundial estimó un modelo alternativo, teniendo como variables explicativas los ingre- sos per c ápita, los derechos promedi o y su término de interacción, Los resultados fueron contradictorios. Para las variabl es de matrícula escolar. la igua ldad de género en derechos e ingresos tuvo un impacto significativamente positivo sobre la igualdad de género. mientras que el término de interacción fue negativo y significativo. Esto indica que donde la igualdad en derechos (o ingresos) es más baja. los incrementos en ingresos (o derechos) podrían mejorar todavía la igualdad entre hombres y mujeres en matrícula. En otras palabras, en países donde la igualdad en derechos (o ingresos) es alta, los ingresos (o los derechos) pueden tener sólo un efecto marginal en la igualdad entre hombres y mujeres en escolaridad. Se comprobó que la mejora de la igualdad de género en derechos (o ingreso s) tiene efectos positivos en la igualdad en matrícula sólo para ingresos per cápita inferiores a $16.000 dólares de 1995 , ajustados a la paridad del poder adquisitivo (o para un índice de derechos por debajo de 3.6). Para la relación de feminidad en el parlamento, se observó lo contrario, siendo negativos y significativos los efectos de la igualdad de género en derechos e ingresos. y positivo ys ignificativo el efecto del términ o de interacción en la relación estimada. Esto indica que donde la igualdad de género en derechos (o ingresos) es muy baja. los incrementos de ingresos (o derechos) no promue- ven la igualdad entre mujeres y hombres en la representación parlamentaria. El aumento de la igualdad en derechos (o ingresos) tuvo efectos positivos en la igualdad entre hombre s y mujeres en la represe ntación parlamentaria sólo para ingresos superiores a 600 dólares de 1995. ajustados a la paridad del poder adquisitivo (o para un índice de derechos superior a 2,8). Estos resultados indican que la igualdad de género en derechos y los ingresos son complementarios y se refuerzan mutuamente. Para la esperanza de vida. el términ o de interacción fue estadísticamente no significativo. 212 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO ciales que tiene mejorar los derechos tienden a ser más fuertes que los de aumentar los ingresos. Los mayores efectos potenciales al aumentar los ingresos tendrían lu- gar en Asia meridional y África subsahariana. En realidad, los efectos potenciales que tienen los ingresos en el África subsahariana parece que son tan grandes o ma- yores que los efectos potenciales que tienen los derechos. Como ocurre con la esperanza de vida, en el caso de la representación parlamentaria en términos relativos, el impacto potencial que tiene mejorar los derechos es mayor que el de aumentar los ingresos, independientemente de la región. Debido a los niveles relativamente bajos de igualdad de género en derechos en Asia meridional, África subsahariana, Oriente Medio y norte de África, el efecto potencial que tiene mejorar los derechos parece ser particularmente grande. En suma, incluso cuando se junten una mayor igualdad de género en derechos con niveles más altos de ingresos, no se puede garantizar la eliminación de las disparidades de género, al menos en el corto plazo. En Asia meridional, las mejoras en derechos aunadas a los aumentos de los ingresos hasta los mejores niveles de la región , no pare- cen ser suficientes para lograr la igualdad entre hombres y mujeres en la educación primaria o secundaria (véase gráfico 6.4). Y aunque parezca que hay alguna posibilidad de incrementar la igualdad entre hombres y mujeres en la representación parlamentaria mejorando los derechos y en menor grado mediante el aumento de los ingresos, la pari- dad en la representación no es previsible incluso después de haber cambios sustanciales en derechos e ingresos. Aquellos factores que están fuera del alcance directo que pueden tener las reformas jurídica e institucionales o el desarrollo económico -normas y prácticas sociales así como asimetrías de poder entre mujeres y hombres al interior del hogar- pueden continuar impidiendo que se den las transformaciones sociales y económicas ne- cesarias para eliminar las desigualdades entre mujeres y hombres. ADOPTAR POLÍTICAS CONCRETAS PARA CORREGIR LAS DESIGUALDADES EN RAZÓN DE GÉNERO QUE PERSISTEN EN EL CONTROL DE LOS RECURSOS Y LA VOZ POLÍTICA Puesto que los efectos combinados de la reforma institucional y del desarrollo económi- co suelen ser limitados y necesitan tiempo para hacerse realidad, en el corto y mediano plazo se justifican ciertas medidas concretas para promover la igualdad de género. Estas medidas concretas son una serie de pasos eficaces, muchas veces focalizados, que tienen por objeto corregir ciertas formas específicas de discriminación y exclusión en razón de género en el hogar, comunidad o lugar de trabajo. Al igual que algunas de las reformas institucionales discutidas anteriormente, las medidas concretas de política pública intentan asegurar que tanto mujeres como hombres tengan igual acceso y con- trol sobre los recursos productivos, que puedan participar plenamente en el empleo productivo y en los asuntos de la comunidad y que estén protegidos adecuadamente contra los riesgos que representan las crisis económicas o las reformas en las políticas públicas. No obstante, a diferencia de los asuntos jurídicos e institucionales discutidos U NA ESTRATEGIA EN TRES PARTES PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO 213 Gráfico 6.4 ¿QUÉ TIENE UN MAYOR IMPACTO: ELEVAR LOS INGRESOS O AUMENTAR LA IGUALDAD DE GÉNERO EN DERECHOS? Matrícula primaria, 1995 Relación de feminidad 1,2 Mejor país de la región ./PromediodelaOCE 1,0 0,8 0,6 Asia orie ntal Europa América Oriente Asia África y el Pacífico y Asia Latina y el Medio y meridional subsa- central b b Caribe· norte de haria na · b Africa Matrícula secundaria, 1995 Relación de feminidad 1,2 Mejor país de la región ./"Promedio de la OCDE 1,0 0,8 i 0,6 Asia oriental Europa América Oriente Asia África y el Pacífico y Asia Latina y el Medio y meridional subsa- central Caribe norte de b hariana · b Africa Esperanza de vida, 1997 Relación de feminidad 1,20 Mejor país de la región Promedio de la OCDE 1,14 1 1,08 I 1,02 0,96 Asia orien tal Europa América Oriente Asia África y el Pacífico y Asia Latina y el Medio y meridio- subsa- centra l Caribe norte de b b nal hariana · a b Africa (Continúa en la página siguiente) 214 HACIA LA INTEGRACiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO (Continuación gráfico 6.4) Representación parlamentaria, 1995 Relación de feminidad 1,0 -,----------------------------, Mejor país de la región Promedio de la OCDE 0,8 0,6 0,4 0,2 0,0 Asia oriental Europa América Oriente Asia África y el Pacífico y Asia Latina y el Medio y rnerid io- subsa- central a b b b Caribe norte de nal hariana África · Real I!!IAumento de ingresos DAumento de derechos Nota: Para notas generales y países incluidos véase apéndice 1; para resultados de la regresión véase apéndice 2; y el glosario para definiciones. Las diferencias de promedios regionales entre los niveles reales y las simulaciones son estadísticamente significativas al nivel del 10% o más cuando se indican como sigue : a. Entre el esce nario real y el del mejor país de la región . b. Entre el esce nario real y el de la OCOE. Fuen tes: Datos de derechos de Humana (1992) ; datos parlamentarios de Wistat (1998) ; todos los demás datos del Banco Mundial (1999d) . anteriormente, estas medidas van más allá de simplemente nivelar el "terreno de jue- go" . En la mayoría de los casos se centran en corregir las desigualdades que todavía existen. Las medidas concretas de política pública representan dos beneficios importantes. En primer lugar, pueden lograr que el avance hacia la igualdad de género sea más rápi- do, a diferencia de si no existieran. En segundo lugar, las medidas concretas pueden focalizarse a grupos específicos, como las personas que viven en pobreza, entre quienes las desigualdades en razón de género muchas veces son particularmente graves. Aunque hay muchos tipos de medidas concretas, nos centramos aquí en cuatro cate- goría s de intervenciones que hacen frente a los patrones que adquieren las disparidades y diferencias entre mujeres y hombres de manera más consisten te, y que se han subra- yado en el informe. Independientemente de que hayan sido producidas por las insti- tuciones sociales, los hogares o la economía. Específicamente, esta sección discute intervenciones que: Promuevan la igualdad de género en el acceso a los recursos productivos y en la capacidad de generar ingresos. · Reduzcan los costos personales de las mujeres en sus roles domésticos. U NA ESTRAT EGIA EN TRES PARTES PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO 215 · Proporcionen una protección social adecuada tanto a hombres como a mujeres. · Fortalezcan la participación y voz política de las mujeres. Estas cuatro áreas son centrales a la acción pública que se requiere para promover la igualdad de género en el desarrollo. El acceso a los recursos productivos -incluida la educación- y la capacidad de generar ingresos, son fundamentales para que mujeres y hombres puedan participar plenamente en el desarrollo y contribuir al mismo . También son fundamentales para transformar las relaciones de poder entre los sexos. Reducir los costos de las mujeres en sus roles domésticos les posibilita participar más plenamente en la sociedad, tanto en la fuerza laboral como en la comunidad. Y contar con una protección social apropiada tanto para hombres como para mujeres, es importante para garantizar que estén adecuadamente protegidos contra los riesgos específicos a los que ambos sexos se enfrentan ante las dificultades personales y familiares, las crisis econó- micas o ciertos cambios en las políticas públicas . Junto con otras medidas que aumen- tan la autonomía de las mujeres (como la educación o el acceso a otros recursos productivos), las medidas específicas que permiten fortalecer la voz de las mujeres en la política y en la formulación de políticas públicas, pueden expandir su capacidad para actuar como agentes de cambio y así influir en el desarrollo y contribuir al mismo. La tabla 6.1 presenta una larga lista (si bien no exhaustiva) de opciones en materia de políticas públicas para cada una de las cuatro áreas clave . Cubre una gama de inter- venciones que ofrecen a los planificadores de las políticas públicas una serie de instru- mentos para reducir las disparidades en razón de género. Pero tomando en cuenta esta amplia variedad de opciones, ¿cómo pueden decidir los planificadores de las políticas cuáles son las medidas concretas que merecen tener prioridad, especialmente cuando se enfrentan a recursos presupuestales y administrativos muy limitados? La siguiente sec- ción presenta algunas directrices que pueden servir de guía, las cuales se basan en la extensa literatura sobre economía pública. Elegir medidas concretas Puesto que aplicar las medidas concretas tiene costos, el elegir estratégicamente aque- llas intervenciones de las cuales se obtengan los mayores beneficios sociales es un reto fundamental. También es probable que lo que se considere una intervención eficaz en un lugar, no lo sea en otro. Por tal motivo, al elegir las medidas concretas a aplicar, es necesario comprender claramente las diferencias y disparidades de género tanto al nivel local como al nacional , así como los cuellos de botella que se presentan en el camino. Por ejemplo, las medidas para incrementar el acceso de las mujeres a la educación básica pueden producir altos rendimientos en países con grandes desigualdades entre hombres y mujeres en la educación (como en Asia meridional, África subsahariana, Oriente Medio y norte de África) , pero es probable que no proporcionen beneficios tan grandes en países donde prácticamente se ha conseguido o está por conseguirse la pari- dad en la matrícula escolar (como en Europa oriental y Asia central , o América Latina y el Caribe). En estos países, las medidas que posibiliten un acceso justo e igualitario a 216 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Tabla 6.1 EJEMPLOS DE MEDIDAS CONCRETAS PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO Áreas de política pública Opciones de políticas Promover la igualdad de género en el acceso a los recursos productivos y en la capacidad de genera r ingresos Educaci ón "Readecuar" las instalaciones escolares y enseñar al personal docente a abordar los asuntos culturale s que entran en juego cuando se manda a las niñas a ia escuela. Proporcionar subsidios focalizados, como son: · Subvenciones , gastos de manutención, becas, cupones para gastos educativos y otros costos (como en Bangladesh). · Subvenciones per cápita, subsidiando las escuelas de las niñas o las plazas de las niñas en las escuelas (como en Pakistán). Recursos financieros (ahorro Reformar las instituciones financieras para facilitar a las mujeres el acceso al y crédito) ahorro y al crédito (como permitir sustitutos para los requisitos tradicionales de garantías, simplificar los procedimientos y reducir las distancias para desplazarse, como en Bangladesh y Ghana). Proporcionar apoyo directo o indirecto del Estado (o los donantes) a los esfuerzos de las organizaciones no gubernamentales o del sector privado para promover el acceso de las mujeres a los intermediarios financieros (como en Bangladesh). Empleo y política del mercado Iniciar programas de acción afirmativa en el reclutam iento y selección del laboral personal del sector público y en las empresas privadas con contratos gubernamentales (como en Estados Unidos). Reducir los costos personales de las mujeres en sus roles domésticos Derechos reproductivos Incrementar el control de las mujeres sobre los recursos e ingresos (como se y servicios en materia de salud mencionó anteriormente) para aumentar su poder de negociación y elección en reproductiva materia de sus decisiones reproductivas. Garantizar el acceso a un paquete de servicios básicos en materia de salud reproductiva, incluidos los de planificación familiar. Iniciar campañas de información, educación y comunicaci ón en derechos reproductivos y planificación familiar, dirigidas tanto a hombres como a mujeres. Cuidados infantiles fuera Proporcionar subsidios para el cuidado de niños y niñas fuera del hogar, del hogar incluidos cupones y subvenciones a las personas para que sus hijos e hijas asistan a centros de desarrollo para la primera infancia, así como otros centros de cuidados infantiles. Política de mercado laboral Legislar las prestaciones por maternidad para las mujeres, incluida la licencia por maternidad con goce de sueldo (con una compensación igual a cierta fracción de sus ingresos previos), protección contra el despido durante la licencia y el pago de permisos por lactancia. Ofrecer licencias por paternidad con goce de sueldo a los varones (como en Noruega). Apoyar desde el Estado la licencia por maternidad con goce de sueldo, financiándola mediante ingresos fiscales generales o cotizaciones a la segurid ad social (como en Costa Rica). Utilizar los seguros y otros mecanismos para repartir el costo de la licencia por maternidad de una forma más equitativa entre trabaja dores, trabajadoras y empresas (como en Estados Unidos). (Continúa en la página siguiente) U NA ESTRATEGIA EN TRES PARTES PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO 217 (Continuación tabla 6.1) Áreas de política pública Opciones de políticas Infraestructura que ahorre tiempo Invertir en infraestructura de agua, energia y transporte , particularmente en las áreas rurales. Incrementar el número de centros de salud y otros servicios y mejorar el acceso fisico a dichas instalaciones. Proporcionar una protección social adecuada tanto a hombres como a mujeres Empleo público y programas con Diseñar esquemas de empleo público y otras redes de seguridad que tomen en prestaciones laborales cuenta las diferencias por razón de género que influyen en los trabajos considerados propios para hombres y mujeres. Proporcionar apoyo a corto plazo -becas u otras subvenciones- para mitigar que los hijos, pero especialmente las hijas, experimenten pérdidas frente a las crisis económicas (como en Indonesia). Redes de seguridad para Diseñar o readecuar los sistemas de pensión para tomar en cuenta que, entre proteger las inversiones en hombres y mujeres, existen diferencias tanto en sus historiales de empleo como desarrollo humano en su esperanza de vida. Estas readecuaciones incluyen: Seguridad en la vejez o Que los requisitos para tener derecho a una pensión tomen en cuenta que las mujeres tienen historiales más breves de empleo. o Pensiones conjuntas y prestaciones para la viudez. o Pensión minima garantizada u otros mecanismos redistributivos. o Indexación apropiada de los precios. o Edad reglamentaria de jubilación . Proporcionar (si carecen de otros medios) asistencia social a las viudas y mujeres ancianas que no tienen derecho a recibir una pensión (como en Chile). Otra ayuda social o seguro social Ofrecer nuevos programas para desarrollar nuevas habilidades en el trabajo que tomen en cuenta que existen diferencias por razón de género en la educación, habilidades y puestos laborales de mujeres y hombres. Capacitar a jueces y al personal que vela por el cumplimiento de la ley para proteger mejor los derechos legales de las mujeres, incluida la protección contra la violencia por razón de género. Capacitación para las mujeres en materia juridica. Iniciar campañas de información y programas para el tratamiento de quienes ejercen violencia doméstica (como en Argentina, Canadá, México, Suecia y Estados Unidos). Iniciar campañas de salud pública que aborden los riesgos especificos por sexo que aumentan los niveles de mortalidad de hombres y mujeres. Fortalecer la participación y voz política de las mujeres Reservación de escaños políticos Reservar puestos para las mujeres en los partidos políticos o en las asambleas locales y nacionales (como en Argentina, Ecuador, Filipinas y Uganda). Revisar el impacto que tienen las asignaciones gubernamentales sobre el acceso de las mujeres a los recursos y servicios públicos (como en Australia, Barbados, Fiji, Mozambique, Sudáfrica, Sri Lanka y Uganda). Iniciativas de presupuestos con Apoyar alianzas entre el gobierno y la sociedad civil tanto para incorporar una perspectiva de género mayor conciencia de género en el gasto público como para fortalecer la voz que tienen las mujeres en la formulación de políticas públicas (como en Sudáfrica y Uganda). Incrementar la participación femenina y la consulta a organizaciones de mujeres en el diseño de las intervenciones gubernamentales (como en India). Participación de las mujeres en Apoyar "auditorias" locales sobre la aplicación de los programas el diseño y ejecución de gubernamentales (como hacen las ONG en India). los programas 218 H ACIA LA INTEGRACiÓ N DE GÉNE ROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO los puestos de trabajo en el sector formal o que promuevan una mayor participación femenina en la vida política pueden tener mayores beneficios sociales. Así, para desarrollar una estrategia que aplique estas medidas concretas, es funda- mental integrar la perspectiva de género al análisis de las políticas públicas, tanto para identificar cuáles serán las prioridades como para anticipar de qué manera estas inter- venciones específicas afectarán a mujeres y hombres. Asimismo, un proceso de discu- sión y debate público en el que participen tanto mujeres como hombres, puede ayudar a los planificadores de las políticas a garantizar que las intervenciones respondan a las necesidades y dificultades percibidas por la población. Unos cuantos principios básicos pueden guiar a los planificadores de las políticas a la hora de analizar y elegir las medidas concretas a seguir: · ¿Todavía persisten fallas del mercado o externalidades que exijan la intervención del gobierno ? Las medidas concretas para promover la igualdad de género tendrán mayor impacto donde los mercados privado s sean incapaces de suministrar (o lo hagan de manera insuficiente) los adecuados bienes y servicios al contrario de aque- llos donde las intervenciones gubernamentales sustituyan (o saturen) los bienes y servicios que el sector privado suministra o podría suministrar. Cuando las medidas de políticas concretas se centran en corregir las fallas del mercado -ya sea que se relacionen con la escasa inversión en educación de las niñas o con el acceso limitado a los puestos de trabajo en el sector formal- se incrementa el bienestar general de la sociedad y se promueven los objetivos de la igualdad de género (véase capítulo 2). · ¿Cuál es la magnitud de la falla del mercado o externalidad, y en qué medida puede la intervención específica del gobierno reducir la falla o aprovechar los beneficios externos? Es necesario analizar tanto los costos como los beneficios sociales de las diferentes medidas para identificar aquellas intervenciones que tengan el mayor im- pacto sobre la igualdad de género y el desarrollo. Al evaluar los costos y beneficios totales que representan las diferentes intervenciones, los planificadores de las políti- cas deben tomar en cuenta los vínculos intersectoriales que harían que las interven- ciones fueran más efectivas. Por ejemplo, las largas horas que emplean las niñas en recolectar agua y combustible y en cuidar a sus hermanos, muchas veces limitan su educación. Algunas inversiones en infraestructura que les permitan ahorrar tiempo, o contar con apoyos públicos para que los niños recibieran cuidados fuera del hogar, pueden aligerar estas cargas y, a su vez, hacer más efectivos los esfuerzos que de manera directa buscan aumentar la escolaridad de las niñas'. Asimismo, de alguna manera deben analizarse otras alternativas en materia de costos y beneficios sociales para garantizar que las intervenciones elegidas tengan el mayor impacto posible. 