18 de octubre de 2019 Palabras de apertura del presidente de las Juntas de Gobernadores, Excmo. Sr. AIYAZ SAYED-KHAIYUM, gobernador del Grupo Banco Mundial y del FMI por la REPÚBLICA DE FIJI, con ocasión de las deliberaciones anuales conjuntas Reuniones Anuales de 2019 Palabras del presidente de las Juntas de Gobernadores, Excmo. Sr. Aiyaz Sayed-Khaiyum, gobernador por la República de Fiji Bula vinaka y buenos días. Bienvenidos a la 73.a sesión plenaria de las Juntas de Gobernadores del Grupo Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), a 75 años de la Conferencia de Bretton Woods, evento que definió la creación de estas instituciones y de nuestro sistema multilateral. También quisiera dar la bienvenida al presidente del Grupo Banco Mundial, David Malpass, y a la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, que llegan a esta primera sesión plenaria en ejercicio de sus nuevos cargos. Un aplauso para ellos, por favor. Además, deseo manifestar nuestro sincero agradecimiento a sus antecesores, Jim Yong Kim y Christine Lagarde, que hoy nos acompaña. Damas y caballeros, cuando nuestros precursores se reunieron en Nuevo Hampshire en el verano boreal de 1944, el mundo era víctima del fracaso monumental de sus sistemas políticos y económicos. Ante los incendios de la Segunda Guerra Mundial que aún se esparcían sin control y las décadas de conflictos devastadores que los habían precedido, esos líderes decidieron acertadamente cerrarle la puerta a la dolorosa insensatez del unilateralismo. Como alternativa, buscaron la cooperación —a través de un sistema multilateral visionario— como el elemento que garantizaría la paz mundial y la estabilidad económica. Si bien el multilateralismo ha generado resultados impresionantes a lo largo de estos 75 años, las tendencias más recientes han demostrado que solo puede ser fuerte si los líderes del mundo depositan su fe en soluciones de alcance mundial. 2 Hemos sido testigos del daño que provocan las políticas aislacionistas en la percepción de los mercados y la confianza de las empresas. Cuando el crecimiento de la economía mundial se desacelera, quienes se alejan del multilateralismo dan lugar a que crezcan las mismas fuerzas que una vez arrastraron a este mundo a un conflicto devastador. No podemos olvidar las enseñanzas que nos ha dejado la historia. No podemos desperdiciar la fuerza de las alianzas mundiales; debemos aprovechar ese potencial por el bien de los jóvenes y para alentar una cooperación duradera entre los Estados nación del mundo. Lo cierto es que el multilateralismo es más importante hoy que en 1944. Puede que no estemos inmersos en una guerra mundial ni que hayamos salido de ella, pero nos enfrentamos a una amenaza que podría generar resultados más letales: la furia creciente del cambio climático. Los pueblos de Bahamas y Japón fueron los que sufrieron más recientemente la trágica realidad del cambio climático, tras las calamidades causadas por el huracán Dorian y el tifón Hagibis. En 2016, el ciclón tropical Winston se cobró las vidas de 44 habitantes de Fiji y, en un plazo de 36 horas, hizo desaparecer un tercio del valor de nuestro producto interno bruto (PIB). Pero las amenazas para la vida que plantea la crisis climática no solo se manifiestan en las costas de los Estados insulares. En la Cumbre sobre la Acción Climática del mes pasado, el mensaje quedó claro: la amenaza es mundial. Ya sea que se trate de las supertormentas que causan estragos en Asia y las regiones sudorientales de los Estados Unidos de América, la desertificación en distintas regiones de África, la alteración de las características meteorológicas en el Mediterráneo, el derretimiento de los glaciares en Pakistán o el aumento del nivel de las aguas en las costas de ciudades como Miami, Yakarta y Daca, no hay diferencia: todo el mundo está en una situación vulnerable. Tal como nos recuerda a menudo el primer ministro de Fiji, Frank Bainimarama, “todos estamos en el mismo bote” cuando se trata de hacer frente al cambio climático. La creciente gravedad de los fenómenos climáticos nos ha llevado a un panorama complejo que plantea desafíos. Pero si mostramos el valor y la creatividad que se necesitan para desarrollar nuestros marcos mundiales, desbloquearemos el acceso a nuevas oportunidades. 