5 Similarmente, las intervenciones por el lado de la oferta que incrementan las elecciones de las mujere s en materia de reproducción, como los servicios de planificación famili ar, son más eficaces cuando se combinan con intervenciones por el lado de la demanda que aumentan el poder de negociación de las mujeres y su capacidad para lomar decisiones en el hogar. U NA ESTRATEGIA EN TRES PARTES PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO 219 Esto es válido aun cuando los plani ficadores persigan objetivos meramente redistributi vos (y no en términos de eficiencia). Una vez que se ha decidido llevar a cabo una intervención de manera concreta, ¿cuál es el punto de entrada más eficaz en cuestión de políticas públicas? Es importante considerar la eficacia de los diferentes tipos de intervenciones en términos relativos, incluyendo los esfuerzos para corregir las fallas de información, la regulación y la aplicació n de la misma, el suministro público directo de bienes y servicios o los subsidios públicos para el suministro privado. En algunas circunstancias, brindar información -a los empleadores o al público- puede ser suficiente para corregir las fallas del mercado. En otros casos, los enfoques regulatorios pueden ser menos cos- tosos. Y cuando el suministro de un bien o servicio esté garantizado, puede tratarse más bien de un caso en que se debe financiar el suministro privado con recursos públicos en lugar que el Estado lo suministre directamente. Por ejemplo, los progra- mas de microfin anciamiento administrados por organizaciones no gubernamentales (ONG) en general han tenido más éxito y han sido más rentables a la hora de propor- cionar servicios financieros a las mujeres, que los programas financiados por el go- bierno (Morduch 1999 a). También es importante co nsiderar la eficaci a y la rentabilidad en términos relativos de las medidas focalizadas frente a las que están dirigidas a toda la población. Aun cuando en la actualidad existe una considerable cantidad de evidencia empírica que muestra la forma en la que diversos factores impactan sobre la igualdad de género, todavía es necesario analizar a mayor profundidad los impactos que tienen ciertas políti- cas y programas específicos sobre mujeres y hombres. Además, todavía no se ha llevado a cabo suficiente análisis sobre los costos y beneficios de las intervenciones específicas. Esto refleja tanto la dificultad de medir los -muchas veces cuantiosos- beneficios que se relacionan con la igualdad de género, como la falta de datos adecuados para apoyar el análisis de género. Por tal motivo, es primordial recolectar y analizar datos desagregados por sexo, los cuales permitan a los planificadores de las políticas contar con mayor información a la hora de tomar decisiones y elegir cuáles son las medidas más eficaces en ciertos contextos específicos'. La siguiente sección explica varias de las opciones en materia de política pública que aparecen en la tabla 6.1. Aunque la evidencia de los beneficios sociales netos que se 6 Se dispone de varias metodologías para evaluar los costos y beneficios de intervenciones específicas. como son los análisis de tasa de retomo y de rentabilidad (véase, por ejemplo. Squire 1989 y varios estudios incluidos en Van de Walle y Nead 1995). No obstante. es importante reconocer que ciertos tipos de beneficios sociales no son fácilmente medidos por las formas estándar de análisis costo-beneficio o tasa de retorno. Puede ser difícil cuan- tificar los beneficios sociales de aumentar la capacidad de las mujeres para participar en la política. o incrementar su voz en la formulación de las políticas. Pero aun cuando son difíciles de medir con precisión los beneficios de una intervención. a menudo es posible medir los costos. Y en ausencia de buena información sobre los benefi- cios. comprender la magnitud de estos costos puede ayudar a los planificadores de las políticas a descartar algunas opciones de política e identificar prioridades políticas viables (Pradham 1996). 220 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO obtienen de las intervenciones o de las ventajas del suministro público o privado sólo se encuentra disponible para un pequeño subconjunto de las medidas discutidas, esto no justifica la falta de acción. Los costos de la inercia son altos. Si se desea que los plani- ficadores de las políticas mejoren su capacidad para promover la igualdad de género frente las restricciones de contar con presupuestos y recursos administrativos limitados, el comprender mejor el impacto y la rentabilidad de las intervenciones en ciertos esce- narios específicos todavía representa un importante reto. Promover la igualdad de género en el acceso a los recursos productivos y en la capacidad de generar ingresos Reducir las disparidades entre mujeres y hombres en el acceso a los recursos producti- vos -ya sea educación, crédito o tierra- y en la capacidad de generar ingresos, puede ayudar a aumentar la equidad y la eficiencia y, por tanto, suele ser elemento central de un enfoque que promueva la igualdad de género a través de políticas concretas. El tema de las tierras fue discutido en la sección sobre derechos básicos, de forma que aquí nos centraremos en los enfoques que promueven una mayor igualdad en el acceso a la edu- cación, servicios financieros y oportunidades de empleo en el sector formal. Educación. Tanto las medidas focalizadas como las que se dirigen a toda la población, pueden elevar las tasas de matrícula y los niveles de escolaridad de las niñas (o niños) en aquellos países donde muchas de ellas todavía no asisten a la escuela. A diferencia de la de los niños, la demanda de la educación de las niñas a menudo es más sensible a factores como los costos , la distancia a la escuela y la calidad de la enseñanza. Por tal motivo, el mejorar estas dimensiones tiende a elevar las matrícula escolar de las niñas más que la de los niños (véase capítulo 4). Por ejemplo, en los años ochenta, Indonesia se fijó la meta de alcanzar la educación primaria universal, la cual incluía un programa masivo de construcción de escuelas, lo que disparó las tasas de matrícula tanto de niños como de niñas. Y las tasas de matrícula de las niñas crecieron más deprisa, puesto que partían de niveles más bajos que las de los niños. Cuando el gasto público para la educación superior se reasigna a la educación básica -incluso sin focalizar explícitamente por sexo- también se promueve la igualdad de género en la educación, porque en las comunidades pobres y rurales muy pocas niñas continúan más allá de la educación básica. En los países de Asia oriental que atravesa- ron recientemente por procesos de industrialización, tanto las tasas de matrícula prima- ria universal como las altas tasas de reabsorción escolar, son atribuidas, en parte, a las políticas que asignan al menos la mitad del presupuesto educativo a la educación prima- ria (Banco Mundial 1993)1. 7 Existe alguna eviden cia de que las matrículas primarias están también vinculadas al gasto a nivel de la escuel a secundaria. Por ejemplo. un estudio sobre la demanda del hogar por escolaridad. que emplea datos de Ghana, U NA ESTRATEGIA EN TRES PARTES PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO 221 Los enfoques que focalizan por sexo también han mejorado en varios países el acce- so de las mujeres a la educación. Como se indica en el capítulo 4, tanto en Bangladesh, con un programa nacional que concede becas escolares a las niñas al nivel secundaria, como en Beluchistán, Pakistán , con un proyecto que subsidió la creación de escuelas privadas con becas individuales de acuerdo con el número de niñas, se aumentó satis- factoriamente el número de niñas matriculadas (Banco Mundial 1997, Kim, Alderman y Orazem 1998, 1999). Como se discute en el capítulo 2, la evidencia hoy muestra una serie de beneficios sociales que están relacionados con la educación de las mujeres. Estimaciones que uti- lizan datos de Egipto , India y Pakistán demuestran que promover la educación de las niñas en países con bajos niveles de educación femenina, es una de las inversiones con más altos rendimientos que una sociedad puede hacer (Summers 1992, 1994). En mu- chos casos, el presupuesto que se requiere para llevar a cabo estas inversiones suele ser también modesto. En Asia meridional, Oriente Medio y norte de África, el análisis de simulación sugiere que una política de educación primaria universal probablemente sólo requiera pequeños aumentos porcentuales en el gasto que estos gobiernos destinan a la educación primaria (recuadro 6.1). Aunque las simulaciones sugieren que en África subsahariana el costo sería considerablemente mayor, también indican que focalizar las intervenciones por sexo permitiría reducir los costos . Recursos financieros. Las instituciones financieras pueden facilitar el ahorro y los prés- tamos a las mujeres si al diseñar sus servicios toman en cuenta las diferencias que exis- ten entre hombres y mujeres en la demanda por ahorro y crédito, así como las diferentes restricciones a las que ambos se enfrentan en el acceso a los servicios financieros. Entre los rasgos importantes a tomar en cuenta en el diseño de los programas se encuentran: permitir que existan sustitutos a las formas tradicionales de garantía (como el capital social al cual las mujeres tienen acceso), simplificar los procedimientos bancarios y lograr que los ahorros y el crédito sean físicamente más accesibles en los lugares donde las mujeres enfrentan limitaciones en el tiempo que necesitan para desplazarse o donde se restring e su movilidad. En materia de diseño, una de las innovaciones más importantes en la intermediación financiera para las mujeres es el microfinanciamiento solidario o en grupo. En los pro- gramas de préstamos solidarios, como los del Grameen Bank y el Comité de Fomento Rural de Bangladesh (BRAC), el apoyo y la presión del grupo sustituyen las formas tradicionales de garantía, como la propiedad de la tierra, casas u otros activos físicos. Con frecuencia, en los programas de microfinanciamiento el grupo representa un espa- cio para llevar a cabo una serie de actividades de capacitación que ayuden a las presta- tarias (y prestatarios) a convertirse en empresarias más efectivas. Algunos programas indica que el incremento del gasto en educación secundaria eleva las tasas de matrícula y mejora la permanen- cia en la escuela prima ria (Lavy 1996). 222 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓ MICO Recuadro 6.1 ¿CUÁNTO PRESUPUESTO SE REQUIERE PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO EN LA EDUCACiÓN PRIMARIA EN ASIA MERIDIONAL, ÁFRICA SUBSAHARIANA, ORIENTE MEDIO Y NORTE DE ÁFRICA? Al reducir el costo que representa la educación para los hogares (por ejemplo, subsidiando las colegiaturas y otros costos), los gobiernos pueden aumentar la demanda por la educación primaria y cerrar las brechas por género. Pero, ¿cuál es el impacto que tendrían estos esfuerzos sobre los presupuestos de los gobiernos? Basándose en las estimaciones publicadas de las elasticidades de la demanda por la escolaridad de niños y niñas con respecto a los precios (Schultz 1987) Y en la proporción del gasto privado (del hogar) en el gasto total (público y privado) que se destina a la educación primaria en los países en desarrollo (Banco Mundial 1993), el análisis de simulación su- giere que en muchos escenarios, los costos presupuestales serían modestos. En Asia meridional , Oriente Medio y norte de África, si se promueve la educación primaria univer- sal para alcanzar la igualdad de género en la educación primaria, apenas se requeriría incrementar el gasto público que se destina a la educación primaria un poco más del 3% en promedio. El costo para alcanzar la educación primaria universal en el África subsahariana probablemente serían mayor, requiriendo aumentar aproximadamente un tercio del gasto público que se destina a la educación primaria. ¿Por qué? El gasto que destinan los hogares a la educación primaria constituye una propor- ción mucho mayor del gasto total en educación a este nivel, por lo que las tasas de matrícula primaria tanto para niños como para niñas, suelen ser más bajas que en las otras regiones. Las simulaciones también indican que potencialmente pueden existir ahorros presupuestales significativos y que se relacionan con decidir si se adopta un enfoque focalizado contra uno general. Por ejemplo, si en Asia meridional, Oriente Medio y norte de África, se buscara alcanzar exclusiva- mente la matrícula primaria universal de las niñas y para ello se redujera el costo que representa para los hogares el educarlas , el incremento necesario en los presupuestos para la educación primaria se reduciría, en promedio, de aproximadamente un 3 a un 2%. En el África subsahariana, una focalización por género similar reduciría los incrementos en el gasto público en educación primaria de aproxima- damente un 30 a un 20%. Si las políticas para reducir el costo que representa para los hogares la educación de sus hijos e hijas se focalizara tanto por situación de pobreza como por sexo, el aumento que se requeriría hacer en los presupuestos públicos para cerrar la brecha por sexo en educación primaria se podría reducir un poco más. En el África subsahariana, por ejemplo, una focalización que combine las variables de sexo y pobreza, podría reducir los incrementos presupuestales que se necesitarían a aproximad a- mente un 15%. Fuente: Estimaciones del personal del Banco Mundial. Véase apéndice 5 para más detalles. de microfinanciamiento (por ejemplo, los del Grameen Bank) también ayudan a que los miembros del grupo movilicen los ahorros y, mediante fondos de aportación voluntaria, ofrecen a los miembros del programa y a sus familias varios tipos de seguros. Recientemente, algunos investigadores de las políticas de desarrollo han cuestiona- do si los programas de microfinanciamiento son sostenibles o no. Un estudio sugiere que incluso las instituciones microfinancieras que se preocupan por ser sostenibles des- de el punto de vista financiero, solamente suelen cubrir aproximadamente el 70% de sus costos (Morduch 1999b). Pero estos programas pueden ser muy efectivos para aumen- U NA ESTRATEG IA EN TRES PARTES PARA PROMOV ER LA IGUALDAD DE GÉNERO 223 tar el acceso de las mujeres a los recursos financieros (Kabeer 1998; Khandker 1998; Zaman 1999). Un estudio reciente que analiza varios programas de microfinanciamiento en Bangladesh, sugiere que tambi én pueden ser una forma de incrementar el consumo al interior de los hogares en pobreza a un bajo costo (recuadro 6.2). De hecho, en Bangladesh, los subsidios relativamente pequeños que se han otorgado al Grameen Bank (comparados con los subsidios otorgados a otros programas menos rentables) han teni- do un impacto sustancial en el acceso de las mujeres al crédito y a otros servicios finan- cieros (Khandker 1998)8. Aunque los programas de microfinanciamiento que promueven el acceso de las mujeres al créd ito recientemente han recibido much a atención, es importante reconocer el papel de las instituciones que fomentan el ahorro financiero entre las mujeres. estén o no relacionados con programas de crédito. Al igual que ocurre con la mayoría de las personas que viven en pobreza, otorgar a las mujeres medios convenientes, seguros y fiables para ahorrar puede contribuir de manera importante -y a un bajo costo- a elevar los ingresos de las mujeres y reducir su vulnerabilidad y riesgos específicos a su sexo. Facilitar que las mujeres tengan acceso a los ahorros financieros, puede ser particular- mente importante en lugares como Ghana y Etiopía, donde los maridos y las esposas no se enfrentan a los riesgos de manera conjunta (M. Goldstein 1999; Dercon y Krishnan 2000). Por otra parte, promover los ahorros entre las mujeres puede aumentar su seg uri- dad en la vejez o en la viudez. Política de mercado laboral. En países con mercados laborales bastante bien desarro- llados y con un cumplimiento razonable de la ley, los programas de acción afirmativa en el empleo pueden promover una mayor igualdad de oportunidades para las mujeres en el sector formal tv éanse. por ejemplo, Leonard 1985, 1990; Rodgers y Spriggs 1996; Holzer y Neumark 1998, 1999). Y a pesar de las preocupaciones que existen sobre la relación entre la discriminación positiva y los costos en produ ctividad, estudios recien- tes en Estados Unidos encuentran poca evidencia empírica para afirmar que las perso- nas contratadas por mecanismos de acción afirmativa sean menos productivas que otros trabajadores (Holzer y Neumark 1998, 1999). De hecho, donde existe una seria discri- minación en los mecanismos de contratac ión y ascensos, los programas de acción afir- 8 Un eje mplo ilustrativo: en 1994. el Grameen Bank recibió 6.3 millones de dólares del gobierno y de los donantes (Khandker, Kalily y Khan 1995). Esta aportaci ón. en formas que variab an desde subvenciones explí- citas a subsidios de tasas de interés. ayudó a facilitar préstamos apro ximadamente a 1.9 millones de personas. de las que casi I.S millones eran mujeres. En el mismo año. el gobierno de Bangladesh y los donantes propor- cionaron de forma conjunta unos SO.6 millones de dólare s en cereales para los programas de alimento por trabajo. programas que no fueron tan rentables (gobierno de Bangladesh 1999: recuadro 6.2). Aunqu e el Grameen Bank y los programas de alimento por trabajo no son sustitutos perfectos (tienen objetivos algo diferentes y con frecuencia sirven a diferent es clientes). las estimaciones de rentabil idad sugieren que exis te un poten cial para el gobierno de Bangladesh y los donantes de mejorar el impacto de sus mismos recur sos reasignando una parle de sus subsidios actua les. pasándo los de los programas de alimento por trabajo al Grameen Bank . 224 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Recuadro 6.2 ANÁLISIS COSTO-BENEFICIO DE UNA SELECCiÓN DE PROGRAMAS DE MICROFINANCIAMIENTO y ANTIPOBREZA EN BANGLADESH Un estudio reciente de los varios programas de microfinanciamiento de Bangladesh, indica que estos programas pueden representar inversiones rentables para reducir la pobreza y aumentar el acceso de las mujeres a los recursos financieros (Khandker 1998). El estudio, basado en el meticulo- so análisis de datos recolectados a partir de encuestas cuasi experimentales en el Bangladesh rural, analiza los costos y beneficios de varios programas antipobreza, incluidos dos programas de microfinanciamiento patroc inados por dos ONG: el Grameen Bank y el Comité de Fomento Rural de Bangladesh (BRAC); dos programas crediticios de dos bancos estatales de desarrollo rural: el Bangladesh Krishi Bank (BKB) y el Rajshashi Krishi Unnayan Bank (Rakub ); dos programas que otorgan alimentos a cambio de trabajo : el Programa Mundial de Alimentación y CARE; y un esquema gubernamental de generac ión de empleo : el Programa de Desarrollo para los Grupos Vulnerables. El análisis indica que los préstamos del Grameen Bank son más rentables en comparación con otros programas cuyo objetivo es incrementar el consumo entre las personas que viven en pobreza. Por ejemplo, en los casos en que como consecuencia de un préstamo del Grameen Bank hay un incremento de un taka en el consumo per cápita en el hogar, los costos del préstamo - incluso teniendo en cuenta los subsidios explícitos e implícitos- son menores que los costos del Programa de Desarrollo para los Grupos Vulnerables y de dos programas que otorgan alimentos a cambio de Rentabilidad de los programas para incrementar el consumo entre los pobres Costo económico Beneficios Relación costo-beneficio por taka de préstamo Programa de crédito pendiente de pago Mujeres Hombres Mujeres Hombres Grameen Bank 0.172 0.189 0.116 0.91 1.48 Comité de Fomento Rural de Bangladesh (BRAC) 0.444 0.172 0.125 2.58 3.55 Bangladesh Krishi Bank (BKB) 0.146 0.030 4.87 Rajshashi Krishi Unnayan Bank (Rakub) 0.098 0.030 3.27 Otros programas US$ por tonelada de grano Desarrollo para los Grupos Vulnerables 252 164', 153b 1.54',1.65b Alimentos por trabajo (Programa Mundial de Alimentación) 258 151', 128' 1.71', 2.02' Alimentos por trabajo (CAREl Dólares por tonelada 299 114 2.62 (Continúa en la página siguiente) U NA ESTRATEGIA EN lRES PARTES PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO 225 (Continua ción recuadro 6.2) trabajo en el Bangladesh rural, en los que se producen mejoras similares en el consumo del hogar. Los programas del Grameen Bank y de BRAC parecen más rentables que los programas BKB y Rakub financiados por el gobierno. El análisis de los costos y beneficios del Grameen Bank y BRAC sugiere también que los benefi- cios netos de otorgar préstamos a las mujeres, medidos por el incremento del consumo en el hogar, son mayores que los beneficios netos de los préstamos que se otorgan a los hombres. Aun cuando en la tabla las estimaciones del costo-beneficio se basan en el supuesto de que los costos de prestar a las mujeres y a los hombres son similares, la evidencia sobre los beneficios en términos relativos, sugiere que los costos de prestar a las mujeres tendrían que ser entre un 38 a un 63% más altos que los costos de prestar a los hombres, antes de que la relación costo-benefi cio se mostrara más alta para los hombres . Pero al analizar en detalle los datos sobre los componentes del costo de los prés- tamos del Grameen Bank (disponibles en Khandker, Khalily y Khan 1995) se indica que es poco probable que estos grandes diferenciales de costo tengan lugar. Por ejemplo, aun si todos los costos en capacitación fueran resultado de prestar a las mujeres , esto elevaría los costos de prestar a las mujeres en sólo unos puntos porcentuales. Nota: El programa de Desarrollo para los Grupos Vulnerables es un esquema de generación de empleo que utiliza los alimentos (principalme nte trigo) como moneda para promover el autoempleo productivo entre las personas en pobre- za que no están cubiertas por el programa que otorga alimentos a cam bio de trabajo. Los programas de alimentos por trabajo son programas de generación de empleo que proporcionan trabajo usando los alimentos como pago a las personas que viven en pobreza y que tienen dificultad para encontrar empleos alternativos durante la temporada baja. Las relaciones costo-be neficio no deben interpretarse en el contexto del análisis total costo-beneficio social. Los costos se miden como costos sociales - incluidos subsidios- contraídos por cada unidad de servicios tinancieros suministrados a los clientes. Pero los beneficios se miden como los efectos en el consumo privado per cápita en los hogares y no necesariamente reflejan los beneficios sociales totales de los programas en cuestión. Las relaciones costo-beneficio se interpretan mejor como los costos sociales relacionados con el aumento en una unidad del consu- mo per cápita en el hogar. Véase en el apéndice e en Khandker (1998) una explicación detallada de los cálculos de rentabilidad. a. Los datos son del Programa Mundial de Alimentación. b. Los datos son del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias. c. Los datos son de un estudio conjunto del Instituto de Estudios sobre el Desarrollo de Bangladesh y del Instituto Internacional de Investigación sobre Politicas Alimentarias. Fuente: Adaptado de Khandker (1998). mativa pueden aportar ganancias de productividad para las empresas y la economía en su conjunto. Sin embargo, los programas de acción afirmati va en el empleo suelen ser polémicos. Entre las personas que obtienen algún beneficio de las prácticas discriminatorias, existe cierta inquietud ante el temor de que los programas de acción afirmativa puedan amena- zar sus privilegios y causar "discriminación a la inversa". Y con frecuencia, entre las personas que pretenden beneficiarse de la acción afirmativa, existe la preocupación de que serán señalados como menos aptos y de crear resentimientos en el lugar de trabajo entre los grupos no beneficiados. Pero los programas de acción afirmativa en el empleo no están limitados a contratar a las personas a través de cuotas, la forma hasta ahora preferida y que parece levantar 226 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO mayor pasión política. Los programas pueden incluir una amplia variedad de activida- des por parte de los empleadores: esfuerzos especiales de contratación, prácticas más claras de selección, programas especiales de apoyo , como capacitación, y cambios en las normas de contratación, remuneración o ascensos. La evidencia de las encuestas de Estados Unidos sugiere que la mayoría de las personas, incluso las que se oponen a las cuotas de contratación, no suelen oponerse a las políticas de acción afirmativa que am- plían las prácticas de reclutamiento y selección (Holzer y Neumark 1998). Reducir los costos personales de las mujeres en sus roles domésticos En los países en desarrollo, las mujeres generalmente trabajan más horas que los hom- bres, en parte debido a la desproporcionada carga que representan las responsabilidades domésticas y el tiempo que dedican al cuidado de otras personas. A menudo, muchas de las horas dedicadas a estas responsabilidades implican que las mujeres tengan menos oportunidades que los hombres para participar en el mercado laboral u obtener ingresos de manera independiente -lo cual afecta su poder de negociación y de toma de decisio- nes al interior del hogar- y que tengan menos tiempo para descansar y para sus cuida- dos personales. Para las adolescentes, que comúnmente comparten las responsabilidades de las tareas del hogar, estas actividades a menudo se realizan a costa de su educación escolar. Tanto las políticas públicas como las inversiones en infraestructura que buscan re- ducir los costos de las mujeres y niñas a causa de sus roles en el hogar, pueden liberar el tiempo de las mujeres para que participen en otras actividades, ya sea de generación de ingresos o asuntos comunitarios. También pueden permitir que las niñas tengan mayor educación, con los consiguientes efectos beneficiosos sobre otros objetivos del desarro- llo, como elevar los niveles de vida y mejorar el bienestar, así como ayudar a promover la igualdad de género. Derechos reproductivos y servicios en materia de salud reproductiva. En muchos paí- ses en desarrollo las mujeres todavía tienen poco poder de decisión acerca del tamaño de su familia o del uso de anticonceptivos. Por otra parte, en muchos lugares, el acceso a servicios adecuados en materia de salud reproductiva como los de planificación fami- liar, siguen siendo limitados. Aunque es difícil distinguir entre los efectos de la oferta y la demanda, entre 120 y 150 millones de mujeres que desean espaciar los nacimientos o limitar los embarazos no utilizan los métodos anticonceptivos (Unfpa 1997). Esto afec- ta la naturaleza y los costos de las mujeres en sus roles domésticos. Existen dos vías principales para que las mujeres tengan más poder de decisión en su reproducción. En primer lugar, las intervenciones que mejoran el control de los recursos e ingresos al interior del hogar, aumentan el poder de negociación de las muje- res, y por tanto refuerzan el papel de éstas para tomar decisiones sobre su reproducción. Unos niveles más altos de autonomía, educación, salarios y participación de las mujeres en el mercado laboral, tienden a aumentar el uso de anticonceptivos y reducir su fertili- U NA ESTRATEGIA EN TRES PARTES PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO 227 dad tvéanse, por ejemplo. Fairlamb y Nieuwoudt 1991 ; Gertler y Molyneaux 1994: Singh 1994; Diamond, Newby y Varle 1999; Mencarini 1999; y Handa 2000). Pero aumentar el poder de negociación y de elección en materia de reproducción, no siempre va a llevar a las mujeres a elegir familias más pequeñas. Aunque el acceso al micro- financiamiento empodera a las mujeres, la evidencia de Bangladesh sugiere que tam- bién puede llevarlas a desear más hijos bajo algunas circunstancias. Por ejemplo, cuando primordialmente están involucradas en actividades de autoempleo en el hogar (en con- traposición al trabajo en el mercado laboral) y perciben que los hijos adicionales son compatibles con sus empresas o que incluso representan un activo para éstas (Khandker 1998). En segundo lugar, aumentar el poder de negociación de las mujeres en su reproduc- ción, no necesariamente se va a traducir en tener mayores alternativas si carece n de acceso a los medios de planificación familiar. Por ello, es importante garantizar que los sistemas de salud proporcionen un paquete básico de servicios de salud reproductiva, incluida la planificación familiar. Y dado que las mujeres y los hombres pueden tener diferentes preferencias en relación con el tamaño de su familia y el uso de anticoncept ivos, es importante asegurar que los servicios de planifi cación famili ar, que incluyen infor- mación y educación básica así como campañas de comunicación, sean dirigidos tanto a homb res como a mujeres. Cuidados infantiles. Contar con diferentes opciones para que niños y niñas reciban cuidados infantiles fuera del hogar a un bajo costo, incrementa considerablemente la probabilidad de que las madres participen en la fuerza laboral. Un estudio reciente en la Federación Rusa (Lokshin 2000), que simula el impacto que tienen los subsidios para los cuidados infantiles sobre las decisiones de las mujeres para participar en la fuerza laboral, encuentra que subsidiar el cuidado de niños y niñas fuera del hogar, puede ser más rentable que otros enfoques (como subsidios al salario), para atrae r a las madres al mercado laboral y elevar sus ingresos (y de los hogares). Los cuidados infantiles a bajo costo también pueden aumentar la capacidad de las niñas para matricularse y permane- cer en la escuela. Como señala el capítulo 4, en Kenya, reducir el precio del cuidado de los niños y niñas fuera del hogar, tiene un considerable impacto sobre la tasa de ma- trícula de las niñas entre 8 y 16 años, después de controlar los efectos de otros factores (Lokshin, Glinskaya y García 2000). Reducir los costos de los cuidados infantil es puede tener beneficios para la sociedad tanto en términos de eficiencia como de equidad. Por ejemplo, si durante los primeros años de vida se combinan los cuidados familiares con los que brinda una institución, los niños cuentan con un mejor comienzo en la vida, a diferencia de si sólo reciben cuida- dos familiares, por lo que subsidiar los cuidados infantil es en la edad preescolar, pue- den tener externalidades positivas. En los países en desarrollo, la evidencia de los programas de desarrollo durante la primera infancia, indica que invertir en dichos pro- gramas cuando los niños son muy pequeños, puede mejorar su aprovechamiento acadé- mico y desarrollo cognoscitivo, su situación nutricional y salud, así como sus potenciales 228 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO ingresos en el futuro (Young 1996)9. En forma similar, dado que los cuidados fuera del hogar se traducen en que los hogares invierten más en la educación de las niñas, esto puede ayudar también a apoyar los esfuerzos de las naciones para alcanzar el desarrollo e incrementar la igualdad de género. Si los gobiernos apoyan los cuidados infantiles y los programas de desarrollo duran- te la primera infancia, ¿deben centrarse en la prestación pública directa, o en incentivos financieros (por ejemplo, mediante cupones o apoyos personales) a los centro s de desa- rrollo infantil privados o administrados por ONG? La evidencia es limitada -y contradic- toria- sobre los beneficios y costos relativos de los diferentes tipos de prestadores de cuidados infantiles. Por ejemplo, un estudio reciente sobre la calidad de los centros de cuidados infantiles en cuatro estados de Estados Unidos, no encontró ninguna diferen- cia entre las guarderías con fines y sin fines de lucro, excepto en un estado cuyos niveles de concesión de la licencia eran particularmente laxos (Cost, Quality & Child Outcomes Study Team 1995). En ese estado, la calidad de los cuidados infantiles era considerablemente más baja en el sector con fines de lucro, lo que sugiere que el ambiente regulatorio es importante para la calidad de los cuidados en Estados Unidos. Por el contrario, un estudio sobre el uso de los servicios de cuidados infantiles en los hogares de bajos ingresos de las favelas en Rio de Janeiro, sugiere que los proveedores privados suelen ser de mayor calidad y ofrecer un horario más flexible que los provee- dores públicos (Deutsch 1998). Este estudio también encontró que los costos de los centros administrados por el gobierno eran altos en comparación con los subsidios que se requerirían para ampliar la provisión privada. Así, al menos para los barrios de bajos ingresos de Rio de Janeiro, los subsidios para los cuidados infantiles en el sector priva- do (por ejemplo, cupones) serían más rentables para aumentar la participación de las mujeres en la fuerza laboral así como sus ingresos, que si se apoyaran directamente los centros públicos 10. Política de mercado Zaboral. Como se discute en el capítulo 3, muchos gobiernos de los países en desarrollo tienen ya políticas formale s en el mercado laboral que buscan ayu- dar a las mujeres a combinar el empleo y la maternidad, incluyendo leyes sobre licen- cias por maternidad con goce de sueldo (con una compensación igual a cierta fracción de sus ingresos previos) , protección contra el despido durante la licencia, el pago del 9 La evidencia de Filipinas, por ejemplo , sugiere que $1 invertido en nutrición en la primera infancia podría dar ganancias potenciales en logros académicos valorados en $5 en el mercado (Glewwe, Jacoby y King, próxima publicación) Estimaciones de dos estudios separados sobre un programa de desarrollo en la primera infancia en Bolivia sugieren que la relación de beneficios cuantificables a costos varía de 1,7 a 3,1 (Van der Gaag y Tan 1998; Todd, Behrman y Cheng 2000). 10 El hecho de que los costos y beneficios relativos de la provisión pública y privada difieran en distintos lugares con diferentes ambientes reguladores, pone de relieve la importancia del análisis específico al contexto de las políticas. UNA ESTRATEG IA EN TRES PARTES PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO 229 permiso de lactancia y el permiso obligatorio de posparto. Algunos países desarrollados han ido más lejos, estableciendo políticas para animar a los padres a tomar permisos por paternidad con goce de sueldo (como en Japón y Estados Unidos). En efecto, algunos han establecido fuertes incentivos para que los padres participen en el cuidado de sus hijos e hijas. Por ejemplo, en Noruega, la política de permisos familiares otorga un permiso por paternidad a los padres que no es transferible a las madres, por lo que los padres pueden usarlo o perderlo. Pero, con frecuencia, estos tipos de política de mercado laboral son espadas de doble filo y representan tanto costos como beneficios para las mujeres. Por ejemplo, cuando las empresas absorben todos los costos de la licencia por maternidad, ésta puede sesgar la decisión de las empresas de contratar mujeres en su contra. Cuando las mujeres ab- sorben todos los costos, disminuyen sus incentivos para continuar trabajando (ver capí- tulo 3). Sin embargo, cuando las políticas de mercado laboral se diseñan adecuadamente, pueden reducir los costos personales en que incurren las mujeres por proporcionar cui- dados y a la vez permiten que participen en el mercado laboral. Por ejemplo, la forma como se financian los programas puede afectar a quienes se benefician y a quienes pagan. Las medidas que distribuyen los costos de la maternidad y otras prestaciones familiares entre los empleadores, los trabajadores e incluso el Esta- do, pueden aumentar los beneficios para las mujeres y sus familias respecto a los costos. En algunos países, el Estado cubre una parte de las prestaciones de la licencia por ma- ternidad mediante la recaudación de impuestos generales o del sistema de seguridad social (como en Costa Rica). Al compartir algunos de los costos entre las empresas y las mujeres, este enfoque puede mitigar los impactos negativos sobre el empleo y los ingre- sos femeninos. Alternativamente, el financiamiento de la licencia por maternidad puede formar parte de los planes generales de seguros médicos de las empresas así como de otros seguros de discapacidad o de indemnización a los trabajadores de las mismas. Dado que mujeres y hombres tienen diferentes perfiles de riesgo para la salud y la discapacidad, los costos del embarazo y la crianza de los niños se reparten más equita- tivamente entre los trabajadores y las trabajadoras, reduciendo de nuevo los impactos sobre el empleo de las mujeres. Seleccionar las inversiones en inf raestructura. Aunque se puede prever que el desarro- llo económico aumente de manera general la disponibilidad de infraestructura, ciertas inversiones en infraestructura básica -especialmente la infraestructura que ahorra tiem- po- puede acelerar el progreso hacia la igualdad entre mujeres y hombres en el acceso a los recursos y oportunidades económicas. Generalmente, las inversiones en infraestruc- tura benefician a las personas independientemente de su sexo, pero con frecuencia be- nefician a mujeres y hombres de forma diferente. Por ejemplo: las inversiones que reducen la distancia a la escuela (y por tanto los costos de la educación) suelen elevar la matrícu- la femenina, tanto en términos absolutos como en relación con los hombres. Otro ejem- plo: especialmente en las áreas rurales pobres, la ausencia de infraestructura básica en materia de agua y energía, a menudo representa para mujeres y niñas muchas horas de 230 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO recolección de agua y combustible. En estos escenarios, ciertas inversiones en infraes- tructura para agua, energía y transporte, pueden reducir considerablemente el tiempo que las mujeres y niñas dedican al mantenimiento del hogar. Y liberan tiempo para que las niñas asistan a la escuela y para que las mujeres participen en actividades más pro- ductivas. Estos tipos de inversiones en infraes tructura no necesariamente tienen que focali- zarse por género, pero si al llevar a cabo los cálculos costo-beneficio se tomaran en cuenta los beneficios que representarían para mujeres y niñas, se podrían elevar los rendimientos esperados de estas inversiones (que ya de por sí suelen ser rentables), dándole tal vez más prioridad entre las inversiones públi cas existentes. Tomar en cuenta que existen diferencias en la demanda de mujeres y hombres por diferentes tipos de infraestructura, probablemente también afectaría la localización y el diseño de dichas inversiones. Proporcionar una protección social adecuada tanto a hombres como a mujeres Con frecuencia, las mujeres y los hombres se enfrentan a diferentes riesgos durante las crisis económicas o las reformas a las políticas públicas. Las mujeres controlan menos recursos con los cuales podrían amortiguar dichas conmociones, mientras que los hom- bres, en su rol del sostén tradicional del hogar, son particularmente vulnerables al estrés relacionado con los cambios a gran escala o la incertidumbre en el empleo. Al diseñar la protección social, es particularmente importante tener en cuenta las diferencias entre ambos sexos en cuanto al riesgo y vulnerabilidad, ya que aun las mujeres y los hombres de un mismo hogar pueden afrontar el riesgo separadamente (recuadro 6.3). Redes de seguridad social. Las redes de seguridad social y otros tipos de programas de protección social que en su diseño ignoran las desigualdades y disparidades en razón de género, pueden tener impactos importantes, si bien no intencionados, sobre las mujeres y los hombres. Por ejemplo, cuando se han diseñado programas de trabajo sin prestar atención a los tipos de trabajo que las mujeres y hombres consideran "apropiados" a su sexo, se han excluido a las mujeres tanto como participantes como beneficiarias. Al mismo tiempo, los programas de protección social que toman en cuenta que existen diferencias entre mujeres y hombres frente a los riesgos y en la demanda de servicios, pueden proteger mejor a ambos. Entre los ejemplos específicos se encuentran el diseño de programas de becas o de servicios gratuitos durantes las crisis económicas, los cua- les incorporen sistemáticamente las diferencias en razón de género en las elasticidades de los ingresos y de los precios de la demanda por educación y cuidado de la salud. O el diseño de programas temporales de capacitación para las personas desempleadas que tengan en cuenta las diferencias que existen en la educación, habilidades, puestos de trabajo y preferencias en el empleo de mujeres y hombres. U NA ESTRATEGIA EN TRES PARTES PARA PROMOV ER LA IGUALDAD DE GÉNERO 231 Seguridad en la vejez. A la luz de las actuales tendencias demográficas en el siglo XXI, la vulnerabilidad de las mujeres en la vejez cada vez cobrará mayor importancia. Las mujeres tienden a vivir más que los hombres y, en la mayoría de las regiones, es más probable que las mujeres enviuden. Durante la vejez, las viudas y otras mujeres ancia- nas que viven solas, suelen ser mucho más vulnerables frente a la pobreza que los hom- bres (ver capítulo 1)11· Las medidas que aumentan el control de las mujeres sobre los recursos productivos en general, y en particular sobre los activos y ahorros, reducen su vulnerabilidad duran- te la vejez. Pero también se requieren otros mecanismos. Puesto que los mecanismos informales de seguridad (y los que se originan en el hogar) se erosionan con el desarro- llo (ver capítulo 3), cada vez es más importante establecer otros mecanismos formales para garantizar la seguridad de las mujeres y los hombres durante la vejez. A medida que cada vez son más los países que reforman sus programas de seguridad social, éstos pueden proteger mejor a las mujeres ancianas, si al diseñar sus sistemas de seguridad en la vejez toman en cuenta las diferencias en razón de género en ingresos, experiencia laboral y longevidad. Como las mujeres suelen pasar menos años en el mercado laboral que los hombres, los programas que incluyen un componente redistributivo en el que no se requiera que las personas aporten tantos años a los sistemas de pensiones, protegen mejor a las muje- res en la vejez. Estos componentes pueden sustentarse en la residencia en un país (como la prestación a la que todas las personas tienen derecho en Países Bajos), o pueden ser prorrateados por los años de empleo. Ambos componentes son superiores a la presta- ción de todo o nada que sólo se obtiene después de haber pasado toda una vida en el mercado formal de trabajo. En muchos países, la edad legal de jubilación es menor para las mujeres que para los hombres. Esto significa que las mujeres se retirarán antes y recibirán menore s pensio- nes (manteniendo iguales otros factore s), dado que tienen menos años de cotización y su pensión tiene que cubrir una longevidad que se espera sea más larga. Y si las pensio- nes no son indexadas adecuadamente con respecto a la inflación, el nivel de vida de las mujeres disminuye de manera desproporcionada con la edad, porque las mujeres viven más que los hombres. Incluso si las pensiones son indexadas con respecto a los precios, el nivel de vida de las ancianas bajará en relación con el de las trabajadoras más jóvenes 11 Las mujeres suelen vivir no sólo más tiempo. sino que la mayoría de ellas se casan con hombres mayores y es menos probable que las mujeres se vuelvan a casar después del divorcio o de la muerte del cónyuge. Por tanto. una proporción mucho mayor de mujeres acaba viviendo solas. Por otra parte. el divorcio. la separac ión o la muerte del cónyuge tienen un efecto más negativo en los niveles de vida de las mujeres que en la de los hombres. porque las mujere s son más dependientes del apoyo del cónyuge (James 1999). Un estudio reciente de Estados Unidos ha encontrado también que en general los hombres disfrut an de beneficios económicos después del divorcio (Duncan y Hoffman 1985). Cinco años después del divorcio. los ingresos en el hogar promedio de una mujer divorciada han descendid o al 71% de su nivel anter ior al divorcio . mientras que los ingresos promedi o de un hombre divorciado han subido un 14%. 