3 En el caso de los pequeños Estados, las tragedias nos han enseñado que el desarrollo económico y la resiliencia climática deben ser parte de una misma cosa. Las inversiones que destinamos a la adaptación salvan vidas y nos ahorran el costo de reconstruir una y otra vez, lo que otorga a nuestras economías la resiliencia necesaria para recuperarse después de los eventos climáticos sin tener que comenzar de nuevo y redefinir los avances. No obstante, las inversiones en adaptación no son gastos convencionales. Los costos iniciales son mucho más altos y el rendimiento se observa mucho tiempo después. No podemos construir puentes más sólidos, soterrar los cables de electricidad o reubicar a comunidades enteras con la expectativa de recibir un rendimiento financiero inmediato. Estas son inversiones que generan durabilidad, estabilidad y sostenibilidad a largo plazo en nuestras economías, aunque suba el nivel del agua, nos azoten tormentas más intensas y los cambios de las condiciones climáticas disminuyan la producción agrícola y la seguridad alimentaria. Los métodos tradicionales que se utilizan para medir la sostenibilidad de la deuda no registran los beneficios intrínsecos de la adaptación ni el costo de oportunidad que se pierde al no desarrollar resiliencia en el presente. Esta visión limitada ha forzado a algunos Estados a tener que elegir entre lo que actualmente se considera sostenibilidad de la deuda y las inversiones en adaptación que tanto se necesitan. Cada vez está más claro que los marcos que solían utilizarse para medir la sostenibilidad de la deuda no son el “termómetro” adecuado para estimar el calentamiento global. Con cada mínimo ascenso de la temperatura mundial, estos sistemas serán menos útiles a la hora de abordar realidades climáticas para las que no fueron diseñados. Debemos recalibrar y renovar la arquitectura del financiamiento para el desarrollo, de modo de no quedar a la zaga respecto de los rápidos cambios del clima y los consiguientes efectos en los Estados nación. Los beneficios innegables de la adaptación deben ser la base de los nuevos sistemas de medición de la sostenibilidad de la deuda. Los bancos multilaterales de desarrollo (BMD) 4 y las instituciones financieras deben refinar los marcos que utilizan para evaluar la capacidad de un país para reembolsar su deuda y reconocer que el coeficiente entre deuda y PIB no es más que una parte del panorama completo. También se deben tener en cuenta el valor de los activos y otros indicadores subyacentes de nuestras economías. Y el sistema debe reflejar fielmente el aumento de costos de los impactos climáticos y el valor a largo plazo de una adaptación eficaz. El Grupo Banco Mundial y el FMI deben pensar primero en estas realidades a la hora de rediseñar los marcos de financiamiento. Solicito a las nuevas autoridades de ambas instituciones que presten atención inmediata a esta cuestión. Las economías más grandes del mundo también deben continuar cumpliendo su función para acrecentar el conjunto de fondos de financiamiento accesible y asequible. Además, esperamos con ansias la decimonovena reposición de recursos de la Asociación Internacional de Fomento (AIF-19) y las reposiciones siguientes. Pero incluso todo el financiamiento del sector público y el financiamiento de los BMD no alcanzan para cubrir el déficit de resiliencia. Debemos apelar a los recursos, los conocimientos especializados y el ingenio del sector privado. Como ministros de Finanzas y Economía, y líderes de instituciones financieras, es nuestra responsabilidad aportar innovación a estas deliberaciones. Nuestra mentalidad de seguir haciendo las cosas como siempre solo ha liberado una pequeña fracción de financiamiento privado en el ámbito de la adaptación. Rediseñemos las convenciones. Ofrezcamos las oportunidades reales de inversión en resiliencia. Ampliemos el respaldo a la liquidez y las garantías de crédito. Creemos nuevos mercados de seguros. Formulemos nuevas maneras de evaluar los riesgos. Y fabriquemos nuevas herramientas y utilicemos mejor las que ya tenemos a nuestro alcance. Las instituciones financieras internacionales también pueden ejercer su poder de convocatoria para movilizar respaldo de nuevos asociados, fondos de inversión, fondos soberanos y organizaciones filantrópicas, de modo de aliviar los costos para las naciones sin alterar el mercado de valores. También podemos alentar una inversión consciente que respalde la sostenibilidad resiliente. 5 Se trata de procesos determinantes para lograr una economía mundial pujante y resiliente. Solo con resiliencia se puede aportar certidumbre a las economías, potenciar el crecimiento y crear una demanda estable y creciente de bienes y servicios que impulse los mercados internos, regionales e internacionales. Queridos gobernadores, no cabe duda de que el sistema de Bretton Woods restauró la estabilidad del orden económico internacional luego de la Segunda Guerra Mundial. Pero el mundo en el que vivimos ya no es como el de 1944. El calentamiento del planeta aumenta aceleradamente, aparecen nuevas desigualdades, y la crisis climática hace visibles esas deficiencias y, en algunos casos, las expone en toda su plenitud. Necesitamos incorporar nuevas herramientas, nuevas perspectivas y nuevas formas de pensar para afrontar los principales desafíos de desarrollo de este mundo. Si lo hacemos, estamos seguros de que, en la madurez de los 75 años, nuestro sistema multilateral basado en reglas aún será lo suficientemente flexible como para seguir respetando sus más elevados ideales primigenios y no excluir a ninguna nación. Vinaka vakalevu. Muchas gracias.