232 HACIA LA INTEGRACiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Recuadro 6.3 LA PROTECCiÓN SOCIAL CON PERSPECTIVA DE GÉNERO SUPONE BRINDAR ATENCiÓN TANTO A MUJERES COMO A HOMBRES Al abordar la protección social con perspectiva de género, existen muchas buenas razones para concentrarse en las medidas que abordan la vulnerabilidad de las mujeres y los riesgos específicos a los que se enfrentan. Como señala este informe, las crisis que afectan negativamente a los precios y los ingresos, muchas veces tienen impactos más perjudiciales para las mujeres que para los hom- bres en el acceso y el uso de los servicios básicos. Con frecuencia, durante las crisis económicas, las empresas públicas y privadas despiden a las empleadas antes que a los empleados y en mayor número.Y las mujeres, dado que suelen vivir más que los hombres y tienen un control más reducido sobre los recursos, en particular tienden a ser más vulnerables a vivir en pobreza durante la vejez. Al mismo tiempo, durante el diseño de la protección social, varias tendencias actuales exigen prestar mayor atención a las cuestiones específicas de los varones. Observemos el descenso relativo en la esperanza de vida de los hombres en las economías de transición de Europa oriental. La tendencia señala que existen riesgos específicos de los varones, que están relacionados con el aumento del desempleo, alcoholismo y depresión. por lo cual se justifican los programas sociales focalizados por sexo. Como ocurre con muchas de las manifestaciones de los roles y relaciones de género discutidos en este informe, estos problemas afectan el bienestar de hombres, mujeres, niños y niñas.Y van desde un mayor riesgo de suicidio entre los hombres hasta el riesgo más alto de que los hombres aquejados y sus familias vivan en pobreza, así como mayores riesgos de violencia doméstica. Entre los esfuerzos para prevenir la violencia de género, se requiere que las políticas se dirijan de manera explícita, tanto a los hombres como a las mujeres. Dicho enfoque se requiere para abordar las causas socioeconómicas que subyacen la violencia que ejercen los hombres contra las mujeres y debe complementar los esfuerzos para proteger y apoyar a las mujeres como víctimas de dicha violencia. Varios países cuentan ya con programas de atención para quienes cometen violencia do- méstica, como Argentina, Australia, Canadá, México, Suecia y Estados Unidos (Heise, Ellsberg y Gottemoeller 1999). En algunos países, se requiere prestar atención especial a las cuestiones de género para au- mentar la matrícula y retención escolar tanto de niños como de niñas. En ciertas partes de América Latina y el Caribe, por ejemplo, los hombres jóvenes están abandonando prematuramente la escue- la, lo cual se está convirtiendo en una preocupación cada vez mayor. En Colombia, esto en parte es el reflejo de la evolución de los roles y las expectativas de los varones en el contexto de la guerra civil. y muestra que los hombres jóvenes cada vez se muestran más escépticos sobre el valor que tiene la educación para mejorar sus perspectivas de vida. De hecho, en América Latina y el Caribe, cada vez es más común que las mujeres lleven la ventaja en la matrícula escolar. En estos países, puede ser necesario que las intervenciones en educación u otras políticas sociales se focalicen más hacia los hombres que hacia las mujeres. si las pensiones no aumentan en la misma medida que los salarios. Dado que los ingre- sos de las mujeres suelen ser menores que los de los hombres, las pensiones mínimas garantizadas, las prestaciones por viudez y las pensiones conjuntas contribuyen a que las mujeres reciban un nivel mínimo de prestaciones (recuadro 6.4). Finalmente, dado que muchas mujeres trabajan fuera del sector formal o no participan en la fuerza labo- ral, el diseñar sistemas de seguridad para la vejez proporciona asistencia social univer- U NA ESTRATEGIA EN TRES PARTES PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO 233 sal a los grupos de menores ingresos. Estos sistemas de seguridad, definidos de manera más amplia que simplemente como planes de pensión vinculados al empleo, pueden ayudar a las mujeres de la tercera edad", ¿Qué se puede hacer para reducir o eliminar esta desigualdad? Chile ha instituido una pensión mínima garantizada que principalmente la reciben las mujeres de bajos ingresos y que eleva la pensión mensual en términos relativos del 29% al 35%. Si la edad de jubilación se subiera a los 65 años y si las mujeres trabajaran de los 60 hasta los 65 años al mismo ritmo que trabajaron durante los cinco años anteriores, esto elevaría su pensión mensual al 43% del nivel de la pensión que reciben los hombres. A los maridos se les exige que adquieran una pensión conjunta cuando se jubilan o que retiren sus ahorros durante el transcurso del tiempo que esperan vivir, más el tiem- po que esperan que viva su esposa. La pensión tiene que ser indexada con respecto a los precios para que, con el paso del tiempo, mantenga su poder adquisitivo real. De esta forma, ante el evento de la muerte del marido, la misma mujer recibirá una pensión de viuda que, por sí misma, proporciona una pensión que representa el 60% de la recibida por su marido . Si ella fuera a recibir su propia pensión además de la prestación a la viuda, el valor de la pensión combinada se elevaría al 89% en términos relativos. Los patrones son similares para mujeres y hombre s que cuentan con mayores niveles de educación, aunque los tamaños absolutos de sus pensiones son mayores debido a que realizan mayores aportaciones durante los años de empleo. Y debido a estas aportacio- nes más altas, la pensión mínima garanti zada no afecta las pensiones relativas de muje- res y hombres en este grupo. Además del plan de pensiones asociado al empleo, Chile financia una pensión fija de asistencia social llamada Pasis, que está focalizada a mujeres y hombres en situación de pobreza y mayores a 65 años de edad y que no están cubiertos por una pensión propia a la que hubiesen hecho aportaciones, así como para personas discapacitadas de más de 18 años de edad (Cox-Edwards 1999). Los beneficiarios del Pasis representan entre el 12 y el 13% de todos los beneficiarios mayores . Dado que las ancianas generalmente son más pobres que los ancianos, las prestaciones del Pasis son recibidas de manera desproporcionada por las mujeres y representan una proporción más alta de sus ingre- sos por jubilación, particularmente en las áreas rurales. Fortalecer la voz y la participación política de las mujeres Las medidas que alzan la voz de las mujeres en la política y en la formulación de polí- ticas públicas pueden tener implicaciones de gran alcance para la igualdad de género 12 Existe un cierto número de temas críticos en el diseño de sistemas financieramente sostenibles de la seguridad en la vejez en los países en desarrollo que no se basan en el empleo ni en la cotización (Banco Mundial 1994b). Sin embargo, desde una perspectiva de género, un beneficio potencialmente importante de esta asis- tencia generalizada en la vejez es que ayuda a socavar una importante base para el persistente sesgo a favor de los varones en los países en desarrollo, reduciendo la dependencia económica que los padres tienen de sus hijos en su vejez. 234 H ACIA LA INTEGRACiÓ N DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Recuadro 6.4 EL GÉNERO Y EL DISEÑO DE LA SEGURIDAD PARA LA VEJEZ EN CHILE Las características específicas al diseño de un sistema formal de pensiones -como la edad legal de jubilación, si contempla prestaciones para la viuda, y cuáles son los requisitos necesarios para tener derecho a una pensión mínima garantizada y a la asistencia social sin tener que realizar aportacio- nes- afectan los flujos de ingresos relativos de mujeres y hombres mayores. Chile tiene un sistema de pensiones que se sostiene en varios pilares, en el que el componente más grande es el pilar de una aportación definida. Los trabajadores aportan a sus cuentas de ahorro de jubilación mientras trabajan y el dinero acumulado se transforma en una pensión o pueden retirarlo gradualmente des- pués de la jubilación . Una mujer promedio con educación primaria incompleta que se jubila a los 60 años, la edad legal de jubilación para las mujeres, acumula un fondo de ahorro para la jubilación que sólo representa el 36% del fondo de ahorro de un hombre promedio con el mismo nivel de educación que se jubila a los 65 años, la edad legal de jubilación para los hombres (Cox-Edwards 2000). Esta desigualdad surge de las diferencias entre mujeres y hombres tanto en los ingresos como en los años de experiencia en el mercado laboral. Dado que se espera que la mujer viva más, y se conocen las tablas de mortalidad específica por sexo, esta acumulación produce una pensión mensual que solamente representa el 29% de la de su homólogo masculino (cifras del recuadro) . El diseño del plan de pensiones afecta -en términos relativos- las prestaciones de las mujeres y los hombres mayores Pensión mensual de trabajadoras y trabajadores con educación primaria incompleta (Relación de feminidad entre paréntesis) Ingresos mensuales prejubilatorios Ingreso de referencia Hombres, pensión propia Mujeres , pensión propia (0,89) más de la viudez Mujeres , pensión propia (0,60) o de la viudez Mujeres, pensión propia (jubilaci ón a los 65 años) (0,43) Mujeres, pensión propia (0,35) ajustada por PMG Mujeres , pensión propia (iubilación a los 60 años) (0,29) o 20 40 60 80 100 120 140 Miles de pesos G!JHombres 11 Mujere s Nota: Estas estimaciones suponen que los hombres se jubilan a los 65 años y las mujeres a los 60 -las edades de jubilación establecidas por ley para hombres y mujeres- a menos que se indique otra cosa. PMG representa la pensión mínima garantizada que aporta el gobierno. Las cifras se calculan como la aportación mensual de los contribuyentes urbanos a su pensión, suponiendo una rentabilidad del 5% con un 2% de aumento a largo plazo del salario. Se supone que los hombres sobreviven 15 años después de su jubilación (a los 65 años) y que se han tomado previsiones para que la viuda reciba durante 6 años una pensión que representa el 60% de la pensión del marido muerto. Si las mujeres se U NA ESTRATEGIA EN TRES PARTES PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO 235 porque aumentan la capacidad de las mujeres para actuar por su propia cuenta. Y al aumentar la voz de las mujeres en la política y en la vida pública, a través del impulso que se les otorgue para que cuenten con mayor participación y transparencia así como un mejor acceso a la información, se puede mejorar el impacto de las políticas y progra- mas, reducir la corrupción y fortalecer la gobernabilidad (ver capítulo 2). En todos los países, tanto desarrollados como en desarrollo , existe un espacio enorme para aumentar la participación y la voz de las mujeres en la política y en la formulación de políticas públicas tanto a nivel local como nacional. Reservar escaños en la política. Sólo en el largo plazo, el desarrollo económico y otros factores que fortalecen la situación económica de las mujeres contribuirían a que tengan una mayor influencia política. En el corto y mediano plazo, se necesitan medidas más concretas para ampliar la capacidad de las mujeres para participar en la política y en la formulación de políticas públicas. Como se indica en el capítulo 3, un enfoque que ha incrementado la representación de las mujeres en los gobiernos locales y nacionales es la de "reservar escaños" en la política: apartar cargos políticos para las mujeres en los partidos políticos o en las asambleas locales y nacionales. Más de 30 países tienen alguna forma de reservación de espacios en la política, variando la forma por país (Unifem 1998). En algunos países se reserva un número determinado o una proporción de escaños para las mujeres. En una asamblea local en India (Panchayat Raj), una tercera parte de los escaños está reservada para las mujeres (Sen 2000). En otros países, los partidos políticos exigen que las mujeres constituyan cierta proporción mínima de sus candidatos para ocupar los escaños electorales en la asamblea. En Argentina, el sexo minoritario tiene que representar al menos un tercio de los candidatos en las listas electorales nacionales (Jones 1996). Al igual que ocurre con otras formas de acción afirmativa, el reservar escaños en la política causa polémica, incluso entre algunas organizaciones de mujeres (Sen 2000). Aunque muchos grupos de mujeres apoyan reservar escaños, al menos como medida provisional, otros están preocupados por los estigmas que se asocian con el hecho de ser electa para un cargo reservado para las mujeres. Otras críticas sostienen que reservar escaños puede limitar el ascenso de las mujeres. Dicen que al exigir niveles mínimos de representación, las cuotas crean un techo psicológico, dificultando que la mayoría nu- mérica que las mujeres representan en los electorados, se refleje en la misma propor- (Continuación nota recuadro 6.4) jubilan a los 60 años, se supone que sobreviven 23 años, y si se jubilan a los 65, se supone que sobreviven 19 años. Los ingresos previos a la jubilación que se utilizan como referencia , representan los ingresos promedio mensuales durante los 10 últimos años de salarios con los cuales se han hecho aportaciones, ponderados por el tiempo promedio trabajado. Debido a que las mujeres, en general , trabajan mucho más que los hombres , la brecha entre mujeres y hombres que se muestra aquí es mayor que la brecha entre los ingresos actuales por mes o por hora. En el escenario de "mujeres, pensión propia más la pensión por viudez", se supone que una viuda obtiene prestaciones de viudez y su propia pensión. Pero cuando una mujer ha agotado ya sus contribuciones de pensión antes de la viudez , sólo recibirá las prestaciones de viuda. Fuente: Adaptado de Cox-Edwards (2000). 236 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO ción en los cargos que ocupan en el gobierno. Pero incluso estos críticos reconocen que reservar escaños para las mujeres ha incrementado considerablemente la representación femenina en los cuerpos electorales durante la última década. Asociaciones para el diseño de políticas y programas. Fortalecer la participación de las mujeres en la arena pública va mucho más allá de la representación formal en los orga- nismos gubernamentales locales o nacionales. Varias iniciativas recientes ponen de re- lieve algunos esfuerzos prometedores para aumentar la voz de las mujeres en la formulación de las políticas y en la gobernabilidad. Australia, Barbados, Canadá, Fiji, Mozambique, Sudáfrica, Sri Lanka, Suecia, Tanzania y Uganda han comenzado recien- temente iniciativas para contar con "presupuestos para las mujeres" (o "presupuestos con perspectiva de género"), los cuales buscan revisar el impacto que tienen los presu- puestos gubernamentales sobre mujeres y hombres y de esta manera promover que se ponga mayor atención a la equidad en la asignación presupuestal. Contrario a lo que el nombre pudiera sugerir, las iniciativas de presupuestos para las mujeres no se centran en asignar presupuestos separados para mujeres y hombres . Más bien, tienen por objeto comprender mejor cómo tomar en cuenta las cuestiones de género en los procesos y asignaciones presupuestales, de tal forma que se mejore el acceso de las mujeres a los recursos y a los servicios del gobierno. Muchas de estas iniciativas son, en su mayoría, esfuerzos gubernamentales. Pero otras implican alianzas innovadoras entre el gobierno y los grupos de la sociedad civil. En Sudáfrica, por ejemplo, las organizaciones no gubernamentales que se dedican a la investigación, las ONG de mujeres y el Comité Conjunto y Permanente sobre Finanzas del nuevo Parlamento, están colaborando para evaluar los impactos que las políticas tributarias y de gasto público tienen sobre mujeres y hombres, discutiendo las priorida- des del gasto y difundiendo al público información sobre los procesos presupuestarios y sus resultados (outcomes) (recuadro 6.5). Además de los esfuerzos para promover que las mujeres tengan una mayor voz en la formulación de las políticas en el gobierno central, se está promoviendo la planificación participativa del desarrollo como parte de los esfuerzos de descentralización guberna- mental en India y Filipinas, así como en municipios de Brasil, Bolivia y Uruguay . En Kerala, India, se están haciendo esfuerzos para que sean las mujeres que viven en po- breza quienes seleccionen a los beneficiarios que reciben las prestaciones del programa antipobreza, y para aumentar su participación en la preparación de los planes anuales de inversión del gobierno (Goetz 1998). Incrementar la participación de las mujeres en el diseño de las intervenciones del gobierno es positivo para la igualdad de género y, en general, hace que el desarrollo sea más efectivo. Ciertos estudios encuentran que la participación de la sociedad civil con- tribuye a que los proyectos de desarrollo sean más eficaces (Isham, Narayan y Pritchett 1995) y puede jugar un papel decisivo cuando se trata de mejorar los impactos de los proyectos sobre mujeres y niñas (Kim, Alderman y Orazem 1998, 1999). Pero la parti- cipación de la sociedad civil no siempre garantiza la participación de las mujeres por- U NA ESTRATEGIA EN TRES PARTES PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO 237 Recuadro 6.5 MUJERES CON UNA VOZ MÁS FUERTE EN LA FORMULACiÓN DE POLíTICAS PÚBLICAS: INICIATIVAS PARA EL PRESUPUESTO DE LAS MUJERES EN ÁFRICA La iniciativa sudafricana del presupuesto para las mujeres comenzó como un quehacer conjunto entre varias organizaciones no gubernamentales (ONG) y las nuevas parlamentarias del gobierno pos-apartheid. Las parlamentarias eran miembros del Grupo de Género y Política Económica del Comité Conjunto y Permanente sobre Finanzas y muchas de las representantes de las ONG estaban involucradas en investigaciones relacionadas tanto con el presupuesto como con las políticas de desarrollo. La iniciativa pone de relieve las dimensiones del género en el presupuesto gubernamental -como los impuestos, el gasto y el mismo proceso presupuestal- y asegura que el proceso presupuestario y las consiguientes asignaciones respondan para alcanzar la equidad de género. Las tres primeras rondas de análisis se enfocaron a analizar el proceso presupuestal del parlamento nacional. La cuar- ta se centró en los gobiernos locales y difundió las conclusiones a un grupo más amplio del electora- do sudafricano, para preparar a los ciudadanos para enfrascarse en las discusiones sobre las políticas públicas . En 1997, la iniciativa sudafricana inspiró en Uganda una iniciativa de tres años sobre presupues- to con enfoque de género, la cual estuvo dirigida por el Comité de Mujeres Parlamentarias y el Foro para Mujeres en Democracia, una ONG. Al igual que la iniciativa sudafricana, coordina los esfuerzos de las parlamentarias y de las investigadores en las ONG. El Comité de Mujeres, que de por sí repre- sentaba una poderosa fuerza política en Uganda, ha hecho aprobar varios cambios legislativos, como es la cláusula de la ley del gobierno local que sostiene que al menos una tercera parte de los miem- bros del comité ejecutivo en los distritos y pueblos deben ser mujeres. La iniciativa de presupuesto con perspectiva de género se ha centrado en comprender mejor los impactos que tienen las políticas macroeconómicas sobre mujeres y hombres, enfocándose en los impactos que los ajustes estructu- rales han tenido sobre las mujeres que viven en pobreza. Una coalición de ONG encabezó otra iniciativa trianual para formular presupuestos con perspecti- va de género, la cual también dio inicio en 1997. Dirigida por el Programa de Redes de Género de Tanzania (TGNP), se centra en comprender los procesos presupuestales de la Comisión Nacional de Planificación y del Ministerio de Finanzas, y la manera en que estos procesos afectan al gasto guber- namental que se destina a los servicios básicos así como la forma en que las decisiones sobre el gasto del gobierno afectan el acceso de mujeres y hombres a los servicios de salud y educación. La coalición está difundiendo sus conclusiones más importantes en un "lenguaje sencillo" para que sean accesibles a la amplia variedad de mujeres y hombres de toda la sociedad tanzana. Fuente: Blackden y Bhanu (1999); Budlender (1999); TGNP (1999) que puede que su voz no tenga la fuerza necesaria para expresar sus puntos de vista en reuniones donde participan hombres y mujeres (Narayan 1995; Graham 1996). Por esta razón, para garantizar la participación de las mujeres, con frecuencia se requieren medi- das específicas, como tener reuniones con grupos de mujeres por separado . Esta sección ha mostrado que los planificadores de las políticas pueden elegir entre una gran variedad de políticas concretas para promover la igualdad de género. En mu- chos casos, estas intervenciones traerán grandes beneficios sociales y, por tanto, pue- den justificarse tanto por motivos de eficiencia como de igualdad de género. Debido a 238 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO que la naturaleza y el alcance de la desigualdad en razón de género difieren considera- blemente de un lugar a otro, las decisiones sobre si es pertinente intervenir y la manera en que se debe intervenir, tienen que partir de una clara comprensión de las realidades locales. Y dado que las políticas y los programas para reducir las desigualdades en razón de género tienen costos reales en términos de recursos, los planificadores de las políticas tienen que ser selectivos, centrándose estratégicamente en las áreas donde es más probable que las intervenciones gubernamentales tengan los mejore s resultados, tanto en término s de igualdad de género como de desarrollo económico. Aunque las intervenciones del gobierno siempre tienen un costo, si se presta atención adecuada a los asuntos de género a la hora de diseñar los programas (ya sea para la prestación de servicios públicos o para la protección social), ciertas inversiones relativamente modes- tas, con frecuencia pueden producir avances notables a favor de la igualdad de género. RETOS PARA EL FUTURO: EL CAMINO POR RECORRER La evidencia presentada en este informe muestra argumentos de peso para que el Estado intervenga y fomente la igualdad entre mujeres y hombres. En efecto, el Estado, la sociedad civil y la comunidad internacional tienen que jugar papeles fundamentales en la lucha contra la discriminación, y lograr así que las sociedades se beneficien de una mayor igualdad de género. Aun así, los planificadores de las políticas enfrentan varios importantes retos. Mejorar la política a través del análisis de género El cómo profundizar para comprender los vínculos entre la igualdad de género y el desarrollo, y cómo reflejar estos vínculos en las decisiones que afectan a las políticas públicas, representa un importante reto. Este informe condensa una gran cantidad de evidencia sobre estos vínculos, pero queda mucho por descubrir y comprender, lo que supone la necesidad de recolectar y analizar más y mejores datos desagregados por sexo. He aquí dos áreas en las que se requiere un mayor análisis : · ¿Cuáles son los impactos que tienen ciertas políticas macroeconómicas y sectorial es sobre mujeres y hombres ? ¿Y cómo las decisiones sobre el gasto público estimulan o inhiben la igualdad de género y la eficacia económica? Los planificadores de las políticas se enfrentan a numerosas demandas que con frecuencia compiten entre sí por los recursos públicos. y son demandas a las cuales deben prestarles atención , aun cuando cuentan con apretados presupuestos fiscales y administrativo s. Ante es- tas limitaciones, la información y el análisis ayudan a los gobiernos a obtener los máximos beneficios sociales a partir de las intervenciones con perspectiva de géne- ro que elijan. Por otra parte, dado que las desigualdades en razón de género (y los ambientes institucionales en los que éstas persisten ) varían entre las diversas socie- UNA ESTRATEGIA EN TRES PARTES PARA PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO 239 dades, una política eficaz necesita fundam entarse en un análisis que integre las preo- cupaciones de género tanto a nivel local como nacional. ¿Qué políticas empoderan a las mujeres? Cada vez será más importante ir más allá para comprender de qué manera afectan las políticas y los programas a nuestros indicadores de desarrollo más usuales (como los indicadores de educación. salud o fuerza laboral) y cómo las intervenciones específicas mejoran la autonomía. liderazgo y voz de las mujeres, tanto en el hogar como en la sociedad en su conjunto. Com- prender qué intervenciones son las más eficaces requiere de un mayor análisis con perspectiva de género. Abordar los temas emergentes Un reto para los planificadores de las políticas es mirar al futuro en un mundo donde sus circunstancias cambian muy rápidamente. En efecto, muchos de los temas emergentes requieren -desde una perspectiva de género- mayor atención por parte de los planifica- dores de las políticas y de los investigadores. Por ejemplo: · El envejecimiento de la población mundial. Con tasas decrecientes de natalidad y una vida más larga de las personas, la población mundial está envejeciendo y el número de persona mayores -especialmente viudas- en todo el mundo aumentará considerablemente durante el siglo XXI. Las elecciones de hombres y mujeres mayo- res en materia de fuerza laboral también se están volviendo similares. ¿Qué implica este cambio demográfico para la protección social, la salud y otras áreas de la polí- tica pública? La propagación del vtu/sida. Se prevé que la incidencia de la mortalidad de los adultos debida a vui/sida suba drásticamente en los países en desarrollo durante las próximas décadas. Las disparidades entre hombres y mujeres ayudan a fomentar la crisis del sida y las mujeres cargarán de forma desproporcionada con los costos. ¿De qué forma pueden las políticas - al tomar explícitamente en cuenta las diferencias y desigualdades en razón de género- contener más eficazmente la propagación del sida y reducir sus costos humanps? · Globalizaci án. tecnología e información. La globalización y las nuevas tecnologías de información están transformando la forma en la que se organiza la producción y se comparte la información en todo el mundo. ¿Acelerarán estos cambios el progre- so hacia la igualdad de género o aumentarán las diferencias entre hombres y mujeres en las oportunidades económicas? ¿Y cómo pueden ser aprovec hadas estas fuerzas para promover la igualdad de género? Descentralización y desarrollo local. Junto a la globalización existe una tendencia hacia la descentralización de la autoridad y de la toma de decisiones de los gobier- nos en muchos países. Esta tendencia afectará la prestación de servicios públicos y los papeles del Estado y del sector privado, a menudo con importantes implicaciones para el acceso relativo a los recursos, oportunidades y voz política de mujeres y 240 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO hombres. ¿Bajo qué condiciones esta descentralización promueve o inhibe el pro- greso hacia la igualdad de género? Ampliar las asociaciones Un tercer reto crucial para los planificadores de las políticas en sus esfuerzos por pro- mover la igualdad de género, es ampliar sus asociaciones con los grupos de la sociedad civil, los donantes y otras organizaciones de la comunidad internacional. Aun cuando los planificadores de las políticas tienen un importante papel que desempeñar como dirigentes, se pueden incrementar los esfuerzos para luchar contra las desigualdades en razón de género mediante la colaboración activa con las organizaciones cívicas e inter- nacionales. La comunidad donante puede contribuir apoyando la recolección y el análi- sis de datos desagregados por sexo, incorporando el análisis con enfoque de género en sus diálogos con las autoridades nacionales y compartiendo la buena práctica basada en la experiencia internacional. De manera similar, los grupos cívicos y los investigadores locales pueden contribuir con información y análisis críticos basándose en el conoci- miento local que ampliarán y profundizarán el diálogo político. Fomentar una mayor participación y transparencia en la formulación de las políticas públicas puede tener el potencial de traer enormes beneficios para la igualdad de género y el desarrollo nacional en su conjunto. Abrir los debates públicos y la formulación de las políticas a una mayor participación de los grupos de mujeres puede empoderarlas directamente y de esta manera aumentar el impacto de las políticas y programas. Los hallazgos de la investigación sobre los vínculos entre una mayor participación femeni- na en la vida pública y unos menores niveles de corrupción son muy interesantes. Su- gieren que facilitar intercambios más amplios de ideas y una mayor transparencia en la formulación de las políticas -y hacer posible una mayor participación de las mujeres en el dominio público- puede reforzar la gobemabilidad de un país y la eficacia de su política de desarrollo. Apéndice 1 NOTAS y COBERTURA POR PAíSES PARA LOS GRÁFICOS GENERAL cos, amán, Arabia Saudí, República Árabe Siria, Túnez y Yemen; Asia meridional- Afganist án, Todos los valores son promedios ponderados de Bangladesh, India, Nepal, Pakistán y Sri Lanka; la población. Donde sea pertinente, los gráficos África subsahariana- Angola, Benin, Botswana, tienen escalas, de forma que una relación de 1.0 Camerún, Ghana, Costa de Marfil, Kenya, representa igualdad entre mujeres y hombres. Malawi, Mozambique, Nigeria, Ruanda, Senegal , Véanse las definiciones de los términos en el glo- Sierra Leona, Sudáfrica, Sudán, Tanzania, Togo, sario; véase la descripción de la igualdad de gé- Uganda, Zaire, Zambia y Zimbabwe; OCDE- Aus- nero en índices de derechos en el cuadro 1.1. tralia, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Fin- landia, Francia, Alemania, Grecia, República Irlandesa, Italia, Jap ón, Países Bajos, Nueva COBERTURA POR PAÍSES Zelanda, Noruega, Portugal , España, Suecia, Sui- za, Turquía, Reino Unido y Estados Unidos . Esta sección enumera los países cubiertos en los diversos gráficos. Gráfico 2 Matrícula primaria: ingresos bajos- Afganistán, RESUMEN Benin, Burkina Faso, Burundi, Costa de Marfil, Gráfico 1 Etiopía, Gambia, Guinea, India, Kenya, Lesotho, Madagascar, Malí, Mauritania, Nicaragua, Níger, Asia oriental y el Pacífico- Camboya, China, Senegal, Sudán, Tanzania, Toga y Uganda; ingre- Hong Kong, Indonesia, República Democrática sos medios- Albania, Argelia, Bahrein, Botswana, Popular de Corea, República de Corea, Malasia, Bulgaria, Chile, Costa Rica, Cuba, República Myanmar, Papúa Nueva Guinea, Filipinas, Árabe de Egipto, El Salvador, Guyana, Hungría , Singapur, Tailandia y Vietnam; Europa oriental Irak, Jamaica, República de Corea, Malasia, y Asia central- Bulgaria, Checoslovaquia, Hun- Mauricio, México, Marruecos, amán, Papú a gría, Polonia, Rumania, URSS (en agosto de 1991) Nueva Guinea, Paraguay, Polonia, Rumania, YYugoslavia (a mediados de 1991); América La- Arabia Saudí, Sri Lanka, Swazilandia, República tina y el Caribe- Argentina, Bolivia, Brasil, Chi- Árabe Siria, Trinidad y Tobago, Túnez, Uruguay le, Colombia, Costa Rica, Cuba, República y República Bolivariana de Venezuela; ingresos Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, altos- Australia, Austria, Canadá, Dinamarca, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Panamá, Finlandia, Francia, Grecia, Hong Kong, China, Paraguay, Perú, Trinidad, Uruguay y República República Irlandesa, Italia, Japón, Kuwait, Mal- Bolivariana de Venezuela; Oriente Medio y norte ta, Países Bajos, Nueva Zelanda, Noruega, Qatar, de África-Argelia, República Árabe de Egipto, España, Suecia y Reino Unido. República Islámica de Irán, Irak (en agosto de Matrícula secundaria: ingresos bajos- 1991), Israel, Jordania, Kuwait, Libia, Marrue- Afganistán, Benin, Comores, Costa de Marfil , 242 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLOECONÓMICO Etiopía, Gambia, Guinea, India, Kenya, Lesotho, Montenegro); ingresos altos- Australia, Austria, Mal í, Mauritania, Nicaragua, Níger, Senegal, Bahamas, Bélgica, Brunei, Canadá, Chipre, Di- Sud án, Tanzania, Togo, Uganda y Zimbabwe; in- namarca, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, gres os medios- Albania, Argelia, Bahrein , Hong Kong , China, Islandia, República Irlande- Botswana, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, sa, Israel, Italia, Japón, Kuwait , Luxemburgo, República Árabe de Egipto, El Salvador, Guyana, Macao, Malta, Martinica, Países Bajos, Antillas Hungría, República Islámica de Irán , Irak, Corea, Holandesas, Nueva Caledonia, Nueva Zelanda, Malasia, Mauricio, México, Marruecos, Papúa Noruega, Portugal, Qatar, Reunión, Singapur, Nue va Guinea, Polonia, Rumania, Arabia Saud í, Eslovenia, España, Suecia, Suiza, Emiratos Ára- Sri Lanka, Swazilandia, República Árabe Siria, bes Unidos, Reino Unido y Estados Unidos. Tailandia, Túnez y República Bolivariana de Ve- Representación parlam entaria : ingresos ba- nezuela; ingresos altos- Australia, Austria, Ca- jos- Angola, Benin, Bangladesh, Bhut án, China, nadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, Grecia, Costa de Marfil, Carnerún , India, Ken ya, Hong Kong , China, Islandia, República Irlande- Madagascar, Mongolia, Nicaragua, Pakistán, Re- sa, Israel, Italia, Japón, Kuw ait, Malta, Países Ba- pública Democrática de Corea, Senegal, Islas jos, Nueva Zelanda, Noruega, Qatar, España, Salomón, Santo Tomé y Príncipe, Togo y Zambia; Suecia y Reino Unido. ingresos medios- Albania, Argentina, Barbados, Esperanzade vida: ingresos bajos- Afganistán, Bolivia, Botswana, Brasil, Bulgaria, Cabo Ver- Angola, Armenia, Azcrbaiyán, Bangladesh, Benin, de , Costa Rica. Dominica, Ecuador, República Burkina Faso, Burundi, Camboya, Camerún, Re- Árabe de Egipto, Hungría, República Islámica de pública Central Africana, Chad, China, Comores, Irán, Irak, Jamaica, Kiribati, República de Corea, Malasia, México, Panamá, Paraguay, Perú. Po- República Democrática del Congo, República del lonia, Rumania, Sri Lanka, República Árabe Siria, Congo, Costa de Marfil, Eritrea, Etiopía, Gambia, Tailandia, Tonga, Túnez, Turquía, Uruguay, Ghana, Guinea, Guinea-Bissau, Haití, Honduras, Vanuatu y República Bolivariana de Venezuela ; India, Indonesia, Kenya, República Democrática ingresos altos- Australia, Austria, Bélgica, Ca- Popular de Corea, República Democrática Popu- nadá, Chipre, Dinamarca, Finlandia. Francia, lar de Laos, Le sotho, Liberia, Madagascar , Grecia, Islandia, República Irlandesa , Israel , Malawi, Mal í, Mauritania, Mongolia, Mozam- Japón, Luxemburgo, Países Bajos, Nueva bique, Myanmar, Nepal , Nicaragua, N íger, Zelanda, Noruega, Singapur, España, Suecia, Nigeria, Pakist án, Ruanda, Senegal, Sierra Leo- Sui za, Emiratos Árabes Unidos, Reino Unido y na, Sorn alia, Sud án, Tayikist án,Tanzania, Togo, Estados Unidos. Turkrnenist án, Uganda, Vietnam, República de Yemcn, Zambia y Zimbabwe; ingresos medios- Al- Gráfico 3 bania, Argelia, Bahrein , Barbados, Bielorrusia, Bolivia, Botswana, Brasil, Bulgaria, Cabo Verde, Argelia, Argentina, Bangladesh, Barbado s, Ben in, Chile , Colombia, Costa Rica, Cuba, Djibuti, Repú- Botswana, Brasil, Camerún, República Central blica Dominicana, Ecuador, República Árabe de Africana, Chad, Chile, China, Colombia, Repú - Egipto, ElSalvador, Guinea Ecuatorial, Estonia, Fiji, blica del Congo, Costa Rica, Costa de Marfil, Gab ón, Guadalupe, Guatemala, Guyana, Hungría, República Dominicana, Ecuador, República Ára- República Islámica de Irán, Irak, Jamaica, Repúbli - be de Egipto, El Salv ador, Fiji , Gab ón, Gambia, Ghana, Guatemala, Guinea, Guinea-Bissau, ca de Corea, Letonia, Líbano, Libia, Lituania, Guyana, Haití, Honduras, India, Indonesia, Jamai- Malasia, Maldivas, Mauricio, México, Marruecos, ca, Kenya, República Democrática Popular de Narnibi a, Orn án, Panamá, Papúa Nueva Guinea, Laos , Lesotho, Madagascar, Nepal, Nicaragua, Paraguay, Perú, Filipinas, Polonia, Puerto Rico , Níger, Nigeria, Pakistán, Paraguay. Filipinas, Rumania, Arabia Saudí, Sudáfrica, Sri Lanka, Ruanda, República de Corea, Senegal, Sierra Leo- Surinam, Swazilandia, República Árabe Siria, na, Singapur, Sudáfrica, España, Sri Lanka, Sud án, Tailandia, Trinidad y Tobago, Túnez, Turquía, Tanzania, Tailandia, Togo, Trinidad y Tob ago , Ucrania, Urugu ay, República Bolivariana de Vene- Uganda, Uruguay. Venezuela. Vietnam, Zambia zuela y República Federal de Yugoslavia (Serbia/ y Zimbabwe. ApÉNDICE l 243 CAPÍTULO Níger, Senegal, Sud án, Swazilandi a, Tanzania, Togo y Uganda; OCDE- Australia, Austria, Bélgi- Gráfico 1.1 ca, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, Gre- Asia oriental y el Pacífico -China, Hong Kong, cia, República Irlandesa, Italia, Japón, Países Bajos, Indonesia, Malasia, Papúa Nueva Guinea, Filipi- Nueva Zelanda, Noruega, Portugal, España, Sue- nas, República Demo crática Popul ar de Corea, cia, Suiza y Reino Unido. República de Corea, Singapur, Tailandi a y Viet- Matrícula secundaria: Asia oriental y el Pací- nam; Europa oriental y Asia central- Bulgaria, fico- China, Hong Kong, Indonesia, República de Hungría, Polonia, Rum ania, Turquía y Yugosla- Corea, República Democrática Popular de Laos, via; América Latina y el Caribe- Argent ina, Bo- Malasia, Mongoli a, Papúa Nueva Guin ea y Filipi- livia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cub a, nas; Europa oriental y Asia central- Alb ania, República Dominicana, Ecuador, Jamaica, Méxi- Bulgaria, Hungría, Polonia, Rumania y Turquía; co, Panamá, Paraguay, Perú, Trinidad y Tobago América Latina y el Caribe- Chile, Colombia, y República Bolivariana de Venezuela; Oriente Costa Rica, Cuba, El Salvador, Guyana, México, Medio y norte de África- Argelia, República Ára- Nicaragua y Repúbli ca Bolivariana de Venezuela; be de Egipt o, Irak, Israel, Kuwait, Libia, Marrue- Oriente Medio y norte de África- Argelia, Bahrein, cos, Arabia Saudí, República Árabe Siria y Túnez; Djibuti, República Árabe de Egipto, República Asia meridional- Bangladesh, India, Pakistán y Islámica de Irán, Irak, Israel, Jordania, Kuwait, Sri Lanka; África subsahariana- Ben in, Bots- Malta, Marru ecos, Qatar, Arabia Saud í, República wana, Camerú n, República Democrática del Con- Árabe Siria, Túnez y Emiratos Árabes Unidos; Asia go, Gh an a, Kenya, Mozambiqu e, Nig eria, meridional- Indi a, Nepal y Sri Lank a; África Se negal, Sierra Leon a, Sud áfrica, Tan zani a, subsahariana- Benin , Botswana, República del Zambia y Zimbabwe; OCDE- Australia, Austria, Congo, Costa de Marfil , Etiopía, Gambia, Guin ea, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Finlandi a, Francia, Kenya , Lesotho, Malawi , Mal í, Mau ritani a, Alemania, Grecia, República Irlandesa, Italia, Ja- Mauricio, Mozambique, Níger, Senegal, Sud án, pón, Países Bajos, Nueva Zelan da, Noruega, Por- Swazilandia,Tanzania,Togo, Uganda y Zimbabwe; tugal, España, Suecia, Suiz a, Rein o Uni do y OCDE- Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Dina- Estados Unidos . marca, Finlandia, Francia, Grecia, Islandia, Repú- blica Irlandesa, Italia, Japón, Países Bajos, Nueva Zelanda, Noruega, Portugal, España, Suecia, Sui- Gráfico 1.2 za y Reino Unido. Matrícula primaria: Asia oriental y el Pacífico- Hong Kong, Indonesia, República de Corea, Re- Gráfico 1.5 pública Democrática Popular de Laos, Malasia, Países desarrollados- Australi a 1990, Austria Papú a Nueva Guinea y Singapur; Europa oriental 1990 , Ca nadá 1990, Chi pre 1989, Al em ani a y Asia central- Albania, Bulgaria, Hungría, Polo- 1989, Finl andi a 1990 , Italia 1981, Japón 1990 , nia, Rumania y Turquía; América Latina y el Ca- Luxemburgo 1991, Países Bajos 1990, Noruega ribe- Chile, Co lombia, Costa Rica, Cuba, El 1990, España 1990, Suecia 1991 y Estados Uni- Salvador, Guyana, Jamaica, México, Nica ragua, dos 1991 . Países en desarrollo- Bahrein 1991 , Paraguay, Trinidad y Tobago, Uruguay y Repúbli- República Árabe de Eg ipto, 1986, República ca Bolivariana de Venezuela; Oriente Medio Vnorte Islámi ca de Irán 1986, Jordania 1979, Kuwait de África- Argelia, Bahrein, República Árabe de 1985, Túnez 1989, China 1982, Fiji 1986, Hong Egipto, Irak, Jordan ia, Kuwait, Malta, Marruecos, Kong 1991 , Ind ia 1981 , Rep ública de Co rea Omán, Qatar, Arabia Saudí, República Árabe Siria, 1983, Malasia 1980, Angola 1992, Costa Rica Túnez y Emiratos Árabes Unidos; Asia meridio- 1991, Ghana 1984, Haití 1996, Maur icio 1990, nal- Afga nistán, India, Nepal y Sri Lanka; África Antillas Holandesas 1981 y Senegal 1988. subsanariona- Benin, Botswana, Burkina Faso, Gráfico 1.6 Burundi, Repúbl ica del Congo, Costa de Marfil, Etio pía, Gambia, Guinea, Kenya, Lesoth o, Asia oriental y el Pacifico- China, Rep ública Madagascar, Malawi, Malí, Mauritania, Mauricio, Democrática Popul ar de Corea, Kirib ati, Malasia, 244 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Mongolia, Repúbli ca de Corea, Singapur, Islas Leona, Singapur, Sud áfrica, España, Sri Lank a, Salomón, Tailand ia, Tonga y Vanuatu; Europa Sudán , Tan zania, Tailandia, Togo, Tr inidad y oriental y Asia centrat- Albania, Bulgaria, Chi- Tobago, Uga nda, Uruguay, República Bolivariana pre, Hun gría, Polonia y Rum ania; América Lati- de Venez uela, Vietnam, Zambia y Zimbabwe. na y el Caribe- Arge ntina, Barbados, Bolivia, Brasil, Costa Rica, Dominica, Ecuador, Jamaica, Gráfico 2.2 México, Nicaragua, Panam á, Paragu ay, Perú, Uruguay y Repúbl ica Boli variana de Venezuela; Asia oriental y el Pacífico- Indonesia, Filipinas Oriente Medio y norte de África- República Ára- y Vietn am ; América Latina y el Caribe- Bolivia, be de Egipto, Irak, República Islámica de Irán, Brasil, Colombia, República Dominicana, Gua- Israel, República Árabe Siria, Túnez y Emiratos temala, Haití, Nicaragua, Paraguay y Perú ; Orien- Ára bes Unidos; Asia meridional- Bangladesh , te Medio y norte de África- República Ára be de Bhu tán, Indi a, Pak ist án y Sri Lank a; África Egipt o, Jordan ia, Marruecos y República de subsahariana- Angola , Benin , Bot swana, Yemen; Asia meridional- Bangl adesh , Indi a, Ca merún, Cabo Verde, Costa de Marfil, Ken ya, Nepal y Pakistán; África subsalwrialla- Benin, Madagascar, Sant o Tom é y Príncipe, Senegal, Burkina Faso, Camerún, República Ce ntral Afri - Togo, Zambia y Zimbabwe; OCDE- Au stral ia, can a, Chad, Co mores, Costa de Marfil , Eritrea, Austria, Bélgica, Ca nadá, Dinamarca, Finl andi a, Ghana, Guinea, Ken ya , Mad aga scar, Malaw i, Francia, Grecia, Islandia, República Irlandesa, Malí, Mozambiqu e, Namibia, Níger, Nigeria, Jap ón, Lu xemburgo, Países Baj os, Nueva Tanzan ia, Togo, Uganda, Zambia y Zimbabwe. Zelanda, Noru ega, España, Suecia, Suiza, Reino Unido y Estados Unidos . Gráfico 2.4 Arge lia, Ango la, Argentina. Austra lia, Austria, Gráfico 1.8 Bahrein, Bangladesh, Bélgica, Bolivia, Botswana, Burkina Faso, Ca merún, Ca nadá . Chile, China, Bangladesh, Benin, Bolivia, Brasil, Burkina Faso, Co lo mbia, Rep ública del Co ngo, Costa Rica, República Centra l Africana, Camerún, Ch ad, Cos ta de Marfil. República Checa, Dinamarca, Colombia, Co mores, Costa de Marfil, República Repúbl ica Dominican a, Ec ua do r, República Dominican a, República Árabe de Egipto, Ghana, Árabe de Egi pto, Finl andi a, Francia. Gabón , Ale- Guatemala, Hait í, Ind ia, Ind onesia, Kazajstán, mania, Ghana , Greci a, Guatemala, Guinea, Gui- Kenya, Madagascar, Malawi, Malí, Ma rruecos, nea-Bi ssau, Guya na, Haití, Honduras, Hungría, Mozambique, Namibia, Nep al, Nicaragua, Níger, India, Indonesia. República Islámica de Irán, Irak, Nigeria, Paki st án , Perú, Filipinas, Ru anda, República Irlandesa, Israel, Italia, Jap ón, Jord ania, Se negal, Tan zania, Togo, Tu rquía, Uganda , Ken ya, Repúbl ica de Corea, Ku wait , Libia, Uzbekistán, Zambi a y Zimbabw e. Malasia, Malí, Méxic o, Marru ecos, Myanmar, Países Bajos, Nueva Zeland a, Níger, Nigeria, C APÍTULO 2 Noruega, Pakistán, Panamá, Paraguay, Filipinas , Polonia, Portu gal, Federación Rusa,Arabia Saudí, Gráfico 2.1 Senegal, Sierra Leona, España, Sri Lank a, Sudán, Suecia, Suiza, República Ára be Siria, Tanzania, Argelia, Arge ntina, Bangladesh, Barbados, Benin , Tailand ia, Togo, Túnez, Emiratos Árabes Unidos , Botswana, Brasil, Ca merún, República Central Reino Unido, Estados Unidos. Urug uay, Repú- Africana, Chad, Chile, China, Colombia, Repú- blica Boli varian a de Vene zuela. Yemen, Yugos- blica del Co ngo, Costa Rica , Costa de Marfil, lavi a, Zambia y Zimbabwe. República Dominicana, Ecuador, República Ára- be de Egipto , El Salvador, Fiji, Gabón, Gambia, Ghana, Gu atemal a, Gui nea, Guinea-Bissau , C APÍTULO 3 Guyana, Haití, Honduras, India, Indonesia, Jamai- Gráfico 3.1 ca . Ken ya, República Dem ocrática Popular de Laos, Lesoth o, Madagascar, Nepal, Nicaragua, Matrícula primaria: igualdad baja- Afganistán, Níger, Nigeria, Pakistán , Paragu ay, Filipinas, Argelia, Angola, Bangladesh, Botswana, Repú- Ruan da, República de Corea, Se negal, Sierra blica Dem ocrática del Congo, Costa de Marfil , A pÉNDICE I 245 República Árabe de Egipto, El Salvador, India, Pakistán, Papú a Nu eva Guinea, Perú, Ruanda, Indonesia, República Islámica de Irán, Kenya, Arabia Saudí, Senegal, Sierra Leona, Sudáfrica, Kuwait, Libia, Malasia, Marruecos, Mozambique, S udán, Repúbli ca Árabe Siria, Tanzania, Nepal, Nigeria, Om án, Pakistán, Papúa Nueva Tailandia, Togo, Túnez, Turquía, Uganda, Repú- Guinea, Ruanda, Arabia Saudí, Senegal, Sierra blica de Yemen, Zambia y Zimbabwe; igualdad Leona, Sudáfrica, Sud án, República Árabe Siria, alta- Argentina, Au strali a, Au stria, Bélgica, Tanzania, Tailandia, To go, Túnez, Turquía, Benin, Bolivia, Brasil, Bulgaria, Camboya, Uganda y Zimbabwe; igualdad alta- Australia, Camerún, Canadá, Chil e, China, Colombia, Co s- Au stria, Bélgica, Benin, Bolivia, Bulgaria, Cam erún, Canadá, Chile, China, Co sta Rica, ta Rica, Cub a, Dinamarca, República Dominica- Cuba, Dinamarc a, Finlandia, Francia, Gh ana, na, Ecuador, Finlandi a, Francia,Alemania, Ghana, Grecia, Hong Kong, China, Hungría, Irak, Repú- Grecia, Guatemala, Hong Kong, China, Hun gría, blica Irlandesa, Israel, Italia, Jam aica, Japón , Irak, República Irlandesa, Israel, Italia, Jamaica, República de Corea, Malawi, México, Myanmar, Japón, República Democrática Popular de Corea, Países Bajos , Nueva Zelanda, Nicaragua, Norue- República de Corea, Malawi, México, My anmar, ga, Panamá, Paraguay, Polonia, Portugal, Ruma- Países Bajos, Nueva Zelanda, Nicaragua, Norue- nia, Singapur, España, Sri Lanka, Suec ia, Trinidad ga, Panamá, Paragua y, Filipinas, Polonia, Portu- y Tob ago , Reino Unido, Estados Unidos, Uru- gal, Rumania, Singapur, Es paña , Sr i Lanka, guay, República Boli variana de Venezuela, Viet- Suecia, Suiza, Trinidad y Tobago, Reino Unido, nam y República Federal de Yugosl avia (Serbia/ Estados Unidos, Urug uay, República Bolivariana Montenegro). de Venezuela, Vietnam y República Federal de Matrícula secundaria: igualdad baja- Yugoslavia (Serbia/Mo ntenegro). Afganistán, Argelia, Bengladesh, Botswana , Cos - Representación parlamentaria: igualdad baja- ta de Marfil, República Arabe de Egipto, El Sal- Afgani stán, Angola, Ban$ladesh, Botswana, Cos- vado r, India, Indonesia, República Islámica de ta de Marfil, República Arabe de Egipto, El Sal- Ir án , Kenya, Kuwait , Mal asi a, M arruecos, vador, Honduras, India, Repúbli ca Islámic a de Irán, Mozambique, Nep al, Nigeria, Omán, Pakistán, Jord ania , Kenya, Malasia, Nepal, Pakist án, Perú, Papúa Nueva Guinea, Ru anda, Arabia Saudí, Ruanda, Senegal, Sudáfrica, República Arabe Siria, Sene gal, Sierra Leona, Sud áfrica, Sudán, Repú- Tanzania, Tailandia, Togo Túnez, Uganda, Zambia blica Árabe Siri a, Tanzani a, Tailandia, Togo, Tú- y Zimbabwe; igualdad alta- Argentina, Aus tralia, nez , Turquía, Uganda y Zimbabwe; igualdad Au st ria, Bélgica, Benin, Bolivia , Bulgaria, alta- Australia, Austria, Bélgica, Benin, Bolivia, Camerún, Can adá, Chile, China, Costa Rica , Di- Bul ga ria, Camboya, Camerún, Canadá, Chile, namarca, Ecuador, Finland ia, Francia, Alemania, China, Colombia, Costa Rica, Cuba, Dinamarca, Grecia, Hungría, Irak, República Irlandesa, Isra el, Finlandia, Francia, Alemani a, Gh ana, Grecia, Jamaica, Japón, República Dem ocrátic a Popular Hong Kong, Ch ina, Hun gría, Irak , República Ir- de Corea, República de Core a, México, Países landesa, Israel, Italia, Jamaica, Japón, República Bajos, Nueva Zelanda, Nicaragua, Noruega, Pa- de Corea, Malawi , México, Myanmar, Países nam á, Paraguay, Pol on ia, Rumani a, Singapu r, Bajos, Nue va Zelanda, Nicaragua, Noruega, Pa- España, Sri Lanka, Suecia, Suiza, Reino Unido, nam á, Paraguay, Filipinas , Polonia, Portugal, Estados Unidos , Uruguay y República Bolivariana Rumania, Sin gapur, España, Sri Lank a, Suecia, de Venezuela. Trinid ad y Tobago, Reino Unido, Estados Uni- dos, Uruguay, República Boli variana de Venezue- la, Vietnam y República Fede ral de Yugosl avia CAPÍTULO 4 (Serb ia/Montenegro). Espe ranza de vida: igualdad baja- Afga- Gráfico 4.1 nistán, Argelia, Angola, Bangladesh, Botswana, Bangladesh 1990, Colombia 1983, Guatemala, República Democrática del Congo, Co sta de 1977, Indonesia 1992, Kenya rural 1988 , Keny a Marfil, República Árabe de Egipto, El Salvador, urbana 1986, Nepal rural 1978, Nepal urbano 1978, Honduras, India, Indonesia, República Islámi ca Filipinas 1975-77, Venezuela 1983,Australia 1992, de Irán, Jordania, Kenya, Kuw ait, Lib ia, Malasia, Austria 1992, Canadá 1992, Dinamarca 1987, Fin- Marruecos, Mozambique, Nepal, Nigeria, Om án, landia 1987-88, Francia 1985- 86, Alemania 1991- 246 H ACIA LA INTEGRACiÓN DE miNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO 92. Israel 199 1-92. Italia 1988-89, Países Bajos Tanzania, Tailandia, Togo, Trinidad y Tobago, 1987, Noruega 1990-91. Reino Unido 1985 y Es- Túnez, Uganda, Reino Unido. Estados Unidos. tados Unidos 1985. Uruguay. República Bolivariana de Venezuela. Vietnam y Zimbabwe. Esperanza de vida: Argelia, Angola. Argenti- C APÍTULO 5 na. Australia. Au stria. Bangladesh, Bélgica. Gráfico 5.1 Be nin, Bo livia. Botswana, Brasil. Bulgaria. Camboya, Camenin, Canadá. Chile. China. Co- Ban gladesh 1990. Colombia 1983. Guatemala. lombia. República Democrática del Congo. Co s- 1977. Indonesia 1992. Kenya rural 1988. Kenya ta Rica. Costa de Marfil, Dinamarca, República urbana 1986. Nepal rural 1978. Nepal urbano Dominicana. Ecuador. República Ára be de Egip- 1978, Filipinas 197 5-77. Venezuela 1983. Aus- to. El Salvador. Finlandia. Francia. Alemania. tralia 1992. Austria 1992. Canadá 1992. Dinamar- Ghana, Greci a. Guat emala. Honduras. Hong ca 1987. Finlandia 1987-88, Francia 1985-86. Kong. China. Hun gría. India. Indonesia. Rep ú- Alemania 1991-92. Israel 1991-92, Italia 1988- bli ca Irl an desa. Israel , Ital ia. Jam aica. Japón . 89, Países Bajos 1987 , Noru ega 1990-91. Reino Jordani a, Ken ya, República de Corea, Malawi, Unido 1985 y Estados Unidos 1985 . Malasia, México. Marruecos, Mozambique. Nepal, Países Bajos, Nueva Zelanda, Nicaragua. Gráfico 5.3 Nigeri a, Noru ega. Paki st án. Pan amá. Papúa Nu e- va Guinea, Paragu ay, Perú. Filipinas, Polonia. Matrícula primaria: Argelia, Australi a, Austria, Portugal. Rumania, Ruanda, Ara bia Sa ud í. Benin, Botswan a, Bulgari a, Ca rnboya, Ca nadá, Senegal, Sierra Leona. Singa pur, Sud áfrica, Es- Chile. China. Colombia, Costa Rica. Costa de paña, Sri Lank a, Sud án, Suecia. Suiza, Rep úbli- Marfil. Dinamarca. Ecuador. República Árabe de ca Ára be Sir ia, Tu nzania. Tailan di a, Togo, Egipto, El Salvador. Finlandia. Francia, Alema- Trinidad y Tobago, Túnez. Turqu ía. Uganda, Rei- nia, Grecia, Guatemala. Hong Kong. China. Hun - no Unido, Estados Unidos. Uruguay. República gría. India. República Islámica de Irán. República Bolivariana de Vene zuela. Vietnam. Zambia y Irlandesa. Italia. Jamaica, Japón. Ken ya, Repú- Zimbabwe. blica de Corea. Kuwait, Malasia. México. Ma- rruecos. Mozarnbique, Países Bajos. Nueva Gráfico 5.4 Zelanda. Nicaragua. Noruega. Om án.Papúa Nue- va Guinea. Paraguay. Perú. Polonia. Rumania. Los datos son para 1995 . Los países incluyen : Arabia Saudí, Senegal, Sud áfrica, España. Sri Argelia, Angola, Argentina. Au stralia. Au stria. Lanka, Sudan, Suecia. República Árabe Siria. Bangladesh, Bélgica. Benin, Boli via. Botswana. Tanzania. Togo. Trinidad y Tobago, Túnez. Brasil, Bulgaria, Camboya. Camer ún, Canadá. Uganda, Reino Unido. Estados Unidos, Uruguay. Chile. China. Colombia. República Democr ática República Boli variana de Venezuela. Zambia y del Congo. Costa Rica. Costa de Marfil. Din a- Zimbabwe. marca, Rep ública Dominicana. Ecuador. Repú- Matrícula secundaria: Argelia . Australia . blica Árabe de Egipto. El Sa lvador. Finlandia. Austria. Ben in. Botswan a. Bul gari a. Ca mboya, Francia, Alema nia . Ghana, Grecia, Guatema la. Canadá, Chile. Chi na, Colombia. Costa Rica, Honduras. Hun gría. In dia, Indonesia. Rep úbli ca Costa de Marfil, Dinamarca. República Árabe de Islámica de Irán, Rep úbli ca Irland esa. Israel. ita- Egipto. El Salv ador, Finland ia. Francia. Alem a- lia, Jamaica, Japón . Jord ania, Kenya. República nia . Grecia. Hong Kong. China, Hun gría, Ind ia, de Corea. Kuw ait, Malawi. Mala sia, México. Ma- República Islámica de Irán. República Irland esa. rruecos. Mozambique, Nepal. Países Bajos. Nue- Israel. Italia. Japón. Kenya, Rep úbli ca de Co rea. va Zelanda. Ni cara gu a. Ni ge ri a, Noruega . Kuwait, Ma lawi. Malasia, México. Marru ecos. Pakist án, Panamá. Pap úa Nueva Guinea. Para- Mozambique. Países Bajos. Nueva Ze landa, Ni- guay. Perú. Filipinas. Polon ia. Portugal. Ruma- caragua. Noruega. Om án, Papúa Nueva Guinea. nia. Ruan da, Senegal. Sierra Leon a. Singapur. Paraguay. Perú. Filipinas. Polonia. Ru mania. Sud áfrica, España. Sri Lanka, Sud án, Suecia. Arabia Saud í, Senegal, Sud áfrica, España. Sri Suiza. República Árabe Siri a. Tanzania. Tailandia. Lanka. Sud án, Suecia, República Árabe Siria. To go, Trinidad y Tobago, Túnez. Turquía. ApÉNDICE I 247 Uganda, Reino Unido, Estados Unidos, Uruguay, India, República Islámica de Irán, Kenya, Ma- República Bolivariana de Venezuela, Vietnam, rruecos, Moza mbique, Nicaragua, Papúa Nueva Zambia y Zimbabwe . Guinea, Paraguay, Perú, Se negal, Sri Lanka, Sudán, República Árabe Siria, Tanzania, Togo, Gráfico 5.5 Túnez, Uganda, Zambia y Zimbabwe. Matrícula secundaria. Alta igualdad e ingre- Países que no ajustan: Bo tswana, Lesotho, sos altos- Australia, Austria, Canadá, Chile, Sudáfrica y Swaz ilandia. Países que ajustan: Benin, Burkina Faso, Colom bia, Cos ta Rica, Dinamarca, Fin landia, Burundi , Camenin, República Central Africa na, Francia, Alemania, Grecia, Hungría, Italia, Méxi- República Democrática del Co ngo, Costa de co, Países Bajos, Nueva Zelanda, Noruega, Es- Marfil, Gabón, Gam bia, Ghana, Ken ya, paña, Suecia, Reino Unido , Estados Unidos , Madagascar, Malawi, Malí, Mauritania, Níger, Uruguay y República Bolivariana de Venezue la; Nigeria, Ruanda, Senegal, Sierra Leona, Togo, alta igualdad e ingresos bajos- Bulgaria, Filipi- Zambia y Zimbabwe. nas, Polonia, Rumania, Trinidad y Tobago y Viet- nam; baja igualdad e ingresos altos- Botswana, Gráfico 5.6 Hong Kong, China, República Irlandesa, Israel, Japón, República de Corea, Kuwait, Malasia, Países que ajustan - deterio rado: Benin, Orn án, Arabia Saudí y Sudáfrica; baja igualdad Carner ún, Repúb lica Central Africana, Repúbli- e ingresos bajos- Argelia, Benin, Carnboya, Chi- ca del Congo, Costa de Marfil, Gabó n, Ruanda, na, Costa de Marfil, Repúb lica Árabe de Egipto, Sierra Leona , Togo y Zambia. Países que ajustan - gran mejora en políti- El Salvador, India, República Islámica de Irán, cas macroecon ámicas: Burki na Faso, Ghana, Kenya, Malawi, Marruecos , Mozambique, Nica- Gambia, Nigeria y Zimbabwe. ragua, Pap úa Nueva Guinea, Paraguay, Perú, Países que ajustan - peque ña mejora en po- Senegal, Sri Lanka, Sudán, República Árabe Siria, líticas macroecon ámicas: Buru nd i, Kenya, Tanzania, Tailandia, Togo, Túnez, Uganda y Madagascar, Malawi, Malí, Mauritania, Níger y Zimbabwe. Senegal. Esperanza de vida: alta igualdad e ingresos Países que no ajustan: Botswana, Lesotho, altos- Argentina, Austra lia , Austria, Bélgica, Sudáfrica y Swazilandia. Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Dinamar- ca, Finlandia, Francia, Alemania, Greci a, Hun- gría, Italia, México, Países Bajos, Nueva Zelanda, CAPÍTULO 6 Noruega, Polonia, Portuga l, Singapur, España, Suecia, Suiza, Trinidad y Tobago, Reino Unido, Gráfico 6.1 Estados Unidos, Uruguay y República Bolivariana Matrícula primaria: alta igualdad e ingresos de Venezue la; alta igualdad e ingresos bajos- altos- Australia, Austria, Canadá, Chile, Colom- Bulgaria, Jamaica, Filipinas, Rumania y Vietnam ; bia, Costa Rica, Dinamarca, Finlandia, Francia, baja igualdad e ingresos altos- Botswana, Bra- sil, Ecuador, Hong Kong, China, República Ir- Alemania, Grecia, Hungría, Italia, México, Paí- landesa, Israel , Japón, República de Corea, ses Bajos, Nueva Zelanda, Noruega, España, Sue- Malasia, Panam á, Arabia Sa udí, Sudáfrica, cia, Reino Unido, Estados Unidos , Uruguay y Tailandia, Túnez y Turquía; baja igualdad e in- República Bolivariana de Venezuela; alta igual- gresos bajos- Argelia, Ango la, Bang ladesh, dad e ingresos bajos- Bulgaria, Jamaica, Polo- Benin, Bolivia, Camboya, Camerún, China, Cos- nia, Ruman ia y Trinidad y Tobago; baja igualdad ta de Marfil, Repúbl ica Democrática del Congo, e ingresos altos- Botswana, Hong Kong, China, República Dominicana, República Árabe de Egip- República Irlandesa, Japón, República de Corea, to, El Salvador, Ghana, Guatemala, Honduras , In- Kuwait, Ma lasia, Omán, Arabia Sa udí y dia, Indonesia, Jordania, Kenya, Malawi, Sudáfrica; baja igualdad e ingresos bajos- Arge- Marruecos, Mozambique , Nepal, Nicaragua, lia, Benin, Camboya, China, Costa de Marfil, Re- Nige ria, Pakist án, Papúa Nueva Guinea, Para- pública Árabe de Egipto, El Salvador, Guatemala, guay, Perú, Ruanda, Senegal, Sierra Leona, Sri 248 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓ MICO Lanka, Sudan, República Árabe Siria , Tanz ania, Educ ación secundaria: Asia oriental y el Togo, Uganda, Zambia y Zimbabwe. Pacífico- Camboya, China, Hong Kong, Repú- Representación parlamentaria: alta igualdad blica de Corea, Malasi a, Papúa Nueva Guinea, e ingresos altos- Argentin a, Australia, Austria , Filipinas, Tailandia y Vietnam; Europa oriental y Bélgica, Bulgari a, Can adá, Chile, Colombia, Asia central- Bulgaria, Hungría, Polonia y Ru- Costa Rica, Dinamarca, Finlandia, Francia, Ale- man ia; Am éri ca Latina y el Caribe- Chile, mani a, Grecia, Hungría, Italia, México, Países Colombia, Costa Rica, El Salvador, México, Bajos, Nueva Zelanda, Norue ga, Polonia, Portu- Nicaragua, Paraguay, Perú, Trinidad y Tobago, gal, Singapur, España, Suecia, Suiza, Trinidad y Uruguay y Repúbli ca Bolivariana de Venezuela; Tobago, Reino Unido , Estados Unido s, Uruguay Orien~e Medio y norte de África- Argelia, Repú- y Repúbl ica Bolivariana de Venezuela ; alta igual- blica Arabe de Egipto , República Islámica de Ir án, dad e ingresos bajos- Jamaica, Filipinas, Ruma- Israel, Kuwait, Marruecos, Om án, Arabia Saudí, nia y Vietnam; baja igualdad e ingresos altos- Repúbli ca Árabe Siria y Túnez; Asia meridional- Botswana, Brasil, Ecuador, República Islámica India y Sri Lanka; Áf rica subsahariana- Benin, de Irán, República Irlandesa, Israel, Japón, Re- Botswana, Co sta de Marfil, Kenya, Malawi, pública de Corea, Kuw ait, Mala sia, Panamá, Mozambique, Sen egal, Sudafr ic a, Sudan . Sud áfrica, Tailandia, Túnez y Turquía; Baja Tanzania, Togo, Uganda y Zimbabwe; ocoe- igualdad e ingresos baj os- Argelia, Angola, Australia, Austria, Canadá, Dinamarca, Finlan- Bangladesh, Benin , Bolivi a, Cambo ya, Camer ún, dia, Franci a. Alemania, Grecia, República Irlan- China, República Democrática del Congo, Costa desa, Italia, Japón, Países Bajos . Nueva Zelanda, de Marfil, Repúbli ca Dominicana, República Ára- Noruega, España, Sueci a, Reino Unido y Esta- be de Egipto, El Salvador, Ghana, Guatemala, dos Unidos. Honduras, Indi a, Indonesia, Jordania, Kenya, Esperanza de vida: Asia oriental y el Pacifi- Malawi, Marruecos, Mozarnbique, NepaI, Nica- co- Camboya, China, Hong Kong, Indonesia , ragua, Nigeria, Pakistán, Papúa Nueva Guinea, República de Corea, Malasia, Papúa Nueva Gui- Paraguay, Perú, Ruanda, Senegal, Sierra Leon a, nea, Filipinas, Singapur, Tailandi a y Vietn am; Sri Lanka, Sudan. República Ár abe Si ri a, Europa oriental y Asia central- Bulgaria, Hun- Tanzania, Togo, Uganda, Zambia y Zimbabwe. gría, Polonia y Rum ania; América Latina y el Caribe- Argentina, Bolivi a, Brasil, Chile, Co- lombia, Costa Rica, República Domin icana, Ecua- Gráfico 6.2 dor, El Salvador, Guatemala, Hondu ras, Jamaica, Educación primaria: Asia oriental y el Pacífico- México, Nicaragua , Panamá, Paraguay, Perú , Tri- Camboya, China, Hong Kong, República de nidad y Tobago. Uruguay y República Bolivariana Corea, Malasia y Papúa Nueva Guine a; Europa de Venezuela; Oriente Medio y norte de Áf rica- oriental y Asia central- Bulgaria, Hungría, Polo- Argelia, República Ár abe de Eg ipto, Israel. nia y Rum ani a; América Latina y el Caribe- Jordania, Marruecos, Arabi a Saudí, República Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Sal- Árabe Si ri a y Túnez; Asia meridional- vador, Guatemala, Jamaica, México, Nicaragu a, Bangladesh, India, Nepal, Pakistán y Sri Lanka: Paraguay, Perú , Trinidad y Tobago, Uruguay y África subsahariana- Angola, Benin, Botswana, República Bolivariana de Venezuela; Oriente Camerún, República Democrática del Co ngo , Afedio y norte de África- Argeli a, República Co sta de Marfil, Gh an a, Ken ya, Malawi, Arabe de Egipto, República Islámica de Irán, Mozambique, Nigeria, Ruanda, Scnega l, Sierra Kuwait, Marruecos, Omán, Arabia Saudí, Re- Leona, Sud áfric a, Sud án, Tanzania, Toga , públi ca Árabe Siria y Tún ez; Asia meridional- Uganda, Zambia y Zimbabwe; OCDE- Australia, India y Sri Lanka ; África subsahariana- Benin , Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Botswana, Costa de Marfil, Kenya, Mozambique, Francia, Alem ania, Greci a, República Irlande sa, Sen egal, Sudáfrica, Sud án, Tan zania, Togo, Italia, Japón, Países Bajos, Nueva Zelanda, No- Uganda, Zambia y Zimbabwe; OCDE- Australia, rueg a, Portugal, España, Suecia, Sui za, Rein o Austria, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, Unido y Estados Unidos. Alemania, Grecia, República Irlandesa, Italia, Ja- Representación parlamentaria : Asia oriental pón, Países Bajos, Nueva Zelanda, Noruega, Es- y el Pacífico- Carnboya, China, Indonesia, Re- paña, Suecia, Reino Unido y Estados Unidos. públic a de Corea, Malasia, Filipinas, Singapur, ApÉNDICE l 249 Tailandia y Vietnam; Europa oriental y Asia cen- rra Leona, Sudáfrica, Sudan, Tanzania, Togo, tral- Bulgaria, Hungría, Polonia y Rumania; Uganda, Zambia y Zimbabwe; OCDE- Austra- América Latina y el Caribe- Argentina, Bolivia, lia, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Fin- Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, República landia, Francia, Alemania, Grecia, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Irlandesa, Italia, Japón, Países Bajos, Nuev a Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Panamá, Zelanda, Noruega, Portugal, España, Suecia, Paraguay, Perú, Trinidad y Tobago, Uruguay y Suiza, Reino Unido y Estados Unidos. República Bolivariana de Venezuela; Oriente Medio y norte de África- Argelia, República Árabe de Egipto, República Islámica de Irán, Gráfico 6.3 Israel, Jordania, Marruecos, República Árabe Siria y Túnez; Asia meridional- Bangladesh, In- Véase gráfico 6.2 dia, Nepal, Pakistán y Sri Lanka; África subsahariana- Angola, Benin, Botswana, Camerún, República Democrática del Congo, Gráfico 6.4 Costa de Marfil, Ghana, Kenya, Malawi , Mozarnbique, Nigeria, Ruanda, Senegal, Sie- Véase gráfico 6.2 Apéndice 2 MODELO BÁSICO DE REGRESiÓN POR PAíSES Y ESTIMACIONES DE COEFICIENTES Este informe utiliza un modelo de regresión multivariada como base para los gráficos por países en los capítulos 3, 5 Y6 Ypara las simulaciones discutidas en el capítulo 6. El modelo fue estima- do usando datos por países para un número de años, generalmente comenzando con 1970 y termi- nando con el último año cuyos datos estuvieran disponibles, usualmente alrededor de 1995. Los indicadores de desarrollo comparables para un gran número de países en desarrollo diferenciados por sexo son generalmente limitados . Suelen estar disponibles para algunas informaciones de educación y de salud a través de la base de datos mantenida por el grupo de Datos de Desarrollo del Banco Mundial y mediante los Indicadores de Mujeres y Base de Datos de Estadística. Huma- na (1986, 1992) suministra también datos sobre medidas de derechos por países, pero éstas están disponibles durante dos años como máximo, limitando la capacidad de hacer análisis de series de tiempo. Para no perder información sobre el resto de las variables, se asume que las dos fuentes de datos para los derechos se aplican a los años más próximos a ellos. El modelo estimado es: donde: gi, es el indicador de igualdad de género : relación de feminidad de las tasas de matrícula prima- i ria y secundaria " relación de feminidad de esperanza de vida y proporción feminidad de escaños en el parlamento. Y , es el PlB per cápita (logaritmos naturales) en dólares de 1995, ajustados para la paridad del i poder adquisitivo. Para ajustar mejor los datos, introducimos también un término cuadrático para esta variable. R es el promedio de derechos de género, como lo define Humana (1986, 1992). Es el promedio , i simple de tres índices de derechos: igualdad de derechos sociales y económicos, igualdad de derechos políticos y jurídicos e igualdad de derechos en los procedimientos de matrimonio y divorcio . Los tres derechos individuales no son variables continuas y son definidos en una escala de I a 4 (siendo 4 el grado más alto de igualdad). Sin embargo, los promedios están más próximos a una variable continua. T, representa el año, y es una variable dummy. t . es un término de error. " indica el país i. indica el año t. ApÉNDICE 2 251 COEFICIENTES ESTIMADOS DE LAS REGRESIONES DE LOS ÍNDICES DE FEMINIDAD Los coeficientes clave de las regresiones figuran en la siguiente tabla. Indicador Matrícula Matrícul a Esperanza Representación primaria secundaria de vida parlamentaria Ingresos per cápita 0.4176 0.9787 0.597 -0.3163 (5.461) (7.296) (2.643) (-4.086) Ingresos per cápita -0.0224 -0.0528 -0.0031 0.0191 al cuadrado (-5.013) (-6.535) (-2.387) (3.897) Promedio de derechos 0.0641 0.0934 0.0177 0.0970 por sexo (5.262) (5.673) (6.730) (7.745) R' 0.51 0.57 0.38 0.28 Número de observaciones 277 286 265 287 Años 1980, 1985 1980, 1985 1980, 1985 1975, 1985 1990, 1995 1990, 1995 1990, 1997 1990, 1995 Nota: Los números entre paréntesis son el estadístico t basado en errores estándar robustos. M EDIDAS ALTERNATIVAS DE IGUALDAD DE GÉNERO CONSIDERADAS Y RECHAZADAS Este informe usa relaciones mujer/hombre como medidas de igualdad de género en educación y salud. Se podrían haber usado diferencias absolutas entre logros femeninos y masculinos.como indicadores de igualdad de género, pero las relaciones captan mejor la desigualdad por razón de género , especialmente si se están comparando países con niveles absolutos de un indicador sustancialmente diferentes. Por ejemplo, si la matrícula masculina en un país A es el 20% y la matrícula femenina el 10% Yen un país B la matrícula masculina es el 100% Yla femenina el 90%, la diferencia absoluta en las tasas de matrícula es idéntica -10 puntos porcentuales- en ambos países. Pero en el país A, las matrículas femeninas son sólo la mitad de las matrículas masculinas, mientras que las matrículas femeninas son el 90% de las masculinas en el país B. Estas diferencias se reflejan en las relaciones mujer/hombre : 0,5 para el país A y 0,9 para el país B. Aunque las representaciones gráficas en el informe usan relaciones de feminidad como medi- da de la igualdad de género, los resultados básicos no diferirían significativamente si se hubieran usado diferencias absolutas entre mujeres y hombres. Los resultados de la regresión básica se muestran en la siguiente tabla. En todos los casos, los ingresos y su cuadrado son conjuntamente significativos al 1%. 252 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO COEFICIENTES ESTIMADOS DE LAS REGRESIONES DE LAS DIFERENCIAS EN RAZÓN DE GÉNERO Indicador Matrícula Matrícula Esperanza Representaci ón prim aria secundaria de vida parlame ntaria Ingresos per cápita 28.2619 12.2932 4.8793 -4.238 (3.794) (1.982) (4.357) (-4.155) Ingresos per cápita (-1.4343) -{).5476 -{).2399 0.0253 al cuadrado (-3.284) (-1.446) ( -~ .592) (3.945) Promedio de derechos por 4.7352 4.204 1.322 0.1411 sexo (4.899) (5.194) (8.359) (8.431) R2 0.44 0.35 0.62 0.30 Número de observaciones 277 286 265 287 Años 1980, 1985 1980. 1985 1980,1985 1975, 1985 1990, 1995 1990, 1995 1990,1997 1990, 1995 Nota: Los números entre paréntesis son el estadístico t basado en errores estándar robustos. DESCRIPCIÓN DE LOS GRÁFICOS CLAVE QUE PRESENTAN RESULTADOS DE REGRESIÓN Perspectiva general El gráfico 8 predice la igualdad de género utilizando las regresiones anteriores, considerando varios niveles de derechos y ajustando el efecto de los ingresos, El gráfico muestra promedios ponderados de la población durante el último año disponible para cada indicador. El gráfico 9 predice la igualdad de género utilizando la regresión de matrícula secundaria en varios niveles de ingresos y ajustando el efecto de los derechos. La línea de regresión se basa en datos de sección cruzada en series de tiempo . El gráfico de dispersión presenta datos de 1995 sobre la relación de feminidad de matrícula secundaria. El gráfico I I predice la igualdad de género utilizando las regresiones de matrícula secundaria y representación parlamentaria en varios niveles de ingresos y derechos, y calcula los promedios ponderados de la población para la clasificación cuádruple por ingresos y derechos. Capítulo 3 El gráfico 3.1 predice la igualdad de género utilizando las regresiones anteriores, considerando varios niveles de derechos y ajustando el efecto de los ingresos. El gráfico muestra promedios ponderados de la población durante el último año disponible para cada indicador. Capítulo 5 Los gráficos 5.3 y 5.4 predicen la igualdad de género utilizando las regresiones anteriores, consi- derando varios niveles de ingresos y ajustando el efecto de los derechos. La línea de regresión se ApÉNDICE 2 253 basa en datos de series de tiempo cruzados. Los gráficos de dispersión representan también el último año disponible para cada indicador. Capítulo 6 El gráfico 6.1 predice la igualdad de género a partir de las regresiones anteriores en varios niveles de ingresos y derechos, y calcula los promedios ponderados de la población para la clasificación cuádruple para cada indicador. Los gráficos 6.2, 6.3 Y6.5 se basan en las regresiones anteriores. El gráfico 6.2 expresa el indicador a los niveles especificados de derechos, ajustando el efecto de los ingresos. El gráfico 6.3 presenta el indicador a los niveles especificados de ingresos, ajustando el efecto de los dere- chos. El gráfico 6.4 añade primero en el indicador real el incremento previsto a los niveles espe- cificados de derechos, ajustando el efecto de los ingresos, y después a los niveles especificados de ingresos, ajustando el efecto de los derechos. Se muestran los promedios ponderados de la población. Apéndice 3 INGRESOS RELATIVOS DE MUJERES Y HOMBRES, AJUSTADOS POR DIFERENCIAS EN CAPITAL HUMANO Salario sin Grupo de desarrollo, Salario explicar ' economía y año de los datos relativo (por ciento) Fuente Fuente del salario/muestra Países industrializados 85 68 Miller y Rummery 1991 Salario por hora Australia 1985 74 47 Blau y Kahn 1999 Encuesta nacional, horas Australia 1986, 1987, 1990, controladas 1991,1994' 87 64 Miller 1994 Salario por hora Australia 1989 Australia 1990 85 61 Langford 1995 Salario por hora Austria 1985-87, 1989, 1991- 75 87 Blau y Kahn 1999 Encuesta nacional, horas 92, 1994' controladas Canadá 1970 60 74 Baker y otros 1995 Censo, salario anual Canadá 1970 63 64 Gunderson 1998 Censo, salario anual Canadá 1972 60 45 Gunderson 1975 Trabajadores civiles Canadá 1980 64 73 Baker y otros 1995 Censo, salario anual Canadá 1980 67 67 Gunderson 1998 Censo, salario anual Canadá 1985 66 75 Baker y otros 1995 Censo, salario anual Canadá 1986 64 79 Baker y otros 1995 Encuesta de financiación del consumidor, salario anual Canadá 1989 75 75 Kidd YShannon 1996 Encuesta nacional Canadá 1990 72 71 Gunderson 1998 Censo, salario anual Canadá 1990 62 53 Gunderson 1998 Censo, salario semanal Canadá 1991 67 84 Baker y otros 1995 Censo, salario anual Canadá 1992-94' 75 85 Blau y Kahn 1999 Encuesta nacional, horas controladas Dinamarca 1980 80 68 Rosholm y Smith 1996 Sector público, asalariado, salario por hora Dinamarca 1980 72 75 Rosholm y Smith 1996 Sector privado, asalariado, salario por hora Dinamarca 1983 68 88 Gupta, Oaxaca y Smith Encuesta nacional, salario por 1998 hora Dinamarca 1989 68 91 Gupta, Oaxaca y Smith Encuesta nacional, salario por 1998 hora Dinamarca 1990 74 77 Rosholm y Smith 1996 Sector privado, asalariado , salario por hora Dinamarca 1990 83 81 Rosholm y Smith 1996 Sector público, asalariado, salario por hora Dinamarca 1990 74 77 Rosholm y Smith 1996 Sector privado, asalariado, salario por hora Dinamarca 1994 67 88 Gupta, Oaxaca y Smith Encuesta nacional, salario por 1998 hora Dinamarca 1995 87 55 Rice 1999 Salario mensual, horas controladas Francia 1995 82 61 Rice 1999 Salario mensual, horas controladas (Continúa en la página siguiente] ApÉNDICE 3 255 (Continuación apéndice 3) Salario sin Grupo de desarrollo, economía Salario explicar ' y año de los datos relativo (por ciento) Fuente Fuente del salario/muestra Alemania 1985-93' 73 88 Blau y Kahn 1999 Salario mensual, horas controladas Alemania 1995 70 83 Rice 1999 Salario mensual, horas controladas Grecia 1995 80 59 Rice 1999 Salario mensual, horas controladas Irlanda 1988-90, 1993-94' 80 96 Blau y Kahn 1999 Encuesta nacional, horas Italia 1986, 1988, 1990, controladas 1992-94' 80 83 Blau y Kahn 1999 Salario mensual, horas controladas Italia 1991 79 104 Bonjour y Pacelli 1998 Sector privado, salario diario Italia 1995 84 94 Rice 1999 Salario por hora Japón 1968 51 53 Horton 1996 Salario por hora Japón 1978 57 55 Horton 1996 Salario por hora Japón 1988 59 44 Horton 1996 Encuesta nacional, horas controladas Japón 1993-94' 43 93 Blau y Kahn 1999 Encuesta nacional, horas controladas Países Bajos 1988-89' 76 62 Blau y Kahn 1999 Encuesta nacional, horas controladas Nueva Zelanda 83 104 Blau y Kahn 1999 Encuesta nacional, horas 1991-94' controladas Noruega 1989-94' 76 93 Blau y Kahn 1999 Salario mensual, horas controladas Portugal 1995 84 73 Rice 1999 Salario mensual, horas controladas España 1995 82 83 Rice 1999 Sector privado, trabajadores de oficina Suecia 1974 76 71 Edin y Richardson 1999 Encuesta nacional, salario por hora Suecia 1974 67 61 Gustafsson 1981 Encuesta nacional, salario por hora Suecia 1981 83 64 Edin y Richardson 1999 Encuesta nacional, salario por hora Suecia 1991 83 64 Edin y Richardson 1999 Encuesta nacional, horas controladas Suecia 1994 81 103 Blau y Kahn 1999 Encuesta nacional, horas controladas Suiza 1987 62 50 Blau y Kahn 1999 Encuesta nacional, horas controladas Suiza 1991 79 75 Bonjour y Pacelli 1998 Sector privado, salario por hora Reino Unido 1985-94' 69 102 Blau y Kahn 1999 Salario por hora Reino Unido 1991 84 93 Makepeace y otros 1999 Salario mensual, horas controladas Reino Unido 1994 83 53 Davies, Peronaci y Joshi Encuesta nacional, salario por 1998 hora Reino Unido 1995 76 64 Rice 1999 Encuesta nacional, horas controladas Estado Unidos 1980 61 57 Neumark 1988 Encuesta nacional longitudinal, salario por hora Estados Unidos 1985-94' 67 97 Blau y Kahn 1999 Salario por hora (Continúa en la página siguiente) 256 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO (Continuación apéndice 3) Salario sin Grupo de desarrollo, economia Salario explicar ' y año de los datos relativo (por ciento) Fuente Fuente del salario/muestra Estados Unidos 1987 70 44 Blau y Kahn 1994 Encuesta nacional, horas controladas Estados Unidos 1987 69 73 Gyimah-Brempong, Salario por hora Fichtenbaum y Willis 1992 Países en desarrollo Argentina 1985 65 62 Psacharopoulos y Buenos Aires, salario Tzannatos 1992 mensual Argentina 1989 89 Artecona y Cunningham Salario por hora 2000b Argentina 1995 98 Artecona y Cunningham Salario por hora 2000b Bolivia 1989 63 76 Psacharopoulos y Salario semanal Tzannatos 1992 Brasil 1970 30 113 Birdsall y Behrman 1991 Censo, trabajadores del sector formal, horas controladas Brasil 1970 50 10 Birdsall y Fax 1991 Profesores, salario mensual Brasil 1981 50 Tzannatos 1999 Salario por hora Brasil 1989 70 89 Psacharopoulos y Salario por hora Tzannatos 1992 Brasil 1989 63 Artecona y Cunningham Salario por hora 2000b Brasil 1990 54 Tzannatos 1999 Salario por hora Brasil 1995 67 Artecona y Cunningham Salario por hora 2000b Bulgaria 1992-93" 84 121 Blau y Kahn 1999 Encuesta nacional, horas controladas Chile 1980 68 Tzannatos1999 Salario por hora Chile 1987 71 Tzannatos 1999 Salario por hora Chile 1987 71 114 Psacharopoulos y Salario semanal Tzannatos 1992 Chile 1990 89 Montenegro 1999 Salario por hora Chile 1996 101 Nontenegro 1999 Salario por hora Chile 1996 101 95 Montenegro 1999 Encuesta nacional, salario por hora China 1985 80 16 Meng y Kidd 1997 Industria rural China 1985 80 112 Meng y Miller 1995 Industria rural China 1987 88 47 Meng 1992 Trabajadores del Estado Colombia 1984 67 Tzannatos 1999 Salario por hora Colombia 1988 84 85 Psacharopoulos y Salario semanal Tzannatos 1992 Colombia 1990 70 Tzannatos 1999 Salario por hora Costa Rica 1980 90 Tzannatos 1999 Salario por hora Costa Rica 1989 97 Tzannatos 1999 Salario por hora Costa Rica 1989 81 93 Psacharopoulos y Salario mensual Tzannatos 1992 Costa Rica 1989 88 Artecona y Cunningham Salario por hora 2000b Costa Rica 1995 91 Artecona y Cunningham Salario por hora 2000b Costa de Marfil 76 Tzannatos 1999 Salario por hora Costa de Marfil 81 Tzannatos 1999 Salario por hora (Continúa en la página siguiente) ApÉNDICE 3 257 (Continuación apéndice 3) Salario sin Grupo de desarrollo, economía Salario explicar ' y año de los datos relativo (por ciento) Fuente Fuente del salario/muestra República Checa 1992, 73 97 Blau y Kahn 1999 Encuesta nacional, horas 1994' controladas Ecuador 1987 66 43 Psacharopoulos y Salario por hora Tzannatos 1992 Etiopía 1990 78 119 Appleton, Hoddinotl y Trabajadores urbanos Krishnan 1999 Rep. Oem. de Alemanía 84 97 Blau y Kahn 1999 Encuesta nacional, horas . 1990-93' controladas Guatemala 77 45 Psacharopoulos y Salario mensual Tzannatos 1992 Guinea 1990 45 58 Glick Y Sahn 1999 Salario por hora Honduras 1986 65 Tzannatos 1999 Salario por hora Honduras 1989 81 147 Psacharopoulos y Salario semanal Tzannatos 1992 Honduras 1990 68 Tzannatos 1999 Salario por hora Hungría 1988-94' 75 95 Blau y Kahn 1999 Encuesta nacional, horas controladas Hungría 1994 80 77 Rice 1999 Salario mensual, horas controladas India 1987-88 56 74 Horton 1996 Trabajadores urbanos India 1987-88 51 66 Horton 1996 Trabajadores rurales Indonesia 1980 39 66 Horton 1996 Trabajadores urbanos Indonesia 1980 39 78 Horton 1996 Trabajadores rurales Indonesia 1986 56 Tzannatos 1999 Salario por hora Indonesia 1990 54 62 Horton 1996 Trabajadores urbanos Indonesia 1990 50 81 Horton 1996 Trabajadores urbanos Indonesia 1992 60 Tzannatos 1999 Salario por hora Indonesia 1992 71 48 Manning 1998 Encuesta nacional Israel 1993-94' 73 109 Blau y Kahn 1999 Encuesta nacional, horas controladas Jamaica 1989 58 119 Psacharopoulos y Salario semanal Tzannatos 1992 Jordania 1991 78 74 Psacharopoulos y Salario anual Tzannatos 1992 Kenya 1986 63 60 Agesa 1999 Trabajadores urbanos Corea, Rep. de 1980 44 33 Berger, Groothuis y Jeon Encuesta nacional, salario por 1997 hora Corea, Rep. de 1984 42 Tzannatos 1999 Salario por hora Corea, Rep. de 1984 42 49 Horton 1996 Trabajadores industriales Corea, Rep. de 1988 51 Tzannatos 1999 Salario por hora Corea, Rep. de 1988 51 53 Horton 1996 Industria Corea, Rep. de 1991 54 29 Berger, Groothuis y Jeon Encuesta nacional, salario por 1997 hora Malasia 1973 59 66 Chua 1984 Trabajadores civiles Malasia 1973 57 Tzannatos 1999 Saiario por hora Malasia 1973 57 88 Horton 1996 Ingresos anuales Malasia 1984 69 Tzannatos 1999 Salario por hora Malasia 1984 69 93 Horton 1996 Ingresos anuales México 1984 85 80 Psacharopoulos y Salario semanal Tzannatos 1992 Nicaragua 1978 43 67 Psacharopoulos y Salario quincenal Tzannatos 1992 (Continua en la página siguiente) 258 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO (Continuación ep éndice 3) Salario sin Grupo de desarrollo, economía Salario explicar ' y año de los datos relativo (por ciento) Fuente Fuente del salario/muestra Nicaragua 1991 43 71 Behrman y Wolfe 1991 Encuesta nacional, horas controladas Panamá 1989 80 85 Psacharopoulos y Salario mensual Tzannatos 1992 Perú 1990 84 85 Psacharopoulos y Salario por hora Tzannatos 1992 Filipinas 1978 71 Tzannatos 1999 Salario por hora Filipinas 1978 75 137 Horton 1996 Trabajadores urbanos, salario por hora Filipinas 1988 80 Tzannatos 1999 Salario por hora Filipinas 1988 76 127 Horton 1996 Trabajadores urbanos, salario por hora Polonia 1991-94' 75 118 Blau y Kahn 1999 Encuesta nacional, horas controladas Rumania 1994 79 84 Paternostro y Sahn 1999 Salario por hora Rumania 1994 79 84 Paternostro y Sahn 1999 Salario por hora Federación Rusa 69 99 Blau y Kahn 1999 Encuesta nacional, horas 1991-94' controladas Federación Rusa 1994 72 118 Glinskaya y Mroz 1996 Salario por hora Eslovenia 1991-94' 87 104 Blau y Kahn 1999 Encuesta nacional, horas controladas Unión Soviética 1989 73 85 Katz 1997 Taganrog City, salario por hora Taiwan, China 1982 64 56 Gannicott 1986 Encuesta nacional Taiwan, China 1989 62 84 Kao, Polachek y Wunnava Encuesta nacional, salario 1994 mensual Tanzania 1971 75 17 Knight y Sabot 1991 Industria, salario mensual Tanzania 1980 86 4 Psacharopoulos y Trabajadores urbanos, Tzannatos 1992 industria, salario mensual Tailandia 1980 74 Tzannantos 1999 Salario por hora Tailandia 1980 84 70 Horton 1996 Empleados Tailandia 1989 90 85 Horton 1996 Empleados Tailandia 1990 80 Tzannatos 1999 Salario por hora Uganda 1992 72 74 Appleton, Hoddinott y Trabajadores urbanos Krishnan 1999 Uruguay 1989 74 77 Psacharopoulos y Salario mensual Tzannatos 1992 Venezuela 1981 87 Tzannatos 1999 Salario por hora Venezuela 1989 77 95 Psacharopoulos y Salario semanal Tzannatos 1992 Venezuela 1990 93 Tzannatos 1999 Salario por hora Zambia 1993 74 65 Nielsen 1998 Encuesta nacional Nota: Todos los estudios contro lan el efec to de la educación y la expe riencia potencial, a menos que estén marcados con un asterisco (*) -éstos present an sólo comparacio nes de salarios brutos. La mayoría de los estudios que controlan los efectos de la educación y la experiencia utilizan el salario masculin o como la estructura salarial de referencia . Se puede encontrar la metodología bás ica en Oaxaca (1973) . a. Las cifras supe riores al 100% significan que las mujeres que trabajan están más calificadas (por ejemplo, en térm i- nos de educación) que los homb res. Sin sesgos de sexo , los salarios de las mujeres no sólo habr ían sido mayores que los sala rios actuales, sino superiores a los de los hom bres. b. Se prese ntan los promedios anuales no pond erados. Apéndice 4 PRUEBAS EMPíRICAS DEL MODELO "UNITARIO" DE HOGAR Enfoque de estud io, fuente, paises Enfoque Hallazgos clave Conjunto de ingresos y consumo Quisumbing y Maluccio 1999 Analiza datos de encuestas de hogares El modelo unitario es rechazado como recolectados para comprender la descripción del comportamiento del hogar Bangladesh, Etiopía, Indonesia, asignación de recursos al interior del en los cuatro paises, pero en diferentes Sudáfrica hogar. Utiliza los activos en el matrimonio grados. Los resultados sugieren que los como un indicador del poder negociador activos controlados por las mujeres tienen para evaluar el impacto en los modelos un efecto positivo y significativo en las de gasto del hogar y los resultados de asignaciones de gasto hacia la nueva educación. Usa el enfoque de la curva de generación, como la educación y la ropa de Engel para estimar la proporción del los hijos. Los hallazgos indican que las gasto del hogar en bienes (alimentos, madres y los padres no tienen preferencias educación, cuidados de salud, ropa de idénticas hacia sus hijos e hijas. los hijos). Usa regresiones de minimos cuadrados de dos etapas para controlar la posible endogeneidad. Phipps y Burton 1998 Analiza el impacto de los ingresos En 8 de las 14 categorías de bienes fue Canadá masculinos y femeninos en la proporción rechazada una prueba para la igualdad del que gastan en 14 categorias de bienes, impacto de los ingresos de marido y mujer. utilizando un enfoque de curva de Engel En particular, los ingresos controlados por en familias donde los maridos y las las mujeres tienen un mayor impacto en los mujeres son empleados de tiempo tradicionales "bienes de las mujeres", como completo. cuidados infantiles, ropa de los hijos y Se utilizan los ingresos laborales del alimentos; mientras que los ingresos marido y de la mujer para representar el controlados por los hombres son más control de los recursos. importantes para el transporte. Los resultados indican que los maridos y las mujeres no siempre tienen las mismas preferencias con respecto a las categorias de gasto. Lundberg, Pollak y Wales 1997 Basado en un "experimento natural" (un La política coincidió con un cambio hacia un Reino Unido cambio de política que transferia a las mayor gasto en ropa de mujeres y niños con mujeres una considerable asignación respecto a la ropa de hombres. Los infantil a finales de los años setenta); hallazgos indican que los maridos y las analiza su impacto en los patrones de mujeres no siempre tienen preferencias gasto del hogar. idénticas con respecto a las categorias de gasto (Continúa en la página siguiente) 260 HACIA LA INTEGRACiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO (Continuación apéndice 4) Enfoque de estudio, fuente, países Enfoque Hallazgos clave Thomas 1997 Examina los impactos del control Poner más recursos en manos de las Brasil masculino y femenino de los recursos en mujeres produce un mayor gasto en bienes las proporciones del presupuesto del de capital humano (servicios familiares, hogar que se gastan en diferentes salud, educación) , bienes de ocio productos, y considera la demanda del (esparcimiento, ceremonias) y nutrientes, y hogar de nutrientes. Se prestó especial tiene más efectos positivos en la situación atención al papel del error de medida y la nutricional de niños y niñas. heterogeneidad no observada , y fueron desarrolladas pruebas robustas que explotan comparaciones de efectos ingreso entre hermanos en el mismo hogar. Thomas, Contreras y Frankenberg Analiza el impacto de activos aportados Una prueba de la diferencia entre el impacto 1997 al matrimonio por maridos y mujeres en de activos maternales y paternales en Indonesia enfermedades infantiles diferenciadas por morbilidad de los hijos con respecto a las sexo, como son tos, fiebre y diarrea . hijas es significativo para la tos. Esto sugiere que es probable que los hijos de mujeres con más activos en el matrimonio experimenten menos trastornos respiratorios que sus hermanas. Ward-Batts 1997 Utiliza una fuente exógena de variación Entre 11 categorías amplias, el cambio de Reino Unido en la distribución de los ingresos del política coincidió con un mayor gasto en hogar, proporcionada por un cambio en la bienes duraderos, alimentos (consumidos política de asignación familiar en el Reino dentro o fuera del hogar), combustible, ropa Unido, para examinar si la distribución de y varios, y con un menor gasto en vivienda y los ingresos afecta a la demanda . Usa tabaco. El gasto en mascotas y libros subió, modelos de mínimos cuadrados, Tobit y mientras que descendió el gasto en tabaco de compras no frecuentes para estimar la distinto a los cigarrillos. Los resultados proporción de gasto para una amplia indican que los maridos y las mujeres no variedad de bienes y servicios. siempre tienen preferencias idénticas con respecto a las categorías de gasto. Thomas, Schoeni y Strauss 1996 Analiza el impacto de la educación del Para la educación de hijos e hijas, rechaza Brasil padre y la madre en la educación de los ingresos conjuntos porque la educación niños y niñas. También examina los de la madre tiene un mayor efecto que la diferentes impactos sobre la escolaridad educación del padre. Por otra parte, la de hijos e hijas. Usa regresiones de educación de la madre afecta más a la mínimos cuadrados ordinarios . escolaridad de las hijas, mientras que la educación del padre afecta más a la escolaridad de los hijos. Los resultados indican que las madres y los padres no tienen preferencias idénticas hacia los hijos y las hijas, o con respecto a las categorias de gasto. Hoddinott y Haddad 1995 Proporciona una prueba econométrica de Rechaza los ingresos conjuntos para 6 de Costa de Marfil la propuesta de que los cambios en el las 10 categorías de gasto. La proporción de control de los ingresos por sexo se dinero en efectivo manejada por las mujeres traducen en cambios en los modelos de tiene un efecto positivo y significativo en la gasto. Estima funciones de gasto del proporción de los alimentos dentro del hogar para 10 categorías de bienes, presupuesto , y un efecto negativo (Continúa en la página siguiente) ApÉNDICE 4 261 (Continuación apéndice 4) Enfoque de estudio, fuente, paises Enfoque Hallazgos clave siendo un indicador de fuerza negociado- significativo en el peso de la comida ra la proporción de ingresos del hogar consumida fuera del hogar, ropa de niños, acumulados por la(s) esposa(s) del jefe ropa de adultos, alcohol y cigarr illos. Los de hogar. Utiliza regresiones de mínimos resultados indican que los maridos y las cuadrados de dos etapas para abordar mujeres no tienen preferencias idénticas en los problemas de endogeneidad. las categorías de gasto. Browning y otros 1994 Analiza cómo afectan los ingresos Rechaza los ingresos conjuntos y muestra Canadá relativos y la edad a las asignaciones del que la proporción de una mujer en el gasto gasto del hogar entre maridos y mujeres. del hogar aumenta con la edad y su participación en los ingresos del hogar. Haddad y Hoddinolt 1994 Analiza el impacto diferenciado sobre la Rechaza los ingresos conjuntos para la Costa de Marfil estatura por edad y peso por edad de estatura por edad. Los niños varones niños y niñas que tiene la proporc ión de prospera n más en términos de estatu ra por ingresos en efectivo que se acum ula en edad como consecuencia de un incremento las mujeres del jefe del hogar. Aborda el en la propo rción de los ingresos femeninos. problema de endoge neidad utilizando Los resultados indican que las madres y los una técnica de variables instrumentales. padres no tienen las mismas preferencias hacia los hijos y las hijas. Thomas 1994 Analiza el impacto de la educación de los En los tres países , la educación de las Brasil, Ghana, Estados Unidos padres sobre la estatura de los hijos e madres tiene un mayor impacto en la hijas en tres países. También examina el estatura de las hijas. mientras que la diferente impacto de los ingresos no educación de los padres tiene un mayor provenientes del trabajo de los padres y impacto en la estatura de los hijos. En Brasil, las madres en la estatura de hijos e hijas los ingresos no provenientes del trabajo de en Brasil. Analiza la endogeneidad en las mujeres tienen un efecto positivo en la algunos países . salud de sus hijas, pero no en la de sus hijos. Los resultados indican que las madres y los padres no tienen las mismas preferencias en las categorías de gasto. Bourguignon y otros 1993 Analiza el impacto de los ingresos Rechaza los ingresos conjuntos utilizando Francia laborales desagregados por sexo en una prueba de la hipótesis de que todos ios nueve categorías de bienes. Usa el coeficientes sobre los ingresos laborales enfoque de la curva de Engel para masculinos y femeninos son iguales. Los estimar la propo rción del gasto del hogar resultados indican que las madres y los en los bienes . padres no tienen las mismas preferencias en las categorías de gasto. Thomas 1990 Analiza el diferente impacto de los Rechaza los ingresos conjuntos en la Brasil ingresos no provenientes del trabajo demanda de consumo calórico y proteínico -ce pensiones, seguridad social, per c áplta, supervivencia infantil y relación indemnizaciones a los trabajadores, peso/estatura para niños de menos de 8 alquileres e ingresos de activos y años. Los diferentes impactos de los donaciones- en manos de mujeres y ingresos controlados por mujeres y hombres hombres sobre los indicadores de la son particularmente grandes para las salud infantil. Controla la endoge neidad probabilidades de supervivencia infantil. El empleando regresiones de mínimos impacto marginal de los ingresos controla- cuadrados de dos etapas. dos por las mujeres en la superv ivencia infantil es 20 veces el impacto marginal de los ingresos controlados por los homb res. (Continúa en la pagina siguiente) 262 H ACIA LA INTEGRACiÓN DE GÉNEROS EN EL DESARRO LLO ECONÓM ICO (Continuación apéndice 4) Enfoque de estudio, fuente, paises Enfoque Hallazgos clave Oferta laboral Fortin y Lacroix 1997 Prueba los modelos unitarios y colectivos Rechaza las restricciones de los ingresos Canadá de oferta laboral para familias donde conjuntos en los coeficientes de las trabajan ambos cónyuges. Analiza si estimaciones de la oferta laboral. Por variables como los ingresos no ejemplo, la presencia de hijos o hijas afecta provenientes del trabajo controlados por negativamente a la oferta laboral de las un cónyuge y la presencia de hijos afecta mujeres, pero afecta positivamente a la las decisiones sobre la oferta laboral de oferta laboral de los hombres. Las los cónyuges de forma diferente. No se elasticidades cruzadas de los salarios no hace ninguna mención de los temas de son simétricas. endogeneidad. Alderman y Sahn 1993 Adapta el "sistema casi ideal de Explora la sustitución entre bienes, tiempo Sri Lanka demanda" para incluir el tiempo libre de la libre femenino y tiempo libre masculino. Los misma forma que los productos básicos. resultados indican que la propensión marginal a consumir tiempo libre es bastante alta, especialmente en áreas rurales. También se observa la complementariedad entre el tiempo libre masculino y el femenino. Las elasticidades cruzadas de los precios de los productos básicos con respecto a los salarios masculinos y femeninos no muestran ningún modelo regular. Lundberg 1988 Funciones de la oferta laboral para Los resultados sugieren que la oferta laboral Estados Unidos hombres y mujeres casados, formuladas de maridos y mujeres sin hijos en edad como un sistema dinámico de ecuaciones preescolar no es determinada de forma simultáneas, que es estimado usando conjunta a corto plazo, mientras que las datos de panel. Controlando los efectos familias con hijos jóvenes muestran fuertes fijos individuales permite separar la interacciones en las horas de trabajo y respuesta marginal de la oferta laboral de efectos cruzados negativos en los ingresos. patrones permanentes en horas Estos resultados no sostienen el modelo de trabajadas. utilidad conjunta de la oferta laboral familiar, ni un modelo ad hoc de "familia tradicional". Ashenfelter y Heckman 1974 Estima funciones de oferta laboral. Un incremento en los salarios de los Estados Unidos Analiza la formulación de restricciones maridos disminuye el tiempo libre de las teóricas sobre las funciones de oferta mujeres, y un aumento de los salarios de las laboral de maridos y mujeres en un mujeres incrementa el tiempo libre de los modelo de oferta laboral de forma que las maridos. haga apropiadas para las pruebas. Analiza los efectos cruzados de los salarios de los maridos en la oferta laboral de las mujeres y viceversa. Inversión y producción Menan 1999 Analiza los beneficios a largo plazo de la El efecto de los préstamos femeninos en la Bangladesh participación en programas de moderación del consumo es mayor que el microfinanciamiento estudiando las efecto de los préstamos de los hogares, lo capacidades de los miembros para que implica que los efectos femeninos son moderar el consumo sin problemas. mayores que los masculinos. (Continúa en la página siguiente) ApÉNDICE 4 263 (Continuación apéndice 4) Enfoque de estudio , fuente, países Enfoque Hallazgos clave Khandker 1998 Analiza el impacto de los préstamos El microfinanciamiento tiene diferentes Bangladesh masc ulinos y femeninos en diferentes efectos en las variables de resultados variables de resultados (gasto per cápita, cuando se proporciona en mayor medida a valor neto, matrícula escolar, fertilidad, mujeres que a hombres. El efecto en el estatura por edad, uso de consu mo del hogar de los préstamos a anticonceptivos). Utiliza una encuesta mujeres fue aproximadamente el doble que casi experimental para contro lar la el de los présta mos a hombres: increme nta endogeneidad de la situación y la la matrícula de las niñas, tiene un impacto autose lección en los programas. ~ignificativo en el bienestar nutricional de niños y niñas y equilibra el consumo en el hogar. l . . .. I Pitt Y Khandker 1998 Analiza el impacto por sexo de la La participación en os programas de Bangladesh participación (medido por la cantidad de microfinanciamiento es un determinante préstamo acumulativo) en los programas significativo de muchos de estos resultados. de microfinanciación sobre la oferta Por otra parte , el crédito concedido a las laboral de hombres y mujeres, mujeres tiene con frecuencia impactos escolaridad de niñas y niños, gasto del diferentes que el crédito concedido a los hogar per cápita en consumo, y activos h~mbres. no agrarios de las mujeres. El método utilizado corrige el sesgo potencial que surge de la inadvertida heterogeneidad 1 individual, del hogar y a nivel de pueblo. El análisis presta también atención a la 1 endoge neidad y a los temas de autoselección. 1 I Udry 1996 Analiza por sexo la producción de las Rechaza los recursos productivos comunes. Burkina Faso parcelas de campo. También examina el t.ás parcelas controladas por mujeres no son impacto del sexo de los agricu ltores cultivadas tan intensamente como las sobre la intensidad del trabajo y en el uso parcelas controladas por hombres, porque de fertilizantes de orige n animal. Utiliza usan menos mano de obra masc ulina, mínimos cuadrados ordinarios con infantil y contratada y menos fertil izantes por efectos fijos, efectos fijos Tobit, y mínimos h ~ctárea que los hombres. Así, las parce las cuadrados ordinarios con efectos fijos no de las mujeres tienen menor producción que lineales. las de los homb res del mismo hogar, siendo plantadas con el mismo cultivo en el mismo año. I I Udry y otros 1995 Analiza la eficiencia Pareto para la Revela ineficiencias considerables en la Burkina Faso asignación de los recursos por parcelas producción agraria . Éstas pueden ser dentro de un hogar. Utiliza datos indicativas de un sistema de producción en detallados agronó micos de panel para el r ue los recursos no son agrupados ni cuatro años. intercambiados entre los miembros del hogar. I Jones (1983, 1986) Analiza las decisiones por sexo en la Rechaza los recursos comunes entre las Camerún producción del hogar durante el proyecto parejas casadas. Las mujeres casadas, que Semry, que permitió que las mujeres son remuneradas por los maridos por Massa cultivaran arroz en regadío. Utiliza trabajar en los campos de arroz controlados regresiones de mínimos cuadrados por los hombres, prefieren cultivar sorgo , ordinarios. cuya producción controlan. (Continua en la página siguiente) 264 HACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMI CO (Continuación apéndice 4) Enfoque de estudio, fuente, países Enfoque Hallazgos clave Riesgos conjuntos Dercon y Krishnan 2000 Utilizando datos de panel sobre la Los hogares más pobres son incapaces de Etiopía situación nutricional individual, observa equilibrar su situación nutricional. Por otra los factores que determinan la asignación parte, los hogares pobres del sur no se para nutrición al interior del hogar. En comprometen a compartir completamente particular, analiza el efecto del equilibrio los riesgos; las mujeres de estos hogares del consumo sobre el tiempo y al interior son las más afectadas por las conmociones de los hogares. adversas. Este resultado supone rechazar para estos hogares el modelo colectivo de organización del hogar, que impone asignaciones Pareto-eficientes . Goldstein 1999 Recopilando la reciente literatura Los hogares no comparten los riesgos ni Ghana empírica del equilibrio del consumo y responden a las conmociones como una frente común ante el riesgo, analiza las única unidad. Al contrario, las mujeres se respuestas del hogar a las conmociones enfrentan a sus riesgos con otras mujeres agrícolas y de salud para examinar si los del pueblo. Los hombres lienen un grupo de cónyuges se unen ante el riesgo. riesgo más amplio y menos definido. Apéndice 5 SIMULACIONES DE EDUCACiÓN Elrecuadro 6.1 presenta las estimaciones de los costos potenciales de ciertas políticas alternati- vas para promover la igualdad entre mujeres y hombres en educación primaria. Las estimaciones se centran en Oriente Medio, norte de África, Asia meridional y África subsahariana -las tres regiones con las mayores desigualdades en razón de género en educación- y recurren al análisis de la simulación de dos escenarios básicos: Una reducción en los costos que la educación primaria representa para el hogar, suficiente para conseguir la educación primaria universal, un objetivo que los donantes han apoyado desde 1990. Una reducción en los costos que la educación primaria representa para el hogar, suficiente para conseguir la educación primaria universal, pero dirigida solamente al 40% de los hoga- res que viven en mayor pobreza. Para cada escenario, las estimaciones del costo suponen, en primer lugar, que la política no está focalizada por género y, en segundo lugar, que los recortes de precios (costos) están focalizados sólo para las niñas (como en el programa de becas de la escuela secundaria en Bangladesh; véase capítulo 4). Además de focalizar por sexo, las simulaciones se centran en focalizarse en las personas que viven en pobreza porque las brechas más grandes en educación suelen ser mayores entre ellas. Por otra parte, al focalizar las intervenciones por género y situación de pobreza, los países pue- den mantener los gastos presupuestales . Para llevar a cabo las simulaciones que se centran en los niños y niñas del 40% más pobre de hogares, se han utilizado datos de la encuesta sobre tasas de matrícula por género y por quintiles de ingresos (Filmer 1999). Los datos sobre la elasticidad de la demanda con respecto a los precios para niños y niñas proceden de estimaciones publicadas en análisis de datos por países (Schultz 1987). Los datos sobre los costos públicos de las diferentes intervenciones son confirmados por los datos publicados sobre la proporción del gasto privado en el gasto total de educación en los países en desarrollo (Banco Mundial 1996, 1997). Para las simulaciones de las intervenciones focalizadas, las estimaciones incorporan información sobre los costos administrativos típicos relacionados con la focalización por género y pobreza (Grosh 1994). Los pasos clave y los resultados aparecen en las siguientes tablas. 266 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO DATOS GENERALES UTILIZADOS PARA SIMULACIONES DE EDUCACiÓN Tasa bruta de Tasa bruta de Tasa bruta de Tasa bruta de Gasto público Gasto pr ivado matrícula mat rícula mat rícula matrícula en educación en educación para hombres para mujeres para todos para todos primaria primaria (miles en pobreza en pobreza los hombres las mujeres (miles de millones de millones Región (por ciento) (por ciento ) (por ciento) (por ciento) de dólares)' de dólares)' Oriente Medio y norte de África 66,2 44,0 91,4 79,8 25,7 1,1 Asia meridional 61,0 39,4 106,8 84,0 15,9 0,8 África subsahariana 52,4 46,3 81,3 66,4 9,8 3,8 a. Calculado utilizando datos sobre el PNB, proporción del PNB gastada en educación, y participación de la educación primaria en el gasto público de educación, con base en datos del Banco Mundial (1997, 1999d). b. Calculado utilizando datos del Banco Mundial (1997) sobre la participación privada en el gasto de educación. d. Calculado como porcentajes del gasto público inicial en educación primaria. Fuentes: Filmer (1999); Banco Mundial (1997, 1999d). POLíTICA PARA LOGRAR LA EDUCACiÓN PRIMARIA UNIVERSAL (EPU) PARA TODOS LOS ESTUDIANTES Recorte de Recorte de Aumento del Aumento del Aumento del Aumento del precios precios gasto público gasto público gasto púb lico gasto público necesarios necesarios en educación en educación en educación en educación para log rar para lograr primaria con primaria con pr imaria con pr imaria con la EPU para la EPU para políticas no loca- pollticas loca- política s no pol íticas hombres mujeres IIzadas (millones Iizadas (millones localizadas localizada s Región (por ciento)' (por ciento)' de dól ares)' de dólares)' (por ciento)' (po r ciento)' Oriente Medio La tasa bruta de matrícula para las personas que no viven en pobreza sobrepasa ya el 100%, de forma que la y norte de política para lograr la educación primaria universal para los estudiantes pobres (descrita en la siguiente tabla) África sería suficiente para lograr la educación primaria universal para todos los estudiantes. No sería Asia necesaria ninguna política separada. meridional África subsahariana 29,7 44,3 1.394,3 851,4 33,3 20,4 a. Calculado utilizando datos de elasticidad de Schultz (1987) con un 100% de objetivo de matrícula. b. Calculado a partir del aumento del gasto público en educación primaria necesario para compensar el descenso en el gasto privado que surge del recorte de precios para hombres, mostrado en la segunda columna, y del recorte de precios para las mujeres, mostrado en la tercera columna. c. Calculado por el aumento del gasto público en educación primaria necesario para compensar el descenso del gasto privado que surge del recorte de precios para mujeres, mostrado en la tercera columna. d. Calculado como porcentajes del gasto público inicial en educación primaria. ApÉNDICE 5 267 POLíTICA PARA LOGRAR LA EDUCACiÓN PRIMARIA UNIVERSAL (EPU) PARA ESTUDIANTES QUE VIVEN EN POBREZA Recorte de Recorte de Aumento del Aumento del Aumento del Aumento del precios precios gasto público gasto público gasto público gasto público necesar ios necesarios en educación en educación en educación en educación para lograr para lograr primaria con primar ia con primaria con primaria con la EPU para la EPU para pol ítica s no loca- políticas loca- políticas no políticas hombres mujeres IIzadas (millones Iizadas (millones focalizadas locali zadas Región (por ciento)' (por ciento)' de dÓlares)' de dól ares)' (por ciento)' (por ciento)' Oriente Medio y norte de África 53,6 73,7 306,0 180,7 3,3 2,0 Asia meridional 61,9 79,7 218,3 125,3 3,3 1,9 África subsahariana 75,6 70,7 1,278,1 630,1 30,6 15,1 a. Calculado utilizando datos de elasticidad de Schultz (1987) con un 100% de objetivo de matrícula. b. Calculado a partir del aumento del gasto público en educación primaria necesario para compensar el descenso en el gasto privado que surge del recorte de precios para hombres, mostrado en la segunda columna, y del recorte de precios para las mujeres, mostrado en la tercera columna, junto con un increme nto del 9% en los costos del programa debidos a la focalización por situación de pobreza . c. Calculado por el aumento del gasto público en educación primaria necesario para compensar el descenso del gasto privado que surge del recorte de precios para mujeres, mostrado en la tercera columna, junto con un incremento del 9% en los costos del programa debidos a la localización por situación de pobreza, y un incremento del 2% en los costos del programa debidos a la localización por sexo. d. Calculado como porcentajes del gasto público inicial en educación primaria. GLOSARIO DE TÉRMINOS EN LOS GRÁFICOS Actividades comerciales: El límite entre acti- Generalmente se expresa como el cambio por- vidades valoradas en el mercado (trabajo al que centual en la cantidad demandada de un bien o se le asigna un valor) y las actividades no valo- servicio como consecuencia de un cambio del radas en el mercado (trabajo al que no se le 1% en su precio, y suele ser calculada en los asigna un valor) corresponde aproximadamen- valores promedios de estas variables. te a la frontera de la producción tal y como la define el Sistema de Cuentas Nacional de Na- Esperanza de vida al nacer: El número de ciones Unidas (SNA 1968). Las actividades va- años que se espera que viva una persona recién loradas en el mercado pueden ser incluidas en nacida, si las tendencias imperantes de morta- la contabilidad nacional y comprenden traba- lidad específica por edades en el momento del jos fuera del hogar, así como la producción de nacimiento permanecieran constantes durante bienes para el autoconsumo de la agricultura toda la vida. de subsistencia porque podrían ser comerciali- zados. (Véase también Actividades no comer- Factor de conversión de la paridad del po- chiles). der adquisitivo: El factor de conversión de la paridad del poder adquisitivo (ppp) muestra la Actividades no comerciales: Actividades pro- cantidad de moneda de un país que se necesita ductivas que no son contempladas en las cuen- en ese país para comprar lo que se compraría tas nacionales. Incluyen la escolaridad, el con una unidad de moneda numeraria en el trabajo comunitario voluntario, y el manteni- país numerario, típicamente Estados Unidos. miento y cuidados en el hogar. (Véase también Utilizar el factor de conversión PPP en lugar del Actividades comerciales). tipo de cambio de moneda significa que el PNB per cápita de un país, calculado en unidades de Elasticidad de la demanda con respecto al moneda nacional, se puede convertir en PNB per ingreso: La sensibilidad de la cantidad deman- c ápita en dólares, teniendo en cuenta las dife- dada de un bien o servicio a las variaciones en rencias en los precios domésticos para los mis- los ingresos. Generalmente se expresa como el mos bien es. Dad o qu e los prec ios so n cambio porcentual en la demanda de un bien o normalmente más bajos en los países en desa- servicio, en respuesta a un cambio del 1% en rrollo que en Estados Unidos, su PNB per capita los ingresos, y suele ser calculada en los valo- expresado en dólares PPP suele ser más alto que res promedios de estas variables. su PNB per cápita expresado en dólares estándar. En los países industrializados ocurre lo contra- Elasticidad de la demanda con respecto al rio. Los factores de conversión PPP usados aquí precio: La sensibilidad de la cantidad deman- proceden de la ronda más reciente de encues- dada de un bien o servicio a su propio precio. tas de precios realizada por el Programa Inter- 270 H ACIA LA INTEGRACIÓN DE GÉNEROS EN EL DESARROLLO ECONÓMICO nacional de Comparación, un proyecto conjunto igualdad de género en los derechos económi- del Banco Mundial y las comisiones económi- cos y sociales. cas regionales de las Naciones Unidas. Esta ronda de encuestas, finalizada en 1996 y que Índices de Derechos de Humana: En el gráfi- cubría a 118 países, se basa en 1993 como el co 1.1, los índices calculados a partir de los año de referencia. datos recolectados por Human a (1986, 1992) expresan la igualdad de género en derechos po- Índice de corrupción: Basado en datos reco- líticos y jurídicos, derechos sociales y econó- lectados por la Guía Internacional de Riesgos micos, y derechos en los procedimientos de de los Paí ses (International Country Risk matrimonio y divorcio. En los otros gráficos Guide), el índice mide la corrupción dentro de se presenta un índice agregado basado en el pro- un sistema político. El valor Oindica bajos ni- medio de estos tres índices de derechos. En una veles de corrupc ión, el valor 10 indica altos escala de I a 4, la puntuación de I representa niveles de corrupción. Este índice se centra en un bajo grado de igualdad de género en dere- la corrupción real y el riesgo de corrupción re- chos; una puntuación de 4 indica un alto grado lacionado con altos niveles de patronaje políti- de igualdad de género en derechos. co, nepotismo, puestos de trabajo reservados, financiamiento secreto de los partidos y víncu- Países de ingresos altos: En el gráfico 2, los paí- los excesivamente próximos entre la política y ses cuyo PNB percápitaen 1995era de 9.386dóla- los negocios. res o más, según la clasificación del Banco Mundialde 1997. En los gráficos 3 y 6.1, son paí- Índice de Derechos Humanos Económicos y ses de ingresos altos aquellos cuyoPNB per cápita Sociales de las Mujeres (Weshr): Este índice superaba los 4.000 dólares a precios de 1995. refleja diferentes dimensiones de derechos uti- lizando relaciones de feminidad para siete Países de ingresos bajos: En el gráfico 2, los indicadores de desarrollo: el derecho a traba- países cuyo PNB per cápita en 1995 era de 765 jar, medido por las tasas de actividad económi- dólares o menos, según la clasificación del ca; el derecho a un nivel de vida adecuado, Banco Mundial de 1997. En los gráficos 3 y medido por tasas de anemia y consumo calóri- 6.1, son países de ingresos bajos aquellos cuyo co total diario; el derecho a la salud y al bie- PNB per cápita era 4.000 dólares o menos a pre- nestar, medido por las tasas de mortalidad y cios de 1995. los índices de feminidad ; y el derecho a una educación, medido por las tasas de alfabetiza- Países de ingresos medios: En el gráfico 2, ción y las tasas de matrícula escolar primaria. países cuyo PNB per cápita en 1995 estaba en- Para cada indicador, una relación de l signifi- tre 766 y 9.385 dólares, según la clasificación ca igualdad entre hombres y mujeres. Las pun- del Banco Mundial de 1997. tuaciones inferiores a l indican cierto grado de desigualdad por razón de género que favorece Promedio potencial del ahorro de tiempo: a los hombres; y las puntuaciones superiores a Los ahorros estimados en el tiempo empleado I expresan cierto grado de desigualdad en ra- en la recolección de agua y combustible por zón de género que favorece a las mujeres. Las los miembros del hogar cada año, en prome- siete relaciones de feminidad son después agre- dio, como consecuencia de reducir las distan- gadas para obtener el índice compuesto Weshr. cias a las fuentes de agua potable y leña. En el Una puntuación de 7 es interpretada como gráfico 4.3, esto se refiere específicamente a G LOSARIO 271 los ahorros de tiempo en cinco áreas del África lar inferior a l indica que las mujeres están rural al conseguir que las fuentes de agua pota- subrepresentadas. ble no estuviesen a más de 400 metros (aproxi- madamente una caminata de seis minutos), y Relación de feminidad de representación las fuentes de combustible a no más de una parlamentaria: La relación de escaños ocu- caminata de 30 minutos desde cada hogar. Las pados por mujeres en los parlamentos naciona- estimaciones son de Barwell (1996). les (u otras asambleas elegidas nacionalmente) con respecto a los ocupados por hombres. Promedio de años de escolaridad: Los años promedio de escolaridad en todos los niveles Sector informal: Producción y distribución de de la población de 15 años o más. bienes y servicios que tienen lugar fuera del alcance del marco regulatorio, a menudo en Relación mujer/hombre en la esperanza de empresas a pequeña escala o en el hogar. Estas vida: La esperanza de vida femenina al nacer empresas carecen generalmente de reconoci- dividida por la esperanza de vida masculina. miento legal y pueden no estar sujetas a las normas laborales y a otras normas prescritas Relación de feminidad en la matrícula: Es la por el código jurídico. Los empleados en el tasa bruta de matrícula femenina dividida por sector informal carecen normalm ente de las la tasa bruta de matrícula masculina. prestaciones no salariales que normalmente por ley se otorgan a los del sector formal, como Relación de feminidad de representación discapacidad, indemnización por cese o pen- ocupacional: La relación del número de muje- siones. res en un grupo ocupacional dividido por la fuerza laboral total femenina no agraria respec- Tasa bruta de matrícula: La matrícula total to al número de hombres en ese grupo ocupa- en un nivel específico de educación (como pri- cional, dividido por la fuerza laboral total maria o secundaria), sin tener en cuenta las masculina no agraria, basado en Anker (1998). edades de los alumnos, expresada como por- Un valor superior a l indica que las mujeres centaje de la población oficial en edad escolar están sobrerrepresentadas en esa categoría ocu- correspondiente al mismo nivel de educación pacional comparadas con los hombres; un va- en un año escolar dado. 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Calle 106A No. 22-56, Bogotá, Colombia. E-mail: scliente@alfaomega.com.co La impresión y encuadernación se realizaron en Gente Nueva Editorial